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Monday, November 11, 2024

La verdadera disyuntiva a la que Occidente se enfrenta

 

En España se acuestan con una catástrofe natural y se levantan con una catástrofe natural, una catástrofe política, una catástrofe periodística y un desconcierto social.  En situaciones así, la victoria de Trump pasa a un plano secundario, cuando no desapercibida. El mundo particular está en llamas ¿para qué preocuparse, pues, de los problemas del mundo? – pregunta Fuenteovejuna.  Lo que Fuenteovejuna olvida es que el mundo particular está en llamas porque ha dejado su cuidado en manos del mundo.  Volveremos sobre este tema.

En Alemania son más comedidos con las emociones. Un día nos acostamos con la noticia de la ruptura del gobierno de coalición conocido como “Ampel” que, traducido al español significa: “semáforo”, y nos levantamos con Habeck tatareando en X, otrora Twitter, la canción de Grönemeyer “Zeit, dass sich was dreht”; o lo que es lo mismo: es tiempo de que algo se cambie, donde ese cambio tiene un sentido de giro, lo que en términos filosóficos puede entenderse como inversión. Pero puesto que hace tiempo que estamos en la inversión de la inversión, lo que ahora se intenta es la inversión de la inversión de la inversión. La inversión fue Nietzsche. El hombre individual contra la barbarie del sistema colectivo. El hombre que se enfrenta a los dioses a pecho descubierto contra el débil Adán. La inversión de la inversión empezó en el siglo XIX, siglo de colectivos y colectividades con los teosofistas en religión y marketing, Helena Blavatsky a la cabeza, y los movimientos totalitaristas en política. En fin, que estamos donde estábamos antes de Nietzsche, por lo que no es de extrañar que muchos jóvenes estén empezando a respetar a Nietzsche no por nihilista ni por haber declarado la muerte de Dios, igual que el niño de aquel cuento declaró desnudo al rey. El nihilismo representa un gran aburrimiento cuando uno tiene de todo y es una salida estoica cuando uno no tiene nada; por otra parte, todos sabemos que el rey está desnudo. A Nietzsche los jóvenes lo respetan por los mismos motivos que yo: por decir la verdad, por ser un profeta en el desierto, por ser el hombre mago al que los brujos y magas de este mundo lo persiguen.  Lo están respetando por decir la verdad y por clamar sinceridad donde no hay más que hipocresía y retórica. A Nietzsche lo respetan por ser capaz de mantenerse vivo a pesar de vivir en la locura. La locura del mundo contra su propia locura. Seguramente eso fue lo que le mantuvo en pie.  Los jóvenes buscan faros fiables, no faros influencer.  Nietzsche es uno de esos faros honestos.  Al menos eso pretende. Las dos primeras obras son geniales. A medida que nos adentramos en su obra hay que leerlo con sumo cuidado, sin tomarlo jamás en profunda seriedad y sabiendo que ese faro sufre de cortocircuitos y no siempre es fiable. Su obra sobre Wagner atestigua lo que digo. Y, no obstante, la esperanza de Nietzsche en Wagner es tan elevada como profunda es su desesperación porque, él, el gran descubridor de falacias, ha sido timado por alguien tan centrado en el dinero y la fama como Wagner. Reconozcámoslo: Nietzsche estaba enfadado con Wagner, pero aún más consigo mismo por permitir que su ansia de salvación, su deseo de salir de la crisis social en que su época se encontraba sumergida, su búsqueda de no quedarse en Nietzsche-Nostradamus, le indujera a confiar en fantasmagorías, creer como ciertos los espejismos y así dejarse engañar por aquel genial elemento que él consideraba un revolucionario de la cultura y de la sociedad cuando, en realidad, Wagner únicamente era un magnífico estratega del show-business, a base de revolucionar la escena introduciendo nuevos elementos que contribuían  a engrandecer el show y pareciendo que revolucionaban más de lo que revolucionaban. ¿Alguno de ustedes ha asistido a la ópera de “El holandés errante”? Supriman los grandes efectos y comparen a Wagner con cualquiera de las óperas de Mozart, o de “Fidelio”, de Beethoven. Las diferencias a favor de los dos últimos son tan notorias que, francamente. “Nada más que añadir, señorías.” A esta misma conclusión posiblemente llegó Nietzsche. Lamentablemente demasiado tarde -, debió pensar el desesperado Nietzsche, tan dado a desesperaciones, hasta el punto de que era la desesperación la que le libraba de caer en la misma Nada que otros, al igual que él, hemos conocido con nuestros propios ojos. Que su hermana, su propia hermana, se personara en casa de la todopoderosa familia Wagner a pedirles perdón por la reacción airada de su hermano debió sumir a Nietzsche en la desesperación del que debe sumar a su propia equivocación la traición de los suyos. En cualquier caso, la petición de disculpa de la hermana de Nietzsche a la familia aupada únicamente por el aplauso mundano colectivo hasta el reino de los Olimpos en tiempos de decadencia, cuando ni siquiera quedaba ni Olimpo ni Asgard alguno en pie, excepto como escenografía, dice mucho de ella y nada bueno: en primer lugar, ir a disculparse en persona a casa de los Wagner delata por un lado, que ni respetaba la voluntad de su hermano, ni lo tomaba en serio, y demuestra, por otro, su propia limitación para comprender las razones del reproche de su genial hermano Nietzsche al genial comerciante que era Wagner. En suma: la hermana de Nietzsche era lo que tradicionalmente se conoce como “mocica vieja”, pero no por estado civil; esto es, no por soltera o casada, sino por “meapilas”, da igual de que “pila” estemos hablando. La hermana de Nietzsche era la clásica aspirante al club de “magas”. Estos “aspirantes a” son un insulto a la inteligencia individual, un peligro para la libertad y una fuente de ingresos para los movimientos totalitarios. Ayer, hoy y mañana. La historia de “si no lo hace él, otro lo hará” se termina en el momento en que se dice, igual que decía mi padre Nostradamus: “pero no yo”. Eso era lo que mi padre repetía a mi madre antes de que mi madre fuera atrapada por las magas, hechiceras y nigromantes, y mi padre Nostradamus la siguiera. Nunca he sabido si por ciego o porque su amor a mi madre, y su dependencia de ella, era mayor que su amor a la verdad y por eso él, mi padre Nostradamus, se convirtió en Nostradamus- Adán y siguió a su Eva.

