La pregunta a la que me estaba enfrentando hasta hace unos minutos era por
dónde empezaba este nuevo artículo: si por el tema de la paz o por el tema de la
mujer. Ha sido entonces cuando ha sonado mi teléfono y, a pesar de estar convencida de que sería Jorge el tranquilo el que tranquilamente interrumpiera la
diatriba en la que me hallaba sumida, noto que es Carlos el que timbra mi teléfono y
la voz de Carlos la que también responde a mi consabido “¿diga?”. Un saludo obsoleto,
lo reconozco; teniendo en cuenta, además, que sabía de antemano quién me iba a
responder pueden ustedes denominarlo inadecuado. Pero ¿qué quieren? Cuando
somos pequeños aprendemos modos de ser y modales; con la edad éstos se
transforman en costumbres que llegados a la vejez se nos convierten en manías. A
mí me parece que cada niño ha de hacer un gran esfuerzo para adquirir eso que
en alemán se llama “Sitte” y que viene a ser el término con el que se denomina
la interiorización de los valores sociales que una sociedad comparte. El esmero que han de poner los padres en que su
hijo aprenda tales modos y modales se recoge en la frase “was Hänschen nicht
lernt, lernt Hans nimmer”, o lo que es lo mismo: “lo que Jaimito no aprende, no
lo aprende Jaime jamás.”. ¿Pueden hacerse ustedes una idea de la cantidad de
Jaimitos que los maestros y profesores acogen cada día en sus aulas? ¿Pueden
ustedes imaginarse la liberación que representó el hecho de que alguien decidiera que los modos y
modales eran cuestiones privadas y que en el colegio los jaimitos tenían que
aprobar fácilmente para que el estudiar no les causara traumas?
Y hete aquí que los jaimitos conservan sus jaimitadas durante la madurez y siguen
portándolas de viejos. Y a eso se le llama “espíritu joven” y “desperté de ser niño,
nunca despiertes” y poesías varias. El
jaimito responsable en cambio, se esfuerza por aprender y llegar a ser Jaime provisto
de un gran saco de conocimientos, de modos y de modales que utiliza en la
práctica diaria de su existencia sin casi notarlo porque aquellos valores –
modos y modales -que hubo de aprender se han convertido en sus costumbres y
llegado a viejo nota con asombro el asombro de los demás cuando exige que sus
costumbres sigan siendo sus costumbres y oponiéndose vehemente a las nuevas
costumbres que los demás quieren introducir e imponer en lo que él considera su
vida cotidiana. El viejo Jaime defiende de viejo sus manías que son las costumbres
de su madurez que con tanta disciplina hubo de aprender en la niñez. Por este
motivo le llaman “maniático”. Por este motivo se enfada el viejo Jaime. Suerte
tendrás viejo Jaime, le susurra la estrella de la vieja bruja, si en los
tiempos que corres te libras de que se afirme que padeces de Alzheimer. – “Dime
vieja bruja” - pregunta el viejo Jaime consternado por esta nueva situación - ¿qué
me aconsejas hacer?”. – “Cierra tus puertas y ventanas y vete a caminar sin
sentarte en ningún banco. Saluda a todos con una gentil sonrisa sin a nadie
permitir entrar en tu vida y rechaza la ayuda que amablemente te sea ofrecida,
porque cada ayuda viene con una obligación.” Eso hace el viejo Jaime y hete
aquí que durante sus paseos encuentra extraños personajes vestidas de extrañas formas
que hablan de extraña manera y se mueven de una manera aún más extraña. El
viejo Jaime no teme a esas extrañas figuras, pero siguiendo el consejo de la
estrella de la bruja ciega regresa sin detenerse a su casa. Nadie molesta a nadie.
