Advertencia
inicial, necesaria para entender mi posterior comentario.
Mi unica pretensión era leer un libro que acaba de salir y del que todos hablan sin que yo termine de comprender los motivos. Al parecer sus autores trabajan en una empresa llamada Palantir, de cuya existencia, habrán de perdonar mi ignorancia, yo no tenía ni la más remota idea. Las características de dicha empresa provoca que el interés de los lectores por lo que dicen Karp y Zamiska vaya acompañado del escándalo y morbo que suscitan aquello a lo que los escritores se dedican: Construir, implantar y expandir dicho negocio.
El propietario de Palantir es Peter Thiel, al cual no tengo el gusto de conocer y del que, aparte de un par de detalles de su biografía, como que fue amigo de Musk, quizás todavía lo sea, ni idea, y dueño de PayPal, que posteriormente vendió - creo que a Ebay. Dicha venta le reportó una gran suma de dinero que el tiempo y el inteligente emprendedor Thiel han multiplicado. Por eso, el hecho de que, junto a esta realidad, y precisamente a causa de esta realidad, se haya levantado un coro de ecos gritando barbaridades sobre él y sus negocios no me asombra en absoluto y no me asombra en absoluto pese a mi conocida inclinación al asombro. En los momentos actuales aún más preocupante que la inflación económica es la inflación de los que gritan contra cualquiera que hace o dice algo, sea lo que sea. Como si esos coros, por cantar a coro, fueran los únicos que estuvieran en posesión de la Verdad, del Logos, de la Razón. Díganme ¿Quién se resiste al placer que proporciona el cantar todos juntos al son de una bella melodía? ¿Quién no ama las historias de la hermandad en igualdad luchando por la libertad? No obstante, es mi alergia a los colectivismos lo que me impide sumarme a tan nobles gestas y lo que me impide, también, comulgar con los colectivos. Permítanme utilizar la expresión “comulgar con”. Mi experiencia es que todos ellos -digan lo que digan y defiendan lo que defiendan- adoptan un lenguaje y unos comportamientos religiosos incluso en los casos en los que esos colectivos son materialistas, ateos e incluso anti Dios, especialmente en los casos en los que esos colectivos son materialistas, ateos e incluso anti Dios.
Ironía de ironía, todo es ironía, esos coros, tan contrarios entre sí, representan la prueba manifiesta y palpable de esa extraña inversión consistente en que los materialistas cantan lenguajes religiosos y los coros espiritualistas cantan lenguajes revolucionarios. Más allá del lenguaje, que al fin y al cabo se ha convertido en un instrumento de ataque, -aunque muy posiblemente lo ha sido desde que este mundo es “el Planeta de los Hombres”, lo fundamental es que se trata de coros contra coros y todos ellos contra el individuo individual: brujas, herejes y similares. Por este motivo hay que condenar a todo aquél que no se una a ellos. ¡Pobre del individuo independiente que se obceque en conservar su independencia! “¡Soltad a la Jauría!” – escucha gritar tras él. ¿Dónde están los refugios que el hombre tradicionalmente ha construido? Nómadas, Eremitas, Convento, Universidades, Logias, talleres de artesanos, han ido desapareciendo. Huxley propuso una droga: el soma, que era una puerta de la que se salía de la matrix. Dudo mucho que el individuo independiente que se obceca en su independencia la acepte, excepto en el caso en que -parafraseando a Nietzsche- el lema de su existencia sea: “Mi Independencia o la Nada” y en el supuesto de que su Independencia haya muerto, vislumbre solamente “la Nada”.
No obstante, tengo que decirles que ninguno de los que hemos arribado a la Nada, que hemos sentido cómo la Nada nos tragaba y hemos conseguido Dios sabe cómo y por qué salir de ella, desea volver a ella. Y cuando hablo de La Nada, me refiero a eso: a La Nada. No a una depresión o parecidos. El hombre que se encuentra inmerso en La Nada no tiene tiempo para cuestiones psicológicas-enfermedades-cansancio-materiales-mentales-circunstanciales. No. Utilizando el lenguaje de nuestros días: La Nada es el Portal a otra dimensión. En una situación así, uno tiene que pensar, obligatoriamente ha de hacerlo, lo más fría y serenamente posible. La Nada no tiene ningún punto en común con ésta, la dimensión en la que nos encontramos; por eso tampoco tiene ningún punto de conexión con alguna de las circunstancias de nuestra existencia. La Nada es independiente de las circunstancias vitales de nuestra existencia. De ahí que el hombre independiente pueda decir: “Mi independencia o La Nada”, igual que el hombre nihilista afirma “Dios o La Nada”. Para los nihilistas La Nada viene a ser un placebo de Dios. Para el hombre independiente La Nada es el sucedáneo de la Independencia. No obstante, ambos tipos de hombre han de enfrentarse a la realidad del descubrimiento de Lovecraft: los monstruos permanecen. Quizás ese fuera el motivo que llevó a Pascal y a Kierkegaard y a otros tantos a aconsejar que, en caso de duda, Dios. Quizás también por eso mismo muchos, ante la disyuntiva “Independencia o la Nada” y en el supuesto en que la Independencia no sea posible, determinan que la única verdadera solución es la de aprender a huir de los perros. En este sentido, debo confesar, pues, el profundo asombro que me causan esas personas que constantemente se quejan de ser invisibles. ¡Pero si es la mejor carta para mantenerse vivo y libre!
En fin… Volviendo al tema que nos ocupa… Repito lo ya dicho: mi pretensión al
adquirí el ejemplar escrito por Karp no era el de escribir sobre su libro, sino
solamente leerlo. Leerlo sin prejuicios, puesto que no conozco ni a sus
autores, ni a las empresas a las que pertenecen ni nada que se le parezca. Tampoco
me interesaba la cuestión, que a tantos ocupan, de si sus autores son o no son
libertarios. Cualquiera que tiene una idea en mente y quiere llevarla a cabo, es un libertario. Cualquier niño pequeño que, porque quiere comer chocolate antes de comer,
se sube a la silla, de allí se alza sobre la encimera, coloca una olla para
llegar más alto y estira su brazo tanto como puede hasta alcanzar el preciado y
delicioso objetivo, es un libertario. A cada niño libertario, una madre que
dicta ley y sentencia: “La próxima semana no compro chocolate.” El mundo de los
adultos se estructura más o menos de la misma manera; por eso a los
libertarios, a los no libertarios y a los anti libertarios les une una misma
causa: la batalla contra la madre. Si además las madres aparecen en forma de
helicópteros y drones, la batalla traspasa las fronteras familiares, el niño
tiene sus aliados, la madre los suyos y en fin: conflicto socio-geo-político
habemus. Así que ¿para qué centrarnos en cuestiones que ya conocemos todos?
Y sí, ya sé, hay una escritora libertaria llamada Ayn Rand muy aplaudida en
nuestros tiempos. He leído su obra. ¿Qué quieren que les diga? Lo único que yo
acierto a vislumbrar en su obra es la lucha y la revancha en forma de libros de
una mujer en contra por una parte del comunismo ruso del que había tenido que
huir y por otro, contra todos aquellos que usan y abusan de la sensiblería y
los complejos de culpabilidad para, ocultar su pereza y su haraganería, pretendiendo
así que los hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos porque los hombres
laboriosos y buenos es verdad que no tienen tiempo para urdir intrigas ni
maquinar, les entreguen voluntariamente lo
logrado con el sudor de sus frentes. En nuestro ejemplo del niño que urde un
plan para obtener su chocolate, es posible introducir la existencia de un
segundo niño que está tranquilamente sentado sin hacer nada, pero que en cuanto
ve que el otro ha conseguido hacerse con el preciado triunfo le recuerda la
importancia de la virtud de compartir. Pese a que la denuncia que Ayn Rand hace
del grupo que hoy en día se conoce bajo el genérico de “parásitos” es
comprensible, el tono que, no obstante, emplea en sus escritos va impregnado de
tintes maniqueístas, casi melodramáticos, lo cual, en mi opinión, genera un
comprensible cansancio a los lectores, especialmente, creo yo, a aquellos que,
conociendo la situación que Ayn plantea, viviéndola incluso cada día, no desean
pensar en ella para, simplemente, no desesperar, puesto que salir es siempre
complicado. Imaginen ustedes que ese niño, que después de grandes proezas ha
conseguido el chocolate que tanto ansiaba, ha de compartirlo con su hermano
pequeño. Imaginen ustedes que la madre le ha dado al hijo mayor todas las
responsabilidades y al hijo pequeño todos los derechos. Ese niño, que es lo
suficientemente inteligente para lograr aquello que quiere es, también, lo
suficientemente sensato para no atraer sobre él la atención de alguien de
quien, todavía, no se puede liberar. Así pues, compartir le resulta más fácil
que retener el chocolate sólo para él. Después de todo, el niño sabe que “el
que parte y comparte se lleva la mejor parte” y que, aunque la idea fuera de
Eva, Adán también salió del Paraíso. A ese niño el libro de Ayn Rand no le
proporciona ninguna solución real; si acaso, en cambio, más dolores de
estómago. No siempre es posible salir. A veces ha de transcurrir mucho tiempo
antes de que uno comprenda que el niño pequeño no quiere solo el chocolate del
otro: quiere la destrucción de ese otro.
Muchos de los lectores de Ayn Rand son conscientes de que en el momento en que la sensiblería y los complejos de culpabilidad que los inactivos emplean para abastecerse, no con-vencen a esos hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos, esos inactivos pasan, entonces, a exigírselo por la fuerza de la razón, que los colectivos, todos los colectivos, se atribuyen a sí mismos. Es entonces cuando esos hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos, han de abandonar sus habituales menesteres y concentrar sus fuerzas en dedicarse a contrarrestar a los colectivos que abusan de su trabajo. Con ello decae, tarde o temprano, la productividad de una sociedad. Los indolentes siguen siendo indolente. Durante un tiempo, a base de sensiblerías y complejos de culpabilidad, han vivido del trabajo de los hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos. Pero cuando éstos se cansan y han de dedicar el sudor de su frente a idear una buena defensa de sus intereses, decae su productividad. Ciertamente asistir a la pérdida de fuerzas de los hacendosos, inculca en los ociosos el sentimiento de victoria. Hasta que los ociosos empiezan a comprender que su bienestar se reduce porque, sencillamente, ya no hay de dónde sacar. Es entonces cuando se originan los desórdenes en las sociedades.
