Tracking-ID UA-44975965-7

Tuesday, May 31, 2016

De un modo u otro

Qué le vamos a hacer. Las predicciones no fallan:  las posibilidades de dictadura en la sociedad, de empobrecimiento de los ciudadanos y de revueltas, revoluciones y guerra, son tan reales con TTIP sí como con TTIP no, lo único que varía es, citando a Huxley, el modo en que vamos a ir al infierno. En el caso del TTIP sí nos llevan las grandes concentraciones de empresa y en el caso del TTIP no, es el más modesto Estado Nacional quién nos acerca. A mí, particularmente, el mundo de las castas, de los clanes y de las hordas me dan miedo. Yo prefiero lo universalmente universal igual que prefiero los grandes hoteles en los que nadie conoce a nadie: por la anonimidad que ofrecen. En un mundo globalmente global uno puede pasar más desapercibido y si el control de datos alcanza a todos, en un mundo de clanes, ni les digo.

TTIP sí o TTIP no, el control de los ciudadanos es un hecho. Sobre todo porque los hechos de los ciudadanos, digan lo que ellos digan, muestran que los ciudadanos quieren ser controlados. Cuando aceptan llevar microchips en el brazo para poder pagar la entrada de la discoteca, están aceptando ser controlados tanto por el banco que paga como por la discoteca que cobra. Y lo mismo sucede cuando uno va al censo a inscribirse. No se dan datos, se dice. No hace falta, digo yo. Los datos están ahí, en las redes. Por otra parte ¿queremos trasparencia o no? ¿cuántos no andan pidiendo a gritos que se publiquen lo que cobra cada uno de los empleados de una empresa; o lo que es lo mismo, ¿cuántos no andan exigiendo a voces saber lo que cobra el vecino y cómo invierte cada uno de sus centavos?
Somos hipócritas y no lo queremos reconocer. Nos negamos a que nuestros datos vayan de un lado a otro por las redes digitales pero no tenemos ningún reparo en reclamar el conocimiento de los datos de aquéllos que nos rodean. En nuestro caso, decimos, es privacidad; en el caso contrario, afirmamos, es trasparencia.

Y de esta manera tan pueril, de esta forma tan aparentemente inocente, hoy como ayer las palabras se convierten en serpientes sibilinas, en espejos deformantes y deformados, ideas que no son pero que parecen ser.

TTIP sí o TTIP no, lo cierto es que el individuo tendría que detenerse a reflexionar qué significa ser individuo y qué es lo que realmente quiere antes lanzarse al ruedo social a enfrentarse a toros que ni le van ni le vienen. Porque los toros, que para unos son el pan nuestro de cada día, son para otros un suculento negocio y para otros,  los menos, tradición y arte. Y uno tiene que saber a cuál de estos grupos defiende cuando defiende a los toros, para que no haya equivocaciones. Y cuando se arroja a luchar contra el mundo taurino ha de determinar igualmente a qué grupo antitaurino pertenece: si al que considera que matar a un animal, cualquier animal es una salvajada, si al que piensa que lo que es una barbaridad es convertir la muerte de un animal en un espectáculo multitudinario o los que se dedican a ser antitaurinos no porque vayan contra la muerte del toro sino porque quieren la muerte de los que se lucran con el toro o, simplemente, porque tradición y arte tiene un determinado color político y ellos defienden otro. A mí, por ejemplo, no me gustan los toros porque sencillamente que la muerte sea un espectáculo, por muy noble y artístico que sea, me enferma y por tanto no iré a los toros, como tampoco iré a las peleas de gallos, mucho más modestas en ingresos y honorarios que las corridas de toro.

Con TTIP sí o con TTIP no,  el mundo seguirá girando como siempre: unos observarán el espectáculo y otros torearán el toro y otros, incapaces de soportar ni lo uno ni lo otro, saldrán de la plaza y se dedicarán o a quemarla, a maquinar nuevos espectáculos con los que hacer dinero o, simplemente, a caminar solitarios con las manos en los bolsillos a verlas venir... Así que no sé a qué viene tanta tinta malgastada en el asunto.

No me hagan caso.

Hoy hay una nube de lluvia sobre mi cabeza y no hay forma de que se aleje por más que lo intento.


La bruja ciega.

