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Wednesday, August 20, 2025

Comentario al Prefacio del libro: The Technological Republic, Hard Power, Soft Belief and the Future of the West. Alexander C. Karp and Nicholas W. Zamiska. Ed. The Bodley Head.

 

Advertencia inicial, necesaria para entender mi posterior comentario.

Mi unica pretensión era leer un libro que acaba de salir y del que todos hablan sin que yo termine de comprender los motivos. Al parecer sus autores trabajan en una empresa llamada Palantir, de cuya existencia, habrán de perdonar mi ignorancia, yo no tenía ni la más remota idea. Las características de dicha empresa provoca que el interés de los lectores por lo que dicen Karp y Zamiska vaya acompañado del escándalo y morbo que suscitan aquello a lo que los escritores se dedican: Construir, implantar y expandir dicho negocio.

El propietario de Palantir es Peter Thiel, al cual no tengo el gusto de conocer y del que, aparte de un par de detalles de su biografía, como que fue amigo de Musk, quizás todavía lo sea, ni idea, y dueño de PayPal, que posteriormente vendió - creo que a Ebay. Dicha venta le reportó una gran suma de dinero que el tiempo y el inteligente emprendedor Thiel han multiplicado. Por eso, el hecho de que, junto a esta realidad, y precisamente a causa de esta realidad, se haya levantado un coro de ecos gritando barbaridades sobre él y sus negocios no me asombra en absoluto y no me asombra en absoluto pese a mi conocida inclinación al asombro. En los momentos actuales aún más preocupante que la inflación económica es la inflación de los que gritan contra cualquiera que hace o dice algo, sea lo que sea. Como si esos coros, por cantar a coro, fueran los únicos que estuvieran en posesión de la Verdad, del Logos, de la Razón. Díganme ¿Quién se resiste al placer que proporciona el cantar todos juntos al son de una bella melodía?  ¿Quién no ama las historias de la hermandad en igualdad luchando por la libertad?  No obstante, es mi alergia a los colectivismos lo que me impide sumarme a tan nobles gestas y lo que me impide, también, comulgar con los colectivos. Permítanme utilizar la expresión “comulgar con”. Mi experiencia es que todos ellos -digan lo que digan y defiendan lo que defiendan- adoptan un lenguaje y unos comportamientos religiosos incluso en los casos en los que esos colectivos son materialistas, ateos e incluso anti Dios, especialmente en los casos en los que esos colectivos son materialistas, ateos e incluso anti Dios. 

Ironía de ironía, todo es ironía, esos coros, tan contrarios entre sí, representan la prueba manifiesta y palpable de esa extraña inversión consistente en que los materialistas cantan lenguajes religiosos y los coros espiritualistas cantan lenguajes revolucionarios. Más allá del lenguaje, que al fin y al cabo se ha convertido en un instrumento de ataque, -aunque muy posiblemente lo ha sido desde que este mundo es “el Planeta de los Hombres”, lo fundamental es que se trata de coros contra coros y todos ellos contra el individuo individual: brujas, herejes y similares. Por este motivo hay que condenar a todo aquél que no se una a ellos. ¡Pobre del individuo independiente que se obceque en conservar su independencia! “¡Soltad a la Jauría!” – escucha gritar tras él. ¿Dónde están los refugios que el hombre tradicionalmente ha construido? Nómadas, Eremitas, Convento, Universidades, Logias, talleres de artesanos, han ido desapareciendo. Huxley propuso una droga: el soma, que era una puerta de la que se salía de la matrix. Dudo mucho que el individuo independiente que se obceca en su independencia la acepte, excepto en el caso en que -parafraseando a Nietzsche- el lema de su existencia sea: “Mi Independencia o la Nada” y en el supuesto de que su Independencia haya muerto, vislumbre solamente “la Nada”. 

No obstante, tengo que decirles que ninguno de los que hemos arribado a la Nada, que hemos sentido cómo la Nada nos tragaba y hemos conseguido Dios sabe cómo y por qué salir de ella, desea volver a ella. Y cuando hablo de La Nada, me refiero a eso: a La Nada. No a una depresión o parecidos. El hombre que se encuentra inmerso en La Nada no tiene tiempo para cuestiones psicológicas-enfermedades-cansancio-materiales-mentales-circunstanciales. No. Utilizando el lenguaje de nuestros días: La Nada es el Portal a otra dimensión. En una situación así, uno tiene que pensar, obligatoriamente ha de hacerlo, lo más fría y serenamente posible. La Nada no tiene ningún punto en común con ésta, la dimensión en la que nos encontramos; por eso tampoco tiene ningún punto de conexión con alguna de las circunstancias de nuestra existencia. La Nada es independiente de las circunstancias vitales de nuestra existencia. De ahí que el hombre independiente pueda decir: “Mi independencia o La Nada”, igual que el hombre nihilista afirma “Dios o La Nada”. Para los nihilistas La Nada viene a ser un placebo de Dios. Para el hombre independiente La Nada es el sucedáneo de la Independencia. No obstante, ambos tipos de hombre han de enfrentarse a la realidad del descubrimiento de Lovecraft: los monstruos permanecen. Quizás ese fuera el motivo que llevó a Pascal y a Kierkegaard y a otros tantos a aconsejar que, en caso de duda, Dios. Quizás también por eso mismo muchos, ante la disyuntiva “Independencia o la Nada” y en el supuesto en que la Independencia no sea posible, determinan que la única verdadera solución es la de aprender a huir de los perros. En este sentido, debo confesar, pues, el profundo asombro que me causan esas personas que constantemente se quejan de ser invisibles. ¡Pero si es la mejor carta para mantenerse vivo y libre!

En fin… Volviendo al tema que nos ocupa… Repito lo ya dicho: mi pretensión al adquirí el ejemplar escrito por Karp no era el de escribir sobre su libro, sino solamente leerlo. Leerlo sin prejuicios, puesto que no conozco ni a sus autores, ni a las empresas a las que pertenecen ni nada que se le parezca. Tampoco me interesaba la cuestión, que a tantos ocupan, de si sus autores son o no son libertarios. Cualquiera que tiene una idea en mente y quiere llevarla a cabo, es un libertario. Cualquier niño pequeño que,  porque quiere comer chocolate antes de comer, se sube a la silla, de allí se alza sobre la encimera, coloca una olla para llegar más alto y estira su brazo tanto como puede hasta alcanzar el preciado y delicioso objetivo, es un libertario. A cada niño libertario, una madre que dicta ley y sentencia: “La próxima semana no compro chocolate.” El mundo de los adultos se estructura más o menos de la misma manera; por eso a los libertarios, a los no libertarios y a los anti libertarios les une una misma causa: la batalla contra la madre. Si además las madres aparecen en forma de helicópteros y drones, la batalla traspasa las fronteras familiares, el niño tiene sus aliados, la madre los suyos y en fin: conflicto socio-geo-político habemus. Así que ¿para qué centrarnos en cuestiones que ya conocemos todos?

Y sí, ya sé, hay una escritora libertaria llamada Ayn Rand muy aplaudida en nuestros tiempos. He leído su obra. ¿Qué quieren que les diga? Lo único que yo acierto a vislumbrar en su obra es la lucha y la revancha en forma de libros de una mujer en contra por una parte del comunismo ruso del que había tenido que huir y por otro, contra todos aquellos que usan y abusan de la sensiblería y los complejos de culpabilidad para, ocultar su pereza y su haraganería, pretendiendo así que los hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos porque los hombres laboriosos y buenos es verdad que no tienen tiempo para urdir intrigas ni maquinar,  les entreguen voluntariamente lo logrado con el sudor de sus frentes. En nuestro ejemplo del niño que urde un plan para obtener su chocolate, es posible introducir la existencia de un segundo niño que está tranquilamente sentado sin hacer nada, pero que en cuanto ve que el otro ha conseguido hacerse con el preciado triunfo le recuerda la importancia de la virtud de compartir. Pese a que la denuncia que Ayn Rand hace del grupo que hoy en día se conoce bajo el genérico de “parásitos” es comprensible, el tono que, no obstante, emplea en sus escritos va impregnado de tintes maniqueístas, casi melodramáticos, lo cual, en mi opinión, genera un comprensible cansancio a los lectores, especialmente, creo yo, a aquellos que, conociendo la situación que Ayn plantea, viviéndola incluso cada día, no desean pensar en ella para, simplemente, no desesperar, puesto que salir es siempre complicado. Imaginen ustedes que ese niño, que después de grandes proezas ha conseguido el chocolate que tanto ansiaba, ha de compartirlo con su hermano pequeño. Imaginen ustedes que la madre le ha dado al hijo mayor todas las responsabilidades y al hijo pequeño todos los derechos. Ese niño, que es lo suficientemente inteligente para lograr aquello que quiere es, también, lo suficientemente sensato para no atraer sobre él la atención de alguien de quien, todavía, no se puede liberar. Así pues, compartir le resulta más fácil que retener el chocolate sólo para él. Después de todo, el niño sabe que “el que parte y comparte se lleva la mejor parte” y que, aunque la idea fuera de Eva, Adán también salió del Paraíso. A ese niño el libro de Ayn Rand no le proporciona ninguna solución real; si acaso, en cambio, más dolores de estómago. No siempre es posible salir. A veces ha de transcurrir mucho tiempo antes de que uno comprenda que el niño pequeño no quiere solo el chocolate del otro: quiere la destrucción de ese otro.

Muchos de los lectores de Ayn Rand son conscientes de que en el momento en que la sensiblería y los complejos de culpabilidad que los inactivos emplean para abastecerse, no con-vencen a esos hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos, esos inactivos pasan, entonces, a exigírselo por la fuerza de la razón, que los colectivos, todos los colectivos, se atribuyen a sí mismos. Es entonces cuando esos hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos, han de abandonar sus habituales menesteres y concentrar sus fuerzas en dedicarse a contrarrestar a los colectivos que abusan de su trabajo. Con ello decae, tarde o temprano, la productividad de una sociedad. Los indolentes siguen siendo indolente. Durante un tiempo, a base de sensiblerías y complejos de culpabilidad, han vivido del trabajo de los hombres laboriosos y, por laboriosos, buenos. Pero cuando éstos se cansan y han de dedicar el sudor de su frente a idear una buena defensa de sus intereses, decae su productividad. Ciertamente asistir a la pérdida de fuerzas de los hacendosos, inculca en los ociosos el sentimiento de victoria. Hasta que los ociosos empiezan a comprender que su bienestar se reduce porque, sencillamente, ya no hay de dónde sacar.  Es entonces cuando se originan los desórdenes en las sociedades. 