A qué negarlo: todas las personas trabajadoras se han topado
alguna vez con este tipo de vagos y todas ellas han tenido que dedicar parte de
sus horas a contrarrestarlos. Consiguientemente la mayoría de las personas
entienden la situación a la que nos estamos refiriendo.
Sea como fuere, la revancha de Ayn Rand adolece, en mi opinión, de dos fallos.
El primero es que con el tiempo la revancha de Ayn Rand se radicaliza. Ello
proporciona a Ayn Rand más oyentes a su discurso, más fama
y seguramente también más dinero. Pero sea porque el público siempre desea más
“emociones”, sea por el propio carácter de Ayn Rand, llega un momento en que su
discurso cae en ese tipo de exceso que huele a odio y a fijación. Con ello Ayn
Rand abre la puerta que conduce al ridículo y las personas sensatas establecen
límites. El segundo fallo surge del concepto de “ociosos”, “inactivos”,
“aprovechados”, “parásitos”. ¿Quiénes son los ociosos? ¿Los que exigen una
parte del chocolate al que se sube a la silla para cogerlo basando este acto en
las virtudes de la virtud y de la fraternidad? ¿O el niño que encontrándose en
una posición de superioridad y de fuerza con respecto al otro le ofrece
proporcionarle seguridad en la escuela a cambio de que él, a su vez, le
proporcione chocolate? ¿Quién establece en casos como éste la paridad si uno,
de partida, ya tiene ventaja? Del mismo modo en la vida adulta. ¿Quiénes son
los ociosos y los inactivos? ¿Pueden considerarse aprovechados a aquellos que
reclaman impuestos a los empresarios? Sin duda alguna, afirmarán muchos. Pero
por las mismas razones ¿Pueden considerarse aprovechados a los empresarios que
exigen la absoluta lealtad y dedicación a sus empleados remunerándoles cada vez
salarios más bajos al tiempo que, en función de esa lealtad y dedicación, les
reclaman más tiempo, más efectividad, más eficacia y les coloca la espada de
Damocles que para cualquier asalariado representa un posible despido?
¿Pueden considerarse aprovechados a esos sistemas económicos que fomentan que
las mujeres se integren en el sistema, porque lo cierto es que en el mercado
laboral están insertadas las mujeres desde que el mundo es mundo, pero, en
cambio, se niegan a que se queden trabajando en sus casas en la crianza de los
hijos? ¿Puede considerarse aprovechados a esos sistemas a los que no les
importa en absoluto que las mujeres sean madres a los cuarenta años, cuando se
están adentrando en la menopausia y justo cuando se produce el salto a los
puestos de responsabilidad, pero no aceptan que aquellas mujeres que decidieron
dedicar sus fuerzas de jóvenes a la crianza y educación de sus hijos se
incorporen al sistema, a su sistema, a los cuarenta – una vez terminado este
periodo?
Al final, la obra de Ayn Rand aburre a cualquiera. Para ser precisos: me
aburre a mí.
Volviendo al libro que tengo en mis manos, “The
technological Republic”, repito: yo no tenía ningún interés en dedicarle un
artículo. Pensaba, realmente lo pensaba, que se trataba de la típica lectura de
verano. Esas que se leen en un par de horas y después, a lo más, sirven como
small talk un par de tardes.
Lamentablemente empezar a leerlo y sufrir dolores
de cabeza provocados por la confusión y contradicciones de las afirmaciones que
allí se contienen fue un todo en uno.
Culpable no son los autores. Culpables son mis estructuras mentales. ¡Qué
le vamos a hacer! Cada cual, supongo, tiene las suyas propias; las mías me torpedean
con miles de preguntas cada dos segundos. Por eso creo que la única forma de
que ustedes comprendan mi comentario al Prólogo de “The technological Republic”
es explicarles primeramente de dónde parten mis premisas conceptuales, que no
prejuicios. Todavía no he decidido si escribiré uno o dos artículos. Realmente
lo ignoro. Mi esperanza sería lograrlo en dos partes y asegurarles en la segunda
que mis dolores de cabeza han aminorado conforme seguía leyendo. Veremos.
Prolegómenos. Fundamentos generales independientes
de, y anteriores a la lectura de “The technological Republic”.
Tantos esfuerzos en destrozar a la filosofía analítica tradicional y a la lógica tradicional han originado una amalgama de significados y significantes. “El Todo en el Uno y el Uno en el Todo” es, no me cabe la más mínima duda, el lema de la era en la que nos encontramos. Y ello por muchas razones; entre otras, por el sincretismo que desde finales del s.XIX se lleva pregonando en Occidente; sincretismo según el cual Oriente y Occidente son uno y el mismo. Sólo que esto, como se ha visto, no es exactamente así. En el Paraíso el individuo es un ser activo que ha de mantenerse atento a las presencias malignas de las cuales él no tiene ni idea de que existan, mucho menos de que estén allí, pero presencias malignas que existen y que están allí: en el Paraíso. El Nirvana, por el contrario, es el sueño del hombre, del diablo y de Dios. El Nirvana es el sueño sin movimiento ni actividad alguna.
Aquellos
que predicaban la unidad entre Oriente y Occidente estaban, en realidad,
haciendo proselitismo de las religiones y de la cultura del Oriente. Ellos
fueron los que afirmaban que, en vez de enviar misioneros al Oriente, Oriente
debería enviar a los suyos a Occidente. Dado que Oriente no mostraba interés
alguno por el Occidente, más allá del que se siente por las regiones exóticas,
los defensores del sincretismo decidieron encaminarse ellos mismos a Oriente a recoger
a unos cuantos gurús y monjes para acto seguido traerlos a Occidente y
presentarlos como profetas, los verdaderos profetas de la nueva era, la
acuariana, y del mundo nuevo en la gran sociedad de ese nuevo mundo: Estados
Unidos.
Sin embargo, la pretensión de alcanzar el sincretismo es un sinsentido. Una
cosa es admitir que todos los hombres son hijos de Dios, y otra cosa, muy
distinta, afirmar que los hombres, por el hecho de ser todos ellos hijos de
Dios, son sincréticos. Seguramente esto es lo que pensaron los auténticos gurús
y monjes orientales y por eso llegaron, vieron y abandonaron Occidente lo más
rápido que pudieron, mientras los falsos gurús y monjes orientales se unían a
los teósofos que les habían ido a buscar y, unidos a ellos, se aposentaban sobre
grandes tronos financiados por los modernos y acaudalados falsos iniciados que
deseaban aprender de ellos técnicas de manipulación y de control de la mente
para saquear de forma efectiva y eficaz a sus congéneres. Lo esencial era
lograr que el dinero que esos congéneres tenían en sus bolsillos y sus cuentas
bancarias pasara a sus bolsillos y a sus cuentas bancarias. Que la naturaleza
de esos sus congéneres fuera de constitución ascética o consumista era
irrelevante. A cada cual lo suyo, que suelen decir. Los ascéticos lo
traspasaban a través de donaciones y los consumistas a través de pagos. Los
unos donaban para deshacerse de lo material, porque convencidos como estaban de
que lo material y lo espiritual actúan como vasos comunicantes, creían que la
carencia de posesiones aumentaba la tenencia espiritual.
Esto no hubiera pasado a mayores de no ser porque
esas corrientes pseudo religiosas, pseudo filosóficas y absolutamente
mercantiles, empezaron a considerar a la mente como algo corpóreo y espiritual.
Solucionaron tal dilema adoctrinando al individuo para que se desprendiera de
su mente, igual que se deshacía de su dinero, (matar al ego) para de este modo alcanzar
en colectivo las dimensiones espirituales (todos somos dioses). Esta idea gusta a todos aquellos poco versados
en las constantes batallas que los dioses del Olimpo mantienen entre sí. Los
que somos conocedores de ellas nos mantenemos tan lejos de los dioses como nos
es posible.
La conclusión obtenida es que, a la estupidez congénita propia del hombre
desde los tiempos de Adán, se ha sumado la que los lavados de cerebro y el
consumo de las más variadas drogas provocan en todos aquellos que creen que
morder la manzana les va a convertir en dioses. Ni conocen el Olimpo ni saben
el papel que juega la manzana de la discordia para Paris o la manzana
envenenada de Blancanieves. ¡Qué le vamos a hacer!
Curiosamente, esos mismos que consideraban el peligro de la mente
individual como algo material, muy material, defendían al mismo tiempo la
profunda espiritualidad del sexo. Por lo general, todos aquellos que hablan del
“sexo” y de la “práctica del sexo” y de la “liberalización sexual” hablan del
“sexo” en colectivo, en genérico, en abstracto, en amorfo. De ahí que la
“práctica del sexo” sea “sexo practicado en grupos” y en “orgías sexuales”. Con
ello obvian algo tan simple como es “el acto sexual” entre dos personas.
Hemos de recordar una y otra vez que más allá del sincretismo, la idea
última era “La de todo en el uno y la del uno en el todo”.
Era previsible, por tanto, que unieran ciencia con magia y que, introduciendo
a ambas en sus estudios gnósticos convirtieran al “sexo” en “materia de
experimentación”.
¿Hay alguna posibilidad de objetar un sistema que, igual que el Hegeliano,
es cerrado, manteniendo en esa prisión a la Historia, a la Razón y al Espíritu encarcelados?
Existe.
Sin entrar en mayores
consideraciones sólo diré que la imposibilidad y consiguiente destrucción del,
en principio perfecto, sistema “El Todo en el Uno y el Uno en el Todo” la
demuestra el hecho de que la afirmación “el Paraíso aquí y ahora” supone un
imposible un imposible sincrético con la afirmación “el Nirvana aquí y ahora”,
que es, en última instancia, adónde tanto sincretismo ontológico-materialista-pragmático-perspectivista
quiere llegar.
Esa aserción de “el Paraíso aquí y ahora” que tan revolucionaría les
parecía a muchos implica tener que aceptar la existencia de un Dios que
sabiamente establece prohibiciones a los primeros hombres, de un diablo que se
rebela contra esa prohibición y manipula a esos primeros hombres para que
infrinjan esa sabia prohibición. Ese Dios sabio y que, por sabio, establece
prohibiciones, es también un Dios exigente pero comprensivo. El castigo que les
impone es la expulsión, pero no la muerte. La expulsión, no el encarcelamiento.