Un ombligo

Escribo. No tengo nada que decir. Hoy es uno de esos días en los que uno ha de escribir imperiosamente para poder abstraerse, separarse, distanciarse de su propia vida. Intento desesperadamente buscar un tema pero salvo mi propia vida, que es justamente  lo último que en este momento deseo pensar, no encuentro ningún tema. Me niego a ser como esos escritores modernos que escriben una y otra vez sobre su propia existencia, única y exclusivamente sobre ella. Curiosamente al resto de la humanidad les interesa lo que esos enamorados de sí mismos escriben y los encumbran a la fama, a la gloria. Los lectores convierten en  escritores de moda del momento, a esos escritores que escriben mirándose al ombligo y que si levantan la vista al sol es únicamente para describir las diferentes sombras y luces que origina el rayo del astro rey al proyectarse luminoso sobre el centro del centro de su cuerpo. Escribir sobre uno mismo. Descubrir que el mundo está lleno de gente que habla con gente y a escondidas busca desesperadamente amigos en internet, registrándose aquí y allá en espera de un milagro. No sé qué tipo de milagro, la verdad. ¿Puede un desintegrado de la sociedad encontrar amigos en algunos de los servicios de internet que lo ofertan? ¿Puede uno de esos obsesos del ajedrez o del vuelo de las moscas encontrar amigos allí, ellos que raramente encuentran amigos en ningún sitio? Yo les aconsejaría mejor que fueran a un club de ajedrez y a una facultad de biología. Si allí no encuentran lo que buscan, en otros sitios aún menos. “No seas fatalista”, me dice una voz interior. No. No es fatalismo. Es sensatez. La gente busca amigos y se describe con adjetivos tales como “sincero”, “positivo”, “buen conversador”, “buen oyente”, “deportista”, “lector”, “amante de la poesía, el arte y los espectáculos culturales” y una que soy yo se pregunta asombrada: Si todos ellos son tan positivos, tan normales, tan sociables, ¿qué diantres hacen buscando amigos en el internet? ¿Es que acaso están rodeados de energúmenos que no leen, no tienen ningún interés por el deporte ni por la lectura y son absoluta y totalmente incapaces de mantener una conversación? Si todos ellos son tan amenos y tan simpáticos y tan interesados por las artes ¿cómo es posible que anden buscando amigos por los vericuetos siempre tortuosos de internet? ¿Es que ahora resulta que las personas agradables y normales se encuentran en internet y las insociables e insoportables son las que encontramos cada mañana en el trabajo, en el patio de vecinos, en la asociación de espectáculos culturales, en el teatro? Las personas que encontramos en el ascensor no nos parece digna de ser saludada ¿y contamos nuestra vida al perfil de una foto encontrada al azar en una página web destinada a ganar dinero? Lo confieso. Hay días en que la soledad se vuelve una tortura. Días en los que me acuerdo de las insolencias de Jorge, los silencios prolongados de Carlos, el sueño de Carlota que cada día me pesa más... En esos días me siento tentada de buscar nuevos amigos, nuevas personas con las que establecer algún tipo de diálogo. El problema: todos ellos son normales, sin grandes problemas ni grandes preocupaciones. Con gente así en los foros uno no puede llegar diciendo: “Hola, estoy leyendo el libro acerca de la guerra civil de Inglaterra que es, además un libro sumamente anticlerical”. Porque lo cierto es que en tales foros, los participantes dicen que leen pero no dicen qué leen. También dicen que les gusta la naturaleza pero no qué tipo de naturaleza. No es lo mismo que te guste ir por el campo y contemplar las flores que el paisaje ofrece, que ir al campo y estudiar el crecimiento de una planta porque a pesar de que es una especie que en realidad no pertenece a la flora del terreno, ha sido puesta allí para estudiar el cambio climático. Es un ejemplo. Cuando dicen que les gusta el deporte uno tampoco sabe si lo que les interesa es practicarlo o sentarse a ver jugar a su equipo favorito e incluso aunque lo practiquen, tampoco saben a qué nivel lo practican. Vistas así las cosas yo podría describirme a mí misma como gran deportista porque suelo caminar un par de horas al día, podría incluso darle un nombre inglés que siempre queda bien: “walking”, pero desde luego no sé qué pensaría uno de esos que suelen entrenarse diariamente para correr el maratón. Y luego están esos que claramente dicen que quieren chicas y esas que claramente dicen que quieren un marido. Los primeros me dejan siempre sin habla. Quieren chicas, chicas para divertirse. ¿Para divertirse cómo? Las palabras me faltan porque los pensamientos al respecto me sobran. Y luego están las chicas, esas que a los veinticinco años están desesperadas porque no han encontrado a su media naranja, o esas que a mediados de los cincuenta están hartas de amigas y quieren de una vez por todas conocer a alguien que finalmente les encaje. O sea, las personas normales no sólo buscan personas normales sino amantes normales. Y yo me pregunto, sólo me pregunto ¿cómo es posible que las personas normales no se encuentren a sí mismas en los lugares normales? En los colegios, en los fitnesstudio, en las conferencias, en las piscinas, en las fiestas, en las reuniones sociales.... ¿cómo es posible que tengan que acudir a un mundo virtual, a un mundo de ficciones como es el de internete para encontrar amigos? Y lo más curioso es que los buscan incluso en su propia localidad de residencia, en su propio pueblo... ¿cómo es posible que personas que son deportistas, amante de la lectura y de los animales, no se encuentren aunque sea a la hora de pasear al perro? ¿cómo es posible que conversar por internet resulte más fácil y cómodo que conversar frente a frente? Es como si las personas de talla normal fueran a internet a comprar prendas de talla normal porque en las tiendas normales no encuentran nada a su medida. ¿No lo encontrarían raro? Claro que por otra parte es cierto que las ventas por catálogo aumentan, lo cual no deja de asombrarme, lo admito. ¿Cómo es posible que alguien pueda adquirir así sin más una camiseta que nunca se ha probado? ¿Cómo puede estar segura de que le va a sentar bien? “Si no te gusta, vas y la devuelves”, me dijo Verónica, la hija de Carlota una vez que se lo comenté. “¿Lo devuelves? ¿Paquete va, paquete viene?” Fue entonces cuando comprendí. La gente normal busca gente normal en internet igual que busca en internet camisetas de talla normal la gente de talla normal: para encontrar camisetas distintas de las que todos encuentran. Si lo que encuentras no te interesa, vas y lo devuelves. O sea, lo bloqueas. Asunto arreglado. Al compañero de trabajo, a los amigos de la reunión, a esos difícilmente puedes bloquearlos y además todos saben que son tus amigos. De lo que se trata es seguramente de demostrarles que puede encontrar algo más que ellos, y que ese “algo” es incluso mejor, que ellos no son tan importantes, que hay otros lugares en los que establecer reuniones sociales. No. No se trata de que la gente normal busque amigos normales en internet porque afuera aúlla el viento y los psicópatas les cercan. Lo que la gente normal desea es autoafirmarse frente a sus amigos normales de toda la vida. Lo que buscan es que alguien les reafirme en su presentimiento de que su ombligo es el ombligo más bello de todos los ombligos.
Y así la gente normal encuentra amigos normales dentro y fuera de internet, discutiendo con toda normalidad acerca de sus respectivos ombligos. Y por esa razón los escritores ocupados tan obsesivamente en sus propias existencias reciben el reconocimiento y la fama que le son negados a los pocos con valentía suficiente para  salir de sí mismos y dedicar su tiempo a escribir una novela que intente resumir la situación actual sin caer sólo en tragedias de incestos, violencia, droga y miseria moral e intelectual. Los escritores ocupados obsesivamente en sus propias existencias reciben el reconocimiento y la fama no por lo que escriben sino porque reflejan fiel y literalmente las preocupaciones de sus lectores; esto es: el propio ombligo. Esos escritores compulsivamente interesados por ellos mismos son el reflejo de una sociedad compuesta por lectores compulsivamente interesados por ellos mismos. Esos escritores son el testimonio de una época y la justificación que encuentran muchos para poder dedicarse a su ombligo sin tener que sentir ninguna preocupación por ello. De repente mirarse al ombligo es arte, y además arte reconocido. Las personas normales tienen amigos normales y cada uno de ellos encuentra su propio ombligo fascinante y van a buscar a otras personas normales a internet para justamente seguir hablando de su ombligo con personas normales con el convencimiento de que su ombligo les va a deleitar tanto como a ella, por más que a sus amigos normales con los que se reúne cada martes a tomar una cerveza no les interese lo más mínimo, concentrados como andan en su propio ombligo. Lo curioso es que absortos en su propio ombligo no se dedican a construir sus propias vidas, y quedan estancados en ellos mismos, como estatuas de sal, sin ni siquiera hayan vuelto la vista para mirar atrás...

