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Thursday, March 23, 2017

Un consejo final antes de partir

Mientras sigan existiendo sabios que afirman eso de que los niños tienen derecho al castigo y que hay que dejarlos encerrados en su habitación aunque pataleen, con las mismas palabras y con el mismo tono que seguramente emplearían para defender que los delincuentes tienen derecho a ser castigados, a ser encerrados en cárceles y a no dejarlos salir de allí aunque protesten, será necesario, imprescindible diría yo, que existan Oscar Wilde que escriban el “De Profundis” y Brujas ciegas que denuncien que tales prácticas, lejos de educar a niños, forma rebeldes, cria fascistas, manipula y deforma los buenos sentimientos en sentimientos de autoculpabilidad y reproche, debilita el juicio crítico y la reflexión. En definitiva: tales prácticas imponen el orden que dictan los fuertes. Se impone el acatarlo. Cualquier tipo de rebelión será castigada. Cuanto mayor sea la desobediencia más duro será el castigo.

Genial teoría.

Y lo peor. Esta ideología, porque a esto hay que denominarlo “ideología”, vende. Es más fácil ser un tirano que un maestro. Dominar al débil, modelarlo a nuestro gusto, sentirnos dioses aunque al salir por la puerta regresemos a nuestros puestos de pigmeos, con perdón de los pigmeos.

Esta ideología psico-pedagógica es falsa.

Falsa y mezquina.

Si la siguen, los malos seguirán siendo malos porque aprenderán que el mundo se divide en dominadores y dominados pero adoptarán la máscara de la hipocresía, del engaño, de las apariencias, de la realidad virtual, de la palabrería. Los buenos sufrirán de terribles traumas de culpabilidad, cualquier cosa en ellos les parecerá indigna y o bien se convertirán en masoquistas, o en indolentes o en fanáticos del  Orden Eterno e Inmutable. Los sabios abandonarán la sabiduría y el conocimiento porque la sabiduría y el conocimiento siempre pone en tela de juicio lo establecido y cuestiona el poder organizado. Los normales sobrevivirán en una normalidad mediocre, asfixiante, donde cuenta únicamente el pasado, lo tradicional, la costumbre, lo dado que es lo que se transmite. La normalidad será una normalidad no pensante, no racional. La normalidad será una normalidad tarada en lo que han dicho los abuelos y los bisabuelos, no en lo que muestra el sentido común o simplemente el progreso. ¡Progreso! ¡Qué terrible palabra para algunos! ¡Como si el progreso fuera sinónimo de guerra nuclear! Y sí, es cierto. El progreso hace posible la guerra nuclear. Pero no sólo eso. No sólo eso.

La falta de cultura lleva aparejada inevitablemente la falta de humanidad. Poco importa el cargo y la función que se ostente. Lo sabemos todos al menos desde los tiempos de Lutero: el honor social no es algo del que gocen los sabios y los hombres de pro. Cuántos hombres honestos no han tenido que huir!. Ya lo dijo Aristóteles en su día al reconocer que había huido para que no se cometiera una segunda injusticia contra los hombres de mérito. El primero en caer había sido Sócrates. Una suerte que Aristóteles se tomara a sí mismo en serio con independencia de cómo lo tomaran los demás.

La falta de cultura. Lo digo y lo repito. Vivimos en la cultura de la anticultura. Y todo ello porque la cultura no es una ideología, ni una religión, no es un puesto laboral. La cultura es mucho más. La cultura es aquello por lo que un hombre puede ser llamado hombre y no asno y no obstante, fíjense: ni siquiera los asnos pueden ser llevados siempre por donde se quiere. A veces se resisten pese a los golpes.

¿Para qué la cultura? Para despertar el espíritu; para canalizar la energía. Pero ni el espíritu ni la energía se levantan a base de castigos. Los castigos duermen al espíritu y provocan cortocircuitos en la energía. Poco importa que esos castigos consistan en propinar golpes físicos, en enclaustar al culpable o en maltratarlo psicológicamente. La falta de cultura ha desterrado incluso a Dios para en su lugar colocar a unos pobres jueces a los que la sociedad obliga a dirimir cientos de casos a cuál más baladí, a cuál más surrealista y que en principio podría resolver cualquier persona que gozara de un poco de sentido común; sentido común que no es sino el modo en el que la cultura reflexiona.

Intenten correr con sus hijos, a su lado, cuando noten que lo que necesitan es aire libre. Déjenlos a solas con un libro o con un cuaderno si es esto lo que prefieren. Intenten comprender qué es lo que quieren, qué es lo que necesitan. Cada niño es un mundo. Algunos precisan de veredas y caminos que descubrir y otros, en cambio, anhelan edificios que construir. Algunos aman Lego y otros Play Mobil. Hay quienes no salen de la piscina y otros que no entran en ella.