Esto llevado al “Paraíso aquí y ahora” es lo que tradicionalmente ha
significado el destierro y, en la actualidad, el fenómeno de “una inclusión que
cancela”.
Por su parte, el deseo de hacer realidad el “Nirvana aquí y ahora”, obliga
a aceptar consecuencias que introducen más problemas de los que soluciona. En
efecto, el Nirvana el resultado de un Tiempo que se ha cumplido; es, por
expresarlo de forma sencilla, una Eternidad que duerme. Puesto que en el
Nirvana no hay ni Dios, ni diablo ni hombre, “el Nirvana aquí y ahora” nos
convierte a todos nosotros, a toda la Humanidad, en una masa inerte sin
movimiento ni tiempo. No me cabe la más mínima duda de que se ha intentado
enmascarar las implicaciones que conlleva la frase “el Nirvana aquí y ahora”, con
slogans del tipo: “tú eres único”, que significan lo de siempre: que “yo soy el
“único” que va a pagar ese producto individual que todos los demás “únicos”
individualmente pagan, aunque lo compren en masa, porque juntos nos sentimos
mejor, porque la soledad es una gran lacra, y ese “juntos” es más “juntos”
conforme mayor es la uniformidad de esos únicos que pagan individualmente, pero
que experimentan el regocijo de la fraternidad comprando alegremente en masa
los mismos productos. Lo que tras esa matrix de “fraternidad”, “juntos” y
“colectividad” aparece es Uniformidad. Uniformidad en la pareja gracias al partner
look, uniformidad en los gustos literarios y cinematográficos, uniformidad
en los restaurantes. Uniformidad en el in y el out. Uniformidad
en las ideologías. Uniformidad en los criterios. El tradicional mimetismo,
practicado como estrategia para escapar de los enemigos, se ha transformado
ahora en una uniformidad que procura amigos.
En fin, a qué seguir mostrándoles adónde conduce ese “el Nirvana aquí y
ahora” en la realidad real. Por más que la situación se haya pretendido
suavizar intentando hacer aparecer como gotas de un océano acuariano a la masa
inerte, las consecuencias de “el Nirvana aquí y ahora” son siempre las mismas:
la masa inerte. Que la inercia se intente suplir con corrientes subterráneas es
sólo el último estadio. El final del “Nirvana aquí y ahora” es siempre el
mismo: un mundo sin tiempo y sin movimiento. Con todas sus consecuencias.
Hasta que ese momento último se
instaure, en el océano acuariano, sin Dios creador, la afirmación “Dios es la
verdad” se ha sustituido por la afirmación: “La verdad la tengo yo, gota,
porque yo, gota, soy la verdad, y lo soy porque yo, gota, por “Nirvana aquí y
ahora” el Océano acuariano, en su Todo considerado, me lleva a mí en ese Todo y
porque yo, gota, llevo a mi vez el Todo (Nirvana-Océano acuariano) en mí. Por eso yo, gota, creo mundos en mi mente,
mundo que expreso, - esto es: exteriorizo, esto es: hago realidad, - con mi
lenguaje; donde lenguaje cuando tengo la fuerza suficiente para que me tomen en
consideración, si consigo tener la fuerza suficiente para que me tomen en
consideración, expresa, exterioriza y realiza “La Verdad” en todo su esplendor.
Entre esta concepción y la concepción según la cual “Dios es la Verdad”
existen notarias diferencias.
En la oración “Dios es la Verdad” el verbo copulativo “es” señala una
identidad tautológica, que porta otra identidad tautológica en su interior: la
que tiene con el Logos. En efecto: en la
oración “Dios es la Verdad” lo que se afirma es que Dios, Logos y Verdad
conforman una tautología. Trinitaria, si ustedes lo prefieren, pero tautología.
Algo contrario sucede en la oración “la verdad la tengo yo, porque yo soy
la verdad y lo soy porque creo mentes en mi mente, que expreso con mi
lenguaje.” Aquí el término “Verdad” no es sinónimo de “Logos”; de ninguna
manera puede serlo porque el Logos, como ya puso de manifiesto Derrida, ha
muerto, y lo único que permanece es el lenguaje, donde el término “lenguaje” se
exterioriza en número singular, por más que en su interior entraña una multitud
de puntos que cuando se unen lo más que configuran es una imagen similar a la
que producían los artistas del puntillismo francés, aunque en realidad a lo que
se aproxima mucho más es a esos juegos de psicología y de visión que los
facultativos usan para ver qué figura descubren los pacientes en una amalgama
de puntos donde a primera vista no se distingue ninguna imagen concreta.
A la unidad del lenguaje que nace a partir de la unidad de sus muchos
puntos es a lo que se denomina “Narrativa”. Hay muchos lenguajes, tantos como
gotas tienen los océanos. Podría decirse que cada una de esas gotas tiene
sueños de ola; a estas olas se les denomina “narrativa”. A su vez cada ola
arrastra el sueño de convertirse en tsunami; estos maremotos son calificados
como “narrativas que irrumpen”. Cada gota “creo mundos con mi mente mato el ego
soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” busca otras gotas “creo mundos
con mi mente mato el ego soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” a las
que aunar colectivamente en una ola que llegue a ser la corriente imperante.
¿Cuándo puede esa gota “creo mundos con mi mente mato el ego soy un dios y
los hago realidad con mi lenguaje” llevar a buen éxito sus intenciones? Según
Quine, creo que es Quine quien lo dice, cuando el lenguaje tenga la fuerza
suficiente para que me tomen en consideración. Así pues, es la fuerza del
emisor la que determina que una sentencia sea verdad. Lo que el emisor debe
esforzarse en conseguir es que el emisor tenga fuerza y que esa fuerza se
transmita hacia afuera con tal consistencia que le proporcione el status de
“Lider”, puesto que es la fuerza del lenguaje del “Lider” la que se configura
como “Verdad”. La lucha entre las gotas “creo mundos con mi mente mato el ego
soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” es constante. El estado de
guerra, permanente. El lenguaje con el que la gota “creo mundos con mi mente
mato el ego soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” es verdad si y
solo si poseo la fuerza suficiente para que me tomen en consideración”. Puesto
que es la fuerza del emisor la que determina que una sentencia sea verdad,
habrá que considerar en qué consiste esa “fuerza”. Primariamente en la facultad
para con-vencer a las otras gotas. Dicha capacidad viene
Así pues, de lo que se trata es de
que el lenguaje de ese emisor tenga la fuerza que le otorgue el status de
Leader frente a las otras gotas, porque el Lider siempre tiene la Verdad y por
tanto, el derecho (e incluso la obligación) de conducir al resto de las gotas
cuyos respectivos lenguajes carecen de esa fuerza, por la dirección verdadera.
Es decir, por dónde la verdad otorgada por la fuerza del lenguaje de ese
emisor-gota-leader determine.
Dios, como declaró Nietzsche, ha muerto. Lo que no sé si Nietzsche sabía es
que a continuación y por aquello del “horror vacui” se presentarían tantos
candidatos a Dios. Nietzsche pensó que el principal candidato era el Hombre
mismo y por eso su preocupación principal era la de si el hombre disponía de
bastante fuerza para sostener por sí mismo la espada de la libertad. Es la
desconfianza en la capacidad del Hombre lo que le lleva a la puerta de salida
que es La Nada y que para un vitalista como Nietzsche representa la puerta del
hombre derrotado. La realidad ha sido que el suplemente de Dios ha sido, como
ya fue, Baal, las Riquezas, el Dinero o como ustedes prefieran llamarlo. “Aquí
y ahora”, ¿recuerdan?, es el punto común de dos opuestos como son el Principio
y el Fin, el Paraíso y el Nirvana, que los teósofos han pretendido unir en esa
extraña concepción de Todo en el Uno y el Uno en el Todo.
En cualquier caso, la situación actual es tal y como Foucault, el último de
los iniciados, pero sin maestro, la describió: la reducción a una guerra de
cada uno contra cada uno y de todos contra todos para tratar de ocupar el Poder
y convertirse así en un observador que no es observado. Igual que el motor
inmóvil de Aristóteles, que movía sin ser movido, pero peor porque la
observación no significa necesariamente movimiento, porque el observador no
significa más que contemplación y la contemplación puede ser meditación,
reflexión, maquinación, espionaje, stolker, como se dice ahora, e incluso, si
me apuran, éxtasis. Pero no movimiento.
La situación del observador no observado que observa a los observados que
no le observan, no impide ni coarta la libertad a los observados que no le observan.
Entiéndanme: esos observados que, sin embargo, no observan al observador, han
perdido su libertad por encarcelados, no por observados. Por eso, un hombre que
haya aceptado su condición de prisionero podrá sobrevivir más fácilmente que si
al desagrado por permanecer encerrado se une el del desagrado por ser
observado.
Cualquier cristiano comprende a lo que me estoy refiriendo, pero como no sé
cuántos cristianos me leen, explicaré la cuestión.
Estamos en este mundo. Dios nos trajo y Dios nos llamará a su Gloria. Del
mundo no podemos salir; lo más que podemos hacer es elegir entre caminar
errante o caminar hacia Dios. Pero estar, estamos donde estamos. Dios, en
cambio, permanece fuera del mundo, fuera del cuadro. Observándonos.
Aquí es donde los caminos del cristianismo toman distintos derroteros.
Unos, sintiendo constantemente los ojos de Dios sobre sus hombros de mortal
imperfecto, se sumen en el complejo enfermizo de culpabilidad y en la
flagelación, más enfermiza todavía; otros suspiran aquello de “que sea lo que
Dios quiera” y hacen lo que les da la gana o lo que consideran justo (como
ustedes ya saben, todo es una cuestión de perspectiva); finalmente, otros están
convencidos de que “Dios/Verdad/Logos” es un triángulo de cuatro esquinas
puesto que en esa tautología también se incluye el concepto de “Perdón”.
Puesto que muchos se oponen a que el “Perdón” forme parte de la tautología
inicial, porque el Infierno existe y por tanto el Perdón no puede ser para
todos, y como los practicantes del complejo de culpa, por su parte, entienden
que es una falta de consideración que haya quien no lo practique y por ese
motivo dejan de darse latigazos para dárselos a los otros, a los que no cumplen
con tan noble complejo, el follón está asegurado.
Consecuentemente: si a los líos que genera el
hecho de estar encerrados en el mismo mundo les sumamos los líos que provocan
el hecho de ser observados por Dios, el resultado final será una situación insoportable.
