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Friday, February 26, 2016

Una llamada desesperada a la reflexión sincera

Es lo que tiene estudiar filosofía: no aprendes dónde se encuentra la Verdad pero sí cuál es la puerta tras la que la Falsedad se esconde. 
Esto es algo que nunca entienden aquéllos que una y otra vez preguntan en letanía incesante: “¿Para qué sirve la filosofía? ¿Para qué sirve?” “Para descubrir el engaño.”, les contesto. Y observo sus decepcionados rostros. “Para eso”, dicen ellos, “no se necesita la filosofía. Basta”, aseguran, “con ser listos y no dejarse embaucar.” Y en su tono se advierte la misma superioridad que arroja el letrado hacia el ignorante.
Si esto fuera cierto... – murmulla mi silenciosa mente. Y me alejo en dirección contraria a la de esos prudentes hombres incapaces, creen ellos, de dejarse enredar por la opinión pública. Me alejo porque lo que ellos consideran fácil de distinguir a mí me parece harto complicado. ¿Un ejemplo? La legalización del hachís.
Una y otra vez se repite en los medios de comunicación la necesidad de legalizar el hachís y la marihuana puesto que su prohibición lejos de menguar el consumo, corrompe los mercados. De lo que se trata, afirman, es de regular la oferta y la demanda para conseguir una transacción transparente y de este modo, concluyen, acabar con las bandas mafiosas que se dedican al comercio ilegal. Además, añaden algunos, el hachís y la marihuana no son tan peligrosos como se creen y contienen propiedades valiosas para el ámbito de la medicina.
Sin embargo toda esta argumentación, que en un primer momento aparece como lógica y cabal, no es más que un cúmulo de insensateces o, peor aún, la defensa de unos intereses creados.

En un primer momento la consideración acerca de la droga se apoya en una simple discusión: Legalización, sí / Legalización, no.

Los que abogan por la prohibición, se amparan en los terribles efectos nocivos que la droga (y el alcohol) causan en la salud individual y social. Del mismo modo que el asesinato está proscrito y condenado, hay consumos y conductas que también deben ser sancionadas por el código penal debido a los desastrosos perjuicios que originan en la buena marcha de una sociedad.
Los que exigen la legalización afirman que, con penalización o sin ella, van a seguir existiendo consumidores de marihuana. Su autorización, en cambio, determinaría la desaparición de las bandas mafiosas y traficantes que abusan de los consumidores y les ofrecen una mercancía sin ningún tipo de control. Por otra parte la regulación de los mercados ofrecería a los empobrecidos Estados una nueva fuente de ingresos, sin olvidar que su legalización no implica que todos hayan de consumir hachís y marihuana. Del mismo modo que se ha llevado a cabo una campaña global contra los cigarrillos, podría desplegarse una advertencia acerca de que el consumo del alcohol y la droga es nocivo para la salud, lo que llevaría a un descenso de su consumo.
Así pues, los argumentos que avalan la legalización del hachís y de la marihuana parecen incontestables por sensatos. 

Lamentablemente, no lo son.

Dejando a un lado el hecho de que yo no he visto hasta el día de hoy que Estado (occidental) alguno haya emprendido en contra del legalizado alcohol – no digo ya una cruzada sino un mínimo ciclo de conferencias a lo largo y ancho del planeta previniendo acerca de sus perniciosos efectos sobre la mente y la fisis de los individuos y sí, en cambio, consienten en presentarlo como parte esencial de la buena y exitosa sociedad - aparece en un segundo momento una cuestión a la que muy pocos se enfrentan: la absoluta legalización de todas y cada una de las drogas.

Es entonces, cuando la mayoría de esos que hasta hace unos instantes blandían su espada para acabar con una legislación obsoleta, callan desconcertados y farfullan que no, que eso no puede ser; que no se pueden legalizar todas y cada una de las drogas porque en comparación con la marihuana y el hachís, las otras son mucho más peligrosas. Y aquí, justamente aquí, empiezan los problemas. ¿Se legaliza el hachís para evitar el tráfico mafioso, para regular el comercio, o porque se considera una droga “blanda”, tan blanda como ese alcohol que mata a golpes a cientos y miles de niños y mujeres a lo largo del planeta y que produce más muertes que el cáncer porque además de producir cáncer provoca suicidios y asesinatos? ¿Se legaliza el hachís para regular un mercado y hacerlo transparente y se olvidan de las drogas de diseño que se producen diariamente en las cocinas más sucias y desastrosas de este mundo? ¡Eso es como si se legalizaran la cerveza y el vino y se prohibieran el whisky, el vodka, el ron, la tequila, el anís y el coñac!! ¿Se legaliza el hachís porque su consumo está generalizado y no se legaliza la cocaína que es la droga del toma y dame en los altos puestos de la sociedad porque les permite lo que su condición humana les impide, esto es: trabajar sin dormir? ¿Se legaliza la droga de los “mataos”, la droga de los “tiraos” y no la de los altos estamentos? ¿Al pueblo lo que es del pueblo y a la élite la dejamos sin Soma? Vaya, vaya, ¡Qué injusticias sufren las élites económicas! ¡Justicia, justicia para los poderosos! Brecht decía que el alcohol es propio de los medio hombres, y sabía por experiencia de lo que hablaba. ¡Justicia, Justicia para los ricos e incansables trabajadores cocainómanos! ¡Seamos todos medio hombres! ¿Liberalización del hachís? ¿A partir de qué edad? ¿De los dieciséis? ¿De los dieciocho años? ¿De los veinte? Y luego pasa lo que pasa: que el de veinte compra para él y sus amigos de diecinueve... Justo cuándo los jóvenes no saben de dónde vienen ni adónde van, ¿les damos adormideras? ¿No tenemos ya bastante con los comas etílicos que abarrotan los hospitales todos los fines de semana? ¡Justicia e Igualdad! Legalización de toda la droga. ¿Se permite el hachís a los consumidores de hachís y la cocaína al cocainómano no y la heroína al heroinómano, tampoco? ¡Justicia! ¡Legalización de las narices de platino!  ¿Se quiere regular los mercados de hachís y no el de las plantaciones de cocaína? ¿Se quiere acabar con los traficantes del hachís y no con los traficantes de droga de diseño?
Y ante mí, perplejos, casi asustados por mi discurso, permanecen todos aquéllos que hasta hace un instante defendían con tal ligereza la legalización del hachís, sintiéndose tan liberales, tan comprensivos, tan en consonancia con los hechos reales...

¿Qué es lo que hace al hachis factible de ser legalizado? ¿Qué es lo que equipara el hachís al alcohol y no a la cocaína? Tal vez, - les pregunto, sólo les pregunto- tal vez porque lo que se pretende con esta legalización es regular – no los mercados, no el tráfico- sino el consumo, consumo, por lo que he oído,  universal en los Estados Unidos, hasta el punto de que algunos lo consideran –dicen esos algunos- parte de su cultura? ¿Pretenden digo, regularizar un uso extendido igual que terminó admitiendo la RAE el seseo por el gran número de hispano hablantes que lo utilizaban?

