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Thursday, April 17, 2025

¿Puertas de salida? ¿Religiones del ayer, religiones del hoy, religiones del mañana?

 

Las brujas de hoy, como las brujas de ayer tenemos un punto en común. Ni las de ayer ni las de hoy sirven al mal, que es lo que habitualmente suele afirmarse de ellas. Sí, en cambio, sirven a los antiguos y ocultos dioses que algunos han declarado muerto. Las brujas del ayer fueron los residuos últimos de las sacerdotisas de las religiones que habían sido respetadas antes de la llegada y expansión del cristianismo y por ese mismo motivo, por no aceptar las nuevas creencias, fueron denominadas paganas. En las primeras religiones que recuerda la memoria humana regía la magia de la naturaleza cuyo principio rector era el equilibrio. Equilibrio era el nombre que se le daba a la Justicia. Más adelante se consideró que “Ecuanimidad” era la expresión que definía Justicia, porque el hombre, en aquel instante ya se había separado de la naturaleza, hasta que finalmente el concepto de Justicia por fuerza hubo de transformarse y convertirse en el seguimiento de las normas escritas y promulgadas. Equilibrio es lo que Dios clama en los tiempos de la torre de Babel y en los tiempos de Noé. En los de Babel el equilibrio entre arriba y abajo, entre Dios y el Hombre; en los de Noé el equilibrio en el mantenimiento de la vida y de la diversidad biológica: una pareja de cada especie es lo que ha de salvar Noé en su arca. Ecuanimidad lo que muestra a partir de los tiempos de Sodoma y Gomorra. Dios no destruye al mundo, sólo a las ciudades malditas; y sólo a los culpables; de ahí que Lot y su familia puedan salvarse. La ecuanimidad no exige la obediencia del otro porque no es una cuestión del ejercicio de Poder, sino el respeto y la atención a aquello razonable y sensato que se le dice. Que la mujer de Lot se convierta en estatua de sal, no es el castigo a la desobediencia del Dios ecuánime, sino que es la consecuencia que se deriva por no haber hecho oído de la advertencia, del aviso, del consejo que ha recibido, de no volver su vista atrás. A la mujer de Lot la condena su propia necedad, no el castigo de Dios. Lo que se proclama en la Ecuanimidad – Justicia- es la necesidad de abrir el tercer ojo: el corazón, a fin de que el hombre pueda reconocer al juez ecuánime y distinguirlo del juez parcial y tirano. Mientras el Hombre vivía inmerso en la Naturaleza era equilibrio el principio rector que guiaba la Justicia. Cuando queda separado de ésta, lo que dirige y sustenta a la Justicia es el tercer ojo, el corazón, ése que puede ver y puede oír la verdad y la bondad: la ecuanimidad. La ecuanimidad apela a la sensatez del corazón del hombre que la recibe. Hasta que finalmente son las normas, las leyes escritas lo que por fuerza se impone desde Moisés. Por fuerza: porque “Equilibrio” y “Ecuanimidad” eran conceptos que en los que el hombre y las divinidades andaban todavía juntos y lo que destrozaba a la humanidad, destrozaba igualmente al orden universal y hería a Dios mismo. Pero, como Singer apuntó en el prólogo de una de sus novelas, Dios y el hombre se iban alejando cada vez el uno del otro a medida que el universo se expandía. Por eso, las leyes que Dios le da a Moisés son, también, su legado de despedida. Las tablas de la Ley no son principios naturales. La intención de Jesús es doble: por un lado, intentar simplificar esas leyes a dos principios rectores para de este modo facilitar el cumplimiento de la Justicia: amarás a Dios por encima de todas las cosas, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Por otro, recordar el principio rector de la ecuanimidad y por tanto, la necesidad de activar y de mantener encendido el tercer ojo, el que sirve de guía: el corazón, el amor, o como ustedes prefieran llamarlo.

Las brujas del ayer se mantuvieron dentro de la naturaleza, sin salir de ella, por eso para ellas seguía rigiendo el principio del equilibrio; por eso no entendían de nada que no fuera vida por vida y muerte por muerte. No era maldad. Era sencillamente que guardaban la memoria de la procedencia del hombre, de esos remotos tiempos en los que hombre y naturaleza eran uno y lo mismo. El estoicismo es, en realidad una filosofía puente entre el principio de equilibrio que la naturaleza reclama y el principio de ecuanimidad que la razón pide. Por eso, quizás unen ambos: naturaleza y razón, sin comprender que ambas se excluyen y por eso que se excluyen son regidas de manera distinta. Los hijos de Marco Aurelio entendieron los disparates del estoicismo y los pusieron en práctica. Lo que quedó demostrado es lo que las sagas de Arturo ya habían puesto de manifiesto: distintos tiempos, distintos principios. Las brujas del ayer se habían quedado encerradas en un tiempo pasado, protegiendo su memoria.  

Las brujas de hoy no son las brujas del ayer. Ni siquiera aquellas que juegan en la actualidad a ser las brujas del ayer lo son. Las divinidades paganas han quedado dormidas en el tiempo al que pertenecen. Incluso aunque se las consiguiera despertar, al igual que muchos científicos sueñan con revivir lobos y mamuts de la era glacial, su despertar sería inútil e introduciría más caos y desconcierto que otra cosa. La mayoría de las brujas actuales que juegan a ser brujas del ayer son necias. Las más “letradas” utilizan ungüentos y pócimas de la demonología renacentista, no de la magia natural primera. El resto se pasan las recetas de las unas a las otras, y muchas directamente se las inventan. De igual manera aquellas mujeres que se denominan brujas y pretenden servir a Satanás en círculos y aquelarres misteriosos sólo poseen mentes nubladas y corazones cegados, que las transforman en auténticas pervertidas capaces únicamente de atrocidades. Todas ellas creen, están convencidas de ello, que entonan cantos y conjuros de cuando el planeta era todavía niño porque sus recetas están elaborados a base de hierbas y productos naturales. ¡Acabáramos! También las monjas cristianas, creyentes y piadosas las utilizaban para sus bálsamos sanadores. La primera razón para equiparar a brujas con monjas es para lo de siempre: para igualar dos desiguales, bajando al superior a fin de aupar al inferior. El empeño de convertir al sabio en necio y al necio en sabio lo que les permite a muchos echar a monjas y brujas en el mismo caldero, cuando la realidad, la absoluta realidad, es que o no tienen nada que ver (cuando las necias practican la magia natural) o las unas son el reverso de las otras (cuando las pervertidas practican demonología).

La religión pagana murió, como ahora parece que está llamado a morir el cristianismo: lenta y dolorosamente. No en el aquelarre sino en el convento, es donde muchas de aquellas guardadoras de la luz encontraron refugio y donde muchas buscadoras de la verdad hallaron, al menos eso, consuelo. Allí fue también donde muchas mujeres fueron encerradas para que no molestaran a los que pretendían usurpar el puesto de Poder que a esas mujeres les hubiera debido corresponder, o intentaban alejarlas porque se oponían a sus planes. En esos conventos se gestó el primer feminismo, ese que clamaba el derecho a ejercer el Poder que les correspondía, y el saber al que sus facultades les capacitaba acceder. Esta fue la segunda razón por la que aquellas mujeres que mantenían encendida la luz de la nueva religión en vigilia y vigilante fueron insultadas con el calificativo de “brujas”, reservando, en cambio, el apelativo igualmente despectivo de “vistesantos” para aquellas mujeres que fielmente acuden a los ritos y siguen las normas de las instituciones. Pero los refugios han ido desapareciendo uno a uno, conforme los tiempos de la ecuanimidad iban sumergiéndose en el lago del olvido. Las monjas de clausura abandonaron los conventos, mucho después de que las otras órdenes de monjas hubieran abandonado su hábito y el convento para vivir en comunidad en pisos de cuya existencia, si es que todavía existen, nada se sabe. Las nuevas órdenes que aparecen adoptan pomposos nombres con los que, en tiempos de nominalismo, pretenden sellar la falta de espíritu que las caracteriza. Aquellas mujeres se dispersaron por el mundo, igual que antes que ellas se habían dispersado los iniciados. Guardaban la luz y les faltaban los maestros. La vuelta al pasado para recuperar las virtudes es siempre un intento destinado al fracaso. No la mujer de Lot es la que avanza; ni siquiera se salva. Es el que camina al futuro, el que tiene una posibilidad in extremis de conseguir que el mundo se salve. ¿En perfección? No. In extremis. Leer cómo sigue la historia de Lot es recordar a aquellos hombres a los que un accidente les hizo caer en la nieve y devoraron a sus congéneres muertos para no sucumbir ellos también. “A grandes males, grandes remedios”. ¿Para qué? Es la pregunta que subyace y cuya respuesta ha de ser digna, loable y honorable o esa supervivencia in extremis no habrá servido de mucho. En realidad no habrá servido de nada. Esta es la cuestión a la que una y otra vez se enfrentan, nos enfrentamos, a aquellos que hemos sufrido un accidente que debería haber sido mortal y no lo fue porque allí donde el ángel de la muerte estaba presente, también estaba el de la vida. Donde uno retaba, el otro recogía el guante y vencía. ¿Para qué? Es la pregunta que ha de contestar día tras día. Pero las brujas del hoy, las guardadoras de la luz, las portadoras de la estrella, saben que esa pregunta es la que cada hombre debería contestar en la vivencia y no en la supervivencia.

Las sacerdotisas de las primeras religiones ya no existen. Las próximas religiones llamadas a convertirse en paganas son las religiones del Libro. Así que permitan todos ustedes que una vez más exprese el asombro, el tremendo asombro, que me causa el ver a todas esas religiones del Libro enfrentarse, confrontarse y combatirse las unas a las otras, cuando lo que deberían hacer es practicar el espíritu que las envuelve y dejarse de comparaciones, de rivalidades y de competencias por el número de fieles. La problemática del cristianismo la conozco. Los peligros de su desaparición, también. No puedo imaginarme que la situación en las otras religiones del Libro, con o sin fieles, sea mucho mejor. Y por favor, seamos claros, si los que mantiene en pie a una religión es la batalla a muerte contra la otra, ya les aviso, y lo sé porque oigo las carcajadas del rey del Reino del No-Ser a mis espaldas, que el resultado será el ateísmo más feroz que podamos imaginar. ¿O creen ustedes que el ateísmo es únicamente propio del cristianismo? ¡Acabáramos!

La nueva religión no es ni el islamismo, ni el judaísmo, ni el hinduismo, ni el budismo. Todas esas religiones se encuentran en la misma situación de peligro e inestabilidad en la que se encuentra el cristianismo.

La nueva religión es la religión de la neuro-tecnología y del transhumanismo, cuyo principio rector es la Predictibilidad no en el universo de las siete esferas sino en un extraño universo multidimensional, multitemporal, multimundi paralelos, pero en el que en el Planeta Tierra, empeñado como está en jugar al nominalismo, se afirma que las fronteras se cierran, lo cual -créanme- lleva a grandes y terribles confusiones.

Juguemos al aburrido juego del nominalismo, que a tantos parece divertir.  Presten atención cuando escuchen la expresión que afirma que “las fronteras se cierran” y recuerden lo que una y otra vez repito: que “a” no es “a”. En efecto: “las fronteras se cierran” en geopolítica no es lo mismo que “las fronteras se cierran” en la nueva religión de la neuro-tecnología.

El término “fronteras ” que se refiere a los límites que marcan los límites geográficos de los distintos países, - esas se marcan hoy, se cambian mañana y al poco ya no existen porque sus pueblos han conquistado o han sido conquistados, ¡qué más da!  

En cambio, las "fronteras" en las que piensa la nueva religión de la neuro-tecnología son las fronteras que separan lo real de lo irreal, lo verdadero de lo fantasmagórico, lo vivo de lo muerto.

Ese “se cierran” en el plano geopolítico significa “no permitir la entrada” pero la razón a ese: “no permitir la entrada” es porque los que pretenden entrar no pertenecen al lugar vallado. Ese “cerrar” es, pues, sinónimo de “atrincherarse”.

Ese “se cierran” en la nueva religión de la neuro-tecnología significa, al igual que en el caso anterior, “no permitir la entrada” pero la razón es otra muy diferente. No “permiten la entrada” porque se “echa las persianas a un negocio”. Ese cerrar es, pues, sinónimo de clausurar. Lo que se cierra, lo que se clausura, son las fronteras entre lo real y lo irreal. Se clausuran y con ello desaparecen por innecesarias, porque el océano es flexible y fluye. Cerrado por defunción. La defunción de los límites entre lo que es y lo que parece ser y lo que será e incluso lo que fue, puestos en revivir mamuts.

No existen fronteras, pero existen niveles a los que se les llama frecuencias. Los pensamientos no se expresan con palabras, sino con determinados sonidos en determinadas frecuencias. Las palabras no dan, no pueden dar, cuenta de ese mundo. Las palabras son insuficientes. El nominalismo se puede utilizar como juego mental, pero no como instrumento de construcción. Sospecho que el nominalismo fue el que en los tiempos de la Torre de Babel propició la aparición de nuevos idiomas. Mi sentido del humor, ya saben.

