Es Jorge el que me despierta con su llamada. “Nunca te había interesado la
mujer.” – me dice tranquilamente enfadado el tranquilo Jorge – “A decir verdad
lo que te ha caracterizado durante décadas ha sido tu asexualidad. Siempre has
sido un híbrido asexual; ni tan siquiera hermafrodita.” La tranquilidad con la que el tranquilo Jorge
insulta es aplastante. Es su tranquilidad la que confiere a sus improperios una
objetividad – que, pese a que se trata de una falsa, absolutamente falsa
objetividad – resulta difícil de erradicar. La tranquilidad con la que el
tranquilo Jorge expresa sus sentencias les otorga tal objetividad que de repente
ya no son frases: son sentencias, conclusiones, definiciones de la persona a la
que van dirigidas. Lo que el tranquilo Jorge tranquilamente expone en un par de
frases necesita, requiere, cientos de párrafos que expliquen por qué sus
presupuestos son falsos. Pero díganme: ¿quién tiene tiempo, deseos y paciencia para
detenerse a escuchar un discurso que supera los tres minutos o leer más de un par
de líneas? Lo más que la persona – o sea, una que soy yo - verbalmente agredida
con una objetividad, que pese a la falsedad que contiene se impone en la
realidad como objetiva es protestar. Eso fue lo que yo hice – “Jorge eso no es
cierto y lo sabes. ¿Sigues enfadado por la carta abierta que introduje en el
blog hace algún tiempo?” Pero Jorge el tranquilo pocas veces se inmuta y hoy,
desde luego, no es una de ellas. “¿A qué carta te refieres? Ah… Ésa… Isabel, no
intentes cambiar de tema introduciendo nuevas variables. Llevas anos hablando
de nosotros. ¿Por qué habría de importunarme algo así? Comprendo que se trata
de una estrategia para no contestar a la pregunta que te acabo de contestar: ¿Por
qué te interesa tanto la mujer en estos momentos, a ti a la que tanto desagradan
los movimientos feministas y con las características personales que te definen?”
Llegados a este punto Jorge el tranquilo, no sólo ha detenido tranquilamente
mi defensa o mi ataque, como ustedes prefieran; Jorge el tranquilo ha seguido cavando
mi fosa social a base de nuevos insultos que, claro, exigen de nuevas largas y complejas
explicaciones.
“Jorge” – respondo – “Sabes que los movimientos feministas no me han
gustado por colectivos y por conflictivos. Los colectivos convierten a la mujer
en un monolito, lo cual me niego a aceptar y son conflictivos porque tienden a separar
entre mujer monolito y hombre monolito. Con ello niegan algo que a mí me parece
esencial: la categoría de persona. Cuando una mujer es agredida quien recibe la
violencia es una persona. Eso justamente es lo que hay que considerar. Igual
que cuando una persona está enferma se trata la enfermedad en función de vida
humana que sufre y no pensando si es mujer o si es hombre. Del mismo modo una sociedad
injusta ha de intentar introducir reformas. Pero créeme: muchos hombres sufren
violencia de otros hombres y de otras mujeres; muchos hombres mueren asesinados
por otros hombres; muchos hombres sufren desigualdad en el trabajo a causa de rivalidades
entre compañeros. Las mujeres no son solidarias con otras mujeres por el hecho
de ser mujeres; a veces no son solidarias ni con sus amigas. A veces no lo son
ni con ellas mismas y se venden, como se venden los hombres, no por un plato de
lentejas (siempre legítimo) sino por un puesto mejor o por un coche de alta
gama ¡qué sé yo! Me niego a considerar a las mujeres diosas en santidad. Me
niego a introducirlas en un cajón del que no puedan salir porque o santas (las
del cajón colectivo) o herejes (las que deciden lo contrario de lo que el cajón
colectivo ha aprobado). La mayor enemiga de una mujer es otra mujer. Lee los
cuentos y entenderás. En estos instantes el colectivismo está tragando a la
mujer y de este modo está dejando a la intemperie del bosque a sus hijos – nacidos
o no nacidos. Se está convirtiendo la gestación es un proceso mecánico. Es
indiferente que las mujeres top engendren o no engendren hijos. Todavía no
estamos en el Mundo Feliz que predijo Huxley, pero se puede recurrir a la
maternidad por alquiler de vientre. Un nuevo negocio ha nacido. ¿Dónde está el
movimiento colectivo de la mujer en este caso? En ningún sitio ¿Por qué no?