Todos ustedes que alardean de progresistas y liberales, ustedes que alardean de comprensivos y de ir con los tiempos actuales, ¡sean honestos! Determinen si lo que quieren es legalizar el hachís y la marihuana porque quieren acabar con los mafiosos y entonces tienen que reivindicar la legalización de todas las drogas ¡sean del tipo que sean!, o proteger a los drogadictos y entonces tienen que reivindicar que se penalize al traficante pero no al consumidor. 
Y si de verdad quieren emprender campañas previniendo contra el alcohol y las drogas, ¿por qué esperan a su legalización? ¡empiecen ya! El niño inocente aprende en la escuela el “no matarás”, el “no robarás”, el “no pegarás a tu amigo”, el “ayudarás a tus compañeros” y todo lo demás. ¿Por qué entonces no se le inculca el “cuidarás tu cuerpo, tu mente y protegerás tu existencia”?

Pero si en sus objetivos no entra la despenalización de todas las drogas, si no son lo suficientemente valientes como para enfrentarse a semejante tarea, reconozcan, al menos, reconózcanlo de una vez por todas, que lo que ustedes apoyan, en realidad, es la legalización del consumo de una sustancia que ya es habitual entre la población americana. ¡Pero si sólo hace falta ir al cine para comprobarlo! ¿Han visto ustedes la película "Ted 2"? Demencial, sí, demencial. Allí los grandes autores de la literatura son comparados –a la baja- con los protagonistas de las películas de Stalone y el paraíso es una inmensa plantación de marihuana para ser fumada en una “pipa” con forma de pene.

Del mismo modo que todos los tipos de alcohol están permitidos, con indiferencia de su graduación, yo apelo a la sinceridad y a la honestidad de aquéllos que reclaman la legalización de la marihuana y el hachís: si de lo que se trata es de terminar con las mafias, de regularizar el comercio y el mercado, de proporcionar nuevas fuentes de ingresos a los Estados, de controlar el consumo y cuidar eficazmente a los enfermos drogadictos, enfermedad que se considera crónica, entonces sean valientes y exijan la despenalización de todas y cada una de las drogas. Sólo así podrán ustedes alcanzar sus nobles objetivos. 

En otro caso, en ese que sólo pretende la legalización del hachís y de la marihuana, tienen que ser ustedes conscientes de que con tal reivindicación lo que ustedes están apoyando en realidad no es la legalización sino la liberalización del mercado del hachís y de la marihuana al tiempo que permiten seguir subsistiendo a los grupos mafiosos, que serán además, los que más activamente se beneficien de la legalización de ese mercado, puesto que son ellos los que en este instante conocen y controlan su organización estructural: producción, envíos, clientes, pagos... Con lo cual, el lavado de dinero que produzcan las otras actividades no legales les resultará aún mucho más fácil. Esto es lo que ustedes consiguen reclamando la legalización del hachís y de la marihuana: la liberalización de un mercado que se abrirá para ser dirigido legalmente por las mismas manos que ya lo poseen y una regularización de una actividad que quizás permita a los Estados disponer de otra fuente de ingresos pero que, desde luego, abre una nueva puerta de blanqueo de dinero a los grupos mafiosos.

A partir de ese mismo momento,  que Dios los proteja a ustedes, a los jóvenes y a la sociedad.

La bruja ciega

Nota: Pido comprensión por mis múltiples correcciones. Escribo a la velocidad del pensamiento y publico lo más rápidamente posible debido a mi carácter impaciente. Es pues en un segundo, tercer y hasta cuarto momento cuando introduzco los cambios necesarios, ya sea para subsanar los errores o para introducir un par de nuevas ideas o simplemente para sustituir un término por otro que me parece más apropiado. Como este proceder expresa, de algún modo, mi forma de ser - siempre espontáneo, siempre en movimiento, siempre yendo y viniendo -, no veo el modo de enmendarlo. Lamento profundamente las molestias que ello les pueda causar.



Wednesday, February 24, 2016

Emociones errantes. Emociones erradas

El viejo se siente cansado y busca recuperar el pasado volviendo a él, llamando suavemente a su puerta, a la espera de que alguien le abra y le invite a pasar, igual que hace la esposa de ese marinero que se presenta una noche, de forma inesperada, cuando ya se le daba por muerto y enterrado. “¿Qué hacer?”, pregunta la mujer a la bruja ciega. “¿Qué hacer?”, vuelve a preguntar. Ambas saben la respuesta que la abandonada cónyuge desea escuchar: “Invítalo a pasar.” –sentencia la bruja ciega.

Y los dos amantes recién encontrados se adentran en la pequeña estancia, cogidos de la mano y abrazadas sus almas por la fuerza de los sentimientos juveniles que ni el tiempo puede socavar. Quién sabe qué se dirán esos viejos revenidos, reencarnados casi, en jóvenes adolescentes. Quién sabe  qué confesarán y qué callarán sus miradas cansadas cuando sus ojos se encuentren, cómo sonrojarán sus mejillas el pudor del primer amor, el temblor de sus manos al leer las cartas que traen y llevan explicaciones que frente a frente resultan inadmisibles, insoportables por dolorosas y que escritas consuelan y acarician el alma herida restableciéndole su salud, ese primer ímpetu...

La bruja ciega los observa desde afuera y sonríe. “Viajeros del tiempo que en un minuto  retroceden veinticinco años”, piensa conmovida. Pero inmediatamente rectifica: “No. No son viajeros del tiempo. Son destructores del tiempo: un minuto les basta para destruir un cuarto de siglo. ¿Lo conseguirán? ¿Servirá de algo dejar tantos muertos en el camino: todos esos que conformaron las dos décadas y media que ahora pretenden asesinar? ¿No se convertirán esos muertos en fantasmas torturadores que vienen a visitarles cada noche, cada día?”

La bruja ciega vuelve a observarlos y vuelve a sonreir. “El miedo a los fantasmas no debe impedir vivir a los vivos”, se dice. “Lo más apropiado en tales casos es invitarles a tomar el té y conversar un rato con ellos. Los fantasmas están tan solos...”

La bruja ciega se aleja y se adentra lentamente en el bosque. Tal vez ella misma esté convirtiéndose en un fantasma sin darse cuenta. Hoy la soledad cabalga sobre sus espaldas más pesadamente que de costumbre y tal vez por eso mismo su andar sea inseguro y su paso torpe. Es de noche, sí, pero ¿qué le importa a una bruja ciega la oscuridad? Su estrella la guía por el camino apropiado. Toma la vereda acostumbrada y llega hasta una cabaña que escondida entre árboles y ramajes apenas resulta perceptible para los escasos paseantes que alguna vez llegan a tan recóndito lugar. La bruja ciega empuja la puerta y adivina que alguien más dentro de la estancia la está esperando. Suspira. El vampiro permanece sentado confortablemente en un sillón acompañado como siempre de su inseparable copa de champán rellena de ese inacabable líquido rojizo. La bruja ciega puede ver los ojos luminosos y penetrantes que la observan y es también consciente del peligro en el que se encuentra. Una cosa es estar sola y otra sentirse sola. Cuanto más aguda sea esta sensación, mayor será la ventaja de su peor enemigo: Llega un instante en que la soledad turba y niebla los sentidos y convierte al más terrible  de los adversarios en confidente.

