En España se acuestan con una catástrofe natural y se levantan con una
catástrofe natural, una catástrofe política, una catástrofe periodística y un
desconcierto social. En situaciones así,
la victoria de Trump pasa a un plano secundario, cuando no desapercibida. El mundo
particular está en llamas ¿para qué preocuparse, pues, de los problemas del
mundo? – pregunta Fuenteovejuna. Lo que
Fuenteovejuna olvida es que el mundo particular está en llamas porque ha dejado
su cuidado en manos del mundo. Volveremos sobre este tema.
En Alemania son más comedidos con las emociones. Un día nos acostamos con
la noticia de la ruptura del gobierno de coalición conocido como “Ampel” que,
traducido al español significa: “semáforo”, y nos levantamos con Habeck
tatareando en X, otrora Twitter, la canción de Grönemeyer “Zeit, dass sich was
dreht”; o lo que es lo mismo: es tiempo de que algo se cambie, donde ese cambio
tiene un sentido de giro, lo que en términos filosóficos puede entenderse como
inversión. Pero puesto que hace tiempo que estamos en la inversión de la
inversión, lo que ahora se intenta es la inversión de la inversión de la
inversión. La inversión fue Nietzsche. El hombre individual contra la barbarie
del sistema colectivo. El hombre que se enfrenta a los dioses a pecho
descubierto contra el débil Adán. La inversión de la inversión empezó en el
siglo XIX, siglo de colectivos y colectividades con los teosofistas en religión
y marketing, Helena Blavatsky a la cabeza, y los movimientos totalitaristas en
política. En fin, que estamos donde estábamos antes de Nietzsche, por lo que no
es de extrañar que muchos jóvenes estén empezando a respetar a Nietzsche no por
nihilista ni por haber declarado la muerte de Dios, igual que el niño de aquel
cuento declaró desnudo al rey. El nihilismo representa un gran aburrimiento
cuando uno tiene de todo y es una salida estoica cuando uno no tiene nada; por
otra parte, todos sabemos que el rey está desnudo. A Nietzsche los jóvenes lo
respetan por los mismos motivos que yo: por decir la verdad, por ser un profeta
en el desierto, por ser el hombre mago al que los brujos y magas de este mundo
lo persiguen. Lo están respetando por
decir la verdad y por clamar sinceridad donde no hay más que hipocresía y
retórica. A Nietzsche lo respetan por ser capaz de mantenerse vivo a pesar de
vivir en la locura. La locura del mundo contra su propia locura. Seguramente
eso fue lo que le mantuvo en pie. Los
jóvenes buscan faros fiables, no faros influencer. Nietzsche es uno de esos faros honestos. Al menos eso pretende. Las dos
primeras obras son geniales. A medida que nos adentramos en su obra hay que
leerlo con sumo cuidado, sin tomarlo jamás en profunda seriedad y sabiendo que
ese faro sufre de cortocircuitos y no siempre es fiable. Su obra sobre Wagner
atestigua lo que digo. Y, no obstante, la esperanza de Nietzsche en Wagner es
tan elevada como profunda es su desesperación porque, él, el gran descubridor
de falacias, ha sido timado por alguien tan centrado en el dinero y la fama como
Wagner. Reconozcámoslo: Nietzsche estaba enfadado con Wagner, pero aún más consigo
mismo por permitir que su ansia de salvación, su deseo de salir de la crisis
social en que su época se encontraba sumergida, su búsqueda de no quedarse en
Nietzsche-Nostradamus, le indujera a confiar en fantasmagorías, creer como
ciertos los espejismos y así dejarse engañar por aquel genial elemento que él
consideraba un revolucionario de la cultura y de la sociedad cuando, en
realidad, Wagner únicamente era un magnífico estratega del show-business, a
base de revolucionar la escena introduciendo nuevos elementos que
contribuían a engrandecer el show y
pareciendo que revolucionaban más de lo que revolucionaban. ¿Alguno de ustedes
ha asistido a la ópera de “El holandés errante”? Supriman los grandes efectos y
comparen a Wagner con cualquiera de las óperas de Mozart, o de “Fidelio”, de
Beethoven. Las diferencias a favor de los dos últimos son tan notorias que,
francamente. “Nada más que añadir, señorías.” A esta misma conclusión
posiblemente llegó Nietzsche. Lamentablemente demasiado tarde -, debió pensar
el desesperado Nietzsche, tan dado a desesperaciones, hasta el punto de que era
la desesperación la que le libraba de caer en la misma Nada que otros, al igual
que él, hemos conocido con nuestros propios ojos. Que su hermana, su propia
hermana, se personara en casa de la todopoderosa familia Wagner a pedirles
perdón por la reacción airada de su hermano debió sumir a Nietzsche en la
desesperación del que debe sumar a su propia equivocación la traición de los suyos.
