Mi sopa susurra en silencio su acostumbrado mantra cada vez que juega con
el agua y el vapor de agua: “Arriba, abajo, arriba, abajo” … En cambio, mi masa
madre, la levadura que utilizo para hacer mi pan, lo cual, a qué negarlo, me
ahorra un par de visitas al mercado y con ello un par de los consabidos
quebraderos de cabeza que dichas visitas me acarrean, sólo repite: "paz y calor,
calor y paz". Ambas, sopa y levadura, se llevan bien porque cada una de ellas
tiene su propio discurso y no está en absoluto interesada en el discurso de la
otra: ni para admirarlo, ni para criticarlo. ¿Autistas? No sé, francamente, si
esto es lo realmente relevante. Ambas me alimentan y me proporcionan la
felicidad material necesaria, para sostener mi felicidad espiritual. Teniendo
esto en cuenta, díganme: ¿Importa mucho el carácter? Mi sopa, mi levadura y yo convivimos
en paz y en tranquilidad protegidas por la soledad; por eso, nos molestan tanto
los extraños: porque las emociones que portan consigo nos cansan y nos agotan,
además de interrumpir la rutina de nuestra existencia. ¿Cambios? El cambio del
tiempo ya es bastante cambio; pero queda el cambio de las sábanas, de las
toallas, del agua de mi sopa, de las verduras de mi sopa, harina de mi levadura,
¿les parece todo esto poco cambio? En mi opinión, las personas que buscan
emociones confunden su incapacidad para construir con el aburrimiento en que
dicha incapacidad las sume. Nada que ver con otro tipo de personas: las
curiosas. Este tipo de individuos no busca emociones, las encuentra sin querer;
para ser más exactos: les llegan a ellos por sorpresa. Es una vez dentro de la
rueda, la de las emociones, cuando comprenden adónde las ha llevado su
curiosidad.
Abro el libro que me ha enviado mi amigo Carlos el misántropo desde
Inglaterra. “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll.
Olvídense, por favor, de todas esas narraciones, suposiciones, sospechas,
leyendas, no sé ni cómo denominarlas, en cualquier caso cuentos para no dormir,
que en los últimos años han circulado acerca de la sexualidad de Carroll,
y que – viniendo de mentes deformadas como venían, que no tenían más propósito
que demostrar que la historia que nos han contado es falsa, que el bueno es
malo, que el sensible es perverso y que Sherlock Holmes es Moriarty y que ellos
no son obsesos envidiosos, sino desveladores de la “cara oculta” de los grandes
hombres, especialmente de los grandes hombres de Occidente, le otorgaron una sexualidad deformada. Esto
llegó poco después de que hubieran transformado al hombre sensato que era
Newton en una especie de monstruo misántropo y yo qué se qué más. Eso es lo que
logran los hombres que, siendo incapaces de construir, se aburren: que
encuentran un placer – definan ustedes de qué tipo de placer se trata- en ir
contra las personas que trabajan, construyen, con el espíritu de la luz.
En fin…
La puerta. La puerta de Alicia. La única puerta por la que una y otra vez
podíamos escaparnos, hasta que alguien como Tim Burton entró por ella y rodó un
par de películas con el que seguramente se divirtió mucho, ganó fama, honor y
dinero, pero con las que además de destrozarnos nuestro refugio y lugar de
juegos creando mundos con mundos que ya existían, - introduciendo negro sobre
blanco, que es lo que él hizo. Eso, que se llama reescribir lo escrito y que, por
escrito, para qué reescribirlo en vez de escribir algo nuevo- , reveló que no
había comprendido casi nada de aquello que estaba reescribiendo. Quizás por eso,
porque no lo entendía, no le quedó otra opción que reescribir aquello que estaba
escrito y que por escrito no hubiera hecho falta volver a escribir. Lo reescribió
para poder entenderlo. Él – se entiende.