“¿Qué haces aquí?”, le pregunta enfadada aunque sabe que ni el tono airado podrá ocultarle el cansancio que le invade.

El vampiro no contesta inmediatamente. Prefiere detenerse a saborear la fuerza del instante. “¿Seguro que sigues negándote a unirte a mí?” – pregunta altivo-  “¿Qué encuentras, mortal, en el resto de los mortales? Los viejos se han olvidado de tí en cuanto han obtenido lo que ambos querían y seguirás ignorada hasta que vuelvan a necesitarte para que les aconsejes o para que les sirvas de víctima propiciatoria. ¿De qué sirve tu soledad bruja ciega? ¿De qué sirve tu estrella? Únete a nosotros: a los fuertes, a los inmortales, goza de nuestro calor, consuélate con nuestra compañía...”

La bruja sola, la bruja triste, la bruja ciega observa fatigosamente al vampiro. Nunca lo había visto más atractivo y elegante que hoy. La bruja ciega no puede enfrentarse hoy a su poder y hace suyas las interrogaciones que una tras otra le lanza su rival- “¿Qué ha sido de Carlota, de Carlos, de Jorge? ¿Qué ha sido del espectador? Carlota sigue dormida.”- se escucha contestar aunque de sobras es consciente que es el vampiro quien le envía la respuesta- “Funciona, como funcionan los robots. Cumple con sus tareas eficiente y sobre todo, mecánicamente. El espíritu duerme. ¿Cuánto tiempo más?. Carlos no contesta nunca. Permanece recluído en su silencio. Anclado en él. Envuelto en él y por él. Jorge y Paula trabajan durante el día, duermen de noche y entre medio tienen que hacer frente a sus quehaceres familiares y a los problemas cotidianos que se les presentan. Vuestra - Nuestra amistad está finita y terminada. Está muerta por vejez y agotamiento. Ni siquiera la habéis - hemos matado. Ha muerto, simplemento eso, igual que murió el Dios de Nietzsche: sin gritos ni alborotos. En lo que al espectador se refiere, ronca en su sillón y de un tiempo a esta parte prefiere dialogar conmigo - con el vampiro, que es más agradable de trato además de poseer una cautivadora voz y una conversación exquisita.”

“Toma mi mano”, le pide –casi le suplica el vampiro.

“No puedo”, gime la exhausta bruja ciega.

“Toma mi mano”,-  repite la Nada con dulzura.- “Toma mi mano”.

“No puedo, no puedo. Es imposible”

“¿Por qué? ¿Por qué? ¿Quieres explicarme la razón? Acabas de verlo tú misma: tus amigos te han abandonado, tus conocidos buscan otros compañeros de distracción, los que te llaman lo hacen para su propio beneficio y provecho, no por tí. ¿Quieres explicarme entonces por qué tu obstinada negativa a adherirte a nosotros? El número de adeptos y simpatizantes crece día a día; ni siquiera tú, bruja terca, estás en contra de todos nuestros puntos...”

“¡Lo sé!” –grita la bruja con sus últimas fuerzas- “Lo sé! Y eso me asusta. Oh, ¿para qué seguir? Tú sabes bien cuánto me asusta. Y sí, tú eres mi sombra negra, la sombra que me persigue a todas partes, la sombra que jamás me deja sola a la espera de que llegue un día en que me haya acostumbrado a tí y te suplique volver cuando desaparezcas fingiendo que me has abandonado para siempre. ¡Lo sé! ¡Sé que tú eres mi único confidente, el único que me conoce, el único que me valora, el único que quiere ganarme para su causa, aunque sea una causa innoble! ¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Y tú también lo sabes! Sabes que hoy, justamente hoy, me considero incapaz de despreciarte, incapaz de desdeñarte; que hoy la soledad pesa sobre mis hombros como una gran losa y me obliga a considerarte como uno de esos malos maridos del que resulta imposible separarse porque una, sencillamente, ya se ha acostumbrado a él. ¡Lo sé! Y sin embargo no puede unirme a tí. No puedo.”

“¿Por qué? ¿Quién te lo impide?” – susurra tiernamente el vampiro.

“¿Quién? Como tú mismo dices: Nadie. No hay nadie que me impida unirme a tí; ni tan siquiera yo misma, demasiado cansada como para oponerme a un ser como tú: cada vez más fuerte y poderoso. No hay nadie. Pero existe algo, vampiro, que ni aún en el límite de mis energías me permite arrojarme a tus brazos, caer en ellos: la estrella, vampiro; la estrella. Mientras su luz resplandezca, mientras emane un halo de fulgor de su interior, habrá esperanza y aún cuando ya no quede ni eso, cuando lo que quede sea únicamente el calor de lo que fue, la leve calidez de sus brasas apagadas, yo seguiré aguardando su nuevo resurgir.”

“¡Bruja ciega y mortal!” – exclama el vampiro – “¡Morirás en la espera y morirás en la soledad! ¡No estoy dispuesto a seguir perdiendo mi tiempo en conversaciones inútiles e infructuosas! ¡La soledad será tu única compañera de camino! ¡La soledad tu muerte! ¡La soledad tu tumba!”

“La soledad me espera a mí”, y la bruja ciega se apoya en la mesa para sostenerse con las pocas fuerzas que le restan. "La soledad me espera a mí", - repite.- “A tí te espera la Nada.”

La bruja ciega.


Wednesday, February 17, 2016

¿Somos libres?

La preocupación por China aumenta. Bueno, por China y por el resto de los países del Planeta Tierra: Rusia y Siria a un lado; al otro, Brasil, Argentina, Méjico y Venezuela, cada cual por sus propios motivos. China está a punto de caer, aseguran algunos; su situación es peor de lo que muchos quieren creer, gimen otros. Déjenme dudar de estos análisis, al menos en lo que se refiere al significado de “caer”, “ir peor de lo que se piensa”, que hacen referencia única y exclusivamente a los beneficios económicos que los negocios chinos reportan y que, sin embargo, han obviado, olvidado o ignorado las condiciones miserables en las que han tenido que vivir los trabajadores y sus familias durante todo este tiempo de modernización e industrialización. Eso, sin contar con los terribles daños que la ecología ha sufrido. China va a replegarse sobre sí misma y quién sabe: tal vez la crisis económica le lleve a concentrarse en sus propias necesidades y en sus propios deseos y recupere el sentido de la armonía a la que tradicionalmente ha aspirado como valor primero. En cualquier caso, lo cierto es que al paso que vamos, quien parece que va a caer sin remedio es el mundo al completo: donde no hay guerras, hay virus; donde no hay ni guerras ni virus, hay paro y pobreza; donde no hay ni paro ni pobreza, hay decadencia. Mientras tanto, la corrupción en el deporte sale sin que se tenga tiempo de prestarle la atención adecuada porque los ciudadanos andan absortos contemplando la corrupción en la política que en España, curiosamente, parece estar en manos de un solo partido que al paso que va no tardará en denominarse el “lobby de la corrupción”, o algo por el estilo. De los asuntos de los otros o bien no se tiene noticia o no provocan el interés suficiente o quizás, tal vez, no hayan alcanzado las dimensiones del “lobby”.