En cambio los que hoy como ayer lo siguen teniendo difícil son los hombres y mujeres socialmente complicados. Esos hombres y mujeres con “tallas especiales”. Esos, definitivamente, o lo encuentran en las tiendas especialmente creadas para ellos en las que se puedan probar y desprobar las prendas, porque talla especial no es lo mismo que talla especial, porque en muchos casos talla especial significa talla individualmente individual y para eso es preciso pasar un buen tiempo en el probador, o no les queda más remedio que aplicarse a la tarea de recibir, abrir y devolver paquetes con las prendas que no les ha servido.

En cualquier caso, si alguno de mis lectores está pensando en abrir un nuevo negocio por internet, no estaría de más que probaran con una oficina de tallas especiales para gente no normal que busca amigos no normales en internet.

El problema: que los normales la inundarían a base de considerar que su ombligo es especial...

En fin...

Debe ser por eso por lo que seguramente cada vez más tiendas de moda ofrecen “one size”...

La bruja ciega.


Monday, May 30, 2016

Cocodrilos y Gorilas

Ayer a la hora de acostarme una cantinela sin sentido empezó a tararear en mi cerebro: “Los cocodrilos lloran, los cocodrilos gimen. Los cocodrilos envidian la vida del gorila.” No me pregunten qué significa. Al día de hoy tampoco sé quiénes son los cocodrilos y quién el envidiado gorila. El surrealismo avanza imparable en mi existencia. Dos días antes un libro había salido volando literalmente de la estatería para terminar aterrizando estrepitosamente, gracias sin duda a la fuerza de la gravedad, en el suelo. Que en casa de una bruja sucedan estas cosas no es extraño; lo raro, lo insólito es que tengan lugar estando en compañía de personas absolutamente carentes de cualquier atisbo de excentricidad. El libro caído era “La Iliada”, de Homero. Y hoy, al asomarme a la ventana a contemplar cómo siguen mis rosas, tan fuertes y delicadas a la vez, encuentro pétalos dispersos por el jardín debido probablemente al juego de “atrápame si puedes” al que últimamente se dedican el gato y el mirlo del vecindario. Al parecer los gatos de la postmodernidad han olvidado a sus compañeros de juegos tradicionales, los ratones, para intensificar sus tratos con los mirlos. Los alemanes por su parte se dedican a reflexionar sobre el tema que tradicionalmente más les ocupa y preocupa: sus relaciones con los vecinos. Los nuevos “vecinos” de los germanos son los turcos  y a ellos, dice algún alemán en algún programa de televisión, han de acomodarse si quieren vivir en paz. Es muy posible que los que así hablan tengan razón. El problema es que los turcos no son sus únicos vecinos. Los rusos también lo son. Y vistas así las cosas, los americanos no lo son menos. Adaptarse a tantos vecinos no es tarea fácil y al paso que vamos veo a los alemanes haciendo malabares. Seguramente eso es también lo que las empresas y los consorcios libres observan ultimamente en los gobiernos actuales: malabares y carambolas con las finanzas, los populismos, el pluralismo, los monoteísmos amén de las catástrofes naturales que de vez en cuando golpean aquí y allá. Entre tanto desconcierto una luz aparece en el horizonte: el TTIP. Lo que para unos es un rayo de sol es para otros el reflejo de un trueno.

Y esto, el estruendo del TTIP es, de todo lo acontecido en la última semana, lo único que me ha impedido conciliar el sueño; a mí, que acostumbro a dormir como un lirón. El surrealismo lo soporto porque en el surrealismo no hay nada que conciliar. Mi insomnio, en cambio, lo generan aquellas cuestiones que deberían encajar en el puzzle pero que por mucho que lo intente, incluso lo fuerce, no terminan de acoplarse adecuadamente y ello porque la hipocresía de las Fuenteovejunas planetarias lo impiden una y otra vez. No los gobiernos, no los lobbys, no los grandes bufetes de abogados, no las empresas. No. La hipocresía de las diferentes Fuenteovejunas que quieren una cosa, exigen otra y luchan por una tercera, completamente distinta de las anteriores, es precisamente lo que lo impide. Pero nadie, ni los lobbys, ni los gobiernos sean del color que sean, ni las empresas, ni los bufetes de abogados, se atreven a decirlo, ni tan siquiera a insinuarlo, porque temen, seguramente, que ello agrande aún más el globo de los populismos.

Las Fuenteovejunas piden empleo. Las Fuenteovejunas piden riqueza, un coche, una casa con jardín o un coqueto piso con los últimos adelantos. Las Fuenteovejunas exigen encontrar un trabajo donde les plazca y pasar sus vacaciones en cualquier punto del globo sin tener que pedir permiso ni tan siquiera a su bolsillo. Eso es lo que las Fuenteovejunas de este mundo reclaman. Y como Fuenteovejuna somos todos, todo eso queremos todos nosotros: la totalidad del Planeta. En resumidas cuentas: lo que las diversas Fuenteovejunas quieren, piden y ansían es ni más ni menos lo que se denomina universalidad global a nivel privado; o, lo que es lo mismo: la globalidad del individual confort.

De este modo, las diferentes Fuenteovejunas exigen a voz en grito su propia individualidad e idiosincrasia en lugar de admitir que lo que en realidad anhelan es un establo en el que poder moverse a sus anchas. Y ello porque las Fuenteovejunas terráqueas son incapaces de comprender que el individualismo está reñido con el colectivismo y que la idiosincrasia difícilmente puede conservarse cuando uno se empeña en sumergirse en la piscina de la globalidad porque allí las reglas han de ser lo más uniformes posibles a fin de posibilitar la natación al mayor número de personas con el menor número de conflictos. Pero hete aquí que Fuenteovejuna quiere nadar, bucear y jugar a sus anchas en la piscina global cuando quiera, cómo quiera y con quién quiera ignorando, o negándose a reconocerlo, que ello únicamente es posible si, y sólo si, Fuenteovejuna se hace ella misma global. Porque en el caso de que las distintas Fuenteovejunas insistan en seguir siendo distintas Fuenteovejunas, la piscina global continuará siendo un terrible caos, fuente de infecciones, percances y broncas.