Sencillamente: son demasiados líos.
Ésta, la de escapar de los líos que las consecuencias del ser observados
por Dios, es, en mi humilde opinión, una de las razones que ha llevado a los
hombres a dejar de creer en Dios.
No obstante abrazar el ateísmo como forma de
oposición a la observación de Dios y del Cosmos para, a continuación, empezar a
creer y a padecer y a soportar e incluso aceptar, pedir y pagar a un Big
Brother, dueño de un Panóptico, para que nos observe, resulta, cuanto menos, un
poco extraño. Y cuando ese Big Brother, dueño de un Panóptico, no es uno sino
varios y esos varios deciden sustituir al Observador mortal por un Observador
software, donde el prefijo “soft” tiene un sentido tan profundo como esa frase
española de “dar guantás sin manos”, pues se hace todavía más extraño.
No es extraño, en cambio, que los Big Brother, dueños cada uno de un
Panóptico, compitan entre ellos por el número de observados. Resulta
interesante y hasta divertido comprobar cómo los observados compiten por saber
cuál de esos Panópticos les observa mejor y les saca “más rejuvenecidos”, “el
mejor lado de su cara”, “su sonrisa más bonita”.
Mientras unas gotas observadas se dedican a tales escatológicas cuestiones,
otras gotas luchan por dar a su lenguaje tal fuerza que puedan competir con
convertirse en leader. ¿En “el” leader? ¡Claro que no! Al principio a lo que
aspiran es a convertirse en “leader feudal de su feudo”. De ahí esa constante y
penetrante llamada al “piensa en positivo”, “atrévete a ser el líder de tu
vida”, “atrévete a ser líder” El líder es sólo líder cuando su lenguaje contiene
fuerza y esta fuerza le es otorgada por los ecos que repiten como ecos y no
como aspirantes a líder, lo que ese líder dice. Sólo cuando los ecos se
convierten en una narrativa que irrumpe e inunda puede plantearse un lider la
posibilidad de alcanzar “el” liderazgo mundial. Y desde su feudo inicial
expandir su territorio hasta llegar a la capital del mundo. Ya se llame ésta,
Roma, Constantinopla, o Trántor.
Por eso, Foucault, el último de los iniciados, pero sin maestro, intentó
explicar que la naturaleza del Poder es líquida y se introduce por cada rendija
de las estructuras sociales. Algo así es lo que en sus últimos términos afirman
el estoicismo, el hegelianismo y, en definitiva, todas y cada una de esas
teorías filosóficas según las cuales la única tautología es la existente entre
“Verdad/Razón/Naturaleza”. Las deplorables consecuencias de semejante identidad
sobrepasan las intenciones de este artículo, aparte de que, aquí y allá, ya han
quedado expuestas en otros escritos míos.
Volviendo a lo que estaba diciendo: “Paraíso aquí y ahora” no es sincrético
de “Nirvana aquí y ahora”. Ergo, Occidente y Oriente no son sincréticos, a
pesar de que todos sus habitantes son hijos de Dios. Ni siquiera los habitantes
de Occidente son sincréticos. Ni siquiera los de Oriente lo son.
Es probable que ustedes no entiendan ni una sola palabra de lo que acabo de
exponer. Es posible que se estén preguntando qué tiene que ver esto con el
libro de Karp (y Zamiska). Es quizás incluso plausible que algunos de ustedes
estén preguntándose por mi salud mental, mi capacidad emotivo-cognitivo y todas
estas preocupaciones que invaden hoy en día a las buenas y sanas gentes de este
“el planeta de los hombres” por sus congéneres.
Piensen lo que piensen, no se inquieten demasiado por mí, que estoy lejos y
soy una nómada. Lo que acabo de describir me parece importante por dos motivos.
El primero, porque da cuenta, a grosso modo, de la dinámica que, en mi opinión,
rige a la sociedad actual. El segundo, porque quizás esto pueda hacer que
comprendan la confusión que me ha provocado la lectura del libro de Karp nada
más empezar.
Lectura. Comentario al Prólogo del libro “The
technological Republic”, de Alexander C. Karp and Nicholas W. Zamiska.
Mi primer asombro nace en el título: “The technological Republic”. ¿De qué
República se trata? ¿De los Estados Unidos o de cualquier República tecnológica? ¿Indica el término “República” la República de los Estados Unidos”? ¿Se refiere el término
“República” a un Estado con una determinada forma de gobierno, la republicana,
como contraposición a otra: la monarquía? ¿Significa el empleo de “República” un “guiño” de
Karp a la República de Platón en la cual los aristos son los que rigen y gobiernan
el Estado y los aristos en esta “República platónica” serían los tecnólogos?
Por otra parte, ¿qué significa tecnología? ¿Es tecnología lo mismo que
técnica? ¿Es tecnología todo lo que es hecho por hombres o también aquello que construyen
los robots y similares, como la Inteligencia Artificial? En este último caso
¿cómo debemos considerar a los robots? ¿Cómo “esclavos”, como “señores” o somos
ecuánimes y los declaramos “libertos”?
Karp intenta, supongo, aclarar el concepto
introduciendo un subtítulo: “Hard Power, Soft Belief and the Future of the West”
Y aquí es donde nuevamente todo me da vueltas ¡Qué le voy a hacer! ¿Son
“juegos del lenguaje”? ¿Se refiere “Hard Power” a Hardware? ¿Se refiere “Soft
Belief” a Software? No obstante, si “Hard Power” realmente hace
referencia al Poder, y si “Soft Belief” realmente significa “Creencia” ¿a
qué tipo de “Poder” y a qué tipo de “Creencia” se refiere? ¿Al Poder de la
tecnología o al Poder de la República? ¿Hemos de considerar que en esa
Republica la tecnología es el elemento totalitario, o sea, aquello que ocupa
todo el espacio, aquello que es total? ¿Cómo debemos entender en una República
así la expresión “Soft Belief”? ¿Creencia en qué? ¿En Dios, en la
ideología, en el dinero? ¿Significa esa “Soft Belief” la desaparición de
las confrontaciones ideológicas? ¿O significa, más bien, el adormecimiento de
cualquier tipo de creencia y la aparición de un Estado al tipo de un “Mundo
Feliz” de Huxley? En cuanto al Poder fuerte, duro incluso ¿se ejercer sólo
hacia el exterior o también en el interior? Pero, y de todo, esto es lo que más
me confunde ¿se puede ejercer un Poder duro con una suave creencia? Y sí, ya sé
que todos sabemos que la tecnología y la técnica son simples instrumentos, pero
se hace necesario recordar que la tecnología y la técnica son instrumentos al
servicio del Poder que los posee ¿Desde cuándo un Poder ha renunciado a la
creencia? Finalmente: ¿Es posible que Hard Power, Soft Belief sean los
puntos problemáticos que Karp observe y por eso, su último punto en el título
sea el de “Future of the West”?
Ni siquiera esta expresión “Future of the West” está libre de
confusión para personas como yo. ¿Por qué habla Karp de “West”, cuando el
título se centra en la “Republic”? ¿Es la externalización de la idea de
convertir al Occidente en una República? ¿O es una declaración de intenciones
que implica la extensión de esa República integrando en ella al Occidente? En
cualquier caso ¿debo entender que esa República y el Occidente son una y la
misma cosa, simples sinónimos intercambiables? Si no se trata de una fusión
sino de una relación ¿en función de qué? ¿Del Poder compartido que les dirige?
¿De los valores? ¿Qué valores? En estos momentos, y pese al gran esfuerzo que representa
escuchar un lenguaje desconocido al tiempo que leo los subtítulos, las únicas
series que todavía tienen algún interés para mí son las japonesas y las
coreanas. No sé por qué todavía no he escrito al respecto. Seguramente porque
he olvidado la mayoría de los títulos de esas series. No obstante, aquí les
dejo un nombre: “Dragón Sakura”, japonesa.
Volviendo a nuestro tema. Porque todos ustedes son sabios hombres y mujeres,
estoy completamente segura de que todos ustedes comprenden el Título y el
subtítulo en el mismo instante en que lo leen. Lamentablemente no es mi caso.
Yo intento entender lo que escribe Karp y sólo en el título me asoman tantas
preguntas que, créanme, introducirme en la obra es todo un acto de valentía.
La confusión sigue persiguiéndome en las tres citas que Karp introduce
antes del Prólogo.
La primera es de Goethe y ocupa una página
entera: “You will never touch the hearts of others, if it does emerge from
your own.” En cambio, Karp
ha situado a las otras dos citas juntas. Una es de Thomas Schelling. “The power to
hurt is bargaining power. To exploit it is diplomacy – vicious diplomacy, but
diplomacy.” La segunda es de Michael Sandel “Fundamentalists rush in
where liberals fear to tread”.
Puesto que estas dos últimas citas se oponen,
claramente, a lo que dice Goethe, Karp hace muy bien en separarlas; sin duda
alguna. La de Schelling, por aludir a la diplomacia en el modo en que lo hace. La
de Sandel por incongruente en sí misma. Por un lado, ¿es que no puede haber liberales
fundamentalistas? ¿qué otra cosa si no es un libertario? Por otro, ¿es que un
comunitarista no puede ser fundamentalista? Lo que trato de decir con esta
pregunta es que, en mi humilde pero firme opinión, el término “fundamentalista”
en la cita de Sandel está mal utilizado. En primer lugar, la única manera de
entender el término “fundamentalista” tal y como Sandel lo emplea es
atribuyendo el rasgo de “fundamentalista” a un grupo de creyentes de una
determinada religión o a un fanático, sea del tipo que sea. Pero esto último,
la de considerar una identidad entre “fundamentalista” y “fanático” supondría
negar la posibilidad de que la existencia de un liberal fundamentalista en su
liberalismo. No yo, sino la Historia es la que contradice a Sandel. Es la Historia
la que muestra que el fundamentalismo es una posición dogmática y extrema que
puede afectar a cualquier ideología política y a cualquier tipo de creencia,
también el de los liberales. No así, en cambio, a los ecuánimes, moderados, o
como se quiera decir. Por tanto, fanático se opone a sobrio, a sensato, a sentido
de la medida, pero no a liberal. En
segundo lugar, si lo que pretende Sandel es reducir el término “fundamentalista”
al campo religión, la cuestión se complica aún más puesto que difícilmente se
puede contraponer un término que pertenece al campo religioso “fundamentalismo”
con un término, “liberal”, que indica una posición socio económica antes que
religiosa.
