El timbre de la puerta suena y cuando la abro un hombre con mirada cansada
e indiferente me entrega un paquete. Le doy las gracias y nos despedimos sin más.
Puertas que se abren, puertas que se cierran. Es Carlos el misántropo quien me
lo envía. El contenido es un libro acompañado de una nota: “Solo tú podrías
terminar un artículo afirmando que Foucault clama verdad y silencio, en vez de
verdad y parresia que es lo que estuvo predicando una gran parte de la
existencia. Sólo yo puedo comprender a qué te refieres. Aquí mi regalo. Por encontrar
el punto en común de los opuestos. El de Oscar Wilde y Brecht, en tu juventud; el
de silencio y parresia en tu madurez. Orgulloso de ti. Aclara tu pensamiento o Jorge
el tranquilo le dará tantas vueltas a la cabeza con el asunto que no me dejará
trabajar en paz. Un saludo. Carlos Saldaña”
Debo reconocer que en los últimos tiempos mis amigos no dejan de
sorprenderme. Jorge el tranquilo por su tranquila incapacidad para entenderme y
Carlos el misántropo por todo lo contrario.
En fin…
Carlos tiene razón. Verdad y silencio es lo único que se puede deducir de
la aparrasia que exige Foucault. Lo que Foucault pretende es un discurso
verdadero, radicalmente verdadero y auténtico, y lo opone – por aquello de su
aprensión a los universales – no a la mentira sino a la falacia. Es lógico que un
iniciado como fue Foucault contrapusiera verdad y falacia y no verdad y falsedad.
Era lógico por varios motivos. En primer lugar, porque el filósofo no es un
místico; el filósofo no está en la verdad: la busca. En segundo lugar, porque
el filósofo, buscador de la verdad, lo primero que tiene que aprender es a distinguir
la mala hierba, la cizaña, de la verdad y eso en el pensamiento no es la
mentira, que esa se ve al vuelo, sino la falacia, que es es un tipo de planta
que crece junto a la verdad. La falacia se aprovecha de esa cercanía con la
verdad para des-pistar, de manera que tomando un punto de verdad le confiere a
su discurso una apariencia de realidad verdadera, siendo, en realidad, engañosa.
En tercer lugar, como ya hemos dicho, la verdad, para alguien como Foucault, no
es una verdad blanca y brillante que está esperando ser encontrada por el
hombre. Foucault habla de diversos grises que se sobreponen los unos sobre los
otros, incluso de alternancia. Foucault difícilmente es claro y no puede serlo porque,
aunque fuera un iniciado era un iniciado huérfano de maestro, y, por eso,
siempre dando tumbos por aquí y por allá, tropezando y volviéndose a levantar
con el espíritu arrogante del que sabe que lleva un mundo en sí mismo que no
puede explicar adecuadamente, no por falta de fuerzas ni de valentía sino por
falta de maestro. Así que la apariencia que da a los que le escuchan es la de
un rebelde, o la de un león enjaulado, incluso la de amoral, como apuntó Chomsky
en su famosísima conversación; pero nunca la de un hombre preocupado, realmente
preocupado, por la justicia y por la verdad con mayúscula, aunque esa mayúscula
no sea universal,que es lo que en realidad le preocupaba a Foucault.
Sí. Es necesario entender a Foucault como iniciado huérfano de maestro; de
otra manera Foucault permanecerá cerrado a cal y canto a cuantos análisis
hermenéuticos se le hagan. Si algo muestra su filosofía es que Foucault es un hombre que está siempre observando su realidad, siempre pensando en su
realidad, siempre criticando su realidad y siempre, también, deseando entender
su realidad e incluso, si es posible, mejorarla.
Esta es la razón de que Foucault no esté en el cuadro. Foucault es el
hombre que se niega a estar dentro del cuadro sin haberlo antes entendido y
ordenado.
En este sentido Chomsky y Foucault nunca estuvieron tan separados como
ellos mismos creían estar. Chomsky estaba, y supongo que seguirá estándolo,
convencido de que existían unas capacidades inherentes al hombre que le permitían
no sólo aprender sino establecer estructuras, cambiarlas, mejorarlas o empeorarlas…
En definitiva: las capacidades inherentes del hombre le permitían la
creatividad, lo que posibilitaba una construcción cada vez más compleja. Es lo
que se conoce como gramática generativa. Estas capacidades inherentes al ser
humano son las que permiten afirmar la universalidad de la naturaleza humana y,
consiguientemente, de todos los demás universales, justicia incluida.