Díganme ¿Creen ustedes, de verdad lo creen, que Alicia es una pequeña
niña de siete u ocho años, hija de los amigos de Carroll? ¡Ja! Esa Alicia de
carne y hueso es simplemente la excusa artística que le permite a Carroll
ordenar sus ideas, exponerlas y ocultarlas al gran público. Con ello Carroll no
sólo se divierte con sus ideas, se divierte mucho más observando la reacción de
sus congéneres ante un libro que oculta mostrando tanto como muestra. ¿Creen de
verdad que "Alice en Wonderland" trata de matemáticas? ¡Naturalmente que no! Para
eso Carroll ya disponía de las “serias” instituciones con sus “serios” colegas.
Lo que necesitaba alguien como Lewis Carroll era entender el mundo de las
ideas, el mundo del alma, el mundo de lo oculto por un velo. El conocimiento matemático
es una cosa, pero el conocimiento que sustenta esa ciencia, es otra. Mientras
las personas olviden esto y se empeñen en mantener un materialismo que produce
más monstruos, que herejes fabrica la Iglesia, no saldremos nunca del laberinto
del que habla Foucault, el último iniciado huérfano de maestro, y, en efecto,
cuando salgamos -si salimos- saldremos más mareados de lo que hemos entrado.
Alicia es la pequeña Pistis Sofía. La pequeña Pistis Sofía vive en un mundo de luz y de armonía. Las flores florecen en el prado, la luz calienta sin quemar y la belleza inunda el espacio. Su hermana mayor: ese Ser que está en-si-mismo y de ahí la palabra “ensimismado”, se concentra en su actividad, igual que mi sopa y mi levadura. La felicidad plena no necesita de más. Pero la pequeña Pistis Sofía sabe que no sabe, sabe que desearía saber, sabe que le gustaría ser como su hermana mayor – la felicidad plena, el ser en-sí-mismo- pero sabe que todavía no ha alcanzado ese nivel. La pequeña Pistis Sofía quiere aprender y porque quiere aprender es curiosa. Es la curiosidad la que le lleva a perseguir al conejo. El conejo que es, en realidad, la liebre de Zenón, aquella que perdió su carrera contra la tortuga y desde entonces anda, pobre, obsesionado con el tiempo. Hete aquí que el conejo porta un reloj y hete aquí que huye corriendo. ¿Por qué? Porque en el mundo de Alicia Pistis-Sofia, en el mundo luminoso de la armonía plena, el tiempo no existe. Por eso la liebre pierde la carrera en la fábula: porque se queda durmiendo y este dormir -que en Occidente se trata de un dormir completamente distinto al dormir del Oriente, porque el dormir en Occidente significa vigilia y revelación, mientras que en Oriente implica el sueño del justo que ya ha cumplido su trabajo y su misión - lo lleva al mundo de Alicia-Pistis-Sofia. Sólo cuando despierta comprende la liebre el problema y echa a correr. El despertar de la liebre es el despertar del tiempo. Pero el conejo recuerda también el acto de la creación. El tiempo empieza con la creación porque en la eternidad de la felicidad plena y de la plena armonía el tiempo no existe. El tiempo es un indicador de la no plenitud; de ahí esa inherente insatisfacción que el tiempo conlleva consigo y que se une a la insatisfacción que el "ser en el espacio" determina. "Uno nunca es cuando es" es el gemelo de "Uno nunca es donde está".
He aquí la gran paradoja: la inmensurabilidad de la eternidad en cualquiera
de sus acepciones. El estar inmersos en una eternidad inmensurable dentro de
una creación, la de nuestro mundo, en la que el tiempo corre.
Aquí radica la importancia de la creación (y su incongruencia) : Con la creación, a partir de la creación, el tiempo empieza a caminar. ¡Qué digo “caminar”! ¡A correr! El tiempo empieza a correr dentro de la eternidad, pero aparte de ella. Dentro de la esfera, pero en otra esfera.
Esta es la paradoja que Zenón acierta a descubrir y que se expone en sus
aporías. ¿Realmente siguen creyendo ustedes que las teorías nuevas acerca de
mundos paralelos y diferentes dimensiones son nuevas, descubrimientos de
nuestro tiempo! ¡Acabáramos!