En cualquier caso, con las palabras ya no se puede pensar, si acaso en silencio. Mejor no escribir y mejor no leer. El que escribe teme constantemente ser malinterpretado. Una confusión en la coma, un comentario irónico y el follón está servido. El que lee se enfrenta al nominalismo que rige en lo escrito, por lo que ha de considerar las diferentes combinaciones de significado que entraña lo que lee; ni tan siquiera los buenos e inteligentes lectores podrán acertar a descubrir las verdaderas intenciones de los autores. Fantasmagorías es lo que gobierna cuando las fronteras entre lo real y lo irreal desaparecen. El rey del Reino del No-Ser tiene razón. En el mundo de Zenón es el, el rey del Reino del No-Ser el que predomina. Las fantasmagorías se han apropiado en estos momentos incluso de los ámbitos de la arqueología, de manera que las versiones oficiales compiten con los hallazgos más descabellados. A los oficiales esto no les molesta; tanta atención mediática proporciona relevancia pública a sus investigaciones además de ingresos para proseguir las excavaciones. La imaginación de los segundos es bien retribuida por todos aquellos que desean saber en cinco minutos lo que exige un estudio de cincuenta años, y además divertirse.

Todos contentos en ese océano que fluye con fronteras cerradas si no fuera porque la confusión impide siempre encontrar la salida correcta. Si por mero azar uno tropieza de bruces con ella, no está en condiciones de reconocerla. Incluso en el supuesto caso de que se decida a tomar ese camino, estará tan mareado que -como dice Foucault- no servirá de nada.

Las emociones se han convertido, como muchos aseguran, en instrumentos del marketing capitalista. Aquí me gustaría hacer un inciso: y del marketing anticapitalista. Las emociones, reconozcámoslo, no juegan en un equipo mientras permanecen sentadas en el banquillo en el equipo contrario. Las emociones son utilizadas por ambos equipos para polarizar y dividir. El amor es amor cuando se recibe, porque en el improbable caso de que se otorgue ese amor será con toda probabilidad, según se dice y se repite hasta la saciedad, amor tóxico. Así que nada de dar amor; mejor recibirlo. Si el amante se va a otra flor el amado no habrá perdido su energía inútilmente. El vacío que sentirá ese amado que no ama es, como mucho, el que se experimenta en esas salas en las que de repente ha dejado de sonar la música que hasta entonces se escuchaba sin que nadie, a decir verdad, le prestara atención. Como esas televisiones que en los hogares españoles están o estaban encendidas todo el día sin que nadie permaneciera atento a la pantalla, pero que rápidamente se volvían a encender si alguien osaba apagarlas. Así se siente el amado cuando es abandonado por el amante y por eso el amado corre a buscar otro amante donde sea. Ello genera grandes beneficios a los intermediarios solidarios y empáticos dedicados a buscar la felicidad al prójimo a golpe de factura; tanto a los amantes que sueñan con su amor como a los amados que buscan un mando a distancia para encender la pantalla que acalle el silencio que reina en sus almas. A todos que estén dispuestos a perder su tiempo y su dinero en semejantes compra-ventas. Créanme: si la Celestina levantara la cabeza, no la volvería dejar caer. Compraría una caja registradora para hacer el negocio de su vida y demandaría a todos los demás por copiarle el negocio.Durante años hemos asistido a fórmulas para activar las emociones y la chispa de la vida, hemos asistido a discursos sobre la importancia de nuestro desarrollo, hemos tragado eso de que cada uno es un dios al tiempo que se nos repetía infatigablemente que había que matar el ego, hemos sabido que el mundo está poblado de narcisistas, sociópatas y psicópatas, lleno de relaciones tóxicas y que esas son básicamente las personas que se oponen y se interponen a nuestro triunfo. Acabar con ellas y ellos se convierte, básicamente, en una labor social y caritativa. Eso sí: nada de derramar sangre porque el tiempo de los cavernícolas ha desaparecido. En la era neuro-tecnológica la difamación, el ninguneo y la clasificación del sujeto tras definición previa es suficiente. Hemos sufrido una epidemia de adhs en niños y en adultos, de síndromes del impostor, de la procrastinación, del workalcoholismo, del “yupiifitness” porque el deporte es salud y por eso pasar el día entero en el gimnasio, en el fitnessstudium no se puede considerar sportalcoholism sino mantenerse en forma, porque a decir verdad el cuerpo y su “mantenimiento” es lo único que realmente cuenta en seres que con la muerte de Dios perdieron también su alma; hemos padecido el síndrome de los padres helicópteros, del victimismo, de ese extraño  “nos han mentido y nos han engañado”, del “que no te mientan, que no te engañen”, extraño porque nunca aclara en qué nos han mentido, quién o quiénes nos han mentido y para qué nos han mentido y tampoco explica por qué nos avisan ahora y no antes y por qué quienes reescriben la historia son personas con tanta ideología y tan limitada formación académica. Que la calidad de las publicaciones académicas ha decaído es sabido y conocido incluso por los propios académicos. Empezó cuando a unos cuantos se les ocurrió que quien quisiera seguir en el circuito académico debía publicar, cuanto más mejor. Y a esos cuantos se les ocurrió esa brillante idea porque había profesores que se sentaban en su sillón y se quedaban sentados hasta el día de su jubilación. La idea no ha servido de mucho.  Los estudiantes que les investigan las fuentes y les escriben las notas de a pie de página disponen de menos tiempo para sus propias investigaciones, y la calidad se resiente. Para mí fue un asombro la cantidad de artículos escribían los profesores de las ciencias sociales respondiendo a sus colegas porque una determinada palabra no les parecía la adecuada y preferían otra. Eran artículos que poco o nada aportaban al asunto; hubieran servido como Smalltalk para una cena, o para una reunión de colegas e incluso para iniciar una correspondencia epistolar, pero hete aquí que en vez de eso se publicaban artículos insulsos y se recogían puntos. Sí, el síndrome en los sectores académicos de la neurosis por publicar apareció antes, mucho antes que Instagram. Cada uno de sus pensamientos les parecía lo suficientemente relevante para ser publicado porque eso facilitaría su carrera profesional, les daría un nombre, atraería a más alumnos a sus conferencias y lecciones, etc. Los “follower” fueron los sucesores de todo eso. La tonelada de artículos académicos publicados en cientos y miles de revistas cuyo nombre aparecía en las notas de pie de página -lo cual concedía que el autor de ese artículo había leido incluso las revistas que nadie conocía, en vez de mostrar lo mucho que había trabajado el estudiante que le había realizado el trabajo de “rechercher” - caminaba a la par y cogido de la mano de la neurosis que los adolescentes sentían por publicar en Instagram sus fotos de familia feliz, de ropa y bolsos de lujo, de vida sana, de viajes de ensueño y por narrar en sus blogs sus historias inolvidables.  “Hacerse un nombre” era el común denominador. Lo único que diferenciaba al mundo académico del mundo Instagram era el área de influencia. Y a eso se unió el síndrome de fotografiar la comida que algunos padecen, especialmente los que menos comen. Siento una gran curiosidad por saber qué hacen después con esas fotos. ¿Las enmarcan? ¿Las borran? Las publican en Instagram, pero ¿cuál es el sentido último del asunto? ¿Mostrar la estética de la comida que no se van a comer? ¿Naturaleza muerta con colores brillantes? Marketing de marketing, fueron los cocineros y los restaurantes quienes ganaron con ello. Con eso y con una nueva frase fórmula: “Me gusta comer, pero no me gusta cocinar”. Puesto que las neo abuelas, ya lo hemos dicho, estaban en “su onda” y a las abuelas tradicionales cada vez les resultaba más complicado reunir fuerzas para alimentar a todos los hijos y nietos que les acudían a comer, la mayoría de esos a los que les gusta comer, pero no cocinar cayeron en los brazos de los Ratatouille de este mundo y de sus amigos. El síndrome del ayuno que suele primar en los restaurantes caros, se combinó con el síndrome de “come todo lo que puedas”, de los baratos. Ignoro si los restaurantes, caros y baratos, traspasaron esta filosofía a la vida real o les fue a ellos transferida. En cualquier caso hubo personas que murieron por esa falta de límites en un océano en el que es posible que todo fluya, pero fluye según unas leyes naturales y permitiendo que en sus aguas naden diversas especies. El concepto de ley natural, sin embargo, se sobresee y en su lugar se utiliza el término de las leyes científicas. Leyes científicas de una ciencia omnisciente y omnipresente, en la cual se ha depositado la confianza absoluta, donde “confianza absoluta” significa que en ella se ha descargado la responsabilidad de que el Planeta Tierra siga siendo habitable. Recuerdo que hace unos años, acabado de leer uno de esos artículos que algún órgano publicaba respecto al estado de las aguas, transmití mi preocupación ante lo que acababa de leer en un artículo acerca del estado de las aguas subterráneas en lugares como Aragón y Cataluna debido a la desmesurada cantidad de purines provenientes de las macro-granjas de cerdos. Mi oyente me respondió con absoluta tranquilidad y despreocupación. “No era necesario que me preocupara por tan poco asunto” – dijo- “La ciencia encontraría la solución”. Su aplastante seguridad en que la ciencia volvería a vencer a las leyes naturales me aplastó. A qué negarlo.

En fin, la lista de nuevos síndromes que ni siquiera sabíamos que existían que hemos vivido, padecido y sufrido ha sido interminable a lo largo de los últimos treinta o treinta y cinco años.  Ahora parece que ha llegado el momento de que las enfermedades reales hagan su entrada en escena, mise en scène: covid, viruela, sarampión, tuberculosis. Curiosamente nadie habla de las enfermedades venéreas que afectan a cada vez más porque la promiscuidad quiere placer, pero no engendrar y por eso le basta con la píldora y no es necesario el condón. Y nadie dice que el alcohol y la droga y el mucho deporte y el poco descanso y aguas de aquí y allá debilitan los espermatozoides en los hombres y los ovarios en las mujeres. No importa: la ciencia lo arreglará. Así que no nos preocupemos y sigamos con macro-granjas de cerdo, con drogas, con alcohol, con promiscuidad y concentrémonos en la viruela y en el sarampión.  Y vacúnense. Y yo me pregunto, realmente me pregunto, por qué la gente no se vacuna de enfermedades como la viruela, que a tantos se llevó en su momento. Me lo pregunto hasta comprender que las vacunas también han caído dentro de la rueda de las emociones y del marketing y del “nos han mentido/ que no te mientan”. Hasta cierto punto tiene sentido. Díganme: Si uno no cree en Dios, y si hasta Dios es confundido con Satán, ¿Esperan ustedes que ese uno cree en algo o en alguien? ¿Si confunde a Dios con Satán, creen ustedes que será capaz de distinguir lo que sirve a la vida y lo que la destruye? ¿Y si todo es marketing, y los laboratorios van a bolsa con productos que no existen pero que apuestan que existirán, creen ustedes que ese uno es capaz de vislumbrar cuándo el laboratorio dice la verdad y cuándo vende un producto del que se espera que nacerá pero que todavía no ha nacido? ¿No se defiende al nasciturus humano y se protege al nasciturus farmacéutico? ¿Pero si no se cree en los laboratorios ni en las vacunas, quién protege a los nasciturus farmacéuticos? ¿Y si no se cree ni en los laboratorios ni en las vacunas, quién cree en los médicos? Y si los médicos no tienen paciente, sino clientes ¿quién cree en la medicina? ¿Es la medicina una ciencia? Cuando un médico afirma que tuve mucha suerte porque mi accidente no me dejó secuencias ¿me está sugiriendo que ocurrió un milagro o está diciendo que la medicina es una ciencia sometida al azar? ¿Y qué es azar? ¿El resultado del caos? Me gustaría que alguien me explicara que significa “suerte” en el lenguaje de un galeno, que es, en principio, el que más debiera rezar a Dios. Y ya puestos explíquenme por qué se cree en las soluciones de la ciencia si no se cree ni en los laboratorios ni en los médicos. ¿Se puede creer en la medicina cuando falta la fe en los médicos? Recordemos que los católicos dejaron de confesarse honestamente y de confesarse absolutamente a medida que iba disminuyendo su fe en los curas y esto supuso para muchos el pistoletazo de salida de la Fe en Dios. ¿Qué hace un hombre cuando deja de creer en Dios? El horror vacui determina que otra creencia ocupe el lugar vacío, así que muy probablemente ese hombre pasa a creer en otra cosa: Ciencia, Política, Business, Nada, Nuevo Orden, Antisistema poco importa. Así pues ¿Qué hace un hombre cuando deja de creer en la medicina? Traslada su creencia, sus cuitas y sus retribuciones pecuniarias a los curanderos, que son los que abren las puertas a la superstición, a los ungüentos, y a todo lo demás. Imagínense: al final Ciencia, política y Business acuden al curandero a buscar salud, belleza y bienestar interior, porque – aseguran y piensan- el curandero posee una ciencia que traspasa los límites del océano de la ciencia. El curandero domina el arte de la magia, donde “arte” es unión de ciencia y creatividad.