Y sí, es cierto. Del mismo modo que uno no se puede atiborrar de dulces, tampoco es posible atiborrarse de ordenadores, videoconsolas y demás. Pero díganme ¿quién le compra los pasteles? ¿quién los ordenadores? ¿quién repite hasta la saciedad lo listos que son los niños de hoy en día porque saben utilizar las redes sociales y servirse de la técnica mejor que sus ancestros? ¿quién sirve en bandeja la imagen de padres tontos sumidos todavía en la adolescencia?

Y la esquizofrenia:

O los padres tienen que educar y si no saben, han de acudir a los experimentados abuelos a pedir consejo –igual que se acudía al patriarca en tiempos no tan lejanos, (Ya he leido algunas voces de lectores que se quejan de la muerte del patriarcado-matriarcado), aunque los tiempos hayan cambiado, aunque las necesidades sean otras, aunque el tiempo del patriarcado haya quedado obsoleto por insuficiente.

O los padres tienen que educar y los abuelos tienen que maleducar y consentirlos.

Mi consejo: No hagan caso ni de lo uno ni de lo otro.

Con ello se está olvidando y obviando que la educación es un todo. No se puede jugar a policia bueno y policia malo. No se puede jugar a aquí los dulces son malos y allí buenos. Los abuelos –aceptémoslo- son adultos camino de la infancia. Si los crios no saben cuándo han de dejar de comer pasteles, los abuelos tampoco. Quizás hoy se viva más, quizás hoy se viva mejor, pero los achaques son los achaques. En otro caso estarían los hospitales y las residencias de ancianos vacias y no lo están. Los abuelos compran pasteles a los niños porque ellos mismos adoran los dulces. Si no, créanme, se los prohibirían. Y puestos en educar, intenten educar a los abuelos como los abuelos dicen que los padres tienen que educar a los hijos. Será divertido observar cómo los sacrosantos imperators se rebelan. ¿Cómo pueden aprender los niños la empatía si no se es empático con ellos, si se ha de obedecer a la primera? ¿cómo pueden ser los niños empáticos con los abuelos dementes a los que se les cae la baba si sus padres les gritan cuando son ellos los que se ensucian o tiran algo sin darse cuenta? Pero sobre todo ¿cómo pueden obedecer los niños a los padres si ven cómo los padres les piden a sus abuelos que no les den muchas “chuches” el fin de semana que los dejan con ellos y los abuelos les dan una bolsa llena de caramelos en cuanto notan que el coche se ha puesto en marcha? ¿cómo pueden los padres ejercer su autoridad si esta autoridad les es negada por los abuelos porque estos, a su vez, están empeñados en conservar la suya propia?¿de qué abuelos hablamos: de los dementes a los que se les cae la baba, o de los hedonistas que no querían saber nada de nietos porque ellos ya habían criado a sus hijos y ahora les tocaba a ellos criar a los suyos?

En fin, para qué seguir hablando, si algunos no se van a enterar de nada, porque es más cómodo idealizar el pasado. Ustedes recuerdan: ¡Tradición!

Curiosamente en esta ideología la tradición no significa dominación sino “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

 Acabáramos.

Y sí, es cierto: el mundo se desarrrolla en medio de violaciones, asesinatos, malos tratos, perversiones varias. Y yo que tengo la sangre mosquetera sería la primera en coger la escoba para atizar al primero que se atreviera a hacerle daño a alguno de mis amigos – independientemente de que ello conllevara la aplicación de mi “derecho a ser castigada”. Y sí, es cierto, el mundo no es el Paraiso,  pero desde luego la violencia del castigo, del llamado “derecho al castigo del criminal” (¡qué perversión del Logos!) no soluciona las cosas.

Hablen con sus hijos, jueguen con ellos, sean comprensivos, corríjanles únicamente cuando sea imprescindible, dejen que experimenten con sus emociones igual que experimentan con el agua mojada. El agua mojada y la tierra pueden ser barro que mancha pero también puede ser el material con el que se hacen los castillos más hermosos.  Si lloran e incluso si exigen no hagan uso de esa pedagogía negra según la cual los hijos son malos y la letra con sangre entra. No digan eso de “están limpios y comidos y no necesitan nada. El llanto es puro capricho”. A lo mejor les necesitan a ustedes, a sus brazos, a su calor. A su amor. Permitan que sean ellos los que elijan las actividades extraescolares. El deportista optará por el deporte y el sensible por la música; e incluso habrá algún solitario que preferirá la soledad de su habitación rodeado de libros de aventuras. Eviten la televisión y los ordenadores. Y no me refiero a sus hijos sino a ustedes. Es imposible prohibirles el consumo de medios si ustedes se pasan la vida dentro de ellos. El "cuando seas padre comerás huevos" ha dejado de tener sentido -suponiendo que alguna vez lo tuviera. Si quieren una frase slogan para afirmar su autoridad que sea mejor la de "Nobleza obliga". Sirvan a sus hijos. Conviértanlos en príncipes y a ustedes en sabios preceptores que consiguen con el ejemplo de su conducta y la sinceridad de sus actos lo que la vara no lograría nunca. No teman. Si alguna vez las necesidades de sus hijos se tornan en capricho y ustedes les muestran lo erróneo de su conducta, sabrán aceptarlo. El hombre que ha comido bien sabe cuándo el comer se convierte en gula.  Igual que el hombre que ha sido bien servido sabe valorar cuándo ha de permitir el descanso a su vasallo. Ahí si no, tenemos la prueba con "la sinfonía del adiós"de Haydn.
Y en lo que a la tradición se refiere, tomen de ella lo útil y arrojen a la basura lo inservible. Acepten de los abuelos la sabiduría, pero no tengan en cuenta la necedad que toda alma -incluso la de los abuelos- alberga. Como decía García Pavón en su libro "las hermanas coloradas": la vejez se hunde en los recuerdos pasados y se cierra a lo externo. La rigidez y la petrificación anímica que el paso del tiempo conlleva "nos deja totalmente como una cosa". Y esto -queridos lectores- quiere decir que la esclerosis no sólo afecta a las arterias sino también al alma. Por eso y no por otra razón me muestro tan escéptica a ese culto que observo se está haciendo cada vez más a los abuelos. Se derroca a Dios y se busca por aquí y por allá sustitutos: jueces, abuelos, psicólogos. Hombres con nuestras mismas miserias y nuestras mismas debilidades. Una de dos: o vuelven a situar a Dios en su sitio, o ustedes mismos se animan a seguir el consejo kantiano de "Sapere Aude", pero no busquen- es un consejo- sucedáneos.

