Las finanzas siguen
ancladas en una dimensión distinta de la de la industria y ésta, a su vez, en
un mundo paralelo, pero separado, de ése en el que habitan los seres mortales. En
algunos lugares se empiezan guerras sin saber cómo van a terminar, lo que
provoca el aumento del número de casas de apuestas y los consiguientes
beneficios. Las guerras son o no son en función de su interés mediático y el
interés mediático se le concede a quien más ruido provoca. Ruido por aquí, ruido
por allá, oír se convierte en un imposible cuando ya se ha dejado de escuchar. ¿Qué
puedo decir? Nada salvo lo mucho que me asombran todos esos obsesionados en
resolver las guerras que no son suyas, sino de otros, a base de conciertos de
cacerolas y sartenazos mientras que, por otro lado, esos mismos se muestran
incapaces para solucionar sus propios problemas personales. Créanme: no seré yo
quien se adentre en sus jardines. Todos ellos están convencidos de que gritando
“pro lo que yo diga o la Nada" donde “pro lo que yo diga” significa “pro
mi secta. Y por este motivo, una que soy yo, se asusta cada vez que escucha
gritar “pro lo que yo diga”: porque recuerdo que secta, por definición, es ese lugar
en el que se entra, pero del que no se puede salir. Así que paso a considerar la
alternativa que a las personas como yo nos queda abierta: la Nada, donde “Nada”
equivale a cancelación, a difamación y a destrucción social. Estarán de acuerdo
conmigo en que se trata de una difícil decisión. Pienso en Ifigenia. Si algo me
ha enseñado es que cuando uno quiere sobrevivir ha de
abandonar el terreno del conflicto lo más rápido posible; sin embargo, caso de
que la supervivencia se revele un imposible entonces es preciso luchar hasta el
final.
Curiosamente justo
lo contrario es lo que hizo Ifigenia: luchó hasta el final pensando que había
una posibilidad de supervivencia y de entendimiento y se retiró cuando la
propia supervivencia le resultaba indiferente. Contradicción humana de
contradicciones humanas, todo es contradicción humana.
Así
las cosas y todavía hay algunos que creen que en esta realidad el término “Bien-Estar”,
“bien” es un sinónimo de prosperidad material y que lo único que hay que hacer
es “estar” allí. “¡Quedémonos en la
prosperidad material cueste lo que cueste!”, dicen. “¡Permanezcamos en la
bonanza caiga quien caiga!”, gritan.
Libertad, respeto a
uno mismo, autonomía, juicio crítico… Todos ellos son términos cuyo significado
se define en función del Axioma Primero “Bien-Estar”. “¡Que “bien-estoy”!”,
piensa el espectador reclinado en su sofá. “¡Que “bien-estás”!”, dice Pepita a
Juanita cuando saca su bolso de lujo a pasear. “Dame pan y dime tonto” es lo
que responde Juanita a Pepita guiñando un ojo. Juanita lo responde y Pepita lo
entiende porque es lo que ambas saben que esa es la consigna que usan todos aquellos
interesados en las inversiones, sean del tipo que sean y sean quienes sean.
Es el teléfono el
que interrumpe mis disquisiciones. “Soy consciente de que llevo mucho tiempo
sin escribir.” – es lo primero que a modo de disculpa se me ocurre decir al
descolgar el auricular. “Que no escribas no me preocupa lo más mínimo” –
responde tranquilamente el tranquilo Jorge – “La verdad es que no hay quien te
entienda.” – prosigue sin inmutarse Jorge el tranquilo. “Lo que desearía saber
es dónde te has metido estas últimas semanas. No había forma de localizarte.” Me
mantengo en silencio por unos minutos. Jorge no ha estado en absoluto inquieto
por mi bienestar, soy una bruja ¿recuerdan? Lo que necesita Jorge, eso sí, es tranquilizar
su curiosidad. “He estado ocupada” – contesto finalmente. “¡¿Tu?! ¡¿Ocupada?! ¡¿Ocupada tú?!”, exclama tranquilamente
Jorge el tranquilo. La risa apenas le deja respirar. “Dime: ¿Acaso tenías que
darle vueltas a tu sopa?” – pregunta tranquilamente divertido. “Me he ido a
peregrinar” – le explico. “¿A peregrinar?” – Jorge el tranquilo se muestra
tranquilamente sorprendido. “Cuéntamelo por escrito. Ahora tengo asuntos
importantes que resolver.” Y cuelga.