Toma tranquilamente un té humeante y disfruta de su día tal y como lo ha disfrutado
a lo largo de los últimos ochenta años. Hasta que un buen día, alguien llama a
su puerta pidiéndole consejo. No a él, pero si al pasado que él representa. El
viejo Jaime, siguiendo el consejo de la estrella de la bruja ciega impide el
paso a su casa, pero acepta hablar en la entrada y acepta la invitación de su
vecino el joven, cuando llega después de tres o cuatro encuentros. Nada que ver
con el jaimito que siguió siendo jaimito de joven, contento de seguir siendo niño
y cumplidos los ochenta años perpetúa sus jaimitadas. Como no ha aprendido
lo que el viejo Jaime aprendió, pretende poder aprender en su vejez nuevos
modos y modales. Se junta con los jóvenes, aprende sus gestos y su forma de hablar.
Acude a sus fiestas, a sus reuniones, a sus conversaciones, se introduce en las
redes mediales… Haga lo que haga, Jaimito seguirá siendo Jaimito. Le faltará el
tiempo para interiorizar las nuevas enseñanzas y convertirlas en costumbres. Con
o sin Alzheimer jaimito nunca será el viejo que sirva de plataforma a las
generaciones que le siguen. Jaimito se autoinvitará, se presentará como por
casualidad y como por casualidad se unirá a una reunión a la que no ha sido
invitado. Puede pasar que si Jaimito proporciona una cierta diversión a la
velada su presencia sea tolerada por los tolerantes intergeneracionales; a
mucho más no llegará. Si esto le pasa a Jaimito el gracioso, a Jaimita, la
servicial Jaimita, le sucederá que, o acude acompañada de un gran cargamento de
chismes y un buen pastel, o habrá de aceptar la indiferencia ajena,
cuando no el olvido. El que de joven no ha interiorizado las enseñanzas de su época, como son las costumbres que corresponden a ese tiempo, las que por edad ha de asumir por obligación todavía menos. Dudo
mucho, pues, que Jaimita la servicial se dé por vencida y procurará aquí y allá
chismes que ofrecer. “La Celestina” podría ser un ejemplo de lo que digo.
La disciplina, la autodisciplina, es sumamente importante. En cambio, hoy ha
aparecido un fenómeno desconcertante. Nada de autodisciplina y nada de enseñar a
los infantes a disciplinarse. En vez de eso se practica el juego de tirarse las
patatas de la culpa de un tejado a otro tejado. Incluso cuando “las
patatas de la culpa” caen en el tejado de alguien que no desea participar en
ese juego y que se ha quedado en su sitio, tranquilamente en su sitio, como el
viejo Jaime, llaman a su puerta y le increpan que es culpable por tener un
tejado en el que ha podido caer la patata. Si no tuviera un tejado, no podría
haber caído allí la patata. Pero puesto que había un tejado que ha obstaculizado
la libre trayectoria de la patata de la culpa y que ese tejado coartador de la
libertad de la patata de la culpa es su tejado, es el viejo Jaime el que ha de
resolver qué hacer con la patata de la culpa.
¿Y qué hace el viejo Jaime? ¿Lanzarla a otro tejado? Eso lo haría Jaimito.
El viejo Jaime coge la patata, le echa un poco de sal, un poco de mantequilla y
se la come. Después de eso se va a su cama a hacer la digestión mientras duerme.
Sueño reparador, se le llama a eso. Y se levanta siendo el “gigante
egoísta”, al modo del cuento de Oscar Wilde: por aguafiestas, porque por “su
culpa” se han quedado sin “patata” y ahora ya no pueden jugar.
Y Jaimito, que conoce al viejo Jaime desde que eran jóvenes, es el que encabeza
la manifestación contra el viejo Jaime.
¿Qué tiene que ver esto con la paz, con la mujer o con Carlos que sigue aguardando
pacientemente a que le coja el teléfono? Nada. ¿Alguna moraleja? Ninguna,
excepto quizás aquel exabrupto de “Hay cosas que claman al cielo.”
-
Isabel
– me interrumpe la voz de Carlos al otro lado de la línea telefónica - ¿Quieres
explicarme qué tienes en contra de Newton?
-
- ¿Yo?
– pregunto sorprendida.
-
Sí.