El ciudadano de a pie se ve desbordado por las crisis globales que él se ve tan incapaz de solucionar como su propia crisis individual. El Papa grita “caridad” y el arzobispo Marx, en la cuestión de los refugiados, admite que no sólo se trata de caridad sino también de sensatez (Vernunft) aunque la caridad, añade, ha de ser ilimitada. La lógica sufre mareos. Yo también.

¿Son caridad y sensatez términos opuestos, complementarios, sinónimos? Depende, hermano. Depende. “Donde no tengas una idea pon una palabra”, le aconsejaba el diablo a Fausto. El consejo sigue siendo válido hoy en día. La palabra a poner no es ni solidaridad ni caridad. La palabra esencial hoy en día es “flexibilidad”. Job y todos los que son como él mueren acribillados por este dardo que se lanza a diestro y siniestro. ¿Qué es la flexibilidad? Lo contrario de la Fe. La Fe radical en sí mismo y en sus propios principios. ¡Dogmatismo! Sí. La Fe es siempre dogmática porque el hombre que cree, cree. El hombre que cree en lo que cree, cree incluso cuando la Fe ya no cree en Axioma Primero “Dios” sino en el Axioma Primero “Hombre”. El problema al que nos enfrentamos en nuestros días es que la Fe actual no cree ni en Dios ni en el Hombre. La Fe del s.XXI prefiere dirigirse a la inteligencia artificial. La inteligencia artificial como sustituta del hombre, la inteligencia artificial como superadora del hombre. Los nuevos creyentes son también los nuevos profetas, los nuevos sacerdotes de una nueva religión que proclama el derrocamiento del Hombre como Axioma Primero, del mismo modo que el Hombre derrocó a Dios como Primer Axioma.

“Dios”, “Hombre”, “Robot”. Ya escribí algo al respecto y no tengo ganas de volver a ocuparme de un asunto que me desagrada profundamente y que hiere mi sensibilidad.

Pero hete aquí que esta cuestión, la de la Fe, es sobreseída en los últimos tiempos por una Iglesia que habla de Justicia social, de caridad y de historias semejantes pero no de Fe. Con la “caridad” sucede lo que con el perdón: se la exige el amo al esclavo, el verdugo a la víctima, el fuerte al débil. La hipocresía está servida. Lo sabemos todos; todos excepto los buenos de corazón que terminan siendo siempre el cordero, la ofrenda inocente, de una sociedad maldita y a los que únicamente se les reconoce su nobleza de corazón una vez muertos y a veces ni eso.

Pero llega un momento en que esa víctima propiciatoria, delante ya del altar del sacrificio, se pregunta por algo tan simple como la libertad. ¿Es o no es libre? Si no es libre ¿quién lo ha colocado en esa situación  y por qué está ahí? Si es libre ¿quién lo detiene para marcharse? Ahí empiezan los problemas. Lutero comprendió que el Hombre libraba con Dios una batalla por erigirse en el Axioma Primero y mal que les pese a muchos hizo lo más medievalista que podía hacer: apoyarse única y directamente en ese Axioma Primero Dios, (a punto ya de desmoronarse, de ser destronado por un nuevo Axioma Primero: el Hombre), para de esta forma poder liberarse de la tiranía de aquellos que, palabra de Dios en la mano, le suplantaban una y otra vez. La misión de Lutero es justo la contraria de Prometeo. El objetivo final no consiste en robarle el fuego a los dioses sino en devolvérselo para impedir que los hombres sigan quemando pueblos y bosques. Al contrario de lo que muchos opinan, Lutero trata de restituirle a Dios lo que es de Dios para permitir que el individuo pueda desarrollarse como tal sin caer víctima de los delirios de Poder de sus congéneres.

A este dilema hubo que enfrentarse Lutero en la vida real y no sólo en la teórica: ¿Era libre o no para enfrentarse a la Iglesia católica?

El grave problema que conllevaba responder afirmativamente a esta pregunta es que hacer uso de la libertad individual para enfrentarse a la Iglesia Católica no expresaba, ni expresa, a los ojos de la Iglesia Católica, a los ojos de ninguna Iglesia, a los ojos de ninguna corporación, institución o semejante,  el comportamiento responsable de un hombre que se decide a mostrar sus ideas y opiniones. Expresaba, y así sigue siendo salvo en la restringida área en la que se permite la existencia de la opinión personal sin considerarla herejía, ni más ni menos que la soberbia, - en el caso de la religión -, y la revolución,- en el caso de las organizaciones civiles. En cualquier caso: soberbia, rebeldía, escándalo... son términos que desacreditan hasta sus más profundas raíces el ejercicio de esa libertad que todos, sobre el papel, defienden a capa y espada y que una y otra vez se ven obligados a delimitar haciendo uso de las excusas más variadas. La moral que, como diariamente comprobamos, está sujeta a modas y la ley que, como también diariamente observamos, está sujeta a los cambios sociales y a los vaivenes de la llamada “política real”.

¿Es el hombre libre o no? Es la pregunta esencial, fundamental.

El más radical de todos a la hora de plantearla hasta sus límites más extremos: Nietzsche.

Nietzsche; el nunca bien interpretado Nietzsche porque a la mayoría de sus lectores les faltaba la cultura protestante en la que había sido educado el autor. Nietzsche, ese al que muy pocos comprenden cuando afirma “Dios ha muerto” y algunos creen incluso que ha sido él quien lo ha asesinado, como esos malos policías que cuando descubren a un hombre arrodillado ante el cadáver con el cuchillo de sangre en la mano le declaran culpable de inmediato. No, Nietzsche no mató a Dios. Ni siquiera “inventó” el nihilismo. Lo único que hizo fue llevar la cuestión de la libertad del hombre a sus conclusiones más radicales. Nieztsche era tan radical como lo había sido Lutero. Nietzsche no creía realmente en la libertad. Nietzsche creía en Dios. Pero Nietzsche había visto morir a Dios o creía haberle visto morir y Nietzsche no quería quedar al acecho de la tiranía de los otros hombres.
Nietzsche se arrodilla: ve a Dios muerto y la espada de la suprema libertad yaciendo junto a él. Nietzsche recoge la espada. ¿La queréis?, pregunta Nietzsche a sus coétaneos con lágrimas en los ojos. ¿de verdad queréis y anheláis la Libertad Absoluta?, sigue preguntando.