Así que Pistis Sofía Alicia sigue al conejo, se introduce por el mismo
agujero que él y empieza a bajar, y a bajar y a bajar y a bajar.
El espíritu ha bajado. El espíritu baja y Carroll sabe, porque es un hombre
sabio en su sabiduría, que el espíritu no baja para espiritualizar a lo que, de
todas formas, ya está dotado de espíritu desde la Creación, por aquello de que
todo, incluso las piedras, tienen espíritu, repito, desde la Creacion. El espíritu baja y Carroll lo sabe también
porque es un hombre sabio en su sabiduría, que el espíritu baja, pero no porque
haya sido expulsado por algún pecado inconfesable, por alguna mancha
inaceptable. El pequeño espíritu Pistis Sofía llega a donde llega porque la
curiosidad le ha llevado hasta allí: porque corriendo detrás de aquel extraño conejo
tan preocupado por su reloj y por su tiempo en un mundo en el que ni el tiempo
ni los relojes importan gran cosa, ha caído en un mundo lleno de emociones que
no buscaba ni deseaba. No hay ninguna intención oculta. Tampoco hay una causa
escondida.
Pistis Sofía llega y como es pequeñita no entiende nada. Lo primero que Carroll
expone es que el espíritu que ha descendido está tan asombrado como imperturbables se muestran ante su presencia cualquiera
de los seres que habitan en Wonderland. Wonderland es Wonderland no sólo
por distinto e inalterable en su dinámica intrínseca, sino porque Carroll sabe que la vida misma es un milagro, especialmente en un universo
en el que habrá -seguro- muchos universos y muchos multimundos y muchas
dimensiones, pero en el que hasta ahora estamos los que estamos, tal como estamos.
El viaje de Alicia es un viaje circular. Alicia regresa al lugar de donde
partió. Pistis Sofía vuelve al mundo de la Felicidad plena y plena armonía, creyendo
que todo ha sido un sueño. La fuerza de los sueños, ustedes ya saben. Para la
liebre supuso perder la carrera, para Pistis Sofía el descubrimiento de un
nuevo mundo.
Lo que Pistis Sofía encuentra en ese mundo desconocido es una variedad de extraños
especímenes que no tienen nada que ver con ella ni con sus estructuras
mentales, ni con sus modales, ni con su educación, ni con sus ideales, ni con
sus modelos de comportamiento. Así que lo primero que hace la pequeña Pistis
Sofía es llorar, y llorar, y llorar. Y nuevamente Pistis Sofía aprende que en
este mundo sus lágrimas son sólo suyas, que ha de nadar en sus lágrimas, y que
sus lágrimas les sirven a otros para divertirse. Puesto que las lágrimas son
saladas, es lógico que un mundo pintoresco como aquel introduzca la analogía y
las convierta en un lago en el que se puede organizar una carrera en la que
todos pueden participar; es decir, divertirse, al tiempo que todos pretenden ganar.
¿Pero ganar el qué? Esto es lo que
Pistis Sofía no acierta a entender. Pistis Sofía entiende el conocimiento, pero
no la absurdidad. Y absurdidad es para Pistis Sofía todo aquello que ella –
Pistis-Sofía – no entiende, pero que, sin embargo, parecen entender
perfectamente todos aquellos que participan del absurdo en el absurdo. Con ello
se introduce la cuestión por lo “normal” y por lo “normalizado”, que tanto
ocupó siglos más tarde a Foucault. La combinatoria, el juego combinatorio,
entre “loco”, “normal” y “normalizado” es una constante en un mundo en el que en
determinadas ocasiones Pistis-Sofía tiene que crecer-se y en otras encoger-se,
hacerse pequeñita para poder seguir caminando. Por eso, supongo, hay momentos
en los que Pistis-Sofía parece estar más presente, momentos en los que apenas
es perceptible. y momentos en los que ni está, o porque no ha llegado o porque
ha regresado a su mundo. En su mundo nuestra realidad es un sueño, posiblemente
en nuestro mundo son los sueños lo que nos transportan al suyo. Los sueños son
así vehículos de transporte. ¿Un guiño al psicoanálisis o a los viajes astrales?
