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Wednesday, April 27, 2016

Emociones, racionalidad, política. Elucubraciones en el mes de Abril.

Me doy una vuelta por los periódicos. Nada especial. Nada digno de reseña. El caos político en España es similiar y crece proporcionalmente al caos emocional y al caos educativo en el que se encuentra inmersa. Caos emocional, sí. El sentimentalismo, el “dar la vuelta a la tortilla” sin que ni siquiera nadie muestre interés por saber de qué tortilla se trata, el “digo” pero “no digas que dije que dijiste”, la avalancha de emociones que día tras día soporta el ciudadano de a pie en su entorno familiar, en el trabajo, en el gimnasio, en los programas de televisión en los que se sumerge para olvidar sus problemas y que hete aquí que le muestran reflejados los mismos problemas que le atosigan a él, de modo y manera que ese ciudadano ya no es el ciudadano-espectador sino que por arte de magia, igual que le sucedía a la protagonista de la película “La rosa del Cairo”de Woody Allen, se ve transportado al mundo de la pantalla: realidad virtual de confección casera; sin necesidad de tener que recurrir a complejas técnicas o a sofisticados softwares: únicamente con la ayuda de las emociones.

Esto, claro, sólo es posible porque la carencia de educación, la ausencia de un verdadero deseo individual de educar la mente, de aprehender conocimientos, de introducirnos en mundos en los que todo pueda comprenderse de modo racional, se expande cada vez más y cada vez más rápidamente. El único deseo individual de educar algo se refiere al cuerpo y a todo lo que tiene que ver con su cuidado.

Hablar de pura racionalidad no está de moda; suena a frialdad de alma, a dureza de corazón. Pero esta afirmación, hora es ya de ser sinceros y de obligarnos a admitirlo, es una afirmación que huele, igual que huelen otras muchas de las afirmaciones que diariamente escuchamos en el panorama político-económico-social de nuestro país- a polilla, a rancio, por no decir a podrido. Quizás hubo un tiempo en que lo racional ocupó todo el espacio del que dispone el individuo para moverse. A estas horas, francamente, ya ni lo sé. La literatura victoriana hubo de nacer y desarrollarse a fin de paliar los terribles efectos que los excesos románticos habían causado pero lo cierto es que ni siquiera la literatura victoriana fue absolutamente racional. Primero, porque el desgarramiento por la falta de Fe, por más que se intente racionalizar, nunca está exento de emoción y segundo, porque la inmensa confianza que los victorianos depositaron en las posibilidades humanas indica un grado de optimismo y entusiasmo que tampoco está libre de sentimientos. Y al mismo tiempo, y para suerte de los británicos, he de decir que ni siquiera los rebeldes como Virginia Woolf y Huxley abandonaron la racionalidad, (pese a todas sus excentricidades, excentricidades que, todo hay que decirlo, se encargaron de publicitar por aquello de que el “pipi-caca-culo” nunca es gracioso a no ser que vaya acompañado de las caras de confusión y enfado de los otros, de los serios y honorables),  racionalidad, además que siempre, hasta nuestros días, ha conseguido salvar a este pueblo extraño y contradictorio donde los haya y con el que, consiguientemente, batirse en duelo siempre representa un honor para el contrincante.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, el dominio del racionalismo, aun en el supuesto caso de que alguna vez existiera, duró muy poco tiempo. El nacimiento y desarrollo de la psicología volvió a introducir al hombre en el mundo de la introspección y decir introspección es decir hundirse en los sentimientos y emociones de uno mismo. Sí, es cierto: la psicología intenta “racionalizar” o al menos “canalizar” las pasiones, traumas y demás, pero para conseguirlo ha de introducirse ella misma en dichos terrenos pantanosos y los resultados no siempre pueden ser calificados como triunfantes. A veces la psicología misma termina hundiéndose en los fangos que pretendía convertir en transitables. Por eso, con la psicología pasó lo mismo que con las religiones. Se convirtió en un arma de doble filo. Un arma que fue utilizada, y muy bien, por los tiranos de las familias, de la comunidad y del Estado. Hubo un tiempo en que las religiones declaraban endemoniados y brujas a todos los que se oponían a las voces dominantes, respetables y cristianas del lugar. Hubo un tiempo en que la psicología declaró loco a todo el que no se adecuara a las normas dictadas por los respetables que les rodeaban. No. La psicología no puede desligarse de aquello que pretende tratar y aquello que pretende tratar son siempre emociones, ya sean reales u oníricas. Lo más que puede hacer la psicología es mantenerse al margen tanto de las emociones de los locos como de las emociones de los cuerdos que quieren declarar locos al vecino, al hijo, al marido, extravagante y excéntrico. Este proceso exige una gran dosis de juicio crítico, de independencia de criterios, que sólo una racionalidad bien educada y conformada puede proporcionar. Por el contrario, si de lo que se trata es de un mal funcionamiento del cerebro hemos de abandonar la psicología e introducirnos en la neurología.

Pero, como ya digo, donde hay emociones y sentimientos hay sentimentalismo, sensiblería y manipulación. Y donde el sentimentalismo, sensiblería y manipulación cobran importancia no tardan en aparecer la histeria individual, primero y la colectiva, después. La depresión es, al igual que lo son otras muchas enfermedades “modernas”, una histeria individual, aunque esta histeria sea silenciosa y no “a gritos”. El enfermo “chilla” con su pasividad. Particularmente, yo prefiero a la gente que vocifera por la calle. Aunque el aumento de decibelios les resulta a los viandantes sumamente molesto, para el escandaloso es –sin duda- mucho más sano.  No se rian. Los chinos, por ejemplo, deben haber llegado a la misma conclusión que yo y como hombres de armonía que son, han transformado el grito en risas. La terapia de la risa está basada en los mismos presupuestos que la terapia del grito.

Créanme: hasta donde he podido comprobar, la única manera de superar las emociones es u olvidándose de ellas o sublimándolas, que es –desde luego- otra forma de olvido y ello porque la sublimación exige algo que las emociones no consienten fácilmente: convertir lo negativo en positivo. De la leche agria, se hace requesón. Del pan duro, se hace pan rallado. Este proceso exige el movimiento, el movimiento lleva a nuevos senderos y los nuevos senderos demandan la concentración en los nuevos parajes y el olvido- o desatención- de lo anterior, pero esta vez nos introducimos en lo desconocido mucho más confiados porque ya sabemos que de la leche agria podemos sacar requesón, e incluso- llegado el caso- tirarla  y seguir. En cambio el que se queda en las emociones, sean suyas o de otros, se hunde sin remedio. Yo he visto a hijos hundirse en los traumas nunca superados de los padres y nunca aceptados como traumas por sus progenitores. Hijos que se han sentido mucho peor de lo que eran porque las emociones paternas les han inducido a creer que eran poco menos que criminales al intentar separarse de ellos e iniciar una nueva vida. Hijos que han buscado en esos tan emocionales y emotivos padres el cariño, la atención e incluso el perdón por pecados y crímenes que no han cometido pero que estan convencidos de que los han perpretado por el inmenso dolor que les muestran sus padres. Padres que en la comunidad estan vistos como personas admirables y dignas de confianza. No. No siempre son nuestras emociones las que nos hunden. A veces son las emociones de los otros las que, como olas surgidas de no se sabe dónde, se alzan amenazadoras sobre nuestras cabezas. Y entonces nos encontramos, verdaderamente, ante un “sálvese quién pueda.” Nadar en las emociones ajenas es mucho más peligroso que nadar en las propias. Pero esto, ya lo sé, es otro tema.

De regreso a la cuestión que nos ocupa hay que decir que la semilla de los nacionalismos no tardó igualmente en enfrentarse al racionalismo, igual que lo hicieron las nuevas religiones que no aportaban nada realmente nuevo excepto una intensificación de la mística, y por tanto del individualismo, y un modo distinto de escenificar las creencias. La Fe, en quién o a qué, con o sin nuevas religiones, sigue siendo cosa de unos pocos. Pero esto, lo sé, es otro tema.

Y bien a lo que iba. El aumento de la sensibleria, del espectáculo de las emociones corre parejo a la ausencia de conocimientos cognitivos que padece la actualidad. El conocimiento está muy mal visto. Los intelectuales han de subirse al carro del teatro de las risas, los llantos, tragicomedias y demás esperpentos, si quieren vender algo de lo que escriben. Otros intentan encontrar algún puesto en la Universidad y a falta de puestos en la Universidad, en el Instituto o en la Administración para poder dedicarse al estudio, que es lo que a ellos verdaderamente les entusiasma. No son los únicos. Hasta Sartre e incluso el mismísimo Einstein tuvieron que buscarse otras ocupaciones que les permitiera desarrollar la auténticamente suya con total sinceridad. Por más que esa sinceridad dejara unos cuantos cadáveres en el camino, no ser radicalmente sinceros hubiera dejado muchos más, los suyos propios incluidos.

What´s the point?

El punto es que las emociones son peligrosas por inefectivas e inservibles. Está bien que un hombre ame a una mujer pero un hombre que está escribiendo todo el día durante décadas cartas de amor a su novia es un pesado o un necio o ambos. Está bien que una madre se preocupe por el bienestar de sus hijos pero una madre que no permite que sus hijos levanten el vuelo, que para conseguir que no levanten el vuelo les corta las alas, que sólo les consiente que vuelen allí por donde ella quiere que vuelen, es una madre emocionalmente inmadura. Está bien que un hombre enfadado rompa un plato pero que rompa un plato cada vez que se enoja le obliga a tener, por lo menos eso, una vajilla de resguardo, con el consiguiente desembolso económico que ello significa.

El punto es que la inteligencia emocional, por muchos libros que al respecto se publiquen, se compren e incluso se lean, no existe salvo que sea desarrollada y esto sólo puede ser posible a través del desarrollo de la racionalidad en una sociedad, lo cual sólo puede conseguirse a través del cuidado de la educación racional. Y eso que lo digo yo; yo que como todas las brujas y todos los mosqueteros gascones, han de navegar en medio de feroces tormentas y enfrentarse a implacables sirenas emocionales y justamente porque lo sé puedo afirmarlo sin miedo: en tales momentos lo único que salva es amainar velas y llamar a  los libros y a los Sherlock Holmes de este mundo a que se hagan cargo del timón. O sea:  a la razón. En cambio, si ustedes pretenden luchar contra las emociones con nuevas emociones o en vez de llamar a Sherlock Holmes prefieren confiar en Watson, fracasarán. La racionalidad de Watson es demasiado “humana”, o lo que es lo mismo: demasiado proclive a pensar en el otro como el “pobre otro”. Ni siquiera les aconsejo que en tales difíciles circunstancias llamen a Indiana Jones. Seguramente terminarán comprobando aquéllo de “mucho ruido y pocas nueces.” Un hombre que controla sus impulsos en el último instante del último minuto gracias a la llamada de su padre, es un hombre proclive a ser víctima de la hipnosis y de la manipulación y por tanto, no sirve.

Pero justamente en estos momentos se confia en el bueno de Watson o se llama a Indiana Jones. (Se llama a Indiana Jones y no a Sherlock Holmes porque mientras Sherlock Holmes permanece encerrado en su laboratorio y en su biblioteca comprobando hipótesis, analizando diversos estudios y consultando casos similares, a Indiana Jones nos lo encontramos todos los días en el fitness studio y sabemos lo musculoso y bien entrenado que está. Hoy en día “autorealizarse” consiste fundamentalmente en cultivar el cuerpo, no en cultivar el conocimiento con literatura, arte y matemáticas. Digo “conocimiento” y no “mente” porque muchos están convencidos de que el cultivo de la mente hace referencia a la práctica del yoga puesto que el cuerpo lo cultivan practicando jogging, a pensar en positivo, a sentirse dios creador de mundos paralelos y cosas por el estilo.)

Se llama a Indiana Jones, como digo, y se intenta vencer a las emociones con las emociones mismas, se esconden los libros (o lo que es peor: se muestran de diez en diez y se acaricia y se alaba la calidad de la foto de la portada), y a Sherlock Holmes se le tacha de loco, de incomprensible y suerte tendrá de que lo declaren “frikie” y lo dejen en paz con los otros “frikis”. (Hoy en día ni siquiera la locura es considerada individualmente, ni siquiera la excentricidad. Todo es metido y comprimido en cajones por los mismos, curiosamente, que se quejan de la falta de libertad de la sociedad actual).