A este respecto los gobiernos nacionales de las diversas Fuenteovejunas poco o nada pueden hacer. Sumidos ellos mismos en debacles financieros, debiendo hacer frente a la convulsiones internacionales, a los imprevistos, a las peculiaridades de sus vecinos, a las demandas socio-económicas-religiosas y a lo políticamente correcto, los gobiernos lanzan hoy una ley y mañana y mañana otra a fin de satisfacer a sus electores, que son, a fin de cuentas, a los que se deben todos ellos. Puestas así las cosas no es de admirar que en la sopa global, los gobiernos, atados de pies y manos por tantas y tan diferentes reivindicaciones, se hundan al tiempo que apenas queda espacio para la multitud de nadadores que reclaman su derecho a ejercer su santa voluntad decreto nacional en mano. Decreto nacional que de bien poco – por no decir nada -  sirve en la piscina global.

Pero las Fuenteovejunas de este mundo insisten en reclamar trabajo, movilidad, libertad, igualdad, pluralidad, idiosincrasia, individualidad y colectividad; reclaman el salario mínimo y el derecho de los trabajadores a  no trabajar más de treinta y cinco horas trabajadas al tiempo que reclaman internet y la posibilidad de comprar y vender a cualquier hora en cualquier lugar. Reclaman su gusto personal, su derecho a ser diferente mientras adquieren aprisa y corriendo lo último en moda y tecnología digital.

En suma: las Fuenteovejuans de este mundo reclaman “a” y “no a”

Ello genera un gran y terrible dolor de cabeza. El mismo que estamos sufriendo todos nosotros. Los gobiernos no pueden alcanzar a cubrir tantas exigencias, mucho menos la de la globalidad al gusto y manera de cada individuo, y Fuenteovejuna los declara inservibles y abre las compuertas no se sabe si a los populismos, a las demagogias o a ambas. Las empresas por su parte, se avienen a ofrecerles la globalidad, la movilidad y la flexibilidad. Otra cuestión, claro, son los derechos del trabajador. La ley de la oferta y la demanda tiene sus propias reglas sagradas que ninguna empresa puede infringir porque ello supondría contradecir el axioma máximo de toda empresa que consiste en el beneficio. Esto no es ni positivo ni negativo. Es simplemente un hecho. Si el axioma principal fuera otro distinto al beneficio estaríamos ante una fundación de caridad, o ante una entidad estatal sin fines lucrativos, pero en cualquier caso ya no se trataría de una empresa propiamente dicha.

Así pues el problema es que la globalidad exige uniformización y los gobiernos nacionales tienen cada uno de ellos sus propias reglas. La globalidad exige uniformización y esto llevado al ámbito gubernamental exige conciliación de códigos legales y enfocado desde el punto de vista empresarial significa la concentración de las industrias que se dedican a un determinado ámbito a fin de poder extenderse lo más lejos posible, o lo que es lo mismo: a potenciar la competitividad.
Que a esta unificación-concentración algunos le denominen “utilizar las posibilidades de la era digital” y otros “la extensión de los tentáculos del Leviatán” es más una simple cuestión dialéctica, retórica y de gustos que otra cosa. La realidad es que un mundo global sólo es posible cuando las incomodidades burocráticas y los obstáculos al movimiento son los mínimos y ello únicamente existe cuando las empresas se unen, concentran, fusionan, alían, en un marco uniformador de regulaciones que no puedan ser fácilmente cambiadas por gobiernos democráticos, democráticamente siempre en equilibrio inestable y que hoy deciden una cosa y mañana se ven presionados por sus ciudadanos a declarar otra, y al día siguiente son las corporaciones nacionales las que reclaman algo completamente distinto. Todos estos movimientos sísmicos generan fallas y provocan resquebrajamientos que impiden el funcionamiento global del mundo, que es a lo que Fuenteovejuna, nuevamente es preciso recordarlo, tampoco quiere renunciar.

Uno puede decantarse por la globalidad y rechazar el regionalismo o al contrario. Pero las Fuenteovejunas de este mundo no entienden o no quieren entender que elija lo que elija ha de elegir un solo paquete: el de la globalidad o el del regionalismo, y que además en ese paquete, sea el que sea, las ventajas van inexorablemente unidas a las desventajas y por tanto resulta imposible hacerse con las ventajas del paquete sin al mismo tiempo tener que hacerse cargo de sus desventajas y aún menos posible resulta aprehender las ventajas de los dos paquetes sin ninguna de sus desventajas, que es lo que más de uno y más de dos, pretenden hacer creer a las Fuenteovejunas de este mundo.

Los ingleses son quizás los únicos que han entendido el quiz de la cuestión. Lo han entendido porque son los únicos que una y otra vez han renunciado a la universalidad y a todos los predicadores de la universalidad. Ellos tienen un simple axioma: pragmatismo. Y el pragmatismo no puede ser universal porque cuando el pragmatismo es universal suele servir siempre a un centro universal, ya se llame Babilonia, Persépolis, Atenas, Roma o el Vaticano. Es por eso, seguramente, por lo que Enrique VIII, (yerno – no hay que olvidarlo- de los Reyes Católicos y testigo de las bestialidades que Torquemada llevaba a cabo en nombre de la ortodoxia religiosa, hasta el punto de que todo era herejía, mucho más cuando los declarados herejes eran económicamente pudientes, lo que sin duda contribuía a incrementar las arcas de la Iglesia-Estado, siempre pobres y siempre hambrientas, sistema que no tardó en propagarse –vistos los pingües resultados – por el resto de Europa, especialmente en Alemania,) llegó a la conclusión que el negocio con las creencias era sin duda un buen negocio siempre y cuando la competencia para regularlo y los beneficios obtenidos quedaran en las manos reales y no en las arcas del Estado Vaticano. Así que sin más dilaciones que las que debidas a unas cuantas cabezas cortadas a fin de orquestar un buen golpe de efecto, la cuestión de la independencia económica de Inglaterra con respecto a la Roma Católica, la madre de la universalidad más universal inimaginable, quedó desde entonces zanjada: Enrique VIII se declaró cabeza de la Iglesia Anglicana además de seguir siendo rey por la gracia de Dios, por más que papistas y presbíteros siguieran conspirando entre bastidores, unas veces contra ellos y otras, contra el mismísimo rey.
Sí. A los ingleses la universalidad universal les huele a chamusquina. Y por tanto han decidido decidir lo que otros Estados están pensando que deberían hacer pero que no se atreven a hacer para no molestar a sus vecinos, no vaya a ser que los vecinos se alteren y esto les traiga quebraderos de cabeza así como la quiebra de la paz social. A los ingleses sus vecinos les interesan bien poco. Los ingleses quieren su independencia para ellos, consigo mismos y por sí mismos. Los británicos quieren ser los que cierren los acuerdos económicos que les competen para asegurarse de que los beneficios van a parar a sus arcas y no a ninguna caja común, por mucho que esa caja común al día de hoy ya no se llame Vaticano sino Bruselas.

