„Inspirado por el terrorismo internacional“…. Hmm. Lo leo. Lo pienso.
Reflexiono. Vuelvo a leerlo. ¿Frase slogan? ¿Resumen de una profunda
investigación? ¿Algo que se dice cuando faltan las palabras porque los hechos
superan lo imaginable? Esto último es lo más razonable, pero qué importa lo
razonable. Lo realmente esencial son los titulares; así que de repente la frase
se transforma y se hace aparecer como la conclusión, el resultado de una ardua
e inquisitiva pesquisa. ¿Comprenden ustedes ahora por qué he decidido buscar cobijo en
lares que no tienen nada que ver con la realidad real? Al menos una sabe lo
fantasmagórico de esos parajes, que allí nada es lo que aparenta ser por más que
nos obliguemos a cuestionar dónde termina lo irreal y dónde empieza el símbolo, la
representación, la metáfora de aquello que consideramos la auténtica verdad.
Cuando lo fundamental en la realidad son los titulares y gracias a los
titulares se convierten en un hecho las diferentes dimensiones cuánticas, los
universos paralelos y qué se yo, que en realidad no son más que calculaciones
matemáticas, combinaciones y posibilidades en un mundo que es ideal y racional,
al estilo del mundo de las ideas de Platón y con los cuales los nominalistas
tienen tantos problemas porque no saben cómo es posible bajar de ese mundo a este, ni siquiera con las escaleras que los
racionalistas-idealistas dicen que es posible bajar, y por eso al final a
Ockham no le queda más remedio que echar mano de la navaja, igual que Juan el
de las habichuelas se ve obligado a cortar el árbol que le lleva hasta las nubes
donde habita el gigante (eso sí, después de haberse procurado unos cuantos
tesoros de los que albergaba el mundo del coloso)
“Inspirado por el terrorismo internacional” ¿Qué diantres significa esta
frase? ¿Es que de repente el terrorismo internacional se ha convertido en una
de esas musas que insuflan en el alma del poeta bellos versos no de amor pero
sí de muerte? ¿Cómo se pueden utilizar
y, sobre todo, cómo se pueden repetir vocablos que seguramente han sido
dichos al paso, sin pensar, por decir algo cuándo la cabeza da vueltas ante lo
incomprensible, y la muerte siempre es incomprensible cuando es violenta, con
esa tranquilidad? Alguien lo usa como titular y todos lo repiten. ¿Dónde está
la independencia?
¡Inspirado! ¡Valiente, temeraria palabra! Y justo por eso se convierte en
la frase de la mañana.
No. No es eso lo trascendente. No es a esa pseudo-explicación –pseudo no sólo
por no comprobada sino por incomprobable puesto que el terrorista ha sido
abatido y nunca más podrá aclarar si sencillamente fue inspirado por el terrorismo o él mismo era un terrorista. ¿Inspirado
porque no pertenecía oficialmente a una organización terrorista? ¿Inspirado
porque murió sin ser pagado? Los ideales no necesitan de sueldos a lo
mercenario. Eso también deberían saberlo los que con tanta rapidez transcriben
el término “inspiración”. Las
organizaciones terroristas, igual que todas las organizaciones de este mundo,
dependen más de los simpatizantes que de los inscritos. Siempre hay más
simpatizantes que afiliados. De eso en el fondo es de lo que se trata: de
conseguir simpatizantes. Simpatizantes que a partir de ahora ya no se llamarán
simpatizantes sino “inspirados”.
Y hete aquí que la filosofía hermética, sea ésta la que sea, todavía
idolatra al Logos.
Lo idolatra aunque lo ignora porque a la filosofía hermética ya no la dirige el espíritu por la energía.
Yo también creia en el Logos. En su Fuerza arrolladora, envolvente, imparable.
Hasta que primero leí en el “Fausto” de Goethe que el diablo en persona recomienda que donde no se tenga una idea se ponga una palabra y luego, por si esto fuera poco, me enteré por una
canción –creo que de Miguel Bosé- que Don Diablo se había escapado y, por el
grupo Santa Grifa, que todavía anda suelto.