Hasta el día de hoy me he preguntado cómo es posible que las tesis de
Chomsky, habiendo habido anteriormente un Kant, provocara la expectación que
provocó en el mundo gramatical. Hasta el día de hoy me pregunto cómo algo tan
sencillo y tan comprensible puede causar tantos debates.
Foucault fue uno de los que se opuso a las tesis de Chomsky. Razón no le faltaba. Un hombre nace en un tiempo y en un lugar determinado, en el que las estructuras no están por construir sino ya construidas. Ese hombre no crea el mundo en el que está, sino al revés: el mundo establecido es el que le conforma a él
La diferencia entre ambos era doble.
Por un lado, ambos partían de dos momentos distintos: el hombre antes de nacer, en el caso de Chomsky, y el hombre nacido, en el caso de Foucault. Creo que Chomsky intentó explicárselo, pero lo hizo de una manera demasiado intelectual, para un hombre que pedía realidad. Foucault el realista quería ver el cuadro y describir lo que veía, sin concesiones al idealismo, ni a la belleza, ni a los deseos de que fuera lo que no era. Foucault pretendía usar la fenomenología hasta sus últimos extremos, pasara lo que pasara. Es una fenomenología que se separa de la de Husserl porque es una fenomenología desde sus ojos, los de Foucault. Igual que el estoicismo de los hijos de Marco Aurelio es un estoicismo que no tiene nada que ver con el estoicismo de su padre. Pero este es otro tema. Foucault quería describir la verdad con minúscula porque Foucault sabía que la verdad que él podía describir era sólo la verdad que sus ojos, en el tiempo y lugar en el que él, Foucault, había nacido, veían; y quería hacerlo, aunque la verdad que sus ojos veían no gustara a nadie. Foucault quería ser el niño que grita que el emperador está desnudo. (Y pese a todo: Foucault es un iniciado por la importancia que concede en su cuadro a la luz; es un iniciado huérfano de maestro y por eso, al final, la luz termina convirtiéndose en una superposición de grises)
Así pues, el punto de partida es diferente. Foucault no se pregunta por
nuestras facultades inherentes, sino por nuestras posibilidades de
supervivencia en un mundo donde las estructuras ya están dadas. La creatividad
no es, pues, tan libre como cree, como quiere creer Chomsky, porque es una
libertad limitada por las estructuras que prevalecen.
Dado que las diferencias de estos dos filósofos son sobre todo de posición,
es lógico que ambos terminen encontrándose. Y se encuentran en la batalla, en
el mismo bando, aunque, nuevamente, en posiciones distintas.
Muy posiblemente es Chomsky a los ojos de Foucault un "pincelito" que desea “re-pintar” una realidad cruel con la creatividad de las facultades inherentes y con los ideales que estas facultades le permiten. El reproche de Foucault a Chomsky es que con independencia del ideal que pretenda alcanzar Chomsky con su creatividad, lo que Chomsky querrá alcanzar será su ideal, el ideal de Chomsky, al que la creatividad de Chomsky transformará en universal, y al que apelará una y otra vez como "universal", cuando de lo que se trata es de su ideal, el de Chomsky, transformado en "universal" por las facultades creativas que el hombre posee.
Hay un momento durante la conversación en la que Foucault, el iniciado huérfano de maestro, le pregunta a Chomsky con sarcasmo si su desobediencia civil, la de Chomsky, es, en realidad, el intento de re-establecer la justicia o de establecer su idea de justicia universal. Aquí Chomsky tenía que haber sido valiente y haber clamado: ¡sí! ¡Justicia universal es lo que mi alma clama! Pero Chomsky, sea por educación, sea por prudencia, sea por evadir el término “alma”, intenta irse por las ramas, porque todos sabemos lo que significa tener una idea de justicia universal – unida a la idea de “alma” - y la responsabilidad que una afirmación así conlleva. Y Foucault, l´enfant terrible, enfant terrible a su pesar, porque en realidad es un iniciado huérfano de maestro, no ceja en su pregunta.