“Sí”, grita el Hombre, nuevo Axioma Primero de los nuevos tiempos. “Sí” vuelve a gritar. Y este grito es más una exigencia que un deseo. El nuevo Axioma Primero reclama sus Poderes. Y es entonces cuando Nietzsche, transformado en profeta,  le presenta al nuevo Axioma Primero la realidad en su más clara nitidez: el Hombre se ha erigido como Axioma Primero porque Dios ha muerto. El Hombre, como Axioma Primero, está solo. Tan solo como lo estuvo Dios antes que él. Y el Hombre, en efecto, puede hacer uso de la Libertad Absoluta pero para ello es necesario que se atreva a ser aquello que con tanta fuerza exige: el Axioma Primero. Esto es: un superhombre, porque está claro que el hombre, el hombre como tal, no es, no puede ser, un Axioma Primero. El hombre como tal es contingente y finito y está sujeto a lo que Dios disponga por él. La noción del superhombre no es un concepto político, ni tan siquiera social. La noción del superhombre es un concepto religioso con el que Nietzsche pretende hacer comprender a sus semejantes la responsabilidad que conlleva ser un Axioma Primero. La libertad absoluta es la espada de su Poder, sí. La Libertad Absoluta le confiere la Omnipotencia pero ello exige a su vez que el Hombre sea lo suficientemente poderoso como para portar semejante espada. La espada de la Libertad Absoluta requiere un Axioma Primero; esto es: un superhombre.

Para Lutero, en cambio, es impensable que el Axioma Primero muera y mucho menos que pueda ser sustituido por el Axioma Hombre. Lutero no ve a Dios muerto sino ignorado. “De servo Arbitrio” (Pdf) (Pg.12) “Más si desconozco las obras y el poder de Dios, desconozco a Dios mismo, y si desconozco a Dios, poco puedo rendirle culto ni deberlo ni darle gracias ni servirle puesto que no sé cuánto debo atribuirme a mí mismo, y cuánto a Dios. Es necesario, por tanto, poder distinguir con absoluta certeza entre el poder de Dios y el nuestro, entre su obra y nuestra obra, si queremos vivir piadosamente. Así que también esto es ante todo necesario para un cristiano y de provecho para su salvación; el saber que la presencia de Dios no es tal que deje juego libre a la contingencia, sino que él prevé y se propone y hace todas las consas con voluntad inmutable, eterna e infalible. Mediante este rayo fulminante es echado por tierra y totalmente aniquilado el libre albedrío; por lo tanto, los que quieran sostener el libre albedrío, tendrán que negar esta razón, o hacer caso omiso de él, o desviarlo de alguna otra manera.”

Para Lutero la libertad no representa ni la salvación ni el poder. Es curioso que muchos vean en él un ilustrado, un rompedor de tradiciones, cuando en realidad lo único que hace es salvar la individualidad del  individuo apoyándose en el Axioma Primero más tradicional de todos los tiempos: Dios.
Dios es en Lutero el único Axioma y el único, por tanto, que puede salvar al hombre como individuo. Lutero no pretende afirmar al individuo frente a Dios, sino al individuo frente a los otros individuos. El dique de contención del individuo es Dios y el campo que se extiende entre el individuo y Dios es la Fe del hombre en Dios y la Gracia de Dios para el individuo. La Fe del individuo en que Dios se ha apoyado en él, la Fe de que es Dios y no el Demonio quien cabalga sobre las espaldas de su voluntad. “De Servo Arbitrio” (pdf) (Pg.28) “Así, la voluntad humana es puesta en medio cual bestia de carga: si se sienta encima Dios, quiere lo que Dios quiere y va en la dirección que Dios le indica (...); si se sienta encima Satanás, quiere lo que Satanás quiere y va en la dirección que Satanás le indica. Y no está en la libre elección correr hacia un jinete u otro y buscarlo, sino que los jinetes mismo se disputan su adquisición y posesión.” En Lutero, el hombre sigue estando entre Dios y Satán. Lo moderno, lo único moderno de su pensamiento, es que suficiente problema es no tener como jinete a Dios, como para tener como jinete además de a Satanás al poder terrenal de los otros hombres. Y lo único individual que encontramos en la teología luterana es que Dios no conversa con los hombres. Dios dialoga con el hombre. Al día de hoy sigo sin comprender cómo puede uno ser un auténtico Luterano y aceptar convertirse en miembro de una secta por muy cristiana que esta secta sea y aceptar las directrices que los otros le fijan porque por mucho que sea Satan el que cabalga sobre las espaldas del individuo es a Dios a quien corresponder juzgar su alma y a la ley su condición de ciudadano, pero los otros hombres no se conforman en ser jueces de ciudadanos y es por esto por lo que se nombran jueces absolutos del alma y deciden quién es el metafísicamente malo y el metafísicamente bueno y empiezan a quemar en la hoguera por endemoniados a todos aquellos que no concuerdan con sus ideas.
Para el ferviente católico Chesterton, en cambio, los muros de contención del hombre son la ortodoxia eclesiástica. Esa ortodoxia es la que impide que el individuo se precipite en el vacío. Y por tanto, todo el que se oponga a esa ortodoxia es considerado hereje y ha de sufrir las mismas consecuencias que los declarados endemoniados: la excomunión, la hoguera; destierro o muerte.

Y sin embargo, y pese a estas coincidencias en la actuación de los que se nombran a sí mismos “justos”, hoy como ayer la brecha entre Lutero y la Iglesia Católica sigue abierta. Y sigue abierta porque Lutero no admite más Axioma Primero ni más muros de contención que Dios y la Fe y no la ortodoxia eclesiática sometida siempre a luchas de poder y a opiniones humanas flexibles y equivocadas. El gran conflicto al que debió enfrentarse Lutero es que en la Iglesia Católica el individuo que se atreve a criticarla es presentado automáticamente como soberbio. Si soberbio, hermano del Príncipe de las Tinieblas. Eso, supongo, fue lo que el inteligente Lutero hubo de cuestionarse antes de afirmar su tajante, radical “Aquí estoy, no puedo de otro modo”. Donde ese “no puedo” expresa que su acto de rebeldía no proviene de su soberbia sino de una necesidad que le constriñe a él desde fuera de sí mismo. De una Necesidad superior y anterior a él que está además por encima de él. El problema de los muros ortodoxos, de los que habla Chesterton, es que están tan convencidos de su indestructibilidad que no atienden ni siquiera a las grietas profundas que cada vez resultan más visibles y preocupantes. Es por eso por lo que la Iglesia Católica ha tardado tanto en atender a los problemas de pederastia y corrupción y aun entonces ha intentado individualizarlos a unos pocos casos en vez de enfrentarse a la cuestión que ha originado su silencio tantos años y ha extendido sus raíces pecaminosas a lo largo de todo el Planeta: la del Perdón Universal y gratuito basado en el Amor Universal por aquello del Todo en el Uno y el Uno en el Todo. Y ahora sigue hablando de caridad y de justicia social, en donde la caridad es blandida, no por la víctima, que tendida en el suelo no tiene fuerzas ni para gritar, sino por el verdugo a la víctima porque en otro caso la víctima demuestra resentimiento y rencor que eso sí son pecados muy graves porque fastidian la fiesta, y por su parte la justicia social hace referencia a la cuestión económica. Pero ¿y la Fe? ¿Y la Justicia? ¿Y la justa ira? “De Servo arbitrio” (pdf) ( Pg.21) “El mundo y su dios no pueden ni quieren tolerar la palabra del Dios verdadero y el Dios verdadero no quiere ni puede callar. Y si estos dos Dioses están en guerra el uno con el otro ¿qué otra cosa puede producirse en el mundo entero sino tumulto?” Al día de hoy comprendo por qué más de un revolucionario extremista alemán ha provenido de casas de pastores luteranos.

