Escribí el otro día que estaba leyendo un libro de F. Yates. De momento,
sin embargo, lo he dejado aparcado no por que carezca de interés sino justo por
todo lo contrario: porque su interés exige atención absoluta y en este momento
tenía unos cuantos libros esperando desde hace meses a que me introdujera en su
lectura. Así que he preferido tranquilizar mi mala conciencia dedicándome a ellos
y a partir de Febrero me introduciré en la obra de Yates.
Varios de los libros que reclaman mi atención han sido escritos por René
Guenon. A raíz de mi artículo acerca de “Oriente y Occidente”, en mi Blog “EL
Libro de la Semana” recibí un par de comentarios animándome a profundizar en el
conocimiento de este autor. Hasta ahora me había sido imposible cumplir mi
promesa pero ha llegado el momento de hacerlo. Mi interés por la obra de René
Guenon no va a ser, lo anuncio de antemano, exhaustivo y ello por varias
causas; la principal, que para conseguirlo tendría que embarcarme en los mismos
estudios a los que el autor francés dedicó buena parte de su vida, entre ellos
el aprendizaje del sáncrito. Únicamente así podría llegar a determinar si las
afirmaciones de Guenon son ciertas o confusas. Hay, eso sí, ideas de las que “intuitivamente” puedo atreverme a considerar
su validez o su exageración, pero como ya digo se trata más de una “intuición”
que de un auténtico conocimiento. Pero del mismo modo que no niego las
limitaciones de mi intuición tampoco la desprecio. De otro modo tendría que dar
por firme e incuestionable todo lo que Guenon afirma y eso tampoco sería
sensato.
Así pues, confieso que carezco de los conocimientos que poseía Guenon a la
hora de escribir sus obras pero admito que una cierta intuición a la hora de
apreciar los errores, - ésa que nos avisa de que “algo” falla, aunque no
sepamos a ciencia cierta en qué consiste ese “algo” y que viene determinada quizás
por el sentido común, que se manifiesta incluso en el terreno de lo “oculto” y
de lo “desconocido”, porque incluso en estos ocultos y desconocidos lares y
aunque sea de modo inconsciente para el individuo, es capaz el sentido común de
iluminar el sendero.
Una cosa es segura: aceptar la obra de Guenon “a pie juntillas” sería, en
mi opinión, la traición más terrible al espíritu de un autor cuyo pensamiento y
vida se caracterizaron siempre por la búsqueda y es claro que uno que no
pregunta, que no cuestiona lo dado, no necesita seguir buscando. Es cierto que
hubo un momento en que Guenon encontró la respuesta a sus inquietudes
espirituales, pero el camino que él anduvo sólo él lo anduvo y la respuesta que
encontró es una respuesta apta para su personalidad pero no para todos. Y puesto
que el camino que él anduvo es el de un místico y por tanto personal e
intransferible, lo mismo que la conclusión a la que llegó, dudo mucho que
aunque yo me introdujera en los mismos estudios que él, llegáramos al mismo
desenlace. De otro modo no se explica cómo es posible que entre los
orientalistas existan tantas discrepancias incluso en cuestiones filológicas.
Demasiadas explicaciones, como siempre. ¿Cuál es el punto?, oigo preguntar.
Cada vez menos, tengo que admitirlo. Alguien, no recuerdo quién, me ha dicho
hace poco que las mentiras tienen las piernas cortas pero que la verdad
necesita de frases largas. A qué negarlo: es un comienzo. Y las explicaciones,
si son, como es en este caso, sinceras –en tanto a que pretenden acercarse
hasta la medida de lo posible a la realidad- aclaran más que molestan. Al menos
eso espero.
Bien. El primer libro de René Guenon que he leido ha sido: “El teosofismo,
historia de una pseudo religión” y se trata, como el propio título muestra, de
un alegato en contra de las ideas teosóficas.
Mi primera sorpresa es que la obra apareció en 1921. Sin embargo en el Pdf
que he manejado aparecen citados libros aparecidos mucho más tarde. Incluso en
1942. Teniendo en cuenta que Guenon murió en 1951, es seguro que la fue
corrigiendo y aumentando. Y de hecho así lo dice una nota de mi pdf.
“LE THÉOSOPHISME,
HISTOIRE D'UNE PSEUDO-RELIGION, Nouvelle Librairie Nationale, París, 1921. Ed. Traditionnelles, París, 1925
(aumentada), 1928,1930,1965 (aumentada con reseñas de René Guénon más o menos
concernientes al tema), 1969, 1973, 1975, 1978, 1982, 1986, 1996.”
