Me levanto dentro de una de
esas mañanas otoñales en las que el sol ha decidido no hacer acto de presencia.
No importa. Los geranios de mi terrraza la pintan de rojo y verde y las
hortensias, recuerdos de viejas y profundas amistades, le añaden una pincelada
del azul apizarrado que el frío y el tiempo les ha ido impregnando a medida que
el verano se alejaba sin ni siquiera despedirse. La taza de café humea sobre la
mesa y deja emanar el único aroma capaz de convencerme a esas tempranas horas
del día que saltar de la cama y decidirse a emprender la tarea de la vida, sea
ésta la que sea, merece la pena. Mi amiga Carlota, en cambio, no necesita de
tales placeres. A ella le basta y le
sobra con un vaso de agua. Carlota, ya lo he dicho muchas veces, pertenece a
una especie distinta a la humana. Carlota es una auténtica dama y, como todos
sabemos, las damas, las verdaderas damas, no las fingidas, no las artificiales,
se distinguen por poseer un espíritu de hada: los placeres mundanos no las
conmueven. Las brujas, en cambio, nos dejamos embriagar por los placeres
terrenales más simples. Supongo que en esa diferencia descansa la profunda
admiración que nos profesamos Carlota y yo. Cuando estamos juntas, ambas
sentimos la fascinación que se experimenta al contemplar el despliegue en toda
su magnificencia de una naturaleza radicalmente contraria a la nuestra.
Que seres tan opuestos sean inseparables originó en Jorge innumerables
quebraderos de cabeza a pesar de que el carácter de su mejor amigo, Carlos
Saldaña, se caracterizaba justamente por ser radicalmente contrario al suyo. “A
nosotros sólo nos separa la inclinación social: él es un misántropo y a mí me gusta
la gente;” explicaba, “Pero habréis de
convenir en que nos unen los mismos
intereses y nuestra suprema inteligencia. A vosotras, en cambio, no os unen ni
las aficiones ni las estructuras mentales. Lo que deberiáis sentir en realidad
es un profundo rechazo de la una por la otra. Carlota es un hada pero tú,
seguro que fuiste una vieja bruja desde que naciste.”
¡Y lo decía en serio!
Paula Tierra, a la que Jorge conoció gracias a nosotras y que antes de
convertirse en su esposa fue compañera nuestra de estudios y de residencia, le
intentó aclarar que la excentricidad era el lazo que nos unía. Las damas
auténticas, al igual que sucede con las auténticas brujas, no abundan y a la
amabilidad del destino debíamos, sin duda alguna, que nuestros caminos se hubieran
cruzado evitando, así, morir de soledad. Carlos, mucho más radical, le aseguró
a Jorge que las dos formábamos parte de las fuerzas diábolicas del universo y
que era nuestra común incompatibilidad con el género masculino lo que sin duda
alguna constituía nuestro punto en común. Que Carlota se casara y tuviera cinco
hijos no le ha hecho cambiar su consideración primera. Está convencido de que
lo ha hecho sólo y exclusivamente para intentar demostrarle que su afirmación
es falsa. Lo cierto es que Carlota ha sido la única mujer capaz de aturdir el
cerebro y el corazón del frio Carlos y Carlos el único que ha conseguido
desestabilizar el vuelo siempre desconocido de mi amiga. Quién sabe lo que
hubiera sucedido de no haberse llamado Carlota, Carlota y Carlos, Carlos. Pero
ambos son dos estetas, dos inconformistas, dos solitarios y sus caminos estaban
obligados a transcurrir en paralelo sin jamás juntarse. En cualquier caso,
razón a Carlos no le falta: con marido o sin marido, con hijos o sin hijos,
Carlota sólo puede ser pensada en primera persona del singular, sin más acompañante
que Carlota misma. Da igual en cuántas fotos de grupo aparezca. Carlota siempre
aparece sola y distinta, separada de los otros por más que la sitúen en el mismo centro. Ése es
seguramente el problema de las damas auténticas: viven envueltas en una burbuja
de soledad que las protege tanto como las encierra. Una burbuja que alberga en
su interior un mundo de hadas y unicornios, un mundo de grandes salones y
elegantes chimeneas junto a las que calentarse en las noches del invierno, un mundo
en el que todo tiene su sitio y todo su medida incluso cuando es desmedido; un
mundo mágico y distinto: a veces luminoso, a veces oscuro, pero siempre distinto
del mundo de los comunes mortales.