Repito: ignoro si Sandel tiene en mente esto u otra cosa porque de él sólo
he leído su cita. En cualquier caso: “fundamentalismo” y “liberalismo” no son
conceptos que puedan excluirse a priori. Si se contrapone “fundamentalismo” a
“liberalismo”, ¿significa esto que un católico apostólico romano que no es
liberal, es fundamentalista? ¿Qué es exactamente un “fundamentalista”? ¿Es lo
mismo “fundamentalista” que “terrorista”? ¿Es lo mismo “dogmático” que
“radical”? ¿Cuándo uno se mantiene firme en sus afirmaciones, en sus
consideraciones y en sus creencias qué es exactamente? ¿Fundamentalista, dogmático,
radical, íntegro? ¿Su calificación depende de si se encuentra reunido con
amigos o con rivales? Se utilizan términos como “fundamentalista” y “liberal”
tan frecuentemente y en escenarios tan distintos que ya no sabemos ni qué
significan; no obstante, seguimos utilizándolos como si lo supiéramos, cosa a
lo que, evidentemente, mi cerebro se resiste.
Por todas estas razones que les acabo de explicar sigo sin atisbar el
mensaje que Karp pretende enviar al lector a través de dichas citas. ¿Quizás es
su deseo avisar que escribe desde el corazón, que desprecia la diplomacia, que
aborrece a los fundamentalistas y que es liberal comunitarista suponiendo que
ambos términos sean compatibles, cosa que yo, francamente, tampoco veo tan
claro? Y eso pese a que en su día estudié bastante profundamente el
comunitarismo, especialmente el de McIntyre, aunque por otra parte he de
reconocer que nunca fui capaz de vislumbrar qué de liberalismo podía haber en
un pensador como McIntyre, que tan duramente atacaba a la Ilustración.
Los problemas crecen y todavía no me he adentrado en el Prefacio.
Prefacio
“THIS BOOK IS THE PRODUCT of a nearly
decade-long conversation between its authors regarding technology, our national
project, and the perilous political and cultural challenges that we
collectively face. A moment of reckoning has arrived for the West. The loss of national ambition (…)”
El subrayado es mío. Mi primera confusión se mantiene en el primer párrafo
que leo. ¿Cuál es la preocupación de Karp? ¿La Nación o el Occidente? ¿Son
ambos una y misma cosa? Si lo son, Karp debería decirlo sin miedo. De este
modo, los seres como yo entenderíamos su mensaje y así, una vez establecida la
identificación, aceptada o no por los lectores, (eso es cosa de los lectores),
podría seguir escribiendo utilizándolos indistintamente como sinónimos.
Karp no lo hace y yo, tan proclive al asombro, me asombro, claro.
De hecho, Karp lejos de declararlos sinónimos, mantiene la diferencia entre
República y Occidente, lo cual sume al lector en todavía más graves problemas
de entendimiento. ¿Se trata, pues, de una expansión de la República? ¿Ha de
considerarse Occidente como el término que engloba a todos los países que caen
bajo la influencia de esa república que es una república tecnológica? ¿Y cuál
exactamente es el significado de “tecnología” en esa República en expansión?
El salto entre “nación” y “occidente”, de Karp irrita, a qué negarlo.
Primer salto, el existente entre “national Project” y lo que ha llegado a
“Occidente”: “A moment of reckoning has arrived for the West” ¿Debo
entender que ese proyecto nacional ha llegado al Occidente como un momento de ajustes
de cuentas?
Interesante también que las primeras cinco palabras aparezcan en mayúsculas:
“ESTE LIBRO ES EL PRODUCTO”. ¿Qué quiere decir con eso? Posibles respuestas: a)
Nada. Un simple capricho de la edición, un comienzo decorativo. b) El autor desea
que el término “este libro” sea relacionado con el de “producto” y
consiguientemente, como todo producto que se precie, está pensado como una
acción cuya última intención es la de que sea comprado y consumido. c) Producto,
término que indica la conclusión de una construcción que, como él mismo indica,
ha sido realizada con otros varios a lo largo de casi una década.
Seguimos: “The estate has retreated from (…)
ceding the challenge (…) t the private sector – a remarkable and near-total
placement of faith in the market. Silicon Valley meanwhile, turned inward,
focusing its energy on narrow consumer products, rather than projects that
speak to and address our greater security and welfare”
¡Compréndanme! Son párrafos de esta índole los que provocan mi malestar.
La tesis de Karp es que el estado se ha retirado de la investigación
tecnológica cediendo la innovación al sector privado. Bueno, me digo a mí misma,
si él y sus amigos son liberales y libertarios algo así sería positivo para
ellos. ¿Por qué, pues, ese rechazo? La mayoría de ellos salió de Silicon Valley
y no precisamente “con una mano delante y otra detrás”, como vulgarmente se
dice cuando uno ha perdido todo lo que tenía, sino justo por todo lo contrario:
porque el éxito les impulsaba a “dar el salto” más allá de las fronteras de
Silicon Valley.
Karp no oculta su ironía un tanto
despreciativa hacia el Estado que ha descuidado sus responsabilidades basándose
en su fe en el mercado. “The estate has retreated (…) ceding the challenge of the developing the
next wave of pathbreaking technologies to the private sector- a remarkable and
near-total placement of faith in the market.”
¿Son él y los contertulios – contertulios con
los que lleva casi una década conversando sobre la tecnología, su, de ellos,
proyecto nacional y los peligros políticos, así como los desafíos colectivos a
los que colectivamente han de hacer frente liberales o no lo son? ¿Son
libertarios o no lo son? ¿Pertenecían ellos al grupo de empresarios que durante
décadas, - al menos desde la de los
ochenta - , reclamaban a los diferentes Estados de este mundo, llamado “Planeta
de los hombres”, flexibilidad en las regulaciones laborales, independencia de
movimiento, autonomía en sus decisiones, todo ello a golpe de talonario,
puertas giratorias, mecanismos de agencias publicitarias, compañías de
consulting y sistemas varios, al tiempo que juraban y perjuraban que el mercado
se autorregulaba él solito o no pertenecían? ¿Pertenecían más bien a esos
empresarios que trabajaban en empresas nacionales al servicio de la nación a la
que pertenecen? Realmente no tengo ni idea.
Sea como fuere, lo más interesante llega cuando directamente después de
haberse referido al Estado para amonestarle porque su ingenuidad le ha llevado
a abandonar sus tareas en favor del mercado privado, Karp pasa a criticar al
mercado privado tecnológico que es el que a él le interesa, por haber centrado
su atención en productos de consumo. “Silicon Valley, meanwhile, turned
inward, focusing its energy on narrow consumer products, rather than projects
that speak to and address our greater security and welfare.”
Y yo, en mi supina estupidez, he de acostarme en el sofá porque la cabeza
me da vueltas sin remedio. Hasta donde yo recuerdo, eso que reprende Karp, el que
los innovadores intenten vender sus mercancías, ha sido siempre así. No se
pueden ustedes ni imaginar la cantidad de productos de consumo que en mis
tiempos de escolar eran publicitados como “resultados de grandes
investigaciones de la Nasa”. ¡Incluso bolígrafos! En mi infancia todo lo
novedoso provenía de investigaciones de la Nasa. Igual que el megáfono del “boca
en boca” aseguraba que muchas de las investigaciones relacionadas con el tema
de la defensa se transformaban para ser comercializadas como productos de
consumo civil, lavadora automática inclusive. Puedo imaginar por tanto que Silicon
Valley no difiere de aquello que, históricamente, ha sido una constante en
cualquier empresario que se precie de ello: la de obtener ganancias no sólo con
el sudor de su frente sino, especialmente, con el ingenio de sus cerebros.
Hora de aceptar la realidad real: la tecnología responde a un “cómo”. En
cambio, la contestación a la pregunta por el “para qué” depende de la
imaginación de cada cual. No puedo explicar
para qué sirve Facebook, Instagram y similares porque no los utilizo. Lo que sí
sé es que sus usuarios lo emplean en función de sus propios intereses,
capacidades y objetivos. Algunos comunican grandes y valiosos descubrimientos
para la humanidad y otros, por el contrario, grandes necedades. Algunos regalan
su saber, incluso sus opiniones; otros venden incluso derivados. Y lo mismo
puede decirse de los artículos que aparecen en las plataformas de los diversos
blogs. Algunos serán muy interesantes en su contenido; otros en las imágenes. ¿Deben
entontar el mea culpa los ingenieros y técnicos de Silicon Valley? ¿O más bien deben
hacerlo esas empresas que no han inventado nada pero que usan las innovaciones
para transformar instrumentos pensados para favorecer la comunicación entre
personas inteligentes en instrumentos de entretenimiento para todas las edades
e inteligencias? ¿O en realidad deberían entonar los lamentos aquellos
consumidores que se han lanzado en masa a la piscina del ocio acompañados de un
flotador en el que se puede leer “yo también pertenezco al océano de la
sociedad del consumo”?
En suma: La cuestión del Para qué se utilizan los adelantos
tecnológicos de Silicon Valley es cosa de cada grupo: el de los servicios de
inteligencia, el de defensa, el de los periodistas, el de los bancos
comerciales, el de las empresas de seguridad, el de las empresas de energía, el
de los mercenarios, el de los terroristas, e incluso el grupo de los demás
grupos, - o sea: el de consumidores.
“The current digital age has been dominated by
online advertising and shopping, as well as social media and video-sharing
platforms”
La reprimenda de Karp sigue. Mi confusión también. Repito: En todas las
edades humanas, digitales o no, el comercio ha jugado un papel primordial. No
por el comercio en sí, sino por las posibilidades que proporcionaba al
comerciante, esto es: la persona que ejercía el comercio, de enriquecerse. Unos
vendían alfombras, y otros, los mercenarios, vendían sus capacidades de lucha. Ahora
se vende tecnología. El inventor cuenta su éxito según dos tipos de beneficios:
el económico y el de la fama. Si Virginia Woolf, mujer, prefería su
independencia económica antes que el derecho al voto, no veo por qué un
inventor haya de despreciar el rédito económico que su ingenio le proporciona
en favor de una fama que no le permite comer.