Foucault “el iniciado huérfano de maestro” se presenta como el hombre que no se ocupa ni de su ombligo ni de los ideales eternos y universales. Foucault es el hombre que pretende desvelar, desenmascarar, sin pudor lo que sus ojos ven. Igual que el científico que se sitúa fuera del objeto a estudiar.
Foucault quiere respuestas para ese cuadro de la vida ante el que se encuentra con su nacimiento. Foucault quiere un maestro a seguir. No lo encuentra. Su regreso al pasado, su recorrido a través de la historia es un deseo de comprender el cuadro de la realidad que se presenta ante él.
Lo que Chomsky y otros intentan decirle cuando le hacen preguntas personales a Foucault es que él está dentro del cuadro que está investigando, que no está afuera.
Foucault insiste en esa separación entre cuadro a observar, a analizar, a estudiar, por un lado y él mismo, por otro. Pero justamente esa separación es la que constata la existencia de la esfera, de lo universal, a cuya existencia él con tanto denuedo se opone. Si Foucault está fuera del cuadro, eso significa que Foucault está en otro sitio. Y ese sitio es la esfera.
Esto es algo de lo que nadie parece apercibirse. El cuadro es el punto-átomo de Demócrito. Y uno únicamente puede salir de él si existe un espacio más allá de él mismo. Esta es una de las primeras contradicciones de Foucault, el último iniciado, huérfano de maestro.
Al final, Chomsky resulta ser más existencialista que Foucault, porque Foucault es el observador que se niega a ser observado. Foucault es el observador que se empeña en que todos observen y se concentren en el contenido del cuadro que se presenta ante él. Foucault niega la posibilidad del observador observado.
Foucault es el observador que una y otra vez insiste en su condición de observador, no observado, que describe el cuadro que está ante sus ojos y en el que únicamente se ve lucha y alianzas inestables para la lucha, y que insistiendo en esa condición de observador, de científico, incluso, se olvida de él mismo.
Foucault se olvida de sí mismo y este olvido del ser, de su ser, le impide comprender que, sin desearlo, sin pretenderlo, sin ni siquiera notarlo, Foucault está afirmando con su posición de observador la existencia de la esfera universal porque está concentrado en su punto, en su cuadro. Por eso no toma conciencia de que ese "salir fuera del cuadro " y ese "estar en el museo" implica la existencia de la esfera universal. Esta condición de "observador", sin embargo es la única que seguramente salva a Foucault de caer en una lucha de todos contra todos y en un cuadro en el que no desea caer. Lo veremos más tarde.
Ambos, Foucault y Chomsky, aceptan, pese a sus diferencias, que sus diferencias son menores que las que ellos creen y además no descansan donde ellos creen que descansan. Ambos aceptan la necesidad de la lucha y de la rebeldía. Chomsky, porque considera necesario poner en práctica sus ideales, de manera que el espíritu dormido despierte y limpie el polvo y la suciedad acumulada. Foucault porque, en su opinión, la vida se reduce a luchar por el Poder, y el que no lucha por el Poder se convierte en oprimido.
Lo que Foucault encuentra en una primera observación es que esa lucha es una tortilla, que plantea, como cualquier tortilla, la necesidad de darle la vuelta. A la tortilla, se entiende. La lucha de clases, asegura Foucault, no implica un deseo de corregir la injusticia y restablecer la justicia, como cree Chomsky. La lucha de clases es la lucha de un grupo por conseguir el Poder que otro grupo ocupa; y por eso, las reformas que introduzca el grupo que ocupa el Poder a fin de corregir esa injusticia no van a servir de nada. Y no van a servir de nada porque la lucha de clases va encaminada a un cambio de Poder, no a una corrección de la injusticia, dice Foucault.
