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Saturday, June 7, 2025

Hora de hablar seriamente

 

Las finanzas siguen ancladas en una dimensión distinta de la de la industria y ésta, a su vez, en un mundo paralelo, pero separado, de ése en el que habitan los seres mortales. En algunos lugares se empiezan guerras sin saber cómo van a terminar, lo que provoca el aumento del número de casas de apuestas y los consiguientes beneficios. Las guerras son o no son en función de su interés mediático y el interés mediático se le concede a quien más ruido provoca. Ruido por aquí, ruido por allá, oír se convierte en un imposible cuando ya se ha dejado de escuchar. ¿Qué puedo decir? Nada salvo lo mucho que me asombran todos esos obsesionados en resolver las guerras que no son suyas, sino de otros, a base de conciertos de cacerolas y sartenazos mientras que, por otro lado, esos mismos se muestran incapaces para solucionar sus propios problemas personales. Créanme: no seré yo quien se adentre en sus jardines. Todos ellos están convencidos de que gritando “pro lo que yo diga o la Nada" donde “pro lo que yo diga” significa “pro mi secta. Y por este motivo, una que soy yo, se asusta cada vez que escucha gritar “pro lo que yo diga”: porque recuerdo que secta, por definición, es ese lugar en el que se entra, pero del que no se puede salir. Así que paso a considerar la alternativa que a las personas como yo nos queda abierta: la Nada, donde “Nada” equivale a cancelación, a difamación y a destrucción social. Estarán de acuerdo conmigo en que se trata de una difícil decisión. Pienso en Ifigenia. Si algo me ha enseñado es que cuando uno quiere sobrevivir ha de abandonar el terreno del conflicto lo más rápido posible; sin embargo, caso de que la supervivencia se revele un imposible entonces es preciso luchar hasta el final.

Curiosamente justo lo contrario es lo que hizo Ifigenia: luchó hasta el final pensando que había una posibilidad de supervivencia y de entendimiento y se retiró cuando la propia supervivencia le resultaba indiferente. Contradicción humana de contradicciones humanas, todo es contradicción humana.

Así las cosas y todavía hay algunos que creen que en esta realidad el término “Bien-Estar”, “bien” es un sinónimo de prosperidad material y que lo único que hay que hacer es “estar” allí.  “¡Quedémonos en la prosperidad material cueste lo que cueste!”, dicen. “¡Permanezcamos en la bonanza caiga quien caiga!”, gritan.

Libertad, respeto a uno mismo, autonomía, juicio crítico… Todos ellos son términos cuyo significado se define en función del Axioma Primero “Bien-Estar”. “¡Que “bien-estoy”!”, piensa el espectador reclinado en su sofá. “¡Que “bien-estás”!”, dice Pepita a Juanita cuando saca su bolso de lujo a pasear. “Dame pan y dime tonto” es lo que responde Juanita a Pepita guiñando un ojo. Juanita lo responde y Pepita lo entiende porque es lo que ambas saben que esa es la consigna que usan todos aquellos interesados en las inversiones, sean del tipo que sean y sean quienes sean.

Es el teléfono el que interrumpe mis disquisiciones. “Soy consciente de que llevo mucho tiempo sin escribir.” – es lo primero que a modo de disculpa se me ocurre decir al descolgar el auricular. “Que no escribas no me preocupa lo más mínimo” – responde tranquilamente el tranquilo Jorge – “La verdad es que no hay quien te entienda.” – prosigue sin inmutarse Jorge el tranquilo. “Lo que desearía saber es dónde te has metido estas últimas semanas. No había forma de localizarte.” Me mantengo en silencio por unos minutos. Jorge no ha estado en absoluto inquieto por mi bienestar, soy una bruja ¿recuerdan? Lo que necesita Jorge, eso sí, es tranquilizar su curiosidad. “He estado ocupada” – contesto finalmente.  “¡¿Tu?! ¡¿Ocupada?! ¡¿Ocupada tú?!”, exclama tranquilamente Jorge el tranquilo. La risa apenas le deja respirar. “Dime: ¿Acaso tenías que darle vueltas a tu sopa?” – pregunta tranquilamente divertido. “Me he ido a peregrinar” – le explico. “¿A peregrinar?” – Jorge el tranquilo se muestra tranquilamente sorprendido. “Cuéntamelo por escrito. Ahora tengo asuntos importantes que resolver.” Y cuelga.

