Las brujas de hoy, como las brujas de ayer tenemos un punto en común. Ni
las de ayer ni las de hoy sirven al mal, que es lo que habitualmente suele afirmarse de ellas. Sí, en cambio, sirven a los antiguos y ocultos dioses que algunos han
declarado muerto. Las brujas del ayer fueron los residuos últimos de las
sacerdotisas de las religiones que habían sido respetadas antes de la llegada y
expansión del cristianismo y por ese mismo motivo, por no aceptar las nuevas
creencias, fueron denominadas paganas. En las primeras religiones que recuerda la
memoria humana regía la magia de la naturaleza cuyo principio rector era el
equilibrio. Equilibrio era el nombre que se le daba a la Justicia. Más adelante
se consideró que “Ecuanimidad” era la expresión que definía Justicia, porque el
hombre, en aquel instante ya se había separado de la naturaleza, hasta que finalmente
el concepto de Justicia por fuerza hubo de transformarse y convertirse en el
seguimiento de las normas escritas y promulgadas. Equilibrio es lo que Dios
clama en los tiempos de la torre de Babel y en los tiempos de Noé. En los de
Babel el equilibrio entre arriba y abajo, entre Dios y el Hombre; en los de Noé
el equilibrio en el mantenimiento de la vida y de la diversidad biológica: una
pareja de cada especie es lo que ha de salvar Noé en su arca. Ecuanimidad lo
que muestra a partir de los tiempos de Sodoma y Gomorra. Dios no destruye al
mundo, sólo a las ciudades malditas; y sólo a los culpables; de ahí que Lot y
su familia puedan salvarse. La ecuanimidad no exige la obediencia del otro
porque no es una cuestión del ejercicio de Poder, sino el respeto y la atención
a aquello razonable y sensato que se le dice. Que la mujer de Lot se convierta
en estatua de sal, no es el castigo a la desobediencia del Dios ecuánime, sino que
es la consecuencia que se deriva por no haber hecho oído de la advertencia, del
aviso, del consejo que ha recibido, de no volver su vista atrás. A la mujer de
Lot la condena su propia necedad, no el castigo de Dios. Lo que se proclama en
la Ecuanimidad – Justicia- es la necesidad de abrir el tercer ojo: el corazón, a
fin de que el hombre pueda reconocer al juez ecuánime y distinguirlo del juez
parcial y tirano. Mientras el Hombre vivía inmerso en la Naturaleza era
equilibrio el principio rector que guiaba la Justicia. Cuando queda separado de
ésta, lo que dirige y sustenta a la Justicia es el tercer ojo, el corazón, ése
que puede ver y puede oír la verdad y la bondad: la ecuanimidad. La ecuanimidad
apela a la sensatez del corazón del hombre que la recibe. Hasta que finalmente
son las normas, las leyes escritas lo que por fuerza se impone desde Moisés.
Por fuerza: porque “Equilibrio” y “Ecuanimidad” eran conceptos que en los que
el hombre y las divinidades andaban todavía juntos y lo que destrozaba a la
humanidad, destrozaba igualmente al orden universal y hería a Dios mismo. Pero,
como Singer apuntó en el prólogo de una de sus novelas, Dios y el hombre
se iban alejando cada vez el uno del otro a medida que el universo se expandía.
Por eso, las leyes que Dios le da a Moisés son, también, su legado de
despedida. Las tablas de la Ley no son principios naturales. La intención de
Jesús es doble: por un lado, intentar simplificar esas leyes a dos principios
rectores para de este modo facilitar el cumplimiento de la Justicia: amarás a
Dios por encima de todas las cosas, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Por otro,
recordar el principio rector de la ecuanimidad y por tanto, la necesidad de activar
y de mantener encendido el tercer ojo, el que sirve de guía: el corazón, el
amor, o como ustedes prefieran llamarlo.
Las brujas del ayer se mantuvieron dentro de la naturaleza, sin salir de
ella, por eso para ellas seguía rigiendo el principio del equilibrio; por eso
no entendían de nada que no fuera vida por vida y muerte por muerte. No era
maldad. Era sencillamente que guardaban la memoria de la procedencia del hombre,
de esos remotos tiempos en los que hombre y naturaleza eran uno y lo mismo. El
estoicismo es, en realidad una filosofía puente entre el principio de equilibrio
que la naturaleza reclama y el principio de ecuanimidad que la razón pide. Por
eso, quizás unen ambos: naturaleza y razón, sin comprender que ambas se
excluyen y por eso que se excluyen son regidas de manera distinta. Los hijos de
Marco Aurelio entendieron los disparates del estoicismo y los pusieron en
práctica. Lo que quedó demostrado es lo que las sagas de Arturo ya habían puesto
de manifiesto: distintos tiempos, distintos principios. Las brujas del ayer se
habían quedado encerradas en un tiempo pasado, protegiendo su memoria.
Las brujas de hoy no son las brujas del ayer. Ni siquiera aquellas que
juegan en la actualidad a ser las brujas del ayer lo son. Las divinidades
paganas han quedado dormidas en el tiempo al que pertenecen. Incluso aunque se
las consiguiera despertar, al igual que muchos científicos sueñan con
revivir lobos y mamuts de la era glacial, su despertar sería inútil e
introduciría más caos y desconcierto que otra cosa. La mayoría de las brujas
actuales que juegan a ser brujas del ayer son necias. Las más “letradas”
utilizan ungüentos y pócimas de la demonología renacentista, no de la magia
natural primera. El resto se pasan las recetas de las unas a las otras, y
muchas directamente se las inventan. De igual manera aquellas mujeres que se
denominan brujas y pretenden servir a Satanás en círculos y aquelarres misteriosos
sólo poseen mentes nubladas y corazones cegados, que las transforman en
auténticas pervertidas capaces únicamente de atrocidades. Todas ellas creen,
están convencidas de ello, que entonan cantos y conjuros de cuando el planeta
era todavía niño porque sus recetas están elaborados a base de hierbas y
productos naturales. ¡Acabáramos! También las monjas cristianas, creyentes y
piadosas las utilizaban para sus bálsamos sanadores. La primera razón para
equiparar a brujas con monjas es para lo de siempre: para igualar dos desiguales,
bajando al superior a fin de aupar al inferior. El empeño de convertir al sabio
en necio y al necio en sabio lo que les permite a muchos echar a monjas y
brujas en el mismo caldero, cuando la realidad, la absoluta realidad, es que o no
tienen nada que ver (cuando las necias practican la magia natural) o las unas son
el reverso de las otras (cuando las pervertidas practican demonología).