Chomsky cree que, en las estructuras sociales, en las instituciones, interactúan diferentes corrientes y por eso el individuo, la agrupación de los individuos, pueden mejorar su funcionamiento. Pero no nos confundamos: el idealismo de Chomsky es un idealismo realista y pragmático. El idealismo de Chomsky es el idealismo del hombre que cree que el hombre, por hombre, con Dios o sin Dios, seguramente sin Dios, por sus capacidades inherentes, puede construir una sociedad y mejorarla; pero Chomsky sabe también que el hombre, a veces, puede ser un lobo para el hombre. Chomsky no es un iniciado, pero es un profeta. Es durante esa conversación con Foucault, en el año 1971, donde Chomsky afirma que la desobediencia civil puede implicar como reacción a esa desobediencia la aparición del fascismo; pero peor que dejarse llevar por el miedo es quedarse de brazos cruzados. Curiosamente esta frase: la de que la desobediencia civil y los desórdenes que provoca pueden conducir al fascismo, da la razón a Foucault cuando sostiene la alternancia del Poder. Aunque en este caso esa alternancia apele a la "restauración del poder" del grupo que lo ha perdido o que tiene miedo a perderlo, como justificación.
Foucault no atiende a profecías. Para él, la alternancia, la lucha por el poder, es una realidad, no un augurio. Concentrado como está en la observación de
su punto, en ese instante y en ese lugar, Foucault ha llegado a la conclusión
de que el Poder no se establece desde arriba, ni desde abajo. Foucault
considera que el Poder es un micropoder que está conectado y encadenado, de
manera que esa lucha por derribar a un grupo del Poder que ocupa y sustituirlo por otro grupo,
está en todas las estructuras humanas. Ninguno de esos grupos está realmente
interesado en ideales universales. Cada uno de esos grupos aspira únicamente a disfrutar
de las ventajas que el Poder proporciona.
Esto es lo que Chomsky llama amoral.
Esto es lo que Foucault denominaría descripción real de la realidad que sus
ojos encuentran.
Algunos se extrañan que Foucault no esté en el cuadro que describe. Foucault no quiere entrar en el cuadro. Foucault quiere comprender el cuadro que se le presenta. Foucault no es nunca donde está. Foucault desea ser siempre el observador que acompaña, que oye, que atiende, sin pertenecer al grupo. A ninguno. Foucault es un iniciado sin maestro. El último iniciado. Foucault no ve la esfera, porque sus ojos sólo miran al punto, con el extrañamiento del hombre que quiere comprender qué es lo que se presenta ante sus ojos, porque no comprende nada. Foucault es un iniciado, el último de los iniciados, huérfano de maestro. Por eso no termina de comprender.
Foucault grita Parresia.
Y gritando Parresia, Foucault encuentra a la Locura vírica, al discurso
retórico, adulador, engañoso, falaz. Aquel discurso confuso que le impide determinar qué es verdad.
¡Verdad individual, se entiende! ¡Eso es lo que Foucault exige: veracidad
como autenticidad individual!
Pero lo único que Foucault encuentra una y otra vez es Poder, micropoder.
Deseo de Poder. Alternancia de Poder. “Dar la vuelta a la tortilla”. Es
necesario comprender a Foucault. Lo que él ve es un cuadrado, un tableau. O lo
que es lo mismo: una esfera. Pero no es una esfera universal. Lo que Foucault
ve es un punto. Foucault es consciente de que se trata de un punto puntual y no
universal, pero por ser suyo, por ser “su” punto es probable que a Foucault no
le importara considerarlo en un momento dado como universal. Pero sólo porque
es “su” punto. En realidad, a Foucault lo universal le resulta indiferente. Al
contrario de Pascal, ante la duda de la existencia de Dios, Foucault no aceptaría
nunca el camino de escoger a Dios por aquello de “in dubio pro reo” (permítanme
mi sentido del humor). Foucault negaría la existencia de Dios, por considerar su negación, la de Dios, más ventajosa que su afirmación en tanto en cuanto que es la única
manera de poder concentrarse en el objeto de estudio que realmente le incumbe,
le pre-ocupa y le ocupa: la realidad que aparece ante sus ojos. La universalidad impide la concentración en el punto concreto y limitado que aparecece ante nuestros ojos. Así que Foucault ve un punto en el que las
direcciones arriba/abajo son ilusorias. No hay un arriba y un abajo
establecidos, sino alternantes. No hay dos naturalezas: cuerpo y alma, sino
sólo un cuerpo y una mente que no es libre y por no libre, no creativa, sino
adaptativa y con deseos de im-ponerse. No hay tampoco una naturaleza universal,
con lo cual todo es cambiante y cambia según el Poder que lo determina y este
Poder es un micropoder que se mantiene en las estructuras, aunque los poderes que lo detentan sean alternantes. La lucha no es por el bien, ni por la justicia.