¿Quién en su sano juicio puede creer que las hojas de higuera del Paraíso con las que Adán se cubre el cuerpo son simples hojas de higuera? Nadie. Las hojas de higuera representan el conocimiento con el que Adán el ingenuo, el que se deja engañar por la serpiente y convencer por los más tontos que él, como Eva, abandona el Paraíso. Así pues, mi padre, secuestrado a través de su Eva, que a su vez había sido cautivada por magas, hechiceras y nigromantes, abandonó el Paraíso del conocimiento moral llevando sus hojas de higuera. Después de eso él, como Adán antes que él, creyó ver malos y perversos en todos sitios. Sólo él era el bueno. Sospechaba de todo y de todos, hallaba engañadores por todas partes. Las hojas de higuera con las que Adán había salido del Paraíso representaban los instrumentos de aviso de peligro que Dios había otorgado a Adán. Instrumentos que, lógicamente, ni Adán ni Eva había necesitado antes de la historia de la manzana Por eso resulta tan fácil a los totalitarios sugestionar al pueblo con frases tan burdas como simples: “Os están engañando, os están engañando”, porque esas frases aluden a recuerdos ancestrales y el individuo toma conciencia del conocimiento que las hojas de las higueras le transmiten de generación en generación, aunque Dios haya muerto. El problema es que no el individuo, sino el pueblo, es quien se traslada al momento de la expulsión del Paraíso y toma conciencia del peligro en el que se haya. Por eso en vez de apelar al juicio crítico, en vez de apelar a la libertad que el conocimiento, el conocimiento de las matemáticas y de los diferentes testimonios que la historia deja en forma de “clásicos”, - que es lo que el individuo haría -  el pueblo se transforma en colectivo histérico y decide aquello de que tiene que acabar con los malos y cortarle la cabeza a la serpiente. ¿Pero qué serpiente es la real y cuál es la falsa? Y así el pueblo recurre, nuevamente, al sacrificio de las víctimas propiciatorias. Esa fue la razón, posiblemente, por la que mi padre Nostradamus dejó de ser Nostradamus -Adán para convertirse en Nostradamus-Adán-Agamenón rey de pueblo; y como Agamenón rey de pueblo sacrificó a Ifigenia, sacrificando con ella a la verdad, a la razón y a la realidad. No ha sido el único. Otros han decidido la emigración al modo de “El maestro y Margarita”, de Bulgakov. ¿Y todavía se atreve Stephan Zweig a criticar a Servet por no “apearse del burro” y por incluso presentarse a pecho descubierto en la morada del lobo que era Calvino? Compréndanme: Nada en contra del bueno de Zweig que huye a Brasil, para suicidarse allí. Pero díganme: puestos en morir, en buscar la muerte libre y consciente, ¿no es más impactante hacerlo por nuestras ideas que por nuestra desesperación? Pregunto. Pregunto porque Servet es mi paisano. Aragonés de pro, como esta que escribe estas líneas. La crítica que Zweig le hace me dolió profundamente, tal vez porque yo comprendo a Servet más que a Zweig. Porque a Zweig yo sólo le hubiera podido entender de hallarse en la situación en la que se encontraba el brillante Cicerón en los últimos instantes de su existencia, - aunque Cicerón fuera al final de su vida un “Salomón, Salomón.” Estoy absolutamente convencida de que si el brillante Cicerón hubiera creído menos en la fuerza de la retórica y más en el Logo de sus palabras hubiera puesto en práctica su genial “De Sanectute” y hubiera transcurrido sus últimos días acompañado de su familia. Pero un hombre que escribe para gustar y ascender puestos en sociedad y no por propia convicción es siempre un hombre peligroso. No para los otros, sino para él mismo. En fin, permítanme mi defensa de un Servet que fue a morir para defender unas ideas metafísicas sobre las que ni él ni nadie puede estar seguros de su veracidad y ello, además, en un tiempo en el que la tolerancia lucía por su ausencia. ¿Consiguió algo? Yo creo que sí. Un hombre que muere por sus ideas es más honorable que el hombre que manda matar a otro por sus ideas. El principio del fin de Calvino y de Ginebra. ¿No les parece esto una hazaña de descomunal trascendencia?