Pero desde luego, llama la atención de que fuera aumentada con reseñas del
propio Guenon a partir de 1965 y mucho más aún la afirmación de ese “más o
menos concernientes al tema”. Sería interesante
conocer quiénes, cómo y por qué aumentaron una obra que el propio René
Guenon pudo corregir a lo largo de treinta años desde su publicación. ¿Fueron sus herederos, sus amigos, su editor? ¿Con
notas sueltas e inéditas, con fragmentos de otros escritos?
Otro dato curioso es que mientras las traducciones española e italiana
aparecieron en 1954 (En Buenos Aires) y en 1986, respectivamente, la traducción
catalana apareció en 1928.
Por lo que a la obra en sí respecta, es –no cabe duda- sumamente
interesante y ello por varios motivos.
Guenon arremete contra la Teosofía explicando cómo fueron sus inicios y
cómo desde el principio los pilares en los que se asentó fueron el
desconocimiento de las materias que decía dominar, la sugestión y la
manipulación para captar adeptos, y las contradicciones de su doctrina empeñada
en no ser doctrina, pero con una doctrina al fin y al cabo y que habiendo
surgido con un espíritu anti-cristiano dedicado a destruir el cristianismo,
luego elaboró una teoría del cristianismo esotérico. En fin, Guenon denuncia a la Teosofía y a sus
jefes por ignorante, falsa y estafadora. No duda de la buena voluntad de los
adeptos y justamente por eso pretende sacarles de su error y mostrarles la
verdad en toda su absoluta radicalidad.
Dicho intento es a todas luces no sólo loable sino necesario. Se habla de
la Teosofía como si fuera “la Filosofía” cuando lo cierto es que mezcla conocimientos
e ideas convirtiéndolas en lo que hoy se ha dado en llamar “posverdades” y así compone
en un cócktel posmoderno que gusta a muchos justo porque se han añadido
conservantes, colorantes e incentivadores del sabor.
Sin embargo, el alcance de la obra de Guenon va más a allá de su objetivo
principal. Y así, deja constancia del relevante papel que desempeñaron las
sociedades secretas a finales del s.XIX y principios del s.XX, no sólo las
políticas (anarquistas, revolucionarias) como muchas veces se quiere hacer
creer sino también las “trascendentales” , por llamarlas de algún modo. De
hecho, hay una parte del libro en el que Guenon expone la sospecha de que Mme.
Blavatsky pudiera incluso ser un agente secreto al servicio de la Corona
británica. Esta sospecha –cierta o no- podría servir de inicio a un interesante
estudio acerca de las conexiones entre las diversas sociedades secretas sobre
todo teniendo en cuenta que como Guenon, también afirma en esta obra, no era
raro que una misma persona perteneciese a varias sociedades secretas.
En segundo lugar, Guenon advierte del peligro del ocultismo, del espiritismo
y demás prácticas, tan de moda en la época. Sean o no engaños son ejercicios
sumamente contraproductivos para el individuo y para la sociedad. Guenon no
deja de advertir contra tales experimentos y encuentros.
En tercer lugar, avisa de la mentira y el cinismo que muchas veces inundan
las sociedades secretas porque dándose en llamar “fraternales”, llevan a cabo
luchas interminables de todos contra todos por el puro y simple poder. Las
denuncias, las traiciones, los falsos amigos, los enemigos convertidos en
mejores amigos de la noche a la mañana están a la orden del día.
En cuarto lugar señala el peligro que corren los bienintencionados
ignorantes que buscan un mejoramiento personal confiados en el saber que esas
sociedades secretas poseen sin disponer ellos mismos criterios de juicio con
los que poder determinar si aquello que escuchan se corresponde o no con la
realidad y que terminan siendo víctima de los estafadores.
En quinto lugar y llegando ya a las páginas finales, Guenon explica el modo
inaudito en que se ha expandido la Teosofía y el apoyo que ha encontrado en los
sectores más impensables. Un caso, por ejemplo, es el de María Montessori y el
de su filosofía educativa. Y en efecto: María Montessori viajó a la India en
1939 con una invitación de la Sociedad Teosófica y no regresó totalmente hasta
1949 A pesar de que hay determinadas
corrientes, la Teosofía ha ido aspirando y absorbiendo al resto de las
sociedades de ese tipo, sencillamente porque se ha convertido en una filosofía
que recoge las ideas más dispares y contradictorias. Así, siendo su espíritu
decididamente anti-cristiano, no sólo ha creado una corriente dedicada a la
construcción del cristianismo esotérico sino que además, afirma Guenon en
repetidas ocasiones, ha obtenido el apoyo de parte de la iglesia protestante
porque, dice Guenon, la teosofía repite parte de las ideas moralistas de la
iglesia protestante.