En fin…

Estamos agotados y todo para que ahora vengan a desvelarnos que las emociones han sido utilizadas por el capitalismo para vender más.

 ¡Por favor! ¡por favor! Si quieren gritar ¡verdad! Si quieren gritar ¡descorramos el velo!, háganlo. Pero háganlo adecuadamente. Reconozcan que todos, absolutamente todos - los capitalistas tanto como los anticapitalistas, los rígidos cognitivos tanto como los flexibles cognitivos -, han utilizado de las emociones y de las energías de las emociones para vender y comerciar con todo aquello con lo que han podido vender y comerciar: ideas, productos, ideología, proyectos de investigación y hasta el futuro que, como todo futuro, todavía no existe. Reconozcan que todos, absolutamente todos – los capitalistas tanto como los anticapitalistas, los rígidos cognitivos tanto como los flexibles cognitivos - han vendido y comerciado con las mismas emociones de siempre: miedo y esperanza, odio y amor y la emoción claro, de la supervivencia primero, y de alcanzar el Poder, después. Reconozcan que el mundo se ha convertido en los últimos tiempos en un bazar en el que todo podía ser comprado y vendido; un mundo en el que la desaparición de tabús significaba justamente esto: que todo tenía un precio, que todo era un objeto en venta para el comprador y que el precio estaba dado por las leyes (¿naturales o científicas?) de la oferta y de la demanda. Pero reconozcan que en ese Bazar comerciaban, actuaban e interactuaban todos: capitalistas, anticapitalistas, ideólogos e idealistas, rígidos cognitivos y flexibles cognitivos, mayorías y minorías.

Es en estos momentos cuando comprendo a Carlos el misántropo, cuya alma habla tanto y tan fuerte y tiene tanto que decir que apenas le queda ni fuerzas ni tiempo para el resto de los congéneres.

Las emociones han sido, son y serán utilizadas por todos: para bien y para mal. Igual que la inteligencia. Poco importa que se trate de un hombre individual o de un colectivo. Se pueden desear indignos objetivos y dejar cadáveres a los pies. Se pueden desear loables objetivos y para alcanzarlos no les importa dejar cadáveres a sus pies. Se pueden desear indignos objetivos y no hacer nada. Se pueden desear loables objetivos y no hacer nada.

Por eso en los viejos tiempos una conciencia sabia era aquel que probaba su destreza en conducir el caballo de las emociones y el caballo del entendimiento a la par. Eso y no otra cosa es lo que significa Razón: equilibrio entre entendimiento y sentimientos. Se le puede llamar justicia, ecuanimidad, ponderación. La Razón es sabia cuando conduce entendimiento y emociones con armonía, con equilibrio, a la par. Cuando la Razón se torna estoica y se equipara a la Naturaleza, cualquier bestialidad se convierte en “racional” por “natural”. Cuando la Razón se convierte en hedonista, se precisa de un grupo de amigos reducido, exclusivo, selecto, con los que se pueda conversar. Un grupo así es siempre difícil de encontrar y más aún de reunir. Se necesita, además, un jardín, un tiempo agradable, un buen menú, cocineros que elaboren ese buen menú y camareros que lo sirvan.  En suma: además de un pequeño y exquisito grupo de amigos, se requiere dinero con el que sufragar tanta belleza, soporte de dicha agradable Razón. Pero cuando los amigos que conforman el pequeño grupo deciden, aunque sea por aburrimiento, lanzarse al deporte de la discusión o, también por aburrimiento, deciden ser democráticos y abrir las puertas de su pequeño jardín a un evento multitudinario la bella Razón epicúrea se corrompe.

Así pues, ni el estoicismo ni el epicureísmo nos sirven como maestras ni de sabiduría ni de racionalidad, que es lo que en los últimos tiempos se ha venido predicando en diversos medios de comunicación.

En cuanto a las brujas de la estrella son, a qué negarlo, las últimas sacerdotisas de un tiempo que se aleja. Poco a poco, fluidamente, o puede que súbita y catastróficamente ¡quién lo sabe!

En este estado de cosas ha hecho su triunfal aparición una nueva religión.

La nueva religión es la religión de la Neuro-tecnología.

No nos olvidemos, por favor, de ese prefijo “neuro”.

Neuro va a significar, significa, sobre todo y ante todo: “Predictibilidad”.

Predictibilidad va a convertirse en el principio rector, en la llave maestra de esa nueva religión llamada “neuro-tecnología”.

Predictibilidad para anticipar controlada, científica, objetiva y neutralmente lo que va a ocurrir y, por consiguientemente, lo que va a determinar qué medidas a adoptar. Nada de señales, nada de profecías. Predictibilidad. La predictibilidad es el nuevo control.

Los test psicológicos van a predecir qué personas son más proclives a adoptar ideologías extremistas y cuales no. A las primeras se les denominará cognitivamente rígidas y a las segundas, cognitivamente flexibles. Interesante. Especialmente cuando hay dos ideologías extremistas, al menos dos, que pugnan por hacerse con el Poder. Definan ustedes ideología extremista. Definan ustedes algo tan sencillo como “extremismo”. Una persona que se niega a ir a un colectivo, a cualquier colectivo, ¿es o no es extremista? Una persona que sigue a un colectivo, a cualquier colectivo ¿es o no es extremista?

¿Es una persona cognitivamente rígida cuando tiene una idea, sea la idea que sea?

Y entonces los científicos neuro-tecnológicos sonríen con aquiescencia, niegan que eso sea así y nos remiten al aprendizaje. Las personas cognitivamente flexibles, dicen, observan un problema desde determinadas posiciones y pueden considerarlo desde una manera más global. En cambio, las personas cognitivamente rígidas sólo ven un lado del problema.

No seré yo quién se niegue a aceptar semejante explicación. En mis tiempos a esto se le llamaba “signo de inteligencia”. Las personas inteligentes disponían, en efecto, de dicha facultad. No obstante, las personas inteligentes, “cognitivamente flexibles” según esto, tenían también la capacidad para determinar qué posición era la más relevante para resolver un problema e incluso, cual era -desde un punto de vista estratégico – la más conveniente observar y la más conveniente señalar al resto de los congéneres para contribuir a sus propios intereses y no tanto para solucionar la cuestión del momento.

Así pues, la flexibilidad cognitiva representa una ventaja, especialmente a la hora de sobrevivir. Ello implica que el hombre cognitivamente flexible es, además de inteligente, astuto y por eso ha de unirse al grupo que le permita mantenerse con vida a él y a su grupo. El miedo y la ambición son dos emociones que desde que el hombre es hombre, y no sólo desde que es cristiano y capitalista, influyen enormemente en el desarrollo de esta “flexibilidad cognitiva”, a la que muchos científicos no dejan de apelar hoy en día.

Pero en lo que se refiere a considerar que la “flexibilidad cognitiva” rehúye cualquier tipo de extremismo, permítanme que lo dude. Hombres muy inteligentes se han mostrado implacables en determinados momentos de su vida. Esto es: siendo cognitivamente flexibles se han mostrado sumamente rígidos en el plano cognitivo, hasta el punto de no importarles morir por ello. ¿Quieren un ejemplo? Servet. Miguel Servet. Criticado por un Stefan Zweig  que años más tarde se quitaría él mismo la vida, sin que para ello hiciera falta un Calvino.

Ustedes se preguntarán por qué les cuento todo esto. En primer lugar, porque seguimos buscando puertas de salida cuando lo cierto es que a lo que asistimos hoy en día no es a una guerra geopolítica, ni a una guerra ideológica, ni a una guerra de clases, ni siquiera a una inversión de Polos. Todo eso, en efecto, está presente ¡y de qué manera! Pero todo ello es consecuencia de una guerra mucho más profunda y mucho más terrible: las cada vez más antiguas y lejanas religiones del libro y por eso cada vez más “neo-paganas” y por eso con unos espíritus cada vez más cansados y deformados todos ellos. Cansados porque combaten, como es tradicional en ellas, con las otras religiones del Libro y este “combatir” implica “ser combatido”, lo cual exige un constante esfuerzo por mantenerse despierto y porque además a esa guerra se ha sumado un nuevo contrincante tan poderoso que se enfrenta a todas las religiones de este mundo y, posiblemente, de los mundiparalelos: la nueva religión de la neuro-tecnología. A esto hay que añadir un esfuerzo más: el que representa ser deformado por la propaganda de los contrarios: los adeptos de las otras religiones, a los cuales ya conoce, y los adeptos de la nueva religión “neuro-tecnológica”, engendrada pero todavía no nacida.

Esta religión “neuro-tecnológica”, cuyo axioma es “Predictibilidad” determinará qué persona es “flexible cognitivamente” y qué persona es “rígida cognitivamente”. Interesante será en qué grupo caerán los Servets de este mundo. Son los Servets y no los cavernícolas los que en este momento están buscando como desesperados una salida. Los cavernícolas tienen sus cavernas-bunker, no hay cuidado. Pero los Servets de este mundo, igual que los Giordano Bruno están en la intemperie y su independencia mental atrae alimañas de todo tipo y condición; “flores carnívoras” incluidas. Ustedes ya me entienden.

Predictibilidad es lo que descubrió Kepler en las estrellas y eso no le libró del sótano en el que acabó suplicando su salario al rey, a fin de alimentar a su numerosa prole. Predictibilidad es lo que descubrió un Galileo, contemporáneo de Kepler, que sabía que persistir en sus ideas no le servirían para permanecer en la vida. “Tus ideas o tu vida”. Si eliges tus ideas eres a todas luces cognitivamente inflexible. Si eliges la vida, se te dirá: “Vete, tu flexibilidad te ha salvado”. Eso, en resumen, es lo que predica la religión de la neuro-tecnología.

Por eso esta noche se me ha vuelto a presentar Parsifal en sueños. Es curioso porque hace años también llegó hasta mí; pero en aquel entonces lo que le preocupaba era la cuestión del destino. ¿Estaba destinado a buscar el Santo Grial? ¿Era ese su destino? ¿Cuál era su destino? ¡Destino! – le grité a voces- ¡Te llamas caballero libre de la libre mesa redonda y buscas un destino! ¡Decide tú tu destino y cúmplelo con honor y con humildad! ¡Eso es lo que vocifera Kant y nadie le escucha!

La pregunta por la que Parsifal me ha despertado ahora: ¿es cognitivamente rígido por ser un caballero que pertenece a la mesa redonda del Rey Arturo? ¿es cognitivamente rígido por estar dispuesto a morir por los principios de la mesa redonda? ¿sería más flexible cognitivamente hablando si se uniera a los sajones? ¿O mejor aún: si no se uniera a nadie?

¡Pobre Parsifal, abuelo de Hamlet to be or not to be! Deseando siempre hacerlo todo bien. Deseando seguir las reglas sin romperlas. ¡Cuando era dueño de su destino, creía que su destino lo decían otros, las fantasmagorías imagino porque cuando Dios ha muerto ¿quién marca tu destino?, pregunto. Y cuando Dios está vivo la respuesta es la misma: “Te di la vida y te daré la muerte. Déjame ver qué haces en el tiempo y en el espacio en el que estás con los talentos que te proporcioné. Después hablamos.” ¡Ahora que será la diosa Predictibilidad quién decida su suerte, pregunta por cómo conseguir solucionar los test con la mejor nota! ¡Acabáramos! ¡Hay cosas que claman al cielo!

Hoy como ayer, ayer como hoy, Parsifal sigue buscando el Santo Grial. El Santo Grial de la actualidad es un tubo de ensayo y pertenece a la nueva religión de “neuro-tecnología”.

Hoy como ayer, ayer como hoy: unos serán paganos y otros los nuevos sacerdotes; unos decidirán qué es el Bien y qué el el Mal, y otros lo creerán; unos promulgarán leyes y conductas a seguir, otros habrán de acatarlas; unos rozarán el Poder y otros los lodos de este mundo; unos serán los tiranosaurios y otros los corderos. ¿El mundo dividido en dos? Pues, a ver… sí y no. Igual que la noche y el día, siempre acompañados de los claro-oscuros del amanecer y del atardecer y de los días de lluvia que oscurecen el día y los claros de luna llena que iluminan la oscuridad nocturna.

Conducir entendimiento y emoción exige lo que un aprender a conducir un coche exige: formación previa y práctica después. Por muy bien que conduzca el chófer, la posibilidad de una eventualidad inesperada nunca está descartada. Del mismo modo que la pericia del conductor ayuda, pero no le preserva del accidente, el hombre puede llegar a ser sabio, sin que esa sabiduría le libre del peligro. La conciencia de Dios es más que sabia. La conciencia de Dios es omnisciente. A esa omnisciencia es a la que aspira la “conciencia” de la religión neuro-tecnología. Omnisciencia y sabiduría coinciden en la religión de la neuro-tecnología, en una palabra: Predictibilidad. La conciencia de la religión de la neuro-tecnología es omnisciente y sabia porque predice; justo por esto puede ser también mediadora y juez. La conciencia de la religión de la neuro-tecnología en la era de Acuario es material, aunque no se vea y es colectiva, aunque cada gota esté bajo el control y fluye por líquida, pero eso no evita que se pueda transformar en sólida y gaseosa. Es decir, puede adoptar varias formas y varios estados, según lo requieran los sacerdotes por un lado y el comportamiento de los fieles, por otra.