En cualquier caso el intento de acabar con las emociones a base de emociones únicamente produce el efecto contrario del que se esperaba: las inflama. Y eso es lo que en nuestros días está sucediendo en todo el mundo, no sólo en España. Es lo que se está haciendo a la hora de derrotar a Trump, lo que se está haciendo para desarmar a los nacionalismos nacionales, lo que se intenta hacer con el Brexit y con los populismos.

La técnica utilizada es falsa. Falsa. Falsa.

Trump igual que tantos líderes políticos está utilizando a las emociones para hacerse con el poder. El problema es que sus contrincantes hacen lo mismo a fin de  intentar derrotarle. Van a atacar a Trump al campo emocional de Trump. Y claro, pierden. Pierden, han perdido y perderán. Uno nunca puede vencer a las emociones en su propio campo. Ni siquiera estoy segura de que creando otro campo distinto de emociones pueda conseguir vencer. Eso es sugestión contra sugestión, opinión contra opinión y lo más que puede generar es una confrontación – y tal y como está el panorama no sería de extrañar que terminara convirtiéndose en una confrontación violenta. 
Pierden además porque olvidan algo tan banal como el hecho de que cuando pretenden descalificar a Trump utilizando argumentos emocionales, el elector toma esa descalificación como suya. Es decir, el elector se siente insultado y menospreciado. Lejos de hacerle reconsiderar su posición, le lleva a tomar medidas emocionales del tipo: “Ahora sí que le voto”  “¿Qué se han creído estos petimetres que son para decir quién es bueno o quién no, si ellos tampoco han demostrado nada?” “¿Qué piensan que van a conseguir con este juego sucio de mobbing?”
Los candidatos olvidan con sus descalificaciones emotivas que los electores han llegado al límite de sus posibilidades en lo que a la capacidad de soportar emociones se refiere. Demasiadas películas, demasiados libros épicos, demasiadas teorías de la conspiración. Asistir a más emociones durante la campaña electoral le hace tomar partido por el que es visto por el resto de los candidatos como “antihéroe” y esto porque las grandes películas y series del momento han encontrado en los chicos malos un filón de oro a explotar, de modo paralelo al que han encontrado en las it girls, no sólo las películas sino la moda y las empresas de cosméticos.

Todo esto,( lo cual, seamos sinceros, teniendo tantos colaboradores como tienen no deja de ser un tanto sorprendente,) es lo que han sobreseído los contrincantes de Trump: la enorme influencia de las emociones. Salvo que en realidad “las fuerzas ocultas del universo” hayan introducido ese alud de emociones para generar el efecto contrario: que el elector-espectador termine tan agotado que asuma sin temor el Orden Inamovible que se está preparando en los sótanos de no se sabe qué Bunker. Por elucubrar que no quede.

¿Quién puede vencer a Trump? En estos momentos casi nadie y casi nada. Lo más probable es que gane. Lo más probable es que se convierta en el nuevo presidente de los Estados Unidos de América. Lo más probable es que se vean incumplidas muchas de las promesas y lo más probable es que en la siguiente legislatura otro nuevo presidente venga a sustituirlo. Esto es lo probable. Lo deseable es que no suceda lo que en otros casos y en otros  lugares ha sucedido: que el caos permanezca décadas despues de su marcha. La pregunta inevitable se impone, sin embargo ¿fueron los Trumps de este mundo los que realmente crearon el caos o simplemente abrieron la caja en la que estaba encerrado porque sencillamente amenazaba con explotar y su apertura ha sido incluso beneficiosa para que el caos salga contenidamente y sin grandes emociones?

Contestar a esta pregunta es de vital importancia para la nación americana. Y para contestarla adecuadamente se hacen necesarias grandes dosis de sinceridad radical. Si es cierto que la película “Ted 2” muestra, aunque sea en forma de comedia, la verdadera realidad americana, entonces no hace falta perder mucho tiempo en introspecciones innecesarias e incluso perjudiciales (porque uno siempre corre el riesgo de quedarse atrapado en la cueva que entró a inspeccionar, porque aunque en esa cueva no haya monstruos, salir a la superficie, igual que descender de la cima de la montaña, siempre es tarea arriesgada). Si la película “Ted 2” muestra la realidad real ya sabemos en qué circunstancias se encuentran los americanos en este momento: en una ruptura cultural (no generacional) debido a la cual los personajes de película son más relevantes para la sociedad que los grandes autores de la historia y ya sabemos también en qué consite el  sueño americano: en una inmensa plantación de marihuana.

Al día de hoy ya no sé si esto es o no preocupante. A mí me lo parece. Pero parecer no es lo mismo que ser. Me lo parece porque los personajes de película más influyentes no son precisamente los más sensatos, porque las películas que atraen a más espectadores no son las más profundas ni las más inteligentes. ¿Por qué además habrían de serlo? El cine está pensado para entretener a las masas, no para hacerlas reflexionar. Para eso ya están, o deberían estar los libros y las escuelas. Es posible que algún guionista o algún director dedique un especial cuidado a la psicología del personaje, pero si quiere amortizar los costes de la película habrá de hacerlo sin olvidar los gustos, deseos – o sea, las emociones- del espectador-masa. En otro caso quizás pase a engrosar la larga lista de producciones del cine de ensayo, pero con toda seguridad habrá de buscar una ocupación adicional que le alimente.

En cualquier caso si “Ted 2” no se equivoca, entonces Trump, afirmen lo que afirmen sus rivales y detractores, no es, en absoluto, el introductor de ningún caos que se precie. Más bien es su denunciante, su consecuencia, y si consigue ganar, el que muestra saber cómo aprovecharse de él. Que sepa cómo aprovecharlo no implica ninguna connotación negativa. Simplemente sabe cómo utilizar un determinado utensilio. Tal vez esto consiga detener los efectos terribles del caos, tal vez lo active a la máxima potencia. ¿Quién lo sabe?

En cualquier caso, el método que se ha lanzado para intentar detener el ascenso de Trump, consistente en grandes emociones, en grandes ataques personales, en grandes enfurecimientos acompañados de grandes palabras, no ha servido ni servirá de nada. Lo dicho: las emociones con emociones sólo consiguen inflamarse aún más.

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¿Cómo, pues, se derrota a un alud de emociones?

Sin emociones.

Con la profunda convicción de la lógica y con la consistente actuación del hombre que se comporta en modo lineal hacia el objetivo (por más que el camino consista en una espiral, la espiral se recorre linealmente, o lo que es lo mismo: sin salirse de la espiral) Pero en tanto que la política actual se nutre de emociones, pasiones, dires y diretes a fin de procurar electores, y concede más importancia a los escándalos y a las pasiones, más importancia a las adicciones de Sherlock que a su buen hacer (y lo digo yo, que ya saben lo que me molesta el tema de la droga), en vez de dar prioridad a la eficacia y a la efectividad, las emociones desbordadas tienen todas las probabilidades de triunfar, sea dónde sea. En España como en Estados Unidos; En Estados Unidos como en Gran Bretaña; en Gran Bretaña como en Grecia; en Grecia como en Turquía; en Turquía como en Rusia.

¿Es posible la no-emocionalidad? Lo veo difícil. El problema es que se llama a Sherlock Holmes o cuando los responsables policiales no han dado con el culpable o, cuando la familia no desea verse envuelta en un escándalo y desea llevar el tema lo más discretamente posible. Es entonces cuando más de una y más de dos teorías de la conspiración señalan a Sherlock Holmes como verdadero culpable. Esto precisamente es lo que muestra uno de los capítulos de la serie de Sherlock Holmes protagonizada por Benedict Cumberbatch. De repente, todas las pruebas apuntan a Sherlock como culpable, incluso sus mejores amigos llegan a dudar de él. Moriarty, por el contrario, emerge como inocente y si la memoria no me falla, incluso como víctima. De repente “a” es “no a” y “no a” es “a”. La única salida que le queda a Sherlock es el suicidio (aunque sea un suicidio fingido). En cualquier caso: la desaparición, el ostracismo, y la pérdida del honor.
Francamente ya no sé qué es peor: que “a” sea “a” o que “a” sea “no a”. En cualquier caso todo este tipo de miserias lógicas sólo son posibles sostenidas por las emociones.

¿Y qué pasa con el Brexit?

Cuando se celebraron las elecciones escocesas, dije que sería que no.

Ahora, ante el Brexit británico, digo que será que sí.

Demasiadas emociones que no pueden ser contenidas. Que intentan contenerse a base de emociones y de contra emociones. El Afd alemán es emocional e intenta abrir la caja de Pandora alemana. Por la experiencia pasada y porque la élite aún se caracteriza por un amor a lo racional, a la minimización de emociones aun en época de elecciones, por su convicción en la necesidad de autodisciplina que les impele a mantenerse sobrios en la tormenta, porque han tenido que enfrentarse a demasiadas emociones enlatadas en botes de conserva que aseguraban que todo era racional y bien racional, pero que se han revelado como fraudes y su ingesta les ha causado terribles convulsiones estomacales y grandes dolores de cabeza, Alemania no está dispuesta a dejarse llevar fácilmente por emociones. Pero la tranquilidad del hombre alemán no es pasividad. El hombre alemán está salvando a Europa en estos instantes no porque Alemania sea la locomotora económica sino porque Alemania dispone de una élite intelectual y racional que ha de ganarse día a día y en silencio los libros que sus conciudadanos les permiten leer y el estudio al que esos mismos conciudadanos les permiten dedicarse. Leer y estudiar siguen siendo considerados por muchos alemanes, pasatiempos de niños mimados y una de dos: o ese mimado muestra y demuestra que es útil a la sociedad, o mejor que se apee del carro y ayude a tirar de él. Y tanta dureza por la simple pero cierta razón de que Alemania es pobre y no puede alimentar a los haraganes malcriados.
La OECD con todas sus necedades acerca de la igualdad y la desigualdad que rigen en Alemania, un país en el que la enseñanza es gratuita, en el que incluso los mejores colegios e institutos lo son, en el que incluso las más renombradas universidades lo son, casi consigue desestabilizar a los germanos. Tuvo que pasar algún tiempo y algún que otro desaguisado, antes de que se recordara a los petulantes de la OECD que aquí en Alemania un “Handwerker” (artesanos y demás) está mejor visto, mejor considerado y desde luego mejor remunerado que muchos de los que poseen un título en Política, sociología o filosofía. Sobre todo porque el “Handwerker” innova al mejorar los aparatos con los que trabaja y se atreve a crear empresas y para hacer eso hace falta mucha racionalidad y mucha Fe: la Fe en sí mismo y en su producto. 

¿Emociones? Sí. Las emociones son esencialmente necesarias: para comercializar y vender el producto.

Pero cuando esa racionalidad del alemán desaparezca, cuando el alemán se sumerja en el sueño de las emociones, no habrá sueño que valga. Será una pesadilla.

Y lo mismo en Gran Bretaña. En Gran Bretaña no ha habido ningún dictador porque han sido buenos navegantes  de emociones. Justo cuando parecían que iban a hundirse, conseguían salir a flote. Porque la excentricidad individual (no frikie) de los ingleses, porque su extravagancia, los lleva a sentirse diferentes de los demás. Y ese sentirse diferente – que es distinta a la Fe en uno mismo del alemán- ese sentirse diferente, que justo porque es un “sentirse” es emocional, le obliga a mostrar que él es objetivamente –sin emoción que valga- diferente.

Ya he dicho antes que emoción contra emoción sólo genera violencia. Y el inglés o bien ha de sumirse en la violencia y convertirse en pirata, en jack el destripador o en Mr, Hyde y Dr. Jeckyll o similares, o bien ha de racionalizar dicha violencia, o bien ha de sublimarla, o bien ha de dejarla libre en las tabernas de aquí y allá.El exceso de consumo de alcohol que según se dice padece en estos momentos la sociedad británica indica cuál es su estado actual de desesperación. Tradicionalmente el hombre inglés no ha brillado por su cultura. Esa se la ha dejado a los chicos de Oxford y Cambridge. Pero sí ha brillado por su “sentido común”. El sentido común es el que le ha librado históricamente de los excesos de sus propios excesos. La élite, por su parte, ha tenido buen cuidado en ocuparse del pueblo inglés. No hay nada más peligroso para un gobernante que un vasallo con sentido común. Incluso Cronwell durante el tiempo que estuvo en el poder sirvió al pueblo con honestidad; en caso contrario su tiempo hubiera sido aún más corto. No obstante el pueblo británico, haciendo gala de su gran sentido común, no suele fiarse de los usurpadores, sean estos los que sean, debido a un motivo que revela su gran sensatez: el que usurpa el trono al rey, puede usurpar al pueblo su libertad.

