Durante mi adolescencia uno de los dilemas morales que se nos solía
proponer era qué hubiéramos hecho nosotros de ser viajeros en el tiempo y
habernos encontrado ante la cuna del bebé Hitler: “¿Lo hubiéramos asesinado?” Todos aquéllos que contestábamos con un “No” éramos
contemplados con una mirada no se sabía si de asombro o de
escepticismo pero en cualquier caso de incomprensión. “¿Por qué no?”,insistían. “Con
ello hubieran podido salvarse miles, millares de vidas”.
En aquél tiempo yo todavía
no sabía a ciencia cierta a que obedecía mi rotundo y terco “No”. Tal vez porque yo, al igual que Chesterton,
siempre he creído en los milagros y ni siquiera como viajera del tiempo me
podía imaginar que todo estuviera atado y bien atado. Tal vez porque matar a un
bebé, fuera el bebé que fuera, me recordaba a Herodes y a todos aquéllos que
han creído los augurios que profetizaban que un recién nacido destruiría su reino y queriendo evitar el peligro han cavado ellos mismos su propia
ruina.
Al día de hoy sin embargo sé que aquel obstinado “No” descansaba en una tercera razón: Ningún asesino de
hombres, ningún tirano, ningún monstruo se hace con el Poder sin la ayuda de
los que le apoyan, le alzan y le sostienen. Ningún dictador conserva su Fuerza
si los fuertes le abandonan y los débiles no se unen para sostenerle. Hitler,
Stalin y Torquemada fueron bestias humanas convertidas en bestias humanas con
la aquiescencia de sus congéneres.
El dilema moral que se nos planteaba partía de la afirmación de la culpa
del uno pero no contemplaba la culpa de los otros. El dilema moral era en realidad
un falso dilema moral. No obstante nos obcecamos en permanecer anclados en esa
tradición. En la tradición que únicamente cuestiona la culpa y responsabilidad del
lider sin entender, sin desearlo siquiera, que el lider es siempre elegido,
aclamado o defendido por otros. ¡Cuántos inocentes no han muerto asesinados y
vilipendiados por falta de una voz que se haya alzado en su favor! ¡Cuántos
locos no han reinado porque los bufones del reino convertían a los cuerdos en
locos y a los sensatos en traidores del Estado!
Jorge, el tranquilo Jorge
me llama. “No entiendo por qué hace tantos días que no publicas”, me dice. “Te
veo muy ocupada con tus reflexiones sobre el nihilismo, lo radical y la
radicalidad. No es fácil entenderte”, lamenta tranquilamente. “A veces cuesta
un cierto esfuerzo comprender que aunque estás a favor de la entrada de
refugiados estás convencida de que esto no va a ser posible porque la sociedad
se va a oponer tanto por exceso de recién llegados como por falta de medios y desconfianza
generalizada; que no te gusta, por cínico, que se recorte el número de refugiados que llegan a las fronteras de Europa a cambio de firmar unos acuerdos económicos con Turquía que aligerarán la concesión de visas y la entrada de recién llegados turcos, cosa que, al parecer, no
puede permitirse la sociedad europea en el caso de los refugiados pero sí en el
caso de los ciudadanos turcos; que no tienes nada en contra de que los
musulmanes practiquen su religión con tal de que no pretendan introducir las
normas religiosas ni en la política ni en las leyes y que estás en contra de la
guerra, primero, por lo que de barbarismo conlleva y segundo, por la
inestabilidad de las alianzas y la confusión de los objetivos; que tienes miedo de que la radicalización de la sociedad europea la dirija hacia conductas radicalizadas, y por tanto no individuales sino masificadas, que arramblen con todo lo que
encuentren a su paso. Deberías corregir tus escritos antes de publicarlos tan
rápidamente: me ahorrarías tener que leer el texto tres veces para distinguir
entre tus serias afirmaciones y tu seria ironía. No sabes la cantidad de
trabajo que Paula y yo tenemos en estos instantes.” Y Jorge, el tranquilo
Jorge, me detalla tranquilamente su agenda mientras tranquilamente toma un café
al tiempo que tranquilamente ojea pasados comentarios míos. Sí, no hay nada
como la sosegada tranquilidad para que una persona pueda ejecutar su trabajo
con toda la eficacia necesaria que éste requiere. Paula, su esposa, es muy
parecida a él pero las cuestiones políticas no sólo no le interesan sino que
además le aburren sobremanera. En su opinión Política y Metafísica significan lo mismo: pura palabrería. Los verdaderos problemas terrenos que urge solucionar sólo pueden ser remediados por el sentido común, la justicia humana y estatal o el mero devenir de los
acontecimientos. No es que Jorge opine de forma distinta
pero a veces el tranquilo Jorge precisa de tranquilos lances dialécticos y
tranquilamente me llama para tranquilamente desprenderse de su carga de estrés
a base de discutir conmigo porque está convencido de que a las brujas, más aún tratándose
de viejas brujas, nada les conmueve. “¿No se te ha ocurrido pensar que las
Navidades se acercan y una, que soy yo, tiene que dedicar su tiempo a los
preparativos que las fechas exigen?” pregunto un tanto enfadada “Ah. Vamos”,
bromea tranquilo, “las viejas brujas como tú lo consiguen todo en cuestión de
segundos”. “¡Qué más quisiéramos nosotras!, le contesto riendo. “A nosotras nos
toca encender el fuego y remover sin parar la sopa del caldero. Te recuerdo que
son las hadas las que tienen una varita mágica. Nosotras sólo tenemos una
escoba ¡y encima pasada de moda!” “Escribe algo”, me pide con un tranquilo
suspiro y bajando la voz añade: “Me aburro.”