El TTIP exige dirimir la siguiente cuestión: ¿qué es preferible, mantener la soberanía de los gobiernos nacionales u otorgársela a las empresas internacionales? Esta y no otra es la cuestión.

- Si las diferentes Fuenteovejunas deciden darle la soberanía a sus respectivos gobiernos, los conflictos nacionales tendrán además de carácter político, carácter económico porque el gobierno no siempre podrá hacer frente de forma satisfactoria a la creación de puestos de trabajo. Los gobiernos ricos habrán de cerrar las fronteras y protegerlas de aquéllos que pretenden entrar en busca de empleo. Los conflictos entre unas naciones y otras, originadas por fuerzas superiores a ellas, ya sean de tipo empresarial, religioso o incluso político, será un peligro del que habrá que estar siempre pendiente. Igualmente habrá de controlar en manos de quienes están las Universidades, los tribunales, los medios de comunicación, etc. La sospecha de que algún ciudadano esté proporcionando datos nacionales a multinacionales empresariales se generalizará y cualquier ciudadano puede ser acusado de traidor a la patria.
- Si deciden otorgarle el poder soberano a las empresas internacionales, tendentes siempre a la concentración, los conflictos políticos quedarán limitados a simples revueltas populares sin grandes influencias en el transcurso de los acontecimientos económicos que continuarán su existencia paralelamente al de los gobiernos nacionales e incluso, al ritmo que vamos, regionales y locales. Sin embargo, el secreto empresarial y la cuestión de la posesión y trasmisión de datos, ya sean referentes a investigaciones o a datos sobre clientes, será algo que cualquier empresa internacional temerá. Muy posiblemente sus trabajadores sean controlados y vigilados en su esfera de trabajo e incluso fuera de ella.

De todo ello resulta que el sometimiento de los ciudadanos a un control excesivo ya sea por parte del Estado o de las empresas es posible con TTIP o sin TTIP,  y lo mismo sucede con las revueltas y el estallido de la violencia.

- Si las diferentes fuenteovejunas nacionales les conceden el poder soberano a sus respectivos gobiernos, éstos han de romper sus relaciones con la Banca Privada, crear su propio dinero, valga lo que valga, y ofrecer a los ciudadanos un salario básico para sus ciudadanos porque el trabajo –digan lo que digan los liberales optiministas- va a seguir en descenso: muchas filiales bancarias están cerrando y muchas empresas sustituyen a sus empleados por robots para no tener que pagar el salario mínimo establecido. En el campo la mecanización es imparable y las profesiones relacionadas con los servicios: chóferes, limpiadoras, y demás, se minimizan al máximo. La deuda crece, igual que crece la superproducción por más que el consumo sea cada vez más elevado. Los youtubers no son independientes sino vendedores. Vendedores de libros, moda, películas. Y cada vez hay más que vender. Si en moda antes había dos colecciones ahora hay cuatro e incluso seis. La originalidad y el conocimiento requieren de serenidad y calma y aquí no hay serenidad que valga. Si las diferentes fuenteovejunas nacionales les conceden el poder soberano a sus respectivos gobiernos éstos han de comprometerse a cuidar de sus ciudadanos con independencia de la efictividad y productividad.
- Si las fuenteovejunas le dan el poder soberano a las empresas, la posibilidad de ser amparado ante los tribunales es una cuestión de forma más que de hecho. El trabajador quedará sujeto, probablemente, a las reglas de la oferta y la demanda que son las que, lo queramos o no, rigen a las empresas y en tanto que éstas serán cada vez más globales, salir del sistema no será asunto fácil. En cuanto a creación de empleo, es posible que se creen puestos de trabajo aunque de forma flexible y sujeto a la movilidad de los asalariados. En ese mundo global el inglés será el idioma a utilizar del mismo modo que anteriormente lo fue el latín. Las confrontaciones militares serán debidas a irreconciliables diferencias entre las empresas pero dudo mucho que lleguen a ser apocalípticas. La globalidad económica conlleva la tolerancia religiosa, racial y política. Lo único que no admite son los balances negativos y ello implica una mayor precariedad en los sueldos y en las pensiones, así como incentivos salariales.

De lo que se desprende que con o sin TTIP, el empobrecimiento de la sociedad es siempre posible.

En mi opinión, los británicos que exigen el Brexit pretenden conservar su independencia nacional para poder organizar tratados internacionales a su modo y medida. Desde este punto de vista, Europa no es considerada por ninguno de ellos como una unión política sino más bien como la comunidad económica que fue en sus comienzos. A la Unión Europea actual se le ha desprovisto de la “E” de “económica” pero eso no significa que los británicos la hayan olvidado. Para los británicos la unidad o es cooperación eficiente (para ellos, claro) o no hay cooperación que valga. Un británico entiende que un individuo, por muy simpático y agradable que sea, sólo puede permanecer como miembro del club si además de ser admitido abona las cuotas correspondientes establecidas. Por eso le resulta tan complicado entender que se admita sin más a simples desconocidos, y se le permita la continuidad dentro del club europeo a Grecia, además de pasar por alto ( o sea no sancionar) las irregularidades de otros cuantos.

TTIP “sí” TTIP “no”, significa contestar a la cuestión de la globalidad con sus ventajas y desventajas. 

Si eligen TTIP sí, eligen la globalidad, la movilidad, la flexibilidad, la tolerancia, la pluralidad, etc. Pero también eligen el capitalismo, las leyes de la oferta y la demanda, las leyes de la productividad, y el hecho de que ustedes forman parte de esa maquinaria siempre y cuando resulten útiles a dicha maquinaria. Tendrán que confiar en que el Estado recaude impuestos a dicha maquinaria y ustedes puedan ser cuidados en caso de enfermedad, pensión y educación.

Si ustedes dicen que no al TTIP, usteden se reafirman en sus características individuales, en sus rasgos de identidad, en sus raíces y forma de ser y habrán de aceptar el empobrecimiento del Estado y luchar para que su Estado se convierta en su propio impresor de billetes, independiente de bancos cada vez más internacionalizados, y que sea un Estado (póngale el apellido que ustedes prefieran) que cuide del bienestar económico de sus ciudadanos con independencia del beneficio que sus empresas generen y de la eficacia de sus ciudadanos.

¿La libertad?

La libertad, sea donde sea, es siempre difícil de conservar. Con tantos medios como los que hoy en día se disponen para vigiliar y espiar al vecino, amén de controlarlo psicológicamente a través de  los métodos más sorprendentes de manipulación mental, mucho más.