La lucha es por el Poder. Las tesis de Foucault terminan en el apocalipsis.
Igual que acababa el mundo de Demócrito.
En el cuadro de Foucault la lucha es constante.
Si esta lucha se libra por un poder alternante, o se mantiene por la aproximación a ideales esto es algo -creo yo- que cualquier combatiente que se precie ignora en cualquier tiempo y en cualquier lugar durante la lucha. Lo que, en cambio, sí saben todos, es que nadie sale indemne de allí. Terminada la contienda, y aunque hayan obtenido la victoria, esos partisanos serán como Moisés: ninguno entrará jamás en la tierra prometida.
Esto es lo que, en mi opinión, sobresee Foucault: que el esfuerzo de la lucha, la consecución del triunfo, aunque se trate de un éxito alternante, no es nunca para nosotros, sino para los que vienen tras de nosotros, para el futuro.
Lo que Foucault (y Chomsky) sobreseen es la responsabilidad que tiene el Poder hacia el otro, por aquel que está fuera de él, del Poder. Chomsky lo intuye, pero la obsesión por la dinámica opresor/oprimido, le impide verlo con claridad.
El cuadro de Foucault se mantiene en movimiento, en cambio, no sólo por la lucha, sino por la vida. El concepto de vida es un concepto al que Foucault tendrá que referirse necesariamente.
Foucault piensa en la vida. Foucault habla de vida. La vida no tiene responsabilidad hacia el otro, sino sólo hacía si misma: hacia su supervivencia.
Yo pienso en la vida. La vida mientras es vida es movimiento y el movimiento implica superación de obstáculos.
Reconozcámoslo: Kissinger se equivocaba cuando decía que el juego "Go" es más "humano" que el "ajedrez". Y se equivocaba porque un animal que no se mueve es un animal muerto, excepto en el caso de que se trate de un depredador que ha de mantenerse quieto, en tranquila espera, a que tranquilamente se le acerque la presa para en ese momento abalanzarse sobre ella y devorarla.
Pero recuerden: cualquier tiranosaurio, por tiranosaurio que sea, precisa de una presa.
Pregúntense, preguntémonos, qué pasa si el número de presas escasea.
Pregúntense, preguntémonos, qué habrá: si una lucha entre los tiranosaurios o se fomentará el crecimiento del número de presas. Posiblemente ambas.
En mi opinión la tesis de lucha que ambos, Chomsky y Foucault, sostienen: lucha entre clases opresoras y clases oprimidas es muy simplista.
Muchos ven en Hobbes la solución. Con ello no me estoy refieriendo a un Leviathan universal, ni a un Leviathan global. Me estoy refieriendo a la necesidad de ceder nuestros derechos para conseguir una sociedad en paz.
Dos son los riesgos que la solución de Hobbes plantea:
El primero, que el peligro a la hora de ceder los derechos es el que se incluye en el "Lazarillo de Tormes", que se pacte comer una uva, el ciego coma de dos en dos y el lazarillo resuelva entonces comer de tres en tres. O sea: corrupción.
El segundo, la paz, ¿Qué paz? Normalización, como diferente de normal; normalización como uniformización, determinada por el Poder que impera. Esa es la paz que Foucault ve en su cuadro.
El constante movimiento de todos contra todos agota.
El últimoen caer será el vencedor.
Y establecerá la paz,claro. Su paz -se entiende.
Una paz en movimiento. O sea, inestable.
Cuando los caídos hayan recuperado sus fuerzas, se hayan restablecido de sus heridas y cuando los que cosechaban beneficios con esa paz, dejen de hacerlo, las microluchas se convertirán en microguerras, si no en algo peor.
La pugna entre clases opresoras y clases oprimidas, que Foucault y Chomsky planteaban, es demasiado simple. La realidad es que en esa contienda cada uno de los tiranosaurios, de los opresores, lucha por convertirse en la cabeza dirigente de tiranosaurio y en obtener el mayor número de vasallos entre los tiranosaurios además de presas que devorar, entre los oprimidos. Por su parte, cada una de de los oprimidos lucha por convertirse en la cabeza de los oprimidos, de obtener el mayor número de vasallos dentro de su grupo, así como intenta evitar por todos los medios ser devorados por los opresores tiranosaurios. De ahí que la colaboración sea siempre un modo de interacción. Los tiranosaurios para extender su dominio y las presas, para no ser devoradas. A este tipo de colaboración se le denomina "constructiva" y "win-win", pero se trata de una colaboración ficticia, interesada.
