Tracking-ID UA-44975965-7

Wednesday, December 16, 2015

Elucubraciones

Durante mi adolescencia uno de los dilemas morales que se nos solía proponer era qué hubiéramos hecho nosotros de ser viajeros en el tiempo y habernos encontrado ante la cuna del bebé Hitler: “¿Lo hubiéramos asesinado?”  Todos aquéllos que contestábamos con un “No” éramos contemplados con una mirada no se sabía si de asombro o de escepticismo pero en cualquier caso de incomprensión. “¿Por qué no?”,insistían. “Con ello hubieran podido salvarse miles, millares de vidas”.
En aquél tiempo yo todavía no sabía a ciencia cierta a que obedecía mi rotundo y terco “No”.  Tal vez porque yo, al igual que Chesterton, siempre he creído en los milagros y ni siquiera como viajera del tiempo me podía imaginar que todo estuviera atado y bien atado. Tal vez porque matar a un bebé, fuera el bebé que fuera, me recordaba a Herodes y a todos aquéllos que han creído los augurios que profetizaban que un recién nacido destruiría su reino y queriendo evitar el peligro han cavado ellos mismos su propia ruina.
Al día de hoy sin embargo sé que aquel obstinado “No” descansaba en una tercera razón: Ningún asesino de hombres, ningún tirano, ningún monstruo se hace con el Poder sin la ayuda de los que le apoyan, le alzan y le sostienen. Ningún dictador conserva su Fuerza si los fuertes le abandonan y los débiles no se unen para sostenerle. Hitler, Stalin y Torquemada fueron bestias humanas convertidas en bestias humanas con la aquiescencia de sus congéneres.
El dilema moral que se nos planteaba partía de la afirmación de la culpa del uno pero no contemplaba la culpa de los otros. El dilema moral era en realidad un falso dilema moral. No obstante nos obcecamos en permanecer anclados en esa tradición. En la tradición que únicamente cuestiona la culpa y responsabilidad del lider sin entender, sin desearlo siquiera, que el lider es siempre elegido, aclamado o defendido por otros. ¡Cuántos inocentes no han muerto asesinados y vilipendiados por falta de una voz que se haya alzado en su favor! ¡Cuántos locos no han reinado porque los bufones del reino convertían a los cuerdos en locos y a los sensatos en traidores del Estado!

Jorge, el tranquilo Jorge me llama. “No entiendo por qué hace tantos días que no publicas”, me dice. “Te veo muy ocupada con tus reflexiones sobre el nihilismo, lo radical y la radicalidad. No es fácil entenderte”, lamenta tranquilamente. “A veces cuesta un cierto esfuerzo comprender que aunque estás a favor de la entrada de refugiados estás convencida de que esto no va a ser posible porque la sociedad se va a oponer tanto por exceso de recién llegados como por falta de medios y desconfianza generalizada; que no te gusta, por cínico, que se recorte el número de refugiados que llegan a las fronteras de Europa a cambio de firmar  unos acuerdos económicos con Turquía que aligerarán la concesión de visas y la entrada de recién llegados turcos, cosa que, al parecer, no puede permitirse la sociedad europea en el caso de los refugiados pero sí en el caso de los ciudadanos turcos; que no tienes nada en contra de que los musulmanes practiquen su religión con tal de que no pretendan introducir las normas religiosas ni en la política ni en las leyes y que estás en contra de la guerra, primero, por lo que de barbarismo conlleva y segundo, por la inestabilidad de las alianzas y la confusión de los objetivos; que tienes miedo de que la radicalización de la sociedad europea la dirija hacia conductas radicalizadas, y por tanto no individuales sino masificadas, que arramblen con todo lo que encuentren a su paso. Deberías corregir tus escritos antes de publicarlos tan rápidamente: me ahorrarías tener que leer el texto tres veces para distinguir entre tus serias afirmaciones y tu seria ironía. No sabes la cantidad de trabajo que Paula y yo tenemos en estos instantes.” Y Jorge, el tranquilo Jorge, me detalla tranquilamente su agenda mientras tranquilamente toma un café al tiempo que tranquilamente ojea pasados comentarios míos. Sí, no hay nada como la sosegada tranquilidad para que una persona pueda ejecutar su trabajo con toda la eficacia necesaria que éste requiere. Paula, su esposa, es muy parecida a él pero las cuestiones políticas no sólo no le interesan sino que además le aburren sobremanera. En su opinión Política y Metafísica significan lo mismo: pura palabrería. Los verdaderos problemas terrenos que urge solucionar sólo pueden ser remediados por el sentido común, la justicia humana y estatal o el mero devenir de los acontecimientos. No es que Jorge opine de forma distinta pero a veces el tranquilo Jorge precisa de tranquilos lances dialécticos y tranquilamente me llama para tranquilamente desprenderse de su carga de estrés a base de discutir conmigo porque está convencido de que a las brujas, más aún tratándose de viejas brujas, nada les conmueve. “¿No se te ha ocurrido pensar que las Navidades se acercan y una, que soy yo, tiene que dedicar su tiempo a los preparativos que las fechas exigen?” pregunto un tanto enfadada “Ah. Vamos”, bromea tranquilo, “las viejas brujas como tú lo consiguen todo en cuestión de segundos”. “¡Qué más quisiéramos nosotras!, le contesto riendo. “A nosotras nos toca encender el fuego y remover sin parar la sopa del caldero. Te recuerdo que son las hadas las que tienen una varita mágica. Nosotras sólo tenemos una escoba ¡y encima pasada de moda!” “Escribe algo”, me pide con un tranquilo suspiro y bajando la voz añade: “Me aburro.”

