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Sunday, November 3, 2024

Supongo que esperan que hable sobre este tema. En honor a ustedes.

 

Estados Unidos va a elegir un nuevo presidente para su gobierno. Los americanos están indecisos; el mundo aguarda impaciente los resultados. ¿Ganará Trump? ¿Ganará Harris?

Francamente, hace unos años cualquier persona un mínimo perspicaz sabía que Trump ganaría las elecciones y que esa victoria iba a suponer un movimiento de la geopolítica, así como una prueba de fuego para la democracia en Estados Unidos.

En este momento, sin embargo, la llegada de Trump a la Casa Blanca de los Estados Unidos va a traer más convulsiones que quebraderos de cabeza al mundo. Entre otras cosas porque aquel “America First” es agua pasada. Lo que ahora está impulsando a Trump es Ayn Rand y eso nunca es positivo. Aclaremos, ella no fue la primera en cantar alabanzas del hombre individual. El romanticismo lo había hecho previamente y, en última instancia, aquel Stirner que escribió “El único y su propiedad” puede considerarse un buen ejemplo. Sí. Yo me leí los dos tomos que aparecían en la colección que mi padre Nostradamus me había regalado. El primero fue sumamente interesante. Comprendan: soy una bruja y verme reconocida en mi individualidad solitaria siempre es de agradecer. Pero el segundo volumen me pareció insoportable. Un yo que no sale de su yo no puede ser nada positivo. En fin, cuando leí Ayn Rand me pareció volver a encontrar a Stirner, con la única diferencia que en vez de hablar del yo respecto a la sociedad, que es lo que hacía Stirner, Ayn Rand hablaba de economía. Ya lo he dicho: un tostón.  Ayn Rand era una amargada maniquea y los amargados maniqueos pocas veces construyen una sociedad en equilibrio. Nada que ver con un Hayek, pongo por caso para ustedes, esos que aman al liberalismo. Incluso el liberalismo tiene sus reglas. Puede ser que, como dijo Carl Schmitt, el Estado liberal tiene la semilla de su propia destrucción en su interior, pero, eso, lejos de condenarlo a la muerte desafía al Estado liberal a la vida justa y en virtud. En resumen: un Estado no se puede comportar como una empresa, de la misma manera que una familia tampoco puede comportarse como un ejército. Vamos, poder puede, pero si lo hace las consecuencias no serán las mejores. Que una familia no se comporte como un ejército no significa que la familia no necesite de reglas, y de un planteamiento del día; del mismo modo, que un Estado no haya de comportarse como una empresa, no significa que pueda permitirse el lujo de vivir celebrando mariscadas y fiestas varias.

Trump se ha decantado por los seguidores de Ayn Rand que se ven a sí mismos como los “hombres hacedores y evolucionados evolutivos” de este mundo, mientras que el resto de los seres humanos seguimos estando sumamente cerca de nuestros pasados los primates. A mí, lo confieso, no me importaría pertenecer a esta categoría si al mismo tiempo no se me exigiera pasar a formar parte del sistema que los “hombres hacedores y evolucionados evolutivos” pretenden formar, en vez de la sociedad – primitiva, lo acepto- en la que los primates, como yo, deseamos pasar nuestra existencia. Váyanse a Marte y los primates de este Planeta Tierra lo agradeceremos. Los padres volverán a tener tiempo para sus retoños, los hijos podrán jugar en la calle sin videoconsolas; arriba será arriba y abajo, abajo. Váyanse a Marte y dejen a los primates de este Planeta Tierra con sus dioses antiguos, con sus trapicheos y con sus historias para no dormir, que permiten que la vida se desarrolle libre de tantas fantasmagorías y emociones inservibles. Los primates lloraremos a nuestros muertos. A los nuestros. Y nos preocuparemos por nuestros vivos. Los nuestros. Respecto a los demás… Vive y deja vivir. ¿Para qué más?

Váyanse a Marte, ustedes, “hombres hacedores y evolucionados evolutivos” y déjennos comer tranquilamente nuestro plátano diario.

No lo conseguiremos. Lo veo.

El problema de estos grandes hombres, “hombres hacedores y evolucionados evolutivos”, adoradores de la diosa de barro Ayn Rand, diosa de barro por amargada y por maniquea, es que, al igual que nosotros – los humildes primates que, al parecer vivimos de ellos – son mantenidos, aunque no lo quieran reconocer. Ellos, al igual que nosotros, son seres dependientes del resto de sus congéneres. De sus ventas, de su expansión, de su dinero, de sus compradores y de sus trabajadores. Esos "hombres hacedores y evolucionados evolutivos" son lo suficientemente arrogantes para hacernos creer que no van a tener necesidad de nosotros, los primates, porque ellos “los hombres hacedores y evolucionados evolutivos” van a disponer de la inteligencia artificial, de los robots y de no sé cuánto tipo de tecnología más.