Lutero se declara no libre de actuar como actúa. Lutero señala al mísmisimo Dios como causa última de su actuación. Lutero no invoca a su libertad como ser humano, no apela a la responsabilidad individual de cambiar el mundo y la Iglesia. Lutero no se afirma en su propia intuición ni en sus propias ideas u opiniones, que es lo que tanto prolifera hoy en día. Lutero dice: “aquí estoy y no puedo de otro modo”. Y ese “no puedo” refleja su imposibilidad de agir, de actuar, en forma distinta a la que lo hace. Pero hete aquí que esa Necesidad, que es más fuerte que su libertad porque es además anterior a ella, es la misma que lo desencadena de la opresión de los otros; la que lo hace libre frente a los otros; esa Necesidad le urge a actuar de acuerdo con Ella y no según los dictámenes de los otros.
No. Dice Lutero. No soy libre. Y este “no”, paradójicamente, le hace libre. Libre para aceptar su Fe. Libre para aceptar sus más profundas y radicales convicciones. Libre para aceptar sus actos. La Necesidad, por más que esta palabra no le guste por inexacta, determina su voluntad y esta determinación le deja libre para ser Lutero individuo igual que la Necesidad dejó libre a Job para ser Job individuo.

“No”, repite Lutero. No somos libres. 

Y esta falta de libertad le otorga a Lutero su individualidad. No me extraña que cuando Heine se decidió abandonar el judaísmo por cuestiones puramente pragmáticas y convertirse al cristianismo, eligiera el protestantismo y no el catolicismo. El luteranismo era sin duda más acorde con una personalidad independiente como la suya. El Axioma Primero se impone sobre sus derivados, lo eterno sobre lo perecedero, lo necesario sobre lo contingente. Y el hombre, derivado, perecedero y contingente, sólo puede decir: “Hágase Tu voluntad”, donde esa voluntad es la Voluntad de Dios y no la voluntad de los hombres; la Voluntad del Axioma Primero y no la voluntad de los derivados, perecederos y contingentes.

¿Es el hombre libre o no?

Y la pregunta que muchos han dejado de plantearse hoy en día por considerarla innecesaria, innecesaria por superflua, porque está claro que el hombre es libre,  recobra la importancia y el sentido que el hombre moderno, empeñado en la afirmación absoluta de su absoluta libertad, ha olvidado.
Pero un buen día, uno que ya ha olvidado estas cuestiones, que más que olvidar es que las ha dejado abandonadas en el desván porque las creía obsoletas, y por obsoletas inservibles, uno, en su diario paseo por el parque del pensamiento, se encuentra con Hobbes. Un Hobbes poco y mal traducido. Uno tropieza con Hobbes y tiene que enfrentarse si quiere detenerse a  dialogar con él en un inglés antiguo, usando unas expresiones en desuso y unas argumentaciones que ya casi nadie recuerda. Y no, no me refiero únicamente al Leviatán: esa obra de la que la mayoría de los traductores sólo se centran en los dos primeros libros y dejan abandonados los últimos por considerarlos, dice alguno, demasiado teólogicos. ¡Demasiado teológicos! ¡Demasiado teológicos porque están llenos de citas de la Biblia! ¡Demasiado teológicos en un momento en que Dios es el Axioma Primero en el cual se apoyan las ciencias, las humanidades, la política y hasta la guerra! ¡Demasiado teológicos porque deben pensar que a los lectores lo único que les interesa es la famosa frase del “hombre es un lobo para el hombre”, frase que, francamente, es – de todas las que ha dicho- la menos interesante por ser verdad cierta y comprobada.

¿Es el hombre libre o no?, le pregunto a Hobbbes.

El hombre es libre de sus decisiones pero no libre de la voluntad divina. El hombre es libre, explicará Hobbes en “The Questions concerning Liberty, Necessity and Chance”, de decidir entre comer o no comer si tiene hambre pero no del hambre que padece y lo mismo sucede con los preceptos de Dios: el hombre es libre o no de seguir los preceptos de Dios pero no está libre de la existencia de esos preceptos. El hombre es libre de sus actos pero no de la causa que origina esa decisión. El hombre es libre de resistir o saciar el hambre, el hombre es libre de desobedecer o acatar los preceptos, pero el hombre no puede crear ni el hambre ni los preceptos divinos y por tanto, tampoco puede decidir las cuestiones a las que ha de enfrentarse. Las cuestiones están ahí. Y de repente el “yo soy yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset resuena con fuerza. El hombre no puede librarse de su estado, pero puede decidir sobre él a fin de mejorarlo o empeorarlo. Hobbes deja al hombre, ese ser perecedero y contingente, en el relativismo y mantiene a Dios, Axioma Primero, en el Absoluto.  Por mucho que más de uno se apresurara a acusar a Hobbes de ateo, tales recriminaciones resultan falsas. Hobbes no es en absoluto ateo. Hobbes es un hombre que cree profundamente en Dios pero no en sus representantes religiosos. Hobbes no lucha contra Dios. Hobbes reflexiona sobre Dios y en esa reflexión llega a consideraciones que están en contra de lo que las ideas dominantes de la época sostienen.
Quedamos en encontrarnos otro día y sigo mi camino.

En cualquier caso, me digo, la cuestión entre la libertad y necesidad no es baladí.

Por un lado, afecta a la cuestión de la responsabilidad individual del hombre ante sus actos.

Por otro, alude al tema de la grandiosidad de Dios.

En general, cuando se enfoca la cuestión de la libertad se hace desde la única y exclusiva perspectiva de la responsabilidad del hombre tanto a la hora de determinar su camino como a la hora de responder de sus acciones. En este sentido, parece insensato despojar al ser humano de la libertad de decisión. Hacerlo significaría que su responsabilidad es inexistente y, consiguientemente, que el castigo resulta innecesario. No sólo el castigo terrenal deja de tener sentido, aún mucho más absurdo lo es la pena eterna. En efecto, si un hombre no tiene poder de decisión, tampoco puede inculpársele por el resultado de sus acciones puesto que no podía comportarse de otro modo. Del mismo modo, si no somos libres tampoco podemos ser condenados al castigo eterno.

Hasta aquí el discurso es comprensible y tiene sentido. Pero en los últimos tiempos circula por algunos lares de la Iglesia Católica una teoría según la cual somos libres, sin embargo y pese a esta libertad absoluta y radical del hombre, que produce consiguientemente su absoluta responsabilidad por sus actos, la grandeza de Dios nos librará a nosotros e incluso hasta a Lucifer del castigo eterno. Y yo, cuando escucho semejantes discursos, no puedo por menos de preguntarme en qué lamentable estado se encuentra la Iglesia Católica para no disponer de buenos teólogos y buenos lógicos que pongan las cuestiones teóricas, al menos esas, en su sitio. Es que a poco que pensemos, semejantes ideas, que ya digo pululan por más de un círculo católico, provocan tales dolores de cabeza que uno ha de recuperarse antes de replicar por escrito porque resulta imposible enfrentarse oralmente a tantas locuras.