A qué negarlo: todas las personas trabajadoras se han topado alguna vez con este tipo de vagos y todas ellas han tenido que dedicar parte de sus horas a contrarrestarlos. Consiguientemente la mayoría de las personas entienden la situación a la que nos estamos refiriendo. 

Sea como fuere, la revancha de Ayn Rand adolece, en mi opinión, de dos fallos. El primero es que con el tiempo la revancha de Ayn Rand se radicaliza. Ello proporciona a Ayn Rand más oyentes a su discurso, más fama y seguramente también más dinero. Pero sea porque el público siempre desea más “emociones”, sea por el propio carácter de Ayn Rand, llega un momento en que su discurso cae en ese tipo de exceso que huele a odio y a fijación. Con ello Ayn Rand abre la puerta que conduce al ridículo y las personas sensatas establecen límites. El segundo fallo surge del concepto de “ociosos”, “inactivos”, “aprovechados”, “parásitos”. ¿Quiénes son los ociosos? ¿Los que exigen una parte del chocolate al que se sube a la silla para cogerlo basando este acto en las virtudes de la virtud y de la fraternidad? ¿O el niño que encontrándose en una posición de superioridad y de fuerza con respecto al otro le ofrece proporcionarle seguridad en la escuela a cambio de que él, a su vez, le proporcione chocolate? ¿Quién establece en casos como éste la paridad si uno, de partida, ya tiene ventaja? Del mismo modo en la vida adulta. ¿Quiénes son los ociosos y los inactivos? ¿Pueden considerarse aprovechados a aquellos que reclaman impuestos a los empresarios? Sin duda alguna, afirmarán muchos. Pero por las mismas razones ¿Pueden considerarse aprovechados a los empresarios que exigen la absoluta lealtad y dedicación a sus empleados remunerándoles cada vez salarios más bajos al tiempo que, en función de esa lealtad y dedicación, les reclaman más tiempo, más efectividad, más eficacia y les coloca la espada de Damocles que para cualquier asalariado representa un posible despido? ¿Pueden considerarse aprovechados a esos sistemas económicos que fomentan que las mujeres se integren en el sistema, porque lo cierto es que en el mercado laboral están insertadas las mujeres desde que el mundo es mundo, pero, en cambio, se niegan a que se queden trabajando en sus casas en la crianza de los hijos? ¿Puede considerarse aprovechados a esos sistemas a los que no les importa en absoluto que las mujeres sean madres a los cuarenta años, cuando se están adentrando en la menopausia y justo cuando se produce el salto a los puestos de responsabilidad, pero no aceptan que aquellas mujeres que decidieron dedicar sus fuerzas de jóvenes a la crianza y educación de sus hijos se incorporen al sistema, a su sistema, a los cuarenta – una vez terminado este periodo?

Al final, la obra de Ayn Rand aburre a cualquiera. Para ser precisos: me aburre a mí.

Volviendo al libro que tengo en mis manos, “The technological Republic”, repito: yo no tenía ningún interés en dedicarle un artículo. Pensaba, realmente lo pensaba, que se trataba de la típica lectura de verano. Esas que se leen en un par de horas y después, a lo más, sirven como small talk un par de tardes.

Lamentablemente empezar a leerlo y sufrir dolores de cabeza provocados por la confusión y contradicciones de las afirmaciones que allí se contienen fue un todo en uno.

Culpable no son los autores. Culpables son mis estructuras mentales. ¡Qué le vamos a hacer! Cada cual, supongo, tiene las suyas propias; las mías me torpedean con miles de preguntas cada dos segundos. Por eso creo que la única forma de que ustedes comprendan mi comentario al Prólogo de “The technological Republic” es explicarles primeramente de dónde parten mis premisas conceptuales, que no prejuicios. Todavía no he decidido si escribiré uno o dos artículos. Realmente lo ignoro. Mi esperanza sería lograrlo en dos partes y asegurarles en la segunda que mis dolores de cabeza han aminorado conforme seguía leyendo. Veremos.

Prolegómenos. Fundamentos generales independientes de, y anteriores a la lectura de “The technological Republic”.

Tantos esfuerzos en destrozar a la filosofía analítica tradicional y a la lógica tradicional han originado una amalgama de significados y significantes.  “El Todo en el Uno y el Uno en el Todo” es, no me cabe la más mínima duda, el lema de la era en la que nos encontramos. Y ello por muchas razones; entre otras, por el sincretismo que desde finales del s.XIX se lleva pregonando en Occidente; sincretismo según el cual Oriente y Occidente son uno y el mismo. Sólo que esto, como se ha visto, no es exactamente así. En el Paraíso el individuo es un ser activo que ha de mantenerse atento a las presencias malignas de las cuales él no tiene ni idea de que existan, mucho menos de que estén allí, pero presencias malignas que existen y que están allí: en el Paraíso. El Nirvana, por el contrario, es el sueño del hombre, del diablo y de Dios. El Nirvana es el sueño sin movimiento ni actividad alguna. 

Aquellos que predicaban la unidad entre Oriente y Occidente estaban, en realidad, haciendo proselitismo de las religiones y de la cultura del Oriente. Ellos fueron los que afirmaban que, en vez de enviar misioneros al Oriente, Oriente debería enviar a los suyos a Occidente. Dado que Oriente no mostraba interés alguno por el Occidente, más allá del que se siente por las regiones exóticas, los defensores del sincretismo decidieron encaminarse ellos mismos a Oriente a recoger a unos cuantos gurús y monjes para acto seguido traerlos a Occidente y presentarlos como profetas, los verdaderos profetas de la nueva era, la acuariana, y del mundo nuevo en la gran sociedad de ese nuevo mundo: Estados Unidos.

Sin embargo, la pretensión de alcanzar el sincretismo es un sinsentido. Una cosa es admitir que todos los hombres son hijos de Dios, y otra cosa, muy distinta, afirmar que los hombres, por el hecho de ser todos ellos hijos de Dios, son sincréticos. Seguramente esto es lo que pensaron los auténticos gurús y monjes orientales y por eso llegaron, vieron y abandonaron Occidente lo más rápido que pudieron, mientras los falsos gurús y monjes orientales se unían a los teósofos que les habían ido a buscar y, unidos a ellos, se aposentaban sobre grandes tronos financiados por los modernos y acaudalados falsos iniciados que deseaban aprender de ellos técnicas de manipulación y de control de la mente para saquear de forma efectiva y eficaz a sus congéneres. Lo esencial era lograr que el dinero que esos congéneres tenían en sus bolsillos y sus cuentas bancarias pasara a sus bolsillos y a sus cuentas bancarias. Que la naturaleza de esos sus congéneres fuera de constitución ascética o consumista era irrelevante. A cada cual lo suyo, que suelen decir. Los ascéticos lo traspasaban a través de donaciones y los consumistas a través de pagos. Los unos donaban para deshacerse de lo material, porque convencidos como estaban de que lo material y lo espiritual actúan como vasos comunicantes, creían que la carencia de posesiones aumentaba la tenencia espiritual.

Esto no hubiera pasado a mayores de no ser porque esas corrientes pseudo religiosas, pseudo filosóficas y absolutamente mercantiles, empezaron a considerar a la mente como algo corpóreo y espiritual. Solucionaron tal dilema adoctrinando al individuo para que se desprendiera de su mente, igual que se deshacía de su dinero, (matar al ego) para de este modo alcanzar en colectivo las dimensiones espirituales (todos somos dioses).  Esta idea gusta a todos aquellos poco versados en las constantes batallas que los dioses del Olimpo mantienen entre sí. Los que somos conocedores de ellas nos mantenemos tan lejos de los dioses como nos es posible.

La conclusión obtenida es que, a la estupidez congénita propia del hombre desde los tiempos de Adán, se ha sumado la que los lavados de cerebro y el consumo de las más variadas drogas provocan en todos aquellos que creen que morder la manzana les va a convertir en dioses. Ni conocen el Olimpo ni saben el papel que juega la manzana de la discordia para Paris o la manzana envenenada de Blancanieves. ¡Qué le vamos a hacer!

Curiosamente, esos mismos que consideraban el peligro de la mente individual como algo material, muy material, defendían al mismo tiempo la profunda espiritualidad del sexo. Por lo general, todos aquellos que hablan del “sexo” y de la “práctica del sexo” y de la “liberalización sexual” hablan del “sexo” en colectivo, en genérico, en abstracto, en amorfo. De ahí que la “práctica del sexo” sea “sexo practicado en grupos” y en “orgías sexuales”. Con ello obvian algo tan simple como es “el acto sexual” entre dos personas.

Hemos de recordar una y otra vez que más allá del sincretismo, la idea última era “La de todo en el uno y la del uno en el todo”.

Era previsible, por tanto, que unieran ciencia con magia y que, introduciendo a ambas en sus estudios gnósticos convirtieran al “sexo” en “materia de experimentación”.

¿Hay alguna posibilidad de objetar un sistema que, igual que el Hegeliano, es cerrado, manteniendo en esa prisión a la Historia, a la Razón y al Espíritu encarcelados?

Existe.

 Sin entrar en mayores consideraciones sólo diré que la imposibilidad y consiguiente destrucción del, en principio perfecto, sistema “El Todo en el Uno y el Uno en el Todo” la demuestra el hecho de que la afirmación “el Paraíso aquí y ahora” supone un imposible un imposible sincrético con la afirmación “el Nirvana aquí y ahora”, que es, en última instancia, adónde tanto sincretismo ontológico-materialista-pragmático-perspectivista quiere llegar.