Dejando al lado la cuestión de la energía, ¿quiere alguien de ustedes explicarme quién va a cuidar de toda esa tecnología?

Ah – dicen “los hombres hacedores y evolucionados evolutivos” es que la inteligencia artificial va a aprender de sí misma y va a poder cuidar de sí misma. 

Los primates, claro, nos reímos. Los primates, por primates, miramos a las estrellas y nos interesamos por la vida de nuestros dioses. Cómo se observa desde la Tierra al mundo de los dioses? Siempre con follones. Con follones los dioses nórdicos, con follones los dioses greco-romanos; los dioses del Indostán con guerras cósmicas e incluso nuestro Dios tiene de vez en cuando quebraderos con Satán. Lean las primeras líneas del libro de Job. Si eso no es una apuesta en toda regla… ¿Quieren ustedes decirnos ustedes, “hombres hacedores y evolucionados evolutivos”, que cuando ustedes pongan en manos de la Inteligencia Artificial el desarrollo del mundo y ustedes hayan conseguido el elixir de la eternidad, el mundo y ustedes van a seguir una línea armónica e imperturbable? ustedes creen algo así, pueden creer algo, de sí mismos? ¿Ustedes, cada uno de ustedes, con sus particulares y personales biografías, de verdad lo creen? ¿Ustedes creen que la evolución por la que ustedes están trabajando día y noche será eterna para ustedes y armónica para el universo, una vez liberado el planeta de primates como yo?

Puede que algunos se enfaden con ustedes. Personalmente, he de confesarles que ustedes tienen mi absoluta simpatía. Por graciosos. Ustedes consiguen liberarme del aburrimiento en el que yo, primate, con ganas me sumergiría porque cuando a nuestro alrededor hay tantas emociones, tanta algarabía, tantos buscadores de culpables, tanto ruido, lo que mejor puede hacer el primate, que soy yo, es cerrar puertas y compuertas, correr cortinas y no salir al mundanal ruido excepto cuando sea realmente imprescindible y necesario para su supervivencia. Incluso en esos momentos lo mejor que puede hacer en un primate como yo es no ver a nadie, no hablar con nadie y fingir una incapacidad total y absoluta para entender lo que los otros le dicen. Por confuso, dice el primate que soy yo. Y cuando hable, lo mejor que puede hacer el primate como yo, es hacerlo de la manera más incomprensible posible. Por confuso, igualmente. El no ser entendido y no entender en tiempos emocionales le confiere de una cierta protección, creo yo. Aunque le suma en el aburrimiento. Estoicismo, le llaman algunos a ese estado. Será.

Si gana Harris gana la posibilidad de seguir siendo una sociedad y de que “los hombres hacedores y evolucionados” se vean obligados a hacer lo único que no quieren hacer. Ellos, tan hacedores, se niegan a pagar impuestos. Sí a la libertad, no a los impuestos. Ellos son hacedores libres, pero no hacedores de sociedades. Los hacedores libres son hombres que no dependen de nadie. Los hacedores de sociedades son parásitos. Ellos quieren hacer sistemas, quieren hacer negocios, quieren hacer lo que quieran y lo que no quieren hacer es la declaración de la renta.

En realidad, Harris debería estar ganando por mayoría porque en principio obligaría a devolver a “los hombres hacedores y  evolucionados evolutivos” lo que estos adeudan a las sociedades: el consumo que mantiene en pie a sus negocios lo realiza la población de esa sociedad, el esfuerzo de los trabajadores que construyen sus negocios, el trabajo de los funcionarios que realizan las cuestiones burocráticas que sus negocios requieren. En fin, ustedes me entienden. Algo así no es comunismo. Algo así se llama economía distributiva. Vamos, digo yo. Lo otro es un poblado de vaqueros al estilo darwiniano : "el más fuerte, o sea el más desconsiderado, gana". Es posible que los antiheroes y los chicos malos hagan gracia. La gracia que hace lo irreverente. Graciosos no son. Constructivos todavía menos. A lo más provocan al espectador, al que los tiene frente a frente a una reflexión interior: es esto a lo que debemos aspirar o es más bien esto una crítica de nuestra sociedad y aquello contra lo que deberíamos negarnos a ser? Más bien esto último. "Los hombres hacedores y evolucionados evolutivos" representan siempre un aviso. El aviso que ya en su día dieron los griegos: Todo según medida.

¿Ganará Trump? ¿Ganará Harris?

Tantas emociones nublan la razón. Cuando un primate quiere dejar de ser primate para entrar en el club de “los hombres hacedores y evolucionados evolutivos” para soñar que es mejor que el resto de los primates, para pertenecer a otra categoría, etc., votará a Trump. Es lo más sensato. Pero la sensatez no es lo más común en estos lares. Así que se les hará creer que votando a Trump van a pertenecer a un club en el que nunca van a entrar. Mantendrán y seguirán manteniendo al club exclusivo de “los hombres hacedores, evolucionados evolutivos”.