En definitiva: olviden eso de que “quien bien te quiere te hará sufrir” porque es mentira y a lo más que sus hijos pueden llegar es a preguntarles lo mismo que Jesús en la Cruz preguntó al suyo: “Padre, padre, ¿por qué me has abandonado?

La bruja ciega.

Lo dijo Brecht, “no es la maldad lo que me enseñas: es su pobreza”.

Lo digo yo: “no es la maldad lo que me enseñas: son los valores que ha recibido lo que me muestras”.





Inspiraciones

„Inspirado por el terrorismo internacional“…. Hmm. Lo leo. Lo pienso. Reflexiono. Vuelvo a leerlo. ¿Frase slogan? ¿Resumen de una profunda investigación? ¿Algo que se dice cuando faltan las palabras porque los hechos superan lo imaginable? Esto último es lo más razonable, pero qué importa lo razonable. Lo realmente esencial son los titulares; así que de repente la frase se transforma y se hace aparecer como la conclusión, el resultado de una ardua e inquisitiva pesquisa. ¿Comprenden ustedes ahora por qué he decidido buscar cobijo en lares que no tienen nada que ver con la realidad real? Al menos una sabe lo fantasmagórico de esos parajes, que allí nada es lo que aparenta ser por más que nos obliguemos a cuestionar dónde termina lo irreal y dónde empieza el símbolo, la representación, la metáfora de aquello que consideramos la auténtica verdad.

Cuando lo fundamental en la realidad son los titulares y gracias a los titulares se convierten en un hecho las diferentes dimensiones cuánticas, los universos paralelos y qué se yo, que en realidad no son más que calculaciones matemáticas, combinaciones y posibilidades en un mundo que es ideal y racional, al estilo del mundo de las ideas de Platón y con los cuales los nominalistas tienen tantos problemas porque no saben cómo es posible bajar de ese mundo a este, ni siquiera con las escaleras que los racionalistas-idealistas dicen que es posible bajar, y por eso al final a Ockham no le queda más remedio que echar mano de la navaja, igual que Juan el de las habichuelas se ve obligado a cortar el árbol que le lleva hasta las nubes donde habita el gigante (eso sí, después de haberse procurado unos cuantos tesoros de los que albergaba el mundo del coloso)

“Inspirado por el terrorismo internacional” ¿Qué diantres significa esta frase? ¿Es que de repente el terrorismo internacional se ha convertido en una de esas musas que insuflan en el alma del poeta bellos versos no de amor pero sí de muerte? ¿Cómo se pueden utilizar  y, sobre todo, cómo se pueden repetir vocablos que seguramente han sido dichos al paso, sin pensar, por decir algo cuándo la cabeza da vueltas ante lo incomprensible, y la muerte siempre es incomprensible cuando es violenta, con esa tranquilidad? Alguien lo usa como titular y todos lo repiten. ¿Dónde está la independencia?

¡Inspirado! ¡Valiente, temeraria palabra! Y justo por eso se convierte en la frase de la mañana.

No. No es eso lo trascendente. No es a esa pseudo-explicación –pseudo no sólo por no comprobada sino por incomprobable puesto que el terrorista ha sido abatido y nunca más podrá aclarar si sencillamente fue inspirado por el terrorismo o él mismo era un terrorista. ¿Inspirado porque no pertenecía oficialmente a una organización terrorista? ¿Inspirado porque murió sin ser pagado? Los ideales no necesitan de sueldos a lo mercenario. Eso también deberían saberlo los que con tanta rapidez transcriben el  término “inspiración”. Las organizaciones terroristas, igual que todas las organizaciones de este mundo, dependen más de los simpatizantes que de los inscritos. Siempre hay más simpatizantes que afiliados. De eso en el fondo es de lo que se trata: de conseguir simpatizantes. Simpatizantes que a partir de ahora ya no se llamarán simpatizantes sino “inspirados”.