Esa aserción de “el Paraíso aquí y ahora” que tan revolucionaría les parecía a muchos implica tener que aceptar la existencia de un Dios que sabiamente establece prohibiciones a los primeros hombres, de un diablo que se rebela contra esa prohibición y manipula a esos primeros hombres para que infrinjan esa sabia prohibición. Ese Dios sabio y que, por sabio, establece prohibiciones, es también un Dios exigente pero comprensivo. El castigo que les impone es la expulsión, pero no la muerte. La expulsión, no el encarcelamiento. Esto llevado al “Paraíso aquí y ahora” es lo que tradicionalmente ha significado el destierro y, en la actualidad, el fenómeno de “una inclusión que cancela”.

Por su parte, el deseo de hacer realidad el “Nirvana aquí y ahora”, obliga a aceptar consecuencias que introducen más problemas de los que soluciona. En efecto, el Nirvana el resultado de un Tiempo que se ha cumplido; es, por expresarlo de forma sencilla, una Eternidad que duerme. Puesto que en el Nirvana no hay ni Dios, ni diablo ni hombre, “el Nirvana aquí y ahora” nos convierte a todos nosotros, a toda la Humanidad, en una masa inerte sin movimiento ni tiempo. No me cabe la más mínima duda de que se ha intentado enmascarar las implicaciones que conlleva la frase “el Nirvana aquí y ahora”, con slogans del tipo: “tú eres único”, que significan lo de siempre: que “yo soy el “único” que va a pagar ese producto individual que todos los demás “únicos” individualmente pagan, aunque lo compren en masa, porque juntos nos sentimos mejor, porque la soledad es una gran lacra, y ese “juntos” es más “juntos” conforme mayor es la uniformidad de esos únicos que pagan individualmente, pero que experimentan el regocijo de la fraternidad comprando alegremente en masa los mismos productos. Lo que tras esa matrix de “fraternidad”, “juntos” y “colectividad” aparece es Uniformidad. Uniformidad en la pareja gracias al partner look, uniformidad en los gustos literarios y cinematográficos, uniformidad en los restaurantes. Uniformidad en el in y el out. Uniformidad en las ideologías. Uniformidad en los criterios. El tradicional mimetismo, practicado como estrategia para escapar de los enemigos, se ha transformado ahora en una uniformidad que procura amigos.

En fin, a qué seguir mostrándoles adónde conduce ese “el Nirvana aquí y ahora” en la realidad real. Por más que la situación se haya pretendido suavizar intentando hacer aparecer como gotas de un océano acuariano a la masa inerte, las consecuencias de “el Nirvana aquí y ahora” son siempre las mismas: la masa inerte. Que la inercia se intente suplir con corrientes subterráneas es sólo el último estadio. El final del “Nirvana aquí y ahora” es siempre el mismo: un mundo sin tiempo y sin movimiento. Con todas sus consecuencias.

 Hasta que ese momento último se instaure, en el océano acuariano, sin Dios creador, la afirmación “Dios es la verdad” se ha sustituido por la afirmación: “La verdad la tengo yo, gota, porque yo, gota, soy la verdad, y lo soy porque yo, gota, por “Nirvana aquí y ahora” el Océano acuariano, en su Todo considerado, me lleva a mí en ese Todo y porque yo, gota, llevo a mi vez el Todo (Nirvana-Océano acuariano) en mí.  Por eso yo, gota, creo mundos en mi mente, mundo que expreso, - esto es: exteriorizo, esto es: hago realidad, - con mi lenguaje; donde lenguaje cuando tengo la fuerza suficiente para que me tomen en consideración, si consigo tener la fuerza suficiente para que me tomen en consideración, expresa, exterioriza y realiza “La Verdad” en todo su esplendor.

Entre esta concepción y la concepción según la cual “Dios es la Verdad” existen notarias diferencias.

En la oración “Dios es la Verdad” el verbo copulativo “es” señala una identidad tautológica, que porta otra identidad tautológica en su interior: la que tiene con el Logos.  En efecto: en la oración “Dios es la Verdad” lo que se afirma es que Dios, Logos y Verdad conforman una tautología. Trinitaria, si ustedes lo prefieren, pero tautología.

Algo contrario sucede en la oración “la verdad la tengo yo, porque yo soy la verdad y lo soy porque creo mentes en mi mente, que expreso con mi lenguaje.” Aquí el término “Verdad” no es sinónimo de “Logos”; de ninguna manera puede serlo porque el Logos, como ya puso de manifiesto Derrida, ha muerto, y lo único que permanece es el lenguaje, donde el término “lenguaje” se exterioriza en número singular, por más que en su interior entraña una multitud de puntos que cuando se unen lo más que configuran es una imagen similar a la que producían los artistas del puntillismo francés, aunque en realidad a lo que se aproxima mucho más es a esos juegos de psicología y de visión que los facultativos usan para ver qué figura descubren los pacientes en una amalgama de puntos donde a primera vista no se distingue ninguna imagen concreta.

A la unidad del lenguaje que nace a partir de la unidad de sus muchos puntos es a lo que se denomina “Narrativa”. Hay muchos lenguajes, tantos como gotas tienen los océanos. Podría decirse que cada una de esas gotas tiene sueños de ola; a estas olas se les denomina “narrativa”. A su vez cada ola arrastra el sueño de convertirse en tsunami; estos maremotos son calificados como “narrativas que irrumpen”. Cada gota “creo mundos con mi mente mato el ego soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” busca otras gotas “creo mundos con mi mente mato el ego soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” a las que aunar colectivamente en una ola que llegue a ser la corriente imperante.

¿Cuándo puede esa gota “creo mundos con mi mente mato el ego soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” llevar a buen éxito sus intenciones? Según Quine, creo que es Quine quien lo dice, cuando el lenguaje tenga la fuerza suficiente para que me tomen en consideración. Así pues, es la fuerza del emisor la que determina que una sentencia sea verdad. Lo que el emisor debe esforzarse en conseguir es que el emisor tenga fuerza y que esa fuerza se transmita hacia afuera con tal consistencia que le proporcione el status de “Lider”, puesto que es la fuerza del lenguaje del “Lider” la que se configura como “Verdad”. La lucha entre las gotas “creo mundos con mi mente mato el ego soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” es constante. El estado de guerra, permanente. El lenguaje con el que la gota “creo mundos con mi mente mato el ego soy un dios y los hago realidad con mi lenguaje” es verdad si y solo si poseo la fuerza suficiente para que me tomen en consideración”. Puesto que es la fuerza del emisor la que determina que una sentencia sea verdad, habrá que considerar en qué consiste esa “fuerza”. Primariamente en la facultad para con-vencer a las otras gotas. Dicha capacidad viene

 Así pues, de lo que se trata es de que el lenguaje de ese emisor tenga la fuerza que le otorgue el status de Leader frente a las otras gotas, porque el Lider siempre tiene la Verdad y por tanto, el derecho (e incluso la obligación) de conducir al resto de las gotas cuyos respectivos lenguajes carecen de esa fuerza, por la dirección verdadera. Es decir, por dónde la verdad otorgada por la fuerza del lenguaje de ese emisor-gota-leader determine.

Dios, como declaró Nietzsche, ha muerto. Lo que no sé si Nietzsche sabía es que a continuación y por aquello del “horror vacui” se presentarían tantos candidatos a Dios. Nietzsche pensó que el principal candidato era el Hombre mismo y por eso su preocupación principal era la de si el hombre disponía de bastante fuerza para sostener por sí mismo la espada de la libertad. Es la desconfianza en la capacidad del Hombre lo que le lleva a la puerta de salida que es La Nada y que para un vitalista como Nietzsche representa la puerta del hombre derrotado. La realidad ha sido que el suplemente de Dios ha sido, como ya fue, Baal, las Riquezas, el Dinero o como ustedes prefieran llamarlo. “Aquí y ahora”, ¿recuerdan?, es el punto común de dos opuestos como son el Principio y el Fin, el Paraíso y el Nirvana, que los teósofos han pretendido unir en esa extraña concepción de Todo en el Uno y el Uno en el Todo.

En cualquier caso, la situación actual es tal y como Foucault, el último de los iniciados, pero sin maestro, la describió: la reducción a una guerra de cada uno contra cada uno y de todos contra todos para tratar de ocupar el Poder y convertirse así en un observador que no es observado. Igual que el motor inmóvil de Aristóteles, que movía sin ser movido, pero peor porque la observación no significa necesariamente movimiento, porque el observador no significa más que contemplación y la contemplación puede ser meditación, reflexión, maquinación, espionaje, stolker, como se dice ahora, e incluso, si me apuran, éxtasis. Pero no movimiento.

La situación del observador no observado que observa a los observados que no le observan, no impide ni coarta la libertad a los observados que no le observan. Entiéndanme: esos observados que, sin embargo, no observan al observador, han perdido su libertad por encarcelados, no por observados. Por eso, un hombre que haya aceptado su condición de prisionero podrá sobrevivir más fácilmente que si al desagrado por permanecer encerrado se une el del desagrado por ser observado.

Cualquier cristiano comprende a lo que me estoy refiriendo, pero como no sé cuántos cristianos me leen, explicaré la cuestión.

Estamos en este mundo. Dios nos trajo y Dios nos llamará a su Gloria. Del mundo no podemos salir; lo más que podemos hacer es elegir entre caminar errante o caminar hacia Dios. Pero estar, estamos donde estamos. Dios, en cambio, permanece fuera del mundo, fuera del cuadro. Observándonos.

Aquí es donde los caminos del cristianismo toman distintos derroteros. Unos, sintiendo constantemente los ojos de Dios sobre sus hombros de mortal imperfecto, se sumen en el complejo enfermizo de culpabilidad y en la flagelación, más enfermiza todavía; otros suspiran aquello de “que sea lo que Dios quiera” y hacen lo que les da la gana o lo que consideran justo (como ustedes ya saben, todo es una cuestión de perspectiva); finalmente, otros están convencidos de que “Dios/Verdad/Logos” es un triángulo de cuatro esquinas puesto que en esa tautología también se incluye el concepto de “Perdón”.

Puesto que muchos se oponen a que el “Perdón” forme parte de la tautología inicial, porque el Infierno existe y por tanto el Perdón no puede ser para todos, y como los practicantes del complejo de culpa, por su parte, entienden que es una falta de consideración que haya quien no lo practique y por ese motivo dejan de darse latigazos para dárselos a los otros, a los que no cumplen con tan noble complejo, el follón está asegurado.