De todos, ése es el mejor halago que Jorge podría haberme hecho.
Conociéndole como le conozco, supongo que debo tomarlo como un regalo de
Navidad.
En realidad las personas como yo difícilmente estamos a favor de algo que
no sea nuestra propia paz y tranquilidad. Suena egoísta y no dudo que lo sea,
pero he de añadir que caracteres así exigen tanto de una cierta modestia
material como de una gran facilidad para soportar la soledad. Ni lo uno ni lo
otro son rasgos que abunden por más que haya tantos que los prediquen. La
modestia material obliga a no prestar gran atención a las apariencias exteriores
y convivir con la soledad únicamente es posible si se es capaz de dialogar con
el silencio de los libros. En cualquier caso, tanto lo uno como lo otro generan
un distanciamiento social insoportable para la mayoría de los seres humanos,
justo porque su condición de seres humanos los convierte - al decir de Aristóteles- en seres
sociales. Además de insociables somos seres socio-políticamente pasivos lo cual permite a más de uno acusarnos primero de que nuestra pasividad mantiene al tirano y sentenciar después que nuestra no-culpa, como diría Broch, de ningún modo nos convierte en
inocentes.
A modo de disculpa basta
recordar las explicación que le dió el amigo vampiro del espectador a éste en
la pesadilla surrealista que tuvo: “Los inocentes son siempre los primeros en
morir y generalmente mueren por cualquier cosa. O lo que es lo mismo: por nada
que pueda denominarse “heroico.”
Hasta cierto punto tenía
razón. Ni siquiera las revoluciones son hechas por inocentes. Las revoluciones
menos que nadie. Tal vez lo que el vampiro de la pesadilla dijo sea cierto y lo
que suceda generalmente es que un ejército de bestias se enfrente a otro
ejército de bestias mientras los que defendemos nuestra paz y tranquilidad nos
ocultamos para permitir que los bestias puedan matarse con toda la tranquilidad
del mundo y que únicamente seamos capaces de convertirnos en inocentes, esto
es: morir, caso de que aquéllos bestias se decidan a desposeernos de lo único
que realmente nos preocupa: nuestra paz y nuestra tranquilidad. Mis escritos
son publicados para mantenerlos con un cierto orden pero si alguien me
prohibiera su divulgación obedecería la orden sin rechistar y seguiría
escribiendo en mi casa. Si me prohibieran escribir, dejaría de escribir pero
seguramente no dejaría de pensar. Lo más probable es que llegara un momento en
que el pensamiento no cupiese más dentro de mí y saliera por la boca, lo cual
supondría mi fin. Sabiendo esto como sé, lo más probable es que fuera en el
segundo estadio: en el de la prohibición de la escritura, el estadio en el que
empezara mi resistencia: puestos a morir, por lo menos por un motivo real y no
sólo por la propagación ondulatoria de unos sonidos que terminan siendo
arrastrados por el viento y que yo, por mi carácter más que por la consideración
de que mis ideas sean importantes, sería incapaz de acallar y saldrían, lo sé
por experiencia, en el momento y del modo más inoportuno. ¿Me consideran pequeño burguesa? Créanme: desconfíen
ustedes de “la paz y tranquilidad” que asegura anhelar el pequeño burgués. Esa paz y
tranquilidad ni está desprovista de modestia material ni de soledad, más bien
todo lo contrario. El pequeño burgués se siente tranquilo cuando conoce todos
los dires y diretes de su pueblo y disfruta de su paz cuando sabe que ha derrotado a su enemigo y que es envidiado por su vecino. El pequeño burgués ni publica, ni
escribe ni piensa. El pequeño burgués nunca corre peligro salvo por accidente.