En primer lugar, si somos libres somos responsables y por tanto, hemos de responder a Dios de nuestras culpas. Esta teoría responde al mérito y al esfuerzo.

En segundo lugar, la grandeza de Dios nos librará si a Dios le da la divina gana, nos creamos o no nos creamos nosotros meritorios, porque para eso es la grandeza de Dios. Esta teoría responde a la idea Luterana de la gracia de Dios y de su empeño en dejar las obras en manos de la moral humana y no en manos de la religión porque a la moral humana pertenecen las obras humanas pero a la religión ha de pertenecer la Fe y no la búsqueda del reconocimiento de la sociedad por las acciones llevadas a cabo. Sobre todo porque como muestra la historia, cuando la sociedad se convierte en Tribunal, los seres  mejores son muchas veces falsamente inculpados como herejes y brujas por los envidiosos, mientras que los hipócritas y santurrones se erigen en guardianes de la virtud.

Pero hete aquí que estos buenos católicos unen peras y manzanas y consiguen un híbrido mutante. Somos libres y responsables pero nuestro esfuerzo no nos dignifica porque al final seremos todos iguales por la grandeza de Dios que quiere que seamos todos iguales y santos, liberados de cualquier pena. Será al final de los tiempos, claro, cuando la grandeza de Dios quiera este perdón total y absoluto. Pero la grandeza de Dios, de eso no cabe duda, aseguran,  lo querrá. Lo querrá, dicen, porque para eso Dios es Grande y la grandeza de Dios no conoce límites, y su caridad tampoco. Amén. Y así afirmando la grandeza de Dios, despojan a Dios de ella; y afirmando la Caridad divina, la vician.

¿Dónde han ido a parar los buenos teólogos de la Iglesia Católica? Lo mismo que me pregunto yo, se lo preguntaba Hobbes en su época.

Y de repente me acuerdo de Benedicto XVI y no puedo por menos que suspirar, comprender y callar.

¿Es el hombre libre o no?

¿Es Dios Omnipotente o no?

Afirmar la libertad del hombre desposee a Dios de su Absoluto Poder.

Afirmar la Omnipotencia divina desemboca en el siempre espinoso problema del Mal. ¿Es Dios, Libre Absoluto, Voluntad Absoluta, Omniconsciente Absoluto, responsable del Mal?

Es por esto por lo que muchos teólogos consideraron que se hacía preciso afirmar la libertad del hombre. Con ello, el hombre se convertía en responsable de sus actos puesto que podía elegir entre el Bien y el Mal y se liberaba a Dios del problema de la causalidad del Mal.

Pero hete aquí que el Hombre se proclama a sí mismo Axioma Primero y en consecuencia quiere reclama y exige la Libertad Absoluta pero no quiere las consecuencias que de ello se derivan: las consecuencias del Mal.

Así que primero coge la espada y luego empieza a justificar los muertos que va dejando a su lado: las circunstancias medio-ambientales, la disposición genética, los traumas sufridos en la infancia sin recuerdo e incluso del stress sufrido en el feto materno, el poder dictatorial y tiránico de los sistemas políticos...

Todos estos factores, concebidos para liberarle de las consecuencias de su libertad absoluta terminan, sin embargo, por generar en el hombre una debilidad aun más angustiosa y frágil que la que padecía cuando estaba en manos de Dios.
Una Libertad Absoluta que está limitada por su genética, por su situación medio-ambiental, por sus circunstancias, es una Libertad Absoluta No-Absoluta.  O sea, la contradicción. A esta contradicción el hombre le llama enajenación, desgarramiento interno, o como quiera. De repente el hombre tiene conciencia de su Absoluta-No-Absolutez y de su No-Absolutez-Absoluta. Este es el círculo en el que está preso. Esa es la consecuencia real de la teoría del Todo en el Uno y el Uno en el Todo. Y a partir de ahí el hombre ha de construirse una realidad virtual, una teoría del pensar positivo, una teoría de la irrealidad para poder soportar el estado lamentable en el que se encuentra, para poder sobrevivir en una prisión que cada vez más se estrecha en torno a él.

El hombre se desencadena de Dios para a continuación encadenarse en sí mismo o dejar que sean otros los que lo encadenen en nombre de Dios y de otros nuevos axiomas como la Libertad, el Amor Universal, el Perdón Universal, la Justicia Social e incluso la Inteligencia Articial. El hombre se desencadena de Dios para dedicarse  mezclar Axiomas Primeros con objetivos políticos humanos y bien humanos. Y hace de los Axiomas Primeros objetivos políticos y de los objetivos políticos Axiomas Primeros porque el hombre actual no sabe ni lo que es un Axioma Primero ni lo que es un objetivo político. Encerrado en su cárcel el hombre conversa con los otros presos pero es una conversación desde la celda, a trompicones, entre gritos e interrupciones, entre palabras que se utilizan sin saber el significado  y de las que además tampoco interesa conocerlo porque en realidad lo único que importa es que suenan bien.

El hombre debería dejarse de tantas conversaciones de salón y empezar a dialogar directamente con Dios. Para eso no estaría de más que en vez de acudir en masa y en olor de multitud a ver al Papa se recogiera en su aposento a conocer las obras y el poder de Dios, a conocer a Dios mismo para poder rendirle culto, darle las gracias y servirle. Y es hora de que lo haga pronto, antes de que otros hombres decidan quién y qué es Dios.

Pero claro, el hombre no tiene muchas ganas de devolver a Dios su título de Axioma Primero y prefiere entregárselo a la inteligencia artificial o, como en los tiempos de la barbarie, al más fuerte: a ese que lo consiga a base de sangre, miseria y lágrimas y decida qué es lo justo y qué es lo injusto.
En comparación con esto, el Leviatán de Hobbes, es un Estado paradisiaco.

En fin... ¿para qué seguir?

Por eso me considero incapaz de comentar las últimas noticias. No tiene sentido.

Los problemas son los mismos. Lo que se acentúa es su complicación. Complicación laberíntica que se intenta solucionar con la ley del más fuerte que no siempre es el más inteligente y que lo más problable que haga es terminar cortando el nudo por la mitad, del mismo modo que fue cortado el nudo gordiano por la espada de Alejandro Magno, con la única diferencia que esta vez somos nosotros los que estamos dentro de la madeja enrollada y que a la espada que viene le falta lo que la espada de Alejandro siempre tuvo:

La Fe.

La Fe, falta la Fe.

Y cuando la Fe falta se impone la realidad virtual,  el cinismo, la demagogia, la hipocresía y la debilidad anímica.

 Díganme:

¿Para qué quiere entonces el hombre la libertad?

¿Para qué la necesita?

La bruja ciega.