¿Quién lo sabe? En cualquier caso las visitas en uno u otro sentido simplemente
nos proporcionan esbozos de lo que sucede en el otro.
Pero la Pistis-Sofía de Carroll es pequeñita y por pequeñita lo único que puede repetir una y otra vez es que “así” no se hacen las cosas. Y tiene razón: “así” no se hacen en su mundo, el mundo de la felicidad plena y de la plena armonía. ¿Pero quién ha oído hablar de ese mundo? ¿Existe realmente? En Wonderland, un mundo donde el carpintero y la morsa se zampan a las pequeñas ostras y luego “lloran”, un mundo donde el sombrero, la liebre de marzo y el lirón que toman té cada día a la misma hora porque han sido condenados por el tiempo mismo por haber querido “matar al tiempo” con sus cantos, y con ello han demostrado que el tiempo no se puede ni se debe matar porque el tiempo es lo que sustenta la existencia de Wonderland, porque lo único que pueden hacer los habitantes de Wonderland es ir a dormir para alcanzar la vigilia absoluta, o ir a dormir para dormir el sueno de los justos, terminado el trabajo, pero entre medio sólo queda la repetición como modo de "matar el tiempo"; la repetición o es locura o es costumbre. Tómenlo como lo deseen. La crítica de Carroll a la repetición de hábitos es feroz y por eso lo convierte en un comportamiento neurótico que exapera incluso a la pequeña Pistis Sofía. Esa pequeña Pistis Sofía, que en realidad está fuera del tiempo, aunque en el mismo universo en el que están los que están dentro del tiempo, no tiene gran cosa qué hacer o qué decir en Wonderland. O, mejor dicho: todo lo que diga y haga Pistis Sofía Alicia carecerá de relevancia, nada de lo que diga o haga alterará el cambio de la dinámica de ese peculiar mundo que es Wonderland. Los encuentros de Pistis Sofia Alicia son puntuales e inestables. El movimiento y la transformación pertenecen a la dinámica natural de ese extraño mundo no son introducidos por una Pistis Sofía Alicia, que no comprende gran cosa porque ese mundo en el que se encuentra estando dentro del tiempo, está dentro del mismo universo en el que está el mundo de Pistis Sofía, que está fuera.
Curiosidad de curiosidades, entre el mundo que está fuera del tiempo y el
mundo que está dentro del tiempo resulta imposible, a pesar de encontrarse
ambos en el mismo universo, establecer ninguna analogía -como sí, en cambio,
era posible establecer entre las lágrimas y el lago salado.
La imposibilidad de la analogía entre mundos que se encuentran dentro del
mismo universo viene dada por un ente: el tiempo. Estar dentro del tiempo o
fuera del tiempo es lo que impide la conexión, ni siquiera por analogía, entre
el mundo de Pistis Sofia.
En realidad, Carroll es un irreverente que si algo temía era la reprimenda
eclesiástica. Lo que Carroll está afirmando es ni más ni menos que, aunque
Pistis Sofía Alicia es una adorable niña que hace gracia y causa ternura por su
inocencia y su arrogancia infantil de pretender que todo sea como ella quiere
que sea, la realidad es que la estancia de Pistis Sofía Alicia en este mundo
resulta tan irrelevante como trivial, cuando no molesto. Pistis Sofia Alicia es
una aparición pintoresca, ni se la ha llamado ni se la esperaba, nada más.
Pistis Sofía Alicia es, además, una de esas visitas a las que si se les presta
mucha atención pretende imponer sus propias reglas en casa de los anfitriones.
Con ello Pistis Sofía Alicia no sólo se comporta de forma orgullosa, altiva y
maleducada porque uno no va a otra cosa, mucho menos a un mundo, a imponer sus
propias reglas, especialmente, además, cuando sus reglas no pueden ser aplicadas
en Wonderland, porque Wonderland no tiene ninguna posibilidad de ser comparado,
ni siquiera por analogía, con el mundo de donde procede Pistis Sofia Alicia.
Aquí es donde el refrán español cobra sentido: “Más sabe el loco en su casa,
que el cuerdo en la ajena.”