La religión pagana murió, como ahora parece que está llamado a morir el
cristianismo: lenta y dolorosamente. No en el aquelarre sino en el convento, es
donde muchas de aquellas guardadoras de la luz encontraron refugio y donde
muchas buscadoras de la verdad hallaron, al menos eso, consuelo. Allí fue
también donde muchas mujeres fueron encerradas para que no molestaran a los que
pretendían usurpar el puesto de Poder que a esas mujeres les hubiera debido
corresponder, o intentaban alejarlas porque se oponían a sus planes. En esos
conventos se gestó el primer feminismo, ese que clamaba el derecho a ejercer el
Poder que les correspondía, y el saber al que sus facultades les capacitaba
acceder. Esta fue la segunda razón por la que aquellas mujeres que mantenían
encendida la luz de la nueva religión en vigilia y vigilante fueron insultadas
con el calificativo de “brujas”, reservando, en cambio, el apelativo igualmente
despectivo de “vistesantos” para aquellas mujeres que fielmente acuden a los
ritos y siguen las normas de las instituciones. Pero los refugios han ido
desapareciendo uno a uno, conforme los tiempos de la ecuanimidad iban sumergiéndose
en el lago del olvido. Las monjas de clausura abandonaron los conventos, mucho
después de que las otras órdenes de monjas hubieran abandonado su hábito y el
convento para vivir en comunidad en pisos de cuya existencia, si es que todavía
existen, nada se sabe. Las nuevas órdenes que aparecen adoptan pomposos nombres
con los que, en tiempos de nominalismo, pretenden sellar la falta de espíritu
que las caracteriza. Aquellas mujeres se dispersaron por el mundo, igual que
antes que ellas se habían dispersado los iniciados. Guardaban la luz y les faltaban
los maestros. La vuelta al pasado para recuperar las virtudes es siempre un
intento destinado al fracaso. No la mujer de Lot es la que avanza; ni siquiera
se salva. Es el que camina al futuro, el que tiene una posibilidad in extremis
de conseguir que el mundo se salve. ¿En perfección? No. In extremis. Leer cómo
sigue la historia de Lot es recordar a aquellos hombres a los que un accidente
les hizo caer en la nieve y devoraron a sus congéneres muertos para no sucumbir
ellos también. “A grandes males, grandes remedios”. ¿Para qué? Es la pregunta
que subyace y cuya respuesta ha de ser digna, loable y honorable o esa
supervivencia in extremis no habrá servido de mucho. En realidad no habrá servido
de nada. Esta es la cuestión a la que una y otra vez se enfrentan, nos
enfrentamos, a aquellos que hemos sufrido un accidente que debería haber sido mortal
y no lo fue porque allí donde el ángel de la muerte estaba presente, también
estaba el de la vida. Donde uno retaba, el otro recogía el guante y vencía. ¿Para
qué? Es la pregunta que ha de contestar día tras día. Pero las brujas del hoy,
las guardadoras de la luz, las portadoras de la estrella, saben que esa
pregunta es la que cada hombre debería contestar en la vivencia y no en la
supervivencia.
Las sacerdotisas de las primeras religiones ya no existen. Las próximas
religiones llamadas a convertirse en paganas son las religiones del Libro. Así
que permitan todos ustedes que una vez más exprese el asombro, el tremendo
asombro, que me causa el ver a todas esas religiones del Libro enfrentarse, confrontarse
y combatirse las unas a las otras, cuando lo que deberían hacer es practicar el
espíritu que las envuelve y dejarse de comparaciones, de rivalidades y de competencias
por el número de fieles. La problemática del cristianismo la conozco. Los peligros
de su desaparición, también. No puedo imaginarme que la situación en las otras
religiones del Libro, con o sin fieles, sea mucho mejor. Y por favor, seamos
claros, si los que mantiene en pie a una religión es la batalla a muerte contra
la otra, ya les aviso, y lo sé porque oigo las carcajadas del rey del Reino del
No-Ser a mis espaldas, que el resultado será el ateísmo más feroz que podamos
imaginar. ¿O creen ustedes que el ateísmo es únicamente propio del cristianismo?
¡Acabáramos!
La nueva religión no es ni el islamismo, ni el judaísmo, ni el hinduismo,
ni el budismo. Todas esas religiones se encuentran en la misma situación de
peligro e inestabilidad en la que se encuentra el cristianismo.
La nueva religión es la religión de la neuro-tecnología y del
transhumanismo, cuyo principio rector es la Predictibilidad no en el universo
de las siete esferas sino en un extraño universo multidimensional,
multitemporal, multimundi paralelos, pero en el que en el Planeta Tierra, empeñado
como está en jugar al nominalismo, se afirma que las fronteras se cierran, lo
cual -créanme- lleva a grandes y terribles confusiones.
Juguemos al aburrido juego del nominalismo, que a tantos parece divertir. Presten atención cuando escuchen la expresión
que afirma que “las fronteras se cierran” y recuerden lo que una y otra vez repito:
que “a” no es “a”. En efecto: “las fronteras se cierran” en geopolítica no es
lo mismo que “las fronteras se cierran” en la nueva religión de la neuro-tecnología.