Seamos sinceros ¿qué hay que recriminar a Silicon Valley? ¡Si la invitación
a comprar gratis ha sido una constante en cada sitio y rincón del mundo! ¡Pero si cada vez que Alemania volvía a su
naturaleza ahorradora los periódicos publicaban sesudos artículos que mostraban
su preocupación por la ausencia de consumo interno! ¡Pero si las empresas, y no
sólo las empresas tecnológicas de Silicon Valley han abandonado a la república
tecnológica y Occidente, para marcharse a países como China alegando que era un
gran mercado, cuando lo que estaban ocultando es que era una gran fábrica!
¡Pero si China ha casi regalado sus móviles y aparatos tecnológicos! Y luego,
cuando se descubrió que lo que China escondía era una gran fabrica mundial esos
mismos empresarios que habían emigrado allí adujeron que la mano de obra en
China era más barata. Y cuando finalmente
se acabó sabiendo, por aquello de que “todo se sabe”, que la cuestión principal no era el coste de
la mano de obra, sino que era el hecho de que la instalación de grandes estructuras permitían
grandes cantidades de producción lo que abarataba cualquier producto además de
las grandes facilidades que se concedían a las empresas y a sus integrantes, se
originó un gran revuelo que se serenó pasado un tiempo y las aguas, como de
todos es conocido, no han tardado en volver a sus cauces. “Pelillos a la mar”.
Ustedes ya saben. Handelsblatt. 19.08.2025 “Nvidia soll an neuem KI Chip für
China arbeiten” (….) Um den technologischen und militärischen
Aufstieg Chinas zu bremsen, haben die USA den Export von Hochtechnologie in das
Land immer stärker eingeschränkt. Nvidia reagierte jeweils mit der Entwicklung
neuer, abgespeckter Variante seiner KI-Chips, um den jeweils geltenden
Bestimmungen gerecht zu werden. China ist für den Konzern ein wichtiger Absatzmarkt,
der im vergangenen Geschäftsjahr etwa ein Sechstel zum Gesamtumsatz beigetragen
hat. Die US-Regierung hatte den Verkauf von H20-Chips erst von Kurzem wieder
erlaubt. Als Gegenleistung für eine Lockerung der Beschränkungen muss der
Konzern aber 15 Prozent der Einnahmen aus seinem China-Geschäft an die
US-Staatskasse abführen. Ähnliche Auflagen gelten für den Export des KI-Chips
MI 308 des US-Konzerns AMD. Der Zugang zu westlicher Hochtechnologie ist ein
wichtiger Punkt in den Handelsgesprächen zwischen China und den USA.
En fin… No he publicado todavía este artículo y la realidad real llama a la
puerta. Más que llamar, aporrea. Por tanto, me parece injusto culpar a Silicon
Valley por querer ganar dinero, mucho dinero, cuando muchos quieren lo mismo.
Silicon Valley lo ha conseguido. Los otros, que también lo querían, simplemente
lo han deseado. Los compradores, unos lo han disfrutado y otros han utilizado
ese Knowhow para relevarlos en su primacía en el mercado.
El “Estado del Bienestar,” que ha pasado de ser un “Estado del Bien Estar” a
convertirse en un “Estado del Bien Quedar” es, lo reconozco, una gran
estupidez, pero la estupidez hay que atribuirla a los compradores más que a los
vendedores. ¿Son todos los compradores estúpidos? No. Sólo aquellos que
utilizan lo que compran para estupideces.
¡Pensemos en un producto como Paypal! ¿Es útil porque facilita la compra de
cosas necesarias, o es un método rápido para que el consumidor pueda comprar
cosas que en absoluto necesita? ¿Y dónde situamos la importancia del coche
eléctrico? ¿En el software o en su noble contribución a la salvaguarda del
medioambiente? El software ¿Para qué? Pues para lo de siempre: unos para
controlar y otros para escuchar música.
¿Es esto un fenómeno nuevo? No. Piensen ustedes en el radar, en la radio,
en los teléfonos, en la televisión, en las cámaras de fotografía y de grabación…
Todos ellos son inventos tecnológicos cuyas utilidades son tan variadas como
sus usuarios.
“The market is a powerful engine of
destruction, creative and otherwise, but it often fails to deliver what is most
needed at the right time.”
Hombre, esto no es algo propio del mercado. Esto -reconozcámoslo- es algo
inherente a la naturaleza humana. El mercado, en tanto que humano, adolece de
las mismas virtudes y fallos que quienes lo han organizado. Lo que me preocupa
es que Karp identifique una y otra vez “mercado privado” con “Silicon Valley” y
que afirme que éste abandonó sus utopías en aras del utilitarismo. La sociedad,
cualquier sociedad, no sólo la occidental, no sólo la americana, ha consumido y
ha sido consumista siempre que sus posibilidades económicas lo han hecho
posible. Iba a decir que ha sido consumista hasta allí donde sus posibilidades
económicas se lo han permitido, pero todos sabemos que la fiebre consumista
ignora las posibilidades reales y se alza sobre ellas a base de fórmulas
matemáticas inexactas, por no decir falsas, y de slogans publicitarios que, a
base de decir tanto, no dicen nada. ¿Utopía? ¿A estas alturas de la Humanidad?
Las Utopías o generan dinero en forma de libros, conferencias, revueltas y
revolucionarios o no son.
“We can- we must – do better.” – asegura Karp. Y ofrece la
explicación:
“The
central argument that we advance in the pages that follow is that the software
industry should rebuild its relationship with government and redirect its
effort and attention to constructing the technology and artificial intelligence
capabilities that will address the most pressing challenges that we
collectively face. The engineering elite of Silicon Valley has an affirmative
obligation to participate in the defense of the nation and the articulation of
a national project -what is this country, what are our values, and for what do
we stand- and, by extension, to preserve the enduring yet fragile geopolitical
advantage that the United States and its allies in Europa and elsewhere have
retained over their adversaries.”
Tras haber leído este párrafo me asaltan nuevas preguntas. Según esto:
¿Significa la frase “We can -we must- do better” tener más poder,
más nacionalismo? ¿Quién es “we”, “nosotros”?
¿Las personas y los grupos con los que Karp lleva discutiendo casi una
década sobre los mismos temas y sobre los que todos están absolutamente de
acuerdo excepto, si cabe, en pequeños detalles sin importancia, al menos no al
principio de su marcha al “Hard Power”, con el “Hard Power”, a
la “Soft Belief”, con la “Soft Belief”?
Si la cuestión se refiere a los Estados Unidos como nación y a Europa como
aliado, ¿qué significa exactamente “nosotros”? ¿Es el Occidente una unidad o es
más bien la composición formada por Estados Unidos y por los aliados de Estados
Unidos? ¿Cuál es la relación que mantienen los aliados entre sí? ¿Les une
únicamente la alianza que todos ellos tienen con respecto a los Estados Unidos?
La frase “fragile geopolitical
advantage that the United States and its allies in Europe and elsewhere have
retained over their adversaries”, ¿permite deducir que Occidente no es
únicamente Europa sino todos aquellos países estén donde estén (elsewhere)
que sean aliados de Estados Unidos? Esto desde luego permite admitir que
Australia, por ejemplo, es Occidente.
¿Pero qué hacer con aquellos países que, siendo política, militar e
incluso económicamente aliados de Estados Unidos, profesan otra religión y otra
cultura distinta de la de los Estados Unidos? ¿Se les puede considerar también
pertenecientes al Occidente, o sólo hasta un determinado punto? Quiero decir:
¿Hay varios niveles de aliados y según esto varios niveles de pertenencia al
Occidente? Y lo más difícil de precisar: ¿cómo y dónde se establecen los
límites que marcan las fronteras entre los distintos niveles? ¿Quién los
determina?
Esto es tan complicado de entender para mí como el hecho de que en la
primera página Karp incluya una cita en la que se contrapone fanatismo con
liberalismo, lo cual ya saben ustedes que me resultó extraño, aunque al mismo
tiempo intuyo que Karp la ha elegido para remarcar su declaración como liberal,
libertario incluso, (que es lo que aquí me interesa remarcar), para, a
continuación, defender los intereses nacionales a nivel tecnológico, donde
tecnología significa -definitivamente lo significa – sinónimo de consumo,
defensa, ataque y control.
Si Karp hubiera escrito que él no tiene nada en contra de toda esa masa de
individuos que se abandonan al consumismo de los productos digitales, como se
dejaron caer en el consumismo de los productos de última novedad las
generaciones que les precedieron pero que a sus ojos, los de Karp, es
fundamental que el Estado asuma su función y su responsabilidad de protección
aumentando los esfuerzos en educación – verdadera educación y no sólo
aprendizaje de slogans, sean los que sean esos slogans o frases fórmulas o
panfletos- yo lo hubiera entendido.
Si Karp hubiera afirmado que un Estado se compone de una sociedad que ha de
ser culta y cultivada en libros, música y arte y no sólo en marihuana, alcohol,
estupidez y batallas campales en colegios, universidades y calles, yo lo
hubiera comprendido.
Si Karp hubiera llamado la atención al Estado con la queja de que una
sociedad de personas libres que, libremente, fabrican y consumen tecnología,
necesita un Estado fuerte que esté en posición de defender a sus ciudadanos de
ataques del exterior e incluso de proteger a sus ciudadanos de sus propias
estupideces, estableciendo límites a ese ocio, los límites de su cuenta
bancaria, de manera que ninguno termine ni muerto ni consumido por las deudas
del juego, el casino bursátil incluido, yo habría entendido a qué se refería.
Pero lo que no entiendo es como un liberal que es amigo y compañero de
reconocidos libertarios afile su espada contra el mercado privado, que es, por
definición, mercenario, por definición siempre ocupado en incentivar el
incremento del consumo y el lector termine creyendo que el mercado privado es
responsable de la debilidad del Estado porque el Estado es un ingenuo que se ha
dejado engañar “a remarkable and near-total placement of faith in the market”,
al tiempo que abronca a Silicon Valley por gastar sus energías en crear
consumismo fácil y rápido más que en ocuparse de la seguridad de ese débil e
ingenuo Estado. “focusing
its energy on narrow consumer products, rather than projects that speak to and
address our greater security and welfare”.