 Retomando nuestro tema, ¿Adónde, pues, puede llevar la inversión de la inversión de la inversión? Muchos quisieran volver a la Antigua Edad Dorada que es, todo hay que decirlo, un caso muy parecido al de la Atlántida: Se afirma que ha existido, poseemos testimonios de que en efecto así ha sido. No obstante falta alguna constancia concluyente de que eso haya sido así. A la Antigua Edad Dorada quiere volver, sobre todo, los adalides del Orden Inmutable y Eterno. Excede mis facultades de comprensión cuando justamente ellos, los adalides del Orden Inmutable y Eterno, repiten incansables y al mismo tiempo que la humanidad es mala y que se han perdido las virtudes. A ver: ¿es la humanidad mala porque se han perdido las virtudes que el Orden Inmutable y Eterno predica o es mala por naturaleza? Ése ha sido desde mi niñez la duda que siempre me ha perseguido. ¿Desde cuándo y por qué es la humanidad mala? Si nos remontamos a las crónicas históricas la maldad persigue al hombre, por lo menos eso, desde los tiempos del Paraíso. Díganme, señores del Orden Inmutable y Eterno: si incluso en el Paraíso éramos incapaces de librarnos del mal ¿cómo vamos a ser capaz de librarnos fuera?

Comprendo que Platón y todos los otros en vez de un regreso imposible a un Edad Dorada que se ha demostrado un espejismo basado en el “cualquier tiempo pasado fue mejor”, se lance a la conquista de una Utopía que, a pesar de ser un imposible, por Utopía, todavía puede considerarse “en progreso”, “en construcción”, “en acercándonos”. En fin: las Utopías renuncian a la posibilidad de una vuelta al Paraíso para, en su lugar, arengar por la marcha hacia el Reino de los Cielos. Esos son los Moisés de este mundo, los movimientos ilustrados al corte de aquellos que creen que la naturaleza del hombre es positiva si tienen dirigentes capaces de llevarlos en la dirección correcta. El comunismo fue una de esas Utopías, no me cabe la más mínima duda. El problema que presentan todas las Utopías es el de su realización. Si llegar hasta la Tierra Prometida representa siempre un camino largo, interminable casi, imagínense ustedes lo que supone alcanzar el Reino de los Cielos que es, lo que a fin de cuentas lo que todas las Utopías prometen. El fascismo no es una Utopía. El fascismo es la autoproclamación de salvador y la autodeclaración del Reino de los Cielos. Sobre este tema ya escribí prolijamente en mi comentario del mi blog “El Libro de la semana” titulado “Las ocultas raíces del Nacionalsocialismo”, de Nicholas Goodrick-Clarke, así que no seguiré.