A partir de aquí es donde yo, lamentándolo mucho, he de distanciarme de
Guenon – o quizás de lo que otros han añadido (ya he dicho que ignoro la
cantidad y la manera) posteriormente a las primeras ediciones de la obra –
porque lo cierto es que llega un instante en que el libro deja de ser histórico,
aportando fechas, datos y citas que muestran las contradicciones de la Teosofía
y de las rivalidades por el Poder de los promotores de dicha corriente amén de
su absoluta ignorancia acerca de los temas, para convertirse –al menos esa es la
apariencia que da- en un alegato contra la teología protestante, el mundo
anglosajón y contra prácticas bastante más que razonables como son el
anti-alcoholismo y vegetarianismo.
Es cierto que Guenon justifica su postura antivegetariana aduciendo que
cada clima precisa de una determinada alimentación, pero desde ese punto de
vista también podría sostenerse, como algunos de hecho defienden, que la
prohibición de consumir carne de cerdo, por ejemplo, debería limitarse a un
determinado espacio geográfico. En cuanto al anti-alcoholismo que según Guenon
la Teosofía pregona y contra la que él se manifiesta en desacuerdo por
considerarla una influencia de la moral protestante anglosajón, me pregunto
primero, si conocía los estragos que en la población causaba y causa el alcohol
y segundo, cómo pudo combinar el anti-alcoholismo, que el achacaba a la moral
protestante, con la prohibición de tomar alcohol que rige la religión a la que
él se convirtió.
En cualquier caso, es entonces cuando, como digo, el pensamiento de Guenon –o
de quien lo haya añadido- se vuelve sombrio porque ve la mano de la Teosofía
por toda y en todas partes, igual que otros ven la mano oscura de los jesuitas
y otros de los bolcheviques, y otros de
los extraterrestres; cada cual según su gusto.
Más aún: es que incluso contradice el primer motivo de enfado de Guenon;
esto es: que la teosofía sea un movimiento anti-cristiano dirigido única y
exclusivamente a acabar con el cristianismo. “Cristianismo” es el término que
aparece y no “catoliscismo” y tampoco hay signos a lo largo del resto del libro
de que Guenon pretenda ir no sólo contra la teosofía sino contra la cultura
anglosajona. Es verdad que apunta que Mme. Blavatsky, al contrario de lo que
muchos pensaban, no era una espía rusa sino, en todo caso, una agente al
servicio de Inglaterra y por ese mismo motivo su sociedad disfrutó de una gran
protección en la India.
El hostigamiento pues, que dedica en las últimas páginas a la moral
protestante y a la cultura anglosajona, están –de algún modo- fuera de contexto
y Guenon pierde la exaltación intelectual que le caracteriza en sus escritos
para sufrir una exaltación sentimental, casi histérica. Esa, al menos, es la
impresión que he tenido mientras leía unos párrafos que no tenía más conexión
con el resto que mostrar que el mundo occidental entero en cualquier de sus
acepciones ha sido captado por el pensamiento teosófico, lo cual –es claro- que
no es así.
El libro que ahora tengo en mis manos, también de René Guenon, se titula “El
hombre y su devenir según el Vedanta”. Desde el punto de vista histórico,
social y filológico constituye una obra magistral para todos aquellos que
quieran adentrarse en el pensamiento hindú. Yo –ustedes ya lo saben- lo intenté
hace unos años y acabé con un terrible dolor de cabeza. Aquella pequeña
excursión me sirve ahora, sin embargo, para dar fe de la objetividad y
conocimiento que Guenon tiene acerca del tema. Por lo demás repito lo que ya
dije: mucho me temo que mi cerebro es demasiado occidental para que alguna vez
pueda “comprender” en el sentido de “racionalización+intuición” del tema dado.
El hinduismo, hoy como ayer, queda inalcanzable. Eso sí: la aceptancia de que
es inalcanzable para mi mente me evita los grandes dolores de cabeza y terrible
pesadillas que padecí hace años: cuando estaba convencida de que en un mes y
después de un par de buenas lecturas lograría desentrañar el sentido de todo.
Justamente porque soy consciente de la “lejanía” del hinduismo con respecto a
la educación occidental, no puedo dejar de advertir lo que el propio Guenon
advirtió respecto de la Teosofía: tengan cuidado con los vendedores de palabras
y de filosofías. Busquen, pero busquen en los clásicos, en el estudio privado y
antes de pagar un sólo euro para algún tipo de asociación investiguen por sí
mismos y aparten con sus propias manos las malezas que les impiden encontrar el
camino que les lleva a su deseado destino.
La bruja ciega.