Lo que Karp no concibe es que las conductas del Estado y del Mercado
Privado sean la consecuencia de las teorías sincréticas de los teósofos que han
ido adaptando sus mecanismos de generar dinero con el tiempo, y eso incluye la
transformación del lema de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Fraternalmente
nos lanzamos todos a la piscina del ocio con el flotador del consumo. Nos
lanzamos libremente lo cual significa la abolición de la figura de la madre
dron, helicóptero. Se trata de practicar la libertad en deportes de extremo
riesgo. Y somos todos iguales porque todos somos hijos de Dios y por ese motivo
el Estado, en materia de Educación, ha de renunciar al ideal del mérito para
ejercer la igualdad en forma de un aprobado general, aunque ese aprobado general
desmotive a los mejores y no incentive a los vagos y en forma de un “aquí cabe
todo el mundo. Llama y se te abrirá, si no la universidad pública, la privada
bajo previo pago. Porque esto es una República, pero la educación no es republicana,
sino privada y adinerada.”
Si todo esto no lo entiendo, mucho
menos aun entiendo que un Estado responsable sea aquél que se transforma de
nación consumista “peace” “haz el amor (sexo) y no la guerra” a un Estado
Nacional que, de todas formas y puesto que ha de prepararse para la guerra
defensa, consume igualmente tecnología.
Adónde quiero llegar es que me invade la sospecha de que muchos se acuerdan
del Estado y de la responsabilidad del Estado e incluso le exigen
responsabilidades en el mismo instante, no antes, en que las empresas empiezan
a ver disminuir sus beneficios en lugares tales como China, puesto que los chinos
han creado sus propias empresas con el howknow de las empresas que imbuidas del
espíritu de la avaricia se marcharon allí y allí siguen. Muchos de esos
empresarios aseguraban con soltura y con la convicción de las gotas “creo
mundos con mi mente….”, que harían
dinero en diez años y con lo que allí ganaran vivirían el resto de
sus días. Fue la época en efecto, en los que las empresas, y no sólo los
consumidores, practicaban el “usar y tirar”. Fundaban empresas, les sacaban
rédito y las vendían. Y así con todo: coches, casas, mujeres e hijos.
Pero los tiempos de las vacas gordas llegan a su fin. En Estados Unidos, en
China, en Europa y en todas partes. Y, como dijo una vez mi amigo Carlos Saldaña,
cuando la gente se aburre, ha ganado todo lo que tenía que ganar y los negocios
empiezan a fallar, entonces, inevitablemente, empieza el negocio de la guerra,
que es lo que inevitablemente está sucediendo ahora. Y todos los Estados de
este mundo global, o sea, mercantilizado se prepara para ello: Estados Unidos,
China, Rusia, Europa. Y los capitanes de los frentes empiezan a hablar en
términos de aliados.
“The rise of artificial intelligence, which for
the first time in history presents a plausible challenge to our species for
creative supremacy in the world, has only heightened the urgency of revisiting questions
of national identity and purpose that many had thought could be safely cast
aside.”
¿Alguien puede entender los mareos que frases así provocan en mi cerebro? Entiendo
que la Inteligencia artificial suponga un desafío a la especie humana. Pero que
ese desafío sea para la supremacía creativa en el mundo…. ¡Qué puedo decir! Creatividad
de creatividades, todo es creatividad. Si se otorga al término “creatividad” un
significado tan amplio, habremos de aceptar que tan creativos han de ser el
ladrón y el asesino, como los policías, tan creativo el estafador para estafar,
como la posible víctima para no lograrlo. Para abreviar: O Karp ha utilizado “supremacía
creativa en el mundo” con el mismo significado que el término “Arte” tiene en
el Libro “El Arte de la Guerra” o, una, que soy yo, no comprende nada. La suprema creativa en el mundo no nos la proporcionará
ni la Inteligencia Artificial ni los desafíos que la Inteligencia Artificial entraña.
La especie humana ha ejercido la supremacía creativa desde que el mundo es
mundo. De hecho, si de algo estoy convencida, es de que la Inteligencia
Artificial representa más bien un reto a la supremacía de la creatividad humana
más que una posibilidad. Desde luego un reto a que el ser humano intente por
todos los medios oponerse a ser lo que los compañeros de Odiseo eligieron:
cerdos bien alimentados, bien cebados y bien sacrificados.
“We might have muddled through for years if not
decades, dodging these more essential matters, if the rise of advanced AI, from
large language models, to the coming swarms of autonomous robots, had not
threatened to upend the global order.”
Nuevamente he de hacer frente a mi asombro. ¿Quiere decir Karp que de no
ser por los desafíos de la Inteligencia Artificial (robots incluidos) todo
hubiera seguido igual?
Francamente, lo dudo. Lo dudo porque la estupidez de los humanos siempre
encuentra algo con lo que desarrollarse, haya o no haya internet, haya o no
haya Inteligencia Artificial. En los tiempos en que el gran desafío a la
inteligencia venía de la mano de la televisión se llevó a cabo un experimento,
a fin de determinar si la televisión atrofiaba la inteligencia, o no. Lo que la
realidad real mostró dejó a todos boquiabiertos. A todos, claro, menos a mí. El
experimento había mostrado que la televisión hacía a los tontos, más tontos y a
los inteligentes, más inteligentes. Realmente creo que no hubiera hecho falta
de experimento alguno para llegar a una verdad que en manifiesta y notoria con
o sin televisión. Vayan ustedes al parque y observen a los niños que allí
juegan. Unos no se separan de las faldas de sus madres, otros desaparecen en
cuanto llegan y cuando se sabe de ellos hay que correr a salvarlos porque, al igual
que les sucede a muchos gatitos aventureros, han sabido subir al árbol, pero no
bajar de él. Unos hacen castillos y
otros los destruyen. Unos se dedican a filosofar sobre las hojas y otros a mascarlas.
Con la Inteligencia Artificial es lo mismo, sólo que a los inteligentes les
costará más esfuerzo mantenerse a salvo, tanto de los mediocres como de los
inactivos. Un amigo mío, hombre esforzado e inteligente y que, por esa misma
razón, no estaba dispuesto a que su hijo cayera en ninguno de los dos agujeros
negros que acosan a los niños y jóvenes hoy en día, tomó cartas en el asunto. Introdujo
a su hijo en el manejo del ordenador para mostrarle cómo había que programar
para introducir modelos que después pudieran imprimirse en impresoras 3D. Es
una posibilidad, desde luego, que no todos los padres pueden ofrecer a sus
hijos. Una amiga mía, profesora de instituto, seria feliz si en su clase
hubiera tres o cuatro alumnos de ese tipo. La realidad a la que ella ha de
enfrentarse es otra muy distinta: los alumnos utilizan la Inteligencia
Artificial para hacer sus deberes con el argumento de que es lo mismo copiar de
una Enciclopedia que de lo que la Inteligencia Artificial dicta. No. No es lo
mismo. Para consultar una Enciclopedia el alumno debe saber, por lo menos eso,
el abecedario.
Interesante es la referencia que Karp hace con respecto a los diferentes
modelos de lenguaje y su nexo con la idea de amenaza al orden mundial. Finalmente,
alguien se atreve a hablar de “modelos de lenguaje” y la amenaza que conllevan.
No lo dice expresamente es verdad. Pero el hecho de que lo nombre, ya es mucho.
En estos momentos, el desafío de la Inteligencia Artificial no es el de aprender
a usar el Logos, puesto que éste, el Logos, ha sido declarado muerto. El reto que
la Inteligencia Artificial presenta es la de ofrecer una multitud de modelos de
lenguaje, y con ello de pensamiento, y con ello de creencia y de ideología.
Esos modelos de lenguaje son modelos de adiestramiento y de uniformización del
pensamiento, de la creencia y de la conducta del ser humano. Así que la primera
lucha que se plantea es la de qué modelos de lenguaje se introducen, quién los
introduce y para quién y para qué se introducen.
En cuanto a los robots (swarms of autonomous robots) es posible que
asistamos a una protesta similar a la de los iconoclastas. Unos rompían tallas
de arte por motivos religiosos y los iconoclastas actuales destrozaran robots por
motivos de supervivencia laboral. Estamos en un sistema hegeliano en el que las
amas de casa, que son las únicas verdaderas antisistema, han quedado marginadas
y relegadas de la sociedad. Será el terror de los hombres a convertirse en sin-sociedad
la que les hará convertirse en los nuevos iconoclastas. Así que hemos de
reconocer que tan amenazados están por los hombres como los hombres por los
robots. Hasta el momento el único libro que en mi opinión conserva su validez
respecto a este tema es “Robot”, de Isaac Asimov.
Aparte de cómo evitar que la estupidez se incremente, y el paro aumente, el
tercer desafío que plantea la Inteligencia Artificial es el de cómo mantener la
libertad en un sistema que nos cerca y que esta guardado por una Inteligencia
Artificial que nos vigila. En una situación así, la única amenaza para el orden
mundial actual es el que van a constituir el de “los escapistas”, “los viajeros
astrales”, “los sótanos de traumas y no salgo”, “las catacumbas de nigromantes y
chamanes”, y en fin, todo lo que permita dejar el cuerpo en un sitio y largarse
con la mente a otra parte.
¿Qué grupo se alzará con la victoria?
Lo saben ustedes y lo sé yo: los maltusianos. Es cuestión de paciencia y
tiempo. Los maltusianos
poseen ambas.
Lo que, sin embargo, tampoco acierto a comprender es que después de algo
tan serio como es hablar de la amenaza al orden mundial, Karp cambie
radicalmente de tema y regrese nuevamente al de la relación entre sectores
públicos y sectores privados
“Others might prefer or advocate for a more
careful and deliberate division between the domains and concerns of the private
and the public sectors.”
Más adelante, Karp aboga por una pausa, lo cual supongo que significa que
Karp en modo alguno prevé un fin a este panorama. Pausa o tregua, el conflicto
entre ambos sectores continúa. En mi opinión, que no es exactamente la opinión
de Karp, la división entre ambos sectores es tan sana y provechosas como
recomendable. Una fusión es o “un nirvana aquí y ahora” o un Estado totalitario
en el sentido de total o una empresa totalitaria, en el sentido de total. Uno
no puede ser comunitarista y liberal al mismo tiempo. Los valores comunistas no
son los liberales; lo mismo pasa con el sector público y el sector privado. No
son lo mismo y, consiguientemente, cada uno de ellos ha mantenerse con respecto
al otro en la misma relación en la que se mantiene el arco y la flecha, la lira
y sus cuerdas: en relación tensa y preparada.