Mi peregrinaje ha sido sumamente agradable. Ciento cuarenta y seis kilómetros en cinco días sumados a un total de diez horas en trenes regionales. He pateado los caminos bajo el sol y bajo la lluvia; he remontado colinas y montículos y alguno hubo que se daba en llamar Kreuzberg, anticipando con ese nombre el tipo de imágenes sagradas que el caminante encontraría durante su ascenso. He dormido en conventos de monjas y me he tendido a descansar en el arcén de la carretera agotada por el cansancio. He subido hasta la cima del Staffelberg, el cerro sagrado de Franken por una ladera y lo he bajado por la contraria, llegando a la zona conocida como los “Vierzehnheiliger”: los catorce santos, que son, también, los catorce santos que socorren en la necesidad. En definitiva: he recorrido una parte de la Baviera católica en la que en cada rincón, incluso en el claroscuro del solitario bosque, aparecía ante nuestra vista la talla de un Cristo crucificado o el cuadro de una Virgen María, para finalizar mi viaje en la Baviera protestante, austera y frugal, a la que yo tanto aprecio.

¿Qué he aprendido? Que por pequeña que sea una mochila, una mochila medio llena ya es demasiado equipaje. ¿Qué he descubierto? Que muchos entienden el peregrinar como un “ir a” y nunca como un “volver de”. Por eso me costó varias horas comprender la extrañeza que provocaba mi recorrido, de sur a norte, en los otros peregrinos que se dirigían al sur. “Pero alguna vez volvían los peregrinos” – me atreví a decir en una de las ocasiones. “La mayoría morían” – fue la sentencia de mi interlocutora. – “Así pues, debo considerarme una sobreviviente”, pensé contenta. Y con ese ánimo proseguí mi camino.

 ¿Sola? A qué negarlo: he ido acompañada. De un tiempo a éste el vampiro se ha convertido en mi sombra. No siempre como amenaza. A veces, lo reconozco, me ha avisado de peligros que me aguardaban a la vuelta de la esquina, lo que me ha dado tiempo a prepararme para afrontarlos, y en ocasiones incluso me ha salvado de ellos. La profecía que inquietaba al vampiro y que ha sido la razón por la que me ha acompañado en mi peregrinación no se incluye dentro de las profecías que asustan a los hombres de bien a los que el vampiro, como no podía ser menos, reúne bajo el nombre genérico de “vulgo”.  “El vulgo se adapta a cualquier poder, a cualquier corriente, a cualquier moda” – es lo que el vampiro rugiría si estuviera aquí. “Otros son los trances que ha de superar el Reino del No-Ser y otros los lances a batallar.” -aseguraría.

Y no mentiría.

El oráculo, cualquier oráculo que se precie, habla de tres mundos diferentes: el que se refiere a los cielos, el que afecta a los hombres, y el que se dirige a los avernos. La profecía que se refiere a los cielos es la que anuncia la llegada de Jesús, por poner un ejemplo. La que más afecta a los hombres es, sin duda, el apocalipsis y el fin de los tiempos; pero antes de llegar a tales extremos se encuentran todo lo referente a catástrofes y mieles venideras, batallas que se van a perder, batallas que se van a ganar. La profecía que afecta a los avernos no tiene nunca que ver ni con la llegada al trono de Satanás ni con la instauración del mal al mundo. Esto es algo, fuerza es decirlo y justo aceptarlo, que pertenece a la imaginación desbocada y fraudulenta de los seres mortales.

