Amor, esa palabra utilizada y reciclada por las sectas, los novelistas, los
productores de cine y los músicos con el fin de ganar adeptos, lectores,
espectadores y oyentes.
Amor, una palabra que mueve montañas en la realidad virtual pero que en la
realidad real destroza a los hombres, los manipula, los esclaviza.
Amor,un slogan publicitario para captar clientes.
En algún sitio he leído que el Poder se conquista y conserva mediante dos instrumentos: con el del miedo al castigo y con el de la esperanza de conseguir un beneficio. Hay un
tercer modo que muy pocos se atreven a nombrar, quizás porque sea el más efectivo de todos: el de la manipulación sentimental conseguida a base de la combinación del amor y de
la culpa. Sus efectos son mucho más profundos y extensos que los generados por el miedo y las promesas. Los caníbales emocionales, que es como yo denomino a quiens los utilizan, son los Titanes que más
hijos han devorado y seguirán devorando. En comparación con ellos Saturno es
una criatura inocente. Y lo es porque a diferencia de ellos Saturno no esconde su naturaleza
sanguinaria. Los caníbales emocionales por el contrariodevoran a cuantos les rodean
como si esto no tuviera nada que ver con ellos. Los caníbales emocionales nunca
admitirán su responsabilidad. Ellos nunca hacen nada. No son ellos quienes
devoran sino los otros los que se han metido entre sus dientes sin que ellos,
los caníbales emocionales, pudieran hacer nada por impedirlo, pese al malestar que tal hecho acarrea para sus dientes y sus estómagos. Caníbales
emocionales son la morsa y el carpintero de la obra de Lewis Carroll “Alicia en
el País de las Maravillas”, esos dos hipócritas santurrones que después de haberse comido a las ostras aún se atreven a llorar su muerte. “Lloro por vosotras” - gemía la morsa
-/“cuánta pena me dáis”, seguía lamentando,/ y entre sollozo y sollozo cogía
las más apetecibles./ ¡Oh, ostras!, dijo al fin el carpintero,-/ ¡Qué buen
paseo os hemos dado!, /¿os parece ahora que volvamos a casita?”/ pero nadie le
respondía.../ y esto sí que no tenía nada de extraño,/ pues se las habían
zampado todas.
Hete aquí que estos caníbales emocionales, - estos Saturnos que devoran a sus
hijos sin que éstos ni siquiera sean conscientes de estar siendo devorados porque están convencidos de que eso es amor y cuando
sienten el dolor que se siente al ser devorado han de olvidarlo para detenerse a consolar al canibal, que
se queja del dolor que siente al masticar y de la sed que le produce el comer, - tienen entre las manos la teoría del Amor Uno, del Amor infinito, del Amor incondicional,
del Amor generoso. Esos caníbales emocionales no sienten ningún reparo en
convertirse ellos mismos en amos de la moral y usar y abusar del Amor, el nuevo
mandamiento de la cristiandad, hasta un extremo tal que muchas víctimas en potencia se ven obligadas a optar por
el odio como la única salida que posibilita la recuperación de su dignidad y
de su libertad.
Y es llegado a este punto en el que yo señalo a la Iglesia y le pregunto
indignada “¿Cómo es posible que hayas dejado que se deformara el Nuevo Mandamiento que Jesús legó a los hombres?,
¿Cómo es posible que hayas permitido que
un mandamiento que significaba para el individuo la liberación de las
cadenas del rencor se haya convertido en la excusa para mantenerlo en la
imbecilidad, para convertirlo en presa para las fieras que no tienen ningún
escrúpulo en devorarlo y que encima instes a ese individuo a perdonar a esas fieras mientras
lo trituran entre y con sus dientes? ¿Cómo lo has consentido? ¿Deseo de permanecer en el Poder o
Incapacidad para analizar su verdadero significado o simplemente Pereza para
hacerlo? ¿Cuál es el motivo de que no dejes de hablar de un Amor incondicional
cuando lo que dice Jesús no tiene nada que ver ni con incondicional ni con
infinito?"
Y bien. Me toca a mí analizar. Me toca hacerlo a mí aún a sabiendas de que
nadie lo leerá. Aún a sabiendas de que aunque lo lean, no serán capaces de entender
lo que leen y entenderán lo que quieran entender. Y sin embargo ya es hora de
que en algún lugar conste el análisis que la propia Iglesia habría tenido que
hacer si no hubiera estado tan ocupada en ese empeño del Todo en el Uno y el
Uno en el Todo que a la larga, y aunque Ella misma, la Iglesia, todavía no lo
sepa o no quiera saberlo, le va a traer grandes y terribles disgustos.