Un Estado liberal con valores comunitaristas no sé exactamente qué puede
mantener de liberal. A no ser que el liberalismo americano sea un liberalismo
que no tenga nada que ver con la ilustración, ni con los valores de la
Ilustración.
A ver, un regreso al pasado es un imposible. Detener a las revoluciones
cuando se han puesto en marcha es un imposible. Durante el cónclave estuve estudiando
superficialmente la historia de los Papas. A lo largo del siglo XX muchos Papas
considerados como tradicionalistas, casi retrógrados, ocuparon la silla de
Pedro. El resultado fue que la mano dura todavía avivó más los ánimos
revolucionarios y muchos de los que hasta entonces habían sido moderados, se
unieron a la lucha, no por la lucha en sí, sino para poder respirar.
“Too many leaders are reluctant to venture into
the discussion, to articulate genuine belief – in an idea, a set of values, or
a political project – for fear that they will be punished in the contemporary public
sphere.”
Este pasaje me provoca una alegría inusitada. ¡Al fin ser bruja, ser
declarada bruja desde el instante mismo de mi nacimiento, tiene alguna ventaja!
¡Acabáramos! ¿Miedo a ser penalizadas por la esfera pública contemporánea? ¿Una
bruja? ¡Pero si somos castigadas hagamos lo que hagamos y digamos lo que
digamos desde el mismo instante en el que abrimos los ojos! Una bruja no tiene
miedo a hablar. Dios le ha puesto la fuerza del alma en la lengua. Callarse es
lo último que hará. No. Una bruja no tiene miedo a hablar. Mucho menos a una
esfera pública a la que nunca ha pertenecido ni ha sentido deseos de pertenecer
porque el mismo Dios que ha consentido en que esa bebé fuera declarada bruja,
es el mismo el que le ha concedido el don de la independencia y autonomía de la
que las bestias, como yo, requieren y precisan para nadar en la soledad, su
soledad, con la misma soltura y alegría con la que los delfines nadan en el mar.
Una bruja debe salir de su cabaña y dirigirse al mercado a adquirir provisiones,
igual que el delfín ha de salir del agua para respirar antes de volverse a zambullir
en las aguas marinas.
¿Qué es, pues, lo que nos impide a las brujas como yo a hablar y a ser escuchada?
Eso lo capto al vuelo: ¡Nuestra falta de liderazgo! ¡Un hurra para mi
inteligencia!
No obstante: definan "lider" en tiempos de gotas que quieren ser olas con sueños de tsunami-maremoto.
El follón aparece nuevamente cuando Karp escribe:
“We hope that this book, including by its very
existence, suggests that a far richer discourse, a more meaningful and nuanced
inquiry into our beliefs as a society; shared and otherwise, is possible – and,
indeed, imperative. Those in the private sector should not cede this terrain to
others in academia and elsewhere out of a perceived lack of authority or
expertise. Palantir itself is an attempt -imperfect, evolving, and incomplete -at
constructing a collective enterprise, the creative output of which blends
theory and action.”
Nada, absolutamente nada, contra el sector privado, y nada, tampoco nada,
contra el sector público. Yo soy de esas que comprende que un vaso puede ser
contemplado como una manufactura de arte, como modelo para el pintor, como
objeto de estudio científico, como instrumento para beber, como una prueba para
presentar en el tribunal… Pero lo que me resulta muy difícil comprender es la
idea de que el sector privado, - que está compuesto de una multitud de empresas
con diferentes capitales y dirigidas por el instinto de la competencia-, por un
lado, no ceda el terreno, pero por otro, haya de dedicar sus esfuerzos a construir
una empresa colectiva. Con independencia de cuánto de creatividad tenga esa
empresa colectiva que parte de la colectividad del sector privado, ¿quién lo
dice? Hasta donde yo he acertado a comprender lo dice “we” (nosotros), que -hasta
donde yo he leído- se opone a esos “others”, (otros) empeñados en mantener la férrea
distinción entre sector público y sector privado.
Hora es pues saber quién es ese “we”.
“We” es Palantir. Un intento imperfecto en cuya unidad se desarrolla la
teoría y la acción. La acción es el desarrollo del software, la teoría -o al
menos los comienzos de la articulación de esa teoría- es lo que el libro de
Karp explica.
“The company´s deployment of its software and
its work in the world constitute the action. This book attempts to offer the
beginnings of an articulation of the theory.”
Muy bonito, pero yo sigo sin enterarme de lo que Karp pretende. ¿Se trata
de Palantir en la República Tecnológica, o de Palantir en el Occidente
tecnológico, o de Palatir en el mundo tecnológico o de Palantir en el mundo?
Compréndanme ustedes a mí: Nada contra Palantir, nada contra Karp, ni
contra el sector privado, ni contra el sector público, ni contra la tecnología,
ni contras las repúblicas, ni contra occidente ni contra el mundo. ¡Uf!
Pero tendrán que convenir conmigo que Karp no se termina de aclarar.
Demasiado trabajo, lo entiendo. Pero no termina de exponer la idea que quiere
exponer ni siquiera en el Prefacio. Y así empieza identificando a Silicon
Valley con el sector tecnológico, el sector tecnológico se convierte el privado
y el privado en consumista. Después enfrenta a sector
tecnológico-privado-consumista-egoísta a Estado- sector público- que ha faltado
a sus responsabilidades- ingenuo. Y después introduce la Inteligencia
Artificial y dice que la Inteligencia Artificial supone una amenaza para el
orden mundial. Y poco más tarde parece negarse a que se mantenga la separación
entre sector público y privado, pero como muy posiblemente él mismo comprende
que esta división es un hecho insalvable, propone una pausa, que suena a
tregua. Y yo me pregunto si esta pausa determina la “no agresión” o una fusión
entre ambos sectores. Y esta sospecha crece en las últimas líneas, al tiempo
que aumenta mi impresión de que en esa fusión que supone la existencia de una
empresa (Enterprise) colectiva, Karp pretende dejar el cuidado de los valores
al Estado mientras que de todo lo demás se hace cargo, sin ceder el terreno a
nada ni a nadie, el sector privado.
Como ustedes apreciarán son demasiadas ideas, demasiados puntos
contradictorios. No hay muchas variables, eso es verdad, pero las pocas
variables que existen se enredan de tal manera que resulta prácticamente
imposible considerarlas adecuadamente.
Hubiera sido mucho más fácil escribir: "La empresa privada está alcanzando sus límites de logro de beneficios. Ello exige que la empresa privada ponga en marcha la consigna: "Salir de la zona de confort (porque allí ya no hay confort) y reinventarse (para llegar a otra zona de confort)". Por su parte, el Estado se ha comportado como un ingenuo irresponsable creyendo que la consecución de la Paz eterna, de la que Kant habla, depende de la paz del mercado. Cualquier comerciante sabe lo que dura la paz que proporciona la Paz en el mercado privada.
La situación actual a la que nos enfrentamos es pues, la siguiente: La paz en el mercado ha quebrado y el Estado, que, por ingenuo, ha descuidado la defensa de la República, se encuentra indefenso. Palantir es una nueva empresa privada que pertenece al campo de la industria armamentística y defensa. Nuestros sistemas, desarrollados por una empresa privada de alta tecnología, son los que mejor pueden defender a los Estados Unidos de sus enemigos, aunque todavía están en fase de desarrollo. Los hacemos nosotros porque si no lo hiciéramos nosotros, lo harían nuestros competidores. Le ofrecemos a los Estados Unidos el producto, de nuestra empresa, una empresa puntera y altamente innovadora dentro de la industria de armamento y defensa, por patriotas, porque sabemos que le puede proporcionarle grandes ventajas con respecto a sus enemigos. El Estado sólo puede salir de su situación de ingenuidad y de inmadurez en la que actualmente se encuentra si adquiere nuestros sistemas de defensa y control. No obstante, avisamos de que aunque somos una empresa responsable que desea proteger los intereses de occidente somos ante todo una empresa privada que desea vender sus productos. "Lo que constituye la acción de Palantir es el desarrollo de su software y de su trabajo en el mundo". Consecuentemente, si los Estados Unidos y los aliados no adquieren nuestro producto, nos dirigiremos a otros potenciales compradores.”
Un párrafo así habría sido claro, conciso y preciso. Habria entendido que su reprimenda a la inacción del Estado no es como la de otras muchas empresas que sólo se acuerdan de que tienen una madre cuando otros más fuertes cogen el chocolate antes que él o cuando sencillamente ya no queda. No. Aquí los motivos son otros. Karp reprocha la ingenuidad del Estado como estrategia mercantil. Lo que separa a Palantir de Silicon Valley no es su naturaleza intrínseca. Todas ellas son empresas privadas. Lo que separa a Palantir de Silicon Valley es que Silicon Valley representa a la empresa privada para el consumo civil y Palantir es una empresa privada que pertenece al sector de las empresas privadas de armamento, de defensa y seguridad o control, como ustedes prefieran. Lo que la crítica de Karp a Silicon Valley encierra es, en mi opinión, una llamada a sus ingenieros y científicos a que se unan a ellos. Esa, al menos, es lo único que me permite entender el reproche de Karp a los inventores e investigadores de Silicon Valley por dedicar la fuerza de sus cerebros a simples productos comerciales de consumo rápido.
Valores liberales, comunitaristas, ilustrados...¡Qué más da si esos valores ayudan a la construcción en vez de destruir! ¡Hombre! Los valores comunistas sirven como base: la base que todo proyecto necesita. Después pueden introducirse otros valores. Ya se irá viendo. Esto, creo yo, es siempre así por una razón muy sana: los valores, igual que las normas, han de servir al Hombre. No al revés. Para ser sinceros, yo me conformaría con que los escolares fueran escolares individuales y no gotas, y que en los colegios se impartiera más conocimientos para las mentes y más amabilidad para los corazones en vez de lo que ahora son: lugares donde las mentes aprenden ideología y los corazones liderazgo de olas con sueños de tsunami. Y eso se intensifica en la universidad y en el mundo laboral.
En fin. A qué negarlo: lo único que ha salido a mi encuentro mientras empezaba a leer el libro de Karp ha sido una multitud de preguntas. Más incluso de las que he dejado aquí expuestas. Reitero mis disculpas al señor Karp. Sin duda alguna él escribe para un público mucho más cualificado que yo.
Feliz de haber terminado esta entrada.
La bruja ciega.