De todos, ése es el mejor halago que Jorge podría haberme hecho. Conociéndole como le conozco, supongo que debo tomarlo como un regalo de Navidad.

En realidad las personas como yo difícilmente estamos a favor de algo que no sea nuestra propia paz y tranquilidad. Suena egoísta y no dudo que lo sea, pero he de añadir que caracteres así exigen tanto de una cierta modestia material como de una gran facilidad para soportar la soledad. Ni lo uno ni lo otro son rasgos que abunden por más que haya tantos que los prediquen. La modestia material obliga a no prestar gran atención a las apariencias exteriores y convivir con la soledad únicamente es posible si se es capaz de dialogar con el silencio de los libros. En cualquier caso, tanto lo uno como lo otro generan un distanciamiento social insoportable para la mayoría de los seres humanos, justo porque su condición de seres humanos los convierte - al decir de Aristóteles- en seres sociales. Además de insociables somos seres socio-políticamente pasivos lo cual permite a más de uno acusarnos primero de que nuestra pasividad mantiene al tirano y sentenciar después que nuestra no-culpa, como diría Broch, de ningún modo nos convierte en inocentes.
A modo de disculpa basta recordar las explicación que le dió el amigo vampiro del espectador a éste en la pesadilla surrealista que tuvo: “Los inocentes son siempre los primeros en morir y generalmente mueren por cualquier cosa. O lo que es lo mismo: por nada que pueda denominarse “heroico.”
Hasta cierto punto tenía razón. Ni siquiera las revoluciones son hechas por inocentes. Las revoluciones menos que nadie. Tal vez lo que el vampiro de la pesadilla dijo sea cierto y lo que suceda generalmente es que un ejército de bestias se enfrente a otro ejército de bestias mientras los que defendemos nuestra paz y tranquilidad nos ocultamos para permitir que los bestias puedan matarse con toda la tranquilidad del mundo y que únicamente seamos capaces de convertirnos en inocentes, esto es: morir, caso de que aquéllos bestias se decidan a desposeernos de lo único que realmente nos preocupa: nuestra paz y nuestra tranquilidad. Mis escritos son publicados para mantenerlos con un cierto orden pero si alguien me prohibiera su divulgación obedecería la orden sin rechistar y seguiría escribiendo en mi casa. Si me prohibieran escribir, dejaría de escribir pero seguramente no dejaría de pensar. Lo más probable es que llegara un momento en que el pensamiento no cupiese más dentro de mí y saliera por la boca, lo cual supondría mi fin. Sabiendo esto como sé, lo más probable es que fuera en el segundo estadio: en el de la prohibición de la escritura, el estadio en el que empezara mi resistencia: puestos a morir, por lo menos por un motivo real y no sólo por la propagación ondulatoria de unos sonidos que terminan siendo arrastrados por el viento y que yo, por mi carácter más que por la consideración de que mis ideas sean importantes, sería incapaz de acallar y saldrían, lo sé por experiencia, en el momento y del modo más inoportuno.  ¿Me consideran pequeño burguesa? Créanme: desconfíen ustedes de “la paz y tranquilidad” que asegura anhelar el pequeño burgués. Esa paz y tranquilidad ni está desprovista de modestia material ni de soledad, más bien todo lo contrario. El pequeño burgués se siente tranquilo cuando conoce todos los dires y diretes de su pueblo y disfruta de su paz cuando sabe que ha derrotado a su enemigo y que es envidiado por su vecino. El pequeño burgués ni publica, ni escribe ni piensa. El pequeño burgués nunca corre peligro salvo por accidente.