Porque el vientre de una mujer le pertenece. Le pertenece el vientre. ¿Pero y
el hijo que lleva dentro? ¿También le pertenece hasta el punto de poder
venderlo? ¿Se puede vender un hijo y no se pueden vender los órganos de un
fallecido? ¿Se puede vender un hijo y no se puede vender la sangre? Y resulta
que cuando una mujer dice que el vientre de alquiler es un horror humano corre
el peligro de ser tildada de “fascista” o de “retrógrada”. ¿Quién entiende esto? Yo desde luego no. ¿Y
qué me dices del divorcio? ¿Una mujer puede luchar por amor por un hombre
casado y la esposa de ese hombre casado no puede luchar porque si ese hombre
casado se ha acostado con la mujer que está luchando por su amor ha contraído matrimonio,
obligaciones de promesas a cumplir, porque acostarse con la mujer que no es su
mujer significa que ese hombre siente amor por esa mujer que no es su mujer,
pero que como está luchando por su amor le ha perseguido constantemente,
mientras que si su esposa lucha por el amor viejo, reposado en toneles de noble
roble es una cornuda consentidora preocupada únicamente por el patrimonio que,
en el mayor caso de las situaciones, han levantado además los dos? ¿Alguien
entiende que de repente es la esposa que lucha por el esposo la que ha de
justificar su lucha porque la mujer que va tras un hombre casado durante meses,
que se acuesta con él sabiendo que está casado, está luchando por el “verdadero”
amor, o sea el suyo? ¿Quién entiende esto? Yo desde luego no. ¿Y qué me dices
de las mujeres que dejan abandonados a sus propios hijos para ir a cuidar por
dinero a los hijos de otras mujeres que tienen el suficiente dinero para pagar
a personas cualificadas que se encargan de cuidar a sus hijos mientras ellas
desarrollan sus trabajos no solamente bien cualificados sino además bien remunerados,
mientras que las otras, las que cuidan a los hijos de esas mujeres, han de conformarse
con el consabido “ir apañándoselas como se pueda”? Si alguna de esas dos mujeres, da igual que
sea la que cuida o la que paga a la que cuida, decide dejar su trabajo y dedicarse
a sus hijos y a su familia será apaleada socialmente. Pasará a convertirse en
Paria. A ella se le reprochará su falta de solidaridad hacia la sociedad a la
que pertenece porque no contribuye con su trabajo, olvidando con ello la gran
labor que presta a la sociedad educando a hijos-ciudadanos en la virtud y proporcionando
una estabilidad emocional al grupo del que está siempre ahí, a cualquier hora,
en cualquier momento. Se le recordarán miedos ancestrales como la muerte de su
marido, el divorcio llegado una edad, la pobreza en la vejez, el abandono por
parte de los hijos. Películas de terror emitidas día tras día hasta convertirlas
en acompañantes cotidianas de su existencia. Su marido y sus hijos serán tratados con conmiseración
burlona. Su marido será considerado como un débil, que mantiene, o como un “macho”,
como un “pachá”, que desea ser servido y sus hijos serán acribillados con
comparaciones de “mi madre vale más”, “mi madre sabe más”, “mi madre gana más” para
concluir “y yo me aprovecho de todo eso en lo que mi mamá es más” ¿Alguien
entiende esto? Yo no. Y todo, absolutamente todo esto, nace del cajón
colectivista en el que han atrapado a la mujer. No me extraña que aquellas
mujeres que quieren proteger sus principios sin salir del cajón se nieguen a
procrear e incluso a una relación estable con ningún hombre. Una mujer quiere
ganar su dinero. Quiere tener sus reglas. Exige su orden. Desea su ritmo. Y
justo porque es consecuente con todo ello comprende que es injusto utilizar a los
hijos como ositos de peluche para la juventud, como small talk para la madurez,
y como seguro de entretenimiento para la vejez. Por eso renuncia a ser madre.