La conciencia de la religión de la neuro-tecnología es Predictora y por predictora, se dice que es sabia y por sabia, se explica, es neutral, objetiva, científica.

La conciencia de la religión de la neuro-tecnología es Predictora y por predictora, mediadora y juez ante emociones descontroladas y encontradas, justo después de que esas emociones han sido encendidas, polarizadas, enfrentadas durante décadas, en vez de haber aprendido a conducirlas que es, lo que tradicionalmente en la historia, hasta ahora se había intentado.

(Es verdad que la época anti-puritanista de Gran Bretaña abrió la caja de los truenos, pero aceptémoslo: su actitud fue más aparente que otra cosa. Los anti-puritanos siguieron siendo puritanos, a su modo y manera: Unos eran anti-cristianos, pero aceptaban las filosofías y religiones, que provenían de las culturas exóticas. Otros eran absolutamente ateos, pero creían en su apellido y en su linaje como si se tratara de la estirpe de los hombres “superiores”, por lo que tenían sus propias normas, sus propios clubes y sus propios partidos políticos que exigían mucho más puritanismo que el puritanismo cristiano que aborrecían. Al puritanismo cristiano esos diletantes británicos les reprochaban el encorsetamiento a las emociones; curiosamente esos selectos clubes y partidos populistas fajaban, comprimían y oprimían las emociones tanto, si no más. La diferencia era que la sumisión a la Biblia había sido sustituida por la sumisión, obediencia, y docilidad a un sinfín de normas dictadas por la autoridad daba igual que fuera el consejo del club o el consejo del partido. La promulgación de normas era un deporte tan habitual, igual que lo era la práctica de la obediencia a normas. Los deportistas entrenaban en el club, en el partido, e incluso en las sesiones de espiritismo a las que tan aficionados eran. Se había sustituido la disciplina puritana por la disciplina laica. El término “disciplina” seguía siendo el concepto fundamental.)

En nuestros tiempos es "Predictibilidad" el concepto que sustenta la nueva religión. Y ella, la conciencia de la religión de la neuro-tecnología es la Predictor.  Esa nueva religión “neuro-tecnológica”, posee un invisible espíritu material, del que se dice que tiene conciencia. ¡Y qué conciencia!  Una conciencia material que tiene que, a pesar de ser programada por el hombre, aprende ella sola a través de la interacción con el hombre anulando y superando, sin embargo, la conciencia del hombre que la crea. Ni Dios ni ley natural ni hombre. La conciencia material soporta la religión de la “neuro-tecnología” con total y absoluta sabiduría.

Predictor de predictor es esa conciencia de la religión de la neuro-tecnología. La conciencia de esa religión puede predecir. En español sinónimos del término “predictor” son “agorero”, “augurador” y “vaticinador”. Aunque no hay un sinónimo perfecto, habremos de aceptar lo curioso que estos son: se acercan más a los conceptos de la magia que a los de la ciencia. Aquí, precisamente, en esta facultad de “Predictor” es donde magia y ciencia, espíritu y materia se encuentran y “Predictor” se hace conciencia.

Predictora omnisciente porque sabe quién va a hacer qué.

Díganme: ¿Se hubiera podido predecir lo que le iba a suceder al Conde de Montecristo? La traición de sus amigos se huele en el ambiente, ¿pero su salvación? ¿Era su liberación predecible? ¿Y la riqueza a la que iba a poder acceder? ¿Y su refinado plan de venganza? ¿Es el Conde de Montecristo inocente, culpable, las dos cosas?

En la nueva religión de la neuro-tecnología la conciencia neuro-tecnológica predice.

El hombre, en cambio,  no predice: imagina.

Es aquí cuando entra ese nuevo término llave, clave: “creatividad”.

"¿Creatividad o fantasmagoría?" - pregunto consternada. Porque recordemos que la creatividad, con o sin facultades previas, necesita y exige un largo recorrido de aprendizaje y además en diversas áreas. Sin técnica, la creatividad se atrofia; sin el esfuerzo personal, la creatividad se atrofia, sin vivencias personales, sin reflexión personal, la creatividad se atrofia; sin desarrollo de esas facultades con las que nacemos, la creatividad se atrofia.

Pero hete aquí que se clama y proclama “creatividad”, como puerta de salidad salvadora, como ya antes la clamaron y proclamaron aquellos antiguos anti-puritanos y anti-cristianos, mientras se permite la labor creativa-artística a la inteligencia artificial igual que aquellos gastaron grandes sumas en cuadros pintados por hombres que habían muerto en la sombra y que ellos convirtieron con esa creatividad anti-cristiana y anti-puritana en obras de arte al acceso únicamente de unos cuantos que las transformaron, a su vez, en objetos de inversión.  Curiosamente fueron capaces de trocar su dilentismo y su creatividad en prósperos negocios gracias a las lecciones por correspondencia que recibían de las diferentes escuelas teosóficas siempre con el término armonía y amor universal en la boca y en la pluma, pero siempre peleándose por los centavos en los bolsillos de los demás. Dichas lecciones se propagaron por los diferentes salones y lo que a veces empezaba como un “small talk” en una agradable velada, terminaba convertido en “el esperado libro” poco después.

Así las cosas. Así el observador Foucault.

 La puerta del “regreso al pasado”, no nos conduce a ningún lado.  

Las soluciones desesperadas sólo abren nuevas puertas a habitaciones en las que su eco preguntan una y otra vez, incansables, el mismo acertijo: ¿Sirvió de algo esa adoptar esa solución desesperada? ¿Redimió algo que no fuera nuestro propio instinto de supervivencia? ¿Sirve eso de algo? Uno sólo puede tomar la puerta de la solución in extremis cuando después de haberla atravesado es capaz de enfrentarse a las habitaciones de la desesperación que tras ella aparecen.

La puerta de “los colectivos” únicamente desemboca en brutales enfrentamientos  de los unos contra los otros.  

Los hombres razonables, donde “razonable” significa ese equilibrio entre entendimiento y emoción, se han retirado a sus aposentos y no hay forma humana de sacarlos de allí. Salen a trabajar para realizar una función, las conversaciones con los otros se refieren única y exclusivamente a cuestiones puntuales que se refieren a esa función. No entran en ningún tipo de conversaciones privadas y tampoco comentan nada sobre sus vidas personales. Independientemente de que el tuteo se haya impuesto en la vida laboral, lo cierto es que la actitud del hombre razonable, su cordial y educado distanciamiento, mantiene ese “usted” en las relaciones cotidianas.

Cuando llegan a sus casas conservan esa fría indiferencia lo cual provoca en los otros una mezcla en la que el sentimiento de abandono se combina con el sentimiento de seguridad que proporciona saber que, si el hombre razonable considera que ningún problema resulta suficientemente importante como para preocuparse por él, es que no hay que preocuparse.

El hombre razonable es el hombre flemático. Pero la flema sólo obtiene éxito cuando se sabe de antemano que hay tres o cuatro helicópteros provistos de unos cuantos paracaídas dispuestos a recoger a ese hombre razonable en el momento en que sea preciso.

¿Cuál es la puerta de salida?

Me lo dijo Jorge hace poco; me lo repitió Carlos no hace mucho. La única puerta de salida es la muerte, siempre y cuando no creas en Dios. Has cruzado el umbral de la puerta de entrada y esa te lleva, donde ese "te lleva" significa "te trae", al “aquí y ahora”. Ese es el juego al que el hombre está destinado a jugar, el juego también para Parsifal, para Ifigenia, para Agamenón y para todos nosotros. Uno puede jugarlo según sus propias reglas o según las reglas de otros; según sus propios principios y virtudes o según los principios y virtudes de otros o incluso decantarse por renunciar a los principios y a las virtudes lo cual hará el juego mucho más complicado al tiempo que le impide dormir.

La puerta ante la que estamos ahora es la puerta de una nueva religión: la religión de la neuro-tecnología, cuyo principio rector es la Predictibilidad.

Mientras la estrella de la Bruja Ciega se concentra en concentrar sus fuerzas, el rey del Reino del No Ser me mira con su habitual sonrisa de triunfo: feroz y cautivadora a la vez. – “¿De verdad sigues sin querer unirte a mí?” – me pregunta salvaje. – “De verdad que no” – le respondo con voz cansada porque soy consciente de que en estos momentos es su Reino, el Reino del No-Ser el que se está expandiendo a velocidades de vértigo - “Agradezco tu ayuda en el Mundo Intermedio cuando fuimos a buscar el Espíritu, agradezco que permitieras que la Energía Nómada se restableciera de sus cortocircuitos. Incluso agradezco tus visitas. Sin embargo tú y yo sabemos que pertenecemos a mundos distintos. Aunque no haya direcciones distintas; aunque el camino no conduzca ni arriba ni abajo y sea un laberinto del que se sale más mareado de lo que se entra existen, todavía existen las dos naturalezas. Distintas pero dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división y sin separación. En Jesús, la divina y la humana; en el hombre, el cuerpo y el alma. Tú eres cuerpo y alma negando el Ser de ambos, yo soy cuerpo y alma buscando el Ser de cada uno de ellos.”

-          “Es mi reino el que se aproxima, bruja ciega, es mi reino el que llega con esa nueva religión a la que tú no deseas adherirte. Una religión sin dualismos, sin direcciones, en la que todo fluye, en la que lo real y lo irreal se confunden, y en la que la conciencia es material o no es. ¿No te parece fantástico el poder que mi reino ha alcanzado?

Y como suele ser normal en él abandona mi estancia con una estrepitosa carcajada.

La estrella de la Bruja Ciega permanece concentrada.

En recopilar todas sus fuerzas.

Le harán falta.

La Bruja Ciega         

Agradezco a todos mis lectores la atención que me prestan. Como ya les he dicho, escribo a la velocidad del pensamiento porque es la única manera que conozco para ordenar mis pensamientos. Escribo mucho, muchísimo, porque son los pensamientos que me ocupan y me preocupan y porque en los tiempos que corren eso aleja a la mayoría de curiosos. A algunos de ustedes quizás les extrañe que considere que las religiones del Libro serán las próximas religiones paganas de la civilización humana ante una religión que está surgiendo ahora. En mi opinión todo señala que va a ser así. Es posible incluso que la nueva religión haya de ofrecer las víctimas que todas las nuevas religiones han debido entregar a la muerte. Ellas son, en definitiva, las que demuestran la fortaleza o la debilidad de cada nueva religión.

No es el primer artículo que dedico a la religión. Hubo uno en el que me cuestioné las tesis arrianas, a San Agustín, a San Pablo e incluso a Lutero. Imaginen mi sorpresa cuando poco a poco voy aprendiendo que no soy la única. Al parecer también Kierkegaard se dedicó a considerar el tema de la encarnación de Jesús, y en lo que a San Pablo se refiere, me han comentado que otros muchos le han criticado: Spinoza, Nietzsche, Badiou, Agamben, Freud, Slavoj Žižel y Ole Jacob Løland, que ha publicado en español “El apostol de los ateos” y que es presentado por el periódico El País el día 9 de Enero de 2024 por un periodista llamado Juan José Tamayo con la siguiente pregunta: “Pablo de Tarso, ¿un embaucador o alguien que buscaba la verdad?”. Mi respuesta a esta pregunta ya la conocen. Las respuestas de los demás las desconozco. Que no hace falta ser un gran filólogo ni un gran filósofo, sino simplemente un buen lector, para comprender que “algo falla” en ese apóstol salta a la vista en cuanto uno se aproxima a sus escritos. La valentía de todos aquellos que osaron criticarlo antes que yo es manifiesta y probada.  Dejo aquí constancia de sus nombres a falta de pruebas porque, sencillamente, todo esto lo he sabido después de publicado mi artículo y más por casualidad que por otra cosa.