Sin embargo Obama y sus consejeros han obviado parece ser esta cuestión: la de que ningún hombre con sentido común permite a otro que se inmiscuya en sus asuntos sin él haberlo solicitado previamente. Obama va a Gran Bretaña  cargado con emociones de buena voluntad pero sin tener en cuenta el sentido común de los británicos y les pide que permanezcan en la Unión Europea. Al hacerlo comete, desde mi punto de vista, uno de los mayores errores de su historia política: la de decir al pueblo británico lo que el pueblo británico debe hacer –o mejor dicho: no hacer- aunque ese “decir” sea un consejo, un simple enunciado o como ustedes prefieran considerarlo. Obama ha abierto sin querer la caja de los truenos, pero la ha abierto. Y a ver ahora cómo y quién la cierra.

Será que sí porque el pueblo británico ha hecho más o menos lo que los alemanes: ha dejado la cultura a unos pocos, pero ellos se han reservado el sentido común. Esto obliga a las élites británicas igual que obliga a las élites alemanas, a ser efectivas y eficaces. Las élites británicas, en los últimos tiempos,se han dejado llevar por emociones descontroladas y por lo común silenciadas o no tenidas en cuenta. En este sentido tengo la impresión de que el “Brexit Sí” no representa simplemente un “No a Europa”. El “Brexit Sí” (porque será Brexit Sí) significa un No del pueblo británico a la confianza depositada en los políticos británicos; esto es: en la élite británica. No me extraña que más de uno tiemble.

El sentido común del pueblo británico le permite saber que, dentro o fuera de la Unión Europea, los acuerdos comerciales y de tránsito existirán igual que existen con Suiza. Pero ahora, el pueblo británico va a cerrar fronteras para dedicarse a una tarea que había descuidado: la limpieza general de su casa en primavera y desde luego, todo lo que no sirva será tirado por la ventana sin miramientos.

En lo que al pueblo alemán respecta, declara a sus élites, élites, igual que antaño seleccionaba a sus reyes: tras la demostración de esas élites de que merecen ocupar el rango de élites. Pero en el momento en que esa selección se relaje, mucho me temo que corre el peligro de coronar a un Wilhem II o a algo peor. Seguramente esto es lo que no ha pasado desapercibido a Angela Merkel. Seguramente ha comprendido, o ya sabía, que las élites en Alemania tienen que demostrar que lo son y tienen que demostrarlo a base de hechos y no de emociones porque sabe por experiencia propia, que las emociones en Alemania no producen sueños sino pesadillas. Saber que  las emociones no pueden ser combatidas con emociones sino con la absoluta frialdad de espíritu es lo que ha convertido a Angela Merkel en la “presidente” de Europa. ¿Un ejemplo? Cuando en una ocasión, al principio de la oleada de refugiados, Angela Merkel recibió a un grupo de niños sirios, una de las pequeñas se echó a llorar. Angela Merkel la tranquilizó como pudo pero no le dió las esperanzas que muchos, en ese instante, le hubieran dado: la seguridad de permanencia. Angela Merkel fue incluso amonestada públicamente por uno de su equipo a causa de su frialdad. Angela Merkel no se inmutó ni por el llanto de la niña ni por el reproche de su acompañante. La explicación que posteriormente ofreció en televisión fue la misma que la que ha transmitido a Erdogán hace poco: ella no puede dar órdenes que no es a ella sino a otras instituciones, como la Justicia, a quienes corresponde dar. Pero esa misma Merkel que se negaba a beneficiar a la refugiada que lloraba y que con su llanto emocionaba y reblandecía al corazón del espectador, (porque consideraba que eso supondría, respecto a los otros refugiados, privilegiar al refugiado que tiene la suerte de estar en ese acto, de ser niña y de conmover a los espectadores con su llanto, ) fue la misma Angela Merkel que meses más tarde, mientras todos sus compañeros e incluso oponentes se encontraban sumidos en la desesperación profirió convencida aquél: “Lo conseguimos.” Donde ese “lo conseguimos” expresa la Fe más convincente en ella y en el pueblo al que sirve y donde no hay rastro de populismo que valga.

Y por eso, por mucho que el pueblo europeo esté acribillado en estos instantes por pasiones que le confunden y enerva, confia, espera y ansía ahora más que nunca la frialdad de espíritu que es la racionalidad.

En este sentido, que España deba volver a celebrar elecciones no es más que la constatación de que el pueblo español, igual que el resto de los pueblos de Europa, vive sumido en las emociones pero –y esto lo lamentablemente - sus políticos, también.

¿Y Francia? Me pregunta el caldero de sopa abriendo su redonda boca.

¡Ah! Francia, Francia, Francia.

De todo, Francia es, en estos instantes, lo que más me preocupa.

Las emociones francesas o se subliman o estallan...

La bruja ciega.

Y sí, lo sé, probablemente lo sabemos todos:

Algunos no emocionales sueñan con encontrar o ser ellos mismos Sherlock Holmes.

Algunos no emocionales sueñan con construir o llegar a ser ellos mismos robots.

Y otros no emocionales sueñan con levantar el eterno Orden Inamovible, que como todos los órdenes inamovibles de este mundo no es más que su Orden Inamovible, edificado siguiendo las directrices objetivas de su gusto personal, privado e individual para  la impersonal colectividad pública.

De todos los grupos éste es, sin duda, el más peligroso porque está compuesto por quienes se consideran más allá del bien y del mal y a los que por tanto nada de lo que suceda en este mundo les afecta salvo lo que suponga una rebelión o un conato de rebelión porque toda rebelión es un intento no de derrocarles a ellos, simples representantes del Orden Inamovible, sino – y esto es lo terrible, dicen- el intento de mover el Orden Inamovible.

Pero incluso en ese caso resultan los tiranos del Orden Inamovible mejores enemigos que los tiranos que basan su tiranía en el cinismo, en la flexibilidad constante, en la inseguridad permanente, en el no saber qué puede salvar o condenar. En un Orden así, ni Galileo-Brecht hubiera podido salvarse.

El vampiro me sonríe satisfecho al oir decir esto último.
"Querido vampiro, qué equivocado estás" –pienso. Pero esta vez me contento con devolverle una sonrisa de desprecio. Estoy cansada para largos diálogos.














Tuesday, April 26, 2016

Booktubers y Literatura Juvenil.

Hace tiempo que no escribo y soy consciente de que ni siquiera hoy debería hacerlo, pero cumplir la promesa que le hice a Carlota apremia cada día más por motivos que vengan o no vengan al caso, prefiero guardarme para mí. Eso, lo de guardarse determinados temas para uno mismo, empieza a ser en los ambientes fuenteovejunos cada vez más inusual. Allí la representación de las emociones, el espectáculo de los sentimientos, la puesta en escena de libretos que muestran las tensiones entre víctimas que son verdugos y verdugos que en realidad son víctimas, están a la orden del día. Fuenteovejuna ha abandonado la taberna para ir al teatro. Peor aún: Fuenteovejuna ha convertido su vida primero en una taberna al estilo de “todo el que bebe conmigo es mi amigo”; luego la ha transformado en el bar de “todo el que no paga una ronda es un enemigo”; después la ha remodelado en un “tu cara no me gusta, tú no me gustas y por eso te propino un puñetazo”. A continuación mesas y sillas volando por los aires acompañadas de algún que otro cuerpo que ha salido disparado con ellas y mucho ruido, mucha emoción, gritos, peleas y llantos, para terminar todos llorando. Los que han pegado porque les duelen los puños y  los que han sido apaleados porque les duelen todos los huesos. Los de los puños dicen que ellos no se acuerdan de nada pero que ver a los apaleados recordándoles los palos que  han dado les produce un gran dolor y desconsuelo; no por los palos que les han propinado a los apaleados sino por los reproches que los apaleados les están haciendo a los que han apaleado, ellos –los apaleadores- que no se acuerdan de nada... Al final,los apaleados encima de apaleados, condenados. Condenados al silencio, a olvidar o a aceptar el calificativo de rencorosos y de almas duras incapaces de perdonar. Y así, de modo tan fácil, la taberna deviene teatro, el teatro se convierte en televisión, la televisión en política y la política... ¡Ah la política! La política se hace espectáculo y el espectáculo termina en la misma taberna en la que todo empezó con la misma frase: “Todo el que bebe conmigo es mi amigo”.

Y vuelta a empezar. En eso ocupa y gasta su vida la moderna Fuenteovejuna: en pasarla dentro de un círculo que por más que gira y gira termina en el mismo punto en el que nació. El círculo actual no es el hegeliano, no es el de la síntesis. Vivimos, eso sí, en un proceso hegeliano. Vivimos allí porque digan lo que digan algunos, los hipócritas o los empeñados en negar la realidad en la que se encuentran inmersos, queremos vivir allí. No sólo es que queramos, es que incluso luchamos por conseguirlo. El proceso hegeliano se ha convertido en una especie de útero materno, el único lugar donde uno –salvo fuerzas mayores- puede vivir y sobrevivir a resguardo de los peligros que acechan en el exterior. Pero aunque nuestras existencias discurran libre y voluntariamente dentro del proceso hegeliano, el círculo en el que nuestras vidas se deslizan no es en absoluto hegeliano. El círculo en el que continuamente nos movemos es ese terrible: “Todo en el Uno y el Uno en el Todo”, que termina siendo la serpiente que se come la cola. Un círculo que por más que gira y gira, no nos proporciona ninguna antítesis que superar. ¿Cómo podría? Ese círculo no es ninguna Tesis y si no es una Tesis, tampoco puede generar una Antítesis. Mucho menos una síntesis. El círculo en el que transcurren nuestras vidas en estos momentos es una realidad virtual según la cual Todo está en el Uno y el Uno está en el Todo y por tanto todo conocimiento se hace inútil puesto que ya todo está en nosotros, dioses que tienen la capacidad de crear mundos. Todo conocimiento se hace inútil y por tanto lo único que entra en discusión es tu opinión contra mi opinión. O lo que es lo mismo: tu capacidad de sugestión contra mi capacidad de sugestión. En un estado de cosas como ése, el conocimiento resulta verdaderamente inservible.

Algunos editores y algunos libreros se quejan de que no se venden libros porque cada vez hay menos lectores porque cada vez la gente tiene y tendrá menos cerebro para leer. Fuenteovejuna protesta indignada. No es que no lea porque le falte cerebro, dice Fuenteovejuna. El problema es que no hay buenos libros; y los buenos, cuestan mucho dinero –añaden algunos;  y además, aseguran otros antes de encender la videoconsola de juegos, no tienen tiempo. Los editores y libreros moderados admiten que los jóvenes leen. Quienes no leen son los mayores de cincuenta años.
Y yo, que no entiendo cuál es el problema de que no se publiquen buenos libros habiendo tantos buenos clásicos como hay aunque comprendo, realmente comprendo, que muchos lleguen a casa tan cansados y hartos del trabajo, de luchar no contra el hastío del trabajo sino contra el hastío de la atmósfera que allí se respira, tan denso y sulfuroso que algunos días puede llegar a ser irrespirable, que necesiten otros mundos. Lo que no comprendo es por qué esos mundos han de ser siempre mundos filmados y no mundos imaginados a partir de la lectura, por qué han de ser mundos creados por la imagen y no por la palabra...

Sin embargo y pese a todos, editores y libreros dicen que los jóvenes leen. Tanto que algunos incluso recomiendan libros. Booktubers, creo que se llaman. Jóvenes de dieciséis a veintiocho años que exponen sus lecturas favoritas En cualquier caso, tengo gran interés en saber qué leen esos chicos.

Primera sorpresa.: su modo de expresarse.

Segunda sorpresa: los libros que leen.

Tercera sorpresa: mi propia sorpresa.