Mi peregrinaje ha
sido sumamente agradable. Ciento cuarenta y seis kilómetros en cinco días
sumados a un total de diez horas en trenes regionales. He pateado los caminos
bajo el sol y bajo la lluvia; he remontado colinas y montículos y alguno hubo
que se daba en llamar Kreuzberg, anticipando con ese nombre el tipo de imágenes
sagradas que el caminante encontraría durante su ascenso. He dormido en
conventos de monjas y me he tendido a descansar en el arcén de la carretera
agotada por el cansancio. He subido hasta la cima del Staffelberg, el cerro
sagrado de Franken por una ladera y lo he bajado por la contraria, llegando a
la zona conocida como los “Vierzehnheiliger”: los catorce santos, que son,
también, los catorce santos que socorren en la necesidad. En definitiva: he
recorrido una parte de la Baviera católica en la que en cada rincón, incluso en
el claroscuro del solitario bosque, aparecía ante nuestra vista la talla de un
Cristo crucificado o el cuadro de una Virgen María, para finalizar mi viaje en
la Baviera protestante, austera y frugal, a la que yo tanto aprecio.
¿Qué he aprendido? Que
por pequeña que sea una mochila, una mochila medio llena ya es demasiado
equipaje. ¿Qué he descubierto? Que muchos entienden el peregrinar como un “ir
a” y nunca como un “volver de”. Por eso me costó varias horas comprender la
extrañeza que provocaba mi recorrido, de sur a norte, en los otros peregrinos
que se dirigían al sur. “Pero alguna vez volvían los peregrinos” – me atreví a
decir en una de las ocasiones. “La mayoría morían” – fue la sentencia de mi
interlocutora. – “Así pues, debo considerarme una sobreviviente”, pensé
contenta. Y con ese ánimo proseguí mi camino.
¿Sola? A qué negarlo: he ido acompañada. De un
tiempo a éste el vampiro se ha convertido en mi sombra. No siempre como amenaza.
A veces, lo reconozco, me ha avisado de peligros que me aguardaban a la vuelta
de la esquina, lo que me ha dado tiempo a prepararme para afrontarlos, y en
ocasiones incluso me ha salvado de ellos. La profecía que inquietaba al vampiro
y que ha sido la razón por la que me ha acompañado en mi peregrinación no se
incluye dentro de las profecías que asustan a los hombres de bien a los que el
vampiro, como no podía ser menos, reúne bajo el nombre genérico de
“vulgo”. “El vulgo se adapta a cualquier
poder, a cualquier corriente, a cualquier moda” – es lo que el vampiro rugiría
si estuviera aquí. “Otros son los trances que ha de superar el Reino del No-Ser
y otros los lances a batallar.” -aseguraría.
Y no mentiría.
El oráculo, cualquier
oráculo que se precie, habla de tres mundos diferentes: el que se refiere a los
cielos, el que afecta a los hombres, y el que se dirige a los avernos. La
profecía que se refiere a los cielos es la que anuncia la llegada de Jesús, por
poner un ejemplo. La que más afecta a los hombres es, sin duda, el apocalipsis
y el fin de los tiempos; pero antes de llegar a tales extremos se encuentran
todo lo referente a catástrofes y mieles venideras, batallas que se van a
perder, batallas que se van a ganar. La profecía que afecta a los avernos no
tiene nunca que ver ni con la llegada al trono de Satanás ni con la
instauración del mal al mundo. Esto es algo, fuerza es decirlo y justo
aceptarlo, que pertenece a la imaginación desbocada y fraudulenta de los seres mortales.