Lo dicho: “Paz y tranquilidad” no es igual que “Paz y tranquilidad”.

¿Por qué entonces escribo estos comentarios?, me preguntarán ustedes. ¿Por qué no?, respondo. Lean ustedes los comentarios que aparecen en los distintos periódicos escritos por sesudos periodistas y comentaristas: o nacen de una determinada ideología o nacen de una determinada observación. Pocos son el resultado del conocimiento acerca de la materia. Incluso esos llamados “expertos” disponen, tal vez, de más información pero no de más conocimientos. El verdadero conocimiento de las circunstancias decrece a medida que aumenta el poder de los sistemas de seguridad y de los servicios secretos de los distintos países. Ninguno de nosotros está libre de la propaganda que más o menos encubiertamente se nos entrega sellada con un lacre en el que se puede leer “información objetiva y veraz”. Lo más que podemos hacer es expresar nuestro asombro ante determinadas noticias. Con o sin internet, el verdadero transcurrir político-militar sigue siendo un auténtico enigma. Escribo, sí. Escribo porque ni siquiera mi amor a mi paz y mi tranquilidad me libran de la curiosidad que siento por asomarme a ver qué acontece tras los cristales de mi ventana y ni siquiera el amor a mi paz y mi tranquilidad me libran de emitir una exclamación de asombro al ver lo que allí sucede. Y es a partir de esa exclamación de asombro cuando surge la imperiosa necesidad de escribir. Ni pretendo cambiar el mundo ni denunciarlo. Mi exclamación de asombro, sin embargo, en tanto que sincera y puede que hasta ingenua, me pertenece y es a a ella a la que dedico mis elucubraciones. No creo que el Mundo pueda cambiarse; tampoco creo que el Hombre lo pueda hacer. Lo que sí creo, sin embargo, es que, excepto en aquellos casos en los que la necesidad de sobrevivir prima sobre la posibilidad de vivir, uno sí puede influir con sus actos y con sus palabras en su pequeño gran mundo y formarse y conformarse como un determinado individuo y no como otro. Lo que sí creo es que el hombre al final de sus días es sobre todo, aquello que ha hecho y aquello que ha dejado de hacer.
Feliz del hombre que pueda contemplarse el día de su muerte sin temblar ante el espejo que refleja su rostro.

Hoy leo los comentarios de Trump para justificar su negativa a que entren musulmanes en los Estados Unidos y me asombro. Me asombro a medias, claro. Lo que dice él lo dicen otros muchos sobre temas parecidos. Ya escribí algo parecido en algún blog: “no soy racista”, aseguran tales individuos, “tengo muchos amigos de esa raza  y de esa religión.”
Mi pregunta: el que uno afirme que no es racista porque se relaciona con otras razas ¿le libra de la condición de racista? Y a mi mente acude el hecho de que los que más trato tenían con los esclavos africanos eran los dueños de esclavos africanos. El que uno tenga muchas relaciones con esclavos ¿le libra de estar a favor de la esclavitud?  Y me digo que los que más contacto tenían con los esclavos eran los propios tratantes de esclavos. El que uno afirme que no es clasista porque tiene muchos amigos pobres ¿le libra de la condición de clasista? Y al recuerdo me vienen grandes hombres adinerados que, en efecto, se relacionaban con otros que no lo eran tanto pero sólo por el placer de  humillarlos sabiendo como sabían que los otros, al día siguiente, publicarían a los cuatro vientos con quién habían comido y silenciarían los desplantes sufridos, mientras que  ellos alardearían de codearse con todas las clases sociales omitiendo las ofensas que habían cometido por el simple placer de divertirse o cambiar de aires.
Algún periódico se asombra de la actitud de Trump y recuerda que en los Estados Unidos sólo un uno por ciento de la población es musulmana. "Claro", me digo."Por eso mismo. Las palabras de Trump sólo le quitan a Trump un uno por ciento de electores y le aseguran otros muchos votos."