En cualquier caso, la petición de disculpa de la hermana de Nietzsche a la familia
aupada únicamente por el aplauso mundano colectivo hasta el reino de los
Olimpos en tiempos de decadencia, cuando ni siquiera quedaba ni Olimpo ni
Asgard alguno en pie, excepto como escenografía, dice mucho de ella y nada
bueno: en primer lugar, ir a disculparse en persona a casa de los Wagner delata
por un lado, que ni respetaba la voluntad de su hermano, ni lo tomaba en serio,
y demuestra, por otro, su propia limitación para comprender las razones del
reproche de su genial hermano Nietzsche al genial comerciante que era Wagner.
En suma: la hermana de Nietzsche era lo que tradicionalmente se conoce como
“mocica vieja”, pero no por estado civil; esto es, no por soltera o casada,
sino por “meapilas”, da igual de que “pila” estemos hablando. La hermana de
Nietzsche era la clásica aspirante al club de “magas”. Estos “aspirantes a” son
un insulto a la inteligencia individual, un peligro para la libertad y una
fuente de ingresos para los movimientos totalitarios. Ayer, hoy y mañana. La
historia de “si no lo hace él, otro lo hará” se termina en el momento en que se
dice, igual que decía mi padre Nostradamus: “pero no yo”. Eso era lo que mi
padre repetía a mi madre antes de que mi madre fuera atrapada por las magas,
hechiceras y nigromantes, y mi padre Nostradamus la siguiera. Nunca he sabido si por ciego o porque su amor a mi madre, y su dependencia de ella,
era mayor que su amor a la verdad y por eso él, mi padre Nostradamus, se convirtió en
Nostradamus- Adán y siguió a su Eva.
¿Quién en su sano juicio puede creer que las hojas de higuera del Paraíso
con las que Adán se cubre el cuerpo son simples hojas de higuera? Nadie. Las
hojas de higuera representan el conocimiento con el que Adán el ingenuo, el que
se deja engañar por la serpiente y convencer por los más tontos que él, como Eva,
abandona el Paraíso. Así pues, mi padre, secuestrado a través de su Eva, que a
su vez había sido cautivada por magas, hechiceras y nigromantes, abandonó el
Paraíso del conocimiento moral llevando sus hojas de higuera. Después de eso él,
como Adán antes que él, creyó ver malos y perversos en todos sitios. Sólo él era el
bueno. Sospechaba de todo y de todos, hallaba engañadores por todas partes. Las
hojas de higuera con las que Adán había salido del Paraíso representaban los
instrumentos de aviso de peligro que Dios había otorgado a Adán. Instrumentos que,
lógicamente, ni Adán ni Eva había necesitado antes de la historia de la
manzana Por eso resulta tan fácil a los totalitarios sugestionar al pueblo con
frases tan burdas como simples: “Os están engañando, os están engañando”,
porque esas frases aluden a recuerdos ancestrales y el individuo toma
conciencia del conocimiento que las hojas de las higueras le transmiten de
generación en generación, aunque Dios haya muerto. El problema es que no el
individuo, sino el pueblo, es quien se traslada al momento de la expulsión del
Paraíso y toma conciencia del peligro en el que se haya. Por eso en vez de
apelar al juicio crítico, en vez de apelar a la libertad que el conocimiento,
el conocimiento de las matemáticas y de los diferentes testimonios que la
historia deja en forma de “clásicos”, - que es lo que el individuo haría - el
pueblo se transforma en colectivo histérico y decide aquello de que tiene que acabar
con los malos y cortarle la cabeza a la serpiente. ¿Pero qué serpiente es la
real y cuál es la falsa? Y así el pueblo recurre, nuevamente, al sacrificio de
las víctimas propiciatorias. Esa fue la razón, posiblemente, por la que mi
padre Nostradamus dejó de ser Nostradamus -Adán para convertirse en Nostradamus-Adán-Agamenón
rey de pueblo; y como Agamenón rey de pueblo sacrificó a Ifigenia, sacrificando