Y hete aquí que la filosofía hermética, sea ésta la que sea, todavía idolatra al Logos.

 Lo idolatra aunque lo ignora porque a la filosofía hermética ya no la dirige el espíritu por la energía.

Yo también creia en el Logos. En su Fuerza arrolladora, envolvente, imparable.

Hasta que primero leí en el “Fausto” de Goethe que el diablo en persona recomienda que donde no se tenga una idea se ponga una palabra y luego, por si esto fuera poco, me enteré por una canción –creo que de Miguel Bosé- que Don Diablo se había escapado y, por el grupo Santa Grifa, que todavía anda suelto.

Pero la filosofía hermética aun no se ha enterado y sigue por inercia agarrándose al Logos firmemente, sin comprender que al Logos le pasa lo mismo que a las manzanas: brillante por fuera, podrido por dentro. Y todo porque la filosofía hermética no ha entendido cuál era su misión, su auténtica misión y por consiguiente la ha desantendido sin ni siquiera notarlo. Y es que no el conocimiento de los principios últimos, no el conocimiento de la piedra filosofal, no el conocimiento de los ocultos misterios, no la investigación de los símbolos de las catedrales, era su principal tarea.

No.

La verdadera misión de la filosofía hermética descansaba en el cuidado, la vigilancia del Logos. Pero los herméticos, insertos en vanidades superfluas, en el deseo de reconocimientos mundanos, han abandonado eso: la vigiliancia del Logos. Ockham significó en su día una llamada de atención. Hobbes representó una advertencia. En realidad los nominalistas son los guardianes de los guardianes, los custodios de los custodios, pero ante tales embites no hay nominalista que valga y el Logos ha quedado desamparado, no desde afuera sino desde su propio núcleo. Y ello porque digan lo que digan los que lo dicen, “el Todo en el Uno y el Uno en el Todo” es una gran y absoluta mentira. Una cosa es que el Todo haya puesto su luz en el Uno y otra, muy distinta, que la luz en ese Uno se convierta en algo propio. El sol ilumina a la luna y la luna aparece iluminada pero de ahí a decir que la luna tiene luz propia porque es iluminada por el sol, va un abismo. Sin embargo hete aquí que la luna descubre cómo puede fabricar bombillas y a la capacidad de fabricar bombillas le llama “participación” de la luz del sol, donde el término “participación” viene a significar algo parecido a “socio”. A partir de ahí cualquier cosa es posible. El más honesto de todos los pensadores fue Descartes. La mayoría de los estudiosos prefiere concentrarse en su dualismo en lugar de hacerlo en la cuestión de la intución de las ideas claras y distintas, que a mí –francamente- siempre me ha fascinado. El otro fue Diógenes cuando le pidió al mismísimo Alejando Magno que no le quitara el sol. Diógenes, desde luego, nunca se hubiera conformado con una bombilla.

Admitámoslo. La filosofía hermética es ahora menos filosofía y menos hermética que nunca. Puro y simple marketing a base de palabras que sustituyen la Idea pisoteada y moribunda. Y la Idea no es la ideología, la Idea no es la Tradición, la Idea no es el Orden. La Idea es el Logos. El Logos siempre dinámico, siempre en movimiento, siempre pensándose a sí mismo al tiempo que siempre se cuestiona a sí mismo. El Logos ascendente y descendente, igual que hay una moral optimista y una moral pesimista. Una moral que cree firmemente en que el hombre recibe y porque recibe participa de la bondad y grandeza del Universo y una moral que hace incapie en su naturaleza insuficiente y pecaminosa. El Logos, una Unidad que ha de forzosamente descomponerse, y recomponerse, análisis, síntesis e intuición racional y sentida. El Logos pudriéndose hoy en la soledad sombria del calabozo del castillo sofista.

Bien. Esos inspirados-simpatizantes del terrorismo, esos hombres que quieren matar por ideales que jamás pueden ser verdaderos porque matan sin necesidad y ni siquiera los animales más fieros lo hacen, precisamente los animales más fieros son los que menos lo hacen, (¿se acuerdan todavía de aquella escena de la cabra atancando a un tigre que seguramente por saciado había decidido no sacrificarla?), esos hombres, digo, han vuelto a escribir su particular poema de muerte y terror. ¡Menuda inspiración!

Pero aceptémoslo. Aceptemos que el terrorismo inspira. ¿Y las series de cine, cada vez más violentas, más cínicas, más abtrusas? ¿Esas no inspiran a los que van matando con hachas por trenes, autobuses y aceras a lo Halloween, a lo Viernes 13?¿Llamamos "inspirados" a los terroristas, a los simpatizantes de terroristas y en cambio llamamos locos a los fan de los asesinos de película?¿Es que acaso "loco" es un concepto más extenso, más indeterminado, y por extenso e indeterminado una especie de "llave maestra", de "chico para todo" que el de "inspirado por el terrorismo"?