Otro, de corte y
signo completamente distinto, es el miedo del vampiro, el rey del reino del
No-Ser. Su temor es que en este mundo se produzca una nueva caza de herejes y
brujas que saturen su Reino, su amado Reino de No-Ser, de inocentes. Los
verdaderos herejes y las verdaderas brujas, esos, se salvan siempre, afirma
rugiendo el vampiro. Son los inocentes, las ovejas inconscientes, los
cervatillos curiosos, los que abarrotan sus dominios inundando de un
insoportable hedor a santidad lugares en los que otros son los perfumes
deseados. La simple posibilidad de que un día se produzca la conversión del
No-Ser en Ser es algo que el vampiro teme sobremanera. Reconozcámoslo: la
verdad es que sería una broma de mal gusto para alguien que lleva toda la
eternidad intentando que el Ser, todo el Ser, vaya precedido de dos letras: No.
Así las cosas, ha
llegado, pues, el momento en que hemos de hablar de Dios.
¿Cómo se puede
hablar de Dios? ¿Hombre o mujer? ¿Se le nombra o no se le nombra? ¿Existe o no
existe? ¿Somos los hombres una concentración de dioses o una reunión de
pecadores?
Cada cual conteste
como le plazca y como considere oportuno porque si en algo estamos todos de
acuerdo es que cada cultura expresa la idea de Dios a su modo y manera. Mi
religión y mi educación es cristiana. Mi formación es filosófica. Con ambas
posiciones y desde ambas posiciones está escrito este artículo.
1. Dios es uno de los dos Principios Absolutos que existen: El Bien y el
Mal.
Aunque tanto el
Bien como el Mal son Principios Absolutos, el Bien y el Mal no son Principios
iguales ni en significado ni en fuerza. El camino (Logos) que lleva a ellos es
uno y el mismo; la dirección, sin embargo, es otra.
Que el camino sea
uno y el mismo permite la inversión a la que se refiere Nietzsche y a cuya
consecución tantos han dedicado y dedican sus energías: la inversión, la
inversión de la inversión, la inversión de la inversión de la inversión… La
inversión de Polos es, sin embargo, ficticia: el Bien, por ser Principio
Absoluto, es siempre Bien esté donde esté y el Mal, justo por el mismo motivo,
es Mal se encuentre donde se encuentre. Consiguientemente, la cuestión
fundamental es “ver” dónde está el Bien y “ver” dónde el Mal.
El corazón – el
tercer ojo – ve y oye el espíritu del Principio Absoluto “Bien”. De ahí que
cada religión, también las religiones orientales y asiáticas, contienen la
figura de la elevación liberadora. Lo que diferencia a las diferentes
religiones es el modo, el camino, que ha de seguirse para lograrlo.
Por otra parte,
fuerza es insistir en que el hecho de que existan dos Principios Absolutos no
implica un Dualismo radical, ni siquiera en el cristianismo. Las razones son
varias. En primer lugar, el Dios cristiano es trinitario; en segundo lugar,
igual que el Absoluto Principio “Mal” (representado por Lucifer) se encuentra
en el Cielo hasta su caída, de hecho, se encuentra incluso en el Jardín del
Edén en forma de serpiente, Jesús baja a los infiernos.
Esta simbología
permite representar al cristianismo de forma parecida al Ying/Yang.
2. Los Principios Absolutos “Bien” y “Mal” son los Primeros Principios;
esto es: Los Primeros Axiomas. Esto significa:
a) La función del Primer Axioma es comunicar a cada nivel de la realidad.
De aquí la idea de “Todo está unido con todo”. Todo sale de ellos y todo vuelve
a ellos. Esa unión puede partir tanto del Principio Absoluto “Bien” como del
Principio Absoluto “Mal”. Eso sí: las consecuencias serán, lógicamente,
distintas.
b) Cada sistema ético y moral sólo puede alcanzar una coherencia lógica
cuando se apoya en un Principio Absoluto (sea el “Bien” o sea el “Mal”).
Es verdad que una
persona puede ser ética y moralmente responsable sin aceptar ninguno de los dos
Principios Absolutos. No obstante, Nietzsche muestra es que la ausencia del
Principio Absoluto “Bien” implica: a) que lo único que le queda al ser humano
como posibilidad es la Nada y b) que los hombres han de coger por sí mismos,
solos y sin ayuda, la espada de la Absoluta Libertad. Ello exige que el hombre
se convierta en Superhombre, que llegue a ser un superhombre. En mi opinión, el
hombre no lo ha conseguido ni lo conseguirá. Ni siquiera la evolución acelerada
(transhumanismo) le permitirá lograrlo.