No pienso hablar de los temas que en este momento inundan los rotativos
porque en mi humilde opinion son apariencias de apariencias. Y ello no porque
los periodistas sean ignorantes o tengan mala fe. Es que, sencillamente, que lo
que está actualmente sucediendo no tiene ni pies ni cabeza porque no está
regido por la razón ni por la sensatez, ni siquiera por las ideologías. ¿Han
leído el artículo que escribí “Contrapunto VI” en “El libro de la Semana”? Pues
eso: los demonios de las emociones han vuelto a salir de los avernos y esta vez
en desbandada. Es imposible, literalmente imposible, trazar –ni siquiera intentarlo-
un análisis de lo que está pasando o de lo que podría pasar . El último que Sí
pudo hacerse con un mínimo de racionalidad y un mínimo de visión fue el de la
victoria de Donald Trump. En alguno de mis artículos dije lo que cualquier
persona sensata sabía: que iba a ser una victoria reñida ganara quien ganara y
mostraba mis reticencias a que Hilary Clinton se alzara con la victoria,
sencillamente porque las mujeres –que hubieran sido las que tenían que haberla
votado en masa- no lo harían. Han sido unas elecciones reñidas y los resultados,
curiosamente, han cogido por sorpresa a los periodistas más sesudos. Lo cual,
permítanme decirlo, resulta inaudito porque tengo que preguntarme por qué intuí
yo, que no veo más que lo que me presentan, lo que ellos no pudieron ni
siquiera sospechar. Asombro de asombros, todo es asombro.
Analizar es sencillamente imposible porque la razón nos ha abandonado, o
nosotros la hemos abandonado. No sé. Hace poco las personas con las que yo he
roto mis relaciones me informaron de los motivos por los que yo había roto con
ellos. Ante mi asombro me informaron sin mover una pestaña y sin que les temblara
el ánimo lo más mínimo de los motivos que me habían llevado a romper con ellos.
Lo más inexplicable de todo era que lo sabían sin que, sin embargo, nadie antes
me hubiera preguntara por mis razones. Peor aún: haciendo caso omiso de lo que
yo había intentado explicar una y otra vez . Ellos eran los que, sin preguntarme, simplemente por
ciencia infusa, me explicaban y adoctrinaban a mí de los motivos de mi ruptura;
motivos que por otra parte en nada coincidían con mis motivos reales. Les cuento esta pequeña anécdota para mostrar que hoy en día el Microcosmos y el Macrocosmos se han
unido de tal manera que analizar el Macrocosmos resulta tan complicado e
imposible, tan laberíntico, como analizar el Microcosmos. No hay dos:
Microcosmos y Macrocosmos, como tampoco hay unos imbéciles infantiles que encontramos
en el colegio y que dejamos atrás cuando nos incorporamos a la edad adulta.
Lamentablemente los mismos imbéciles que nos molestan en el colegio son los
imbéciles con los que tenemos que trabajar llegada la gran edad adulta. Si el
Microcosmos se compone de relaciones y actitudes inexplicables y sin sentido, no
podemos esperar que el Macrocosmos sea mucho mejor. Por eso ha sido
tradicionalmente tan importante el cultivo de la educación y de la virtud:
cuanto más diáfano lograra ser el Microcosmos, tanto mejor para que el
Macrocosmos pudiera mostrarse con toda su brillantez y esplendor.
El problema actual es que se exige al Macrocosmos que sea claro y luminoso
al tiempo que el Microcosmos no sólo está enfangado y enlodado sino que encima
dice que ese estado le divierte y le libera. El problema no es cuántos escolares
dominan el inglés o alguna otra lengua extranjera; la cuestión es cuántos de
esos escolares leen un libro que no sea un cómic, ven un cuadro que no sea un
póster, y quieren utilizar sus manos para algo más que para jugar con la video
consola. El problema no es si saben un idioma extranjero o no, sino si dominan
el suyo propio. Aprender idiomas es una herramienta, pero no un conocimiento. Y
tener una herramienta resulta útil siempre que se vaya a utilizar; en otro caso
se oxida y termina en un rincón. F. Yates aprendió catalán cuando se interesó
por la obra de Ramon Llull. No antes. Y no creo que aprendiera a hablarlo sino
simplemente a leerlo. Lo que ha de preocupar cuando se habla no es la
pronunciación sino el contenido. Y lo que falta hoy en la educación es justamente
eso: la curiosidad y el deseo por poseer el contenido. ¿Para qué? Preguntan muchos
extrañados, si todo está en Internet. Basta con pretar un botón y aparece toda
la información. La diferencia es la misma que entre el esoterismo y el exoterismo:
que no es lo mismo dentro que fuera.
El idioma está fuera; el lenguaje, dentro.
Cuando la palabra, que es lo más sagrado desde el inicio de lo sagrado, no
significa nada, es entonces cuando el silencio se convierte en imprescindible.
Pese a todo yo tengo que escribir 365 artículos...
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