con ella a la verdad, a la razón y a la realidad. No ha sido el único. Otros
han decidido la emigración al modo de “El maestro y Margarita”, de Bulgakov. ¿Y
todavía se atreve Stephan Zweig a criticar a Servet por no “apearse del burro” y
por incluso presentarse a pecho descubierto en la morada del lobo que era
Calvino? Compréndanme: Nada en contra del bueno de Zweig que huye a Brasil,
para suicidarse allí. Pero díganme: puestos en morir, en buscar la muerte libre
y consciente, ¿no es más impactante hacerlo por nuestras ideas que por nuestra
desesperación? Pregunto. Pregunto porque Servet es mi paisano. Aragonés de pro,
como esta que escribe estas líneas. La crítica que Zweig le hace me dolió
profundamente, tal vez porque yo comprendo a Servet más que a Zweig. Porque a
Zweig yo sólo le hubiera podido entender de hallarse en la situación en la que
se encontraba el brillante Cicerón en los últimos instantes de su existencia, -
aunque Cicerón fuera al final de su vida un “Salomón, Salomón.” Estoy
absolutamente convencida de que si el brillante Cicerón hubiera creído menos en
la fuerza de la retórica y más en el Logo de sus palabras hubiera puesto en
práctica su genial “De Sanectute” y hubiera transcurrido sus últimos días
acompañado de su familia. Pero un hombre que escribe para gustar y ascender
puestos en sociedad y no por propia convicción es siempre un hombre peligroso.
No para los otros, sino para él mismo. En fin, permítanme mi defensa de un
Servet que fue a morir para defender unas ideas metafísicas sobre las que ni él
ni nadie puede estar seguros de su veracidad y ello, además, en un tiempo en el
que la tolerancia lucía por su ausencia. ¿Consiguió algo? Yo creo que sí. Un
hombre que muere por sus ideas es más honorable que el hombre que manda matar a
otro por sus ideas. El principio del fin de Calvino y de Ginebra. ¿No les
parece esto una hazaña de descomunal trascendencia?
Retomando nuestro tema, ¿Adónde,
pues, puede llevar la inversión de la inversión de la inversión? Muchos
quisieran volver a la Antigua Edad Dorada que es, todo hay que decirlo, un caso
muy parecido al de la Atlántida: Se afirma que ha existido, poseemos
testimonios de que en efecto así ha sido. No obstante falta alguna constancia
concluyente de que eso haya sido así. A la Antigua Edad Dorada quiere volver,
sobre todo, los adalides del Orden Inmutable y Eterno. Excede mis facultades de
comprensión cuando justamente ellos, los adalides del Orden Inmutable y Eterno,
repiten incansables y al mismo tiempo que la humanidad es mala y que se han
perdido las virtudes. A ver: ¿es la humanidad mala porque se han perdido las
virtudes que el Orden Inmutable y Eterno predica o es mala por naturaleza? Ése
ha sido desde mi niñez la duda que siempre me ha perseguido. ¿Desde cuándo y
por qué es la humanidad mala? Si nos remontamos a las crónicas históricas la
maldad persigue al hombre, por lo menos eso, desde los tiempos del Paraíso.
Díganme, señores del Orden Inmutable y Eterno: si incluso en el Paraíso éramos
incapaces de librarnos del mal ¿cómo vamos a ser capaz de librarnos fuera?
Comprendo que Platón y todos los otros en vez de un regreso imposible a un
Edad Dorada que se ha demostrado un espejismo basado en el “cualquier tiempo
pasado fue mejor”, se lance a la conquista de una Utopía que, a pesar de ser un
imposible, por Utopía, todavía puede considerarse “en progreso”, “en
construcción”, “en acercándonos”. En fin: las Utopías renuncian a la
posibilidad de una vuelta al Paraíso para, en su lugar, arengar por la marcha
hacia el Reino de los Cielos. Esos son los Moisés de este mundo, los
movimientos ilustrados al corte de aquellos que creen que la naturaleza del
hombre es positiva si tienen dirigentes capaces de llevarlos en la dirección
correcta. El comunismo fue una de esas Utopías, no me cabe la más mínima duda.