Su modo de expresarse es sencillamente indescriptible. Cuando escuché hablar a mis primeros booktubers me quedé inmóvil, sin poder reaccionar. Su modo de comportarse ante las cámaras, su forma de presentar los libros, el tono y las diversas tonalidades que adquirían las palabras que pronunciaban al convertirse en sonido me dejaron, literalmente, anodadada. Su idioma y el mío no se parecían en nada, absolutamente en nada. Los adjetivos que utilizaban para describir sus lecturas, el vocabulario a la hora de relatarlos, la repetición de las frases, el modo de gesticular... todo me resultaba nuevo y desconocido. Muchos llevaban los cabellos teñidos de azul, de rosa, su maquillaje era tan excesivo como extravagante, ya fuera pop o gótico. Los motivos que aducían para decidir adentrarse en un libro antes que en otro eran variados; sin embargo, contrariamente a lo que pasaba en mis tiempos, su elección raramente se debía al título sino a la foto que aparecía en portada.
Mi asombro –ruptura generacional- no se quedó ahí. Los booktuber no suelen centrarse en un libro sino en la presentación de las novedades literarias y en la organización de concursos y eventos varios a fin de entretener a los suscriptores. 
En efecto, las editoriales surten de novedades a los booktubers. Así que los Booktubers además de ser lectores son, de algún modo, anunciantes y por anunciantes, vendedores y como buenos vendedores que son primero prueban lo que venden. Lo dicho: la serpiente que se muerde la cola. Los Booktubers me han mostrado por vez primera lo que significa “ruptura generacional.” Debe de ser "ruptura generacional" y no "ruptura cultural" cuando todos ellos actúan delante de la cámara de la misma manera, utilizan expresiones y gestos similares, se visten y maquillan de forma parecida y ponen en escena un mundo que a mí se me antoja incomprensible pero que ellos comprenden perfectamente en qué consiste. Debe ser ruptura "generacional" y no "cultural" cuando entre todos ellos hay un hilo conductor que les comunica, en esa comunicación sin palabras, en esa comunicación en la que las palabras e incluso las miradas sobran, porque todos saben “de qué va” el asunto. Debe ser también esa ruptura generacional la que me lleva a considerar favoritos a los dos booktubers que con menos suscriptores cuentan. El uno, mejicano, tiene catorce mil y la otra, chilena, unos diecisiete mil. Todos los demás que he visto, superan los cuarenta mil y algunos llegan incluso a los doscientos cincuenta mil. 
Para épocas como la nuestra en la que los editores dicen que hoy en día no se lee, los intelectuales afirman que no se lee porque hay demasiada oferta y los profesores ya no saben qué lectura recomendar para conseguir que los jóvenes lean, el éxito de los booktubers –ruptura generacional aquí, ruptura generacional allá- abruma.

Así que una, que soy yo, se pregunta qué libros leen esos jóvenes. Y es entonces cuando yo, que como digo ya he asimilado la ruptura generacional que nos separa, me indigno. Y esto, lo siento, no tiene nada que ver con ruptura generacional que, vuelvo a repetir, la asumo, la acepto e incluso la defiendo, sino con el enfado que un padre muestra a su hijo adolescente, por mucha ruptura generacional que el adolescente se empeñe en hacerle ver. 
Primero porque el padre enojado no es un padre, sino una madre; segundo, porque esa madre no es una madre, es una bruja, y tercero porque esa bruja no es una bruja cualquiera, sino ciega y soy yo.
Y sí: con o sin ruptura generacional, lo cierto es que todos los booktubers que he mirado y escuchado se merecen, sin excepción, una buena reprimenda. Ya es hora de que alguien se los haga saber. 
Tanto con Nuevo Orden Mundial por aquí y Nuevo Orden Mundial por allá y resulta que primero: deciden convertirse en presentadores de las últimas novedades que son, no las últimas novedades, no las novedades vanguardistas, sino las novedades que las editoriales les envían y que son las que las editoriales han decidido que deben ser conocidas. En segundo lugar, ellos que no paran de hablar de igualdad por aquí e igualdad por allá hasta un punto en el que los oídos atruenan porque resulta inútil hacerles comprender que es imposible que todos seamos iguales porque "a" no es "a" porque la capacidad de trabajo (ya no digo la constitución física-psíquica-moral) no es en todos la misma porque ni siquiera el grado de ambición lo es, ellos –digo- que dominan a la perfección el tema de la igualdad, resulta que se lanzan nada más y nada menos que a la presentación de un género que yo siempre he odiado por paternalista, tirano y falso: el de la literatura juvenil.

Sí. A qué negarlo. La literatura juvenil, el término “literatura juvenil” debería borrarse del mapa de las bibliotecas y librerías. Comprendo que ha de haber una literatura infantil: esa que consiste en cuentos y fábulas, esa que trata de ángelitos y monstruos feroces vencidos por caballeros valientes y decididos y que alejan a los niños de las oscuras y laberínticas estancias en las que viven presos los adultos. A la mente de un niño le resulta más sano y reconfortante introducirse en los bosques misteriosos y encantados que enfrentarse a los problemas laborales-sentimentales-económicos-familiares de los adultos que le rodean. Esos adultos que afirman que la niñez, su niñez fue mágica y que la infancia es un lugar sagrado, para a continuación llamar “al mocoso de Pepito y al enano” y ordenarles sin miramiento que hagan menos ruido y acto seguido lamentarse de que “esos hijos son unos bichos”. Por eso, a poco que el “mocoso de Pepito” y su hermano “el enano”, forma abreviada: “Nano”, sean medianamente inteligentes, lo mejor que pueden hacer es adentrarse en los mundos de la fantasía que se encuentra en los cuentos porque allí incluso la fealdad es menos fea que la fealdad que habitan y, sobre todo, menos conflictiva que la suya real..

Bien. Esa es la literatura infantil. Pero ¿Literatura juvenil? Dios mío, a partir de los catorce años uno debería empezar a comprender que el mundo real es un mundo distinto del que debería ser. Esto no ha de atemorizarle ni confundirle tanto hasta el punto de que busque sus propios mundos de caballeros y dragones. Más bien ha de animarle a adentrarse en el mundo real. Ese del que dan cuenta y describen las tragedias griegas, las tragedias inglesas, el teatro francés, la poesía española, la novela victoriana inglesa, la literatura alemana que narra la sobrecogedora atmósfera hitleriana y comunista. Esa literatura alemana que se esfuerza en seguir adelante pese a todos los muertos que desde sus tumbas intentan apresarles los tobillos no se sabe muy bien si para liberarse de sus fosas o para arrastrar a los vivos dentro de ellas, hasta el punto de que hay voces de autores como Dürrenmatt que proponen la justicia por cuenta propia en un mundo en que la justicia no es que sea ciega, es que es inexistente.
La juventud es el momento de las aventuras de Julio Verne, de Stevenson, de Manuel Vázquez Montalbán y su novela “Los mares del Sur”, para descubrir a Gabriel García Marquez y al realismo mágico. El tiempo para leer a Asimov y Tolkien pero también para introducirse en Nietzsche, al modo como se introduce en Bach el joven estudiante de piano. No para que lo entienda a la perfección pero sí para que lo vaya conociendo poco a poco hasta conseguir dominar la técnica, la dinámica, el ritmo, los sentimientos..

Hay tantos, tantos buenos autores, que pueden interesar a los jóvenes no porque sean jóvenes sino por tratarse de hombres y mujeres en construcción a los que hay que mostrar la vida en su totalidad y eso incluye asistir a cada uno de sus momentos. Así que francamente, no entiendo cómo los jóvenes pueden aceptar la literatura juvenil sin desconfianza, ellos que desconfian de todo. Como pueden aceptarla del modo en que la aceptan: contentos y orgullosos de que exista una literatura especialmente creada para ellos, olvidando -o tal vez ignorando- que esa literatura que se llama juvenil es pura y simplemente comercial y está escrita al modo y manera en que los autores –adultos, todo hay que decirlo- creen que mejor pueden seducirlos para hacerles pensar que leen libros profundos, profundamente juveniles quiero decir, profundamente escritos para ellos,cuando en realidad no leen más que guiones de la futura película en la que ese libro se transformará con un poco de suerte, si esos adultos autores consiguen convencer a algún avispado productor que se ha dado cuenta del “gancho” que puede tener esa historia entre consumidores tan insaciables como los jóvenes.

A la ruptura generacional del primer apartado hay que sumar la ruptura cultural del segundo.

Mi sorpresa me sorprende. No sé qué esperaba yo encontrar en esos videos. ¿Acaso una seria conferencia acerca del contenido? ¿Un estudio del lenguaje? 
El contenido de esa literatura juvenil es pobre. Problemas de drogadictos, anoréxicas, parejas usualmente inusuales e inusualmente usuales, madres narcisistas, padres ausentes, falsos amigos, sagas de grandes crímenes y heroicidades de dioses en los que el desgarramiento es pura y simple superficialidad. En fin problemas de lugares o claustrofóbicos o sangrientos o ambos, de los que abundan en la realidad en cantidades que podríamos llamar ilimitadas. Pero ni los libros sociales pueden considerarse costumbristas o naturalistas, al modo de Dickens y Zola, ni las sagas pueden considerarse tragedias al modo clásico. Y de todo, esto quizás sea lo más terrible. Que esos libros sólo pueden recibir el título de “literatura juvenil”, única y exclusivamente  porque están hechos para ser vendidos, consumidos y, a lo sumo, ser proyectados. Libros que con el viento van y con el viento se irán. Y mientras tanto, los buenos autores, incluso los buenos autores actuales, han de conformarse, igual que los buenos booktubers, con el menor número de ejemplares vendidos, con el menor número de lectores y de suscriptores.

Mi sorpresa me sorprende. Al menos desde que ví aquella terrible película Ted 2, que cada vez me parece menos terrible porque fue la película que me mostró mi ruptura generacional y mi ruptura cultural. Sin embargo yo preferí calificarla de “terrible” y no de “realista” por comodidad o tal vez porque en aquel momento yo todavía no estaba preparada para asumir ni la ruptura generacional ni la ruptura cultural.
“Los tiempos han cambiado, vieja bruja ciega”- susurra la conocida voz del vampiro a mis espaldas. “Una nueva era amanece.”
“¿La de la barbarie?” – le pregunto despectiva. “Ah. Olvídalo. El mundo ha sido siempre bárbaro. Incluido el mundo de los libros. Nada nuevo bajo el sol. Los hombres inteligentes han sido siempre pocos y su vida ha estado en constante peligro. Puedes ahorrarte el discurso vampiro. No hay una “nueva era”, la “nueva era” ha sido siempre “la deseada nueva era” y por ella han muerto y padecido los ingenuos justos. Las brujas como yo ya no morimos por nada ni por nadie. Hacemos nuestra revolución “a lo galileo-brecht” no para librarnos de la muerte sino para conseguir algo tan pueril como es morir porque Dios lo quiere y no porque otros hombres lo impongan.”

Mi sorpresa me sorprende porque en realidad, si he de ser sincera, no estoy sorprendida. Mi sorpresa me sorprende porque la ruptura generacional, la cultural y todas las rupturas de este mundo me resultan indiferentes. Me sorprende, sí, que chicos que afirman su libertad, que dicen que estarían dispuestos a morir por proteger su libertad, permitan con tal ingenuidad y tal serenidad de ánimo, que los libros que leen les repitan una y otra vez el término de destino en el sentido de determinación, esto es: de tareas reservadas para ellos, de un camino marcado para ellos que les aguarda. Lo que en alemán se denomina “Bestimmung” y que a mí, francamente, me parece terrible justamente porque asesina a esa libertad. El hombre de nuestros días ya no es, como afirmaba Lutero en los suyos, un hombre sometido a Dios pero tampoco es un hombre poseído de una libertad que se desarrolla siguiendo los designios de Dios o se aniquila desobedeciendo los mandatos divinos, como sostenía Erasmo de Rotterdam. El hombre actual tampoco está condenado a la libertad absoluta, como afirmó Nietzsche al descubrir que Dios había muerto. La libertad de los jóvenes no es nihilista. Tiene un punto de apoyo. Y ese punto de apoyo es el camino marcado y señalado que los libros juveniles y películas juveniles les dicen que existe para ser recorridos por ellos y nada más que por ellos. Un camino que está aguardando a que lo recorran porque ellos son los verdaderos caminantes y para los verdaderos caminantes ha sido trazado ese camino.
El punto de apoyo para los jóvenes actuales no es Dios, sino su propia autorealización personal e individual pero en tanto en cuanto esa autorealización ya ha sido diseñada de antemano para ellos por fuerzas indefinidas que controlan el mundo, resulta que la libertad del joven consiste en encontrarla. La libertad del joven es así, una libertad encaminada a buscar la senda que le espera sólo a él. Curiosamente, en un mundo en el que los adultos se obstinan en vivir en la realidad virtual, los jóvenes que leen se adentran en mundos en los que los heroes encuentran y siguen su destino, su llamamiento marcado por no se sabe qué poderosas fuerzas.