El término “fronteras ” que se refiere a los límites que marcan los límites
geográficos de los distintos países, - esas se marcan hoy, se cambian mañana y
al poco ya no existen porque sus pueblos han conquistado o han sido conquistados,
¡qué más da!
En cambio, las "fronteras" en las que piensa la nueva religión de la neuro-tecnología
son las fronteras que separan lo real de lo irreal, lo verdadero de lo fantasmagórico,
lo vivo de lo muerto.
Ese “se cierran” en el plano geopolítico significa “no permitir la entrada”
pero la razón a ese: “no permitir la entrada” es porque los que pretenden
entrar no pertenecen al lugar vallado. Ese “cerrar” es, pues, sinónimo de “atrincherarse”.
Ese “se cierran” en la nueva religión de la neuro-tecnología significa, al
igual que en el caso anterior, “no permitir la entrada” pero la razón es otra
muy diferente. No “permiten la entrada” porque se “echa las persianas a un
negocio”. Ese cerrar es, pues, sinónimo de clausurar. Lo que se cierra, lo que
se clausura, son las fronteras entre lo real y lo irreal. Se clausuran y con
ello desaparecen por innecesarias, porque el océano es flexible y fluye.
Cerrado por defunción. La defunción de los límites entre lo que es y lo que parece
ser y lo que será e incluso lo que fue, puestos en revivir mamuts.
No existen fronteras, pero existen niveles a los que se les llama
frecuencias. Los pensamientos no se expresan con palabras, sino con
determinados sonidos en determinadas frecuencias. Las palabras no dan, no
pueden dar, cuenta de ese mundo. Las palabras son insuficientes. El nominalismo
se puede utilizar como juego mental, pero no como instrumento de construcción.
Sospecho que el nominalismo fue el que en los tiempos de la Torre de Babel
propició la aparición de nuevos idiomas. Mi sentido del humor, ya saben.
En cualquier caso, con las palabras ya no se puede pensar, si acaso en
silencio. Mejor no escribir y mejor no leer. El que escribe teme constantemente
ser malinterpretado. Una confusión en la coma, un comentario irónico y el follón
está servido. El que lee se enfrenta al nominalismo que rige en lo escrito, por
lo que ha de considerar las diferentes combinaciones de significado que entraña
lo que lee; ni tan siquiera los buenos e inteligentes lectores podrán acertar a
descubrir las verdaderas intenciones de los autores. Fantasmagorías es lo que gobierna
cuando las fronteras entre lo real y lo irreal desaparecen. El rey del Reino
del No-Ser tiene razón. En el mundo de Zenón es el, el rey del Reino del No-Ser
el que predomina. Las fantasmagorías se han apropiado en estos momentos incluso
de los ámbitos de la arqueología, de manera que las versiones oficiales
compiten con los hallazgos más descabellados. A los oficiales esto no les
molesta; tanta atención mediática proporciona relevancia pública a sus
investigaciones además de ingresos para proseguir las excavaciones. La imaginación
de los segundos es bien retribuida por todos aquellos que desean saber en cinco
minutos lo que exige un estudio de cincuenta años, y además divertirse.
Todos contentos en ese océano que fluye con fronteras cerradas si no fuera
porque la confusión impide siempre encontrar la salida correcta. Si por mero
azar uno tropieza de bruces con ella, no está en condiciones de reconocerla. Incluso
en el supuesto caso de que se decida a tomar ese camino, estará tan mareado que
-como dice Foucault- no servirá de nada.
Las emociones se han convertido, como muchos aseguran, en instrumentos del
marketing capitalista. Aquí me gustaría hacer un inciso: y del marketing
anticapitalista. Las emociones, reconozcámoslo, no juegan en un equipo mientras
permanecen sentadas en el banquillo en el equipo contrario. Las emociones son
utilizadas por ambos equipos para polarizar y dividir. El amor es amor cuando
se recibe, porque en el improbable caso de que se otorgue ese amor será con
toda probabilidad, según se dice y se repite hasta la saciedad, amor tóxico.
Así que nada de dar amor; mejor recibirlo. Si el amante se va a otra flor el
amado no habrá perdido su energía inútilmente. El vacío que sentirá ese amado
que no ama es, como mucho, el que se experimenta en esas salas en las que de
repente ha dejado de sonar la música que hasta entonces se escuchaba sin que
nadie, a decir verdad, le prestara atención. Como esas televisiones que en los
hogares españoles están o estaban encendidas todo el día sin que nadie
permaneciera atento a la pantalla, pero que rápidamente se volvían a encender
si alguien osaba apagarlas. Así se siente el amado cuando es abandonado por el
amante y por eso el amado corre a buscar otro amante donde sea. Ello genera grandes
beneficios a los intermediarios solidarios y empáticos dedicados a buscar la
felicidad al prójimo a golpe de factura; tanto a los amantes que sueñan con
su amor como a los amados que buscan un mando a distancia para encender la
pantalla que acalle el silencio que reina en sus almas. A todos que estén
dispuestos a perder su tiempo y su dinero en semejantes compra-ventas. Créanme:
si la Celestina levantara la cabeza, no la volvería dejar caer. Compraría una
caja registradora para hacer el negocio de su vida y demandaría a todos los demás
por copiarle el negocio.