Como decía la canción de Jarcha “No hay libertad sin cadenas”.

De todo, esto último es, quizás, lo único razonablemente cierto.

Elegir TTIP si o TTIP no, significa, en definitiva, seleccionar el tipo de cadenas que más se amoldan a nuestras preferencias. Las cadenas, esas, mucho me temo, van a seguir estrechándose en torno nuestro y, como ya he dicho alguna vez, con incluso nuestro consentimiento. Salvo contadas excepciones y se diga lo que se diga, lo que la mayoría busca es entrar en el proceso hegeliano cuanto antes  y salir de él lo más tarde posible.

Pero seguramente ustedes ya sabían todo esto.

La bruja ciega.




Tuesday, May 24, 2016

La tranquila llamada de un hombre tranquilo

Jorge, el tranquilo Jorge, me llama. “¿Qué me dices del populismo español?”, me  pregunta tranquilamente a bocajarro. “¿Cómo lo clasificarías?”. “Oh”, le respondo en tono ausente, “el populismo español es el mismo de siempre; o sea: sui generis. Ni es defensivo, ni expansivo, ni siquiera es autoreferencial.” “¿Entonces?”, insiste tranquilamente. “Querido Jorge, con permiso de tu esposa Paula, el populismo español es el mismo que existe desde hace un milenio, el mismo que provocó la invasión musulmana, el mismo que ha llamado a emperadores y reyes de otros países para gobernarnos, el mismo que ha llevado a enfrentarse a las brigadas rojas y a los ejércitos fascistas en nuestro territorio. Nuestro populismo, participe quien participe y lo forme quien lo forme, es siempre el mismo.” “Pues te agradecería”, dice el tranquilo Jorge tranquilamente molesto, “que te dejes de tantos misterios y vayas al grano. Me esperan asuntos importantes que resolver.”

No me ofendo. Hace años que Jorge y yo nos conocemos. Hace años que ambos sabemos que la resolución de los asuntos importantes apenas dejan tiempo para pensar y reflexionar. Es por eso, seguramente, que los hombres más influyentes del Planeta han de rodearse desde los tiempos más antiguos de la civilización de consejeros que a falta de otra cosa mejor que hacer enjuicien el asunto desde una perspectiva global y neutral. El problema surge cuando los consejeros, por temor a perder su cabeza, su puesto, o sencillamente su reputación aconsejan aquéllo que el hombre importante quiere oir. Este es un riesgo que el hombre dedicado a solucionar los “asuntos importantes” ha de tener en cuenta.  El otro, el considerar a quién sirven realmente sus consejeros. Enrique VIII no tuvo ningún reparo en deshacerse del inteligente Tomás Moro en cuanto le acechó el presentimiento primero, y le validó la experiencia después, de que Tomás Moro servía a su conciencia individual y que ésta conciencia individual había decidido servir a su enemigo:  el Vaticano, ducho en formar redes de espías y organizar terribles inquisiciones al estilo de la que institucionalizó Torquemada en España.

“Isabel”, me interrumpe tranquilamente Jorge y seguramente intuye que nuevamente me he perdido en un ramaje de ensoñaciones, “estábamos hablando de la naturaleza del populismo español...”
“Ah, sí”, le digo aún meditabunda, “el populismo español, Jorge, es el de siempre: “el de sucesión-secesión”. O sea “yo mando- mando yo- yo me voy-me voy yo- quién se viene conmigo pero mando yo porque tengo muchos amigos y vienen en cuanto les llame- pero mando yo porque tengo muchos amigos y vienen en cuanto les llame quién se viene conmigo” Y esto, Jorge, desde los tiempos de los visigodos, que fueron, a qué negarlo, los primeros españoles, propiamente dichos.”
“Isabel”, me interrumpe tranquilamente Jorge, “otra vez tú y tus curiosas ideas. ¿De qué diantres estás hablando?"
“Es curioso”, le digo, “si lo piensas tranquilamente te darás cuenta de que Grecia tuvo a sus helenos;  Italia tuvo a sus tribus autóctonas que se expandieron por medio mundo; Alemania tuvo a sus germanos y los países nórdicos a los normandos, vikingos y demás. Incluso cuando se afirma que los francos conquistaron Francia hay que ser cautelosos. Lo cierto es que para cuando los romanos llegaron, los galos, designación generalizada de una pluralidad de tribus celtas, ya se habían expandido-  por el resto de Europa. Algunas tribus se asentaron en el norte de Italia y otras atravesaron los Pirineos dando origen a las tribus de los celtíberos. Su importancia para Roma quedó patente en la obra de Julio César acerca de las Galias. En cuanto a la invasión por parte de los francos, si miramos atentamente un mapa observaremos que más que una invasión se trataba de un nuevo paseo por una Europa en las que unas veces se va de Este a Oeste y otras de Oeste a Este, según lo aconseje el tiempo político-climático. Pero nosotros, los españoles, o nos adentramos en los tiempos de las cavernas a fin de encontrar a algunos autóctonos denominados “íberos”, autóctonos que, todo hay que decirlo, no tardaron en unirse a los recién llegados celtas, originando los celtíberos,  o hemos de reconocer que desde la época más remota España se ha formado a base de grupos humanos llegados de allende de nuestro territorio. Piensa en los fenicios, cartagineses, en los griegos, en los romanos... Todos de afuera. Los primeros que consideraron el territorio peninsular como verdaderamente suyo y desarrollaron algo parecido a una rudimentaria conciencia nacional fueron los visigodos. ¿Y cómo termina el asunto? Termina como dice wikipedia española que le sucedió al último de los visigodos: Don Rodrigo. “Llegó al trono de forma violenta lo que produjo la secesión de parte del reino. Fue derrotado por los musulmanes en la batalla de Guadalete, debido a una traición entre oponentes visigodos del propio rey.” Esto dice Wikipedia en las dos primeras líneas. Lo expone clara, concisa y tajantemente para no dejar lugar a dudas. Lamentablemente, estas dos líneas constituyen, también, el resumen de la historia de España: “Secesión-Sucesión”. No hay más. Nuestro populismo no es defensivo ni expansivo, nuestro populismo, Jorge, es autodestructivo. Por eso, de no haber existido un Torquemada, le habríamos llamado. La única curiosidad por el conocimiento que sobrevivió en nuestro país a la descomunal fuerza decidida a destruirlo  fue la que Torquemada permitió: la que conlleva el fisgoneo: ese interés por saber qué hace el vecino para lapidarlo vivo en la plaza del pueblo después de haber sido juzgado por un tribunal ya sea inquisitorial o popular. Es la Historia, nuestra Historia, la que explica que determinados programas, los llamados “de cotilleo”,  se mantengan gracias a las elevadas cuotas de los espectadores. Lo cierto es que ellos simbolizan la herencia que hemos recibido de nuestros ancestros. “Secesión-Sucesión", ése es el carácter de nuestro populismo. Y eso es lo que una y otra vez impide la defensa tanto como la expansión. Eso, Jorge, es lo que nos precipita en la autodestrucción y por tanto nos aboca tanto a la infertilidad física como a la intelectual como a la empresarial.
“Isabel” –dice Jorge tranquilamente resignado- “No sé por qué te llamo. Siempre termino con la cabeza dándome vueltas. Sin embargo una cosa he de agradecerte: acabo de recordar por qué es tan imprescindiblemente necesario resolver los asuntos importantes y ganar dinero con ellos. Cuando te he llamado se me había olvidado.”
Y tranquilamente ha colgado.