Otro, de corte y signo completamente distinto, es el miedo del vampiro, el rey del reino del No-Ser. Su temor es que en este mundo se produzca una nueva caza de herejes y brujas que saturen su Reino, su amado Reino de No-Ser, de inocentes. Los verdaderos herejes y las verdaderas brujas, esos, se salvan siempre, afirma rugiendo el vampiro. Son los inocentes, las ovejas inconscientes, los cervatillos curiosos, los que abarrotan sus dominios inundando de un insoportable hedor a santidad lugares en los que otros son los perfumes deseados. La simple posibilidad de que un día se produzca la conversión del No-Ser en Ser es algo que el vampiro teme sobremanera. Reconozcámoslo: la verdad es que sería una broma de mal gusto para alguien que lleva toda la eternidad intentando que el Ser, todo el Ser, vaya precedido de dos letras: No.

Así las cosas, ha llegado, pues, el momento en que hemos de hablar de Dios.

¿Cómo se puede hablar de Dios? ¿Hombre o mujer? ¿Se le nombra o no se le nombra? ¿Existe o no existe? ¿Somos los hombres una concentración de dioses o una reunión de pecadores?

Cada cual conteste como le plazca y como considere oportuno porque si en algo estamos todos de acuerdo es que cada cultura expresa la idea de Dios a su modo y manera. Mi religión y mi educación es cristiana. Mi formación es filosófica. Con ambas posiciones y desde ambas posiciones está escrito este artículo.

1.      Dios es uno de los dos Principios Absolutos que existen: El Bien y el Mal.

Aunque tanto el Bien como el Mal son Principios Absolutos, el Bien y el Mal no son Principios iguales ni en significado ni en fuerza. El camino (Logos) que lleva a ellos es uno y el mismo; la dirección, sin embargo, es otra.

Que el camino sea uno y el mismo permite la inversión a la que se refiere Nietzsche y a cuya consecución tantos han dedicado y dedican sus energías: la inversión, la inversión de la inversión, la inversión de la inversión de la inversión… La inversión de Polos es, sin embargo, ficticia: el Bien, por ser Principio Absoluto, es siempre Bien esté donde esté y el Mal, justo por el mismo motivo, es Mal se encuentre donde se encuentre. Consiguientemente, la cuestión fundamental es “ver” dónde está el Bien y “ver” dónde el Mal.

El corazón – el tercer ojo – ve y oye el espíritu del Principio Absoluto “Bien”. De ahí que cada religión, también las religiones orientales y asiáticas, contienen la figura de la elevación liberadora. Lo que diferencia a las diferentes religiones es el modo, el camino, que ha de seguirse para lograrlo. 

Por otra parte, fuerza es insistir en que el hecho de que existan dos Principios Absolutos no implica un Dualismo radical, ni siquiera en el cristianismo. Las razones son varias. En primer lugar, el Dios cristiano es trinitario; en segundo lugar, igual que el Absoluto Principio “Mal” (representado por Lucifer) se encuentra en el Cielo hasta su caída, de hecho, se encuentra incluso en el Jardín del Edén en forma de serpiente, Jesús baja a los infiernos.

Esta simbología permite representar al cristianismo de forma parecida al Ying/Yang.

2.      Los Principios Absolutos “Bien” y “Mal” son los Primeros Principios; esto es: Los Primeros Axiomas. Esto significa:

a)      La función del Primer Axioma es comunicar a cada nivel de la realidad. De aquí la idea de “Todo está unido con todo”. Todo sale de ellos y todo vuelve a ellos. Esa unión puede partir tanto del Principio Absoluto “Bien” como del Principio Absoluto “Mal”. Eso sí: las consecuencias serán, lógicamente, distintas.

b)      Cada sistema ético y moral sólo puede alcanzar una coherencia lógica cuando se apoya en un Principio Absoluto (sea el “Bien” o sea el “Mal”).