3. Al Principio Absoluto “Bien”
nosotros lo denominamos “Dios”. Dios “Bien” es Alfa y Omega.
Y lo es en un doble
sentido: a) Todas las estructuras lógicas empiezan y terminan en Él. Este
“círculo” es un viaje y, como cada viaje, sometido a los obstáculos y los
contratiempos. b) El Principio Absoluto “Bien” Dios es el Principio y el Final
del Movimiento, del Tiempo y de la Historia. Él es el motor del que Aristóteles
dice, que mueve sin ser movido. Ese Principio Absoluto “Bien” Dios es creador.
Las categorías de “Tiempo” e “Historia” son creadas con la creación del mundo.
4. Ninguno de los dos Principios Absolutos (“Bien”, “Mal”) pueden venir al
Mundo.
Ambos permanecen
fuera del mundo. Cuando el Principio Absoluto “Bien” Dios venga al mundo, se
acabarán el Mundo, la Historia y el Tiempo. Por este motivo resulta una
insensatez aparte de una falacia lógica hablar de Absoluta Perfección /Absoluta
Imperfección, de Absoluta Libertad/Absoluta Esclavitud, de Absoluto
Amor/Absoluto Odio.
5. El Espíritu que está en el Mundo es el Espíritu del Principio Absoluto
“Bien”.
O sea, lo que nosotros denominamos “Dios”.
Dios introduce su Espíritu en el mundo en el acto creador de la creación del
mundo. De ahí que su Espíritu esté en todos los sitios, incluso en las piedras.
Ello significa que se equivocan total y absolutamente todos aquellos que se
empeñan una y otra vez en afirmar la caída del Espíritu. El Espíritu no ha
caído. El Espíritu está sencillamente aquí.
Y ahora, díganme ¿cómo
puede instaurarse el mal como principio en el mundo estando el Espíritu de Dios
formando parte intrínseca de ese mundo? Jesús, al contrario que muchos hombres,
no está en absoluto obsesionado ni con el mal, ni con los avernos ni con Satán.
Aquello en lo que él piensa y aquello por lo que él vive es Dios Padre. Y esto
porque el Mal no supone ninguna amenaza ni para Dios ni para el mundo.
Aun en el supuesto
de que lo fuera, ¿creen ustedes que Dios, principio rector del tiempo, lo
permitiría? ¿Creen ustedes, seriamente, que Dios consentiría que el mal, su
contrario absoluto, se apropiase de su espíritu y de la obra que más ama porque
la ha creado y la ha creado porque la ama? ¡Antes la destruiría Él mismo! Y ni en los momentos más extremos lo ha hecho.
6. El corazón (el tercer ojo) posibilita a los hombres “ver” y “oír” al
Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios, que vive en ellos.
Esto, a pesar de lo
que muchos insisten en asegurar y predicar una y otra vez, no convierte a
ningún hombre en Dios. La función del “corazón” es la de unión; el “corazón”
es, por llamarlo de alguna manera, “el cordón umbilical” que vincula al hombre
y a Dios.
Algunos nombran al
Espíritu de Dios que está en el mundo desde la creación por el acto de la
creación “Armonía”, otros “Justicia”, en el antiguo Egipto “Ma´at”.
El Principio
Absoluto “Mal” no puede introducir ningún espíritu en el mundo porque es
estéril. Es decir, está impedido y capacitado para crear. (Este es el motivo de
que muchos identifiquen la técnica con el Principio Absoluto “Mal”. Lo cierto
es que la técnica es simplemente un sirviente ciego que sirve según le ordenen.)
Lo que, en cambio, el
Principio Absoluto “Mal” sí puede hacer y de hecho hace, es “cegar” el
“corazón”, “ensordecerlo”, de manera que el individuo no se encuentra en
condiciones de “ver” y de “escuchar” el Espíritu del Principio Absoluto “Bien”
Dios.