El problema que presentan todas las Utopías es el de su realización. Si llegar
hasta la Tierra Prometida representa siempre un camino largo, interminable casi, imagínense ustedes lo que supone alcanzar el Reino de los Cielos que es, lo que
a fin de cuentas lo que todas las Utopías prometen. El fascismo no es una
Utopía. El fascismo es la autoproclamación de salvador y la autodeclaración del
Reino de los Cielos. Sobre este tema ya escribí prolijamente en mi comentario del
mi blog “El Libro de la semana” titulado “Las ocultas raíces del
Nacionalsocialismo”, de Nicholas Goodrick-Clarke, así que no seguiré.
La mayoría persigue objetivos más humildes, pero quizás, por esto mismo, con más sentido común. La mayoría de los ciudadanos desean una vida normal, lo cual, para la mayoría de los ciudadanos significa disponer de un trabajo, una pareja, una vivienda, unos hijos y si a esto se le une un coche y unas vacaciones, mejor. Dado que justamente esto era lo que muchos disponían hasta ahora, el deseo de esforzarnos por girar la situación hasta lograr la inversión de la inversión de la inversión es vista por muchos como un disparate. Lo que todos ellos quieren es “Wohlstand”, “Bienestar”, sin ni siquiera pararse a reflexionar sobre el precio que hay que pagar tanto a las empresas de los países y a los países que lo sirven, como el hecho de que ese “Bienestar” “Wohlstand” atenta contra el dinamismo de la persona puesto que se trata de un “estar” y no de “incentivar”, porque el incentivo únicamente tiene como meta “llegar a ese estar”. El individuo deja que "el mundo " resuelva sus problemas. El mundo es aquello de lo que él forma parte sin serlo por completo. Unos dejan que su vida sea resuelta por los dioses y devienen ateos cuando esto no sucede según su deseo y otros se lo dejan al mundo y esperan que el mundo les resuelva la vida material además de proporcionarle las diversiones que a él le divierten y los amigos que a él le divierten. En estos momentos el mundo le dice incluso qué debe comer y cuántas horas debe dormir.
El individuo-ciudadano ha dejado de ser en el Estado del Bienestar individuo-ciudadano para convertirse en un consumidor-cliente que habita en la “sociedad del ocio”. De tal manera que el individuo se define como “consumidor-cliente-ciudadano”. Por eso el individuo apenas dispone de tiempo y fuerzas para ser creativo, realmente creativo. A lo sumo influencer, -ya sea de moda, o de ideas- o indignado. El creador de contenido no es realmente creador de contenido, simplemente es el individuo que considera diversas estrategias para que determinadas ideologías o modas u opiniones lleguen a la máxima cantidad posible de personas que son, igualmente, “consumidor-cliente-ciudadano”. A eso, a veces, le denominan "ser trasgresor". Pero en realidad significa simplemente la introducción dd nuevas modas o gestos a ser consumidos.
En filosofía ese “estar” y ese “llegar a estar”, indica una ausencia total
de movimiento y, por consiguiente, de vida.
Y, no obstante, este estado justamente: el de “estar” y el de “llegar a
estar” es por lo que muchos se niegan en rotundo a aceptar el intento de “invertir
la inversión de la inversión” y por lo que muchos exigen la paz, que es la paz
del cautivo.
De todos los obstáculos, éste, sin duda, es el más peligroso. Las grandes
dictaduras se aprovechan de esta oposición. De repente la oposición es la
defensa de la libertad. “¿Qué libertad?”, digo asombrada. - La libertad de
estar muerto siguiendo estando vivo – oigo rugir victorioso al vampiro - ¿Te
refieres a que vamos a convertirnos en gatos de Schrödinger en vez de en
rinocerontes de Ionesco?
Y el vampiro desaparece furioso. Los juegos del lenguaje no es lo suyo. Yo,
en cambio, cada vez me siento más a gusto al lado de Lewis Carroll: ése
magnífico matemático con un fino e inteligente sentido del humor que le
permitía reírse de su sociedad y que justamente porque no tenía ganas de
polémicas ni de enfrentarse a la picota social hizo lo mismo que antes que él
habían hecho muchos de los hombres que disponían de un fino e inteligente
sentido del humor lo que les permitía reírse de su sociedad, pero que como, al
igual que Carroll Lewis, no tenían ganas ni de polémicas ni de enfrentarse a la
picota social escribieron sus pensamientos en forma de cuento para niños.