Es verdad que una persona puede ser ética y moralmente responsable sin aceptar ninguno de los dos Principios Absolutos. No obstante, Nietzsche muestra es que la ausencia del Principio Absoluto “Bien” implica: a) que lo único que le queda al ser humano como posibilidad es la Nada y b) que los hombres han de coger por sí mismos, solos y sin ayuda, la espada de la Absoluta Libertad. Ello exige que el hombre se convierta en Superhombre, que llegue a ser un superhombre. En mi opinión, el hombre no lo ha conseguido ni lo conseguirá. Ni siquiera la evolución acelerada (transhumanismo) le permitirá lograrlo.

3.       Al Principio Absoluto “Bien” nosotros lo denominamos “Dios”. Dios “Bien” es Alfa y Omega.

Y lo es en un doble sentido: a) Todas las estructuras lógicas empiezan y terminan en Él. Este “círculo” es un viaje y, como cada viaje, sometido a los obstáculos y los contratiempos. b) El Principio Absoluto “Bien” Dios es el Principio y el Final del Movimiento, del Tiempo y de la Historia. Él es el motor del que Aristóteles dice, que mueve sin ser movido. Ese Principio Absoluto “Bien” Dios es creador. Las categorías de “Tiempo” e “Historia” son creadas con la creación del mundo.

4.      Ninguno de los dos Principios Absolutos (“Bien”, “Mal”) pueden venir al Mundo.

Ambos permanecen fuera del mundo. Cuando el Principio Absoluto “Bien” Dios venga al mundo, se acabarán el Mundo, la Historia y el Tiempo. Por este motivo resulta una insensatez aparte de una falacia lógica hablar de Absoluta Perfección /Absoluta Imperfección, de Absoluta Libertad/Absoluta Esclavitud, de Absoluto Amor/Absoluto Odio.

5.      El Espíritu que está en el Mundo es el Espíritu del Principio Absoluto “Bien”.

 O sea, lo que nosotros denominamos “Dios”. Dios introduce su Espíritu en el mundo en el acto creador de la creación del mundo. De ahí que su Espíritu esté en todos los sitios, incluso en las piedras. Ello significa que se equivocan total y absolutamente todos aquellos que se empeñan una y otra vez en afirmar la caída del Espíritu. El Espíritu no ha caído. El Espíritu está sencillamente aquí.

Y ahora, díganme ¿cómo puede instaurarse el mal como principio en el mundo estando el Espíritu de Dios formando parte intrínseca de ese mundo? Jesús, al contrario que muchos hombres, no está en absoluto obsesionado ni con el mal, ni con los avernos ni con Satán. Aquello en lo que él piensa y aquello por lo que él vive es Dios Padre. Y esto porque el Mal no supone ninguna amenaza ni para Dios ni para el mundo.

Aun en el supuesto de que lo fuera, ¿creen ustedes que Dios, principio rector del tiempo, lo permitiría? ¿Creen ustedes, seriamente, que Dios consentiría que el mal, su contrario absoluto, se apropiase de su espíritu y de la obra que más ama porque la ha creado y la ha creado porque la ama? ¡Antes la destruiría Él mismo!  Y ni en los momentos más extremos lo ha hecho.

6.      El corazón (el tercer ojo) posibilita a los hombres “ver” y “oír” al Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios, que vive en ellos.

Esto, a pesar de lo que muchos insisten en asegurar y predicar una y otra vez, no convierte a ningún hombre en Dios. La función del “corazón” es la de unión; el “corazón” es, por llamarlo de alguna manera, “el cordón umbilical” que vincula al hombre y a Dios.

Algunos nombran al Espíritu de Dios que está en el mundo desde la creación por el acto de la creación “Armonía”, otros “Justicia”, en el antiguo Egipto “Ma´at”.

El Principio Absoluto “Mal” no puede introducir ningún espíritu en el mundo porque es estéril. Es decir, está impedido y capacitado para crear. (Este es el motivo de que muchos identifiquen la técnica con el Principio Absoluto “Mal”. Lo cierto es que la técnica es simplemente un sirviente ciego que sirve según le ordenen.)