Pero la filosofía hermética aun no se ha enterado y sigue por inercia agarrándose al
Logos firmemente, sin comprender que al Logos le pasa lo mismo que a las
manzanas: brillante por fuera, podrido por dentro. Y todo porque la filosofía
hermética no ha entendido cuál era su misión, su auténtica misión y por consiguiente la ha desantendido sin ni siquiera notarlo. Y es que no el
conocimiento de los principios últimos, no el conocimiento de la piedra
filosofal, no el conocimiento de los ocultos misterios, no la investigación de
los símbolos de las catedrales, era su principal tarea.
No.
La verdadera misión de la filosofía hermética descansaba en el cuidado, la vigilancia
del Logos. Pero los herméticos, insertos en vanidades superfluas, en el deseo de reconocimientos mundanos, han abandonado eso: la vigiliancia del Logos. Ockham significó en su día una llamada
de atención. Hobbes representó una advertencia. En realidad los nominalistas son los
guardianes de los guardianes, los custodios de los custodios, pero ante tales
embites no hay nominalista que valga y el Logos ha quedado desamparado, no
desde afuera sino desde su propio núcleo. Y ello porque digan lo que digan los
que lo dicen, “el Todo en el Uno y el Uno en el Todo” es una gran y absoluta
mentira. Una cosa es que el Todo haya puesto su luz en el Uno y otra, muy
distinta, que la luz en ese Uno se convierta en algo propio. El sol ilumina a
la luna y la luna aparece iluminada pero de ahí a decir que la luna tiene luz
propia porque es iluminada por el sol, va un abismo. Sin embargo hete aquí que
la luna descubre cómo puede fabricar bombillas y a la capacidad de fabricar
bombillas le llama “participación” de la luz del sol, donde el término “participación”
viene a significar algo parecido a “socio”. A partir de ahí cualquier cosa es
posible. El más honesto de todos los pensadores fue Descartes. La mayoría de
los estudiosos prefiere concentrarse en su dualismo en lugar de hacerlo en la
cuestión de la intución de las ideas claras y distintas, que a mí –francamente-
siempre me ha fascinado. El otro fue Diógenes cuando le pidió al mismísimo Alejando Magno que no le quitara el sol. Diógenes, desde luego, nunca se hubiera conformado con una bombilla.
Admitámoslo. La filosofía hermética es ahora menos filosofía y menos
hermética que nunca. Puro y simple marketing a base de palabras que sustituyen
la Idea pisoteada y moribunda. Y la Idea no es la ideología, la Idea no es la
Tradición, la Idea no es el Orden. La Idea es el Logos. El Logos siempre
dinámico, siempre en movimiento, siempre pensándose a sí mismo al tiempo que
siempre se cuestiona a sí mismo. El Logos ascendente y descendente, igual que
hay una moral optimista y una moral pesimista. Una moral que cree firmemente en
que el hombre recibe y porque recibe participa de la bondad y grandeza del Universo y una moral que
hace incapie en su naturaleza insuficiente y pecaminosa. El Logos, una Unidad
que ha de forzosamente descomponerse, y recomponerse, análisis, síntesis e
intuición racional y sentida. El Logos pudriéndose hoy en la soledad sombria del calabozo del castillo sofista.
Bien. Esos inspirados-simpatizantes del terrorismo, esos hombres que
quieren matar por ideales que jamás pueden ser verdaderos porque matan sin
necesidad y ni siquiera los animales más fieros lo hacen, precisamente los
animales más fieros son los que menos lo hacen, (¿se acuerdan todavía de
aquella escena de la cabra atancando a un tigre que seguramente por saciado
había decidido no sacrificarla?), esos hombres, digo, han vuelto a escribir su
particular poema de muerte y terror. ¡Menuda
inspiración!
Pero aceptémoslo. Aceptemos que el terrorismo inspira. ¿Y las series de cine, cada vez más violentas, más
cínicas, más abtrusas? ¿Esas no inspiran a los que van matando con hachas por trenes, autobuses y aceras a lo Halloween, a lo Viernes 13?¿Llamamos "inspirados" a los terroristas, a los simpatizantes de terroristas y en cambio llamamos locos a los fan de los asesinos de película?¿Es que acaso "loco" es un concepto más extenso, más indeterminado, y por extenso e indeterminado una especie de "llave maestra", de "chico para todo" que el de "inspirado por el terrorismo"?