Aun recuerdo cuando Verónica vino a visitarme y le propuse mirar juntas uno de los capítulos de “Star Trek Enterprise”. “No” – declinó amablemente- “Esa serie no tiene nada que ver con la realidad”. “Naturalmente que no”, le contesté, asombrada ante su reacción”. Ya he dicho muchas veces que Verónica es hija inconfundible de su padre y por tanto una de esas mujeres realistas y pragmáticas que no entienden nada de lo que no se ajuste a los hechos evidentes. “Es una serie de ciencia ficción”, intenté aclararle, “Nos lleva a mundos ficticios, pero los valores son humanos y muy humanos: tolerancia, ayuda al amigo, utilizar la violencia únicamente cuando resulta imprescindible para la defensa...”

“De eso se trata”, respondió Verónica sin inmutarse, “el mundo de Star Trek es de ciencia ficción no por los mundos interestelares que descubre sino porque es demasiado bueno. Ese mundo no existe.”

“¿No?”, pregunté a media voz.

“No”, fue su respuesta contundente. “Si supieras cómo es mi mundo. Nada de bondad. Lucha, competencia, mentira y drama. Tú eres una bruja ciega y vives en tu mundo. Tú vives en tu mundo y mi madre está adormilada. Ya no duerme, es verdad, pero ... En cualquier caso permanecéis ajenas a la auténtica realidad. Vosotras sóis las que vivís en otro mundo.”

Francamente, no le dí gran importancia a sus palabras. Pensé, claro, que era la pubertad. Todo lo ven negro. El gótico oscuro. Pasará.

Sin embargo ante los últimos acontecimientos uno no puede evitar preguntarse cuánto inspiran las series al público y cuánto inspira la realidad a las series.

¿Quién inspira a quién? ¿El terrorismo a los inspirados o los inspirados al terrorismo?

¿Es la realidad tan brutal que las series no hacen realmente más que mostrar lo que existe?

¿Realmente está el Logos tan maltrecho como lo presiento, como lo intuyo?

Y la solución que parece haberse puesto de moda: volver a la normalidad, seguir con la normalidad.

¿Es eso realmente una solución o un modo más de dejar hervir el agua?

Esta es otra de las preguntas que no cesan de incordiarme.

¿Ha de reaccionarse con normalidad ante lo anormal? ¿Seguir con la cotidianeidad cómo si no hubiera pasado nada? ¿En eso consiste verdaderamente la muestra de fortaleza? Quiero decir: mi amiga Carlota está enferma; objetiva y crónicamente enferma. Pero nadie ha continuado con su vida cómo si no pasara nada. Carlos Saldaña está destrozado, literalmente destrozado; igual que su marido. Ambos se han refugiado en sus respectivos trabajos, es cierto. No obstante antes de hacerlo la han llevado a los mejores especialistas y se han preocupado de que reciba la medicación adecuada. ¿Es esto lo que en estos momentos hace la sociedad? ¿Buscar los mejores especialistas en terroristas y las medidas más eficaces al tiempo que se refugia en el trabajo?

Quizás eso sea lo más sensato.

Pero existe un peligro. El peligro simbolizado por las Verónicas de este mundo. Mujeres pragmáticas y realistas que ven en una madre enferma una mujer débil y en la actitud de los hombres que más la aman, indiferencia.

Y ante eso que las Verónicas de este mundo consideran “indiferencia” ante el “débil” sus almas jóvenes e inexpertas hierven de cólera y llaman a su mundo “un mundo perverso”.

Y los populismos y los fascismos más diabólicos aprovechan el agua hirviendo para cocer sus lentejas....

El espíritu duerme.

La energía tiene cortocircuitos.

El Logos perece.

Y por eso las palabras pueden alimentar al mundo i-lógico, al mundo del no-Logos, otorgándole la apariencia de Logos.

La bruja ciega.

Vuelvo a mi actual refugio. Creo que allí se está más tranquilo. Después de todo quizás Verónica tenga razón: el mundo de Star Trek es demasiado bueno para ser real; el de los monstruos de Andrzej Sapkowski es más verídico...

Lo que Verónica aún tiene que aprender: la indiferencia no la sufren los débiles. La indiferencia la soportan los fuertes. 

Seamos comprensivos: todavía es joven.



Wednesday, March 22, 2017

Elijan: o el silencio o la socarronería.

A la vista de cómo andan las cosas quizás practicar - y exigir - el silencio fuera lo mejor; desde luego lo más sensato, seguro. Uno ya no sabe cuándo una broma es una broma o un insulto encubierto. La moda en Europa la introdujeron las series americanas; no es que antes no existiera dicha práctica, pero uno podía optar por el enfado y por la indignación. Las series americanas, sin embargo, convertieron al  burlón en el más inteligente y al insultado en el más tonto. El insultado venía a ser de alguna manera un nuevo tipo de cornudo: el cornudo social, por llamarlo de alguna forma. En las series el cornudo aguanta como puede que el graciosillo de turno le arrebate su puesto en la sociedad y lo use a su antojo, hasta que decida devolvérselo junto con unas palmadas en el hombro al modo de “aquí no ha pasado nada”, en donde en ese “aquí no ha pasado nada” han colaborado todo el círculo de amigos y conocidos. Y el cornudo finge lo que todos los cornudos suelen fingir: que no se ha enterado de nada. Vano intento.  Los graciosillos no cesan en su empeño hasta que comprueban que el cornudo es consciente de que es un cornudo, así que además de cornear suelen apalear al cornudo con cien latigazos de “perdón”, “perdón”.

