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Thursday, March 23, 2017

Inspiraciones

„Inspirado por el terrorismo internacional“…. Hmm. Lo leo. Lo pienso. Reflexiono. Vuelvo a leerlo. ¿Frase slogan? ¿Resumen de una profunda investigación? ¿Algo que se dice cuando faltan las palabras porque los hechos superan lo imaginable? Esto último es lo más razonable, pero qué importa lo razonable. Lo realmente esencial son los titulares; así que de repente la frase se transforma y se hace aparecer como la conclusión, el resultado de una ardua e inquisitiva pesquisa. ¿Comprenden ustedes ahora por qué he decidido buscar cobijo en lares que no tienen nada que ver con la realidad real? Al menos una sabe lo fantasmagórico de esos parajes, que allí nada es lo que aparenta ser por más que nos obliguemos a cuestionar dónde termina lo irreal y dónde empieza el símbolo, la representación, la metáfora de aquello que consideramos la auténtica verdad.

Cuando lo fundamental en la realidad son los titulares y gracias a los titulares se convierten en un hecho las diferentes dimensiones cuánticas, los universos paralelos y qué se yo, que en realidad no son más que calculaciones matemáticas, combinaciones y posibilidades en un mundo que es ideal y racional, al estilo del mundo de las ideas de Platón y con los cuales los nominalistas tienen tantos problemas porque no saben cómo es posible bajar de ese mundo a este, ni siquiera con las escaleras que los racionalistas-idealistas dicen que es posible bajar, y por eso al final a Ockham no le queda más remedio que echar mano de la navaja, igual que Juan el de las habichuelas se ve obligado a cortar el árbol que le lleva hasta las nubes donde habita el gigante (eso sí, después de haberse procurado unos cuantos tesoros de los que albergaba el mundo del coloso)

“Inspirado por el terrorismo internacional” ¿Qué diantres significa esta frase? ¿Es que de repente el terrorismo internacional se ha convertido en una de esas musas que insuflan en el alma del poeta bellos versos no de amor pero sí de muerte? ¿Cómo se pueden utilizar  y, sobre todo, cómo se pueden repetir vocablos que seguramente han sido dichos al paso, sin pensar, por decir algo cuándo la cabeza da vueltas ante lo incomprensible, y la muerte siempre es incomprensible cuando es violenta, con esa tranquilidad? Alguien lo usa como titular y todos lo repiten. ¿Dónde está la independencia?

¡Inspirado! ¡Valiente, temeraria palabra! Y justo por eso se convierte en la frase de la mañana.

No. No es eso lo trascendente. No es a esa pseudo-explicación –pseudo no sólo por no comprobada sino por incomprobable puesto que el terrorista ha sido abatido y nunca más podrá aclarar si sencillamente fue inspirado por el terrorismo o él mismo era un terrorista. ¿Inspirado porque no pertenecía oficialmente a una organización terrorista? ¿Inspirado porque murió sin ser pagado? Los ideales no necesitan de sueldos a lo mercenario. Eso también deberían saberlo los que con tanta rapidez transcriben el  término “inspiración”. Las organizaciones terroristas, igual que todas las organizaciones de este mundo, dependen más de los simpatizantes que de los inscritos. Siempre hay más simpatizantes que afiliados. De eso en el fondo es de lo que se trata: de conseguir simpatizantes. Simpatizantes que a partir de ahora ya no se llamarán simpatizantes sino “inspirados”.

Y hete aquí que la filosofía hermética, sea ésta la que sea, todavía idolatra al Logos.

 Lo idolatra aunque lo ignora porque a la filosofía hermética ya no la dirige el espíritu por la energía.

Yo también creia en el Logos. En su Fuerza arrolladora, envolvente, imparable.

Hasta que primero leí en el “Fausto” de Goethe que el diablo en persona recomienda que donde no se tenga una idea se ponga una palabra y luego, por si esto fuera poco, me enteré por una canción –creo que de Miguel Bosé- que Don Diablo se había escapado y, por el grupo Santa Grifa, que todavía anda suelto.