En fin, la lista de nuevos síndromes que ni siquiera sabíamos que existían que hemos vivido, padecido y sufrido ha sido interminable a lo largo de los últimos treinta o treinta y cinco años. Ahora parece que ha llegado el momento de que las enfermedades reales hagan su entrada en escena, mise en scène: covid, viruela, sarampión, tuberculosis. Curiosamente nadie habla de las enfermedades venéreas que afectan a cada vez más porque la promiscuidad quiere placer, pero no engendrar y por eso le basta con la píldora y no es necesario el condón. Y nadie dice que el alcohol y la droga y el mucho deporte y el poco descanso y aguas de aquí y allá debilitan los espermatozoides en los hombres y los ovarios en las mujeres. No importa: la ciencia lo arreglará. Así que no nos preocupemos y sigamos con macro-granjas de cerdo, con drogas, con alcohol, con promiscuidad y concentrémonos en la viruela y en el sarampión. Y vacúnense. Y yo me pregunto, realmente me pregunto, por qué la gente no se vacuna de enfermedades como la viruela, que a tantos se llevó en su momento. Me lo pregunto hasta comprender que las vacunas también han caído dentro de la rueda de las emociones y del marketing y del “nos han mentido/ que no te mientan”. Hasta cierto punto tiene sentido. Díganme: Si uno no cree en Dios, y si hasta Dios es confundido con Satán, ¿Esperan ustedes que ese uno cree en algo o en alguien? ¿Si confunde a Dios con Satán, creen ustedes que será capaz de distinguir lo que sirve a la vida y lo que la destruye? ¿Y si todo es marketing, y los laboratorios van a bolsa con productos que no existen pero que apuestan que existirán, creen ustedes que ese uno es capaz de vislumbrar cuándo el laboratorio dice la verdad y cuándo vende un producto del que se espera que nacerá pero que todavía no ha nacido? ¿No se defiende al nasciturus humano y se protege al nasciturus farmacéutico? ¿Pero si no se cree en los laboratorios ni en las vacunas, quién protege a los nasciturus farmacéuticos? ¿Y si no se cree ni en los laboratorios ni en las vacunas, quién cree en los médicos? Y si los médicos no tienen paciente, sino clientes ¿quién cree en la medicina? ¿Es la medicina una ciencia? Cuando un médico afirma que tuve mucha suerte porque mi accidente no me dejó secuencias ¿me está sugiriendo que ocurrió un milagro o está diciendo que la medicina es una ciencia sometida al azar? ¿Y qué es azar? ¿El resultado del caos? Me gustaría que alguien me explicara que significa “suerte” en el lenguaje de un galeno, que es, en principio, el que más debiera rezar a Dios. Y ya puestos explíquenme por qué se cree en las soluciones de la ciencia si no se cree ni en los laboratorios ni en los médicos. ¿Se puede creer en la medicina cuando falta la fe en los médicos? Recordemos que los católicos dejaron de confesarse honestamente y de confesarse absolutamente a medida que iba disminuyendo su fe en los curas y esto supuso para muchos el pistoletazo de salida de la Fe en Dios. ¿Qué hace un hombre cuando deja de creer en Dios? El horror vacui determina que otra creencia ocupe el lugar vacío, así que muy probablemente ese hombre pasa a creer en otra cosa: Ciencia, Política, Business, Nada, Nuevo Orden, Antisistema poco importa. Así pues ¿Qué hace un hombre cuando deja de creer en la medicina? Traslada su creencia, sus cuitas y sus retribuciones pecuniarias a los curanderos, que son los que abren las puertas a la superstición, a los ungüentos, y a todo lo demás. Imagínense: al final Ciencia, política y Business acuden al curandero a buscar salud, belleza y bienestar interior, porque – aseguran y piensan- el curandero posee una ciencia que traspasa los límites del océano de la ciencia. El curandero domina el arte de la magia, donde “arte” es unión de ciencia y creatividad.
En fin…
Estamos agotados y todo para que ahora vengan a desvelarnos que las emociones han sido utilizadas por el capitalismo para vender más.
¡Por favor! ¡por favor! Si quieren gritar ¡verdad! Si quieren gritar ¡descorramos el velo!, háganlo. Pero háganlo adecuadamente. Reconozcan que todos, absolutamente todos - los capitalistas tanto como los anticapitalistas, los rígidos cognitivos tanto como los flexibles cognitivos -, han utilizado de las emociones y de las energías de las emociones para vender y comerciar con todo aquello con lo que han podido vender y comerciar: ideas, productos, ideología, proyectos de investigación y hasta el futuro que, como todo futuro, todavía no existe. Reconozcan que todos, absolutamente todos – los capitalistas tanto como los anticapitalistas, los rígidos cognitivos tanto como los flexibles cognitivos - han vendido y comerciado con las mismas emociones de siempre: miedo y esperanza, odio y amor y la emoción claro, de la supervivencia primero, y de alcanzar el Poder, después. Reconozcan que el mundo se ha convertido en los últimos tiempos en un bazar en el que todo podía ser comprado y vendido; un mundo en el que la desaparición de tabús significaba justamente esto: que todo tenía un precio, que todo era un objeto en venta para el comprador y que el precio estaba dado por las leyes (¿naturales o científicas?) de la oferta y de la demanda. Pero reconozcan que en ese Bazar comerciaban, actuaban e interactuaban todos: capitalistas, anticapitalistas, ideólogos e idealistas, rígidos cognitivos y flexibles cognitivos, mayorías y minorías.
Es en estos momentos cuando comprendo a Carlos el misántropo, cuya alma habla tanto y tan fuerte y tiene tanto que decir que apenas le queda ni fuerzas ni tiempo para el resto de los congéneres.
Las emociones han sido, son y serán utilizadas por todos: para bien y para mal. Igual que la inteligencia. Poco importa que se trate de un hombre individual o de un colectivo. Se pueden desear indignos objetivos y dejar cadáveres a los pies. Se pueden desear loables objetivos y para alcanzarlos no les importa dejar cadáveres a sus pies. Se pueden desear indignos objetivos y no hacer nada. Se pueden desear loables objetivos y no hacer nada.