Aun recuerdo cuando Verónica vino a visitarme y le
propuse mirar juntas uno de los capítulos de “Star Trek Enterprise”. “No” –
declinó amablemente- “Esa serie no tiene nada que ver con la realidad”. “Naturalmente
que no”, le contesté, asombrada ante su reacción”. Ya he dicho muchas veces que
Verónica es hija inconfundible de su padre y por tanto una de esas mujeres
realistas y pragmáticas que no entienden nada de lo que no se ajuste a los
hechos evidentes. “Es una serie de ciencia ficción”, intenté aclararle, “Nos
lleva a mundos ficticios, pero los valores son humanos y muy humanos:
tolerancia, ayuda al amigo, utilizar la violencia únicamente cuando resulta
imprescindible para la defensa...”
“De eso se trata”, respondió Verónica sin inmutarse, “el mundo de Star Trek
es de ciencia ficción no por los mundos interestelares que descubre sino porque
es demasiado bueno. Ese mundo no existe.”
“¿No?”, pregunté a media voz.
“No”, fue su respuesta contundente. “Si supieras cómo es mi mundo. Nada de
bondad. Lucha, competencia, mentira y drama. Tú eres una bruja ciega y vives en
tu mundo. Tú vives en tu mundo y mi madre está adormilada. Ya no duerme, es
verdad, pero ... En cualquier caso permanecéis ajenas a la auténtica realidad.
Vosotras sóis las que vivís en otro mundo.”
Francamente, no le dí gran importancia a sus palabras. Pensé, claro, que
era la pubertad. Todo lo ven negro. El gótico oscuro. Pasará.
Sin embargo ante los últimos acontecimientos uno no puede evitar
preguntarse cuánto inspiran las series al público y cuánto inspira la realidad
a las series.
¿Quién inspira a quién? ¿El terrorismo a los inspirados o los inspirados al
terrorismo?
¿Es la realidad tan brutal que las series no hacen realmente más que
mostrar lo que existe?
¿Realmente está el Logos tan maltrecho como lo presiento, como lo intuyo?
Y la solución que parece haberse puesto de moda: volver a la normalidad,
seguir con la normalidad.
¿Es eso realmente una solución o un modo más de dejar hervir el agua?
Esta es otra de las preguntas que no cesan de incordiarme.
¿Ha de reaccionarse con normalidad ante lo anormal? ¿Seguir con la
cotidianeidad cómo si no hubiera pasado nada? ¿En eso consiste verdaderamente
la muestra de fortaleza? Quiero decir: mi amiga Carlota está enferma; objetiva
y crónicamente enferma. Pero nadie ha continuado con su vida cómo si no pasara
nada. Carlos Saldaña está destrozado, literalmente destrozado; igual que su
marido. Ambos se han refugiado en sus respectivos trabajos, es cierto. No
obstante antes de hacerlo la han llevado a los mejores especialistas y se han
preocupado de que reciba la medicación adecuada. ¿Es esto lo que en estos
momentos hace la sociedad? ¿Buscar los mejores especialistas en terroristas y
las medidas más eficaces al tiempo que se refugia en el trabajo?
Quizás eso sea lo más sensato.
Pero existe un peligro. El peligro simbolizado por las Verónicas de este
mundo. Mujeres pragmáticas y realistas que ven en una madre enferma una mujer
débil y en la actitud de los hombres que más la aman, indiferencia.
Y ante eso que las Verónicas de este mundo consideran “indiferencia” ante
el “débil” sus almas jóvenes e inexpertas hierven de cólera y llaman a su mundo
“un mundo perverso”.
Y los populismos y los fascismos más diabólicos aprovechan el agua
hirviendo para cocer sus lentejas....
El espíritu duerme.
La energía tiene cortocircuitos.
El Logos perece.
Y por eso las palabras pueden alimentar al mundo i-lógico, al mundo del no-Logos, otorgándole la apariencia de Logos.
La bruja ciega.
Vuelvo a mi actual refugio. Creo que allí se está más tranquilo. Después de
todo quizás Verónica tenga razón: el mundo de Star Trek es demasiado bueno para
ser real; el de los monstruos de Andrzej Sapkowski es más verídico...
Lo que Verónica aún tiene que aprender: la indiferencia no la sufren los
débiles. La indiferencia la soportan los fuertes.
Seamos comprensivos: todavía
es joven.
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