 

 

 

Thursday, April 10, 2025

Puertas. Puerta de salida

 

Mi sopa susurra en silencio su acostumbrado mantra cada vez que juega con el agua y el vapor de agua: “Arriba, abajo, arriba, abajo” … En cambio, mi masa madre, la levadura que utilizo para hacer mi pan, lo cual, a qué negarlo, me ahorra un par de visitas al mercado y con ello un par de los consabidos quebraderos de cabeza que dichas visitas me acarrean, sólo repite: "paz y calor, calor y paz". Ambas, sopa y levadura, se llevan bien porque cada una de ellas tiene su propio discurso y no está en absoluto interesada en el discurso de la otra: ni para admirarlo, ni para criticarlo. ¿Autistas? No sé, francamente, si esto es lo realmente relevante. Ambas me alimentan y me proporcionan la felicidad material necesaria, para sostener mi felicidad espiritual. Teniendo esto en cuenta, díganme: ¿Importa mucho el carácter? Mi sopa, mi levadura y yo convivimos en paz y en tranquilidad protegidas por la soledad; por eso, nos molestan tanto los extraños: porque las emociones que portan consigo nos cansan y nos agotan, además de interrumpir la rutina de nuestra existencia. ¿Cambios? El cambio del tiempo ya es bastante cambio; pero queda el cambio de las sábanas, de las toallas, del agua de mi sopa, de las verduras de mi sopa, harina de mi levadura, ¿les parece todo esto poco cambio? En mi opinión, las personas que buscan emociones confunden su incapacidad para construir con el aburrimiento en que dicha incapacidad las sume. Nada que ver con otro tipo de personas: las curiosas. Este tipo de individuos no busca emociones, las encuentra sin querer; para ser más exactos: les llegan a ellos por sorpresa. Es una vez dentro de la rueda, la de las emociones, cuando comprenden adónde las ha llevado su curiosidad.

Abro el libro que me ha enviado mi amigo Carlos el misántropo desde Inglaterra. “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll.

Olvídense, por favor, de todas esas narraciones, suposiciones, sospechas, leyendas, no sé ni cómo denominarlas, en cualquier caso cuentos para no dormir, que en los últimos años han circulado acerca de la sexualidad de Carroll, y que – viniendo de mentes deformadas como venían, que no tenían más propósito que demostrar que la historia que nos han contado es falsa, que el bueno es malo, que el sensible es perverso y que Sherlock Holmes es Moriarty y que ellos no son obsesos envidiosos, sino desveladores de la “cara oculta” de los grandes hombres, especialmente de los grandes hombres de Occidente,  le otorgaron una sexualidad deformada. Esto llegó poco después de que hubieran transformado al hombre sensato que era Newton en una especie de monstruo misántropo y yo qué se qué más. Eso es lo que logran los hombres que, siendo incapaces de construir, se aburren: que encuentran un placer – definan ustedes de qué tipo de placer se trata- en ir contra las personas que trabajan, construyen, con el espíritu de la luz.

En fin…

La puerta. La puerta de Alicia. La única puerta por la que una y otra vez podíamos escaparnos, hasta que alguien como Tim Burton entró por ella y rodó un par de películas con el que seguramente se divirtió mucho, ganó fama, honor y dinero, pero con las que además de destrozarnos nuestro refugio y lugar de juegos creando mundos con mundos que ya existían, - introduciendo negro sobre blanco, que es lo que él hizo. Eso, que se llama reescribir lo escrito y que, por escrito, para qué reescribirlo en vez de escribir algo nuevo- , reveló que no había comprendido casi nada de aquello que estaba reescribiendo. Quizás por eso, porque no lo entendía, no le quedó otra opción que reescribir aquello que estaba escrito y que por escrito no hubiera hecho falta volver a escribir. Lo reescribió para poder entenderlo. Él – se entiende.

Díganme ¿Creen ustedes, de verdad lo creen, que Alicia es una pequeña niña de siete u ocho años, hija de los amigos de Carroll? ¡Ja! Esa Alicia de carne y hueso es simplemente la excusa artística que le permite a Carroll ordenar sus ideas, exponerlas y ocultarlas al gran público. Con ello Carroll no sólo se divierte con sus ideas, se divierte mucho más observando la reacción de sus congéneres ante un libro que oculta mostrando tanto como muestra. ¿Creen de verdad que "Alice en Wonderland" trata de matemáticas? ¡Naturalmente que no! Para eso Carroll ya disponía de las “serias” instituciones con sus “serios” colegas. Lo que necesitaba alguien como Lewis Carroll era entender el mundo de las ideas, el mundo del alma, el mundo de lo oculto por un velo. El conocimiento matemático es una cosa, pero el conocimiento que sustenta esa ciencia, es otra. Mientras las personas olviden esto y se empeñen en mantener un materialismo que produce más monstruos, que herejes fabrica la Iglesia, no saldremos nunca del laberinto del que habla Foucault, el último iniciado huérfano de maestro, y, en efecto, cuando salgamos -si salimos- saldremos más mareados de lo que hemos entrado.

Alicia es la pequeña Pistis Sofía. La pequeña Pistis Sofía vive en un mundo de luz y de armonía. Las flores florecen en el prado, la luz calienta sin quemar y la belleza inunda el espacio. Su hermana mayor: ese Ser que está en-si-mismo y de ahí la palabra “ensimismado”, se concentra en su actividad, igual que mi sopa y mi levadura. La felicidad plena no necesita de más. Pero la pequeña Pistis Sofía sabe que no sabe, sabe que desearía saber, sabe que le gustaría ser como su hermana mayor – la felicidad plena, el ser en-sí-mismo- pero sabe que todavía no ha alcanzado ese nivel. La pequeña Pistis Sofía quiere aprender y porque quiere aprender es curiosa. Es la curiosidad la que le lleva a perseguir al conejo. El conejo que es, en realidad, la liebre de Zenón, aquella que perdió su carrera contra la tortuga y desde entonces anda,  pobre, obsesionado con el tiempo. Hete aquí que el conejo porta un reloj y hete aquí que huye corriendo. ¿Por qué? Porque en el mundo de Alicia Pistis-Sofia, en el mundo luminoso de la armonía plena, el tiempo no existe. Por eso la liebre pierde la carrera en la fábula: porque se queda durmiendo y este dormir -que en Occidente se trata de un dormir completamente distinto al dormir del Oriente, porque el dormir en Occidente significa vigilia y revelación, mientras que en Oriente implica el sueño del justo que ya ha cumplido su trabajo y su misión - lo lleva al mundo de Alicia-Pistis-Sofia. Sólo cuando despierta comprende la liebre el problema y echa a correr. El despertar de la liebre es el despertar del tiempo. Pero el conejo recuerda también el acto de la creación. El tiempo empieza con la creación porque en la eternidad de la felicidad plena y de la plena armonía el tiempo no existe. El tiempo es un indicador de la no plenitud; de ahí esa inherente insatisfacción que el tiempo conlleva consigo y que se une a la insatisfacción que el "ser en el espacio" determina. "Uno nunca es cuando es" es el gemelo de "Uno nunca es donde está".

He aquí la gran paradoja: la inmensurabilidad de la eternidad en cualquiera de sus acepciones. El estar inmersos en una eternidad inmensurable dentro de una creación, la de nuestro mundo, en la que el tiempo corre. ¿No les parece excitante? ¿A quién le interesa el tiempo? ¿A qué tipo de seres les beneficia el correr del tiempo? ¿A los despiertos que cuando duermen captan la verdadera realidad o a los dormidos que cuando duermen alcanzan la plenitud? ¿Es el tiempo el disparo de salida para una competición entre el bien y el mal?

Aquí radica la importancia de la creación (y su incongruencia) : Con la creación, a partir de la creación, el tiempo empieza a caminar. ¡Qué digo “caminar”! ¡A correr! El tiempo empieza a correr dentro de la eternidad, pero aparte de ella. Dentro de la esfera, pero en otra esfera. 

Esta es la paradoja que Zenón acierta a descubrir y que se expone en sus aporías. ¿Realmente siguen creyendo ustedes que las teorías nuevas acerca de mundos paralelos y diferentes dimensiones son nuevas, descubrimientos de nuestro tiempo! ¡Acabáramos!

Así que Pistis Sofía Alicia sigue al conejo, se introduce por el mismo agujero que él y empieza a bajar, y a bajar y a bajar y a bajar.

El espíritu ha bajado. El espíritu baja y Carroll sabe, porque es un hombre sabio en su sabiduría, que el espíritu no baja para espiritualizar a lo que, de todas formas, ya está dotado de espíritu desde la Creación, por aquello de que todo, incluso las piedras, tienen espíritu, repito, desde la Creacion.  El espíritu baja y Carroll lo sabe también porque es un hombre sabio en su sabiduría, que el espíritu baja, pero no porque haya sido expulsado por algún pecado inconfesable, por alguna mancha inaceptable. El pequeño espíritu Pistis Sofía llega a donde llega porque la curiosidad le ha llevado hasta allí: porque corriendo detrás de aquel extraño conejo tan preocupado por su reloj y por su tiempo en un mundo en el que ni el tiempo ni los relojes importan gran cosa, ha caído en un mundo lleno de emociones que no buscaba ni deseaba. No hay ninguna intención oculta. Tampoco hay una causa escondida.

Pistis Sofía llega y como es pequeñita no entiende nada. Lo primero que Carroll expone es que el espíritu que ha descendido está tan asombrado como imperturbables se muestran ante su presencia cualquiera de los seres que habitan en Wonderland. Wonderland es Wonderland no sólo por distinto e inalterable en su dinámica intrínseca, sino porque Carroll sabe que la vida misma es un milagro, especialmente en un universo en el que habrá -seguro- muchos universos y muchos multimundos y muchas dimensiones, pero en el que hasta ahora estamos los que estamos, tal como estamos.

El viaje de Alicia es un viaje circular. Alicia regresa al lugar de donde partió. Pistis Sofía vuelve al mundo de la Felicidad plena y plena armonía, creyendo que todo ha sido un sueño. La fuerza de los sueños, ustedes ya saben. Para la liebre supuso perder la carrera, para Pistis Sofía el descubrimiento de un nuevo mundo.

Lo que Pistis Sofía encuentra en ese mundo desconocido es una variedad de extraños especímenes que no tienen nada que ver con ella ni con sus estructuras mentales, ni con sus modales, ni con su educación, ni con sus ideales, ni con sus modelos de comportamiento. Así que lo primero que hace la pequeña Pistis Sofía es llorar, y llorar, y llorar. Y nuevamente Pistis Sofía aprende que en este mundo sus lágrimas son sólo suyas, que ha de nadar en sus lágrimas, y que sus lágrimas les sirven a otros para divertirse. Puesto que las lágrimas son saladas, es lógico que un mundo pintoresco como aquel introduzca la analogía y las convierta en un lago en el que se puede organizar una carrera en la que todos pueden participar; es decir, divertirse, al tiempo que todos pretenden ganar.  ¿Pero ganar el qué? Esto es lo que Pistis Sofía no acierta a entender. Pistis Sofía entiende el conocimiento, pero no la absurdidad. Y absurdidad es para Pistis Sofía todo aquello que ella – Pistis-Sofía – no entiende, pero que, sin embargo, parecen entender perfectamente todos aquellos que participan del absurdo en el absurdo. Con ello se introduce la cuestión por lo “normal” y por lo “normalizado”, que tanto ocupó siglos más tarde a Foucault. La combinatoria, el juego combinatorio, entre “loco”, “normal” y “normalizado” es una constante en un mundo en el que en determinadas ocasiones Pistis-Sofía tiene que crecer-se y en otras encoger-se, hacerse pequeñita para poder seguir caminando. Por eso, supongo, hay momentos en los que Pistis-Sofía parece estar más presente, momentos en los que apenas es perceptible. y momentos en los que ni está, o porque no ha llegado o porque ha regresado a su mundo. En su mundo nuestra realidad es un sueño, posiblemente en nuestro mundo son los sueños lo que nos transportan al suyo. Los sueños son así vehículos de transporte. ¿Un guiño al psicoanálisis o a los viajes astrales? ¿Quién lo sabe? En cualquier caso las visitas en uno u otro sentido simplemente nos proporcionan esbozos de lo que sucede en el otro.

Pero la Pistis-Sofía de Carroll es pequeñita y por pequeñita lo único que puede repetir una y otra vez es que “así” no se hacen las cosas. Y tiene razón: “así” no se hacen en su mundo, el mundo de la felicidad plena y de la plena armonía. ¿Pero quién ha oído hablar de ese mundo? ¿Existe realmente? En Wonderland, un mundo donde el carpintero y la morsa se zampan a las pequeñas ostras y luego “lloran”, un mundo donde el sombrero, la liebre de marzo y el lirón que toman té cada día a la misma hora porque han sido condenados por el tiempo mismo por haber querido “matar al tiempo” con sus cantos, y con ello han demostrado que el tiempo no se puede ni se debe matar porque el tiempo es lo que sustenta la existencia de Wonderland, porque lo único que pueden hacer los habitantes de Wonderland es ir a dormir para alcanzar la vigilia absoluta, o ir a dormir para dormir el sueno de los justos, terminado el trabajo, pero entre medio sólo queda la repetición como modo de "matar el tiempo"; la repetición o es locura o es costumbre. Tómenlo como lo deseen. La crítica de Carroll a la repetición de hábitos es feroz y por eso lo convierte en un comportamiento neurótico que exapera incluso a la pequeña Pistis Sofía. Esa pequeña Pistis Sofía, que en realidad está fuera del tiempo, aunque en el mismo universo en el que están los que están dentro del tiempo, no tiene gran cosa qué hacer o qué decir en Wonderland. O, mejor dicho: todo lo que diga y haga Pistis Sofía Alicia carecerá de relevancia, nada de lo que diga o haga alterará el cambio de la dinámica de ese peculiar mundo que es Wonderland. Los encuentros de Pistis Sofia Alicia son puntuales e inestables. El movimiento y la transformación pertenecen a la dinámica natural de ese extraño mundo no son introducidos por una Pistis Sofía Alicia, que no comprende gran cosa porque ese mundo en el que se encuentra estando dentro del tiempo, está dentro del mismo universo en el que está el mundo de Pistis Sofía, que está fuera.