Por eso en los viejos tiempos una conciencia sabia era aquel que probaba su destreza en conducir el caballo de las emociones y el caballo del entendimiento a la par. Eso y no otra cosa es lo que significa Razón: equilibrio entre entendimiento y sentimientos. Se le puede llamar justicia, ecuanimidad, ponderación. La Razón es sabia cuando conduce entendimiento y emociones con armonía, con equilibrio, a la par. Cuando la Razón se torna estoica y se equipara a la Naturaleza, cualquier bestialidad se convierte en “racional” por “natural”. Cuando la Razón se convierte en hedonista, se precisa de un grupo de amigos reducido, exclusivo, selecto, con los que se pueda conversar. Un grupo así es siempre difícil de encontrar y más aún de reunir. Se necesita, además, un jardín, un tiempo agradable, un buen menú, cocineros que elaboren ese buen menú y camareros que lo sirvan. En suma: además de un pequeño y exquisito grupo de amigos, se requiere dinero con el que sufragar tanta belleza, soporte de dicha agradable Razón. Pero cuando los amigos que conforman el pequeño grupo deciden, aunque sea por aburrimiento, lanzarse al deporte de la discusión o, también por aburrimiento, deciden ser democráticos y abrir las puertas de su pequeño jardín a un evento multitudinario la bella Razón epicúrea se corrompe.
Así pues, ni el estoicismo ni el epicureísmo nos sirven como maestras ni de sabiduría ni de racionalidad, que es lo que en los últimos tiempos se ha venido predicando en diversos medios de comunicación.
En cuanto a las brujas de la estrella son, a qué negarlo, las últimas sacerdotisas de un tiempo que se aleja. Poco a poco, fluidamente, o puede que súbita y catastróficamente ¡quién lo sabe!
En este estado de cosas ha hecho su triunfal aparición una nueva religión.
La nueva religión es la religión de la Neuro-tecnología.
No nos olvidemos, por favor, de ese prefijo “neuro”.
Neuro va a significar, significa, sobre todo y ante todo:
“Predictibilidad”.
Predictibilidad va a convertirse en el principio rector, en la llave
maestra de esa nueva religión llamada “neuro-tecnología”.
Predictibilidad para anticipar controlada, científica, objetiva y
neutralmente lo que va a ocurrir y, por consiguientemente, lo que va a
determinar qué medidas a adoptar. Nada de señales, nada de profecías.
Predictibilidad. La predictibilidad es el nuevo control.
Los test psicológicos van a predecir qué personas son más proclives a
adoptar ideologías extremistas y cuales no. A las primeras se les denominará
cognitivamente rígidas y a las segundas, cognitivamente flexibles. Interesante.
Especialmente cuando hay dos ideologías extremistas, al menos dos, que pugnan
por hacerse con el Poder. Definan ustedes ideología extremista. Definan ustedes
algo tan sencillo como “extremismo”. Una persona que se niega a ir a un
colectivo, a cualquier colectivo, ¿es o no es extremista? Una persona que sigue
a un colectivo, a cualquier colectivo ¿es o no es extremista?
¿Es una persona cognitivamente rígida cuando tiene una idea, sea la idea
que sea?
Y entonces los científicos neuro-tecnológicos sonríen con aquiescencia,
niegan que eso sea así y nos remiten al aprendizaje. Las personas
cognitivamente flexibles, dicen, observan un problema desde determinadas
posiciones y pueden considerarlo desde una manera más global. En cambio, las
personas cognitivamente rígidas sólo ven un lado del problema.
No seré yo quién se niegue a aceptar semejante explicación. En mis tiempos
a esto se le llamaba “signo de inteligencia”. Las personas inteligentes
disponían, en efecto, de dicha facultad. No obstante, las personas
inteligentes, “cognitivamente flexibles” según esto, tenían también la
capacidad para determinar qué posición era la más relevante para resolver un
problema e incluso, cual era -desde un punto de vista estratégico – la más
conveniente observar y la más conveniente señalar al resto de los congéneres
para contribuir a sus propios intereses y no tanto para solucionar la cuestión
del momento.
Así pues, la flexibilidad cognitiva representa una ventaja, especialmente a
la hora de sobrevivir. Ello implica que el hombre cognitivamente flexible es,
además de inteligente, astuto y por eso ha de unirse al grupo que le permita
mantenerse con vida a él y a su grupo. El miedo y la ambición son dos emociones
que desde que el hombre es hombre, y no sólo desde que es cristiano y
capitalista, influyen enormemente en el desarrollo de esta “flexibilidad
cognitiva”, a la que muchos científicos no dejan de apelar hoy en día.
Pero en lo que se refiere a considerar que la “flexibilidad cognitiva”
rehúye cualquier tipo de extremismo, permítanme que lo dude. Hombres muy
inteligentes se han mostrado implacables en determinados momentos de su vida.
Esto es: siendo cognitivamente flexibles se han mostrado sumamente rígidos en
el plano cognitivo, hasta el punto de no importarles morir por ello. ¿Quieren
un ejemplo? Servet. Miguel Servet. Criticado por un Stefan Zweig que años más tarde se quitaría él mismo la
vida, sin que para ello hiciera falta un Calvino.
Ustedes se preguntarán por qué les cuento todo esto. En primer lugar,
porque seguimos buscando puertas de salida cuando lo cierto es que a lo que
asistimos hoy en día no es a una guerra geopolítica, ni a una guerra
ideológica, ni a una guerra de clases, ni siquiera a una inversión de Polos.
Todo eso, en efecto, está presente ¡y de qué manera! Pero todo ello es
consecuencia de una guerra mucho más profunda y mucho más terrible: las cada
vez más antiguas y lejanas religiones del libro y por eso cada vez más “neo-paganas”
y por eso con unos espíritus cada vez más cansados y deformados todos ellos. Cansados
porque combaten, como es tradicional en ellas, con las otras religiones del
Libro y este “combatir” implica “ser combatido”, lo cual exige un constante
esfuerzo por mantenerse despierto y porque además a esa guerra se ha sumado un
nuevo contrincante tan poderoso que se enfrenta a todas las religiones de este
mundo y, posiblemente, de los mundiparalelos: la nueva religión de la
neuro-tecnología. A esto hay que añadir un esfuerzo más: el que representa ser
deformado por la propaganda de los contrarios: los adeptos de las otras
religiones, a los cuales ya conoce, y los adeptos de la nueva religión
“neuro-tecnológica”, engendrada pero todavía no nacida.