Consecuentemente: si a los líos que genera el hecho de estar encerrados en el mismo mundo les sumamos los líos que provocan el hecho de ser observados por Dios, el resultado final será una situación insoportable. Sencillamente: son demasiados líos.

Ésta, la de escapar de los líos que las consecuencias del ser observados por Dios, es, en mi humilde opinión, una de las razones que ha llevado a los hombres a dejar de creer en Dios.

No obstante abrazar el ateísmo como forma de oposición a la observación de Dios y del Cosmos para, a continuación, empezar a creer y a padecer y a soportar e incluso aceptar, pedir y pagar a un Big Brother, dueño de un Panóptico, para que nos observe, resulta, cuanto menos, un poco extraño. Y cuando ese Big Brother, dueño de un Panóptico, no es uno sino varios y esos varios deciden sustituir al Observador mortal por un Observador software, donde el prefijo “soft” tiene un sentido tan profundo como esa frase española de “dar guantás sin manos”, pues se hace todavía más extraño.

No es extraño, en cambio, que los Big Brother, dueños cada uno de un Panóptico, compitan entre ellos por el número de observados. Resulta interesante y hasta divertido comprobar cómo los observados compiten por saber cuál de esos Panópticos les observa mejor y les saca “más rejuvenecidos”, “el mejor lado de su cara”, “su sonrisa más bonita”.

Mientras unas gotas observadas se dedican a tales escatológicas cuestiones, otras gotas luchan por dar a su lenguaje tal fuerza que puedan competir con convertirse en leader. ¿En “el” leader? ¡Claro que no! Al principio a lo que aspiran es a convertirse en “leader feudal de su feudo”. De ahí esa constante y penetrante llamada al “piensa en positivo”, “atrévete a ser el líder de tu vida”, “atrévete a ser líder” El líder es sólo líder cuando su lenguaje contiene fuerza y esta fuerza le es otorgada por los ecos que repiten como ecos y no como aspirantes a líder, lo que ese líder dice. Sólo cuando los ecos se convierten en una narrativa que irrumpe e inunda puede plantearse un lider la posibilidad de alcanzar “el” liderazgo mundial. Y desde su feudo inicial expandir su territorio hasta llegar a la capital del mundo. Ya se llame ésta, Roma, Constantinopla, o Trántor.

Por eso, Foucault, el último de los iniciados, pero sin maestro, intentó explicar que la naturaleza del Poder es líquida y se introduce por cada rendija de las estructuras sociales. Algo así es lo que en sus últimos términos afirman el estoicismo, el hegelianismo y, en definitiva, todas y cada una de esas teorías filosóficas según las cuales la única tautología es la existente entre “Verdad/Razón/Naturaleza”. Las deplorables consecuencias de semejante identidad sobrepasan las intenciones de este artículo, aparte de que, aquí y allá, ya han quedado expuestas en otros escritos míos.

Volviendo a lo que estaba diciendo: “Paraíso aquí y ahora” no es sincrético de “Nirvana aquí y ahora”. Ergo, Occidente y Oriente no son sincréticos, a pesar de que todos sus habitantes son hijos de Dios. Ni siquiera los habitantes de Occidente son sincréticos. Ni siquiera los de Oriente lo son.

Es probable que ustedes no entiendan ni una sola palabra de lo que acabo de exponer. Es posible que se estén preguntando qué tiene que ver esto con el libro de Karp (y Zamiska). Es quizás incluso plausible que algunos de ustedes estén preguntándose por mi salud mental, mi capacidad emotivo-cognitivo y todas estas preocupaciones que invaden hoy en día a las buenas y sanas gentes de este “el planeta de los hombres” por sus congéneres.

Piensen lo que piensen, no se inquieten demasiado por mí, que estoy lejos y soy una nómada. Lo que acabo de describir me parece importante por dos motivos. El primero, porque da cuenta, a grosso modo, de la dinámica que, en mi opinión, rige a la sociedad actual. El segundo, porque quizás esto pueda hacer que comprendan la confusión que me ha provocado la lectura del libro de Karp nada más empezar.

Lectura. Comentario al Prólogo del libro “The technological Republic”, de Alexander C. Karp and Nicholas W. Zamiska.

Mi primer asombro nace en el título: “The technological Republic”. ¿De qué República se trata? ¿De los Estados Unidos o de cualquier República tecnológica?  ¿Indica el término “República” la República de los Estados Unidos”? ¿Se refiere el término “República” a un Estado con una determinada forma de gobierno, la republicana, como contraposición a otra: la monarquía?  ¿Significa el empleo de “República” un “guiño” de Karp a la República de Platón en la cual los aristos son los que rigen y gobiernan el Estado y los aristos en esta “República platónica” serían los tecnólogos?

Por otra parte, ¿qué significa tecnología? ¿Es tecnología lo mismo que técnica? ¿Es tecnología todo lo que es hecho por hombres o también aquello que construyen los robots y similares, como la Inteligencia Artificial? En este último caso ¿cómo debemos considerar a los robots? ¿Cómo “esclavos”, como “señores” o somos ecuánimes y los declaramos “libertos”?

Karp intenta, supongo, aclarar el concepto introduciendo un subtítulo: “Hard Power, Soft Belief and the Future of the West”

Y aquí es donde nuevamente todo me da vueltas ¡Qué le voy a hacer! ¿Son “juegos del lenguaje”? ¿Se refiere “Hard Power” a Hardware? ¿Se refiere “Soft Belief” a Software? No obstante, si “Hard Power” realmente hace referencia al Poder, y si “Soft Belief” realmente significa “Creencia” ¿a qué tipo de “Poder” y a qué tipo de “Creencia” se refiere? ¿Al Poder de la tecnología o al Poder de la República? ¿Hemos de considerar que en esa Republica la tecnología es el elemento totalitario, o sea, aquello que ocupa todo el espacio, aquello que es total? ¿Cómo debemos entender en una República así la expresión “Soft Belief”? ¿Creencia en qué? ¿En Dios, en la ideología, en el dinero? ¿Significa esa “Soft Belief” la desaparición de las confrontaciones ideológicas? ¿O significa, más bien, el adormecimiento de cualquier tipo de creencia y la aparición de un Estado al tipo de un “Mundo Feliz” de Huxley? En cuanto al Poder fuerte, duro incluso ¿se ejercer sólo hacia el exterior o también en el interior? Pero, y de todo, esto es lo que más me confunde ¿se puede ejercer un Poder duro con una suave creencia? Y sí, ya sé que todos sabemos que la tecnología y la técnica son simples instrumentos, pero se hace necesario recordar que la tecnología y la técnica son instrumentos al servicio del Poder que los posee ¿Desde cuándo un Poder ha renunciado a la creencia? Finalmente: ¿Es posible que Hard Power, Soft Belief sean los puntos problemáticos que Karp observe y por eso, su último punto en el título sea el de “Future of the West”?

Ni siquiera esta expresión “Future of the West” está libre de confusión para personas como yo. ¿Por qué habla Karp de “West”, cuando el título se centra en la “Republic”? ¿Es la externalización de la idea de convertir al Occidente en una República? ¿O es una declaración de intenciones que implica la extensión de esa República integrando en ella al Occidente? En cualquier caso ¿debo entender que esa República y el Occidente son una y la misma cosa, simples sinónimos intercambiables? Si no se trata de una fusión sino de una relación ¿en función de qué? ¿Del Poder compartido que les dirige? ¿De los valores? ¿Qué valores? En estos momentos, y pese al gran esfuerzo que representa escuchar un lenguaje desconocido al tiempo que leo los subtítulos, las únicas series que todavía tienen algún interés para mí son las japonesas y las coreanas. No sé por qué todavía no he escrito al respecto. Seguramente porque he olvidado la mayoría de los títulos de esas series. No obstante, aquí les dejo un nombre: “Dragón Sakura”, japonesa.

Volviendo a nuestro tema. Porque todos ustedes son sabios hombres y mujeres, estoy completamente segura de que todos ustedes comprenden el Título y el subtítulo en el mismo instante en que lo leen. Lamentablemente no es mi caso. Yo intento entender lo que escribe Karp y sólo en el título me asoman tantas preguntas que, créanme, introducirme en la obra es todo un acto de valentía.

La confusión sigue persiguiéndome en las tres citas que Karp introduce antes del Prólogo.

La primera es de Goethe y ocupa una página entera: “You will never touch the hearts of others, if it does emerge from your own.” En cambio, Karp ha situado a las otras dos citas juntas. Una es de Thomas Schelling. “The power to hurt is bargaining power. To exploit it is diplomacy – vicious diplomacy, but diplomacy.” La segunda es de Michael Sandel “Fundamentalists rush in where liberals fear to tread”.  

Puesto que estas dos últimas citas se oponen, claramente, a lo que dice Goethe, Karp hace muy bien en separarlas; sin duda alguna. La de Schelling, por aludir a la diplomacia en el modo en que lo hace. La de Sandel por incongruente en sí misma.  Por un lado, ¿es que no puede haber liberales fundamentalistas? ¿qué otra cosa si no es un libertario? Por otro, ¿es que un comunitarista no puede ser fundamentalista? Lo que trato de decir con esta pregunta es que, en mi humilde pero firme opinión, el término “fundamentalista” en la cita de Sandel está mal utilizado. En primer lugar, la única manera de entender el término “fundamentalista” tal y como Sandel lo emplea es atribuyendo el rasgo de “fundamentalista” a un grupo de creyentes de una determinada religión o a un fanático, sea del tipo que sea. Pero esto último, la de considerar una identidad entre “fundamentalista” y “fanático” supondría negar la posibilidad de que la existencia de un liberal fundamentalista en su liberalismo. No yo, sino la Historia es la que contradice a Sandel. Es la Historia la que muestra que el fundamentalismo es una posición dogmática y extrema que puede afectar a cualquier ideología política y a cualquier tipo de creencia, también el de los liberales. No así, en cambio, a los ecuánimes, moderados, o como se quiera decir. Por tanto, fanático se opone a sobrio, a sensato, a sentido de la medida, pero no a liberal.  En segundo lugar, si lo que pretende Sandel es reducir el término “fundamentalista” al campo religión, la cuestión se complica aún más puesto que difícilmente se puede contraponer un término que pertenece al campo religioso “fundamentalismo” con un término, “liberal”, que indica una posición socio económica antes que religiosa.