7. Jesús es Dios hecho Hombre. Esto significa que Jesús es la concreción
de Principio Absoluto “Bien” Dios.
Jesús no es ningún
héroe es el sentido que los griegos otorgan al término “héroe” puesto que Jesús
tiene dos naturalezas completas y plenas: la naturaleza divina y la naturaleza
humana. Ambas naturalezas no pueden mezclarse ni fusionarse; tampoco pueden ser
separadas. Del mismo modo, el hombre posee dos naturalezas plenas y completas
que no pueden unirse, pero tampoco pueden ser escindidas: la naturaleza
corporal y la naturaleza del alma. Cuando el hombre resucita, el hombre
resucita en cuerpo y en alma. Y debo decir que, en efecto, la pregunta que le
lanzan a Jesús en los Evangelios acerca de qué pasa cuando el hombre que se ha
casado varias veces resucita, es una soberana tontería. Igual que esa discusión
acerca de si los hombres cristianos han de ser enterrados o incinerados. Para
ambos casos, me remito a la respuesta de Jesús.
El hombre resucita
en cuerpo y en alma, como dos naturalezas plenas e inseparables que no
se pueden ni escindir ni fusionar. Esta es la primera enseñanza de Jesús.
8. La Fe es el re-conocimiento de que el Espíritu del Principio Absoluto
“Bien” Dios está en todo lo creado por Dios.
La
Fe del individuo, además, re-memora su unión, su vínculo, con Dios.
La Fe no salva al
Espíritu porque el Espíritu de Dios no necesita ser salvado.
Lo que la Fe hace
es salvar, en el sentido de sanar, al “corazón” del individuo (tercer
ojo) cuando está enfermo.
Sólo el “corazón”
sano y el “corazón” sanado pueden “ver” (nuevamente, en el caso del “corazón”
sanado) el Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios. Lo que Jesús muestra
con su muerte es que el Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios permanece
con nosotros, está presente en nosotros, en cada momento, en cada situación y
en cada lugar; incluso en los infiernos. Nadie tiene que venir para salvarnos.
Nosotros mismos conseguimos solos y sin ayuda salir de los infiernos, cuando
gracias a la Fe el “corazón” “ciego” y “sordo” vuelven a “ver” y a “oír” el
Espíritu del Principio Absoluto “Bien” Dios. Esta es la segunda enseñanza de
Jesús de la que suele decirse que ha salvado a la humanidad.
La Fe salva,
es decir: sana al “corazón”. Sin embargo, eso no garantiza la entrada en el
Reino de los Cielos. Únicamente a Dios le pertenece el decidirlo. Marcos 10:
35-40 (RVR 1960) “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le
acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. Él
les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu
gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces
Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o
ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron:
Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo beberéis, y con el
bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero sentaros a mi
derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está
preparado.”
Después de haber
abandonado los infiernos, es decir, después de su salida de los infiernos y de
su resurrección, Jesús regresa al mundo aquí y ahora. Esa es su tercera
enseñanza.
9. Libertad de elección. El Principio Absoluto “Bien” Dios permite a los
hombres la libertad de elegir porque Dios que es libre al tiempo que creador,
crea al hombre a su imagen y semejanza. Es decir: libre y creador.
Lo que el Principio
Absoluto “Mal” intenta mostrar a Dios en el Jardín del Edén es demostrarle al
Principio Absoluto “Bien” Dios que ha cometido una gran tontería al conceder la
libertad de elección a un ser inferior como es el Hombre. Para ello le demuestra
al Principio Absoluto “Bien” Dios lo fácil que resulta engañar al Hombre.
Hay algo que los
mortales solemos olvidar: que los avernos no amen la creación de Dios, no
significa que la odien. A los avernos
les basta con mostrar su desprecio por ella divirtiéndose con la libertad de
elección que Dios ha otorgado al hombre. Justamente la elección del hombre es el
juguete con el que los avernos gustan de entretenerse y demostrar a Dios como
una y otra vez es la libertad de elección la que les aboca en su reino. Eso y
no otra cosa son los avernos para el hombre: una constante tentación a su
libertad de elección para hacerlo caer.