Esta religión “neuro-tecnológica”, cuyo axioma es “Predictibilidad”
determinará qué persona es “flexible cognitivamente” y qué persona es “rígida
cognitivamente”. Interesante será en qué grupo caerán los Servets de este
mundo. Son los Servets y no los cavernícolas los que en este momento están
buscando como desesperados una salida. Los cavernícolas tienen sus
cavernas-bunker, no hay cuidado. Pero los Servets de este mundo, igual que los
Giordano Bruno están en la intemperie y su independencia mental atrae alimañas
de todo tipo y condición; “flores carnívoras” incluidas. Ustedes ya me
entienden.
Predictibilidad es lo que descubrió Kepler en las estrellas y eso no le
libró del sótano en el que acabó suplicando su salario al rey, a fin de
alimentar a su numerosa prole. Predictibilidad es lo que descubrió un Galileo,
contemporáneo de Kepler, que sabía que persistir en sus ideas no le servirían
para permanecer en la vida. “Tus ideas o tu vida”. Si eliges tus ideas eres a
todas luces cognitivamente inflexible. Si eliges la vida, se te dirá: “Vete, tu
flexibilidad te ha salvado”. Eso, en resumen, es lo que predica la religión de
la neuro-tecnología.
Por eso esta noche se me ha vuelto a presentar Parsifal en sueños. Es
curioso porque hace años también llegó hasta mí; pero en aquel entonces lo que
le preocupaba era la cuestión del destino. ¿Estaba destinado a buscar el
Santo Grial? ¿Era ese su destino? ¿Cuál era su destino? ¡Destino! – le grité a
voces- ¡Te llamas caballero libre de la libre mesa redonda y buscas un destino!
¡Decide tú tu destino y cúmplelo con honor y con humildad! ¡Eso es lo que
vocifera Kant y nadie le escucha!
La pregunta por la que Parsifal me ha despertado ahora: ¿es cognitivamente
rígido por ser un caballero que pertenece a la mesa redonda del Rey Arturo? ¿es
cognitivamente rígido por estar dispuesto a morir por los principios de la mesa
redonda? ¿sería más flexible cognitivamente hablando si se uniera a los sajones?
¿O mejor aún: si no se uniera a nadie?
¡Pobre Parsifal, abuelo de Hamlet to be or not to be! Deseando siempre
hacerlo todo bien. Deseando seguir las reglas sin romperlas. ¡Cuando era dueño
de su destino, creía que su destino lo decían otros, las fantasmagorías imagino
porque cuando Dios ha muerto ¿quién marca tu destino?, pregunto. Y cuando Dios
está vivo la respuesta es la misma: “Te di la vida y te daré la muerte. Déjame
ver qué haces en el tiempo y en el espacio en el que estás con los talentos que
te proporcioné. Después hablamos.” ¡Ahora que será la diosa Predictibilidad
quién decida su suerte, pregunta por cómo conseguir solucionar los test con la
mejor nota! ¡Acabáramos! ¡Hay cosas que claman al cielo!
Hoy como ayer, ayer como hoy, Parsifal sigue buscando el Santo Grial. El
Santo Grial de la actualidad es un tubo de ensayo y pertenece a la nueva religión de “neuro-tecnología”.
Hoy como ayer, ayer como hoy: unos serán paganos y otros los nuevos
sacerdotes; unos decidirán qué es el Bien y qué el el Mal, y otros lo creerán;
unos promulgarán leyes y conductas a seguir, otros habrán de acatarlas; unos
rozarán el Poder y otros los lodos de este mundo; unos serán los tiranosaurios
y otros los corderos. ¿El mundo dividido en dos? Pues, a ver… sí y no. Igual
que la noche y el día, siempre acompañados de los claro-oscuros del amanecer y
del atardecer y de los días de lluvia que oscurecen el día y los claros de luna
llena que iluminan la oscuridad nocturna.
Conducir entendimiento y emoción exige lo que un aprender a conducir un coche exige: formación previa y práctica después. Por muy bien que conduzca el chófer, la posibilidad de una eventualidad inesperada nunca está descartada. Del mismo modo que la pericia del conductor ayuda, pero no le preserva del accidente, el hombre puede llegar a ser sabio, sin que esa sabiduría le libre del peligro. La conciencia de Dios es más que sabia. La conciencia de Dios es omnisciente. A esa omnisciencia es a la que aspira la “conciencia” de la religión neuro-tecnología. Omnisciencia y sabiduría coinciden en la religión de la neuro-tecnología, en una palabra: Predictibilidad. La conciencia de la religión de la neuro-tecnología es omnisciente y sabia porque predice; justo por esto puede ser también mediadora y juez. La conciencia de la religión de la neuro-tecnología en la era de Acuario es material, aunque no se vea y es colectiva, aunque cada gota esté bajo el control y fluye por líquida, pero eso no evita que se pueda transformar en sólida y gaseosa. Es decir, puede adoptar varias formas y varios estados, según lo requieran los sacerdotes por un lado y el comportamiento de los fieles, por otra.
La conciencia de la religión de la neuro-tecnología es Predictora y por
predictora, se dice que es sabia y por sabia, se explica, es neutral, objetiva,
científica.
La conciencia de la religión de la neuro-tecnología es Predictora y por
predictora, mediadora y juez ante emociones descontroladas y encontradas, justo
después de que esas emociones han sido encendidas, polarizadas, enfrentadas
durante décadas, en vez de haber aprendido a conducirlas que es, lo que
tradicionalmente en la historia, hasta ahora se había intentado.