Repito: ignoro si Sandel tiene en mente esto u otra cosa porque de él sólo he leído su cita. En cualquier caso: “fundamentalismo” y “liberalismo” no son conceptos que puedan excluirse a priori. Si se contrapone “fundamentalismo” a “liberalismo”, ¿significa esto que un católico apostólico romano que no es liberal, es fundamentalista? ¿Qué es exactamente un “fundamentalista”? ¿Es lo mismo “fundamentalista” que “terrorista”? ¿Es lo mismo “dogmático” que “radical”? ¿Cuándo uno se mantiene firme en sus afirmaciones, en sus consideraciones y en sus creencias qué es exactamente? ¿Fundamentalista, dogmático, radical, íntegro? ¿Su calificación depende de si se encuentra reunido con amigos o con rivales? Se utilizan términos como “fundamentalista” y “liberal” tan frecuentemente y en escenarios tan distintos que ya no sabemos ni qué significan; no obstante, seguimos utilizándolos como si lo supiéramos, cosa a lo que, evidentemente, mi cerebro se resiste.

Por todas estas razones que les acabo de explicar sigo sin atisbar el mensaje que Karp pretende enviar al lector a través de dichas citas. ¿Quizás es su deseo avisar que escribe desde el corazón, que desprecia la diplomacia, que aborrece a los fundamentalistas y que es liberal comunitarista suponiendo que ambos términos sean compatibles, cosa que yo, francamente, tampoco veo tan claro? Y eso pese a que en su día estudié bastante profundamente el comunitarismo, especialmente el de McIntyre, aunque por otra parte he de reconocer que nunca fui capaz de vislumbrar qué de liberalismo podía haber en un pensador como McIntyre, que tan duramente atacaba a la Ilustración.

Los problemas crecen y todavía no me he adentrado en el Prefacio.

Prefacio

“THIS BOOK IS THE PRODUCT of a nearly decade-long conversation between its authors regarding technology, our national project, and the perilous political and cultural challenges that we collectively face. A moment of reckoning has arrived for the West.  The loss of national ambition (…)”

El subrayado es mío. Mi primera confusión se mantiene en el primer párrafo que leo. ¿Cuál es la preocupación de Karp? ¿La Nación o el Occidente? ¿Son ambos una y misma cosa? Si lo son, Karp debería decirlo sin miedo. De este modo, los seres como yo entenderíamos su mensaje y así, una vez establecida la identificación, aceptada o no por los lectores, (eso es cosa de los lectores), podría seguir escribiendo utilizándolos indistintamente como sinónimos.

Karp no lo hace y yo, tan proclive al asombro, me asombro, claro.

De hecho, Karp lejos de declararlos sinónimos, mantiene la diferencia entre República y Occidente, lo cual sume al lector en todavía más graves problemas de entendimiento. ¿Se trata, pues, de una expansión de la República? ¿Ha de considerarse Occidente como el término que engloba a todos los países que caen bajo la influencia de esa república que es una república tecnológica? ¿Y cuál exactamente es el significado de “tecnología” en esa República en expansión?

El salto entre “nación” y “occidente”, de Karp irrita, a qué negarlo.

Primer salto, el existente entre “national Project” y lo que ha llegado a “Occidente”: “A moment of reckoning has arrived for the West” ¿Debo entender que ese proyecto nacional ha llegado al Occidente como un momento de ajustes de cuentas?

Interesante también que las primeras cinco palabras aparezcan en mayúsculas: “ESTE LIBRO ES EL PRODUCTO”. ¿Qué quiere decir con eso? Posibles respuestas: a) Nada. Un simple capricho de la edición, un comienzo decorativo. b) El autor desea que el término “este libro” sea relacionado con el de “producto” y consiguientemente, como todo producto que se precie, está pensado como una acción cuya última intención es la de que sea comprado y consumido. c) Producto, término que indica la conclusión de una construcción que, como él mismo indica, ha sido realizada con otros varios a lo largo de casi una década.

Seguimos: “The estate has retreated from (…) ceding the challenge (…) t the private sector – a remarkable and near-total placement of faith in the market. Silicon Valley meanwhile, turned inward, focusing its energy on narrow consumer products, rather than projects that speak to and address our greater security and welfare”

¡Compréndanme! Son párrafos de esta índole los que provocan mi malestar.

La tesis de Karp es que el estado se ha retirado de la investigación tecnológica cediendo la innovación al sector privado. Bueno, me digo a mí misma, si él y sus amigos son liberales y libertarios algo así sería positivo para ellos. ¿Por qué, pues, ese rechazo? La mayoría de ellos salió de Silicon Valley y no precisamente “con una mano delante y otra detrás”, como vulgarmente se dice cuando uno ha perdido todo lo que tenía, sino justo por todo lo contrario: porque el éxito les impulsaba a “dar el salto” más allá de las fronteras de Silicon Valley.

 Karp no oculta su ironía un tanto despreciativa hacia el Estado que ha descuidado sus responsabilidades basándose en su fe en el mercado. “The estate has retreated (…) ceding the challenge of the developing the next wave of pathbreaking technologies to the private sector- a remarkable and near-total placement of faith in the market.”

 ¿Son él y los contertulios – contertulios con los que lleva casi una década conversando sobre la tecnología, su, de ellos, proyecto nacional y los peligros políticos, así como los desafíos colectivos a los que colectivamente han de hacer frente liberales o no lo son? ¿Son libertarios o no lo son? ¿Pertenecían ellos al grupo de empresarios que durante décadas, -  al menos desde la de los ochenta - , reclamaban a los diferentes Estados de este mundo, llamado “Planeta de los hombres”, flexibilidad en las regulaciones laborales, independencia de movimiento, autonomía en sus decisiones, todo ello a golpe de talonario, puertas giratorias, mecanismos de agencias publicitarias, compañías de consulting y sistemas varios, al tiempo que juraban y perjuraban que el mercado se autorregulaba él solito o no pertenecían? ¿Pertenecían más bien a esos empresarios que trabajaban en empresas nacionales al servicio de la nación a la que pertenecen? Realmente no tengo ni idea.

Sea como fuere, lo más interesante llega cuando directamente después de haberse referido al Estado para amonestarle porque su ingenuidad le ha llevado a abandonar sus tareas en favor del mercado privado, Karp pasa a criticar al mercado privado tecnológico que es el que a él le interesa, por haber centrado su atención en productos de consumo.  “Silicon Valley, meanwhile, turned inward, focusing its energy on narrow consumer products, rather than projects that speak to and address our greater security and welfare.”

Y yo, en mi supina estupidez, he de acostarme en el sofá porque la cabeza me da vueltas sin remedio. Hasta donde yo recuerdo, eso que reprende Karp, el que los innovadores intenten vender sus mercancías, ha sido siempre así. No se pueden ustedes ni imaginar la cantidad de productos de consumo que en mis tiempos de escolar eran publicitados como “resultados de grandes investigaciones de la Nasa”. ¡Incluso bolígrafos! En mi infancia todo lo novedoso provenía de investigaciones de la Nasa. Igual que el megáfono del “boca en boca” aseguraba que muchas de las investigaciones relacionadas con el tema de la defensa se transformaban para ser comercializadas como productos de consumo civil, lavadora automática inclusive. Puedo imaginar por tanto que Silicon Valley no difiere de aquello que, históricamente, ha sido una constante en cualquier empresario que se precie de ello: la de obtener ganancias no sólo con el sudor de su frente sino, especialmente, con el ingenio de sus cerebros.

Hora de aceptar la realidad real: la tecnología responde a un “cómo”. En cambio, la contestación a la pregunta por el “para qué” depende de la imaginación de cada cual.  No puedo explicar para qué sirve Facebook, Instagram y similares porque no los utilizo. Lo que sí sé es que sus usuarios lo emplean en función de sus propios intereses, capacidades y objetivos. Algunos comunican grandes y valiosos descubrimientos para la humanidad y otros, por el contrario, grandes necedades. Algunos regalan su saber, incluso sus opiniones; otros venden incluso derivados. Y lo mismo puede decirse de los artículos que aparecen en las plataformas de los diversos blogs. Algunos serán muy interesantes en su contenido; otros en las imágenes. ¿Deben entontar el mea culpa los ingenieros y técnicos de Silicon Valley? ¿O más bien deben hacerlo esas empresas que no han inventado nada pero que usan las innovaciones para transformar instrumentos pensados para favorecer la comunicación entre personas inteligentes en instrumentos de entretenimiento para todas las edades e inteligencias? ¿O en realidad deberían entonar los lamentos aquellos consumidores que se han lanzado en masa a la piscina del ocio acompañados de un flotador en el que se puede leer “yo también pertenezco al océano de la sociedad del consumo”?

En suma: La cuestión del Para qué se utilizan los adelantos tecnológicos de Silicon Valley es cosa de cada grupo: el de los servicios de inteligencia, el de defensa, el de los periodistas, el de los bancos comerciales, el de las empresas de seguridad, el de las empresas de energía, el de los mercenarios, el de los terroristas, e incluso el grupo de los demás grupos, - o sea: el de consumidores.

“The current digital age has been dominated by online advertising and shopping, as well as social media and video-sharing platforms”

La reprimenda de Karp sigue. Mi confusión también. Repito: En todas las edades humanas, digitales o no, el comercio ha jugado un papel primordial. No por el comercio en sí, sino por las posibilidades que proporcionaba al comerciante, esto es: la persona que ejercía el comercio, de enriquecerse. Unos vendían alfombras, y otros, los mercenarios, vendían sus capacidades de lucha. Ahora se vende tecnología. El inventor cuenta su éxito según dos tipos de beneficios: el económico y el de la fama. Si Virginia Woolf, mujer, prefería su independencia económica antes que el derecho al voto, no veo por qué un inventor haya de despreciar el rédito económico que su ingenio le proporciona en favor de una fama que no le permite comer.