La mayoría persigue objetivos más humildes, pero quizás, por esto mismo, con más sentido común. La mayoría de los ciudadanos desean una vida normal, lo cual, para la mayoría de los ciudadanos significa disponer de un trabajo, una pareja, una vivienda, unos hijos y si a esto se le une un coche y unas vacaciones, mejor.  Dado que justamente esto era lo que muchos disponían hasta ahora, el deseo de esforzarnos por girar la situación hasta lograr la inversión de la inversión de la inversión es vista por muchos como un disparate. Lo que todos ellos quieren es “Wohlstand”, “Bienestar”, sin ni siquiera pararse a reflexionar sobre el precio que hay que pagar tanto a las empresas de los países y a los países que lo sirven, como el hecho de que ese “Bienestar” “Wohlstand” atenta contra el dinamismo de la persona puesto que se trata de un “estar” y no de “incentivar”, porque el incentivo únicamente tiene como meta “llegar a ese estar”. El individuo deja que "el mundo " resuelva sus problemas.  El mundo es aquello de lo que él forma parte sin serlo por completo.  Unos dejan que su vida sea resuelta por los dioses y devienen ateos cuando esto no sucede según su deseo y otros se lo dejan al mundo y esperan que el mundo les resuelva la vida material  además de proporcionarle las diversiones que a él le divierten y los amigos que a él le divierten.  En estos momentos el mundo le dice incluso qué debe comer y cuántas horas debe dormir.

El individuo-ciudadano ha dejado de ser en el Estado del Bienestar individuo-ciudadano para convertirse en un  consumidor-cliente que habita en la “sociedad del ocio”. De tal manera que el individuo se define como “consumidor-cliente-ciudadano”. Por eso el individuo apenas dispone de tiempo y fuerzas para ser creativo, realmente creativo. A lo sumo influencer, -ya sea de moda, o de ideas- o indignado. El creador de contenido no es realmente creador de contenido, simplemente es el individuo que considera diversas estrategias para que determinadas ideologías o modas u opiniones lleguen a la máxima cantidad posible de personas que son, igualmente, “consumidor-cliente-ciudadano”. A eso, a veces,  le denominan "ser trasgresor". Pero en realidad significa simplemente la introducción dd nuevas modas o gestos a ser consumidos.


En filosofía ese “estar” y ese “llegar a estar”, indica una ausencia total de movimiento y, por consiguiente, de vida.  Y, no obstante, este estado justamente: el de “estar” y el de “llegar a estar” es por lo que muchos se niegan en rotundo a aceptar el intento de “invertir la inversión de la inversión” y por lo que muchos exigen la paz, que es la paz del cautivo.

De todos los obstáculos, éste, sin duda, es el más peligroso. Las grandes dictaduras se aprovechan de esta oposición. De repente la oposición es la defensa de la libertad. “¿Qué libertad?”, digo asombrada. - La libertad de estar muerto siguiendo estando vivo – oigo rugir victorioso al vampiro - ¿Te refieres a que vamos a convertirnos en gatos de Schrödinger en vez de en rinocerontes de Ionesco?

Y el vampiro desaparece furioso. Los juegos del lenguaje no es lo suyo. Yo, en cambio, cada vez me siento más a gusto al lado de Lewis Carroll: ése magnífico matemático con un fino e inteligente sentido del humor que le permitía reírse de su sociedad y que justamente porque no tenía ganas de polémicas ni de enfrentarse a la picota social hizo lo mismo que antes que él habían hecho muchos de los hombres que disponían de un fino e inteligente sentido del humor lo que les permitía reírse de su sociedad, pero que como, al igual que Carroll Lewis, no tenían ganas ni de polémicas ni de enfrentarse a la picota social escribieron sus pensamientos en forma de cuento para niños.