Tú. ¿Pretendes borrar su fama de antipático desagradable que acompaña a Newton
convirtiéndole en un resentido? Menudo cambio. Escribe la respuesta en algún
artículo. Ya lo leeré.
Y como suele ser habitual en él, cuelga sin más dilación. Aunque no lo
quiera reconocer, las costumbres de Carlos también se están transformando en
manías. Carlos llama por teléfono, aunque ese teléfono sea un móvil, del mismo
modo que yo contesto con un innecesario “¿diga?”. Si Carlos fuera con los tiempos no llamaría.
Escribiría. No obstante, he de responder a su pregunta sin tener una solución. ¿Fue
Newton un resentido por ignorar y despreciar a los mismos presuntuosos que con
bastante seguridad le habían tratado mal durante sus primeros años? No.
Newton no fue ningún resentido.
Aunque en tiempos nominalistas a la Justicia se le pueda denominar “Resentimiento”
son dos conceptos distintos. El del “Resentimiento” descansa en el terreno de
lo emocional, mientras que el de la “Justicia” pertenece a la esfera del
intelecto.
Newton no fue un resentido jamás. Actuar llevado de bajas emociones, - y el
resentimiento es una de ellas, - hubiera sido considerado por el genial Newton
una vulgaridad propia de almas necias. Si Newton-Hänschen no había consentido en
serlo, Newton-Hans mucho menos.
La actitud de Newton respecto a sus antiguos compañeros y a sus congéneres fue
la actitud de un hombre justo.
Newton el adulto había aprendido siendo Hänschen que cada niño se junta única
y exclusivamente con los de su clase y sólo se aviene a tratar con otros cuando
estos otros le pueden proporcionar alguna utilidad; la de sirviente, por ejemplo.
Aquella lección acerca de modos y modales se convirtió en costumbre y por
tanto, Newton el maduro actuó en consecuencia.
Newton se limitó simplemente a aplicar la enseñanza adquirida en su niñez
acerca de los modos y modales en lo que al plano de la Justicia social se refiere.
En tanto que perteneciente al nivel de
lo cerebral, la Justicia se caracteriza por su facultad para estabilizar la
esfera del equilibrio, de la balanza y de la armonía. Imaginen lo que ello representa
para un hombre como Newton ocupado en estudiar el orden del Universo.
Newton llevó a la práctica de adulto lo que como niño había interiorizado:
juntarse con sus iguales. ¿Quiénes eran sus iguales? ¿Los lores, y sires de
este mundo? Desde luego que no. Los “pares inter pares” de Newton, los únicos
con los que Newton podía consentir relacionarse al nivel de “semejantes” eran aquellos
que le igualaban en inteligencia – lo que habremos de convenir que era sumo
improbable- o, que de alguna manera le podían ser de utilidad – igual que él
había sido de utilidad a aquellos petimetres.
El gran Newton era grande incluso en su sentido de la Justicia a nivel
político-social. Por ese sentido de la justicia se decidió a ser diputado en el
Parlamento representando al distrito electivo de la Universidad de Cambridge. Por
ese sentido de la Justicia le nombraron “Sir”. Por ese sentido de la Justicia
algunos petimetres creyeron que de esta forma le abrían la puerta a la posibilidad de relacionarse
con ellos de igual a igual. Pero, comprendan ustedes a Newton. Él había
aprendido como Hänschen que tener una relación no es ni por asomo lo mismo que
tener una relación de “igual a igual”. Una relación distante es la amabilidad
que el hombre justo concede a aquellos congéneres con los que no puede mantener
de ningún modo una relación de igual a igual. Su sentido de la Justicia se lo
impide.
Una de sus frases célebres, cuando perdió dinero se basó precisamente en este
sentido de la Justicia: “Puedo calcular el movimiento de las estrellas, pero no
la estupidez humana”. Con ello Newton el viejo confesaba que su costumbre de
seguir la Justicia se había convertido en lo que todas nuestras costumbres devienen
cuando somos viejos: en una manía. Era la manía de la Justicia la que le había
impedido introducir la variable de la estupidez humana en sus cálculos. Newton
fue justamente crítico incluso consigo mismo.