Seamos sinceros ¿qué hay que recriminar a Silicon Valley? ¡Si la invitación a comprar gratis ha sido una constante en cada sitio y rincón del mundo!  ¡Pero si cada vez que Alemania volvía a su naturaleza ahorradora los periódicos publicaban sesudos artículos que mostraban su preocupación por la ausencia de consumo interno! ¡Pero si las empresas, y no sólo las empresas tecnológicas de Silicon Valley han abandonado a la república tecnológica y Occidente, para marcharse a países como China alegando que era un gran mercado, cuando lo que estaban ocultando es que era una gran fábrica! ¡Pero si China ha casi regalado sus móviles y aparatos tecnológicos! Y luego, cuando se descubrió que lo que China escondía era una gran fabrica mundial esos mismos empresarios que habían emigrado allí adujeron que la mano de obra en China era más barata.  Y cuando finalmente se acabó sabiendo, por aquello de que “todo se sabe”,  que la cuestión principal no era el coste de la mano de obra, sino que era el hecho de que  la instalación de grandes estructuras permitían grandes cantidades de producción lo que abarataba cualquier producto además de las grandes facilidades que se concedían a las empresas y a sus integrantes, se originó un gran revuelo que se serenó pasado un tiempo y las aguas, como de todos es conocido, no han tardado en volver a sus cauces. “Pelillos a la mar”. Ustedes ya saben. Handelsblatt. 19.08.2025 “Nvidia soll an neuem KI Chip für China arbeiten” (….) Um den technologischen und militärischen Aufstieg Chinas zu bremsen, haben die USA den Export von Hochtechnologie in das Land immer stärker eingeschränkt. Nvidia reagierte jeweils mit der Entwicklung neuer, abgespeckter Variante seiner KI-Chips, um den jeweils geltenden Bestimmungen gerecht zu werden. China ist für den Konzern ein wichtiger Absatzmarkt, der im vergangenen Geschäftsjahr etwa ein Sechstel zum Gesamtumsatz beigetragen hat. Die US-Regierung hatte den Verkauf von H20-Chips erst von Kurzem wieder erlaubt. Als Gegenleistung für eine Lockerung der Beschränkungen muss der Konzern aber 15 Prozent der Einnahmen aus seinem China-Geschäft an die US-Staatskasse abführen. Ähnliche Auflagen gelten für den Export des KI-Chips MI 308 des US-Konzerns AMD. Der Zugang zu westlicher Hochtechnologie ist ein wichtiger Punkt in den Handelsgesprächen zwischen China und den USA.

En fin… No he publicado todavía este artículo y la realidad real llama a la puerta. Más que llamar, aporrea. Por tanto, me parece injusto culpar a Silicon Valley por querer ganar dinero, mucho dinero, cuando muchos quieren lo mismo. Silicon Valley lo ha conseguido. Los otros, que también lo querían, simplemente lo han deseado. Los compradores, unos lo han disfrutado y otros han utilizado ese Knowhow para relevarlos en su primacía en el mercado.

El “Estado del Bienestar,” que ha pasado de ser un “Estado del Bien Estar” a convertirse en un “Estado del Bien Quedar” es, lo reconozco, una gran estupidez, pero la estupidez hay que atribuirla a los compradores más que a los vendedores. ¿Son todos los compradores estúpidos? No. Sólo aquellos que utilizan lo que compran para estupideces.

¡Pensemos en un producto como Paypal! ¿Es útil porque facilita la compra de cosas necesarias, o es un método rápido para que el consumidor pueda comprar cosas que en absoluto necesita? ¿Y dónde situamos la importancia del coche eléctrico? ¿En el software o en su noble contribución a la salvaguarda del medioambiente? El software ¿Para qué? Pues para lo de siempre: unos para controlar y otros para escuchar música.

¿Es esto un fenómeno nuevo? No. Piensen ustedes en el radar, en la radio, en los teléfonos, en la televisión, en las cámaras de fotografía y de grabación… Todos ellos son inventos tecnológicos cuyas utilidades son tan variadas como sus usuarios.

 “The market is a powerful engine of destruction, creative and otherwise, but it often fails to deliver what is most needed at the right time.”

Hombre, esto no es algo propio del mercado. Esto -reconozcámoslo- es algo inherente a la naturaleza humana. El mercado, en tanto que humano, adolece de las mismas virtudes y fallos que quienes lo han organizado. Lo que me preocupa es que Karp identifique una y otra vez “mercado privado” con “Silicon Valley” y que afirme que éste abandonó sus utopías en aras del utilitarismo. La sociedad, cualquier sociedad, no sólo la occidental, no sólo la americana, ha consumido y ha sido consumista siempre que sus posibilidades económicas lo han hecho posible. Iba a decir que ha sido consumista hasta allí donde sus posibilidades económicas se lo han permitido, pero todos sabemos que la fiebre consumista ignora las posibilidades reales y se alza sobre ellas a base de fórmulas matemáticas inexactas, por no decir falsas, y de slogans publicitarios que, a base de decir tanto, no dicen nada. ¿Utopía? ¿A estas alturas de la Humanidad? Las Utopías o generan dinero en forma de libros, conferencias, revueltas y revolucionarios o no son.

“We can- we must – do better.” – asegura Karp. Y ofrece la explicación:

 “The central argument that we advance in the pages that follow is that the software industry should rebuild its relationship with government and redirect its effort and attention to constructing the technology and artificial intelligence capabilities that will address the most pressing challenges that we collectively face. The engineering elite of Silicon Valley has an affirmative obligation to participate in the defense of the nation and the articulation of a national project -what is this country, what are our values, and for what do we stand- and, by extension, to preserve the enduring yet fragile geopolitical advantage that the United States and its allies in Europa and elsewhere have retained over their adversaries.”

Tras haber leído este párrafo me asaltan nuevas preguntas. Según esto:

¿Significa la frase “We can -we must- do better” tener más poder, más nacionalismo? ¿Quién es “we”, “nosotros”?

¿Las personas y los grupos con los que Karp lleva discutiendo casi una década sobre los mismos temas y sobre los que todos están absolutamente de acuerdo excepto, si cabe, en pequeños detalles sin importancia, al menos no al principio de su marcha al “Hard Power”, con el “Hard Power”, a la “Soft Belief”, con la “Soft Belief”?

Si la cuestión se refiere a los Estados Unidos como nación y a Europa como aliado, ¿qué significa exactamente “nosotros”? ¿Es el Occidente una unidad o es más bien la composición formada por Estados Unidos y por los aliados de Estados Unidos? ¿Cuál es la relación que mantienen los aliados entre sí? ¿Les une únicamente la alianza que todos ellos tienen con respecto a los Estados Unidos?

 La frase “fragile geopolitical advantage that the United States and its allies in Europe and elsewhere have retained over their adversaries”, ¿permite deducir que Occidente no es únicamente Europa sino todos aquellos países estén donde estén (elsewhere) que sean aliados de Estados Unidos? Esto desde luego permite admitir que Australia, por ejemplo, es Occidente.  ¿Pero qué hacer con aquellos países que, siendo política, militar e incluso económicamente aliados de Estados Unidos, profesan otra religión y otra cultura distinta de la de los Estados Unidos? ¿Se les puede considerar también pertenecientes al Occidente, o sólo hasta un determinado punto? Quiero decir: ¿Hay varios niveles de aliados y según esto varios niveles de pertenencia al Occidente? Y lo más difícil de precisar: ¿cómo y dónde se establecen los límites que marcan las fronteras entre los distintos niveles? ¿Quién los determina?

Esto es tan complicado de entender para mí como el hecho de que en la primera página Karp incluya una cita en la que se contrapone fanatismo con liberalismo, lo cual ya saben ustedes que me resultó extraño, aunque al mismo tiempo intuyo que Karp la ha elegido para remarcar su declaración como liberal, libertario incluso, (que es lo que aquí me interesa remarcar), para, a continuación, defender los intereses nacionales a nivel tecnológico, donde tecnología significa -definitivamente lo significa – sinónimo de consumo, defensa, ataque y control.

Si Karp hubiera escrito que él no tiene nada en contra de toda esa masa de individuos que se abandonan al consumismo de los productos digitales, como se dejaron caer en el consumismo de los productos de última novedad las generaciones que les precedieron pero que a sus ojos, los de Karp, es fundamental que el Estado asuma su función y su responsabilidad de protección aumentando los esfuerzos en educación – verdadera educación y no sólo aprendizaje de slogans, sean los que sean esos slogans o frases fórmulas o panfletos- yo lo hubiera entendido.

Si Karp hubiera afirmado que un Estado se compone de una sociedad que ha de ser culta y cultivada en libros, música y arte y no sólo en marihuana, alcohol, estupidez y batallas campales en colegios, universidades y calles, yo lo hubiera comprendido.

Si Karp hubiera llamado la atención al Estado con la queja de que una sociedad de personas libres que, libremente, fabrican y consumen tecnología, necesita un Estado fuerte que esté en posición de defender a sus ciudadanos de ataques del exterior e incluso de proteger a sus ciudadanos de sus propias estupideces, estableciendo límites a ese ocio, los límites de su cuenta bancaria, de manera que ninguno termine ni muerto ni consumido por las deudas del juego, el casino bursátil incluido, yo habría entendido a qué se refería.

Pero lo que no entiendo es como un liberal que es amigo y compañero de reconocidos libertarios afile su espada contra el mercado privado, que es, por definición, mercenario, por definición siempre ocupado en incentivar el incremento del consumo y el lector termine creyendo que el mercado privado es responsable de la debilidad del Estado porque el Estado es un ingenuo que se ha dejado engañar “a remarkable and near-total placement of faith in the market”, al tiempo que abronca a Silicon Valley por gastar sus energías en crear consumismo fácil y rápido más que en ocuparse de la seguridad de ese débil e ingenuo Estado. “focusing its energy on narrow consumer products, rather than projects that speak to and address our greater security and welfare”.