Hans y Gretel, por ejemplo. Dos niños abandonados por sus padres en el bosque. Seguramente hijos de divorciados que desean empezar una nueva vida dejando a los hijos de ese primer matrimonio desgraciado a su suerte. Venga, ¿no me digan que ustedes no conocen todavía esos niños sándwiches que viven a caballo entre la nueva familia de su madre y la nueva familia de su padre? Niños que tienen que confiar en sus propias fuerzas para librarse de todas las magas, hechiceras y nigromantes de este mundo. Nada, nada que ver con aquel “Taugenichts” de Eichendorff, ese joven “vivalavirgen” al que su padre con la excusa de que ya le ha ensenado todo lo que podía ensenarle le muestra el camino durante un soleado día para que vaya a recorrer mundo. Y hete aquí que aquel alegre, inconsciente pero confiado en la vida por el amor que ha recibido de su padre, se echa a andar sin miedo ni preocupación. Sabe que su padre le ha dado dinero para el viaje y sabe que puede volver si la aventura no resulta. Nada, nada que ver, repito con Hans y Gretel que, inteligentes y responsables como son saben volver a casa, pero teniendo los padres que tienen una vez más son llevados al bosque.

Otro cuento para niños sumamente inteligente: el flautista de Hamelin. Ese hombre que como no se le ha dado lo acordado decide secuestrar a los niños. El único que no le puede seguir es el cojito. Moraleja: Sean cautos con los cantos de sirena, cautos con las promesas que les prometen duros a pesetas y alégrense si llegan tarde a determinadas rebajas. ¿Otro cuento? El patito feo. “No hagan caso de las convenciones sociales, no hagan caso de las críticas sociales, no se sientan mal si son aislados por la masa.”

Y así podríamos seguir.

Justamente porque los cuentos son tan inteligentes y Lewis Carroll tan agudo, han sido censurados los cuentos por “agresivos y violentos” y a Lewis Carroll por “pederasta”.

No me hagan reír. Son los mismos que han escrito cientos de biografías condenando a Newton a una personalidad que en absoluto se parece a la del verdadero Newton que el vampiro y yo conocemos. ¿No me creen? Créanme. Newton era un chico de orígenes humildes. En realidad, reunía todas las condiciones para convertirse en un Hans, pero hete aquí que su incapacidad para ser un buen agricultor únicamente le permitía convertirse en un gran pensante. Newton es el Hans que se convierte en el Taugenichts de Eichendorff. No obstante, y esto es preciso remarcarlo, Eichendorff era un gran optimista. Su optimismo rebasa la realidad; lo cual permite deducir o que pensaba que el futuro sólo puede traer algo mejor considerando que lo que tenemos es un desastre, o que era un gran escapista o que realmente creía en aquello de que “este mundo es el mejor de los mundos posibles”.

El Taugenichts Newton llega con una beca del tiempo a Cambridge. Si siglos más tarde George Orwell cuenta sus desventuras en Eton, creo, debido a sus escasos medios económicos en comparación a sus comilitones, pueden ustedes comprender las terribles situaciones a las que el joven Newton hubo de enfrentarse, máxime teniendo en cuenta de que además de pobre, había de pagar su estancia siendo criado de sus propios compañeros de estudios.

El hombre que persevera, sea por orgullo o sea por necesidad, es un hombre que alcanza el objetivo propuesto. Newton se vengó de todos aquellos arrogantes, de todos los insultos, improperios y, a buen seguro, puntapiés que había recibido de todos aquellos presuntuosos estudiantes de Cambridge superándolos en saber, primero y evitando su cercanía y su amistad, segundo. Lo sabemos todos: un petimetre sufre si encuentra a alguien más inteligente que él, pero saber que alguien lo ignora, evita incluso su compañía es algo que nunca soportará. Por eso transformaron al inteligente y orgulloso Newton en un ser poco menos que misántropo, añadiéndole con el tiempo las enfermedades mentales que, por lo general, se les atribuyen a las personas excepcionales. ¿Le quitaba el sueño esta fama a Newton? Seguro. Un hombre excepcional es siempre un hombre sensible. De ahí su afición a la mística, que lleva a los corazones sedientos de calor a mundos mágicos y fantásticos.

Y sí, como de costumbre, soy yo, la que ha de poner las cosas en su sitio.