En nuestros tiempos, ésos que todavía corresponden a la inversión de la inversión, porque todavia no hemos llegado ni siquieranos hemos introducido en los de la inversiónde la inversiónde la inversión,
le ha caído al viejo Newton- Jaime “la patata de la culpa” en su tejado y por
eso, en vez de ser nombrado “Sir Newton, el justo”, ha pasado a ser “el gigante
egoísta”.
¿Alguien comprende esa nueva moda consistente en “levantar el velo”, en
descubrir el alma oscura que aparentemente poseen todos los grandes hombres por
ser grandes y no por ser hombres, que sería – caso de ser verdad la tenencia de
esa alma oscura – lo lógico? ¿Alguien entiende estas nuevas biografías que
destrozan a los hombres justos, a los hombres buenos única y exclusivamente porque
han sido excelsos, realmente excelsos?
A tanto no llegaron los congéneres de Newton. Ni siquiera los petimetres de
su infancia.
El nuevo Primer Axioma- la Inteligencia Artificial – dispone de una nueva
espada que no es la Excalibur que un día fueron la Religión, la Filosofía y el
Arte, sino una simple daga Laevateinn, como lo han sido la política y la economía.
La daga Laevateinn en su nueva variante es la Psicología que, en consonancia
con los tiempos nominalistas en los que ahora nos encontramos da en llamarse:
Neuropsicología. Pregunta: ¿desde cuándo son los psicólogos médicos neurólogos?
Pregunta: ¿con o sin competencias para operar? Pueden imaginarse ustedes cómo me sentí al enterarme que se ha desarrollado un Neuromarketing (ya inventado por Helena Blavatsky y el resto de
los teósofos) que alcanza, claro, la venta de la política y de las ideas y que se están publicando libros que afirman que gracias a la neurobiología de los
psicólogos puede detectarse el peligro que algunos corren de caer en
pensamientos totalitarios, terroristas y similares e incluso curar este error de la mente, subsanar este defecto de la mente. Puestos en puestos, prefiero
el “neuromarketing”, lo confieso.
Así, y por ser daga Laevateinn la psicología-neural determina los “verdaderas
rostros” de los grandes hombres, donde “el verdadero rostro” -como no podía ser
de otra manera- se convierte en sinónimo de “la verdadera alma”. ¿Pero qué se
puede hacer cuando al psicólogo-neurólogo de turno no le gusta el rostro que
tiene frente a él? ¿Podrá encontrar ese psicólogo-neurólogo en el cerebro de
ese rostro que no le gusta el “lugar” que se deba cambiar para que el rostro
que tiene frente a él que no le gusta, le guste?
La neurología unida a la medicina es una materia complicada. Unida a la Psicología
la neurología es un arma sumamente peligrosa poque la daga Laevateinn está
indefectiblemente unida a Loki, el dios nórdico de la mentira y del engaño. O
lo que es lo mismo: la Psicología está inevitablemente unida a la ideología, al Poder y,
por tanto, susceptible de ser utilizada como instrumento racional de control y de
uniformización de la sociedad. No me importaría gran cosa si se nos pusiera a
los primates a un lado, y a los Newton de este mundo en otro. Pero la visión de
primates y Newtons a un lado y los pillos de este mundo al otro, me produce
grandes dolores de estómago – a los cuales no estoy en absoluto acostumbrada.
¿Comprenden ahora por qué es tan importante la inversión de la inversión de
la inversión?
¿Por qué no hablo de la paz ni de la mujer?
Porque son temas demasiado inquietantes y no tengo ganas, realmente no las
tengo, de introducirme en las habitaciones del horror. Exige demasiada energía
y yo acabo de volver de un largo viaje y, si no me equivoco, he de prepararme
para el siguiente.
Quizás mañana.
La estrella de la Bruja Ciega.
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