Leo las noticias sobre una alianza árabe de treinta y cuatro países en contra del IS y me asombro de que la noticia pase de puntillas por los grandes noticieros, sin ni siquiera ser digna de presidir la portada a pesar de que entre esos treinta y cuatro países se encuentran Arabia Saudí, Egipto y Pakistán, que dispone de la bomba atómica. Y no puedo por menos que preguntarme los motivos de esa información a lo “no sabe no contesta”, justo en unos momentos en los que  a mí me interesaría enormememente conocer la opinión de los israelíes al respecto. He de confesar que yo, justamente por el miedo que la radicalización me causa, porque la radicalización – y no la actitud radicalmente sincera y radicamente individual - es uno de los requisitos que la guerra exige, siempre temí algo así. He de reconocer, sin embargo, que nunca –ni en mis más terribles pesadillas- hubiera imaginado que dicha alianza estuviera acaudillada por Arabia Saudí. Siempre supuse que sería Turquía, más occidentalizada, la que lo encabezara. Esto que para mí constituia de algún modo una ligera esperanza seguramente entrañaba para la liga árabe un gran peligro por la inseguridad que suponía Turquía. En cualquier caso la liga árabe se ha constituido, dice, para luchar contra el IS y todos los terroristas. Teniendo en cuenta que dicha liga árabe está únicamente integrada por países sunitas, se hace preciso saber cuál va a ser su actitud en relación a los ejércitos chiítas que también se enfrentan al IS, sobre todo considerando que  Irán es chiíta y aliado de Rusia y que ésta a su vez protege a Siria-Assad. El lío amenaza con enredarse más de lo que ya lo está. Pero por el momento parece más sensato mantenerse en silencio y fingir que el hecho de que treinta y cuatro países árabes formen una alianza es tan normal que resulta extraño que alguien pueda asombrarse por ello. La ministra de defensa alemana afirma con total indiferencia que tal alianza no le parece mal si respeta la convención de Viena (creo que es esa la convención que ha nombrado).

 Mientras tanto Rusia-Putin decide, quizás para desafiar la ingenuidad de la ministra alemana, que no se va a atener a las reglas europeas que se refieren a los derechos del hombre pero especialmente a los derechos de las empresas en Rusia a excepción de aquellas que Rusia considere conveniente seguir. Sin embargo, ante mi asombro, nuevamente el mundo sigue su curso sin grandes emociones ni aspavientos y hoy, por un lado vemos a los americanos estrechar la mano al ministro de defensa ruso mientras por otro anuncian las subidas de intereses que sin duda benefician al comercio americano pero desfavorecen al europeo, digan lo que digan algunos, sin que ello genere el malestar periodístico ni se impriman inquietantes titulares. En la prensa se leen noticias asombrosas que pasan sin pena ni gloria por el espacio y por el pensamiento y que tan apenas se comentan. A lo mejor no son tan importantes o a lo mejor se está a la espera de que los límites se perfilen con cada vez mejor nitidez.

 En España, en Estados Unidos y en Alemania están más interesados por los encuentros de sus políticos nacionales. Los españoles se escandalizan de los insultos que se han proferido los dos candidatos de los partidos más importantes hasta el momento. Se escandalizan fingidamente, claro. Todos sabemos que los políticos, como los programas del tipo “Sálvame”, parten de la sociedad española. Un presidente de gobierno es como el delegado de una clase de colegio: se elige de entre el grupo de alumnos que constituyen la clase. Esto, a primera vista, no se ve porque el aula nacional es mas grande que la escolar, pero la idea es la misma. No entiendo por qué los ciudadanos se quejan de los políticos como si fueran algo distinto y peor de lo que ellos mismos son, a no ser que esto les determine a lanzarse a la rueda de la cosa pública. Los otros dos candidatos intentan zafarse de la recriminación y defienden que ellos sí debatieron, olvidando que tanto el uno como el otro, aunque más el uno que el otro, han utilizado igualmente las formas "salvamerianas" para estoquear al contrario. En Alemania el linke Lafontaine es amonestado por su propio partido por osar decir que los refugiados que llegan son demasiados para el país germano. Merkel ha de constatar que la unidad europea quiebra y se resquebraja a pasos agigantados: ora Grecia, ora refugiados. Los países miembros, - al contrario que la canción-, a nada dicen que sí y a todo dicen que no, salvo claro, a la hora de reclamar dinero, reclamación que cada vez se parece más a la frase grouchana de “¡más madera!” por absurda e inútil. En Francia, los franceses respiran: Marie LePen no ha ganado. Un nuevo susto pasado. Marie Le Pen sonríe: la última palabra aún no ha sido dicha. El tiempo juega a su favor, máxime si se desgasta la derecha y consigue que la izquierda no se recupere a pesar de que la izquierda espera del mismo modo que LePen que la derecha se debilite para que esto le permita conquistar en las próximas elecciones en el Poder. Una buena estrategia, no cabe duda, suponiendo, claro, que funcione y que no sean la derecha en las regiones y la izquierda en la nación las que acaben agotadas y marchitas y dejen paso a un descansado Frente Nacional.