En efecto, Dios expulsa
al Hombre del Paraíso; no obstante, mantiene su libertad de elección porque
Dios sabe que en el Hombre pervive y está presente el Espíritu del Principio
Absoluto “Bien”. Dios sabe que el „corazón” del hombre puede „ver” y „oír” ese
Espíritu y que, caso de que ese „corazón” enferme, la Fe puede “salvarlo”; es
decir: sanarlo.
Por el contrario,
el Principio Absoluto „Mal”, que no puede crear, sino solamente cegar y
ensordecer al corazón del hombre, es dictatorial, despótico y no permite al
Hombre ni Libertad ni un claro juicio para decidir adecuadamente. Por este
motivo “ciega” y “ensordece” el Principio Absoluto „Mal” el “corazón” del
Hombre.
Que Dios conceda la
libertad de elección al Hombre, no significa la ausencia de prohibiciones.
Dios prohíbe comer a
Adán y a Eva del árbol del Bien y del Mal, no porque tenga miedo de que lleguen
a ser como Él, que es lo que la serpiente les dice a esos pobres ingenuos, sino
porque el conocimiento absoluto del Bien y del Mal les puede empachar, sino
peor.
Las prohibiciones
no siempre son negativas. Cuando, por ejemplo, un padre prohíbe a su hijo de
tres años encender una cerilla está actuando como
un buen padre responsable y amante. Cuando le impide ir a determinados sitios o
ver determinadas películas, lo mismo.
La prohibición de
Dios está ahí. La libertad de elección que Dios deja al Hombre, también. Por
eso cuando Adán y Eva quieren comer del árbol prohibido pueden hacerlo. Que
después han de aceptar las consecuencias que de la infracción de la orden se
desprende es algo que entra dentro de la lógica “causa-efecto”. Y pese a todo: una norma puede ser
transgredida sólo y sólo si, se tiene la capacidad de elección.
Por poner un
ejemplo: Sería tan indiferente que alguien vetara la posibilidad de que yo
fuera a Marte como que me concediera libremente viajar Marte. La realidad es
que en este caso yo no podría quebrar ninguna regla, tampoco podría hacer uso
de mi presunta libertad porque es claro que al día de hoy llegar al Planeta
Rojo es, sencillamente, un imposible.
Así pues, por
favor: los críticos con la Democracia y con los límites legales que la Democracia
impone, déjense de demagogias absurdas, absurdas porque sus argumentos son
siempre argumentos ad absurdumque cuando se usa el
método del reductio ad absurdum aparecen siempre como lo que son: absurdos.
Y por favor: los
defensores de las Dictaduras, sea por los motivos que sea, piensen que el Axioma
Principal de una dictadura es que ningún individuo puede crecer recto por sí
mismo y que necesita de duros dictados
(dicta-dura) y de grandes castigos impartidos por hombres, mortales como él,
que, sin embargo, se llaman a sí mismos “grandes hombres” porque ellos mismos
se proclaman defensores y estandartes de los Principios Universales y Eternos,
sean los que sean estos Principios Universales y Eternos: Justicia, Libertad,
Dios.
Ninguno de estos Principios
Absolutos necesita de defensores.
Lo único que
necesitan los Principios Absolutos es la concreción y la práctica.
Una dictadura nunca
es la defensora de los Principios Absoluto. Es su corrupción.
Dios deja libertad
de acción a un Hombre limitado, ingenuo y con defectos.
Si Dios lo permite,
mucho más han de permitirlo los sistemas político-jurídicos-parlamentarios de
los hombres mortales.
¿Cómo se puede usar
la libertad de acción adecuadamente?
Como siempre:
“Cogito, ergo sum”
“Sapere Aude”
Y un “corazón”
limpio que permita “ver” y permita “oir” al Espíritu siempre presente, presente
hasta en las piedras, del Principio Absoluto Bien Dios.
La bruja ciega.
Nota: Una gran
parte de este artículo ha aparecido previamente publicado online en alemán online
en una página web de Berlín que se dedica a la filosofía.
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