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Friday, September 25, 2015

El enfado del señor De Maizière con la señora Merkel

Un día de otoño coloreado por el rojo de los geranios y el azul parduzco de las hortensias. Un café de estudiante sobre la mesa, elaborado con café instantáneo y agua hirviendo,  y unas galletas sacadas de una lata negra en la que se puede leer 25 Jahre Deutsche Einheit. La civilización no requiere de grandes lujos para ser civilización: sólo de unos cuantos libros, pluma, papel,  un café caliente y unas galletas. Tengo pendiente un blog sobre un libro de Huxley que no escribiré hasta que no termine de leer uno de Michail Bulgakow que tiene relación con el de Huxley. Va a durar un poco. En este momento prefiero concentrarme en Hobbes y su Leviatán. El resultado será el mismo de siempre: demasiados libros, demasiados temas, demasiadas actividades, un sinfín de reflexiones y el final llegará más tarde de lo conveniente. Sí. Los meses de Julio a Octubre son siempre complicados: vacaciones, puesta en marcha, idas y venidas de unos y de otros... En una casa abierta es difícil encontrar un tiempo para la reflexión. Supongo que los grandes dirigentes políticos han de hacer frente a eso mismo: a un mundo abierto que necesita de tranquilidad, paz y reflexión para ordenar las circunstancias mientras las circunstancias no dejan de moverse y el mundo no deja de girar. Y lo peor: no puedes culpar a nadie porque todos esperan que seas tú, que para eso estás donde estás, quien se ocupe de hacer algo contra las circunstancias. Y claro, uno, a veces, siente la imperiosa necesidad de gritar: “¡Basta! ¡Se acabó! ¡De aquí no sale nadie!” o “¡Fuera de aquí todo el mundo! ¡No quiero ver a nadie! ¡Fuera!” o “¡Aquí no entra nadie más!”

Cualquiera de esas reacciones son propias de los comunes mortales. Y puesto que los políticos pertenecen, al menos hasta el día de hoy, a la especie de los comunes mortales es comprensible que ellos también padezcan tales estados de ánimo. Algo así, creo yo, le acontece al ministro alemán del Interior De Maizière. De Maizière considera que la ilimitada generosidad de Merkel ha determinado que el problema de los refugiados haya quedado fuera de control.

De Maiziére se equivoca.

A De Maizière le pasa como me pasa a mí algunas veces: que está harto de visitas inoportunas, de esas visitas que en vez de procurar conversaciones amenas, encuentros interesantes y agradables paseos por los jardines de Sanssouci en Potsdam favorecidos por un suave calor, son visitas que únicamente traen problemas: o acuden cuando uno se acaba de mudar (nuevamente), o llaman  justo el día en que uno ya no es capaz de hacer frente a la gripe y ha decidido acostarse acompañado de un par de aspirinas y un té caliente.

Sí. No cabe duda. De Maizière se comporta como uno de esos pater familias enojado y cansado, que sólo quiere recuperar su rutinario ritmo de vida y que no duda en recriminar a la señora de la casa, las molestias que su exceso de amabilidad le causan.

La señora de la casa, que no es otra que Merkel, se caracteriza no sólo por su carácter acogedor sino también por su casi infinita paciencia y por una inteligencia que supera a la del explosivo y agotado pater familias.Éste acaba de saludar a unos cuantos desconocidos en la escaleras, ha de soportar la invasión de su comedor y su salón por esa inesperada y prolífica visita y teme encontrar ocupado su sillón favorito la próxima vez que llegue a casa. De Maizière es Pedro Picapiedra dirigiéndose a Merkel, en su papel de Vilma para gritarle, no  “¡Vilma, abre la puerta!”, que es lo acostumbrado, sino “¡Vilma, cierra la puerta!”

Pero Merkel-Vilma siempre ha sido más tranquila y sosegada que De Maiziére-Pedro Picapiedra y por eso puede utilizar su energía más eficazmente a la hora de conseguir sus objetivos. No es por tanto de extrañar que por lo general termine saliéndose con la suya. La serenidad de espíritu – lo sé porque es la misma serenidad de espíritu que derrocha mi amiga Carlota – siempre triunfa. Y al final, cuando los visitantes – poco importa que se acomoden o se vayan- De Maiziére habrá de admirar en secreto la discreta inteligencia que caracteriza a la señora de la casa, o sea, Merkel. Digo “en secreto” porque de cara a la galería habrá sido él y no otro, o a lo sumo en plural, en conjunto, los que habrán resuelto y ordenado la situación.

Merkel ha actuado correctamente.

Pese a lo que muchos estén empeñados en afirmar y otros en apoyar no se ha equivocado en absoluto. Habría que darle la medalla del honor al mérito, aunque tal vez ya no existan tales medallas.

Yo dije y lo repito que la cuestión de los refugiados es sobre todo social. Se quedarán si lo consiente la sociedad; en caso contrario tenemos que aceptar el follón. Ni las vallas ni las medidas de seguridad servirán para otra cosa que no sea para incentivar la presión y el conflicto. Hemos de admitir que en este tema los políticos no tienen grandes posibilidades de movimiento: si la política no acepta a los refugiados, los políticos son unos inhumanos y convierten al país en un mundo cerrado y estancado; si la política acepta a los refugiados, los políticos hacen del territorio “la casa del pueblo” que todos los estudiantes conocemos. “La casa del pueblo” era esa habitación, generalmente de las estudiantes de Bellas Artes, a la que todas acudíamos a reunirnos después de la comida para tomar el café, o a pasar cada rato que teníamos libre o, simplemente ningunas ganas de estudiar. “La casa del pueblo” era de todas nosotras y de ninguna, ni siquiera podía considerarse propiedad de sus legítimas ocupantes y por tanto nadie se preocupaba demasiado de mantenerla en condiciones adecuadas. Mi sempiterna recomendación a todos los estudiantes universitarios que conozco: “Evitad por todos los medios que vuestra habitación se convierta en “la casa del pueblo.” No me entienden, claro. Tampoco hay peligro de que algo de eso vaya a suceder. La generación de hoy es una generación demasiado individualista y demasiado independiente para aceptar las restricciones que una invasión de compañeros de residencia impone. Los estudiantes de la generación actual ya no saben lo que es "casa del pueblo". 