De momento, de todo, lo que más asombro me produce es que los anuncios más "emo" de Navidad sean, hoy como ayer, los anuncios que muestran a  ancianitos solos y abandonados por hijos duros de corazón.  Pocos ancianitos de ese tipo conozco yo aunque “haberlos haylos”. En mi opinión tales spots lacrimógenos olvidan que esos ancianitos que muestran hoy fue la primera generación de hijos que llevó ayer a sus padres a las residencias de ancianos y que en la actualidad poseen el patrimonio más alto de todos los tiempos amén de la fuerza que les confiere la calidad de vida y una generación de hijos anclados en la adolescencia eterna. Mejor sería empezar a rodar anuncios en los que aparezcan niños dejados en casa al cargo de la niñera de turno, ya sea en forma de persona o de ordenador, mientras los papás pasan la Navidad con sus amigos (y los abuelitos con los suyos) y rogar que caso de que esos inocentes tengan la suerte de ser admitidos en alguno de esos dos círculos por una noche, - la de los regalos -,  no se les machaque con el consabido “niño no molestes y vete a dormir que ya es hora”. 
Que no se le ocurra a ninguna agencia de publicitar rodar tales anuncios publicitarios no es síntoma de que los niños reciban hoy más atención que ayer, sino del envejecimiento y esterilidad de Europa que va a forjar una gerontocracia de viejitos juguetones, traviesos y malvados, más interesados por la forma que por el contenido. Aviso, por cierto, que no yo sino Broch al que acabo de leer es el que me ha dicho las malas costumbres de las personas cuando llegan a una determinada edad y de las cuales yo no tenía ni idea, porque creía que la vejez es siempre "a lo Cicerón". Confieso que Broch me ha dejado sumida en la reflexión pero no por lo que acabo de escribir respecto a la senectud sino por una terrible pregunta que aparece en su obra: "Los inocentes"

 Internacionalidad, sí. ¿Pero quién dirige la internacionalidad?

Él, claro, critica a la Alemania de su tiempo por empeñarse en erigirse en el país dominante de la internacionalidad. Pero para ser justos, si no hubiera sido el país germano lo habrían intentado los bolcheviques rusos. El llamamiento internacional a la unión del proletariado, justo es reconocerlo, se trataba en realidad de una internacionalidad hermanada bajo una bandera: la bolchevique rusa. 
Cuando dos se pelean un tercero gana: finalmente fueron los americanos quienes se alzaron con la victoria. 
Al parecer, sin embargo, la pregunta no ha sido rotundamente contestada y mi temor es que en los próximos tiempos unos cuantos se dediquen a contestarla dando un golpe en la mesa global.

De momento, y según los periódicos, los ciudadanos no tienen dinero, las empresas no tienen dinero, los bancos no tienen dinero, las comunas y las regiones no tienen dinero, las naciones no tienen dinero, los europeos no tienen dinero y el mundo no tiene dinero, a pesar de que nunca como hoy circuló por el planeta Tierra tanto pecunio como circula hoy mientras la deuda crece a unos niveles que nadie, en su sano juicio, ni siquiera los economistas, puede tomar como un elemento que incida, decida, influya, en el devenir económico-político salvo, si acaso, para que afloren tímidamente a la superficie algunas corrupciones que, como no me canso de repetir, suponen un medio de recaudación para las vacías arcas estatales más que una lucha contra la corrupción.

¿Alguien puede entender todo esto sin sentir vértigo?

Seguramente cuando uno no es un viejo juguetón, travieso y malvado "a lo Broch" es un viejo miedica "a lo Kafka"

Tal vez sea preferible irme a continuar removiendo la sopa que cuece en el caldero...

La bruja ciega.



No comments:

Post a Comment