Una mujer con dichos principios tampoco se casa porque como aseguran los
movimientos colectivos el amor llega y el amor va. Y por tanto no va a admitir
a ningún hombre ni como Smart ni como gigolo ni como muñeco robot para que le
prepare la comida cuando llegue a casa con ojos de borrego degollado. Algo que
seduce enormemente es un oyente atento. Pero como cualquier persona sabe, o
debería saber: el oyente atento desaparece igual que desaparece la oyente
atenta tras un par de sesiones intensas. Es entonces donde entran en juego las
emociones, que mantienen la atención del oyente, siempre efímera. Pero hete
aquí que también estas mujeres son criticadas. Por frías. Y si no quieren caer
en el compartimento de “frígidas” han de demostrar al colectivo gozar de grandes
relaciones. ¿Alguien entiende esto? Yo no. No entiendo nada excepto una pequeña
cosa que es la rendija por la que yo una y otra vez me escapo: la mujer es,
antes que mujer, persona y como persona individuo libre e intransferible. Y por
esa ranura, por el hueco que mi condición de persona construye me escapo sin
caer en el grupo colectivo de las antifeministas profeministas de la
esclavitud. Lo cual sentencia a la persona
a otro tipo de cárcel. Esta sí que especial para sólo mujeres. Son harenes de
esclavas lo que allí se erige. Y todo por ese empeño en convertir a la mujer en
colectivo para acto seguida encerrarla en un cajón, da igual de qué cajón se
trate, en vez de considerar a la mujer lo que la mujer por ser humano es: Persona.
“
Es al llegar al punto final de mi discurso cuando comprendo que hace tiempo
que Jorge el tranquilo ha colgado tranquilamente el teléfono.
Abandono la idea de llamarle para seguir defendiéndome. Todos lo sabemos:
los ataques que más éxito tienen son aquellos que utilizan la sorpresa y la
rapidez. Es la defensa la que exige resistencia, resiliencia, persistencia en
los principios y confianza en la Justicia. Es decir: Tiempo y Fuerza.
“¿Crees que esto sólo te sucede a ti?” – me pregunta el olor acariciante de
mi sopa.
“No” – contesto en silencio – “A la Democracia le está pasando lo mismo”.
Ah. La Democracia. Tantas preguntas sin sentido acerca de su naturaleza, de
su validez, de su utilidad, de su necesidad. En general son las personas las
que se preguntan por la razón de su existencia. Las brujas, en cambio, justo
por nuestra condición de brujas, hemos de soportar casi a diario tales interrogantes
solapados bajo diferentes velos. ¿La razón de la existencia? La existencia
misma. Incluso mi vampiro, el rey del “Reino del No-Ser”, proclama el triunfo
de su existencia frente al Ser en vez de querer caer en el Reino de la Nada, -
¡tan cercano al suyo!
Creo que aquí radica la diferencia. Las brujas estamos acostumbradas a que
se nos cuestione nuestra existencia desde los primeros momentos casi en los que
abrimos los ojos. Por eso en la vejez inundan nuestras risas el espacio cada
vez que contemplamos una nueva flor, una nueva hoja, cada vez que en el cielo
azul y despejados observamos como se mece una tímida nube blanca: porque
sabemos que todos ellos están destinados a desaparecer ¡pero que belleza y que triunfo
de la vida mientras existen!
Piensen esto cuando se pregunten o les pregunten por el sentido de sus
vidas.
Piensen esto también cuando se pregunten o les pregunten por el sentido de
la Democracia.