Curiosidad de curiosidades, entre el mundo que está fuera del tiempo y el mundo que está dentro del tiempo resulta imposible, a pesar de encontrarse ambos en el mismo universo, establecer ninguna analogía -como sí, en cambio, era posible establecer entre las lágrimas y el lago salado.

La imposibilidad de la analogía entre mundos que se encuentran dentro del mismo universo viene dada por un ente: el tiempo. Estar dentro del tiempo o fuera del tiempo es lo que impide la conexión, ni siquiera por analogía, entre el mundo de Pistis Sofia.

En realidad, Carroll es un irreverente que si algo temía era la reprimenda eclesiástica. Lo que Carroll está afirmando es ni más ni menos que, aunque Pistis Sofía Alicia es una adorable niña que hace gracia y causa ternura por su inocencia y su arrogancia infantil de pretender que todo sea como ella quiere que sea, la realidad es que la estancia de Pistis Sofía Alicia en este mundo resulta tan irrelevante como trivial, cuando no molesto. Pistis Sofia Alicia es una aparición pintoresca, ni se la ha llamado ni se la esperaba, nada más. Pistis Sofía Alicia es, además, una de esas visitas a las que si se les presta mucha atención pretende imponer sus propias reglas en casa de los anfitriones. Con ello Pistis Sofía Alicia no sólo se comporta de forma orgullosa, altiva y maleducada porque uno no va a otra cosa, mucho menos a un mundo, a imponer sus propias reglas, especialmente, además, cuando sus reglas no pueden ser aplicadas en Wonderland, porque Wonderland no tiene ninguna posibilidad de ser comparado, ni siquiera por analogía, con el mundo de donde procede Pistis Sofia Alicia. Aquí es donde el refrán español cobra sentido: “Más sabe el loco en su casa, que el cuerdo en la ajena.”

Pues eso.

Que sea el gato risas el que muestre su gran dentadura, cuando para muchos el gato simboliza al diablo, es uno de esos recursos literarios de muestran tanto la irreverencia de Carroll como dan cuenta de su finura mental y de su elegancia espiritual. A decir verdad, era lógico que Pistis Sofia Alicia conversara con el gato-risitas-diablo. Ambos pueden conversar porque ambos tienen un punto en común: el pertenecer a un mundo fuera del mundo en el que en ese momento están. Los opuestos se entienden no por opuestos, sino por pertenecientes a un mismo mundo: el que está fuera del tiempo y por encontrarse en un mundo que está dentro del mundo y que se les antoja sumamente curioso. El gato-risitas-diablo está más tiempo en el mundo, por eso sabe más. Ya saben: “Más sabe el diablo por viejo que por sabio”.

La puerta de Foucault, el último iniciado huérfano de maestro, nos introducía en un laberinto en el que no existía ninguna transformación, en el que no existía ninguna revolución. Si hubiera tenido tiempo de conversar con Lewis Carroll, éste le hubiera avisado de que introducirse en semejante lugar, en el que sólo campaban monstruos y del que sólo podía esperarse luchas y victorias alternas por el poder no tenía sentido. Tan poco sentido como esperar que la pequeña Pistis Sofía Alicia le proporcionara a la guerra entre rosas blancas y rosas rojas un sentido, cuando ni siquiera se sabía muy bien qué era blanco, qué era rojo y qué había sido pintado de rojo, siendo blanco. Casa de Lancaster o Casa de York, Reina Victoria y Alberto aquí y allá, poco importa. Lo que el sabio Carroll mostraba con su habitual finura de carácter es lo sencillo que es cambiar de color, siempre y cuando, claro, no te atrapen.

¿Cuál es la enseñanza más importante que Carroll señala en “Alicia en el País en las Maravillas”? Fundamentalmente, y esto es lo realmente impresionante, que el viaje circular no lo realizan los habitantes de Wonderland sino Pistis-Sofía Alicia. Somos nosotros el elemento perturbador que se introduce en su extraño su sueño y no ella el objeto de nuestro sueño, como siempre se ha querido creer. En segundo lugar, que los habitantes de Wonderland son simples existencias fenomenológicas. No intentan aclarar nada, no se desesperan, no tienen ideales; sencillamente resuelven los problemas cotidianos de la existencia de la mejor manera posible; para ellos -se entiende. En tercer lugar, que en un lugar donde lo que prevalece es el individualismo más absoluto no puede haber batallas ni luchas para alcanzar el poder. Lo más que puede existir es una reina colérica que anda amenazando siempre con castigos terribles que no se llevan a cabo por la sencilla razón que ser consecuente significaría su destronamiento. En efecto: ese individualismo termina en el momento en que todos, y no solamente uno o unos cuantos, son amenazados. Realmente amenazados.

Carroll estaba convencido de que un hombre individualista es un hombre que está a salvo de tejemanejes de la manipulación, del poder, de intrigas palaciegas y demás.

Es muy posible que así sea. Por eso, lo primero que hace cualquiera que desee introducir la lucha en la sociedad es oponerse al individualismo; considerar que el individualismo aísla y deja al ciudadano en la intemperie y que únicamente uniéndose puede lograr oponerse al poder.

Carroll no está tan seguro de que los colectivos traigan algo interesante. Los encuentros con otros individualistas le parecen adecuados siempre y cuando sea para tomar el té, sean breves y no intercepten su individualidad individual. Por eso, aunque Carroll siente un gran afecto por Pistis Sofia Alicia, la encuentra también un tanto pesada y prefiere terminar el libro enviándola de vuelta a casa, donde estará mejor que en un mundo que jamás comprenderá, pero en el que siempre intentará entrometerse.

Carroll no es un hombre simplemente inteligente. Carroll es un hombre sabio. El que ame a Pistis Sofia Alicia ha de seguirla a su mundo. Y esto, no otra cosa, es, en realidad, lo que hace Odiseo, lo que hace Jesús, y lo que hace cualquier persona que quiera llegar al mundo fuera del tiempo que se encuentra, sin embargo, en nuestro mismo universo.

El gran drama lo organiza “Juan el de las habichuelas” y todos los materialistas radicales que como él derriban cualquier posibilidad de ir a otros mundos y conocer otras realidades. Para ese tipo de materialistas radicales el cuerpo empieza y acaba en el cuerpo. Pistis Sofia Alice no es la habitante de otro mundo, ni siquiera es un sueño; es, simplemente un constructo de la mente. El hombre no puede escapar porque no hay escapatoria y no hay escapatoria porque el punto es el universo.

Y ahora con estas premisas, en estas premisas, bajo estas premisas, sobre estas premisas y desde estas premisas, hagamos física teórica con multiuniversos, multidimensiones, mundos paralelos y demás. Llega un instante en que o esa física teórica se convierte en metafísica y acepta el mundo de Pistis -Sofía-Alicia o esa física teórica se convierte en un punto que elucubra sobre puntos porque ha construido un espejo en el que un punto se convierte en una carretera de puntos. Por reflexión, se entiende. Pero al final, el espejo se convierte en foto y allí ya no sólo juega su papel la reflexión, sino también la refracción y el mundo se vuelve complejo y complicado, sin que enredar el enredo ayude a desembrollar el embrollo. Ustedes me entienden.

¿Y qué hacen mientras tanto los accionistas?

En los Evangelios se dice que hay que construir sobre roca y no sobre arena. Ellos, más listos que nadie, se han dedicado a construir castillos de arena sobre las nubes. Y las nubes, claro, vienen cargadas de rayos, truenos, y diluvios varios. No se preocupen, dicen los gurús, la tormenta acampará y podrán volver a construir fortalezas imperiales sobre el universo.

Lo único que no se encuentra es la puerta al mundo de Pistis Sofia Alicia, ni el mundo de los individualistas tolerantes de Wonderland que se reunían aquí y allí y allá para bestialidades varias que, como eran expuestas con tanta ligereza, parecían incluso divertidas.

La frase archiconocida de” ¡Que le corten la cabeza!”, le habría supuesto hoy en día a Lewis Carroll la censura absoluta del libro. No por falsa, sino por todo lo contrario: porque hoy en día las cabezas ruedan por simplezas que únicamente sirven para que alguien demuestre el poder que tiene, y ejerce, sobre sus congéneres. La mera introducción de una pequeña niña ya provocó sospechas y comentarios a cuál más perverso acerca de la supuesta sexualidad de Lewis Carroll que a ningún lector, con una idea sana de la sexualidad, se le habría ocurrido; ni por asomo se le habría pasado por la cabeza. Una y otra vez me pregunto qué leen y qué ven algunas personas cuando leen los libros. Recorren los libros no para leerlos sino para buscar con su lectura secretos inconfesables que desvelar, rostros ocultos que desvelar. Y con tanto desvelo por desvelar lo oculto, terminan desvelándose es a sí mismos. Cosas de los desvelos y desvelamientos. Pistis Sofia Alice no pretende desvelar nada. Lo suyo es mucho más simple y mucho más difícil. Casi imposible.

Imaginen: ¡Pistis Sofia Alice pretende entender Wonderland!

Seguiremos buscando puertas.

Puertas por donde marcharnos del cuadro que Foucault, el último iniciado, huérfano de maestro, observa sin sentir el más mínimo deseo de pertenecer a él, pero cayendo finalmente en él. En ese panóptico. En ese extraño laberinto. En ese punto sin retorno y sin más salida que, diga él lo que diga, la de la lucha y la de la muerte.

Puertas por donde entrar en el mundo de Pistis Sofia Alicia y su mundo de plena felicidad y armonía plena.

La bruja ciega.

 

 

Thursday, April 3, 2025

Puertas. Puerta de entrada. Octubre 1971

 

El timbre de la puerta suena y cuando la abro un hombre con mirada cansada e indiferente me entrega un paquete. Le doy las gracias y nos despedimos sin más. Puertas que se abren, puertas que se cierran. Es Carlos el misántropo quien me lo envía. El contenido es un libro acompañado de una nota: “Solo tú podrías terminar un artículo afirmando que Foucault clama verdad y silencio, en vez de verdad y parresia que es lo que estuvo predicando una gran parte de la existencia. Sólo yo puedo comprender a qué te refieres. Aquí mi regalo. Por encontrar el punto en común de los opuestos. El de Oscar Wilde y Brecht, en tu juventud; el de silencio y parresia en tu madurez. Orgulloso de ti. Aclara tu pensamiento o Jorge el tranquilo le dará tantas vueltas a la cabeza con el asunto que no me dejará trabajar en paz. Un saludo. Carlos Saldaña”

Debo reconocer que en los últimos tiempos mis amigos no dejan de sorprenderme. Jorge el tranquilo por su tranquila incapacidad para entenderme y Carlos el misántropo por todo lo contrario.

En fin…

Carlos tiene razón. Verdad y silencio es lo único que se puede deducir de la aparrasia que exige Foucault. Lo que Foucault pretende es un discurso verdadero, radicalmente verdadero y auténtico, y lo opone – por aquello de su aprensión a los universales – no a la mentira sino a la falacia. Es lógico que un iniciado como fue Foucault contrapusiera verdad y falacia y no verdad y falsedad. Era lógico por varios motivos. En primer lugar, porque el filósofo no es un místico; el filósofo no está en la verdad: la busca. En segundo lugar, porque el filósofo, buscador de la verdad, lo primero que tiene que aprender es a distinguir la mala hierba, la cizaña, de la verdad y eso en el pensamiento no es la mentira, que esa se ve al vuelo, sino la falacia, que es es un tipo de planta que crece junto a la verdad. La falacia se aprovecha de esa cercanía con la verdad para des-pistar, de manera que tomando un punto de verdad le confiere a su discurso una apariencia de realidad verdadera, siendo, en realidad, engañosa. En tercer lugar, como ya hemos dicho, la verdad, para alguien como Foucault, no es una verdad blanca y brillante que está esperando ser encontrada por el hombre. Foucault habla de diversos grises que se sobreponen los unos sobre los otros, incluso de alternancia. Foucault difícilmente es claro y no puede serlo porque, aunque fuera un iniciado era un iniciado huérfano de maestro, y, por eso, siempre dando tumbos por aquí y por allá, tropezando y volviéndose a levantar con el espíritu arrogante del que sabe que lleva un mundo en sí mismo que no puede explicar adecuadamente, no por falta de fuerzas ni de valentía sino por falta de maestro. Así que la apariencia que da a los que le escuchan es la de un rebelde, o la de un león enjaulado, incluso la de amoral, como apuntó Chomsky en su famosísima conversación; pero nunca la de un hombre preocupado, realmente preocupado, por la justicia y por la verdad con mayúscula, aunque esa mayúscula no sea universal,que es lo que en realidad le preocupaba a Foucault.