Hans y Gretel, por ejemplo. Dos niños abandonados por sus padres en el
bosque. Seguramente hijos de divorciados que desean empezar una nueva vida
dejando a los hijos de ese primer matrimonio desgraciado a su suerte. Venga, ¿no
me digan que ustedes no conocen todavía esos niños sándwiches que viven a
caballo entre la nueva familia de su madre y la nueva familia de su padre? Niños
que tienen que confiar en sus propias fuerzas para librarse de todas las magas,
hechiceras y nigromantes de este mundo. Nada, nada que ver con aquel “Taugenichts”
de Eichendorff, ese joven “vivalavirgen” al que su padre con la excusa de que
ya le ha ensenado todo lo que podía ensenarle le muestra el camino durante un
soleado día para que vaya a recorrer mundo. Y hete aquí que aquel alegre,
inconsciente pero confiado en la vida por el amor que ha recibido de su padre,
se echa a andar sin miedo ni preocupación. Sabe que su padre le ha dado dinero
para el viaje y sabe que puede volver si la aventura no resulta. Nada, nada que
ver, repito con Hans y Gretel que, inteligentes y responsables como son saben
volver a casa, pero teniendo los padres que tienen una vez más son llevados al
bosque.
Otro cuento para niños sumamente inteligente: el flautista de Hamelin. Ese
hombre que como no se le ha dado lo acordado decide secuestrar a los niños. El
único que no le puede seguir es el cojito. Moraleja: Sean cautos con los cantos
de sirena, cautos con las promesas que les prometen duros a pesetas y alégrense
si llegan tarde a determinadas rebajas. ¿Otro cuento? El patito feo. “No hagan
caso de las convenciones sociales, no hagan caso de las críticas sociales, no
se sientan mal si son aislados por la masa.”
Y así podríamos seguir.
Justamente porque los cuentos son tan inteligentes y Lewis Carroll tan
agudo, han sido censurados los cuentos por “agresivos y violentos” y a Lewis Carroll
por “pederasta”.
No me hagan reír. Son los mismos que han escrito cientos de biografías
condenando a Newton a una personalidad que en absoluto se parece a la del
verdadero Newton que el vampiro y yo conocemos. ¿No me creen? Créanme. Newton
era un chico de orígenes humildes. En realidad, reunía todas las condiciones
para convertirse en un Hans, pero hete aquí que su incapacidad para ser un buen
agricultor únicamente le permitía convertirse en un gran pensante. Newton es el
Hans que se convierte en el Taugenichts de Eichendorff. No obstante, y esto es
preciso remarcarlo, Eichendorff era un gran optimista. Su optimismo rebasa la
realidad; lo cual permite deducir o que pensaba que el futuro sólo puede traer
algo mejor considerando que lo que tenemos es un desastre, o que era un gran escapista
o que realmente creía en aquello de que “este mundo es el mejor de los mundos
posibles”.
El Taugenichts Newton llega con una beca del tiempo a Cambridge. Si
siglos más tarde George Orwell cuenta sus desventuras en Eton, creo, debido a sus
escasos medios económicos en comparación a sus comilitones, pueden ustedes
comprender las terribles situaciones a las que el joven Newton hubo de
enfrentarse, máxime teniendo en cuenta de que además de pobre, había de pagar
su estancia siendo criado de sus propios compañeros de estudios.
El hombre que persevera, sea por orgullo o sea por necesidad, es un hombre
que alcanza el objetivo propuesto. Newton se vengó de todos aquellos arrogantes,
de todos los insultos, improperios y, a buen seguro, puntapiés que había
recibido de todos aquellos presuntuosos estudiantes de Cambridge superándolos
en saber, primero y evitando su cercanía y su amistad, segundo. Lo sabemos
todos: un petimetre sufre si encuentra a alguien más inteligente que él, pero saber
que alguien lo ignora, evita incluso su compañía es algo que nunca soportará. Por
eso transformaron al inteligente y orgulloso Newton en un ser poco menos que
misántropo, añadiéndole con el tiempo las enfermedades mentales que, por lo
general, se les atribuyen a las personas excepcionales. ¿Le quitaba el sueño esta
fama a Newton? Seguro. Un hombre excepcional es siempre un hombre sensible. De
ahí su afición a la mística, que lleva a los corazones sedientos de calor a mundos
mágicos y fantásticos.
Y sí, como de costumbre, soy yo, la que ha de poner las cosas en su sitio.