Tan importante como descubrir las falacias en el tratamiento colectivo que
se hace de la mujer es descubrir las falacias que se introducen a la hora de
considerar el tema de la democracia. Si ustedes niegan la similitud entre el
concepto “persona” y el concepto “Democracia”, ustedes se equivocan. Y si
ustedes creen que el destino de la mujer, como persona, y el destino de la
democracia, como sistema de gobierno son destinos separados y aparte, ni
siquiera paralelos, ustedes vuelven a equivocarse. “Democracia”, “Mujer”, “Personas”
son conceptos unidos por el mismo destino. Si la Democracia muere, muere la
mujer y muere la persona. Es, pues, necesario que la Democracia sobreviva justo
para que la mujer y la persona puedan, igualmente, sobrevivir.
Sus enemigos son muchos y los métodos que utilizan para destrozarla cambian
y se renuevan con cada nueva generación. Cada nueva generación ha de luchar por
mantener lo que tantos quieren destruir. Como Maquiavelo avisó en los Discursi:
los pueblos que nunca han conocido la libertad, difícilmente la conocerán y
aquellos que buscan el Poder no tienen ningún escrúpulo para engañar al pueblo
y conseguir que éste abandone los derechos y privilegios que con tanto esfuerzo
se alcanzaron.
He aquí los métodos que en nuestra generación utilizan aquellos que buscan
destrozar los baluartes de la Humanidad que son: la Democracia, la mujer y la
persona.
1.
Difamación
En el caso en que una Democracia sea fuerte y se mantenga dignamente en su
puesto y sea capaz de capear las provocaciones que recibe, entonces la fase dos
consiste en la difamación. “Difama, que algo queda”, dice el refrán. El refrán
tiene razón. Desinformación por aquí, fake new por allá, equivocación delante,
malentendido detrás… poco a poco se irá introduciendo en la sociedad la semilla
de la duda, la desconfianza. El que difama pedirá incluso perdón por el error.
Pero ¿lo ha pedido porque reconoce su error o porque le han obligado a pedirlo?
Contra la difamación una Democracia tiene prácticamente perdido. O ataja
rápidamente al que difama, o la difamación se convierte en algo más que en un
castillo inexpugnable. Se convierte en una montana en medio del paraje. Es
decir: lejos de ser una construcción, la difamación es un constructo artificial
que, sin embargo, se convierte en una formación natural que llega a fundirse con
el paraje, de tal manera que es parte de él.
Una Democracia difamada ha perdido su credibilidad y recuperar ésta no es
fácil. Por mucho que se esfuerce en conseguirlo, siempre habrá aquellos que
dirán que lo hace para limpiar su mancha, pero que tan fácil no va a ser. Por
no hablar de aquellos que la tildarán de “hipócrita”, “buenecita” o “en busca
de santidad”.
Ese mismo peligro es el que corre la mujer una y otra vez. Por eso su
tradicional mimetismo con las otras mujeres, por eso su constante miedo a decir
o a hacer algo que se aparte de lo que la mayoría dice y hace: porque “La mujer
no sólo tiene que ser honesta. También tiene que parecerlo.” Es el refrán más
estúpido que he escuchado en mi vida. Y llevo siglos escuchándolo. Imaginen ustedes:
desde los tiempos de los romanos. ¿la mujer honesta tiene que parecer honesta? ¿Alguien
puede explicarme la falacia que semejante oración encierra? Una mujer que es
honesta no tiene que parecer nada. Lo es y con eso basta. Pero es que además si
no bastara, por mucho que no lo pareciera, la persona de pro que se relacionara
con ella se daría cuenta enseguida que esa mujer es honesta. ¿Por qué entonces
ese “parecer”? Ese “parecer” no tiene en absoluto nada que ver con la
honestidad de la mujer. Ese “parecer” es una advertencia a la mujer de que ha
de comportarse “como todo el mundo”, “como la voz dominante”, “como lo que
digan los que tienen la voz y voto del decir, que hay que comportarse. En otro
caso su fama estará hecha a perder y su honestidad no le servirá de nada.
Así la mujer. Así la Democracia. La Democracia ha de estar constantemente dando
pruebas de su “democraticidad”, por decirlo de algún modo, para que su fama se
mantenga lo más impoluta posible.
Esto obliga a la mujer a preocuparse más por el parecer que por el ser. Así
el destino de la mujer. Así el destino de la Democracia.