La señora Merkel, en cambio, va y hace lo que nadie espera: deja pasar a todos los refugiados y de este modo convierte no digo ya Alemania, !Europa!, en "la casa del pueblo" .

Y sin embargo, la señora Merkel, no se equivoca.

Argumentos no le faltan:

-        -  En primer lugar, los refugiados llegarán con o sin vallas.

-        - En segundo lugar, el comportamiento del refugiado agradecido a su país de acogida no es el mismo que el comportamiento del refugiado en un país inhóspito.

-      - En tercer lugar, la historia alemana – hablemos finalmente de historia - hace imposible –repito: imposible- un comportamiento distinto al actual. El olvido de los hechos pasados es necesario para poder seguir andando hacia el futuro pero la desconsideración del pasado no deja de ser un grave error, puesto que procedemos de él. Y esto no lo digo yo sino Nietzsche, el cual, aceptémoslo, hace un estudio magnífico de la problemática de la historia.

-        - En cuarto lugar, Merkel ha aunado con su proceder a Europa. Europa no sólo ha de mantenerse unida frente a conflictos internos y externos. Los refugiados no son una cuestión que simplemente afecten a un par de países: ha de ser resuelta conjuntamente. Con ello, Merkel hace responsable al conjunto de la población europea – tan solidaria y tolerante como asegura ser – de la acogida  a los refugiados. La Fuenteovejuna y sus actos se hacen europeos.

-         - En quinto lugar, incluso los inicialmente más solidarios están comprendiendo que no se puede aceptar incontroladamente a todos los recién llegados. Pero la comprensión implica siempre un proceso; en otro caso, sería intuición. Es preciso que las consecuencias se “vean” igual que los físicos realizan sus experimentos a fin de “ver” y analizar las consecuencias provocadas por una serie de causas. Esto, desde luego, no anula el problema pero permite trazar soluciones y, sobre todo, permite el consenso social necesario. Ello es beneficioso en un triple sentido: en tanto que consenso, en tanto que social y en tanto que europeo, ya que evita conflictos internos en una sociedad que traspasa los límites de lo nacional para tomar conciencia de su europeismo. No se trata de que estemos a favor de que "otros" acojan a los recién llegados. Se trata de que "todos" estemos de acuerdo en hacerlo.

-         - En sexto lugar, la llegada de extraños es un riesgo puesto que son siempre los otros los que señalan dónde reposan nuestros límites, pero al mismo tiempo, impregna a la sociedad de un nuevo dinamismo. En este sentido debo decir que ojalá España acogiera a más refugiados. No me cabe duda de que se acabarían muchos de los problemas que hoy padece su sociedad: envejecimiento, despoblación, autocomplacencia (también llamada postureo), estancamiento de los compartimentos sociales y quién sabe, puede que incluso ayudar a superar el paro.

-         - En séptimo lugar, acerca posiciones con Rusia. Lo cual, permítanme afirmar, ya era hora. Como Putin indica, es Europa – y eso incluye a Rusia- quién tiene las fronteras unidas a los territorios en conflicto. Hay que respetar las costumbres y las formas de vida de esos territorios, aconseja Putin. Lo aconseja Putin y cualquier persona con un mínimo sentido común. El problema de los americanos, y esto no sé si lo dice Putín pero en cualquier caso lo digo yo, es que tienen que dirimir una terrible lucha consigo mismos: por un lado quieren liberar al mundo y por otro, quieren controlarlo; por un lado hablan de la independencia de mercados y por otro, la mafia corrompe al sistema –su sistema- desde sus cimientos.
No digo que los rusos no se caractericen por los mismos rasgos, pero habremos de reconocer que en los últimos tiempos han demostrado más cerebro y temple que los americanos y todos sus aliados. Los rusos no se meten en asuntos que no son de su incumbencia y tampoco ponen objeciones a que dos se maten si es ése su gusto. Que haya sido su propia crisis interna la que ha propiciado este comportamiento tan sensato y tan distinto de la vieja época es más que probable, pero no seré yo quién por ello les quite el mérito que les corresponde.

-         - En octavo lugar, coloca a Estados Unidos en un lugar inferior al que normalmente acostumbra. Ahora es Europa la que toma las riendas de la crisis e insta al Estado más poderoso del globo terráqueo a que asuma su responsabilidad por la explosión de la crisis y los refugiados que ha generado.

Señor de Maizière, con todos mis respetos, no se precipite nunca a la hora de culpar a una persona como la señora Merkel del desorden que reina en un hogar. A veces, antes de ordenar un cajón se hace preciso sacar todo lo que había dentro. 
A medida que nos adentramos en las aguas profundas, las variables se hacen cada vez más complejas. En los Ministerios convendría contratar físicos teóricos y juristas antes que politólogos, sociólogos, economistas y similares, que tienen grandes ideas pero poca práctica en el trabajo con un número infinito de posibilidades.

Si los físicos y los juristas tienen éxito, nos libraremos del fascismo que ya deja oir sus trompetas.
En caso contrario...

En caso contrario, espero poder contemplar y escuchar el revoloteo de las alas de un hada, de mi hada, antes de morir.

La bruja ciega.


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