Lo que Karp no concibe es que las conductas del Estado y del Mercado Privado sean la consecuencia de las teorías sincréticas de los teósofos que han ido adaptando sus mecanismos de generar dinero con el tiempo, y eso incluye la transformación del lema de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Fraternalmente nos lanzamos todos a la piscina del ocio con el flotador del consumo. Nos lanzamos libremente lo cual significa la abolición de la figura de la madre dron, helicóptero. Se trata de practicar la libertad en deportes de extremo riesgo. Y somos todos iguales porque todos somos hijos de Dios y por ese motivo el Estado, en materia de Educación, ha de renunciar al ideal del mérito para ejercer la igualdad en forma de un aprobado general, aunque ese aprobado general desmotive a los mejores y no incentive a los vagos y en forma de un “aquí cabe todo el mundo. Llama y se te abrirá, si no la universidad pública, la privada bajo previo pago. Porque esto es una República, pero la educación no es republicana, sino privada y adinerada.”   

 Si todo esto no lo entiendo, mucho menos aun entiendo que un Estado responsable sea aquél que se transforma de nación consumista “peace” “haz el amor (sexo) y no la guerra” a un Estado Nacional que, de todas formas y puesto que ha de prepararse para la guerra defensa, consume igualmente tecnología.

Adónde quiero llegar es que me invade la sospecha de que muchos se acuerdan del Estado y de la responsabilidad del Estado e incluso le exigen responsabilidades en el mismo instante, no antes, en que las empresas empiezan a ver disminuir sus beneficios en lugares tales como China, puesto que los chinos han creado sus propias empresas con el howknow de las empresas que imbuidas del espíritu de la avaricia se marcharon allí y allí siguen. Muchos de esos empresarios aseguraban con soltura y con la convicción de las gotas “creo mundos con mi mente….”,  que harían dinero en diez años y con lo que allí ganaran vivirían el resto de sus días. Fue la época en efecto, en los que las empresas, y no sólo los consumidores, practicaban el “usar y tirar”. Fundaban empresas, les sacaban rédito y las vendían. Y así con todo: coches, casas, mujeres e hijos.

Pero los tiempos de las vacas gordas llegan a su fin. En Estados Unidos, en China, en Europa y en todas partes. Y, como dijo una vez mi amigo Carlos Saldaña, cuando la gente se aburre, ha ganado todo lo que tenía que ganar y los negocios empiezan a fallar, entonces, inevitablemente, empieza el negocio de la guerra, que es lo que inevitablemente está sucediendo ahora. Y todos los Estados de este mundo global, o sea, mercantilizado se prepara para ello: Estados Unidos, China, Rusia, Europa. Y los capitanes de los frentes empiezan a hablar en términos de aliados.

“The rise of artificial intelligence, which for the first time in history presents a plausible challenge to our species for creative supremacy in the world, has only heightened the urgency of revisiting questions of national identity and purpose that many had thought could be safely cast aside.”

¿Alguien puede entender los mareos que frases así provocan en mi cerebro? Entiendo que la Inteligencia artificial suponga un desafío a la especie humana. Pero que ese desafío sea para la supremacía creativa en el mundo…. ¡Qué puedo decir! Creatividad de creatividades, todo es creatividad. Si se otorga al término “creatividad” un significado tan amplio, habremos de aceptar que tan creativos han de ser el ladrón y el asesino, como los policías, tan creativo el estafador para estafar, como la posible víctima para no lograrlo. Para abreviar: O Karp ha utilizado “supremacía creativa en el mundo” con el mismo significado que el término “Arte” tiene en el Libro “El Arte de la Guerra” o, una, que soy yo, no comprende nada.  La suprema creativa en el mundo no nos la proporcionará ni la Inteligencia Artificial ni los desafíos que la Inteligencia Artificial entraña. La especie humana ha ejercido la supremacía creativa desde que el mundo es mundo. De hecho, si de algo estoy convencida, es de que la Inteligencia Artificial representa más bien un reto a la supremacía de la creatividad humana más que una posibilidad. Desde luego un reto a que el ser humano intente por todos los medios oponerse a ser lo que los compañeros de Odiseo eligieron: cerdos bien alimentados, bien cebados y bien sacrificados.

“We might have muddled through for years if not decades, dodging these more essential matters, if the rise of advanced AI, from large language models, to the coming swarms of autonomous robots, had not threatened to upend the global order.”

Nuevamente he de hacer frente a mi asombro. ¿Quiere decir Karp que de no ser por los desafíos de la Inteligencia Artificial (robots incluidos) todo hubiera seguido igual?

Francamente, lo dudo. Lo dudo porque la estupidez de los humanos siempre encuentra algo con lo que desarrollarse, haya o no haya internet, haya o no haya Inteligencia Artificial. En los tiempos en que el gran desafío a la inteligencia venía de la mano de la televisión se llevó a cabo un experimento, a fin de determinar si la televisión atrofiaba la inteligencia, o no. Lo que la realidad real mostró dejó a todos boquiabiertos. A todos, claro, menos a mí. El experimento había mostrado que la televisión hacía a los tontos, más tontos y a los inteligentes, más inteligentes. Realmente creo que no hubiera hecho falta de experimento alguno para llegar a una verdad que en manifiesta y notoria con o sin televisión. Vayan ustedes al parque y observen a los niños que allí juegan. Unos no se separan de las faldas de sus madres, otros desaparecen en cuanto llegan y cuando se sabe de ellos hay que correr a salvarlos porque, al igual que les sucede a muchos gatitos aventureros, han sabido subir al árbol, pero no bajar de él.  Unos hacen castillos y otros los destruyen. Unos se dedican a filosofar sobre las hojas y otros a mascarlas.

Con la Inteligencia Artificial es lo mismo, sólo que a los inteligentes les costará más esfuerzo mantenerse a salvo, tanto de los mediocres como de los inactivos. Un amigo mío, hombre esforzado e inteligente y que, por esa misma razón, no estaba dispuesto a que su hijo cayera en ninguno de los dos agujeros negros que acosan a los niños y jóvenes hoy en día, tomó cartas en el asunto. Introdujo a su hijo en el manejo del ordenador para mostrarle cómo había que programar para introducir modelos que después pudieran imprimirse en impresoras 3D. Es una posibilidad, desde luego, que no todos los padres pueden ofrecer a sus hijos. Una amiga mía, profesora de instituto, seria feliz si en su clase hubiera tres o cuatro alumnos de ese tipo. La realidad a la que ella ha de enfrentarse es otra muy distinta: los alumnos utilizan la Inteligencia Artificial para hacer sus deberes con el argumento de que es lo mismo copiar de una Enciclopedia que de lo que la Inteligencia Artificial dicta. No. No es lo mismo. Para consultar una Enciclopedia el alumno debe saber, por lo menos eso, el abecedario.

Interesante es la referencia que Karp hace con respecto a los diferentes modelos de lenguaje y su nexo con la idea de amenaza al orden mundial. Finalmente, alguien se atreve a hablar de “modelos de lenguaje” y la amenaza que conllevan. No lo dice expresamente es verdad. Pero el hecho de que lo nombre, ya es mucho. En estos momentos, el desafío de la Inteligencia Artificial no es el de aprender a usar el Logos, puesto que éste, el Logos, ha sido declarado muerto. El reto que la Inteligencia Artificial presenta es la de ofrecer una multitud de modelos de lenguaje, y con ello de pensamiento, y con ello de creencia y de ideología. Esos modelos de lenguaje son modelos de adiestramiento y de uniformización del pensamiento, de la creencia y de la conducta del ser humano. Así que la primera lucha que se plantea es la de qué modelos de lenguaje se introducen, quién los introduce y para quién y para qué se introducen.

En cuanto a los robots (swarms of autonomous robots) es posible que asistamos a una protesta similar a la de los iconoclastas. Unos rompían tallas de arte por motivos religiosos y los iconoclastas actuales destrozaran robots por motivos de supervivencia laboral. Estamos en un sistema hegeliano en el que las amas de casa, que son las únicas verdaderas antisistema, han quedado marginadas y relegadas de la sociedad. Será el terror de los hombres a convertirse en sin-sociedad la que les hará convertirse en los nuevos iconoclastas. Así que hemos de reconocer que tan amenazados están por los hombres como los hombres por los robots. Hasta el momento el único libro que en mi opinión conserva su validez respecto a este tema es “Robot”, de Isaac Asimov.

Aparte de cómo evitar que la estupidez se incremente, y el paro aumente, el tercer desafío que plantea la Inteligencia Artificial es el de cómo mantener la libertad en un sistema que nos cerca y que esta guardado por una Inteligencia Artificial que nos vigila. En una situación así, la única amenaza para el orden mundial actual es el que van a constituir el de “los escapistas”, “los viajeros astrales”, “los sótanos de traumas y no salgo”, “las catacumbas de nigromantes y chamanes”, y en fin, todo lo que permita dejar el cuerpo en un sitio y largarse con la mente a otra parte.

¿Qué grupo se alzará con la victoria?

Lo saben ustedes y lo sé yo: los maltusianos. Es cuestión de paciencia y tiempo. Los maltusianos poseen ambas.

Lo que, sin embargo, tampoco acierto a comprender es que después de algo tan serio como es hablar de la amenaza al orden mundial, Karp cambie radicalmente de tema y regrese nuevamente al de la relación entre sectores públicos y sectores privados

“Others might prefer or advocate for a more careful and deliberate division between the domains and concerns of the private and the public sectors.”

Más adelante, Karp aboga por una pausa, lo cual supongo que significa que Karp en modo alguno prevé un fin a este panorama. Pausa o tregua, el conflicto entre ambos sectores continúa. En mi opinión, que no es exactamente la opinión de Karp, la división entre ambos sectores es tan sana y provechosas como recomendable. Una fusión es o “un nirvana aquí y ahora” o un Estado totalitario en el sentido de total o una empresa totalitaria, en el sentido de total. Uno no puede ser comunitarista y liberal al mismo tiempo. Los valores comunistas no son los liberales; lo mismo pasa con el sector público y el sector privado. No son lo mismo y, consiguientemente, cada uno de ellos ha mantenerse con respecto al otro en la misma relación en la que se mantiene el arco y la flecha, la lira y sus cuerdas: en relación tensa y preparada.