Algo así le pasó al tranquilo Jorge hace un par de días. Fue a un restaurante y hete aquí que por algún motivo el camarero de turno sintió una especial animadversión por mi tranquilo amigo. A pesar de los pocos clientes que llenaban el local, no consiguió que le sirvieran la segunda botella de agua que había pedido. El camarero, de repente, había desaparecido. De hecho, todo el personal se había esfumado.El tranquilo Jorge dejó transcurrir tranquilamente el tiempo y ni siquiera pensó en levantarse de la silla en la que siguió tranquilamente sentado hasta que a los veinte minutos, cuando la cena ya practicamente se había terminado, apareció un segundo camarero al que Jorge, tranquilamente, volvió a solicitar una botella de agua que le fue inmediatamente servida acompañada de una letanía de “perdones” por el compañero que había olvidado la petición. El tranquilo Jorge aceptó tranquilamente las disculpas. No sólo eso: dio una propina más generosa que la de costumbre e incluso se despidió cortesmente del servicio, incluyendo al camarero desaparecido que también se despidió entonando un “perdón” dentrás de otro.

Cuando el tranquilo Jorge tranquilamente me contó lo sucedido, yo, de carácter mosquetero, -ya lo saben ustedes- no daba crédito a mis oidos. “¿Cómo pudiste ser tan amable en una situación así?”, le pregunté asombrada. “Y desde luego lo de la generosa propina no lo entiendo en absoluto”.

“Oh”, contestó tranquilamente,“la propina era para la limpieza del mantel. No sabes cuánta vela derretida puede saltar al mantel e incluso a las sillas cuando la soplas fuertemente, sin darte cuenta, por supuesto. Jamás hubiera pensado que mis pulmones podían arrojar tanto aire, - ni tanta cera-  ¿y tú? Pero bueno, te dejo. Tengo asuntos importantes que resolver. En realidad sólo llamaba para pedirte que por favor escribas algo. No sé ni cuántos días hace que no publicas nada. Para la depresión primaveral es un poco pronto y para la falta de ideas un poco tarde. Deberías haberlo pensado antes de haberle prometido a Carlota la tonta promesa de los 365 artículos. ¡Con todo lo que se cuece por el mundo y tú sin decir ni una sola palabra! ¡Qué aburrimiento! ¡Escribe! Lo que sea, cualquier cosa. ¡Pero escribe algo!

Y colgó. Sí. El tranquilo Jorge es un hombre que tranquilamente le devuelve el pantalón al hombre que se ha acostado con su puesto social, que le ayuda a ponérselo, que le da un apretón de manos al salir y que observa tranquilamente cómo el rival se aleja mostrando el trasero al mundo: allí donde el tranquilo Jorge ha tranquilamente cortado la tela sin que el otro se percatara de ello.

No me cabe la menor duda de que la actitud de Jorge será apreciada, valorada y loada por muchos. En realidad por casi todos. Excepto por mí. La venganza requiere que el vengador sepa, realmente sepa, que ha habido un deseo de dolo por parte del otro o de los otros.  Pero ¿qué sucede en el caso en que aquéllo que uno considera una cornada no es en realidad tal sino un simple accidente, una simple torpeza?

Los vengativos que yo conozco consideran cada pequeña palabra, cada pequeño gesto que les incordia como una ofensa imperdonable y carecen de miramiento alguno a la hora de vengarse; sin embargo, y curiosamente, llaman “torpeza” a cada acto malintencionado, a cada acción vengativa que han cometido y que ha sido, por unas razones u otras, descubierta. Entonces no hay lágrimas y disculpas más exageradas que las suyas, hasta el punto de que el agredido siente lástima de esos seres que han cometido tamaños atropellos únicamente "por torpeza" y si uno se descuida incluso "por su bien".

El problema de la venganza no es simplemente que sea un plato frio es que, además, es un plato que carece de consistencia, que genera enfrentamiento y desconfianza en la sociedad; da igual que sea en la gran sociedad como en la pequeña.

Nada de esto es algo que el tranquilo Jorge entienda. Debe ser deformación profesional. La mayoría de los pleitos que últimamente le llegan tienen que ver más con una intención de venganza que con una conciencia clara de lo que la jurisprudencia representa en una sociedad. Muchos clientes le llegan con la frase de “busque la manera de que pierda el juicio la parte contraria, busque algún argumento para que le endilguen –eso dicen “endilguen”- una buena sanción, una buena multa, una buena indemnización al oponente”. Y empiezan a contarle su vida, sus milagros y obras hasta que el tranquilo Jorge termina pensando que es un cura o un psicoanalista o incluso un psiquiatra. Todo menos un jurista. Es entonces cuando me llama para que le recuerde qué y quién es y le saque de la matrix en la que los otros, sus clientes, pretenden introducirle.