Pero la filosofía hermética aun no se ha enterado y sigue por inercia agarrándose al Logos firmemente, sin comprender que al Logos le pasa lo mismo que a las manzanas: brillante por fuera, podrido por dentro. Y todo porque la filosofía hermética no ha entendido cuál era su misión, su auténtica misión y por consiguiente la ha desantendido sin ni siquiera notarlo. Y es que no el conocimiento de los principios últimos, no el conocimiento de la piedra filosofal, no el conocimiento de los ocultos misterios, no la investigación de los símbolos de las catedrales, era su principal tarea.

No.

La verdadera misión de la filosofía hermética descansaba en el cuidado, la vigilancia del Logos. Pero los herméticos, insertos en vanidades superfluas, en el deseo de reconocimientos mundanos, han abandonado eso: la vigiliancia del Logos. Ockham significó en su día una llamada de atención. Hobbes representó una advertencia. En realidad los nominalistas son los guardianes de los guardianes, los custodios de los custodios, pero ante tales embites no hay nominalista que valga y el Logos ha quedado desamparado, no desde afuera sino desde su propio núcleo. Y ello porque digan lo que digan los que lo dicen, “el Todo en el Uno y el Uno en el Todo” es una gran y absoluta mentira. Una cosa es que el Todo haya puesto su luz en el Uno y otra, muy distinta, que la luz en ese Uno se convierta en algo propio. El sol ilumina a la luna y la luna aparece iluminada pero de ahí a decir que la luna tiene luz propia porque es iluminada por el sol, va un abismo. Sin embargo hete aquí que la luna descubre cómo puede fabricar bombillas y a la capacidad de fabricar bombillas le llama “participación” de la luz del sol, donde el término “participación” viene a significar algo parecido a “socio”. A partir de ahí cualquier cosa es posible. El más honesto de todos los pensadores fue Descartes. La mayoría de los estudiosos prefiere concentrarse en su dualismo en lugar de hacerlo en la cuestión de la intución de las ideas claras y distintas, que a mí –francamente- siempre me ha fascinado. El otro fue Diógenes cuando le pidió al mismísimo Alejando Magno que no le quitara el sol. Diógenes, desde luego, nunca se hubiera conformado con una bombilla.

Admitámoslo. La filosofía hermética es ahora menos filosofía y menos hermética que nunca. Puro y simple marketing a base de palabras que sustituyen la Idea pisoteada y moribunda. Y la Idea no es la ideología, la Idea no es la Tradición, la Idea no es el Orden. La Idea es el Logos. El Logos siempre dinámico, siempre en movimiento, siempre pensándose a sí mismo al tiempo que siempre se cuestiona a sí mismo. El Logos ascendente y descendente, igual que hay una moral optimista y una moral pesimista. Una moral que cree firmemente en que el hombre recibe y porque recibe participa de la bondad y grandeza del Universo y una moral que hace incapie en su naturaleza insuficiente y pecaminosa. El Logos, una Unidad que ha de forzosamente descomponerse, y recomponerse, análisis, síntesis e intuición racional y sentida. El Logos pudriéndose hoy en la soledad sombria del calabozo del castillo sofista.

Bien. Esos inspirados-simpatizantes del terrorismo, esos hombres que quieren matar por ideales que jamás pueden ser verdaderos porque matan sin necesidad y ni siquiera los animales más fieros lo hacen, precisamente los animales más fieros son los que menos lo hacen, (¿se acuerdan todavía de aquella escena de la cabra atancando a un tigre que seguramente por saciado había decidido no sacrificarla?), esos hombres, digo, han vuelto a escribir su particular poema de muerte y terror. ¡Menuda inspiración!

Pero aceptémoslo. Aceptemos que el terrorismo inspira. ¿Y las series de cine, cada vez más violentas, más cínicas, más abtrusas? ¿Esas no inspiran a los que van matando con hachas por trenes, autobuses y aceras a lo Halloween, a lo Viernes 13?¿Llamamos "inspirados" a los terroristas, a los simpatizantes de terroristas y en cambio llamamos locos a los fan de los asesinos de película?¿Es que acaso "loco" es un concepto más extenso, más indeterminado, y por extenso e indeterminado una especie de "llave maestra", de "chico para todo" que el de "inspirado por el terrorismo"?