El mandamiento de Jesús, ese mandamiento revolucionario para su tiempo y
todos los tiempos de este mundo, ese mandamiento que liberaba de la esclavitud
del odio, del rencor y de la frustración, ese mandamiento que deberíamos grabar
no sólo en nuestros corazones sino también en nuestras mentes dice así:
“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, como Yo os
he amado.”
Y la Iglesia resume esto en una sola palabra: amar Incondicionalmente.
¡Falso!
La Iglesia se equivoca cada vez que apela al mandamiento de Jesús para
hablar del Amor incondicional y sin límites.
En los tiempos en que vivimos, en los que se trata de resumir, de comprimir, los pensamientos en una sola palabra porque las preguntas complejas, se dice, requieren de respuestas sencillas, se sigue diciendo; porque un slogan, se dice, vale más que mil palabras; porque lo importante, se dice, es saber donde está “el punto”; porque se ignora que “el punto” constituye siempre el final de una frase, porque se ignora que después del “punto” no hay nada, porque todo está dicho, o quizás y precisamente porque se sabe que el punto indica el final y no se quiere o no se tiene nada más que decir, porque lo que se quiere es olvidarse del tema y poniendo “el punto” uno ya puede irse a descansar con la satisfacción del deber cumplido - en estos tiempos en los que vivimos, digo, el mandamiento de Jesús se resume en que el Amor ha de ser incondicional. Ese es el punto.
En los tiempos en que vivimos, en los que se trata de resumir, de comprimir, los pensamientos en una sola palabra porque las preguntas complejas, se dice, requieren de respuestas sencillas, se sigue diciendo; porque un slogan, se dice, vale más que mil palabras; porque lo importante, se dice, es saber donde está “el punto”; porque se ignora que “el punto” constituye siempre el final de una frase, porque se ignora que después del “punto” no hay nada, porque todo está dicho, o quizás y precisamente porque se sabe que el punto indica el final y no se quiere o no se tiene nada más que decir, porque lo que se quiere es olvidarse del tema y poniendo “el punto” uno ya puede irse a descansar con la satisfacción del deber cumplido - en estos tiempos en los que vivimos, digo, el mandamiento de Jesús se resume en que el Amor ha de ser incondicional. Ese es el punto.
¡Pero no!
¡Ese no es el punto!
“Un mandamiento nuevo os doy”,
dice Jesús.
“Que os améis los unos a los otros”, donde éste “que os améis los unos a los otros” indica
el carácter recíproco y comunicativo del Amor. El amor no puede ser unidireccional. No se
trata de amar sin ser amado. No se trata de amar al que no nos ama, no se trata
de amar al tirano, no se trata de amar al cruel, no se trata de un amor sumiso que regala su fuerza a cambio de desprecios y humillaciones o, peor aún, que la echa en un pozo sin fondo porque se considera, equivocadamente, que el amor del amante ha de ser infinitamente generoso.
Para que el Amor pueda considerarse como tal ha de ser recíproco: los unos
a los otros. En otro caso, se trata de una acción incompleta, insuficiente. El
amor del amante que no es correspondido por su amado es un amor improductivo,
que no se renueva, que no puede renovarse y por tanto corre el peligro de
estancarse y de terminar corrompiéndose y hediendo.
El amor del amante tampoco puede dirigirse a una pared, esto es: a algo inanimado, a algo sin vida, por la sencilla razón de que la reciprocidad del amor implica diálogo y con lo puramente material no es posible el diálogo. Ùnicamente por este motivo puede afirmarse que amar constituye una acción espiritual: porque en el amor son los espíritus los que se encuentran y no la materia; porque a la materia le está vedada la facultad del diálogo. Los cuerpos de los amantes conversan sólo en tanto en cuanto sus espíritus lo hacen, en otro caso nada les diferencia, en efecto, de dos animales en celo. Los cuerpos desnudos de los hombres hacen el amor cuando sus espíritus dialogan y son como los de los animales, que se aparean, cuando no lo hacen.