Lo que, en cambio, el Principio Absoluto “Mal” sí puede hacer y de hecho hace, es “cegar” el “corazón”, “ensordecerlo”, de manera que el individuo no se encuentra en condiciones de “ver” y de “escuchar” el Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios.

7.      Jesús es Dios hecho Hombre. Esto significa que Jesús es la concreción de Principio Absoluto “Bien” Dios.

Jesús no es ningún héroe es el sentido que los griegos otorgan al término “héroe” puesto que Jesús tiene dos naturalezas completas y plenas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. Ambas naturalezas no pueden mezclarse ni fusionarse; tampoco pueden ser separadas. Del mismo modo, el hombre posee dos naturalezas plenas y completas que no pueden unirse, pero tampoco pueden ser escindidas: la naturaleza corporal y la naturaleza del alma. Cuando el hombre resucita, el hombre resucita en cuerpo y en alma. Y debo decir que, en efecto, la pregunta que le lanzan a Jesús en los Evangelios acerca de qué pasa cuando el hombre que se ha casado varias veces resucita, es una soberana tontería. Igual que esa discusión acerca de si los hombres cristianos han de ser enterrados o incinerados. Para ambos casos, me remito a la respuesta de Jesús.

El hombre resucita en cuerpo y en alma, como dos naturalezas plenas e inseparables que no se pueden ni escindir ni fusionar. Esta es la primera enseñanza de Jesús.

8.      La Fe es el re-conocimiento de que el Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios está en todo lo creado por Dios.

La Fe del individuo, además, re-memora su unión, su vínculo, con Dios.

La Fe no salva al Espíritu porque el Espíritu de Dios no necesita ser salvado.

Lo que la Fe hace es salvar, en el sentido de sanar, al “corazón” del individuo (tercer ojo) cuando está enfermo.

Sólo el “corazón” sano y el “corazón” sanado pueden “ver” (nuevamente, en el caso del “corazón” sanado) el Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios. Lo que Jesús muestra con su muerte es que el Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios permanece con nosotros, está presente en nosotros, en cada momento, en cada situación y en cada lugar; incluso en los infiernos. Nadie tiene que venir para salvarnos. Nosotros mismos conseguimos solos y sin ayuda salir de los infiernos, cuando gracias a la Fe el “corazón” “ciego” y “sordo” vuelven a “ver” y a “oír” el Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios. Esta es la segunda enseñanza de Jesús de la que suele decirse que ha salvado a la humanidad.

La Fe salva, es decir: sana al “corazón”. Sin embargo, eso no garantiza la entrada en el Reino de los Cielos. Únicamente a Dios le pertenece el decidirlo. Marcos 10: 35-40 (RVR 1960) “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.”

Después de haber abandonado los infiernos, es decir, después de su salida de los infiernos y de su resurrección, Jesús regresa al mundo aquí y ahora. Esa es su tercera enseñanza.

9.      Libertad de elección. El Principio Absoluto “Bien” Dios permite a los hombres la libertad de elegir porque Dios que es libre al tiempo que creador, crea al hombre a su imagen y semejanza. Es decir: libre y creador.

Lo que el Principio Absoluto “Mal” intenta mostrar a Dios en el Jardín del Edén es demostrarle al Principio Absoluto “Bien” Dios que ha cometido una gran tontería al conceder la libertad de elección a un ser inferior como es el Hombre. Para ello le demuestra al Principio Absoluto “Bien” Dios lo fácil que resulta engañar al Hombre.

Hay algo que los mortales solemos olvidar: que los avernos no amen la creación de Dios, no significa que la odien.  A los avernos les basta con mostrar su desprecio por ella divirtiéndose con la libertad de elección que Dios ha otorgado al hombre. Justamente la elección del hombre es el juguete con el que los avernos gustan de entretenerse y demostrar a Dios como una y otra vez es la libertad de elección la que les aboca en su reino. Eso y no otra cosa son los avernos para el hombre: una constante tentación a su libertad de elección para hacerlo caer.