Aun recuerdo cuando Verónica vino a visitarme y le propuse mirar juntas uno de los capítulos de “Star Trek Enterprise”. “No” – declinó amablemente- “Esa serie no tiene nada que ver con la realidad”. “Naturalmente que no”, le contesté, asombrada ante su reacción”. Ya he dicho muchas veces que Verónica es hija inconfundible de su padre y por tanto una de esas mujeres realistas y pragmáticas que no entienden nada de lo que no se ajuste a los hechos evidentes. “Es una serie de ciencia ficción”, intenté aclararle, “Nos lleva a mundos ficticios, pero los valores son humanos y muy humanos: tolerancia, ayuda al amigo, utilizar la violencia únicamente cuando resulta imprescindible para la defensa...”

“De eso se trata”, respondió Verónica sin inmutarse, “el mundo de Star Trek es de ciencia ficción no por los mundos interestelares que descubre sino porque es demasiado bueno. Ese mundo no existe.”

“¿No?”, pregunté a media voz.

“No”, fue su respuesta contundente. “Si supieras cómo es mi mundo. Nada de bondad. Lucha, competencia, mentira y drama. Tú eres una bruja ciega y vives en tu mundo. Tú vives en tu mundo y mi madre está adormilada. Ya no duerme, es verdad, pero ... En cualquier caso permanecéis ajenas a la auténtica realidad. Vosotras sóis las que vivís en otro mundo.”

Francamente, no le dí gran importancia a sus palabras. Pensé, claro, que era la pubertad. Todo lo ven negro. El gótico oscuro. Pasará.

Sin embargo ante los últimos acontecimientos uno no puede evitar preguntarse cuánto inspiran las series al público y cuánto inspira la realidad a las series.

¿Quién inspira a quién? ¿El terrorismo a los inspirados o los inspirados al terrorismo?

¿Es la realidad tan brutal que las series no hacen realmente más que mostrar lo que existe?

¿Realmente está el Logos tan maltrecho como lo presiento, como lo intuyo?

Y la solución que parece haberse puesto de moda: volver a la normalidad, seguir con la normalidad.

¿Es eso realmente una solución o un modo más de dejar hervir el agua?

Esta es otra de las preguntas que no cesan de incordiarme.

¿Ha de reaccionarse con normalidad ante lo anormal? ¿Seguir con la cotidianeidad cómo si no hubiera pasado nada? ¿En eso consiste verdaderamente la muestra de fortaleza? Quiero decir: mi amiga Carlota está enferma; objetiva y crónicamente enferma. Pero nadie ha continuado con su vida cómo si no pasara nada. Carlos Saldaña está destrozado, literalmente destrozado; igual que su marido. Ambos se han refugiado en sus respectivos trabajos, es cierto. No obstante antes de hacerlo la han llevado a los mejores especialistas y se han preocupado de que reciba la medicación adecuada. ¿Es esto lo que en estos momentos hace la sociedad? ¿Buscar los mejores especialistas en terroristas y las medidas más eficaces al tiempo que se refugia en el trabajo?

Quizás eso sea lo más sensato.

Pero existe un peligro. El peligro simbolizado por las Verónicas de este mundo. Mujeres pragmáticas y realistas que ven en una madre enferma una mujer débil y en la actitud de los hombres que más la aman, indiferencia.

Y ante eso que las Verónicas de este mundo consideran “indiferencia” ante el “débil” sus almas jóvenes e inexpertas hierven de cólera y llaman a su mundo “un mundo perverso”.

Y los populismos y los fascismos más diabólicos aprovechan el agua hirviendo para cocer sus lentejas....

El espíritu duerme.

La energía tiene cortocircuitos.

El Logos perece.

Y por eso las palabras pueden alimentar al mundo i-lógico, al mundo del no-Logos, otorgándole la apariencia de Logos.

La bruja ciega.

Vuelvo a mi actual refugio. Creo que allí se está más tranquilo. Después de todo quizás Verónica tenga razón: el mundo de Star Trek es demasiado bueno para ser real; el de los monstruos de Andrzej Sapkowski es más verídico...

Lo que Verónica aún tiene que aprender: la indiferencia no la sufren los débiles. La indiferencia la soportan los fuertes. 

Seamos comprensivos: todavía es joven.



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