Lo que aquí se oculta es una lucha encubierta de todos contra todos. Justo para introducir el "orden" en esta lucha de todos contra todos es por los que los contendientes se agrupan en colectivos, que dan una falsa apariencia de unidad, porque la lucha de todos contra todos está también allí dentro presente, aunque aminorada por el deseo de victoria de cada colectivo Con respecto al colectivo contrario . Es la necesaria unión que la empresa requiere, la que introduce esa "paz" interna.
Cuanto más polarizados estén los colectivos, menos colectivos existirán en una sociedad, más fácilmente se podrá distinguir contra quién se lucha y más "ordenada" será la lucha. Cuanto mayor sea la movilidad de esos colectivos, cuanto más fácil y más rápidamente logren cambiar de forma y de posición, mayor será su eficacia. Cuanto más rápido se dispersen en células autónomas, para a continuación volverse a reunir, mayor será su efectividad.
Foucault y Chomsky siguen seguimos, en la esfera de Zenón, en el mundo de Demócrito.
Qué hacer.
Cómo encontrar una solución a esto.
Dejando aparte el silencio de los intelectuales, lo que Foucault propone es el trabajo con el Poder, que es -curiosamente- una idea parecida a la que Chomsky esgrime para justificar su pertenecia al mit: porque trabajando con el Poder y utilizando la parresia es posible corregir los excesos y defectos de ese poder.
Chomsky y Foucault vuelven a encontrarse. Cada uno en su puesto y en su
posición, pero en el mismo bando.
La veracidad personal es lo que ambos, creo yo, sostienen. Cada cual a su modo y manera. Cada cual con sus contradicciones. Esto es algo que Foucault el observador acierta a ver. Por eso incluso la Parresia está en constante cambio.
Trabajar y participar en las instituciones, influenciar al Poder para encaminarlo a buen puerto es lo que, creo yo, ambos – Chomsky y Foucault- pretenden. Cada cual a su modo y manera. Cada cual con sus contradicciones.
La Parresia es la solución que Foucault propone. Pero cuando todo el mundo grita, cuando es veracidad versus veracidad, cuando todos hablan a la vez sin que ninguno escuche al otro, cuando el punto es mi punto y es mi punto contra tu punto y por eso por muy veraz que tu punto sea, mi punto es igual de veraz que el tuyo y por tanto está al mismo nivel de veracidad, cuando además ni tú, ni yo, ni ninguna persona está en posesión de todos los datos necesarios para determinar no sólo qué es veraz y qué es falacia, qué es autenticidad y qué es ambición o bajos intereses, sino qué veracidad es sinonimo de lo más adecuado, de qué punto es más constructivo, de qué punto es el más inteligente ¿quiere alguien explicarme cómo se puede determinar dónde reluce la verdadera veracidad? ¿Quién puede determinarlo?
En suma: cuando la lucha es una constante, y los universales no existen como puntos de anclaje, de referencia al menos, la posibilidad de determinar qué es veracidad es prácticamente imposible. Uno puede ser veraz y gritar lo que ve. Uno puede ser veraz y gritar lo que siente. Pero lo que ve un miope sin gafas veraz ¿se corresponde con la realidad real? ¿Y se corresponde con la realidad cuando un hombre melancólico o un hombre feliz hablan con la veracidad? ¿Puede un hombre veraz creer en que su veracidad es la expresión de una observación correcta? Si consideramos que correcta o no, lo importante es que esa descripción sea veraz puesto que se corresponde con lo que el observador ha observado, ¿habrá de tenerse en consideración por veraz y no por exacta?
La parresia puede convertirse en una constante algarabía de hombres veraces con diferentes observaciones: como la de esos hombres ciegos que describen un elefante desde diferentes posiciones y llegan a conclusiones distintas. Nuevamente es uno, el observador, el que escucha, el que tiene el poder de decisión y de determinación.