¿Creen de verdad que a mí me importa ese asunto mucho?

No.

¿Por qué no?

Porque lo que los movimientos de los “hombres hacedores y evolucionados evolutivos” muestran es su miedo. Su miedo y no su confianza. Satélites por todas partes, estaciones espaciales en el que se puede vivir más tiempo del pensado en un primer momento. Viajes a Marte. Yates que surgen los mares aprovisionados con las últimas novedades tecnológicas y militares. Aviones privados. Islas privadas. Negocios globales y planetarios a los que de ninguna manera están dispuestos a renunciar. Lo último: centrales nucleares en miniatura. Para ellos, claro. Pongan en un país una macro granja de cerdos. Pongan en otro una innumerable cantidad de pequeñas granjas de cerdo. La contaminación del medio ambiente será la misma en los dos, aunque los ciudadanos reparen antes en la macro granja que en el otro modelo.

Con las centrales atómicas pequeñas sucede lo mismo. “Los hombres hacedores evolucionados evolutivos” necesitan energía, mucha energía. Y lo saben. Nosotros los primates no necesitamos tanta energía, pero si estamos convencidos de que las necesitamos para conservar nuestra privacidad entonces es posible que todos nos lancemos a solicitar pequeñas centrales atómicas en nuestros garajes.

Por muy pequeñas que nuestras centrales atómicas sean, seguirá estando presente el problema de dónde enterrar los residuos.

En fin, el resultado de las elecciones de Estados Unidos me resulta indiferente. Los problemas a los que hemos de enfrentarnos son los mismos con uno que con otro, y cuando la tormenta llega al barco da igual – realmente da igual – quién esté al timón. Tal y como está el mundo, el que pretenda mantenerse al pie del timón en medio del huracán será muy seguramente considerado culpable. Ya saben ustedes: ese nuevo juego de “buscar el culpable” en cualquier lugar y situación.

En fin, estamos donde estamos: en un punto que no se mueve del punto en donde está; en un punto que no quiere ser línea; en un punto que sólo quiere ser un punto separado de otro punto al que se llega saltando de punto en punto, sin motivo ni causa ni dirección. ¿Qué es eso? ¿Qué es un punto que no sale de sí mismo? ¿Qué es un punto que gira y gira, pero siempre sobre sí mismo, sin salir de sí mismo, que se mueve sin moverse de sí mismo?

Una espiral.

El movimiento actual es un movimiento en espiral. Crean tornados. Se salta de espiral en espiral; de tornado en tornado. Por eso los que ustedes leen aquello que yo escribí hace diez años siguen encontrándolo actual. Porque el mundo es un mundo de puntos no conectados entre sí, que se mueven y giran sobre sí mismos creando única y exclusivamente espirales, tornados.

“Los hombres hacedores y evolucionados evolutivos” sueñan con la eternidad, con la inteligencia artificial, con los robots, con viajes a la estación espacial, a Marte.

De momento les espera un gran terremoto.

Con Trump o con Harris, el follón está asegurado.

Creo, sinceramente creo, que todos ustedes deberían dejar sus pretensiones cósmicas y eternales para hacer una afirmación que, quizás les reporte menos ingresos, pero les garantizará la eternidad en la Historia de los Primates: Salvar a Occidente, o perecer con él.

¿Les parece patético?

¿Prefieren ustedes aquello de “el pueblo salva al pueblo”?

Quizás.

La pregunta es qué pueblo salva a qué pueblo.

En un tiempo como el nuestro en el que la decadencia del corazón va paralela a la decadencia del intelecto, paralela a la decadencia de las fuerzas, creo -sinceramente creo- que da igual quién gane. Con Trump o con Harris, el fin de las fuerzas de los moderados está llegando a su fin. El comienzo de la necesidad de luchar contra las autocracias, derecha o izquierda poco importa porque como todos sabemos se trata, en realidad, de fascismo contra fascimo, de salvación contra salvación, sin plan, sin tierra Prometida, porque la tierra Prometida para los nihilistas no existe, a lo sumo es Marte, se impone.

La lucha más difícil no la tienen los colectivos. 

La lucha heroica la tiene el hombre individual, personal e intransferible que no quiere saber nada de los otros excepto cuando los encuentra a la hora de comer en la cantina. E incluso entonces no le importa más que su plato caliente. Pero como es individual, personal e intransferible y sabe el precio que ha de pagar por ello, se conforma con un trozo de pan seco y un poco de agua. 

Los colectivos demonizan a la soledad porque necesitan contingentes humanos. 

El hombre individual, personal e intransferible quiere su paz y su tranquilidad. 

Con Trump o con Harris, no la tendrá. 


 La estrella de la bruja ciega

 

 

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