Pues eso.
Que sea el gato risas el que muestre su gran dentadura, cuando para muchos
el gato simboliza al diablo, es uno de esos recursos literarios de muestran
tanto la irreverencia de Carroll como dan cuenta de su finura mental y de su
elegancia espiritual. A decir verdad, era lógico que Pistis Sofia Alicia conversara
con el gato-risitas-diablo. Ambos pueden conversar porque ambos tienen un punto
en común: el pertenecer a un mundo fuera del mundo en el que en ese momento están.
Los opuestos se entienden no por opuestos, sino por pertenecientes a un mismo
mundo: el que está fuera del tiempo y por encontrarse en un mundo que está
dentro del mundo y que se les antoja sumamente curioso. El gato-risitas-diablo
está más tiempo en el mundo, por eso sabe más. Ya saben: “Más sabe el diablo
por viejo que por sabio”.
La puerta de Foucault, el último iniciado huérfano de maestro, nos
introducía en un laberinto en el que no existía ninguna transformación, en el
que no existía ninguna revolución. Si hubiera tenido tiempo de conversar con
Lewis Carroll, éste le hubiera avisado de que introducirse en semejante lugar,
en el que sólo campaban monstruos y del que sólo podía esperarse luchas y
victorias alternas por el poder no tenía sentido. Tan poco sentido como esperar
que la pequeña Pistis Sofía Alicia le proporcionara a la guerra entre rosas
blancas y rosas rojas un sentido, cuando ni siquiera se sabía muy bien qué era
blanco, qué era rojo y qué había sido pintado de rojo, siendo blanco. Casa de
Lancaster o Casa de York, Reina Victoria y Alberto aquí y allá, poco importa.
Lo que el sabio Carroll mostraba con su habitual finura de carácter es lo
sencillo que es cambiar de color, siempre y cuando, claro, no te atrapen.
¿Cuál es la enseñanza más importante que Carroll señala en “Alicia en el
País en las Maravillas”? Fundamentalmente, y esto es lo realmente impresionante,
que el viaje circular no lo realizan los habitantes de Wonderland sino Pistis-Sofía
Alicia. Somos nosotros el elemento perturbador que se introduce en su extraño su
sueño y no ella el objeto de nuestro sueño, como siempre se ha querido creer. En
segundo lugar, que los habitantes de Wonderland son simples existencias
fenomenológicas. No intentan aclarar nada, no se desesperan, no tienen ideales;
sencillamente resuelven los problemas cotidianos de la existencia de la mejor
manera posible; para ellos -se entiende. En tercer lugar, que en un lugar donde
lo que prevalece es el individualismo más absoluto no puede haber batallas ni
luchas para alcanzar el poder. Lo más que puede existir es una reina colérica
que anda amenazando siempre con castigos terribles que no se llevan a cabo por
la sencilla razón que ser consecuente significaría su destronamiento. En
efecto: ese individualismo termina en el momento en que todos, y no solamente
uno o unos cuantos, son amenazados. Realmente amenazados.
Carroll estaba convencido de que un hombre individualista es un hombre que
está a salvo de tejemanejes de la manipulación, del poder, de intrigas
palaciegas y demás.
Es muy posible que así sea. Por eso, lo primero que hace cualquiera que desee
introducir la lucha en la sociedad es oponerse al individualismo; considerar
que el individualismo aísla y deja al ciudadano en la intemperie y que
únicamente uniéndose puede lograr oponerse al poder.
Carroll no está tan seguro de que los colectivos traigan algo interesante. Los
encuentros con otros individualistas le parecen adecuados siempre y cuando sea
para tomar el té, sean breves y no intercepten su individualidad individual. Por
eso, aunque Carroll siente un gran afecto por Pistis Sofia Alicia, la encuentra
también un tanto pesada y prefiere terminar el libro enviándola de vuelta a casa,
donde estará mejor que en un mundo que jamás comprenderá, pero en el que
siempre intentará entrometerse.
Carroll no es un hombre simplemente inteligente. Carroll es un hombre sabio.