Adultos y jóvenes se sienten perdidos en el mundo en que habitan. Unos, los adultos, se aferran a la realidad virtual porque gracias a lo virtual de la realidad pueden construir mundos a su imagen y semejanza, mundos de los que ellos son el amo poderoso, mundos paralelos que pueden expandirse con la energía de la seducción, de la medias verdades, de la flexible flexibilidad de criterios y planteamientos..  

Los jóvenes saben que con adultos así no disponen de estables agarraderas a las que poder sujetarse en caso de tormentas y huracanes. Unos se zambullen en los libros problemáticos, a modo de “manual de primeros auxilios” o “qué hacer en caso de.. “ y otros acuden a libros más espirituales del tipo de “cómo enfrentarme al destino que me han marcado los dioses.”
En este sentido los jóvenes son más pesimistas y más inseguros que los adultos. Los adultos todavía están convencidos de que pueden crear mundos con su libertad. Los jóvenes, en cambio,  sólo aspiran a que su libertad les permita encontrar aquéllo para lo cual han sido creados, que les ayude a descubrir el verdadero sentido de su existencia. Sentido que ellos no han puesto ni han creado. Otras fuerzas más poderosas lo han hecho. Su libertad les permite, eso sí, hallar, realizar este sentido y de este modo unirse a esas fuerzas.

¡Y llamamos a estos tiempos irreligiosos y laicos! ¡Ja! ¡Qué más quisiéramos! Lo único que falta es la Fe. Todo lo demás existe, subsiste y permanecerá para mal de muchos y contento de otros.


Adultos y jóvenes están perdidos en un mundo de vendedores, comerciantes, marketing, postureos, imágenes, seducciones, mobbing, amigos, amigas, la pandi, compis y enemis, cuerpo escultural, imagen perfecta, en venta las veinticuatro horas al día, ¿qué pasa si nadie me compra? ¡No quiero ni pensarlo! ¡Qué horror! ¿cambio de estrategia? ¡cambio de estrategia! ¿cambio de imagen? ¡cambio de imagen! ¿cambio de producto? ¡Cambio de producto!
“Invento y me reinvento” ¿Qué tal queda como slogan?

La bruja ciega.

Y que ninguno de ellos, ninguno, se rebele contra la Literatura Juvenil por Juvenil, no por Literatura...

Y que todos ellos crean que son libres...

En fin...


Creo que será mejor que el próximo artículo lo dedique a Böhmermann y al Brexit que aunque muchos no lo crean, darán seguramente mucho menos que hablar que el tema de la Literatura Juvenil. 

Friday, April 15, 2016

“Böhmi pipi-caca-culo” y el bravo soldado Svejk

No es posible. No puede serlo. No debería serlo. Un país como Alemania, la llamada “locomotora” de Europa, una de las mayores potencias del mundo, anda deshojando margaritas con el caso Böhmermann “pipi-caca-culo.”

En algún sitio he leído que los que apoyan a Böhmermann lo hacen porque ya sienten amenazada la libertad. Es que lo está. La libertad, como la vida, está siempre amenazada. Estamos vivos hasta que estamos muertos. Somos libres hasta que nos convertimos en esclavos. En nuestras manos no está el predecir ni lo uno ni lo otro. Podemos, claro, ir al médico; podemos adoptar las medidas higiénicas más efectivas y nutrirnos con los alimentos más sanos; podemos caminar con casco y trabajar con ropa de seguridad. Ello tal vez tranquilice al miedoso pero cuando la muerte llame a su puerta ésta se abrirá sin oponer resistencia alguna y cuando la muerte apoye la mano en su hombro caerá, da igual cuántos cascos y cuánta salud rebose su cuerpo. Con la esclavitud sucede lo mismo. Nos levantamos siendo libres y establecemos todas las leyes, reglas y medidas necesarias para que esa situación se mantenga. Por la noche hemos de admitir resignados que un simple guijarro en el zapato nos ha convertido en esclavos sin que nosotros mismos podamos explicar cómo ha sucedido. A veces ese guijarro es un partido que critica a la democracia ocultando que su exigencia de una democracia más democrática se refiere única y exclusivamente a una democracia individual: la suya. Y de este modo, ese individuo individualmente democrático termina imponiendo “su democracia individual” al mismo pueblo que libre y voluntariamente lo ha elegido. A veces el guijarro está realmente en nuestro zapato y  justo cuando nos hemos sentado para sacarlo nosotros mismos, aparece un falso profeta que solícito se presta a hacerlo él y cuando vamos a darle las gracias por una ayuda que en realidad no era necesaria pero que hemos aceptado por ser amables con ese que tantos deseos parecía mostrar por ayudarnos, para que ese hombre tan bondadoso y tan dispuesto a ejercer el amor al prójimo pueda sentirse contento consigo mismo porque aunque no necesitemos su colaboración es importante mantener la armonía en el mundo y nosotros no queremos ser la causa de la tristeza de ese hombre que con tanta dulzura se apresura a liberarnos de cualquier incomodidad y por eso aceptamos que se agache y nos quite el zapato, – ¡hace falta tener interés en nosotros, almas solitarias que se sienten tan solas a pesar de estar rodeadas de personas que se preocupan por nosotros aunque nosotros sabemos que su preocupación es meramente fingida porque  nosotros sabemos que esas personas que dicen preocuparse por nosotros en realidad sólo buscan su propio interés pero a nosotros no nos engañan y por eso nos hemos peleado con la novia de toda la vida antes de salir de casa, porque la novia de toda la vida estaba a vueltas con la idea de que deberíamos casarnos y nosotros no queremos casarnos porque queremos mantener nuestra libertad y en esta falta de respeto, en este no-respeto, a nuestro deseo de libertad es donde claramente se ve que nuestra novia de toda la vida no se preocupa de nosotros sino solamente de ella y por eso hemos salido dando un portazo sin ni siquiera calzarnos y ya en la acera, al ponernos los zapatos se ha metido un guijarro en nuestro zapato por culpa de nuestra novia de toda la vida que finge amarnos pero que no nos ama porque si no en vez de querer casarse querría que nosotros conserváramos nuestra libertad -  y una vez que nos ha descalzado aquél hombre toma nuestro zapato y antes de introducirse en él lo husmea - ¡alma generosa! ¡alma noble! ¡clara muestra inequívoca de que persigue nuestros intereses con la misma fuerza con la que lo hacemos nosotros! ¿qué digo “la misma”?, ¡más, mucho más que nosotros! Nosotros, que volvemos la nariz a otra parte mientras él se introduce por completo en ese rectángulo oscuro, cerrado y maloliente sin ningún tipo de escrúpulos y una vez ya dentro se concentra en el guijarro con espíritu de espeleólogo y nos pide material: cuerdas, picos, palas, luz, tornillos, martillos... y nosotros, admirados por aquél espíritu valiente, audaz, intrépido y generoso le vamos proporcionando todo lo que nos demanda conforme nos los va demandando mientras pensamos en la egoísta de nuestra amante y en la justicia divina que nos envía almas tan bellas para consolarnos de nuestros pesares y al final, cuando vamos a darle las gracias por aquéllo que realmente no necesitábamos pero que hemos aceptado por hacerle un favor para que él se sintiera mejor consigo mismo por hacernos un favor y nosotros nos sintiéramos mejor con nosotros mismos por haberle hecho un favor a él y el mundo se sintiera mejor con el mundo por albergar a dos personas tan amables como nosotros, entonces, digo, le tendemos la mano para estrechársela, nos ponemos en pie y notamos sin comprender, impedidos por la sorpresa, que no nos podemos mover de donde estamos, que nuestro pie está completamente pegado al zapato y el zapato a una extraña máquina que sólo obedece las órdenes del que la dirige, o sea: el otro. Y le preguntamos a ese otro qué que ha hecho, qué si se trata de una pesada broma. Y la sorpresa da lugar a la risa nerviosa, venga va déjese de bromas, y la risa al enfado, quién se cree usted qué es,  y el enfado al grito, policía, y el grito a la desesperación, que alguien me ayude. Pero después de la desesperación no viene nada más que la realidad: hemos sido encadenados y somos esclavos. Y todo eso por un simple guijarro en el zapato. Por estar en el sitio equivocado en el momento equivocado con la amabilidad equivocada, esa amabilidad que le hemos negado a nuestra novia de toda la vida porque desde luego no vamos a tolerar que una novia de toda la vida nos encadene con esa historia del matrimonio, porque nosotros somos espíritus libres y el matrimonio es una cadena y tampoco queremos hijos que encadenan aún más y esos de por vida. Hemos dejado a la novia de toda la vida y a los hijos y nos hemos ido y hete aquí que un guijarro, un simple guijarro en el zapato, ha conseguido despojarnos de la libertad real y consiguientemente de la libertad espiritual y ahora desearíamos que vinieran la novia de toda la vida y los hijos a salvarnos, a liberarnos, esos que hace poco pensábamos que eran nuestros carceleros o al menos que pretendían serlo.

Pero nadie viene y nosotros quedamos condenados a la esclavitud más esclava.

Así la muerte, así la esclavitud. Corremos lejos de ellas y las encontramos aguardándonos en la meta.
Y ahora viene Böhmermann “caca-pis-culo” y suelta su “poema”. Y dicen que antes avisó de que eso era un ejemplo de lo que “no se debía decir”. Böhmermann, bravo soldado Svejk, dice que va a decir lo que está prohibido decir para que todos sepan lo que está prohibido decir y a continuación suelta el “pipi-caca-culo” más famoso de los últimos tiempos. Y el presidente Erdogan se enoja. Es el enojo de Erdogan lo humorístico, no la poesía “pipi-caca-culo” de Böhmermann. Muy posiblemente la madre de Böhmermann, esté donde esté, ha llamado a su hijo para amonestarle dulcemente, como sólo lo saben hacer las madres alemanas, y esto –lo de amonestar dulcemente a los hijos- es, lo reconozco, un arte que sólo ellas (y algunas, sólo algunas, madres francesas) dominan. Nada de gritos, nada de llantos, nada de sermones. Únicamente una tranquila frase aderezada con un ligero toque de disgustada decepción “Oh, Böhni, bitte, ¿de verdad era “pipi-caca-culo” necesario? Oh. Böhni... ya sabes que esas formas no son las más adecuadas.” Y vemos a Böhni-Böhmermann con esa cara de petit-spirou alemán, que se acerca a su madre para darle un beso y  como quien habla con una mujer asustada, - una mujer asustada esa madre que ha luchado y matado a los dragones más terribles, ella que se ha enfrentado a los enanos más traidores para proteger a su Böhmi-Sigfrido – como quien habla con una mujer con el aspecto de mujer indefensa ante un sigfri-Böhmi dulce pero resuelto, como se acercan los fuertes a las almas débiles, a sabiendas de que el alma de su madre no es en absoluto débil, pero que justamente porque no es en absoluto débil sino inmensamente fuerte merece ser más tiernamente consolada que las almas débiles, le dice al tiempo que se introduce despreocupadamente un gran trozo de tarta de queso en la boca: “Keine Sorge, mama. Hm, qué bien sabe tu tarta de queso. Y dime, ¿ya tenéis planeadas vuestras vacaciones?”. Y esas dos almas fuertes, la una serena y la otra traviesa, cambian de locación y viajan por los espacios incorpóreos de la geografía universal en busca de unas “adecuadas vacaciones”. Gran, terrible problema ese de “adecuadas vacaciones”.

Más complicado e importante, desde luego, que el “pipi-caca-culo” de Böhmi.

Pero Erdogán clama Justicia. Erdogán pide Justicia a gritos. Y de repente Turquía, que primero se transformó en Turquía-Erdogán ahora se ha transformado en Erdogán-Turquía, de modo y manera que parece que el que molesta a Erdogán individuo ha de molestar a Turquía-nación.