Querida, querídisma Carlota, ven pronto. El viejo continente está más
triste y más oscuro desde que tú te has ido....
El teléfono suena.
Es Jorge.
“Querida Isabel”, comienza. Y yo ya sé que lo que sigue a continuación no
va a ser agradable. “acabo de ver tu sillón azul colgado en “el
comentario del día”. Dime, ¿no tienes nada mejor que hacer que dedicarte a
tapizar sofás viejos? ¿Qué hay de la caída de la bolsa china, de los acuerdos
ruso-americanos contra el IS, de la avalancha de refugiados, de los problemas
de VW, de las elecciones en Grecia, de las elecciones en Cataluña, del
mantenimiento de los tipos de interés en los Estados Unidos, de la campaña
electoral americana, de Trump, de la crisis de los países emergentes, de la
victoria de España en baloncesto, de la
entrada de Irán en la guerra contra el Is apoyada por los rusos, y de las
consecuencias para la región? El mundo está repleto de sucesos y tú ¿no tienes
nada, absolutamente nada que comentar?”
“No.” , le contesto
resoluta. “No hay nada que comentar. Nada excepto un hecho que ha pasado sin
pena ni gloria por los periódicos de este mundo. Pero salvo esa pequeña
anécdota, nada asombroso bajo el sol. Sea cual sea, la enfermedad que padece el
mundo sigue su curso: primero un malestar difuso que se va concretizando y
extendiendo con el paso del tiempo, después un repentino empeoramiento y a
continuación el periodo de estabilización. Es en esa fase en la que ahora nos
encontramos. Ninguno de los últimos sucesos resulta realmente sorprendente. O
son repeticiones de jugadas anteriores, o la consecuencia previsible de las
actuaciones pasadas. Vamos, Jorge, reconócelo. ¿Quién en su sano juicio hubiera
sido capaz de creer en la posibilidad, por remota que fuera, de la subida de
los tipos de interés del Fed en unos momentos como los actuales? Los
periódicos, claro. Necesitan vender y sólo venden a basa de generar entre los lectores la misma
indecisión que reina en el mundo de las quinielas y el deporte. En cuanto a los
refugiados, hoy como ayer, se trata de una cuestión social más que política. De la
respuesta que dé la sociedad depende que sea un proceso pacífico o produzca
revueltas y revoluciones. En este instante lo más llamativo es que los pobres
de la nación y no los refugiados del mundo son los que se han echado a las
calles demandando ayuda económica a los viandantes. Reclamando el derecho que
les concede el estar antes que los otros. ¡Pobres! ¡si supieran que poca
importancia concede la Biblia a la primogenitura! ¿Dime encuentras en la Biblia
algún primogénito que haya salido bien parado? Es a los primogénitos a quienes
les corresponde trabajar y esforzarse. Creo que alguien debería explicárselo a
esos que deambulan por ahí reclamando sus derechos por haber llegado antes. Yo
estoy a favor de la entrada de refugiados. Ya lo dije y lo repito. Son un
riesgo. Ellos reconocen dónde residen nuestras fuerzas pero también señalan sin
compasión dónde descansan nuestros límites y por eso impiden que nos apoltronemos,
que nos estanquemos en la autocomplacencia. En este sentido, estoy plenamente convencida de que a "la piel de Toro" no le vendría nada mal la llegada de muchos más de los que en principio está dispuesta a acoger: las tierras no permanecerían yermas, los pueblos dejarían de estar poblados únicamente por los fantasmas del cementerio, y un aumento de la población originaría, por lo menos eso, actividad además de incentivar la pluralidad. Es una vergüenza ver cómo se trata a los hispanoamericanos en un país que se llama a sí mismo "la madre Patria" y en el que el término "solidaridad" ha llegado a convertirse en una letanía.En cuanto a los países emergentes, ¿a
quién le sorprende que la crisis económica de las potencias mundiales no les
afecte estando como estamos en un mundo interrelacionado? Nada excitante. Ni
siquiera los rusos sorprenden. Algunos de mis comentarios del año pasado ya
hablaban de cuáles eran y cuáles serían los movimientos rusos. La política
occidental sigue navegando en dirección a las aguas del fascismo y no sé si
algo o alguien será capaz de variar su rumbo.