La bruja ciega.

Monday, May 23, 2016

La disonancia del principio de identidad

Mi amiga Elba se ha ido y yo he vuelto a quedarme sola conmigo misma y el mundo, lo que no es poco. De hecho se necesitan grandes dosis de humor, negro y bien cargado como el café que inevitablemente necesito cada mañana para entonarme con el nuevo día y hacer frente con valentía a las continuas avalanchas de palabras sin sentido que caen sobre mis hombros. Decía Huxley, creo que en su ensayo “The art of seeing”, que algunas personas pierden la visión y el oído a consecuencia de traumas emocionales y psicológicos y seguramente no se equivocaba. Ante monstruosos y amenazantes rostros lo más sensato es cerrar los ojos y cuando uno no ha de escuchar más que necedades quedarse sordo no es ninguna mala idea. Los que no quieren perder ni la vista, ni el oído pero tampoco caer en la locura de la insensatez no tienen más remedio que acudir al humor. El humor es mucho más que la expresión de la libertad artística. El humor forma parte de la catarsis del pueblo. Eso es algo que ningún dictador, ningún patriarca, ningún tirano, es capaz de comprender y por eso, lo primero que hacen todos ellos a la menor oportunidad que se les presenta (o que ellos, sencillamente, se toman), es prohibir y censurar la sátira. Curiosamente los códigos legales del mundo libre protegen la libertad de expresión y la libertad artística pero ninguno de ellos, que yo sepa, recoge la protección del humor como catarsis del pueblo. Deberían hacerlo y pronto. Antes de que se nos eche encima el alud que amenaza con enterrarnos sin casi darnos cuenta con una avalancha formada a base de palabras inútiles, seriedad, orden eterno e inmutable, piedras, balas y demás. Ya ven, incluso yo, que siempre he criticado a las “it girls” no por “girls” sino por “it”, por lo que de falta de cerebro y razonamiento conlleva ese “it”, he tenido que plantearme si no serán ellas las guardianas de la libertad de nuestras sociedades. Mi problema sin embargo sigue siendo el mismo: no es el término “girls” sino el “it” el que me preocupa. Una chica que muestra sus encantos, tanto físicos como mentales y espirituales, eso es lo que yo llamo “la mujer”; pero que el significado de “encantos” quede reducido únicamente a los físicos, supone no sólo la derrota del feminismo sino la derrota de la feminidad como sostén de la sociedad.  Incluso en tiempos tan poco feministas y tan artísticos como el Renacimiento, se valoraban de la mujer además de su belleza otras gracias como la prudencia, la discreción y su entendimiento. Igualmente fuerza bruta no ha sido la única característica que históricamente se ha valorado en el hombre, sino también su comedimiento, la imparcialidad de su juicio y su temperancia en los apetitos carnales. Ahora, en cambio, lo “it” impregna a todos los géneros, como si los hombres y mujeres de nuestra época además de no querer ver y no querer oir quisieran también ser necios para librarse, seguramente, de tener que pensar y reflexionar acerca de tanta insensatez insensata en forma de escrito académico.

En los tiempos que corren o uno se retira a sus aposentos o uno se lanza al ruedo. El problema es que el toro no es un toro sino un alud de tal magnitud que intentar enfrentarse a él con las únicas fuerzas de que un solo hombre dispone,  representa, al decir de muchos, un auténtico suicidio. Por su parte, los individuos valientes, heroicos, esforzados, o temerarios, según se mire, llaman a aquéllos que deciden lanzarse a combatir todos juntos a la arena: “populistas”.

El término “populismo” impregna de un tiempo a esta parte cada uno de los periódicos que se leen en una Europa que se caiga o no se caiga, fuerza es admitir que se tambalea. Y el “populismo”, dicen los entendidos, conlleva casi necesariamente a la dictadura si no se detiene a tiempo. El “populismo”, dicen los expertos, juega y abusa de los miedos de las gentes ingenuas y sencillas. En resumidas cuentas: el populismo es el pueblo “it”, ciego y sordo. El pueblo que ni reflexiona, ni ve, ni oye.

El problema, el gran problema de todos estos enunciados tan serios, sensatos y profundos, es que cometen el mismo error que pretenden denunciar: ellos mismos están ciegos, sordos y son “it”.