Friday, February 5, 2016

Una precisión lingüística acerca de estos dichosos virus modernos


A mí, al contrario que a la mayoría, no me molesta en absoluto que los periódicos no ofrezcan las noticias correctamente. Lo que lamento es la ingenuidad con la que los lectores sobreseen las contradicciones lingüísticas, que son las que precisamente se encargan de mostrar -y demostrar- que esa información no es correcta. Un ejemplo?

A la hora de hablar del virus Zika todos los periódicos escriben la consabida frase de:

"El virus del Zika fue descubierto en 1947 en Uganda."

Cuál es el problema que conlleva esta afirmación?

Muy sencillo:

Nadie puede descubrir a los virus porque son los virus los que le descubren a él. El hombre observa que un determinado malestar viene acompañado de una serie de síntomas comunes y a partir de ese instante otorga un nombre a eso que hasta entonces le resultaba desconocido. El hombre no tenía ni idea de que ese malestar existiera antes de sufrir dicho mal y sintiera dichas dolencias.El cólera descubre al hombre y el hombre le da un nombre que designe todas las características comunes que una y otra vez se repiten en los "visitados".

Les resulta divertido lo que estoy diciendo?

Ningún científico ha descubierto la cólera, ni la malaria, ni la turbeculosis. El cólera, la malaria y la tuberculosis descubrieron al ser humano y éste sigue dedicando al día de hoy grandes esfuerzos para intentar deshacerse de todos estos males. Y lo mismo sucede con el paludismo y con el resto de las enfermedades tropicales. 

El hombre no descubre la enfermedad; es la enfermedad la que se encarga de descubrirlo a él

En el caso del virus del Zika, sin embargo, los periódicos escriben: "fue descubierto en 1947 en Uganda". Es decir, tienen una fecha y una localización del descubrimiento del virus sin que, curiosamente, ello signifique, al menos eso, que en la zona se ha propagado por vez primera dicha dolencia desconocida hasta entonces.
De haber sido así "descubierto" hubiera sido sinónimo de "padecido";  pero como digo, no es el caso.

Otra posibilidad es que "descubierto" sea sinónimo de "aislado"

Vayan, por favor, a Wikipedia y lean lo que se ha escrito en español acerca del cólera. Allí se utiliza "descubrir" como sinónimo de "aislar". Primero se afirma:

"En 1854 el médico italiano Filippo Pacini aisló el bacilo vibrio cholerae."

Y unas líneas más tarde puede leerse:

"La enfermedad fue descubierta por Filippo Pacini en el año 1854, y posteriormente Jaume Ferran i Clua elaboró la primera vacuna."

Esto en principio significa que el virus había sido aislado en un laboratorio y que una serie de científicos lo estaban investigando para conseguir una forma de vencerlo. Ello viene a significar que primero se aisló la bacteria y luego se encontró una vacuna.

Lo dicho: el hombre no descubre la enfermedad. La enfermedad lo descubre a él. El hombre la sufre y la padece y a distintos sufrimientos y padecimientos, distintos nombres.
Lo que el hombre sí, en cambio, descubre son las causas que provocan esa enfermedad para encontrar los modos de vencerla.  En el caso del cólera, por ejemplo, el hombre descubre que es la contaminación del agua la que la origina y por tanto, hierve el agua. El hombre descubre la bacteria que la provoca, la aisla, y elabora una vacuna, etc. Es posible que hasta que el hombre haya llegado a este estadio final, el cólera se haya extendido con gran rapidez y haya provocado numerosas víctimas, pero ello, vuelvo a repetir no porque él haya descubierto a la enfermedad sino porque la enfermedad se ha extendido. A nadie en su sano juicio se le ocurriría afirmar el descubrimiento de un virus que nunca anteriormente en la historia de la humanidad ha causado terribles efectos. Del cólera se tienen noticias desde el s.IV antes de Cristo, si no antes. Qué noticias tenemos del Zika antes de su descubrimiento? Y cómo puede ser que no se haya tenido antes noticia de un virus que se transmite con tanta facilidad y causa los efectos que causa?

Ahora se nos dice que el virus del Zika fue descubierto en 1947. Pero en este caso "Descubierto", no significa "aislado" puesto que nunca antes se había oído hablar de él. Cuando los periódicos escriben una y otra vez "descubierto" utilizan este término en su sentido real; esto es: hallar, encontrar algo antes desconocido.

Me pregunto cómo es posible que ningún periódico muestre curiosidad por investigar ese "descubrimiento" y aquéllos que aluden a que el virus del Zika es el resultado de una investigación genética en los mosquitos de la dengue - investigación basada muy posiblemente en la buena fe de los científicos y destinada a estudiar al mosquito primero, a ése que todavía no ha sufrido ninguna mutación, de modo y manera que se pueda aislar el virus y fabricar un antídoto- son nuevamente calificados de teóricos de la conspiración.

El hombre biblíco intentó ser como Dios y no se le ocurrió otra cosa que construir una torre que llegara hasta el mismísimo cielo divino. La torre, ante su ingenua sorpresa, se desmoronó.
Aquella Torrre se llamaba la Torre de Babel.

El hombre moderno sigue intentado ser como Dios y no se le ocurre otra cosa que construir una nueva torre: la de la genética. Dicha torre tiene dos alcobas, la alcoba de la genética creadora y la alcoba de la genética salvadora.
Cuando dicha torre se desmorone, muy posiblemente con él dentro, el hombre moderno se precipitará al vacío igual de sorprendido y asombrado que el hombre bíblico, con la única diferencia que si aquél se desperdigó por la tierra condenado a hablar sin entenderse, es muy posible que el hombre actual se quede anclado en la barbarie sin ni siquiera disponer de un lenguaje con el que poder pensar.
     
Una cosa es que el lenguaje no permita la comunicación total y otra que impida enfrentarse a la realidad. Yo creo que ya es hora de que empecemos a analizar frase por frase y seamos lo suficiente sinceros para aceptar nuestros éxitos pero tambien nuestros errores, aunque dichos errores -mortales errores- sean causados por equivocaciones científicas. La ciencia no es Dios, la ciencia es humana y bien humana y por tanto sujeta a las pasiones del ser humana y ello engloba a las más elevadas pero también a las más bajas e inconfesables, como la soberbia y la codicia. Es importante hacer un llamamiento a la humildad y aceptar que debido a nuestras limitaciones humanas el progreso está indefectiblemente unido al fracaso, sin olvidar que los adelantos científicos se producen por hipótesis, ensayo y error y no por causas sobrenaturales, sean del tipo que sean. Esa  humildad es el elemento que nos permite poder seguir siendo hombres en desarrollo y no aprendices de dioses precipitados al vacío de la barbarie.

Dicha humildad es importante, fundamental diría yo, por dos motivos: En primer lugar, porque sólo a partir de esta aceptancia podemos reconocer los fallos e intentar solucionarlos. Y en segundo lugar porque es el único modo de evitar que la realidad virtual nos mantenga  prisioneros en sus lóbregos aposentos sin permitirnos salir.

La bruja ciega