(Es verdad que la época anti-puritanista de Gran Bretaña abrió la caja de
los truenos, pero aceptémoslo: su actitud fue más aparente que otra cosa. Los
anti-puritanos siguieron siendo puritanos, a su modo y manera: Unos eran
anti-cristianos, pero aceptaban las filosofías y religiones, que provenían de
las culturas exóticas. Otros eran absolutamente ateos, pero creían en su
apellido y en su linaje como si se tratara de la estirpe de los hombres
“superiores”, por lo que tenían sus propias normas, sus propios clubes y sus
propios partidos políticos que exigían mucho más puritanismo que el puritanismo
cristiano que aborrecían. Al puritanismo cristiano esos diletantes británicos
les reprochaban el encorsetamiento a las emociones; curiosamente esos selectos
clubes y partidos populistas fajaban, comprimían y oprimían las emociones
tanto, si no más. La diferencia era que la sumisión a la Biblia había sido
sustituida por la sumisión, obediencia, y docilidad a un sinfín de normas
dictadas por la autoridad daba igual que fuera el consejo del club o el consejo
del partido. La promulgación de normas era un deporte tan habitual, igual que
lo era la práctica de la obediencia a normas. Los deportistas entrenaban en el
club, en el partido, e incluso en las sesiones de espiritismo a las que tan
aficionados eran. Se había sustituido la disciplina puritana por la disciplina
laica. El término “disciplina” seguía siendo el concepto fundamental.)
En nuestros tiempos es "Predictibilidad" el concepto que sustenta la nueva religión. Y ella, la conciencia de la religión de la neuro-tecnología es
la Predictor. Esa nueva religión
“neuro-tecnológica”, posee un invisible espíritu material, del que se dice que
tiene conciencia. ¡Y qué conciencia! Una
conciencia material que tiene que, a pesar de ser programada por el hombre,
aprende ella sola a través de la interacción con el hombre anulando y
superando, sin embargo, la conciencia del hombre que la crea. Ni Dios ni ley
natural ni hombre. La conciencia material soporta la religión de la
“neuro-tecnología” con total y absoluta sabiduría.
Predictor de predictor es esa conciencia de la religión de la
neuro-tecnología. La conciencia de esa religión puede predecir. En español
sinónimos del término “predictor” son “agorero”, “augurador” y “vaticinador”.
Aunque no hay un sinónimo perfecto, habremos de aceptar lo curioso que estos
son: se acercan más a los conceptos de la magia que a los de la ciencia. Aquí,
precisamente, en esta facultad de “Predictor” es donde magia y ciencia,
espíritu y materia se encuentran y “Predictor” se hace conciencia.
Predictora omnisciente porque sabe quién va a hacer qué.
Díganme: ¿Se hubiera podido predecir lo que le iba a suceder al Conde de
Montecristo? La traición de sus amigos se huele en el ambiente, ¿pero su
salvación? ¿Era su liberación predecible? ¿Y la riqueza a la que iba a poder
acceder? ¿Y su refinado plan de venganza? ¿Es el Conde de Montecristo inocente,
culpable, las dos cosas?
En la nueva religión de la neuro-tecnología la conciencia neuro-tecnológica predice.
El hombre, en cambio, no predice: imagina.
Es aquí cuando entra ese nuevo término llave, clave: “creatividad”.
"¿Creatividad o fantasmagoría?" - pregunto consternada. Porque recordemos que la creatividad, con o
sin facultades previas, necesita y exige un largo recorrido de aprendizaje y
además en diversas áreas. Sin técnica, la creatividad se atrofia; sin el
esfuerzo personal, la creatividad se atrofia, sin vivencias personales, sin
reflexión personal, la creatividad se atrofia; sin desarrollo de esas
facultades con las que nacemos, la creatividad se atrofia.
Pero hete aquí que se clama y proclama “creatividad”, como puerta de salidad salvadora, como ya antes la clamaron y
proclamaron aquellos antiguos anti-puritanos y anti-cristianos, mientras se permite la labor creativa-artística a la inteligencia artificial igual que aquellos gastaron grandes sumas en cuadros pintados por hombres que habían muerto en la sombra y que ellos convirtieron con esa creatividad anti-cristiana y anti-puritana en obras de arte al acceso únicamente de unos cuantos que las transformaron, a su vez, en objetos de inversión. Curiosamente fueron capaces de trocar su
dilentismo y su creatividad en prósperos negocios gracias a las lecciones por
correspondencia que recibían de las diferentes escuelas teosóficas siempre con
el término armonía y amor universal en la boca y en la pluma, pero siempre
peleándose por los centavos en los bolsillos de los demás. Dichas lecciones se
propagaron por los diferentes salones y lo que a veces empezaba como un “small
talk” en una agradable velada, terminaba convertido en “el esperado libro” poco
después.
Así las cosas. Así el observador Foucault.
La puerta del “regreso al pasado”, no nos conduce a ningún lado.
Las
soluciones desesperadas sólo abren nuevas puertas a habitaciones en las que su
eco preguntan una y otra vez, incansables, el mismo acertijo: ¿Sirvió de algo
esa adoptar esa solución desesperada? ¿Redimió algo que no fuera nuestro propio
instinto de supervivencia? ¿Sirve eso de algo? Uno sólo puede tomar la puerta
de la solución in extremis cuando después de haberla atravesado es capaz de
enfrentarse a las habitaciones de la desesperación que tras ella aparecen.
La puerta de “los colectivos” únicamente desemboca en brutales enfrentamientos de los unos contra los otros.
Los hombres razonables, donde “razonable” significa ese equilibrio entre entendimiento
y emoción, se han retirado a sus aposentos y no hay forma humana de sacarlos de
allí. Salen a trabajar para realizar una función, las conversaciones con los
otros se refieren única y exclusivamente a cuestiones puntuales que se refieren
a esa función. No entran en ningún tipo de conversaciones privadas y tampoco
comentan nada sobre sus vidas personales. Independientemente de que el tuteo se
haya impuesto en la vida laboral, lo cierto es que la actitud del hombre
razonable, su cordial y educado distanciamiento, mantiene ese “usted” en las
relaciones cotidianas.