El que ame a Pistis Sofia Alicia ha de seguirla a su mundo. Y esto, no otra
cosa, es, en realidad, lo que hace Odiseo, lo que hace Jesús, y lo que hace
cualquier persona que quiera llegar al mundo fuera del tiempo que se encuentra,
sin embargo, en nuestro mismo universo.
El gran drama lo organiza “Juan el de las habichuelas” y todos los
materialistas radicales que como él derriban cualquier posibilidad de ir a
otros mundos y conocer otras realidades. Para ese tipo de materialistas
radicales el cuerpo empieza y acaba en el cuerpo. Pistis Sofia Alice no es la
habitante de otro mundo, ni siquiera es un sueño; es, simplemente un constructo
de la mente. El hombre no puede escapar porque no hay escapatoria y no hay
escapatoria porque el punto es el universo.
Y ahora con estas premisas, en estas premisas, bajo estas premisas, sobre
estas premisas y desde estas premisas, hagamos física teórica con multiuniversos,
multidimensiones, mundos paralelos y demás. Llega un instante en que o esa
física teórica se convierte en metafísica y acepta el mundo de Pistis -Sofía-Alicia
o esa física teórica se convierte en un punto que elucubra sobre puntos porque
ha construido un espejo en el que un punto se convierte en una carretera de
puntos. Por reflexión, se entiende. Pero al final, el espejo se convierte en
foto y allí ya no sólo juega su papel la reflexión, sino también la refracción
y el mundo se vuelve complejo y complicado, sin que enredar el enredo ayude a
desembrollar el embrollo. Ustedes me entienden.
¿Y qué hacen mientras tanto los accionistas?
En los Evangelios se dice que hay que construir sobre roca y no sobre
arena. Ellos, más listos que nadie, se han dedicado a construir castillos de
arena sobre las nubes. Y las nubes, claro, vienen cargadas de rayos, truenos, y
diluvios varios. No se preocupen, dicen los gurús, la tormenta acampará y podrán
volver a construir fortalezas imperiales sobre el universo.
Lo único que no se encuentra es la puerta al mundo de Pistis Sofia Alicia,
ni el mundo de los individualistas tolerantes de Wonderland que se reunían aquí
y allí y allá para bestialidades varias que, como eran expuestas con tanta
ligereza, parecían incluso divertidas.
La frase archiconocida de” ¡Que le corten la cabeza!”, le habría supuesto
hoy en día a Lewis Carroll la censura absoluta del libro. No por falsa, sino
por todo lo contrario: porque hoy en día las cabezas ruedan por simplezas que
únicamente sirven para que alguien demuestre el poder que tiene, y ejerce,
sobre sus congéneres. La mera introducción de una pequeña niña ya provocó
sospechas y comentarios a cuál más perverso acerca de la supuesta sexualidad de
Lewis Carroll que a ningún lector, con una idea sana de la sexualidad, se le
habría ocurrido; ni por asomo se le habría pasado por la cabeza. Una y otra vez
me pregunto qué leen y qué ven algunas personas cuando leen los libros. Recorren
los libros no para leerlos sino para buscar con su lectura secretos inconfesables
que desvelar, rostros ocultos que desvelar. Y con tanto desvelo por desvelar lo
oculto, terminan desvelándose es a sí mismos. Cosas de los desvelos y
desvelamientos. Pistis Sofia Alice no pretende desvelar nada. Lo suyo es mucho
más simple y mucho más difícil. Casi imposible.
Imaginen: ¡Pistis Sofia Alice pretende entender Wonderland!
Seguiremos buscando puertas.
Puertas por donde marcharnos del cuadro que Foucault, el último iniciado,
huérfano de maestro, observa sin sentir el más mínimo deseo de pertenecer a él,
pero cayendo finalmente en él. En ese panóptico. En ese extraño laberinto. En
ese punto sin retorno y sin más salida que, diga él lo que diga, la de la lucha
y la de la muerte.
Puertas por donde entrar en el mundo de Pistis Sofia Alicia y su mundo de
plena felicidad y armonía plena.
La bruja ciega.
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