Y Alemania no sabe a quién ha de hacer Justicia ¿A Erdogán individuo enervado? ¿A Turquía-Erdogán? ¿A Erdogán-Turquía? ¿Es decir Erdogán decir Turquía? ¿Hasta qué punto? ¿Cuando un individuo llama a Obama “Anticristo” y a Merkel “nazi” está insultado a los Estados Unidos de América y a Alemania o está insultando a Obama y a Merkel? ¿A quién insulta un humorista cuando señala a Erdogán y dice “pipí-caca-culo”? ¿a Erdogán o a Turquía? ¿El turco que está desacuerdo en Alemania con la política de Erdogán y cuando llega a su bar de costumbre ve la imagen de Erdogan en la televisión y señalando a Erdogán exclama “pipi-caca-culo” insulta a Erdogán o a Turquía? ¿Puede considerarse ese turco un traidor a su patria?

Y Böhmi “pipi-caca-culo” ¿no representa él también la Alemania? Más aún ¿no la constituye? Él que es elector-contribuyente-cliente de su propio país ¿no lo representa? Y si lo representa, igual que Erdogán representa a Turquía, puede significar que /“Erdogán-a mí la justicia”-Turquía/ declare la guerra a /“Böhmi-pipi-caca-culo”- Alemania/ y que toda Turquía y toda Alemania tengan que prepararse para un enfrentamiento bélico de consecuencias inimaginables, unos para defender a /“Erdogán-a mí la justicia”-Turquía/ y otros para apoyar a /“Böhmi-pipi-caca-culo”-Alemania/?

No me digan que tal idea les hace reir. No sería la primera vez en la historia que hubiera sucedido algo semejante.

Lo dicho: a veces nos levantamos libres y por un simple guijarro en el zapato, por un simple y sencillo molesto guijarro en el zapato, nos acostamos –víctimas de nuestra propia estupidez y narcisismo - esclavos.

Y todo porque estábamos tan ocupados afirmando nuestra libertad frente a nuestra amante, nuestro jefe, nuestros hijos, nuestros vecinos, incluso frente a nosotros mismos, que diaria y disciplinadamente practicamos el ejercicio de la libertad –nuestra libertad- igual que diaria y disciplinadamente hacemos deporte, que no nos hemos preocupado de propinar un contundente y sonoro “NO” a quién y cuándo era realmente oportuno, necesario e imprescindible hacerlo.

Menudo teatro el de “Böhmi-pipi-caca-culo” y “Erdogán-a mí justicia- Turquía”

Con el alud de problemas que tiene que resolver Europa  y este guijarro en el zapato amenaza con encadenarla a un sinfín de complicaciones innecesarias, absurdas y motivadas por lo que parece por razones a todas luces, oscuras. Más oscuras que el “pipi-caca-culo” de Böhmi.

El espectador ronca con una sonrisa de felicidad en el sofá.

Son los Böhmi de este mundo los que le recuerdan lo mucho que cuesta ser libre y lo mucho que cuesta seguir siéndolo.

Son los Böhmi de este mundo los que le hacen que el espectador se sienta orgulloso de ser alemán.

Oh... Oh...

El “Erdogán-a mí justicia-Turquía” acaba de destapar la caja de Pandora.

El vampiro me mira con ojos relucientes de orgullo y yo sé lo que ese brillo maléfico y altivo significa.

Pase lo que pase, sea Böhmi-pipi-caca-culo condenado o no lo sea,  él, el vampiro, ha ganado una partida con la que ni siquiera contaba.

¿ O tal vez sí?

Me estremezco al pensar en el poder de sugestión  que los vampiros despliegan en sus reuniones sociales.

El vampiro sonríe misteriosamente.

Y yo, yo corro a coger mi escoba: !"Böhmi-pipi-caca-culo" es un guijarro en el zapato alemán pero por la estrella y mi escoba que no serás tú quien se lo quite!Jan Böhmermann es un guijarro en el zapato, pero la única forma de seguir siendo libres es o dejando libre al guijarro o seguir caminando con él en el zapato sin prestarle mayor atención."

Pero por mucho que mi tono intente sonar contundente ambos sabemos que la nerviosa soy yo y el tranquilo, él.

Nacionalismus  Habemus

La bruja ciega.

Y por si no me he expresado bien, creo:

Que Böhmermann debería quedar libre y sin cargos. No porque sea un humorista sino porque, sencillamente, creo –sinceramente lo creo- que los insultos a los vecinos – que nunca o raramente se penan por la justicia, que la mayor parte de las veces únicamente provocan risas solapadas de los abogados y juristas al ver a esos dos energúmenos discutir por temas tan baladís como la valla separadora del jardín- son los únicos que en realidad deberían ser tenidos en cuenta y  penalizados. Los insultos entre vecinos ponen en peligro la convivencia y el mantenimiento de la paz del lugar, generan importantes daños de índole psicopsomática, con lo cual los gastos sanitarios se disparan y en ocasiones provocan vendettas que repercuten en las nuevas generaciones y sus efectos terminan por expandirse al resto de la sociedad.

Böhmermann debería quedar libre de cargos porque los insultos a los representantes de los gobiernos deberían dejar de ser insultos penados por la ley. Porque esos representantes llevan en sus manos las vidas y los destinos de miles de hombres y es normal que muchos de esos ciudadanos y muchos de esos destinos se sientan decepcionados y despechados y es necesario e incluso justo que puedan expresar su ira y su enfado del único modo y manera que saben. A veces les faltan las palabras y otras los argumentos. Se empieza siempre por los Böhmermann de este mundo y se termina por los Svejk del siguiente. 

¿Qué será lo siguiente? El bar Facebook ha sido cerrado, la taberna Twitter, también. Allí donde no han sido cerrados, son vigilados y no sólo por el gobierno y los diferentes grupos de poder; también por los jefes de su trabajo e incluso por sus futuros jefes, además de los consabidos vendedores. Esto es lo único que no ha variado. antes entraban vendiendo rosas y periódicos y ahora en vez de perder el tiempo ofreciendo productos que no interesan, se dedican a analizar el gusto  y las necesidades de cada cliente que acude al bar. ¿Pero desde cuándo van los jefes a la taberna a vigilar a sus trabajadores para hacerles sufrir a esos trabajadores las correspondientes represalias por lo que allí, en la taberna, esos trabajadores hacen y dicen? Eso no se les ocurre ni a los maestros más retrógrados.

¿Qué será lo siguiente? ¿Introducir espías como los que se describe en el libro del bravo soldado? ¿Espías que sean los ojos y los oídos del tirano  y que estén revestidos de la potestad necesaria para actuar y poner una denuncia en su nombre?


Penar a Böhmermann es un error
      Para la sociedad .





Tuesday, April 12, 2016

Jan Böhmermann o "El nombre de la Rosa" de Umberto Eco y Mario Conde o “la canción del pirata”, de José de Espronceda.

Ayer detuvieron a Mario Conde y no tardarán en hacer lo mismo con Jan Böhmermann. Se huele en el ambiente. A Mario Conde lo han detenido acusándole de blanquear dinero. Al parecer estaba trayendo el dinero que tenía oculto en las cuentas suizas y que, al parecer, tampoco le pertenecían a él sino que eran propiedad del Banesto. Esto empieza a parecerse a una de esas novelas en la que la trama, lejos de desenredarse con el tiempo, se complica hasta que ya no se sabe ni donde empieza la madeja. En medio de la apertura de los papeles de Panamá se detiene a Mario Conde por un delito que no tiene nada que ver con los papeles de Panamá, el ministro revela que es el tercer mayor moroso a Hacienda, - habría que preguntar a Hacienda cómo es posible que consienta que un ciudadano le  adeude diez millones de euros sin intervenir mucho antes, máxime cuando Hacienda sabe que ese deudor es el tercer moroso más importante del país además de un individuo probadamente criminal. 
A Mario Conde se le acusa de traer dinero de Suiza a España y se le detiene sin miramientos a él y a siete personas más, hijos incluidos. 
A Jan Böhmermann le acusan también de blanqueo pero no económico sino intelectual. A Böhnermann se le recrimina querer blanquear insultos e improperios por medio no de empresas de cosméticos, como Mario Conde, sino por medio de su profesión de humorista.

Mario Conde y Jan Böhnermann tienen sus días contados. El individuo individual tiene sus días contados. Bien mirado es un milagro que el individuo individual haya llegado hasta nuestros días. La ilustración, desde luego, le dió unas palmaditas en la espalda y el romanticismo le lanzó a nuevos mundos y nuevos infiernos, pero el progreso lo ha dejado en hibernación y la era digital va camino de congelarlo vivo. Así es la vida. Pero algunos como Mario Conde y Jan Böhnermann se obstinan en admitirlo. Los que los califican de delincuentes se equivocan. En realidad ambos son dos perfectos ingenuos inocentes que están convencidos de la fuerza individual del individuo para triunfar. Ello se debe seguramente a que ambos, a pesar de la diferencia de edad que los separa, han crecido convencidos de la verdad de las palabras de Espronceda: “Que es mi barco mi tesoro, /que es mi dios la libertad,/ mi ley la fuerza y el viento,/ mi única patria, la mar.”

Lo que en resumidas cuentas viene a significar: ni dios, ni ley, ni patria.

Ahí están los dos. A la espera de recibir Justicia. Justicia individual pero no individualizada. Justicia desde todos para todos, ellos incluidos, se les dice desde los medios de comunicación. Eso, en el fondo, es, supongo, lo que más debe molestarles: el tener que ser juzgados por las leyes del sistema, ellos que se empeñan en estar fuera y luchar contra ese sistema o, al menos, reirse de él.

¿Tienen razón? ¡Quién lo sabe! Hace poco alguien afirmó que Hacienda no éramos todos; hace poco alguien dijo que en los paraísos fiscales también habitaban empresas que se acogían a los privilegios que sus respectivos gobiernos concedían a determinados negocios. En el fondo es lo mismo de siempre ¿quién ha visto a “todo el mundo”? y ¿quién predica la inexistente existencia de “todos somos iguales”? Suceda lo que suceda, le moleste a quien le moleste y para bien o para mal una cosa ha quedado ya claramente constatada: Mario Conde y Jan Böhnermann pertenecen a un grupo distinto de los normales mortales de este mundo.

Mario Conde lucha contra el sistema desde el sistema con el sistema para su propio beneficio vestido a lo gentleman. Jan Böhnerman lucha contra el sistema desde el sistema con el sistema para su propio beneficio y el de su sociedad vestido de payaso.

Ambos se reirán de esos mortales que ahora los señalan inquisidores con el dedo. Ya lo verán ustedes. No lo han hecho bien, lo sabemos todos. La estrategia de Mario Conde deja mucho que desear, igual que la calidad del poema de Böhnermann. Y esto, justamente esto, es lo que me inquieta. Dos brillantes mentes lo hacen mal, rematadamente mal. Espero, por el bien de la Humanidad, que haya sido deliberadamente. En otro caso, la Humanidad –sea lo que sea la Humanidad- está perdida; por lo menos, en lo que a la Humanidad de individuos, se refiere. Si los individuos que creíamos brillantes no lo son, imagínense ustedes los bribones de medio pelo.

Sí. Lo confieso. Espero que esa aparente torpeza sea solamente aparente.