Sí. Es necesario entender a Foucault como iniciado huérfano de maestro; de otra manera Foucault permanecerá cerrado a cal y canto a cuantos análisis hermenéuticos se le hagan. Si algo muestra su filosofía es que Foucault es un hombre que está siempre observando su realidad, siempre pensando en su realidad, siempre criticando su realidad y siempre, también, deseando entender su realidad e incluso, si es posible, mejorarla.

Esta es la razón de que Foucault no esté en el cuadro. Foucault es el hombre que se niega a estar dentro del cuadro sin haberlo antes entendido y ordenado.

En este sentido Chomsky y Foucault nunca estuvieron tan separados como ellos mismos creían estar. Chomsky estaba, y supongo que seguirá estándolo, convencido de que existían unas capacidades inherentes al hombre que le permitían no sólo aprender sino establecer estructuras, cambiarlas, mejorarlas o empeorarlas… En definitiva: las capacidades inherentes del hombre le permitían la creatividad, lo que posibilitaba una construcción cada vez más compleja. Es lo que se conoce como gramática generativa. Estas capacidades inherentes al ser humano son las que permiten afirmar la universalidad de la naturaleza humana y, consiguientemente, de todos los demás universales, justicia incluida.

Hasta el día de hoy me he preguntado cómo es posible que las tesis de Chomsky, habiendo habido anteriormente un Kant, provocara la expectación que provocó en el mundo gramatical. Hasta el día de hoy me pregunto cómo algo tan sencillo y tan comprensible puede causar tantos debates.

Foucault fue uno de los que se opuso a las tesis de Chomsky. Razón no le faltaba. Un hombre nace en un tiempo y en un lugar determinado, en el que las estructuras no están por construir sino ya construidas. Ese hombre no crea el mundo en el que está, sino al revés: el mundo establecido es el que le conforma a él 

La diferencia entre ambos era doble.

Por un lado, ambos partían de dos momentos distintos: el hombre antes de nacer, en el caso de Chomsky, y el hombre nacido, en el caso de Foucault. Creo que Chomsky intentó explicárselo, pero lo hizo de una manera demasiado intelectual, para un hombre que pedía realidad.  Foucault el realista quería ver el cuadro y describir lo que veía, sin concesiones al idealismo, ni a la belleza, ni a los deseos de que fuera lo que no era. Foucault pretendía usar la fenomenología hasta sus últimos extremos, pasara lo que pasara. Es una fenomenología que se separa de la de Husserl porque es una fenomenología desde sus ojos, los de Foucault. Igual que el estoicismo de los hijos de Marco Aurelio es un estoicismo que no tiene nada que ver con el estoicismo de su padre. Pero este es otro tema. Foucault quería describir la verdad con minúscula porque Foucault sabía que la verdad que él podía describir era sólo la verdad que sus ojos, en el tiempo y lugar en el que él, Foucault, había nacido, veían; y quería hacerlo, aunque la verdad que sus ojos veían no gustara a nadie. Foucault quería ser el niño que grita que el emperador está desnudo. (Y pese a todo: Foucault es un iniciado por la importancia que concede en su cuadro a la luz; es un iniciado huérfano de maestro y por eso, al final, la luz termina convirtiéndose en una superposición de grises)

Así pues, el punto de partida es diferente. Foucault no se pregunta por nuestras facultades inherentes, sino por nuestras posibilidades de supervivencia en un mundo donde las estructuras ya están dadas. La creatividad no es, pues, tan libre como cree, como quiere creer Chomsky, porque es una libertad limitada por las estructuras que prevalecen.

Dado que las diferencias de estos dos filósofos son sobre todo de posición, es lógico que ambos terminen encontrándose. Y se encuentran en la batalla, en el mismo bando, aunque, nuevamente, en posiciones distintas.

 Muy posiblemente es Chomsky a los ojos de Foucault un "pincelito" que desea “re-pintar” una realidad cruel con la creatividad de las facultades inherentes y con los ideales que estas facultades le permiten. El reproche de Foucault a Chomsky es que con independencia del ideal que pretenda alcanzar Chomsky con su creatividad,  lo que Chomsky querrá alcanzar será su ideal, el ideal de Chomsky,  al que la creatividad de Chomsky transformará en universal, y al que apelará una y otra vez como "universal", cuando de lo  que se trata es de su ideal, el de Chomsky,  transformado en "universal" por las facultades creativas que el hombre posee.

Hay un momento durante la conversación en la que Foucault, el iniciado huérfano de maestro, le pregunta a Chomsky con sarcasmo si su desobediencia civil, la de Chomsky, es, en realidad, el intento de re-establecer la justicia o de establecer su idea de justicia universal. Aquí Chomsky tenía que haber sido valiente y haber clamado: ¡sí! ¡Justicia universal es lo que mi alma clama! Pero Chomsky, sea por educación, sea por prudencia, sea por evadir el término “alma”,  intenta irse por las ramas, porque todos sabemos lo que significa tener una idea de justicia universal – unida a la idea de “alma” - y la responsabilidad que una afirmación así conlleva. Y Foucault, l´enfant terrible, enfant terrible a su pesar, porque en realidad es un iniciado huérfano de maestro, no ceja en su pregunta.

Foucault “el iniciado huérfano de maestro” se presenta como el hombre que no se ocupa ni de su ombligo ni de los ideales eternos y universales. Foucault es el hombre que pretende desvelar, desenmascarar, sin pudor lo que sus ojos ven. Igual que el científico que se sitúa fuera del objeto a estudiar. 

Foucault quiere respuestas para ese cuadro de la vida ante el que se encuentra con su nacimiento. Foucault quiere un maestro a seguir. No lo encuentra. Su regreso al pasado, su recorrido a través de la historia es un deseo de comprender el cuadro de la realidad que se presenta ante él.

Lo que Chomsky y otros intentan decirle cuando le hacen preguntas personales a Foucault es que él está dentro del cuadro que está investigando, que no está afuera.

Foucault insiste en esa separación entre cuadro a observar,  a analizar, a estudiar, por un lado y él mismo,  por otro. Pero justamente esa separación es la que constata la existencia de la esfera, de lo universal, a cuya existencia él con tanto denuedo se opone. Si Foucault está fuera del cuadro,  eso significa que Foucault está en otro sitio.  Y ese sitio es la esfera.

Esto es algo de lo que nadie parece apercibirse. El cuadro es el punto-átomo de Demócrito.  Y uno únicamente puede salir de él si existe un espacio más allá de él mismo. Esta es una de las primeras contradicciones de Foucault,  el último iniciado,  huérfano de maestro. 

Al final,  Chomsky resulta ser más existencialista que Foucault, porque Foucault es el observador que se niega a ser observado.  Foucault es el observador que se empeña en que todos observen y se concentren en el contenido del cuadro que se presenta ante él. Foucault niega la posibilidad del observador observado. 

Foucault es el observador que una y otra vez insiste en su condición de observador, no observado,   que describe el cuadro que está ante sus ojos y en el que únicamente se ve lucha y alianzas inestables para la lucha, y que insistiendo en esa condición de observador,  de científico,  incluso,  se olvida de él mismo.

Foucault se olvida de sí mismo y este olvido del ser, de su ser, le impide comprender que, sin desearlo, sin pretenderlo, sin ni siquiera notarlo, Foucault está afirmando con su posición de observador la existencia de la esfera universal porque está concentrado en su punto,  en su cuadro. Por eso no toma conciencia de que ese "salir fuera del cuadro " y ese "estar en el museo" implica la existencia de la esfera universal. Esta condición de "observador", sin embargo es la única que seguramente salva a Foucault de caer en una lucha de todos contra todos y en un cuadro en el que no desea caer. Lo veremos más tarde.

Ambos, Foucault y Chomsky, aceptan, pese a sus diferencias, que sus diferencias son menores que las que ellos creen y además no descansan donde ellos creen que descansan. Ambos aceptan la necesidad de la lucha y de la rebeldía. Chomsky, porque considera necesario poner en práctica sus ideales, de manera que el espíritu dormido despierte y limpie el polvo y la suciedad acumulada. Foucault porque, en su opinión, la vida se reduce a luchar por el Poder, y el que no lucha por el Poder se convierte en oprimido.

Lo que Foucault encuentra en una primera observación es que esa lucha es  una tortilla, que plantea, como cualquier tortilla, la necesidad de darle la vuelta.  A la tortilla, se entiende. La lucha de clases, asegura Foucault, no implica un deseo de corregir la injusticia y restablecer la justicia, como cree Chomsky. La lucha de clases es la lucha de un grupo por conseguir el Poder que otro grupo ocupa; y por eso, las reformas que introduzca el grupo que ocupa el Poder a fin de corregir esa injusticia no van a servir de nada. Y no van a servir de nada porque la lucha de clases va encaminada a un cambio de Poder, no a una corrección de la injusticia, dice Foucault. 

Chomsky cree que, en las estructuras sociales, en las instituciones, interactúan diferentes corrientes y por eso el individuo, la agrupación de los individuos, pueden mejorar su funcionamiento. Pero no nos confundamos: el idealismo de Chomsky es un idealismo realista y pragmático. El idealismo de Chomsky es el idealismo del hombre que cree que el hombre, por hombre, con Dios o sin Dios, seguramente sin Dios, por sus capacidades inherentes, puede construir una sociedad y mejorarla; pero Chomsky sabe también que el hombre, a veces, puede ser un lobo para el hombre. Chomsky no es un iniciado, pero es un profeta. Es durante esa conversación con Foucault, en el año 1971, donde Chomsky afirma que la desobediencia civil puede implicar como reacción a esa desobediencia la aparición del fascismo; pero peor que dejarse llevar por el miedo es quedarse de brazos cruzados. Curiosamente esta frase: la de que la desobediencia civil y los desórdenes que provoca pueden conducir al fascismo,  da la razón a Foucault cuando sostiene la alternancia del Poder. Aunque en este caso esa alternancia apele a la "restauración del poder" del grupo que lo ha perdido o que tiene miedo a perderlo, como justificación. 

Foucault no atiende a profecías. Para él, la alternancia, la lucha por el poder, es una realidad, no un augurio. Concentrado como está en la observación de su punto, en ese instante y en ese lugar, Foucault ha llegado a la conclusión de que el Poder no se establece desde arriba, ni desde abajo. Foucault considera que el Poder es un micropoder que está conectado y encadenado, de manera que esa lucha por derribar a un grupo del Poder que ocupa y sustituirlo por otro grupo, está en todas las estructuras humanas. Ninguno de esos grupos está realmente interesado en ideales universales. Cada uno de esos grupos aspira únicamente a disfrutar de las ventajas que el Poder proporciona.

Esto es lo que Chomsky llama amoral. 

Esto es lo que Foucault denominaría descripción real de la realidad que sus ojos encuentran.

Algunos se extrañan que Foucault no esté en el cuadro que describe. Foucault no quiere entrar en el cuadro. Foucault quiere comprender el cuadro que se le presenta. Foucault no es nunca donde está. Foucault desea ser siempre el observador que acompaña, que oye, que atiende, sin pertenecer al grupo. A ninguno. Foucault es un iniciado sin maestro. El último iniciado. Foucault no ve la esfera, porque sus ojos sólo miran al punto, con el extrañamiento del hombre que quiere comprender qué es lo que se presenta ante sus ojos, porque no comprende nada. Foucault es un iniciado,  el último de los iniciados, huérfano de maestro.  Por eso no termina de comprender. 

Foucault grita Parresia.

Y gritando Parresia, Foucault encuentra a la Locura vírica, al discurso retórico, adulador, engañoso, falaz. Aquel discurso confuso  que le impide determinar qué es verdad. ¡Verdad individual, se entiende! ¡Eso es lo que Foucault exige: veracidad como autenticidad individual!

Pero lo único que Foucault encuentra una y otra vez es Poder, micropoder. Deseo de Poder. Alternancia de Poder. “Dar la vuelta a la tortilla”. Es necesario comprender a Foucault. Lo que él ve es un cuadrado, un tableau. O lo que es lo mismo: una esfera. Pero no es una esfera universal. Lo que Foucault ve es un punto. Foucault es consciente de que se trata de un punto puntual y no universal, pero por ser suyo, por ser “su” punto es probable que a Foucault no le importara considerarlo en un momento dado como universal. Pero sólo porque es “su” punto. En realidad, a Foucault lo universal le resulta indiferente. Al contrario de Pascal, ante la duda de la existencia de Dios, Foucault no aceptaría nunca el camino de escoger a Dios por aquello de “in dubio pro reo” (permítanme mi sentido del humor). Foucault negaría la existencia de Dios, por considerar su negación, la de Dios, más ventajosa que su afirmación en tanto en cuanto que es la única manera de poder concentrarse en el objeto de estudio que realmente le incumbe, le pre-ocupa y le ocupa: la realidad que aparece ante sus ojos. La universalidad impide la concentración  en el punto concreto y limitado que aparecece ante nuestros ojos. Así que Foucault ve un punto en el que las direcciones arriba/abajo son ilusorias. No hay un arriba y un abajo establecidos, sino alternantes. No hay dos naturalezas: cuerpo y alma, sino sólo un cuerpo y una mente que no es libre y por no libre, no creativa, sino adaptativa y con deseos de im-ponerse. No hay tampoco una naturaleza universal, con lo cual todo es cambiante y cambia según el Poder que lo determina y este Poder es un micropoder que se mantiene en las estructuras, aunque los poderes que lo detentan sean alternantes. La lucha no es por el bien, ni por la justicia. La lucha es por el Poder. Las tesis de Foucault terminan en el apocalipsis. Igual que acababa el mundo de Demócrito.