Como ustedes habrán adivinado ya, alcanzar la inversión de la inversión de la inversión no va a resultar fácil. Los políticos como Habeck lo intentan a su modo y manera y por eso tatarea a Grönemeyer. Yo lo intento a la mía. Por eso acepté el desafío del mismísimo ángel de la muerte. En fin, que cada uno según nuestras fuerzas y nuestros caracteres, intentamos conseguir lo imposible.

En realidad, esa es la lucha que tiene lugar en estos momentos en Alemania, y yo me atrevería incluso que a afirmar que en Occidente unos que quieren sostener su “Wohlstand” y otros que intentamos como desesperados “la inversión de la inversión de la inversión”.

El “Bienestar” “Wohlstand” nos lleva a los brazos de las dictaduras que nos invitan, como invitaron a Pinocho, a quedarnos en la Isla de los asnos.

La inversión de la inversión de la inversión, nos arroja al camino del deber; de la pobreza, sí; pero, también el sendero de la libertad y de la autoafirmación del “yo soy”.

Ésta, y no otra, es la lucha a la que Europa se enfrenta. Europa y yo me atrevería incluso a decir que Occidente entero.

Olvídense de confrontaciones entre la extrema izquierda y la extrema derecha. Ambas, - la extrema izquierda, primero y la estúpida la extrema derecha como respuesta a las estupideces de la extrema izquierda que hubo un momento en el que parecía como un niño glotón que, cuanto más pasteles recibe más pasteles pide, después, -  ambas digo, están dirigidas y movidas por la misma mano: la de Moriarty.

¿Y qué persigue Moriarty? ¿alzar a la extrema izquierda o la extrema derecha?

¡Vamos! ¡No me sean ingenuos! ¡Recapaciten!

A Moriarty le resulta tan indiferente la una como la otra. Lo único que persigue Moriarty es el caos, la confusión y, sobre todo, la destrucción. Como avisó aquel brillante escritor polaco Stanisław Przybyszewski en su obra “Hijos de Satán” de 1897, lo que venga tras la devastación y la demolición es indiferente. Es indiferente el orden que se establezca tras la aniquilación. Lo que importa es la destrucción por la destrucción misma. Se trata de arruinar todo lo que anteriormente había sido construido. Nada de reformas, nada de medidas de mejoras. Se trata del exterminio.

Desconfíen, por Dios, de todos esos discursos sobre Apocalipsis, Armagedón, invasiones de la Tierra o conquista de la Tierra por demonios.

Y decidan libre y conscientemente si prefieren un “bienestar”, “Wohlstand” en cautiverio o una inversión de la inversión de la inversión en una libertad que no nos da, es verdad, la libertad de ser Dios, pero sí la libertad de ser hombres y de elegir una democracia responsable, razonable y tolerante con la imperfección que cualquier obra humana conlleva.

Olvídense, por favor, de términos como “Bestimmung” y “destino”, que han sido introducidos por grupos de personas que no creen en la libertad; bien porque han nacido en dictaduras milenarias, bien porque han perdido la fe en sí mismos y pretenden que otro u otros, que no son ellos mismos, se la ofrezcan.

Acuérdense, de Lewis Carroll, de Newton y de todos esos hombres contra los que en los últimos tiempos se han dirigido los más virulentos ataques, imponiéndoles pecados y locuras que en absoluto fueron suyos. Dejen de buscar “verdaderas caras” a hombres que no tenían grandes secretos que ocultar excepto su interés por la alquimia, por la hermética y por los profundos fundamentos del universo. Ningún hombre es perfecto. Eso es cierto. Pero entre la imperfección humana y la perversión hay una gran diferencia. Transformar las peculiaridades y los comportamientos individuales de los mejores hombres que las mejores universidades de un país han dado en neurosis, enfermedades mentales, psicopatías y pecados inconfesables me parece una burda forma tanto de conquista como una insensata forma de arrepentimiento de un país que, no seré yo quién lo niegue, ha dado una gran colección de bribones, pero, fuerza es reconocerlo, geniales cabezas y grandes corazones.

La estrella de la bruja ciega.

Sé que quería hablarles de la paz. También quería hablarles de la introducción de ese nuevo discurso polarizante y destructor que se denomina “Tradwife” o algo así. Nominalismo ¿recuerdan?

 

 

 

 

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