Cuando llegan a sus casas conservan esa fría indiferencia lo cual provoca en
los otros una mezcla en la que el sentimiento de abandono se combina con el
sentimiento de seguridad que proporciona saber que, si el hombre razonable
considera que ningún problema resulta suficientemente importante como para
preocuparse por él, es que no hay que preocuparse.
El hombre razonable es el hombre flemático. Pero la flema sólo obtiene
éxito cuando se sabe de antemano que hay tres o cuatro helicópteros provistos
de unos cuantos paracaídas dispuestos a recoger a ese hombre razonable en el
momento en que sea preciso.
¿Cuál es la puerta de salida?
Me lo dijo Jorge hace poco; me lo repitió Carlos no hace mucho. La única
puerta de salida es la muerte, siempre y cuando no creas en Dios. Has cruzado el umbral de la puerta de entrada y esa te lleva, donde ese "te lleva" significa "te trae", al “aquí y ahora”. Ese es el juego al que
el hombre está destinado a jugar, el juego también para Parsifal, para
Ifigenia, para Agamenón y para todos nosotros. Uno puede jugarlo según sus
propias reglas o según las reglas de otros; según sus propios principios y
virtudes o según los principios y virtudes de otros o incluso decantarse por renunciar
a los principios y a las virtudes lo cual hará el juego mucho más complicado al
tiempo que le impide dormir.
La puerta ante la que estamos ahora es la puerta de una nueva religión: la
religión de la neuro-tecnología, cuyo principio rector es la Predictibilidad.
Mientras la estrella de la Bruja Ciega se concentra en concentrar sus
fuerzas, el rey del Reino del No Ser me mira con su habitual sonrisa de
triunfo: feroz y cautivadora a la vez. – “¿De verdad sigues sin querer unirte a
mí?” – me pregunta salvaje. – “De verdad que no” – le respondo con voz cansada
porque soy consciente de que en estos momentos es su Reino, el Reino del No-Ser
el que se está expandiendo a velocidades de vértigo - “Agradezco tu ayuda en el
Mundo Intermedio cuando fuimos a buscar el Espíritu, agradezco que permitieras
que la Energía Nómada se restableciera de sus cortocircuitos. Incluso agradezco
tus visitas. Sin embargo tú y yo sabemos que pertenecemos a mundos distintos.
Aunque no haya direcciones distintas; aunque el camino no conduzca ni arriba ni
abajo y sea un laberinto del que se sale más mareado de lo que se entra
existen, todavía existen las dos naturalezas. Distintas pero dos naturalezas,
sin confusión, sin cambio, sin división y sin separación. En Jesús, la divina y
la humana; en el hombre, el cuerpo y el alma. Tú eres cuerpo y alma negando el Ser
de ambos, yo soy cuerpo y alma buscando el Ser de cada uno de ellos.”
-
“Es
mi reino el que se aproxima, bruja ciega, es mi reino el que llega con esa
nueva religión a la que tú no deseas adherirte. Una religión sin dualismos, sin
direcciones, en la que todo fluye, en la que lo real y lo irreal se confunden,
y en la que la conciencia es material o no es. ¿No te parece fantástico el
poder que mi reino ha alcanzado?
Y como suele ser normal en él abandona mi estancia con una estrepitosa
carcajada.
La estrella de la Bruja Ciega permanece concentrada.
En recopilar todas sus fuerzas.
Le harán falta.
La Bruja Ciega
Agradezco a todos mis lectores la atención que me prestan. Como ya les he
dicho, escribo a la velocidad del pensamiento porque es la única manera que
conozco para ordenar mis pensamientos. Escribo mucho, muchísimo, porque son los
pensamientos que me ocupan y me preocupan y porque en los tiempos que corren
eso aleja a la mayoría de curiosos. A algunos de ustedes quizás les extrañe que
considere que las religiones del Libro serán las próximas religiones paganas de
la civilización humana ante una religión que está surgiendo ahora. En mi
opinión todo señala que va a ser así. Es posible incluso que la nueva religión
haya de ofrecer las víctimas que todas las nuevas religiones han debido entregar
a la muerte. Ellas son, en definitiva, las que demuestran la fortaleza o la
debilidad de cada nueva religión.
No es el primer artículo que dedico a la religión. Hubo uno en el que me
cuestioné las tesis arrianas, a San Agustín, a San Pablo e incluso a Lutero. Imaginen
mi sorpresa cuando poco a poco voy aprendiendo que no soy la única. Al parecer
también Kierkegaard se dedicó a considerar el tema de la encarnación de Jesús,
y en lo que a San Pablo se refiere, me han comentado que otros muchos le han
criticado: Spinoza, Nietzsche, Badiou, Agamben, Freud, Slavoj Žižel y Ole Jacob Løland, que ha publicado en español “El
apostol de los ateos” y que es presentado por el periódico El País el día 9 de
Enero de 2024 por un periodista llamado Juan José Tamayo con la siguiente
pregunta: “Pablo de Tarso, ¿un embaucador o alguien que buscaba la verdad?”. Mi
respuesta a esta pregunta ya la conocen. Las respuestas de los demás las
desconozco. Que no hace falta ser un gran filólogo ni un gran filósofo, sino
simplemente un buen lector, para comprender que “algo falla” en ese apóstol salta
a la vista en cuanto uno se aproxima a sus escritos. La valentía de todos
aquellos que osaron criticarlo antes que yo es manifiesta y probada. Dejo aquí constancia de sus nombres a falta
de pruebas porque, sencillamente, todo esto lo he sabido después de publicado
mi artículo y más por casualidad que por otra cosa.
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