Lo dicho: “Paz y tranquilidad” no es igual que “Paz y tranquilidad”.
¿Por qué entonces escribo
estos comentarios?, me preguntarán ustedes. ¿Por qué no?, respondo. Lean
ustedes los comentarios que aparecen en los distintos periódicos escritos por
sesudos periodistas y comentaristas: o nacen de una determinada ideología o
nacen de una determinada observación. Pocos son el resultado del conocimiento
acerca de la materia. Incluso esos llamados “expertos” disponen, tal vez, de
más información pero no de más conocimientos. El verdadero conocimiento de las
circunstancias decrece a medida que aumenta el poder de los sistemas de
seguridad y de los servicios secretos de los distintos países. Ninguno de
nosotros está libre de la propaganda que más o menos encubiertamente se nos entrega sellada con un lacre en el que se puede leer “información objetiva y veraz”.
Lo más que podemos hacer es expresar nuestro asombro ante determinadas noticias. Con o sin internet, el verdadero transcurrir político-militar
sigue siendo un auténtico enigma. Escribo, sí. Escribo porque ni siquiera mi
amor a mi paz y mi tranquilidad me libran de la curiosidad que siento por asomarme
a ver qué acontece tras los cristales de mi ventana y ni siquiera el amor a mi
paz y mi tranquilidad me libran de emitir una exclamación de asombro al ver lo
que allí sucede. Y es a partir de esa exclamación de asombro cuando surge la
imperiosa necesidad de escribir. Ni pretendo cambiar el mundo ni denunciarlo.
Mi exclamación de asombro, sin embargo, en tanto que sincera y puede que hasta
ingenua, me pertenece y es a a ella a la que dedico mis elucubraciones. No creo
que el Mundo pueda cambiarse; tampoco creo que el Hombre lo pueda hacer. Lo que
sí creo, sin embargo, es que, excepto en aquellos casos en los que la necesidad
de sobrevivir prima sobre la posibilidad de vivir, uno sí puede influir con sus
actos y con sus palabras en su pequeño gran mundo y formarse y conformarse como
un determinado individuo y no como otro. Lo que sí creo es que el hombre al final
de sus días es sobre todo, aquello que ha hecho y aquello que ha dejado de hacer.
Feliz del hombre que pueda contemplarse el día de su muerte sin temblar
ante el espejo que refleja su rostro.
Hoy leo los comentarios de Trump para justificar su negativa a que entren musulmanes en los Estados Unidos y me asombro. Me asombro a medias, claro. Lo que dice él lo dicen otros
muchos sobre temas parecidos. Ya escribí algo parecido en algún blog: “no soy
racista”, aseguran tales individuos, “tengo muchos amigos de esa raza y de esa religión.”
Mi pregunta: el que uno afirme que no es racista porque se relaciona con
otras razas ¿le libra de la condición de racista? Y a mi mente acude el hecho
de que los que más trato tenían con los esclavos africanos eran los dueños de
esclavos africanos. El que uno tenga muchas relaciones con esclavos ¿le libra
de estar a favor de la esclavitud? Y me
digo que los que más contacto tenían con los esclavos eran los propios tratantes
de esclavos. El que uno afirme que no es clasista porque tiene muchos amigos
pobres ¿le libra de la condición de clasista? Y al recuerdo me vienen grandes
hombres adinerados que, en efecto, se relacionaban con otros que no lo eran
tanto pero sólo por el placer de humillarlos sabiendo como sabían que los otros,
al día siguiente, publicarían a los cuatro vientos con quién habían comido y
silenciarían los desplantes sufridos, mientras que ellos alardearían de codearse con todas las
clases sociales omitiendo las ofensas que habían cometido por el simple placer
de divertirse o cambiar de aires.
Algún periódico se asombra de la actitud de Trump y recuerda que en los Estados Unidos sólo un uno por ciento de la población es musulmana. "Claro", me digo."Por eso mismo. Las palabras de Trump sólo le quitan a Trump un uno por ciento de electores y le aseguran otros muchos votos."