El problema mayor al que ha de enfrentarse: la pérdida de clientes; de muchos clientes. De todos aquellos que no quieren la reparación de un derecho lastimado sino la venganza servida en el plato de la justicia.

Tiempo de silencio.

Tiempo de silencio para los jueces, a los que se les está no sólo otorgando la potestad sino exigiendo el deber de solucionar problemas sociales que nada o casi nada tienen que ver con la jurisprudencia sino con las buenas costumbres y virtudes que han de fomentar los ciudadanos.

Pero puesto que los ciudadanos no fomentan ni las unas ni las otras, porque eso automáticamente –creen ellos- les convierte en “los tontos de turno” y hoy de lo que se trata es de ser “el listo de mi lugar”, resulta más fácil llevar los asuntos a los tribunales. Poner demandas está de moda. Ha dejado de ser una acción última para convertirse en una actividad habitual. Como ya dije en algún artículo: se ha sustituido a Dios por la Justicia terrena. Estamos llegando a los juicios medievales “de Dios”: “Confío en la justicia”, dicen ahora los mismos que hace siglos decían “confío en Dios”, después de haber sobornado – o por lo menos haberlo intentado- al carcelero de turno. Porque se confía en la Justicia al tiempo que se buscan los mejores – o sea... los más feroces, por llamarlos de algún modo- abogados. Ya saben ustedes: “a Dios rogando y con el mazo dando”.

Ustedes, claro, ya saben todo esto. Pero compréndanlo: una bruja solitaria y ciega vislumbra el mundo de una forma distinta a la de los mortales comunes: desde la lejanía. Desde esta lejanía acierta a “ver” lo que a muchos envueltos en la actividad frenética se les oculta. Lo cercano, en cambio, se le antoja incomprensible, difuso, sin claras líneas definidas. Lo cercano para una bruja ciega es siempre una exclamación de sorpresa. En este sentido sí, es cierto: una bruja ciega es siempre una cornuda social. ¡Qué le vamos a hacer! Lo único pues que le resta es la socarronería que no es más que un eufemismo para denominar lo que es el humor mosquetero... Un humor espadachín.

El humor socarrón que hace falta, por ejemplo, para comprender por qué una librería gay amenaza con cerrar. Los propietarios afirman que si fracasa el negocio eso significaría que la Iglesia les ha ganado. Y ante ello, una, que soy yo, no puede más que reir a carcajada limpia. ¿La Iglesia enfrentada a una librería gay? Será por librería; no por gay. Incluso el Papa Francisco respondió a la cuestión de la homosexualidad con otra pregunta: “ ¿quién soy yo para juzgar?”. Así que queridos libreros, acepten la triste realidad: es la lectura la que está en crisis porque es la cultura la que está en declive. Y ello afecta a todas las capas sociales. Que Pablo Iglesias se exprese en el Congreso de los Diputados como se expresa. únicamente refleja la situación socio-cultural. Al fin y al cabo resulta innegable admitir que él es un político y  que como tal intenta que la mayoría de los ciudadanos comprendan lo que dice. De otra manera, su discurso resultaría ininteligible.

El mismo humor socarrón que utiliza Marine LePen cuando afirma que Podemos existe porque no existe un FN. Lo que viene a significar que de lo que se trata no es de que exista o deje de existir un FN o un Podemos, sino de que Franco murió en la cama después de haber gobernado tranquilamente cuarenta años; que la oposición, si la hubo, estuvo a la sombra durante todo ese tiempo –hibernando, elucubrando o maquinando yo no me meto, pero desde luego fue incapaz de organizar un movimiento real- y sólo salió a la luz después de muerto Franco. Fue entonces cuando la oposición empezó a llegar desde el exilio –voluntario- involuntario- y se organizó activamente. Pero antes que política la libertad fue sexual. Lo que se llenaron fueron las salas X. Aceptémoslo: lo que con tal comparación viene a afirmar LePen es que el dogmatismo político es un substrato que permanece en la sociedad, aunque no se le llame ni dogmatismo, ni político, ni “derechas”, ni “izquierdas”. Y hasta cierto punto lleva razón: entre detener a un autobús que asegura  que las niñas tiernen pene o atacar a un autobús que afirma todo lo contrario, no hay grandes diferencias.

El mismo humor socarrón, seguramente. del que deberían echar mano los paises del sur cuando Dijsselbloem afirma - visto el contexto- que los países del sur se gastan el dinero en alcohol y mujeres y después acuden a pedir más. Humor socarrón, como digo, al que deberían recurrir los países del Sur y al que, sin embargo, no recurren. En vez de eso la indignación: el demostrar que en otros países se consumen más alcohol y más mujeres.