Como ustedes habrán adivinado ya, alcanzar la inversión de la inversión de
la inversión no va a resultar fácil. Los políticos como Habeck lo intentan a su
modo y manera y por eso tatarea a Grönemeyer. Yo lo intento a la mía. Por eso
acepté el desafío del mismísimo ángel de la muerte. En fin, que cada uno según
nuestras fuerzas y nuestros caracteres, intentamos conseguir lo imposible.
En realidad, esa es la lucha que tiene lugar en estos momentos en Alemania,
y yo me atrevería incluso que a afirmar que en Occidente unos que quieren
sostener su “Wohlstand” y otros que intentamos como desesperados “la inversión
de la inversión de la inversión”.
El “Bienestar” “Wohlstand” nos lleva a los brazos de las dictaduras que nos
invitan, como invitaron a Pinocho, a quedarnos en la Isla de los asnos.
La inversión de la inversión de la inversión, nos arroja al camino del
deber; de la pobreza, sí; pero, también el sendero de la libertad y de la autoafirmación
del “yo soy”.
Ésta, y no otra, es la lucha a la que Europa se enfrenta. Europa y yo me atrevería
incluso a decir que Occidente entero.
Olvídense de confrontaciones entre la extrema izquierda y la extrema
derecha. Ambas, - la extrema izquierda, primero y la estúpida la extrema
derecha como respuesta a las estupideces de la extrema izquierda que hubo un momento
en el que parecía como un niño glotón que, cuanto más pasteles recibe más
pasteles pide, después, - ambas digo,
están dirigidas y movidas por la misma mano: la de Moriarty.
¿Y qué persigue Moriarty? ¿alzar a la extrema izquierda o la extrema
derecha?
¡Vamos! ¡No me sean ingenuos! ¡Recapaciten!
A Moriarty le resulta tan indiferente la una como la otra. Lo único que
persigue Moriarty es el caos, la confusión y, sobre todo, la destrucción. Como
avisó aquel brillante escritor polaco Stanisław Przybyszewski en su obra “Hijos
de Satán” de 1897, lo que venga tras la devastación y la demolición es
indiferente. Es indiferente el orden que se establezca tras la aniquilación. Lo
que importa es la destrucción por la destrucción misma. Se trata de arruinar
todo lo que anteriormente había sido construido. Nada de reformas, nada de medidas
de mejoras. Se trata del exterminio.
Desconfíen, por Dios, de todos esos discursos sobre Apocalipsis, Armagedón,
invasiones de la Tierra o conquista de la Tierra por demonios.
Y decidan libre y conscientemente si prefieren un “bienestar”, “Wohlstand”
en cautiverio o una inversión de la inversión de la inversión en una libertad
que no nos da, es verdad, la libertad de ser Dios, pero sí la libertad de ser
hombres y de elegir una democracia responsable, razonable y tolerante con la
imperfección que cualquier obra humana conlleva.
Olvídense, por favor, de términos como “Bestimmung” y “destino”, que han
sido introducidos por grupos de personas que no creen en la libertad; bien
porque han nacido en dictaduras milenarias, bien porque han perdido la fe en sí
mismos y pretenden que otro u otros, que no son ellos mismos, se la ofrezcan.
Acuérdense, de Lewis Carroll, de Newton y de todos esos hombres contra los
que en los últimos tiempos se han dirigido los más virulentos ataques,
imponiéndoles pecados y locuras que en absoluto fueron suyos. Dejen de buscar “verdaderas
caras” a hombres que no tenían grandes secretos que ocultar excepto su interés
por la alquimia, por la hermética y por los profundos fundamentos del universo.
Ningún hombre es perfecto. Eso es cierto. Pero entre la imperfección humana y
la perversión hay una gran diferencia. Transformar las peculiaridades y los
comportamientos individuales de los mejores hombres que las mejores
universidades de un país han dado en neurosis, enfermedades mentales,
psicopatías y pecados inconfesables me parece una burda forma tanto de
conquista como una insensata forma de arrepentimiento de un país que, no seré
yo quién lo niegue, ha dado una gran colección de bribones, pero, fuerza es
reconocerlo, geniales cabezas y grandes corazones.
La estrella de la bruja ciega.
Sé que quería hablarles de la paz. También quería hablarles de la
introducción de ese nuevo discurso polarizante y destructor que se denomina “Tradwife”
o algo así. Nominalismo ¿recuerdan?
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