La apelación a la parresia es la segunda contradicción en el pensamiento de Foucault. Porque el observador es el que mantiene el poder y el que puede decidir cual es el discurso veraz, el discurso veraz y racional y cual el discurso veraz y no racional y cual el discurso no veraz, pero racional y cual el discurso no veraz y no racional.
Porque si lo que se busca es trabajar con el Poder, trabajar ofreciendo veracidad, y se trabaja con la parresia como instrumento, donde parresia es gritar la verdad y no expulsar verborrea, la conclusión a la que se llega, siendo veraz y siendo auténtico, sólo puede ser una: verdad y silencio. Porque el silencio es lo único que el poder observador no puede clasificar.
Parresia y Silencio se hacen uno. Porque el silencio, igual que la palabra, tiene muchas facetas, muchos tonos grises, que el poder observador no puede situar, clasificar, contundentemente.
Ese silencio habla y es veraz: el silencio auténtico grita verazmente que lo más veraz que puede hacer un hombre prudente es callar.
La estrella de la bruja ciega lo sabe.
Locura vírica lo sabe.
Locura vírica utilizará el silencio, igual que utilizó la palabra para
llegar al Poder, para hacerse con el Poder. Locura vírica es lo que Hannah Arendt
denominó banalidad y lo que otros, como Bonhoeffer, han calificado de estupidez.
El descubrimiento, el hallazgo de la importancia de la Locura vírica, el
recuerdo de la alternancia, la constatación de los grises, la importancia de la luz en su cuadro, son indicadores de que Foucault es un iniciado. Lo que no sé, lo que ignoro, es si él mismo comprendió
la importancia y el alcance de sus investigaciones.
¿Cómo evitar la implosión del punto de Foucault?
¿Cómo evitar la destrucción de la esfera?
Punición es lo que Hobbes establece.
Panopticum es lo que acierta Foucault a distinguir.
Esa, en mi opinión, es la única puerta que se vislumbra en el cuadro de Foucault.
Creo que en el cuadro que Foucault tiene ante si el Panopticum es una puerta de salida para Foucault, pero compréndanme: no como preso, sino como vigilante. El vigilante,en el cuadro de Foucault, tiene el Poder porque es el único que tiene la posibilidad de comportarse libremente, porque es el único que no es observado. Dios es el observador que no observa y Foucault sólo puede mantener su libertad, manteniéndose fuera del cuadro, como observador, como vigilante, como dios. Foucault no es un dios universal. Pero es el dios de su cuadro y de su observación.
Por eso, la invitación, la llamada de Foucault a que los intelectuales trabajen dentro de las instituciones y utilicen la parresia como modo de trabajo, implica la constatación de que él, Foucault, quiere estar dentro del cuadro. Como preso.
Como observado y no como observador, que hubiera sido la única puerta de Foucault y que Foucault terminó rechazando, rechazando con ello la toma de poder y la existencia de la esfera, y aceptando, en su lugar, la condición de preso dentro del cuadro, que es su punto-átomo de Demócrito, con todas las consecuencias que ello conlleva.
Les aseguro que no me gustan las conclusiones a las que llego. Me molestan enormemente. Mis conclusiones no son producto de una veracidad que trabaja para un observador-poder, sino la de un observador que sabe que está dentro se la esfera en un punto solitario. Y ese observador-solitario, que soy yo, que no trabaja con ninguna institución, ni con nadie, lo único que acierta a ver, una y otra vez, mire adónde mire dentro de ese cuadro que se presenta a sus ojos, es que desde hace cincuenta años, pero especialmente desde hace veinte, e intensivamente desde hace diez, lo que ha primado en el cuadro, no son las consideraciones de Chomsky, ni las de Husserl ni las de Habermas, ni la de ninguno de aquellos que creen en la humanidad, sino las tesis de Foucault, la descripción del cuadro de Foucault en la que se dirime una constante lucha, que termina dejando de ser una lucha de clases para convertirse en una veraz lucha de todos contra todos "ordenada" en colectivos, sea "colectivos" lo que sea.
En fin...
Ni el café me consuela.
Voy a leer el libro que me ha enviado Carlos.
Quizás muestre otra puerta de salida.
La bruja ciega.
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