Esto también es lo que obliga a la mujer, ya lo he dicho, a seguir al
comportamiento “in” de la temporada y lo que obliga a la Democracia a caer en
el Populismo.
El resultado es que la mujer honesta termina siendo hipócrita porque esforzándose
en parecer honesta atendiendo a los demás corrompe sus principios y con ellos
su honestidad. Así el destino de la mujer. Así el destino de la Democracia.
2.
Provocación
Se pone en entredicho que la democracia que actualmente tenemos sea una
verdadera democracia. Con dicho argumento no sólo se critican determinadas
reglas y leyes; también se exigen nuevos códigos. La actuación de la policía
ante una revuelta callejera que quema coches y tira todo tipo de proyectiles es
calificada de dictatorial y tirana. Cuanto más se contiene la policía mayor es
la violencia en la calle. La consecuencia de todo ello es un reforzamiento del
control, de la actuación de la policía. Con ello constatan los críticos a la
democracia que la crítica a la democracia es cierta. Con ello constatan los
críticos a la democracia que la democracia ha mostrado finalmente su verdadera
cara: la de una tirana.
Esto recuerda bastante a ese peculiar deporte que consiste en “desvelar a
Isis” donde “Isis”, curiosamente, es una mujer. Isis, diosa, democracia, mujer,
poco importa. Lo femenino va cubierto y hay que quitarle el velo, esto es:
descubrirlo para contemplar su “verdadero rostro”.
La provocación es una forma de desprestigiar a las personas que cumplen su
deber buscando motivos ocultos como el beneficio personal, o el reconocimiento
social, o la autocomplacencia. Cuando esa persona un día no pueda más y
explote, ese día afirmarán unos cuantos sumamente orgullosos de sí mismos que “se
ha descubierto su verdadero rostro.
3.
Igualación
No obstante, si pese a todo, la Democracia ha conseguido superar las fases
de Difamación y de Provocación, todavía queda la cuestión de la Igualación.
Ustedes conocen sin duda esa terrible arma que muchos utilizan: una persona
es un rematado vago, uno de esos que día tras día permanece en la penumbra de una
sala con la puerta cerrada, echado en el sofá o en la cama, tapando su rostro
con una almohada para que la luz de la penumbra y el ruido de la actividad de
los otros no les importune. Grita e insulta a los que hacen algo, desprecia a
los enfermos, y su egoísmo es déspota y desconsiderado. Un buen día, sin
embargo, decide hacer algo. Ese día escoge la mejor de sus sonrisas; es buen
conversador y agradable de trato.
Y ustedes conocen también a esas personas esforzadas, que trabajan desde la
mañana a la noche, que intentan contentar a todos y llegar a todo, sin ser
reconocidos. Como ustedes pueden suponer, a veces no pueden más y explotan profiriendo
bufidos y voceríos porque, sencillamente, están agotados y apaleados por todas
partes.
Pues bien, el primero es igualado con el segundo de la forma siguiente. Pepito
es muy sensible y tiene malos días debido a su sensibilidad, pero que agradable
es cuando se levanta. Juanito, en cambio, es trabajador, pero tan insoportable
que mejor sería que no hiciera nada.
La mujer ahora ha sido sustituida por la persona. La persona trabajadora se
ve así despojada de su mérito. Haga lo que haga nunca va a ser suficiente. Todo
va a ser calificado a la baja, ninguneado, no visto, olvidado. Por el
contrario, lo que haga el vago será potenciado, elevado a las alturas,
celebrado, coronado, recordado en los anales de la historia. La ayuda que
reciba la persona trabajadora será concedida y anunciada en la catedral para
que el mundo sepa que hay que ayudarle por pena, porque no sirve. La ayuda que
reciba el vago coronado será otorgada constantemente, pero constantemente de
manera oculta. ¿Alguien ha hecho algo por ese vago? “¡Nunca!” Afirman los que
la conceden. “Alguna vez…” – admiten a media voz cuando no les queda otra
alternativa.