En el cuadro de Foucault la lucha es constante. 

Si esta lucha se libra por un poder alternante, o  se mantiene por la aproximación a ideales esto es algo -creo yo- que cualquier combatiente que se precie ignora en cualquier tiempo y en cualquier lugar durante la lucha. Lo que, en cambio, sí saben todos, es que nadie sale indemne de allí. Terminada la contienda, y aunque hayan obtenido la victoria, esos partisanos serán como Moisés: ninguno entrará jamás en la tierra prometida. 

Esto es lo que, en mi opinión, sobresee Foucault: que el esfuerzo de la lucha, la consecución del triunfo, aunque se trate de un éxito alternante, no es nunca para nosotros, sino para los que vienen tras de nosotros, para el futuro.

Lo que Foucault (y Chomsky) sobreseen es la responsabilidad que tiene el Poder hacia el otro, por aquel que está fuera de él, del Poder.  Chomsky lo intuye, pero la obsesión por la dinámica opresor/oprimido, le impide verlo con claridad.

El cuadro de Foucault se mantiene en movimiento, en cambio, no sólo por la lucha, sino por la vida. El concepto de vida es un concepto al que Foucault tendrá que referirse necesariamente.

Foucault piensa en la vida. Foucault habla de vida. La vida no tiene responsabilidad hacia el otro, sino sólo hacía si misma: hacia su supervivencia. 

Yo pienso en la vida. La vida mientras es vida es movimiento y el movimiento implica superación de obstáculos.

Reconozcámoslo: Kissinger se equivocaba cuando decía que el juego "Go" es más "humano" que el "ajedrez". Y se equivocaba porque un animal que no se mueve es un animal muerto, excepto en el caso de que se trate de un depredador que ha de mantenerse quieto, en tranquila espera, a que tranquilamente se le acerque la presa para en ese momento abalanzarse sobre ella y devorarla.

Pero recuerden: cualquier tiranosaurio, por tiranosaurio que sea, precisa de una presa. 

Pregúntense, preguntémonos, qué pasa si el número de presas escasea. 

Pregúntense, preguntémonos, qué habrá: si una lucha entre los tiranosaurios o se fomentará el crecimiento del número de presas. Posiblemente ambas.

En mi opinión la tesis de lucha que ambos, Chomsky y Foucault, sostienen:  lucha entre clases opresoras y clases oprimidas es muy simplista. 

Muchos ven en Hobbes la solución. Con ello no me estoy refieriendo a un Leviathan universal, ni a un Leviathan global. Me estoy refieriendo a la necesidad de ceder nuestros derechos para conseguir una sociedad en paz.

Dos son los riesgos que la solución de Hobbes plantea:

El primero, que el peligro a la hora de ceder los derechos es el que se incluye en el "Lazarillo de Tormes", que se pacte comer una uva, el ciego coma de dos en dos y el lazarillo resuelva entonces comer de tres en tres. O sea: corrupción. 

El segundo, la paz, ¿Qué paz? Normalización, como diferente de normal; normalización como uniformización, determinada por el Poder que impera.  Esa es la paz que Foucault ve en su cuadro.

El constante movimiento de todos contra todos agota. 

El últimoen caer será el vencedor.

Y establecerá la paz,claro. Su paz -se entiende. 

Una paz en movimiento. O sea, inestable.

Cuando los caídos hayan recuperado sus fuerzas, se hayan restablecido de sus heridas y cuando los que cosechaban beneficios con esa paz, dejen de hacerlo, las microluchas se convertirán en microguerras, si no en algo peor.

La pugna entre clases opresoras y clases oprimidas, que Foucault y Chomsky planteaban, es demasiado simple. La realidad es que en esa contienda cada uno de los tiranosaurios, de los opresores, lucha por convertirse en la cabeza dirigente de tiranosaurio y en obtener el mayor número de vasallos entre los tiranosaurios además de presas que devorar, entre los oprimidos. Por su parte, cada una de de los oprimidos lucha por convertirse en la cabeza de los oprimidos, de obtener el mayor número de vasallos dentro de su grupo,  así como intenta evitar por todos los medios ser devorados por los opresores tiranosaurios. De ahí que la colaboración sea siempre un modo de interacción. Los tiranosaurios para extender su dominio y las presas, para no ser devoradas. A este tipo de colaboración se le denomina "constructiva" y "win-win", pero se trata de una colaboración ficticia, interesada.

Lo que aquí se oculta es una lucha encubierta de todos contra todos. Justo para introducir el "orden" en esta lucha de todos contra todos es por los que los contendientes se agrupan en colectivos, que dan una falsa apariencia de unidad, porque la lucha de todos contra todos está también allí dentro presente, aunque aminorada por el deseo de victoria de cada colectivo Con respecto al colectivo contrario . Es la necesaria unión que la empresa requiere,  la que introduce esa "paz" interna.

 Cuanto más polarizados estén los colectivos, menos colectivos existirán  en una sociedad, más fácilmente se podrá distinguir contra quién se lucha y más "ordenada" será la lucha. Cuanto mayor sea la movilidad de esos colectivos, cuanto más fácil y más rápidamente logren cambiar de forma y de posición, mayor será su eficacia. Cuanto más rápido se dispersen en células autónomas, para a continuación volverse a reunir, mayor será su efectividad.

Foucault y Chomsky siguen  seguimos, en la esfera de Zenón, en el mundo de Demócrito.

Qué hacer.

Cómo encontrar una solución a esto.

Dejando aparte el silencio de los intelectuales, lo que Foucault propone es el trabajo con el Poder, que es -curiosamente- una idea parecida a la que Chomsky esgrime para justificar su pertenecia al mit: porque trabajando con el Poder y utilizando la parresia es posible corregir los excesos y defectos de ese poder.

Chomsky y Foucault vuelven a encontrarse. Cada uno en su puesto y en su posición, pero en el mismo bando.

La veracidad personal es lo que ambos, creo yo, sostienen. Cada cual a su modo y manera. Cada cual con sus contradicciones. Esto es algo que Foucault el observador acierta a ver. Por eso incluso la Parresia está en constante cambio. 

Trabajar y participar en las instituciones, influenciar al Poder para encaminarlo a buen puerto es lo que, creo yo, ambos – Chomsky y Foucault- pretenden. Cada cual a su modo y manera. Cada cual con sus contradicciones. 

La Parresia es la solución que Foucault propone. Pero cuando todo el mundo grita, cuando es veracidad versus veracidad, cuando todos hablan a la vez sin que ninguno escuche al otro, cuando el punto es mi punto y es mi punto contra tu punto y por eso por muy veraz que tu punto sea, mi punto es igual de veraz que el tuyo y por tanto está al mismo nivel de veracidad, cuando además ni tú, ni yo, ni ninguna persona está en posesión de todos los datos necesarios para determinar no sólo qué es veraz y qué es falacia, qué es autenticidad y qué es ambición o bajos intereses, sino qué veracidad es sinonimo de lo más adecuado, de qué punto es más constructivo, de qué punto es el más inteligente ¿quiere alguien explicarme cómo se puede determinar dónde reluce la verdadera veracidad? ¿Quién puede determinarlo?

En suma: cuando la lucha es una constante, y los universales no existen como puntos de anclaje,  de referencia al menos,  la posibilidad de determinar qué es veracidad es prácticamente imposible. Uno puede ser veraz y gritar lo que ve. Uno puede ser veraz y gritar lo que siente. Pero lo que ve un miope sin gafas veraz ¿se corresponde con la realidad real? ¿Y se corresponde con la realidad cuando un hombre melancólico o un hombre feliz hablan con la veracidad? ¿Puede un hombre veraz creer en que su veracidad es la expresión de una observación correcta? Si consideramos que correcta o no, lo importante es que esa descripción sea veraz puesto que se corresponde con lo que el observador ha observado,  ¿habrá de tenerse en consideración por veraz y no por exacta?

La parresia puede convertirse en una constante algarabía de hombres veraces con diferentes observaciones: como la de esos hombres ciegos que describen un elefante desde diferentes posiciones y llegan a conclusiones distintas.  Nuevamente es uno, el observador,  el que escucha, el que tiene el poder de decisión y de determinación. 

La apelación a la parresia es la segunda contradicción en el pensamiento de Foucault. Porque el observador es el que mantiene el poder y el que puede decidir cual es el discurso veraz, el discurso veraz y racional y cual el discurso veraz y no racional y cual el discurso no veraz, pero racional y cual el discurso no veraz y no racional. 

Porque si lo que se busca es trabajar con el Poder, trabajar ofreciendo veracidad, y se trabaja con la parresia como instrumento, donde parresia es gritar la verdad y no expulsar verborrea, la conclusión a la que se llega, siendo veraz y siendo auténtico, sólo puede ser una: verdad y silencio. Porque el silencio es lo único que el poder observador no puede clasificar. 

Parresia y Silencio se hacen uno. Porque el silencio, igual que la palabra, tiene muchas facetas, muchos tonos grises, que el poder observador no puede situar, clasificar, contundentemente.

Ese silencio habla y es veraz: el silencio auténtico grita verazmente que lo más veraz que puede hacer un hombre prudente es callar.  

La estrella de la bruja ciega lo sabe.

Locura vírica lo sabe.

Locura vírica utilizará el silencio, igual que utilizó la palabra para llegar al Poder, para hacerse con el Poder. Locura vírica es lo que Hannah Arendt denominó banalidad y lo que otros, como Bonhoeffer, han calificado de estupidez.

El descubrimiento, el hallazgo de la importancia de la Locura vírica, el recuerdo de la alternancia, la constatación de los grises, la importancia de la luz en su cuadro, son indicadores de que Foucault es un iniciado. Lo que no sé, lo que ignoro, es si él mismo comprendió la importancia y el alcance de sus investigaciones.

¿Cómo evitar la implosión del punto de Foucault?

¿Cómo evitar la destrucción de la esfera?

Punición es lo que Hobbes establece.

Panopticum es lo que acierta Foucault a distinguir.

Esa, en mi opinión, es la única puerta que se vislumbra en el cuadro de Foucault. 

Creo que en el cuadro que Foucault tiene ante si el Panopticum es una puerta de salida para Foucault, pero compréndanme: no como preso, sino como vigilante. El vigilante,en el cuadro de Foucault, tiene el Poder porque  es el único que tiene la posibilidad de comportarse libremente, porque es el único que no es observado. Dios es el observador que no observa y Foucault sólo puede mantener su libertad, manteniéndose fuera del cuadro,  como observador, como vigilante,  como dios. Foucault no es un dios universal.  Pero es el dios de su cuadro y de su observación. 

Por eso, la invitación,  la llamada de Foucault a que los intelectuales trabajen dentro de las instituciones y utilicen la parresia como modo de trabajo, implica la constatación de que él,  Foucault,  quiere estar dentro del cuadro.  Como preso.

Como observado y no como observador, que hubiera sido la única puerta de Foucault y que Foucault terminó rechazando,  rechazando con ello la toma de poder  y la existencia de la esfera, y aceptando, en su lugar, la condición de preso dentro del cuadro,  que es su punto-átomo de Demócrito,  con todas las consecuencias que ello conlleva.  

Les aseguro que no me gustan las conclusiones a las que llego. Me molestan enormemente. Mis conclusiones no son producto de una veracidad que trabaja para un observador-poder, sino la de un observador que sabe que está dentro se la esfera en un punto solitario.  Y ese observador-solitario, que soy yo,  que no trabaja con ninguna institución,  ni con nadie,  lo único que acierta a ver, una y otra vez, mire adónde mire dentro de ese cuadro que se presenta a sus ojos,  es que desde hace cincuenta años, pero especialmente desde hace veinte, e intensivamente desde hace diez, lo que ha primado en el cuadro, no son las consideraciones de Chomsky, ni las de Husserl ni las de Habermas, ni la de ninguno de aquellos que creen en la humanidad,  sino las tesis de Foucault, la descripción del cuadro de Foucault en la que se dirime una constante lucha, que termina dejando de ser una lucha de clases para convertirse en una veraz lucha de todos contra todos "ordenada" en colectivos,  sea "colectivos" lo que sea.

En fin...

Ni el café me consuela. 

Voy a leer el libro que me ha enviado Carlos.

Quizás muestre otra puerta de salida.

La bruja ciega.