Leo las noticias sobre una alianza árabe de treinta y cuatro países en
contra del IS y me asombro de que la noticia pase de puntillas por los grandes noticieros,
sin ni siquiera ser digna de presidir la portada a pesar de que entre esos treinta y cuatro países se encuentran Arabia Saudí, Egipto y Pakistán, que dispone de la bomba atómica. Y no puedo por menos que
preguntarme los motivos de esa información a lo “no sabe no contesta”, justo en unos momentos en los que a mí me interesaría enormememente conocer la opinión de los israelíes al respecto. He de
confesar que yo, justamente por el miedo que la radicalización me causa, porque
la radicalización – y no la actitud radicalmente sincera y radicamente
individual - es uno de los requisitos que la guerra exige, siempre temí algo
así. He de reconocer, sin embargo, que nunca –ni en mis más terribles
pesadillas- hubiera imaginado que dicha alianza estuviera acaudillada por Arabia
Saudí. Siempre supuse que sería Turquía, más occidentalizada, la que lo
encabezara. Esto que para mí constituia de algún modo una ligera esperanza
seguramente entrañaba para la liga árabe un gran peligro por la inseguridad que
suponía Turquía. En cualquier caso la liga árabe se ha constituido, dice, para
luchar contra el IS y todos los terroristas. Teniendo en cuenta que dicha liga
árabe está únicamente integrada por países sunitas, se hace preciso saber cuál
va a ser su actitud en relación a los ejércitos chiítas que también se
enfrentan al IS, sobre todo considerando que Irán es chiíta y aliado de Rusia y que ésta a
su vez protege a Siria-Assad. El lío amenaza con enredarse más de lo que ya lo
está. Pero por el momento parece más sensato mantenerse en silencio y fingir
que el hecho de que treinta y cuatro países árabes formen una alianza es tan
normal que resulta extraño que alguien pueda asombrarse por ello. La ministra
de defensa alemana afirma con total indiferencia que tal alianza no le parece
mal si respeta la convención de Viena (creo que es esa la convención que ha
nombrado).
Mientras tanto Rusia-Putin decide, quizás para desafiar la
ingenuidad de la ministra alemana, que no se va a atener a las reglas europeas
que se refieren a los derechos del hombre pero especialmente a los derechos de
las empresas en Rusia a excepción de aquellas que Rusia considere conveniente
seguir. Sin embargo, ante mi asombro, nuevamente el mundo sigue su curso sin
grandes emociones ni aspavientos y hoy, por un lado vemos a los americanos
estrechar la mano al ministro de defensa ruso mientras por otro anuncian las
subidas de intereses que sin duda benefician al comercio americano pero
desfavorecen al europeo, digan lo que digan algunos, sin que ello genere el
malestar periodístico ni se impriman inquietantes titulares. En la prensa se
leen noticias asombrosas que pasan sin pena ni gloria por el espacio y por el
pensamiento y que tan apenas se comentan. A lo mejor no son tan importantes o a
lo mejor se está a la espera de que los límites se perfilen con cada vez mejor
nitidez.
En España, en Estados Unidos y en Alemania están más interesados por
los encuentros de sus políticos nacionales. Los españoles se escandalizan de
los insultos que se han proferido los dos candidatos de los partidos más
importantes hasta el momento. Se escandalizan fingidamente, claro. Todos
sabemos que los políticos, como los programas del tipo “Sálvame”, parten de la
sociedad española. Un presidente de gobierno es como el delegado de una clase
de colegio: se elige de entre el grupo de alumnos que constituyen la clase. Esto,
a primera vista, no se ve porque el aula nacional es mas grande que la escolar,
pero la idea es la misma. No entiendo por qué los ciudadanos se quejan de los
políticos como si fueran algo distinto y peor de lo que ellos mismos son, a
no ser que esto les determine a lanzarse a la rueda de la cosa
pública. Los otros dos candidatos intentan zafarse de la recriminación y defienden
que ellos sí debatieron, olvidando que tanto el uno como el otro, aunque más el
uno que el otro, han utilizado igualmente las formas "salvamerianas" para
estoquear al contrario. En Alemania el linke Lafontaine es amonestado por su
propio partido por osar decir que los refugiados que llegan son demasiados para
el país germano. Merkel ha de constatar que la unidad europea quiebra y se resquebraja
a pasos agigantados: ora Grecia, ora refugiados. Los países miembros, - al
contrario que la canción-, a nada dicen que sí y a todo dicen que no, salvo
claro, a la hora de reclamar dinero, reclamación que cada vez se parece más a la frase grouchana
de “¡más madera!” por absurda e inútil. En Francia, los franceses respiran:
Marie LePen no ha ganado. Un nuevo susto pasado. Marie Le Pen sonríe: la última
palabra aún no ha sido dicha. El tiempo juega a su favor, máxime si se desgasta
la derecha y consigue que la izquierda no se recupere a pesar de que la
izquierda espera del mismo modo que LePen que la derecha se debilite para que
esto le permita conquistar en las próximas elecciones en el Poder. Una buena
estrategia, no cabe duda, suponiendo, claro, que funcione y que no sean la derecha en las regiones y la izquierda en la nación las que acaben agotadas y marchitas y dejen paso a un descansado Frente Nacional.