En cualquier caso, después
de esta fase de estabilidad llegará o la débil mejoría o incluso una súbita
mejoría y de ahí la recuperación o la muerte.
Pero ahora estamos sumidos en el periodo estable. Disfrutémoslo. Saboreemos
el aire que nos rodea, el agua que bebemos, el pan que comemos, sintamos la
fuerza de la naturaleza y abracemos los troncos de los árboles, evoquemos
lejanos amores y durmamos tiernos sueños y quién sabe, a lo mejor cuando despertemos
será primavera; a lo peor, no.
“Te noto extraña”, dice Jorge pensativo. “¿Estás enferma o es el otoño?
Mejor no respondas. No quiero saberlo. Bastante tengo con mis problemas. ¿Cuál
es ese hecho que merecería la pena comentar pero que ha sido ignorado por la
mayoría de los periódicos?”
“El abandono de Japón de su pacifismo militar”
“Yo diría que ya era hora. ¿Qué tiene esto de sorprendente?”
“¿Tú lo comprendes?”, le pregunto incrédula, “un país con un alarmante
grado de envejecimiento, con una grandiosa deuda y enormes problemas
económicos, abandona el pacifismo y se lanza a la carrera armamentística cuando
todos sabemos que en caso de ataque la debilidad de su población le impediría
contrarrestar adecuadamente al enemigo. Vamos Jorge. Aquí hay gato encerrado.
Pero no tengo ningún interés en averiguar de qué se trata. Ni siquiera de
elucubrar.”
“Tú estás enferma” –sentencia Jorge. – “Llama a Carlos. Seguro que él te
dará algún remedio. Ya sabes que tenemos nuestra reunión anual dentro de una
semana.”
Mientras Jorge habla, miro a través de la ventana y contemplo la mañana
gris coloreada por los geranios rojos y el azul pizarro y desgastado de las
hortensias.
Jorge no lo sabe pero Carlota está a punto de llegar.
Coloco encima de la mesa redonda el pastel de chocolate, cerezas, almendra
y nueces, envuelto por una capa de mazapán adornada con corazones. Es un bonito
pastel en una mesa decorada con todo el primor de que una vieja bruja es capaz.
Jorge sigue hablando.
Carlota está a punto de llegar: alta, delgada, melena ondulada que juega a
hacer olas con el viento.
El mundo puede seguir girando un poco más.
Carlota está a punto de llegar: paso firme y ligero, sonrisa discreta,
abrazo tímido.
La voz de Jorge suena y suena. Yo no lo escucho.
Carlota está a punto de llegar: Cejas perfectamente delineadas sobre dos
ojos cuya mirada se pierde en el infinito. Boca roja, sonrisa ingenuamente traviesa.
Y sé, - lo sé -, que me apoyaré en las puntas de mis pies, me abalanzaré sobre ella
y la abrazaré con todas mis fuerzas.
Y todo, todo para que sus mejillas se tornen aún más sonrosadas. Mejillas
sonrosadas, aroma Chanel.
Carlota está a punto de llegar.
Y qué me importa a mí que el Cern se active, que un meteorito se aproxime a
la Tierra, o que el Papa Francisco visite el edificio de la ONU.
Carlota está a punto de llegar.
Y Jorge cuelga sin saberlo.
Jorge está convencido de que cuando las hadas como Carlota y las brujas
como yo se reúnen, algo extraordinario acontece. Si mañana, 23 de Septiembre, sucede
algo inaudito, seguro que cree que hemos sido nosotras...
Carlota está a punto de llegar...
Et pereat mundus
La bruja ciega
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