¿Han visto ustedes “el video de la peineta-no peineta de Varoufakis” de Böhnermann? Genial. Sencillamente genial. Un hombre que hace ese video no puede componer una poesía tan zafia, tan de mal gusto, como la que ha escrito a no ser que su propósito fuera el de conseguir justo el que ha conseguido: el de mostrar el verdadero rostro de Erdogan en su más clara y diáfana imagen, el de constatar no sólo que Erdogan no tiene humor y que no admite la ironía, sino que sus tentáculos se expanden hasta nuestro propio hogar. El poema de Böhnermann es demasiado adolescente, demasiado obsceno –pipí, caca, culo- para ser considerado seriamente. Detrás de tanta suciedad lingüística se esconde un objetivo claro: el de desvelar la verdadera naturaleza del tirano que permanece oculta, con la aquiescencia de la política real,  bajo la manta de guardador-salvador de Europa. Böhnermann no pretende hacer una composición ni bella ni inteligente. Pretende llevar las cosas hasta su límite más extremo para, una vez allí, averiguar lo que sucede. Böhnermann no pasará a la historia por poeta, ni por su fino humor, pero sí, en cambio, por su espíritu de investigador, de científico experimental. "¿Qué pasaría si...?", se pregunta Böhnermann. Establece una hipótesis, primero y acto seguido la contrasta con la realidad, en la realidad, poniendo en riesgo su propia vida. Todo sea por el bien de la Ciencia.
¿Deberían dejarlo libre? Deberían, sí, deberían. Igual que se deja libre a la multitud de científicos que en estos instantes están llevando a cabo experimentos a cual más insensato para probar teorías que sólo interesan a los insensatos, como la de descubrir el ADN del mosquito original a fin de combatir enfermades tales como la malaria y que terminan provocando nuevos virus y quebraderos de cabeza. 
¿Deberían dejarlo libre? Deberían, sí, deberían. Empezar a condenar a los humoristas por el ejercicio de su profesión de la que forma parte la irreverencia, significa terminar condenando a los ciudadanos por los improperios que sueltan en el bar a la salida del trabajo cuando les invade el cansancio, la frustración por no llegar a fin de mes y unas cuantas copas de más. 
¿Ha sacado Böhnermann las cosas de quicio? Nadie lo niega. 
¿Es una mala poesía? No se puede escribir una peor. Y justo porque se trata de una mala poesía, una rematadamente mala poesía, ha de pensarse que es deliberadamente mala y consiguientemente que pretende algo más que difamar simplemente a Erdogán. Es que ni siquiera puede llamarse difamación a lo que hace justo porque todos sabemos que cualquier parecido con la realidad es casualidad. Y hete aquí que en el preciso instante en que el espectador está dando cabezadas en su sillón, primero porque sabe que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, y segundo porque la poesía es mala, decididamente mala, un grito desgarrador –el de Erdogán-  pidiendo justicia consigue sacarle de su apatía. Es entonces y sólo entonces cuando el espectador adormecido por la baja calidad de la poesía y la falta de finura del poeta a la hora de hablar de otros, mucha menos que la que él, el espectador, tiene a la hora de hablar de su vecino, se despierta asustado y escucha a un encolerizado Erdogán clamando por su honor que se haga justicia porque le han insultado. Y es ahí donde empieza, precisamente, la parte humorística, la parte artística, la parte satírica, brillante, única, del tema. ¿No es fantástico? Resulta que Böhnermann no está solo en su función. Resulta que hay otro actor: Erdogán. La poesía soez y pueril de Böhnerman únicamente podía alcanzar su esplendor con la ayuda de Erdogán. Sin su colaboración, sin su reacción -tan pueril como la poesía de Böhnermann-  la poesía de Böhnermann habría pasado desapercibida. El espectador habría murmuradoo a lo sumo aquéllo de "hay gente pa tó" o aquéllo de "lo que hay que hacer pa ganarse la vida" o tal vez "que bajo  ha caído este Böhnermann."
Pero hete aquí que Erdogán se aviene a cumplir, a representar, la parte que Böhnermann había escrito para él y enfurecido grita al modo en que grita un caballero espanol cuando en el siglo de oro de su patria, que es también el siglo del teatro de Lope de Vega, se ve asaltado por un par de rufianes:  "!Auxilio! !A mí la Justicia!"

--El espectador adormecido despierta sobresaltado, mira a su alrededor asustado y sin  comprender, ve a Erdogan  hecho un basilisco, comprende finalmente y rie a mandíbula batiente.-  

Punto para Böhnermann.  Pase lo que pase Böhnermann ha ganado.

¿Debería castigarse a Böhnermann? No. No debería. 

Es cierto, la puesta en escena es soez y la poesía es mala pero si se castiga a Böhnermann nos arriesgamos a que el hombre de a pie, el hombre que no piensa lo que dice porque no tiene ni tiempo ni ganas ni fuerzas para hacerlo, pueda ser condenado por casi cualquier cosa que dice que no se adapte a la realidad, que es en determinados sitios y ocasiones, la mayor parte. ¿Cuántos videos no existen afirmando que Obama es el Anticristo y Merkel su cómplice? Más de uno y más de dos. ¿Han ido los autores de esos videos a la cárcel? No ¿Por qué? Pues justamente por eso: porque todos los seres racionales del Planeta, y somos unos cuantos, sabemos que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, suponiendo que exista alguna”. Así que los vemos, nos divertimos y los olvidamos; y desde luego lo que son los protagonistas, esos ni los ven ni les interesa verlos y mucho menos les quitan el sueño, por no hablar ya de encolerizarlos. Tienen otros problemas más importantes en qué pensar. Y este es el segundo problema en el que nos introduce la reacción de Erdogán. El primero era que el grito despertaba al espectador y le obligaba a fijarse seriamente en el texto de una poesía que de mala no había por donde cogerla. El segundo es que obliga a reflexionar a Fuenteovejuna sobre la cantidad de tiempo de que dispone Erdogán que incluso le permite ver tales insustanciales programas. El tercero es el peligro de que individuos así terminen por  introducirnos en mundos que quisimos dejar atrás, en mundos paralelos similares al del soldado Svejk,  que consigue ridiculizar la dignidad de la que pretenden hacer gala todos aquellos hombres pertenecientes a la buena sociedad o, peor aún,envueltos por la misma atmósfera medieval en la que transcurre la acción del brillante libro “el nombre de la rosa” de Umberto Eco, en el cual el criminal es un monje decidido a que nadie lea la obra de Aristóteles acerca del efecto de catarsis que produce la risa porque ese monje está convencido de que la risa es nefasta y cosa del diablo. Es claro: lo que a unos les hace reir, a otros les acalora, pero no es menos cierto que si el hombre público disfruta de más derechos que el hombre corriente, también debería disfrutar de una piel más dura y considerar que la chanza sobre él en privado y en público, manifestada por un humorista o por el hombre de a pie, el ciudadano normal, forman parte de la catarsis del pueblo.

Hasta cierto punto, nos encontramos nuevamente en esos mundos de los que pretendíamos haber salido. Erdogán nos ha devuelto allí con un grito. 

Si Böhnermann es encarcelado, se encarcela al hombre-individuo y se deja afuera y en libertad al hombre-masa, que seguirá maquinando y cometiendo nuevas atrocidades con total impunidad.

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En cuanto a Mario Conde, qué decir: algunos afirman que se trata de un ladrón de guante blanco que sigue empeñado en enfrentarse al sistema porque está convencido: primero, que él es una víctima del sistema; segundo, que él es más listo que el sistema; tercero, que consiguientemente tiene derecho a tomar lo que él en justicia, en su consideración individual de justicia, considera que le pertenece. Y hay incluso quien apunta que Mario Conde hizo determinados “favores” a los poderosos pensando que de esta forma los poderosos quedaban deudores ante él. Los poderosos, en efecto, le pagaron dichos favores: con la cárcel.

De ser esto último cierto, ello pondría de manifiesto que Mario Conde ni era tan listo como pensaba ni se había deshecho, pese a su riqueza, de la mentalidad de la clase media. Ello significaría, igualmente,  que Mario Conde no era simplemente una víctima del sistema, como él cree sino – y lo que es peor- una víctima de su propia inocencia. Cualquier bruja sabe que a los poderosos no se les hacen “favores”. A los poderosos se les “prestan servicios”, que es otra cosa distinta de los “favores”, y el vasallo nunca está seguro de que va a cobrar lo que el poderoso le ha sugerido, anunciado o prometido que va a cobrar  hasta que no lo tiene en la mano. El vasallo puede, claro, obligar al poderoso a firmar un contrato, pero ni aún en este caso puede el vasallo tener la certeza de que el contrato no adolece de algún defecto de forma que lo invalide o que exista alguna circunstancia que lo anule. Si Mario Conde creía que le estaba haciendo un favor a un poderoso es que era realmente un ingenuo y por tanto no puede ser el Moriarty que en los medios de comunicación se asegura que es. Los favores se hacen entre amigos y los poderosos nunca tienen amigos. Tienen, a lo más, rivales y aspirantes al trono: a su trono. Por otra parte, a la mentalidad de la clase media corresponde el “yo por tí y tú por mí.” La clase de los Poderosos se rige por otros criterios: el de “cada cual para sí y por sí.” Incluso cuando se grita el consabido: “que gane el mejor”,  ese “mejor”, no puede entenderse, cuando nos adentramos en el campo de los poderosos como “que gane el de más merito” sino que debe ser traducido como “que gane el que consiga derrotar a todos los otros y seguir vivo.”
La grave amenaza para una sociedad, aunque pueda parecer inverosímil, no la constituyen los poderosos. La existencia de “los poderosos” es connatural a cualquier organización social y de lo que se trata, por tanto, no es de “hacer desaparecer a los poderosos” , como algunas revoluciones pretenden, porque ello lo único que conseguiría es la sustitución de un grupo de poderosos por otro grupo de poderosos. De lo que se trata, más que luchar por la desaparición de algo que precisamente por ser consustancial a la sociedad misma terminaría provocando la desaparición de esa sociedad,  es de acordar e imponer una serie de mecanismos para limitar el campo de acción de dichos poderosos. Uno de esos mecanismos es la instauración de la democracia como sistema político.

El problema surge cuando algunos políticos de un sistema político democrático, precisamente por la importancia que su misión tiene: la de controladores de la extensión de la libertad y seguridad de los ciudadanos frente a los poderosos, pasan ellos mismos a considerarse “los poderosos” y en función de esta apreciación establecen unas reglas de juego para ellos, diferentes de las otras reglas que rigen el juego del resto de los mortales.

Y desde luego lo más peligroso para una sociedad es el momento en que el individuo que compone y constituye dicha sociedad siguiendo por un lado el ejemplo del comportamiento que ha visto en esos políticos elegidos por él – esos políticos que han pasado de saberse elegidos a sentirse “poderosos”-  y por otro lado, sintiéndose adulado por tales políticos que - para seguir siendo elegidos y poder seguir creyendo que pertenecen a la esfera de los poderosos - le hacen creer a ese individuo componente-constituyente de la sociedad que él, el elector-componente-constituyente de la sociedad, tiene el control y el poder de la situación sólo y exclusivamente porque él, el elector-componente-constituyente de la sociedad, tiene el voto y porque él, el elector-componente-constituyente-de la sociedad-contribuyente , paga a Hacienda, y el voto y el pago le convierten a él, al elector-componente-constituyente-de la sociedad-contribuyente, en “poderoso”– le dicen los políticos democráticamente elegidos, porque él,  el elector-componente-constituyente-de la sociedad-contribuyente es también cliente y el cliente siempre tiene la razón. Eso le dicen al elector- componente-constituyente-de la sociedad-contribuyente-cliente los políticos democráticamente elegidos al tiempo que esos políticos democráticamente elegidos piensan, satisfechos de sí mismos, lo ingenuo que es ese elector-componente-constituyente-de la sociedad-contribuyente-cliente porque, se dicen los políticos democráticamente elegidos a sí mismos para que ningún otro pueda oirlos, son ellos, los políticos democráticamente elegidos, los realmente poderosos porque, suspiran los políticos democráticamente elegidos,  el elector-componente-constituyente-de la sociedad-contribuyente-cliente siempre tiene la razón porque el elector-componente-constituyente-de la sociedad-contribuyente-cliente, dicen los políticos democráticamente elegidos, siempre termina comprando lo que ellos, los políticos democráticamente elegidos quieren que compre y quejándose por lo que ellos, los políticos democráticamente elegidos, quieren que se queje. Pero aunque en realidad esos políticos-democráticamente-elegidos crean que ellos son los poderosos porque democráticamente han promulgado leyes democráticas que sólo a ellos les favorece,  también se equivocan en sus consideraciones puesto que confunden “demagogia” con “poder.”

Los políticos-democráticamente-elegidos que así piensan y así se comportan pueden ser tachados de demagogos pero están lejos de ser poderosos. Tener el voto no es lo mismo que tener el poder. Estar al frente del gobierno no es lo mismo que detentar el Poder. Otros son los “poderosos”.  Esto justamente es lo que han visto, descubierto o puesto de manifiesto, como ustedes prefieran, las Teorías de la Conspiración. Pero las teorías de la Conspiración se equivocan al pensar que el grupo de los poderosos es atemporal y compacto.