Ese, admitámoslo, no es el tema al que se refiere el holandés.

El tema al que alude Djssebloem es el de la corrupción, pero no el de cualquier corrupción: el tema que le preocpa es de la corrupción inútil. ¿Dónde están los miles de millones de Euros desaparecidos en Andalucía? Repartidos como si se tratara de la lotería de Navidad. No hay forma humana de encontrarlos por la sencilla razón de que “el premio ha estado muy repartido”. Y es verdad que lo ha estado. A unos, claro, les ha caído más que a otros, pero lo cierto es que nadie se puede quejar. Y justo porque nadie se puede quejar es tan difícil que alguien reclame seriamente. ¿De que ha servido el dinero perdido? De nada. Absolutamente de nada. Muchas autopistas con exceso de arena, falta de hospitales y exceso de parados. El problema no es la corrupción, que esa es humana. El problema es que la corrupción no ha creado más empresas privadas competitivas, ni mejores universidades, ni ha contribuido a una mayor cultura o afición a la música. El problema es que la corrupción puede resumirse en una sola palabra: “Mariscadas”; donde “mariscadas” hace referencia a la corrupción que se emplea en el consumo privado. Ése es el problema.

En Cataluña la cuestión de la corrupción ha sido un poco diferente. Allí no se ha celebrado ninguna Lotería, ningún sorteo. Lo que allí ha habido ha sido, sencilla y llanamente una subasta. El 3%, puede considerarse un “impuesto de entrega” o algo así, pero desde el instante en que algunas empresas ofrecen cantidades superiores al 3%  por obtener las adjudicaciones - y parece que alguna empresa lo ha ofrecido- eso puede denominarse, en efecto, subasta: quién da más.

En principio, y si queremos ser flexibles, eso no es más que una forma de concesión. Se denomina sin embargo “Corrupción” porque tal práctica no ha originado un aumento de los activos  en Cataluña sino en las cuentas de los bancos andorranos. Y eso, nuevamente, es una corrupción inútil.

Sí. Se necesita un humor mosquetero para valorar en su justa medidas los ataques que se reciben.   Djjsselbloem es un hombre, no me cabe la menor duda, tan divertido como sensato. Por sensato es consciente de que la corrupción es connatural al ser humano; muchas veces porque éste ni siquiera la percibe como tal. Pero justamente por ser sensato es igualmente consciente de que la corrupción ha de repercutir en el beneficio colectivo de la sociedad y no simplemente en el privado de los ciudadanos; que ha de ser una corrupción empresarialmente eficaz, capaz de proporcionar a la sociedad nuevos horizontes y perspectivas y no simplemente dedicarlo al consumo individual. A eso, y no a otra cosa, es a lo que con toda seguridad se refiere el señor Djssembloem cuando nombra al “alcohol” y a las “mujeres” y no hace mención, en cambio, de “fábricas de cerveza” y de “ cadenas de prostíbulos”.

La pregunta del millón: ¿Pertenece o no pertenece Francia a los países del Sur?

El mismo humor socarrón se necesita para leer en la prensa alemana artículo valiente tras artículo valiente contra Trump mientras únicamente se encuentran tímidos articulitos contra Erdogan con, en el mejor de los casos, más ruido que nueces. Ninguna manifestación multitudinaria a favor de la liberación del periodista apresado en ningún lugar del mundo; sí, en cambio, en contra del trato que da Trump a las mujeres. ¡He de sacar toda mi artillería humorística para comprenderlo!

Es que Trump es más importante para el mundo que Erdogán, me dicen algunos al escuchar mi risa de bruja. “Para el mundo quizás, pero para Alemania....”

“¡Qué diantres!,  me digo, “justo por lo importante que es para Alemania resulta imprescindible no hablar del tema. Al día de hoy se trata de hablar y discutir a mandíbula batiente de lo que no importa para que nadie preste atención a lo que realmente sí es importante.”

“Alemania le debe dinero a Estados Unidos”, es la reclamación de Trump, según los titulares. Y los europeos a una se apresuran a negar la validez de tal pretensión.

Y con razón, porque aquí lo que se pide no es la devolución del montante sino la inversión en armamento.

Y para eso, justamente, no hay humor socarrón que valga.

Lo dije en su día:

En ese caso es el humor negro el que se impone.

La bruja ciega.

Lo confieso. Me he refugiado en los libros de Andrzej Sapkowski... Supongo que él los escribió en su día por los mismos motivos por los que hoy me veo obligada a acudir a ellos: por aburrimiento. Ultimamente en las noticias no aparecen más que variaciones sobre el mismo tema. En cuanto a las obras clásicas, o me voy a la hermética –con la cual, no crea, guardo profundas desavenencias-, o a los realistas –a lo Maquiavelo y Hobbes- , o a los bienintencionados – ya sean utilitaristas, responsables o conciliadores, - o a los conquistadores del “vamos a por todas”, ya sean de tendencia conservadora o progresista. Hasta que encuentre algo mejor, ando deambulando por los lugares más imprevisibles.