El amor del amante tampoco puede dirigirse a una pared, esto es: a algo inanimado, a algo sin vida, por la sencilla razón de que la reciprocidad del amor implica diálogo y con lo puramente material no es posible el diálogo. Ùnicamente por este motivo puede afirmarse que amar constituye una acción espiritual: porque en el amor son los espíritus los que se encuentran y no la materia; porque a la materia le está vedada la facultad del diálogo. Los cuerpos de los amantes conversan sólo en tanto en cuanto sus espíritus lo hacen, en otro caso nada les diferencia, en efecto, de dos animales en celo. Los cuerpos desnudos de los hombres hacen el amor cuando sus espíritus dialogan y son como los de los animales, que se aparean, cuando no lo hacen.
“Como Yo os he amado”, dice
Jesús.
Y este “como Yo os he amado” pese a lo que muchos sostienen o quieren hacer pensar no es ni infinito ni incondicional.
No es infinito porque se trata de un aquí y ahora. Del aquí y ahora que dura la vida de Jesús. Jesús, ya lo he dicho, es Dios hecho Hombre. Su importancia, por tanto, radica en su historicidad. Dios deja de ser abstracto para hacerse concreto y temporal y eso sólo puede conseguirlo a través de su hijo Jesús porque la venida del mismo Dios al mundo significará, ni más ni menos, el final de los Tiempos, esto es: de la Historia; esto es: el fin del Mundo. Por tanto, el Amor al que se refiere Jesús es al temporal y concreto.
El "como Yo os he amado" tampoco es incondicional. Jesús no tiene
ningún reparo en echar a los mercaderes del templo, ningún remordimiento de
conciencia por enviar a la piara de cerdos endemoniada a ahogarse. ¿Por qué?
Porque el Amor de Jesús es un Amor espiritual ascendente. Ese “como yo os he
amado” significa que es un Amor que impulsa hacia arriba no hacia abajo; que
anima a subir la montaña, no a quedarse sentado en su ladera. Es un Amor que da
fuerzas para superarse no argumentos para estancarse o para hundirse con el amado.
Ése es el Amor de Jesús: un Amor que si llama al sacrificio no es para cualquier sacrificio, sino para un sacrificio que salva. El individuo que se sacrifica para la perdición, el individuo que se sacrifica para el cruel, el individuo que se sacrifica para el amo moral, el individuo que se sacrifica para que otros alcancen su propio interés, pensando que está siguiendo el mandamiento de Jesús, se equivoca. El “como Yo os he amado” se refiere al Amor que se sacrifica para impulsar a la elevación espiritual, a la salvación espiritual. No sólo no es un Amor sumiso; tampoco es un amor débil ni cobarde. Al contrario es un amor que exige al individuo toda su energía positiva para lanzarse a la consecución de su objetivo y que ha de abandonar, por tanto, todo lo que tire hacia abajo, todo lo que hunda, todo lo que debilite.
Ése es el Amor de Jesús: un Amor que si llama al sacrificio no es para cualquier sacrificio, sino para un sacrificio que salva. El individuo que se sacrifica para la perdición, el individuo que se sacrifica para el cruel, el individuo que se sacrifica para el amo moral, el individuo que se sacrifica para que otros alcancen su propio interés, pensando que está siguiendo el mandamiento de Jesús, se equivoca. El “como Yo os he amado” se refiere al Amor que se sacrifica para impulsar a la elevación espiritual, a la salvación espiritual. No sólo no es un Amor sumiso; tampoco es un amor débil ni cobarde. Al contrario es un amor que exige al individuo toda su energía positiva para lanzarse a la consecución de su objetivo y que ha de abandonar, por tanto, todo lo que tire hacia abajo, todo lo que hunda, todo lo que debilite.
No nos dejemos engañar. El Amor del Nuevo Mandamiento de Jesús ni es Uno, ni es Infinito, ni es Incondicional.
El Amor que Jesús predica consiste en un diálogo entre dos y ha de ser recíproco.
El Amor que el Nuevo Mandamiento exige ha de ser en una dirección: la ascendente y sólo en esta dirección se acepta el sacrificio, igual que acepta el caminante que se lanza a subir a la cumbre el cansancio, la soledad y los obstáculos que el viaje le presenta.
La época de la barbarie se acerca sin remedio.
La espada y el odio acechan a un lado.
Al otro, saludan alegres los falsos profetas portando la bandera del Amor multidireccional y por multidireccional sin dirección concreta, incondicional e infinito. Los profetas del Amor Uno, del Perdón Uno, del Todo en el Uno y el Uno en el Todo. Los profetas de las grandes Palabras y de los grandes Sentimientos.
Si no quieren caer en manos del Odio y de la Nada, sean precavidos con el significado, alcance y límites de las grandes Palabras y de los grandes Sentimientos.
La bruja ciega.
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