Lo mismo la Democracia. Mientras la Democracia se esfuerza por agradar a
todos y a todo, por servir a todos y a todo, por ayudar y por proteger a todos
y a todo, las Dictaduras permanecen sentadas orondas y gordas en sus grandes
asientos, que han de ser grandes porque grandes son sus posaderas. Mientras la
Democracia está de aquí para allá todo el día, las Dictaduras permanecen en la
confortable sombra de sus aposentos.
Pero hete aquí que a la Democracia se le niega cualquier reconocimiento.
Todos son reproches y críticas y un día se enfada. La Dictadura en cambio, un
día se levanta de buen humor y concede perdones aquí y allá con la misma
ligereza con la que día antes sentenció penas de muerte a doquier.
Y hete aquí que a la Democracia le acusan de mal carácter y a la Dictadura
de buen hacer. La Democracia es dura de corazón. La Dictadura es una sensible Autocracia
que ha sido pedida por su amado pueblo, como el padre que es autoritario por el
bien de su hijo.
4.
Narcisismo
Imaginen ustedes que esa persona esforzada decide mostrar sus logros, que
está contenta de cada cosa que ha hecho bien y desea expresarlo. Imaginen
ustedes que esa persona trabajadora y preocupada por su sociedad desea hacer
partícipes a los demás de sus éxitos.
Será inútil. Lejos de ser aceptadas sus consecuciones como producto de su
meritorio hacer, se apelará a la suerte, o a corrupciones ocultas, o a maquinaciones
ocultas. Esa persona será tildada como manipuladora y narcisista, además de
achacarle una falta de solidaridad y de empatía por los otros.
Los otros son los que no hacen nada, pero que tampoco han de hacerlo porque,
aunque haya algunos que reconozca la verdad, la mayoría les aplaude. Todo por conseguir
una sonrisa, porque ese vago utiliza el consabido “dulce o agrio”, “zanahoria o
palo”, “regalo o latigazo”. En fin, ustedes me entienden.
Así la Democracia termina siendo narcisista y la Dictadura, siempre
preocupada auténticamente por un pueblo incapaz de gobernarse por sí mismo, de
decidir por sí mismo, porque un pueblo es como un niño al que hay que educar,
como un ciego al que hay que indicar el verdadero camino, termina siendo vista
como solidaria, empática. Y todo lo demás.
5.
Inversión.
Es así como un buen día, la mujer honesta se ve lapidada por deshonesta; la
mujer que ha sido auténtica escucha gritar que al fin se descubre su “verdadero”
rostro, no tiene nada que ver con el suyo, a la persona esforzada se le niega
su mérito y la tristeza, la apatía, la desmotivación, el desconsuelo, ese “no
entiendo nada” se apropia de su alma. Es entonces cuando acude a una sala en
penumbra y se tiende en la cama, con la almohada encima de la cama con la secreta
esperanza de recibir las mismas atenciones que el vago.
Así la persona, así la democracia.
No pasa nada de eso. A la persona esforzada la levantan a palos de la cama,
por vaga. La Democracia, a su vez, se levanta despertada por el pueblo que
reclama su muerte, su decapitación, por tirana.
En su lugar se quiere el restablecimiento del “orden democrático” de la Dictadura,
se quiere al hombre salvador que es el dictador. ¿A quiénes les interesa el “orden
democrático” de la Dictadura? A los enemigos de la Humanidad y a los defensores
del sistema. A esos que en aquellas serie de “Star trek” eran conocidos bajo el
nombre de “Borg”.
Díganme, por favor díganme, ¿en serio hacen falta tantos artículos de
periódicos en tantos periódicos de tantos países preguntándose por la naturaleza
y el valor de la Democracia como forma de gobierno? ¿Alguien puede decirme a
qué intereses sirven cuando ellos, que están en el mundo, no ven lo que yo, sin
estar en él, veo con tan nitidez que tengo que ponerme gafas negras para que la
luz de la realidad real no me deslumbre?
La bruja ciega
Estoy muy cansada. Llevo horas escribiendo además de atender a asuntos
varios. No he corregido el artículo. Pido disculpas por todos los errores que
encuentren. Espero, al menos, haber formulado correctamente el contenido. No lo
sé. No he corregido ni la estructura.
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