De momento, de todo, lo que
más asombro me produce es que los anuncios más "emo" de Navidad sean, hoy como ayer, los anuncios que muestran a ancianitos solos y abandonados por hijos duros de corazón. Pocos ancianitos de ese tipo
conozco yo aunque “haberlos haylos”. En mi opinión tales spots lacrimógenos olvidan que esos ancianitos que muestran hoy fue la primera generación de hijos que llevó ayer a sus padres a las residencias de ancianos y que en la actualidad poseen el patrimonio más alto de todos los tiempos amén de la fuerza que les confiere la calidad de vida y una generación de hijos anclados en la adolescencia eterna. Mejor sería empezar a rodar anuncios en
los que aparezcan niños dejados en casa al cargo de la niñera de
turno, ya sea en forma de persona o de ordenador, mientras los papás pasan la Navidad
con sus amigos (y los abuelitos con los suyos) y rogar que caso de que esos inocentes tengan la suerte de
ser admitidos en alguno de esos dos círculos por una noche, - la de los regalos -, no se les machaque con el consabido “niño no
molestes y vete a dormir que ya es hora”.
Que no se le ocurra a ninguna agencia de publicitar rodar tales
anuncios publicitarios no es síntoma de que los niños reciban hoy más atención
que ayer, sino del envejecimiento y esterilidad de Europa que va a forjar una gerontocracia
de viejitos juguetones, traviesos y malvados, más interesados por la forma que
por el contenido. Aviso, por cierto, que no yo sino Broch al que acabo de
leer es el que me ha dicho las malas costumbres de las personas cuando llegan a una determinada edad y de las cuales yo no tenía ni idea, porque creía que la vejez es siempre "a lo Cicerón". Confieso que Broch me ha dejado sumida en la reflexión pero no por lo que acabo de
escribir respecto a la senectud sino por una terrible pregunta que aparece en su obra: "Los inocentes"
Internacionalidad, sí. ¿Pero quién
dirige la internacionalidad?
Él, claro, critica a la Alemania de su tiempo por empeñarse en erigirse en el
país dominante de la internacionalidad. Pero para ser justos, si no hubiera
sido el país germano lo habrían intentado los bolcheviques rusos. El llamamiento
internacional a la unión del proletariado, justo es reconocerlo, se trataba en realidad de una internacionalidad hermanada bajo una
bandera: la bolchevique rusa.
Cuando dos se pelean un tercero gana: finalmente fueron los americanos quienes se alzaron con la victoria.
Al parecer, sin embargo, la
pregunta no ha sido rotundamente contestada y mi temor es que en los próximos
tiempos unos cuantos se dediquen a contestarla dando un golpe en la mesa global.
De momento, y según los periódicos, los ciudadanos no tienen dinero, las empresas no tienen dinero,
los bancos no tienen dinero, las comunas y las regiones no tienen dinero, las
naciones no tienen dinero, los europeos no tienen dinero y el mundo no tiene
dinero, a pesar de que nunca como hoy circuló por el planeta Tierra tanto pecunio como circula hoy mientras la deuda crece a unos niveles que nadie, en su sano juicio, ni siquiera los economistas, puede tomar como un elemento que incida, decida, influya, en el devenir económico-político salvo, si acaso, para que afloren tímidamente a la superficie algunas corrupciones que, como no me canso de repetir, suponen un medio de recaudación para las vacías arcas estatales más que una lucha contra la corrupción.
¿Alguien puede entender todo esto sin sentir vértigo?
Seguramente cuando uno no es un viejo juguetón, travieso y malvado "a lo Broch" es un
viejo miedica "a lo Kafka"
Tal vez sea preferible irme a continuar removiendo la sopa que cuece en el
caldero...
La bruja ciega.
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