Algunos están
convencidos de que el país de la armonía de los contrarios se tambalea. A mí,
en cambio, me parece que más que tambalearse, baila. No es, en efecto, una
danza que los occidentales conozcan y por eso los espectadores del Oeste
contemplan atónitos y desconcertados cada uno de los movimientos sin saber
determinar con claridad qué significan. El país de la armonía de los contrarios
ha iniciado el desfile nocturno por las calles del mundo y lo ha hecho como a
él le gusta: en forma de colosal dragón
escoltado por farolillos rojos mientras junto a él se despliegan multitud de
colores, voces, mercaderes y explosión de maravillosos, casi mágicos, fuegos
artificiales. El país de la armonía de los contrarios no tiene ninguna
intención, al menos no de momento, de involucrarse en cuestiones que no le
afectan directamente; entre otras cosas porque en el país de la armonía de lo
contrarios guerra y paz no son antagonistas eternos sino distintos modos de
entender la vida. A veces la paz puede resultar mucho más cruel y cruenta que
la guerra. A veces la guerra puede crear más vida y belleza que la paz. Paz y
Guerra no significan en sí mismo nada. Una paz puede ser más mortecina que una
guerra que lucha contra sus propios fantasmas y demonios. Y si estos dos
contrarios, que son los conceptos más opuestos que se conocen, pueden coexistir
en perfecto equilibrio en el país de la armonía de los contrarios, imagínense
ustedes todos los demás valores, que no lo son tanto:
espiritualidad/materialismo, pobreza/riqueza, tradición/innovación,
obediencia/rebelión... Si la luz y la oscuridad se concilian en los teatros de
sombras chinescas dando lugar a imágenes asombrosas en las que la realidad y la
irrealidad, lo que es y lo que parece ser, se dan la mano, piensen ustedes que
no provocarán esos mismos juegos de luces y sombras en los demás aspectos
cotidianos de la vida.
China no se
tambalea. China baila su propia danza, que es una danza distinta de todas las
otras danzas porque en ella el mito y la tradición se une y se confunde con lo
moderno y el progreso. Y es pero no es pero no deja de ser.. Ser un “experto”
en el país de la armonía de los contrarios resulta cosa harto difícil para un
Occidental. Lo más seguro es que le sobrevenga un terrible dolor de cabeza y no
hay que descartar que acabe cayendo en la terrible teoría del Todo en el Uno y
el Uno en el Todo, que en absoluto tiene que ver con el espíritu que allí
prevalece.
China baila y lo
hace ante un mundo atónito que se ha olvidado de bailar, igual que se ha
olvidado de cómo eran las fiestas de pueblo en los tiempos en que todavía había
pueblos y no localidades dormitorio y municipios fantasmales por abandonados;
un mundo que sólo conoce las discotecas y las salas de fiesta para el fin de
semana y las fiestas populares más dirigidas a atraer a los turistas que a
divertir a los del pueblo porque los del pueblo ya no se divierten en la plaza
sino en otros sitios más cerrados y más irrespirables. Por eso el mundo no
entiende al país de la armonía de los contrarios, un lugar en el que los
fumaderos de opio conviven en concordancia con las fiestas callejeras, sin que
lo uno signifique el fin de lo otro.
China baila y
seguirá bailando. Sus inversiones en el extranjero no funcionan todo lo bien
que China había creído, así que el dragón cambiará el rumbo de su vuelo y
regresará a casa. Acciones arriba, acciones abajo, en el país de la armonía de
los contrarios tales asuntos no pasan de ser meros juegos, similares a los de la
ruleta en los casinos e incluso a los de la lotería. A veces se gana, a veces se
pierde. El que gana se refugia en la riqueza; el que pierde, se refugia en las
tradiciones. Los ancestros son por todos reverenciados: los unos en
agradecimiento por el bien concedido; los otros, en espera de que les ayuden en el
futuro. Al fin y al cabo la vida es un camino que uno recorre con la ayuda del
ayer, la fuerza del hoy y la esperanza del mañana. Muerte y vida mantienen un
diálogo conciliatorio, casi fraterno. El hombre que vive en el país de la
armonía de los contrarios es sobre todo agricultor, antes que comerciante y
observa cómo el día sucede a la noche y el invierno precede a la primavera. El
hombre que vive en el país de la armonía de los contrarios es también
comerciante y sabe que la riqueza es un intermedio en la pobreza y la pobreza
es un intermedio a la riqueza; el hombre que vive en el país de la armonía de
los contrarios es un filósofo y sabe que nada es eterno pero que el suave
aleteo del ala de una mariposa puede cambiar la eternidad.
China baila y
aquéllos que se aturden con su baile y quieren aturdir con sus miedos, es que
no han entendido nada. Puede ser que China se repliegue hacia sí misma, pero no
porque esté enferma sino porque los demás están enfermos y no
han dado los frutos esperados, así que ha decidido que tal vez sea mejor invertir en uno mismo. China ha salido y sólo escucha palabras que no significan nada porque no tienen conexión con ningún hecho: luces y sombras que se confunden sin originar nada coherente, ninguna imagen visible. La teoría del Todo en el Uno y el Uno en el Todo que predomina en el mundo occidental es algo que China ha mirado siempre con desconfianza. Una cosa es la armonía, piensa el dragón Chino y otra cosa es el monolito unitonal en el que la realidad que se llama virtual termina coincidiendo con la realidad. La armonía, sigue pensando, no tiene nada que ver con la coincidencia del uni-todo.
El baile de China
no muestra la debilidad del país de la armonía de los contrarios; señala la
nuestra.
La bruja ciega.
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