En cualquier caso, una sociedad así configurada, pasa a convertirse en una lucha sin cuartel. Los juegos de poder a base de chantaje emocional, triquiñuelas, medias verdades, grandes mentiras y espejismos varios, detienen la construcción de esa sociedad, no sólo porque impiden el trabajo en equipo y la consecución de un objetivo común (esto es, el bien general) al generar la desconfianza mutua, la difamación de los justos, la silenciación de los inteligentes, la ocultación del mérito y la deformación y manipulación de las virtudes sino sobre todo – y esto sí que resulta verdaderamente peligroso y dañino, -  porque siembran y preparan el campo para que los verdaderamente poderosos consigan grandes cosechas por aquéllo de  que ”a río revuelto ganancias de pescadores. “

Mario Conde quería, seguramente, pertenecer al grupo de los “poderosos”. Su carrera, meteórica en todos los sentidos, parecía prometerle un sillón en el Olimpo. Lamentablemente el  grupo de los “poderosos” está oculto no sólo por su propia tendencia a la discrección sino porque no hay ningún grupo compacto, y el grupo de los “poderosos” – que es una constante cacería de todos contra todos que les ocupa todos y cada uno de los minutos del día- mucho menos.

Mario Conde pretendía formar parte de ese selecto club de “poderosos” y fue tan ingenuo, según cuentan algunos, como para creer que allí los favores y las alianzas sirven de algo.  Mario Conde ha rechazado siempre los cargos que le imputaron y los motivos por los que le encerraron. Puede que ni siquiera mienta. Puede que no fuera por ladrón sino por ingenuo; él, que se creía tan listo por tener un curriculum a rebosar de matrículas y haber conseguido ser millonario antes de los cuarenta. Mario Conde, al parecer,  ignoraba lo que los griegos y los romanos ya sabían: que el rey de la jungla no necesita matrículas de honor para reinar: le basta con la sangre derramada de sus enemigos, y sus enemigos son todos aquéllos que no son sus vasallos primero, y sus vasallos, después, por aquéllo de que “el servicio está cada día peor” y “no te puedes fiar ni de tu sombra.” Mario Conde ignoraba, según muestran los hechos, que el único amigo de los poderosos es el Poder y la única mujer con la que cada uno de ellos está casado es su propia soledad.

Si lo ignoraba antes de entrar en prisión ¿cómo es posible que lo siga ignorando a su salida? ¿No le han bastado los años vividos entre rejas para reconsiderar si no su actitud, sí su estrategia?

La contundencia con la que Mario Conde se expresaba en las tertulias, su nerviosismo, ya hacían presagiar que “algo” no andaba bien. Al principio pensé que era su alma la que no andaba bien, el rencor por la injusticia padecida por los poderosos, el deseo de venganza. Pero ahora, francamente, ya no sé ni qué pensar. Yo creo, sinceramente, que era dolor e  inseguridad. No sé. El rencor de un hombre que ha estado encarcelado, que ha tenido tiempo para meditar, toma otras formas, adopta otras estrategias distintas de las de este caso... Los franceses, por ejemplo, son expertos en el tema, desde el Conde de Montecristo a Fouché. Los italianos, con sus vendettas, quizás sean más ruidosos aunque no sé si a la larga tan efectivos. Pero esto de Mario Conde no ni es lo uno ni lo otro. En el affaire Mario Conde ni vemos al hombre que  sube a lo más alto a pecho descubierto después de haber mordido el polvo más sucio, ni vemos el rencor de una familia decidida a destruir a otra.

Este asunto, francamente, me sorprende. Me sorprende por incomprensible. No entiendo cómo alguien que ha pasado tantos años de su vida en la cárcel,  que ha perdido su trabajo, su honor, su dinero, su mujer y que cuando sale no sólo obtiene el perdón de Fuenteovejuna sino también su simpatía, contrae matrimonio, regresa a los canales de televisión a expresar su opinión, a ser escuchado e incluso aplaudido por sus análisis y por sus ideas, escribe libros que se venden mejor que muchos de los llamados “Best Seller”, posee empresas que en los tiempos que corren “funcionan”, por lo menos eso, y  además tiene hijos tan inteligentes como discretos, decida lanzarse “nuevamente” a la aventura del delito y esta vez, además, en compañía de sus familiares, de modo que si su hija y su yerno son declarados culpables y condenados a ir a prisión se deja a un par de criaturitas despojados del cuidado paterno-maternal.

No me consideren una cínica por creer que en esta detención hay algo que falla porque por muy soberbio, ególatra, resentido, rencoroso, amoral que se diga que es Mario Conde hay algo que –hasta donde le he oído decir y me creo- le duele en el alma y eso es la imagen de su mujer Lourdes sufriendo por su detención y dándole energías cuando iba a visitarle a la cárcel a pesar de que afuera la situación para ella era insostenible en tanto que hubo de hacer frente al aislamiento –cuando no crítica social.
¿Puede alguien creer que ese hombre metió a sus hijos y a su yerno en un barco a medio montar, porque, por lo que he podido leer en los periódicos, aquéllo en lo que se han embarcado, o les han embarcado, ni siquiera se caracteriza por estructuras de “complejas”? ¿Barco a medio montar que además corría el peligro de irse a pique porque las tormentas en el mar aparecen más de una vez y más de dos de forma súbita e inesperada y un día soleado termina con la tripulación luchando por bajar las velas para que el mástil no se rompa? ¿Qué tiene que ver la operación Fenix con que Mario Conde debiera diez millones a Hacienda o que Mario Conde dijera a sus empleados que no les podía pagar o que iba mal de dinero o yo qué sé? En estos momentos en los que la Opinión Pública es la diosa y Fuenteovejuna el juez que sigue los mandatos de la diosa, hay muchos hombres y mujeres adinerados que pudiéndose vestir en Chanel, se visten en Mango y en Zara; que pudiendo comer en los más caros restaurantes de la nación, prefieren ir a comer a restaurantes asequibles para cualquier bolsillo acomodado; y que pudiendo tener una flota de coches a su disposición, reducen gastos a fin de evitar que los ojos de la diosa Opinión Pública se posen en ellos. Esos ricos  resultan únicamente imposible de fotografiar en vacaciones porque se esfuman como por arte de magia, o se parapetan tras de los muros que rodean sus mansiones ocultas bajo enormes toldos para evitar que ni siquiera los helicópteros consigan alguna vista de utilidad. Por tanto, que Mario Conde afirme que va mal de dinero no es hacer más que lo que hacen la mayoría de los empleadores que se ven obligados cada día a atender y a rechazar las peticiones de aumento de sueldo de sus trabajadores. Los trabajadores se quejan de que no ganan lo suficiente como para llegar a fin de mes y los empresarios han de lamentarse de que no les pueden subir el salario porque ello supondría un riesgo para la subsistencia de la empresa. Unos y otros estudian sus respectivas cartas en un juego dialéctico cuya síntesis a veces se inclina a un lado y otras veces, a otro.

¿Qué es lo que pasa, pues? No tengo ni idea. Tampoco puedo explicarme cómo pueden filtrarse tantos datos de un bufete como ese que poseía los papeles de Panamá. Bien sea un trabajador del bufete, bien sea un hackeador, lo cierto es que uno se pregunta cómo es posible que sea tan fácil sacar datos de gran importancia de bufetes que guardan secretos de empresa, legales o no, espiar y arramblar con material altamente sensible de agencias de espionaje como la NSA, arrestar a los morosos de Hacienda, averiguar sus trapicheos y, sin embargo, las mafias de contrabando de drogas, mujeres y niños, las mafias de pederastas, contrabando de órganos humanos, diamantes, armas y similares permanezcan ocultas y en la sombra. Por cada uno que cogen hay cien que se escapan. Incluso los capturados, o saben de antemano que los van a capturar o son conscientes de que se trata de un ajuste de cuentas y que alguien ha dado un “chivatazo”. De repente no son esos los delincuentes en los que la Interpol y la Interprensa ha de centrar su atención. Es preferible hacerlo sobre los delincuentes de guante blanco porque así la Diosa Opinión Pública le transmite a Fuenteovejuna la sensación de que los periodistas mainstream están de su lado, que los periodistas mainstream colaboran a limpiar el sistema. Bien. Es un comienzo.

 Ahora, señores periodistas: ¿serían ustedes tan amables de cooperar con la policía, con la Interpol, y con sus ciudadanos y empezar a infiltrar información acerca de dónde atrapar a los capos de la droga, del comercio de mujeres, de los contrabandos de órganos y, en definitiva, a todos aquéllos que dirigen y controlan el crimen organizado? Eso no es tan fácil. Lo sé. Allí las cabezas ruedan. Los hackeadores son hackeados. Los infiltrados son torturados y colgados de los puentes o enterrados en fosas colectivas. Allí no hay guardaespaldas que guarden las espaldas de los jefes, hay verdaderos ejércitos con los dispositivos de seguridad más avanzados. No son trece millones de euros lo que se mueve, son trece millones elevado al cuadrado, al cubo e incluso al dodecaedro, si me apuran. Allí no hay un capo. Hay una organización. Un Estado global dentro de la globalidad de Estados que va a conseguir que lenta pero inexorablemente se legalice lo que hasta hace bien poco tiempo se consideraba inadmisible y ello con el beneplácito de Fuenteovejuna porque la Diosa Opinión Pública, públicamente manifiesta su conformidad. Vivir para ver.

No sé si Mario Conde es criminal o no. No sé si ha robado o no. No sé si ha metido en un aprieto a sus hijos o no. Pero desde luego lo que es sorprendente, déjenme que al menos confiese mi extrañeza, es que lo metan en la cárcel por estar introduciendo dinero en España cuando hay tantos sacándolos y que sabiendo, como parece ser que sabían, que estaba blanqueando desde 1999, lo detengan como lo han detenido y lo hagan precisamente ahora, justo en medio de la explosión de los papeles de Panamá, convirtiéndolo así en el símbolo absoluto de la corrupción y en un más que seguro candidato a ser sacrificado como chivo expiatorio en la pira de la diosa Opinión Pública . 

Es cierto, el hecho de que lo introduzca el dinero no legal en su propio país, caso de que esto se demuestre, no lo convierte en patriota y tampoco lo libera del delito de blanqueo de capital. Pero díganme ¿qué pasa con el capital invertido y lavado en España por mafias y mafiosos de otros países? ¿Cómo es posible que se quiera hacer de Mario Conde “el blanqueador” por antonomasia habiendo tantos como hay y “el ladrón” por excelencia con tanta concurrencia como la que parece ser que rige en el gremio?

A Böhnermann todavía le queda una esperanza de ser salvado in extremis. Los alemanes gustan de deliberar acerca de los problemas, mucho más cuando son los otros los que les obligan a tomar decisiones sobre sus asuntos internos; mucho más cuando estos asuntos internos son asuntos que en absoluto interesan a los que forman el gobierno porque, francamente, hay asuntos más importantes de los que ocuparse. La poesía era pueril, insultante y de baja calidad, sí. Pero la reacción de Erdogán ha estado a la altura de la poesía y esto, justamente esto, es lo divertido. Se condene o no se condene a Böhnermann, Böhnermann ya ha conseguido lo que quería: hacernos reir y convertir al serio y noble Erdogán en el hazmerreir de Europa gracias al estallido de cólera del serio Erdogán que ha producido la risa de la Fuenteovejuna Europea y de sus gobernantes. Con o sin condena Böhnermann ya ha ganado. Ha conseguido mostrar a Erdogán con su auténtico rostro y éste no enseña precisamente nobleza de carácter sino... Ups.. mejor me callo, no vaya a verme envuelta en procesos judiciales por decir lo que la reacción de Erdogán ya ha revelado al adormecido y apático espectador occidental.

Mario Conde ya ha sido juzgado y condenado por la Opinión Pública y su sentencia confirmada por Fuenteovejuna. Y esto es, justo es admitirlo, lo que me irrita. Si yo misma desconozco si es culpable o inocente no puedo imaginarme cómo es posible que Fuenteovejuna ya lo sepa.

Termine como termine este asunto dos cosas resultan innegables:

- Una: Mario Conde es un hombre-individuo.
- Dos: Mario Conde es un romántico y por consiguiente, un alma libre.

Los hombres como él nunca mueren. Siguen navegando en la conciencia histórica de un pueblo hasta el fin de los tiempos.


Pase lo que pase y suceda lo que suceda, Jan Böhnermann y Mario Conde ya han ganado.

La bruja ciega