En efecto, Dios expulsa al Hombre del Paraíso; no obstante, mantiene su libertad de elección porque Dios sabe que en el Hombre pervive y está presente el Espíritu del Principio Absoluto “Bien”. Dios sabe que el „corazón” del hombre puede „ver” y „oír” ese Espíritu y que, caso de que ese „corazón” enferme, la Fe puede “salvarlo”; es decir: sanarlo.

Por el contrario, el Principio Absoluto „Mal”, que no puede crear, sino solamente cegar y ensordecer al corazón del hombre, es dictatorial, despótico y no permite al Hombre ni Libertad ni un claro juicio para decidir adecuadamente. Por este motivo “ciega” y “ensordece” el Principio Absoluto „Mal” el “corazón” del Hombre.

Que Dios conceda la libertad de elección al Hombre, no significa la ausencia de prohibiciones.

Dios prohíbe comer a Adán y a Eva del árbol del Bien y del Mal, no porque tenga miedo de que lleguen a ser como Él, que es lo que la serpiente les dice a esos pobres ingenuos, sino porque el conocimiento absoluto del Bien y del Mal les puede empachar, sino peor.

Las prohibiciones no siempre son negativas. Cuando, por ejemplo, un padre prohíbe a su hijo de tres años encender una cerilla está actuando como un buen padre responsable y amante. Cuando le impide ir a determinados sitios o ver determinadas películas, lo mismo.

La prohibición de Dios está ahí. La libertad de elección que Dios deja al Hombre, también. Por eso cuando Adán y Eva quieren comer del árbol prohibido pueden hacerlo. Que después han de aceptar las consecuencias que de la infracción de la orden se desprende es algo que entra dentro de la lógica “causa-efecto”.  Y pese a todo: una norma puede ser transgredida sólo y sólo si, se tiene la capacidad de elección.

Por poner un ejemplo: Sería tan indiferente que alguien vetara la posibilidad de que yo fuera a Marte como que me concediera libremente viajar Marte. La realidad es que en este caso yo no podría quebrar ninguna regla, tampoco podría hacer uso de mi presunta libertad porque es claro que al día de hoy llegar al Planeta Rojo es, sencillamente, un imposible.

Así pues, por favor: los críticos con la Democracia y con los límites legales que la Democracia impone, déjense de demagogias absurdas, absurdas porque sus argumentos son siempre argumentos ad absurdumque cuando se usa el método del reductio ad absurdum aparecen siempre como lo que son: absurdos.

Y por favor: los defensores de las Dictaduras, sea por los motivos que sea, piensen que el Axioma Principal de una dictadura es que ningún individuo puede crecer recto por sí mismo  y que necesita de duros dictados (dicta-dura) y de grandes castigos impartidos por hombres, mortales como él, que, sin embargo, se llaman a sí mismos “grandes hombres” porque ellos mismos se proclaman defensores y estandartes de los Principios Universales y Eternos, sean los que sean estos Principios Universales y Eternos: Justicia, Libertad, Dios.

Ninguno de estos Principios Absolutos necesita de defensores.

Lo único que necesitan los Principios Absolutos es la concreción y la práctica.

Una dictadura nunca es la defensora de los Principios Absoluto. Es su corrupción.

Dios deja libertad de acción a un Hombre limitado, ingenuo y con defectos.

Si Dios lo permite, mucho más han de permitirlo los sistemas político-jurídicos-parlamentarios de los hombres mortales.

¿Cómo se puede usar la libertad de acción adecuadamente?

Como siempre:

“Cogito, ergo sum”

“Sapere Aude”

Y un “corazón” limpio que permita “ver” y permita “oir” al Espíritu siempre presente, presente hasta en las piedras, del Principio Absoluto Bien Dios.

La bruja ciega.

Nota: Una gran parte de este artículo ha aparecido previamente publicado online en alemán online en una página web de Berlín que se dedica a la filosofía.

 

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