Un Estado liberal con valores comunitaristas no sé exactamente qué puede mantener de liberal. A no ser que el liberalismo americano sea un liberalismo que no tenga nada que ver con la ilustración, ni con los valores de la Ilustración.

A ver, un regreso al pasado es un imposible. Detener a las revoluciones cuando se han puesto en marcha es un imposible. Durante el cónclave estuve estudiando superficialmente la historia de los Papas. A lo largo del siglo XX muchos Papas considerados como tradicionalistas, casi retrógrados, ocuparon la silla de Pedro. El resultado fue que la mano dura todavía avivó más los ánimos revolucionarios y muchos de los que hasta entonces habían sido moderados, se unieron a la lucha, no por la lucha en sí, sino para poder respirar.

“Too many leaders are reluctant to venture into the discussion, to articulate genuine belief – in an idea, a set of values, or a political project – for fear that they will be punished in the contemporary public sphere.”

Este pasaje me provoca una alegría inusitada. ¡Al fin ser bruja, ser declarada bruja desde el instante mismo de mi nacimiento, tiene alguna ventaja! ¡Acabáramos! ¿Miedo a ser penalizadas por la esfera pública contemporánea? ¿Una bruja? ¡Pero si somos castigadas hagamos lo que hagamos y digamos lo que digamos desde el mismo instante en el que abrimos los ojos! Una bruja no tiene miedo a hablar. Dios le ha puesto la fuerza del alma en la lengua. Callarse es lo último que hará. No. Una bruja no tiene miedo a hablar. Mucho menos a una esfera pública a la que nunca ha pertenecido ni ha sentido deseos de pertenecer porque el mismo Dios que ha consentido en que esa bebé fuera declarada bruja, es el mismo el que le ha concedido el don de la independencia y autonomía de la que las bestias, como yo, requieren y precisan para nadar en la soledad, su soledad, con la misma soltura y alegría con la que los delfines nadan en el mar. Una bruja debe salir de su cabaña y dirigirse al mercado a adquirir provisiones, igual que el delfín ha de salir del agua para respirar antes de volverse a zambullir en las aguas marinas.

¿Qué es, pues, lo que nos impide a las brujas como yo a hablar y a ser escuchada?

Eso lo capto al vuelo: ¡Nuestra falta de liderazgo! ¡Un hurra para mi inteligencia!

No obstante: definan "lider" en tiempos de gotas que quieren ser olas con sueños de tsunami-maremoto.

El follón aparece nuevamente cuando Karp escribe:

“We hope that this book, including by its very existence, suggests that a far richer discourse, a more meaningful and nuanced inquiry into our beliefs as a society; shared and otherwise, is possible – and, indeed, imperative. Those in the private sector should not cede this terrain to others in academia and elsewhere out of a perceived lack of authority or expertise. Palantir itself is an attempt -imperfect, evolving, and incomplete -at constructing a collective enterprise, the creative output of which blends theory and action.”

Nada, absolutamente nada, contra el sector privado, y nada, tampoco nada, contra el sector público. Yo soy de esas que comprende que un vaso puede ser contemplado como una manufactura de arte, como modelo para el pintor, como objeto de estudio científico, como instrumento para beber, como una prueba para presentar en el tribunal… Pero lo que me resulta muy difícil comprender es la idea de que el sector privado, - que está compuesto de una multitud de empresas con diferentes capitales y dirigidas por el instinto de la competencia-, por un lado, no ceda el terreno, pero por otro, haya de dedicar sus esfuerzos a construir una empresa colectiva. Con independencia de cuánto de creatividad tenga esa empresa colectiva que parte de la colectividad del sector privado, ¿quién lo dice? Hasta donde yo he acertado a comprender lo dice “we” (nosotros), que -hasta donde yo he leído- se opone a esos “others”, (otros) empeñados en mantener la férrea distinción entre sector público y sector privado.

Hora es pues saber quién es ese “we”.

“We” es Palantir. Un intento imperfecto en cuya unidad se desarrolla la teoría y la acción. La acción es el desarrollo del software, la teoría -o al menos los comienzos de la articulación de esa teoría- es lo que el libro de Karp explica.

“The company´s deployment of its software and its work in the world constitute the action. This book attempts to offer the beginnings of an articulation of the theory.”

Muy bonito, pero yo sigo sin enterarme de lo que Karp pretende. ¿Se trata de Palantir en la República Tecnológica, o de Palantir en el Occidente tecnológico, o de Palatir en el mundo tecnológico o de Palantir en el mundo?

Compréndanme ustedes a mí: Nada contra Palantir, nada contra Karp, ni contra el sector privado, ni contra el sector público, ni contra la tecnología, ni contras las repúblicas, ni contra occidente ni contra el mundo. ¡Uf!

Pero tendrán que convenir conmigo que Karp no se termina de aclarar. Demasiado trabajo, lo entiendo. Pero no termina de exponer la idea que quiere exponer ni siquiera en el Prefacio. Y así empieza identificando a Silicon Valley con el sector tecnológico, el sector tecnológico se convierte el privado y el privado en consumista. Después enfrenta a sector tecnológico-privado-consumista-egoísta a Estado- sector público- que ha faltado a sus responsabilidades- ingenuo. Y después introduce la Inteligencia Artificial y dice que la Inteligencia Artificial supone una amenaza para el orden mundial. Y poco más tarde parece negarse a que se mantenga la separación entre sector público y privado, pero como muy posiblemente él mismo comprende que esta división es un hecho insalvable, propone una pausa, que suena a tregua. Y yo me pregunto si esta pausa determina la “no agresión” o una fusión entre ambos sectores. Y esta sospecha crece en las últimas líneas, al tiempo que aumenta mi impresión de que en esa fusión que supone la existencia de una empresa (Enterprise) colectiva, Karp pretende dejar el cuidado de los valores al Estado mientras que de todo lo demás se hace cargo, sin ceder el terreno a nada ni a nadie, el sector privado.

Como ustedes apreciarán son demasiadas ideas, demasiados puntos contradictorios. No hay muchas variables, eso es verdad, pero las pocas variables que existen se enredan de tal manera que resulta prácticamente imposible considerarlas adecuadamente.

Hubiera sido mucho más fácil escribir: "La empresa privada está alcanzando sus límites de logro de beneficios. Ello exige que la empresa privada ponga en marcha la consigna: "Salir de la zona de confort (porque allí ya no hay confort) y reinventarse (para llegar a otra zona de confort)". Por su parte, el  Estado se ha comportado como un ingenuo irresponsable creyendo que la consecución de la Paz eterna, de la que Kant habla, depende de la paz del mercado. Cualquier comerciante sabe lo que dura la paz que proporciona  la Paz en el mercado privada. 

La situación actual a la que nos enfrentamos es pues,  la siguiente: La paz en el mercado ha quebrado y el Estado, que, por ingenuo,  ha descuidado la defensa de la República, se encuentra indefenso. Palantir es una nueva empresa privada que pertenece al campo de la industria armamentística y defensa.  Nuestros sistemas, desarrollados por una empresa privada de alta tecnología, son  los que mejor pueden defender a los Estados Unidos de sus enemigos, aunque todavía están en fase de desarrollo. Los hacemos nosotros porque si no lo hiciéramos nosotros, lo harían nuestros competidores. Le ofrecemos a los Estados Unidos el producto, de nuestra empresa, una empresa puntera y altamente innovadora dentro de la industria de armamento y defensa, por patriotas, porque sabemos que le puede proporcionarle grandes ventajas con respecto a sus enemigos. El Estado sólo puede salir de su situación de ingenuidad y de inmadurez en la que actualmente se encuentra si adquiere nuestros sistemas de defensa y control.  No obstante, avisamos de que aunque somos una empresa responsable que desea proteger los intereses de occidente somos  ante todo una empresa privada que desea vender sus productos.  "Lo que constituye la acción de Palantir es el desarrollo de su software y de su trabajo en el mundo". Consecuentemente, si los Estados Unidos y los aliados no adquieren nuestro producto, nos dirigiremos a otros potenciales compradores.”

Un párrafo así habría sido claro, conciso y preciso. Habria entendido que su reprimenda a la inacción del Estado no es como la de otras muchas empresas que sólo se acuerdan de que tienen una madre cuando otros más fuertes cogen el chocolate antes que él o cuando sencillamente ya no queda. No. Aquí los motivos son otros. Karp reprocha la ingenuidad del Estado como estrategia mercantil. Lo que separa a Palantir de Silicon Valley no es su naturaleza intrínseca. Todas ellas son empresas privadas. Lo que separa a Palantir de Silicon Valley es que Silicon Valley representa a la empresa privada para el consumo civil y Palantir es una empresa privada que pertenece al sector de las empresas privadas de armamento,  de defensa y seguridad o control,  como ustedes prefieran. Lo que la crítica de Karp a Silicon Valley encierra es, en mi opinión,  una llamada a sus ingenieros y científicos a que se unan a ellos. Esa, al menos, es lo único que me permite entender el reproche de Karp a los inventores e investigadores de Silicon Valley por dedicar la fuerza de sus cerebros a simples productos comerciales de consumo rápido. 

Valores liberales, comunitaristas, ilustrados...¡Qué más da si esos valores ayudan a la construcción en vez de destruir! ¡Hombre! Los valores comunistas sirven como base: la base que todo proyecto necesita.  Después pueden introducirse otros valores. Ya se irá viendo. Esto, creo yo, es siempre así por una razón muy sana: los valores, igual que las normas,  han de servir al Hombre. No al revés. Para ser sinceros, yo me conformaría con que los escolares fueran escolares individuales y no gotas, y que en los colegios se impartiera más conocimientos para las mentes y más amabilidad para los corazones en vez de lo que ahora son: lugares donde las mentes aprenden ideología y los corazones liderazgo de olas con sueños de tsunami. Y eso se intensifica en la universidad y en el mundo laboral. 

 En fin. A qué negarlo: lo único que ha salido a mi encuentro mientras empezaba a leer el libro de Karp ha sido una multitud de preguntas. Más incluso de las que he dejado aquí expuestas. Reitero mis disculpas al señor Karp. Sin duda alguna él escribe para un público mucho más cualificado que yo.

Feliz de haber terminado esta entrada. 

La bruja ciega.