Y ello porque “populismo” no es “populismo”. Se nos quiere hacer creer que todos los populismos que se están desarrollando en Europa tienen el mismo carácter y la misma naturaleza y no es así. Cada uno de ellos obedece a una determinada razón de ser, a una determinada voluntad. Y es cierto: quizás esa determinad voluntad sea producto de un miedo concreto pero desde luego representa igualmente la convicción de querer ir por un camino y no por otro. Que el camino que se ha decidido tomar es el de Hamelin o el del Moisés no se puede nunca predecir a ciencia cierta antes de haber iniciado el camino y ni aún entonces. O se consigue la victoria o el camino, ya sea el de Hamelín o el de Moisés, será históricamente el equivocado, aunque sea simplemente por derrotado; porque la Historia, según se dice,  la escriben los vencedores.  Pero como digo, el populismo actual no es un compartimento estanco y no obedece a una voluntad homogénea. Que ningún periódico, al menos yo no tengo constancia de ello, se haya enfrentado seriamente a la cuestión es algo que me preocupa sobremanera. Sobre todo porque los diferentes populismos terminarán, cuando su periodo de formación y estabilización haya concluido, por enfrentarse los unos con los otros. Y es que mientras el populismo de Marie Le Pen podría calificarse como “anti emigración” el alemán grita “anti islám”; el populismo ruso podría denominarse como “auto afirmación”, el americano “anti extorsión”, el británico “auto regulación” y el turco como “anti risa”. El problema con la risa no hay que limitarla al asunto “Böhmi pipi-caca-culo”. Llega mucho más allá. Ya en Julio del 2014 el entonces viceprimer ministro turco Bulent Arinc recomendaba a las mujeres no reirse en público a fin de proteger su castidad. Se empieza recomendando no reir y se termina prohibiendo reir, salvo por lo que ellos consideren que es moral y adecuado reirse. Fin de la catarsis del pueblo en la taberna del pueblo. Y al pueblo, claro, no le queda más remedio que ir a buscar la “juerga” a otro sitio. El populismo anti risa, que es anti catarsis, es igualmente pro sometimiento, ataque, conquista, o como ustedes prefieran. Y lo mismo sucede con el  populismo ruso, que al ser un populismo de auto afirmación, requiere imperiosamente de un lugar sobre el que ejercer esa autoafirmación. En cambio, los populismos “anti emigración”, “anti islam” y “anti extorsión”, reflejan un populismo exclusivamente defensivo. Y en lo que se refiere al populismo británico de “auto regulación” es un “dejadme solo que yo solo me apaño mejor conmigo mismo que con todos vosotros juntos”. De todos los populismos, el británico – a qué negarlo – es el más cabal, el más sensato, el más constructivo. El resto de los populismo expresan miedo y desconfianza y por eso mientras unos pretenden cerrar fronteras para protegerse de las invasiones, los otros quieren bombardearlas para imponerse. El populismo británico, por el contrario, pretende retirarse a sus aposentos para desde allí contemplar tranquila y serenamente la guerra entre los Unos y los Otros, los de Aquí y los de Allá y poder negociar y comerciar con todos ellos a la vez. Como suele decirse: a río revuelto, ganancia de pescadores.
Hasta cierto punto tal postura es incluso comprensible. El pragmatismo es algo que los británicos llevan en sus venas desde los tiempos más antiguos, incluso en lo que a temas tan espirituales como la religión se refiere. El mismo Rey que decidió separarse de la Iglesia Católica y establecer la Iglesia Anglicana con él como supremo representante por un tema tan mundano como el del divorcio, fue el mismo que no tuvo ningún inconveniente en cortarle la cabeza a la misma mujer por la que se había declarado el cisma. En un país así, el sentido común y la excentricidad caminan amigablemente de la mano porque ambos persiguen el mismo supremo interés: el utilitarismo.

El populismo británico justamente por ser tan pragmático y tan sensato, es el populismo que más negativamente  afecta a una Europa que se recluye sobre sí misma a la defensiva. Y ello porque el populismo británico, en su sensatez, en su mesura, en su equilibrado razonamiento, deja a Europa a merced de los lobos.

Y todo ello sin mover una ceja.


La bruja ciega. 

Thursday, May 12, 2016

El sonido de la capa al acariciar el suelo o los mensajes subliminares de la música.

La visita que llegó ayer se llama Elba. Es una de esas mujeres que gusta de usar largas capas de terciopelo gris perla y cubrir su cabello con la capucha. Cuando camina los  bordes de su houppelande se deslizan suavemente por el suelo emitiendo un dulce sonido que prometen al que se detiene a escucharlo tranquilidad y paz de espíritu. Al encontrarnos frente  a frente nuevamente evita el contacto físico pero me saluda con una sonrisa al tiempo que echando la caperuza hacia atrás deja al descubierto su cabellos blancos. A pesar de ser mucho más joven que yo ha envejecido prematuramente y las arrugas hace tiempo que surcan su cuerpo. Desde hace años está obligada a vérselas con seres extraños salidos no se sabe de dónde y que únicamente se muestran a determinadas personas. Pero esto, pese a lo que muchos afirman, no es ni un don ni una facultad. Es más bien una tortura. Parpadeos nebulosos, imágenes confusas que le golpean el cerebro por unas pocas décimas de segundos mientras que en su cerebro transcurren, sin embargo, minutos. Minutos en los que ha de ordenar lo que le llega mientras ese “lo que le llega” no deja de titilar. Almas que quieren dar un último aviso; Imágenes de seres desconocidos que se detienen frente a ella para enviarle mensajes que ella preferiría ignorar. No. No son voces en su cabeza. Son seres que llegan, hablan y se van sin que Elba, mi amiga, pueda entender la razón de por qué es a ella precisamente a quienes se dirigen y no a otros. Ella, que no tiene ningún deseo en introducirse en mundos distintos del suyo mismo. Nunca fue muy sociable pero ahora, si algo nos une, eso es la soledad absoluta de nuestras existencias. Raramente nos visitamos. Dos solitarias acostumbradas a su soledad son generalmente incompatibles. Cada una de nosotras ha convertido la soledad, que para el común de los mortales es una cárcel, en un cómodo aposento adaptado a sus propios gustos y necesidades y del que raramente necesitan salir. Si acaso para asegurarse del valor de lo que tienen. Cuando me contó sus visiones, ¿cómo poder llamarlas si no?, su voz sonaba tan melodiosa como su apariencia externa.  “El silencio y la soledad crean espejismos para las almas sensibles”, le dije. Y desde entonces no se desprende de su radio y sus auriculares. Yo, personalmente, prefiero mi silencio; pero claro, mi silencio es un silencio silencioso interrumpido únicamente por mis pensamientos y en cuanto a la música se refiere, después de los clásicos la única melodía que aprecio es la que produce la capa de Elba al rozar delicadamente el suelo y que es distinta según atraviese los adoquines, las baldosas o la madera. “La música clásica no es suficiente protección”, dice. “A veces incluso los atrae con más fuerza. Tampoco las películas sirven de mucho: las imágenes se mezclan con las visiones y es aún peor”. Así pues, durante el tiempo que Elba permanezca a mi lado no tendré más remedio que soportar el estruendo de la música moderna. Y no obstante, he de reconocer que esto, en épocas de Eurovisión, también tiene sus ventajas. De no ser por Elba nunca se me hubiera ocurrido analizar la letra de las canciones y mucho menos la fuerza de los compases.
Al principio es realmente emocionante.
Cuando terminemos estarán llorando todos ustedes y eso porque esta Eurovisión 2016 no es ni más ni menos que la proclamación cantada de la muerte de Europa, nuestra Europa, y posiblemente incluso del mundo conocido.
Los primeros que inician el revuelo son Los Países Bajos. De no ser por ellos, este certamen hubiera sido tan aburrido como de costumbre y yo hubiera podido dedicarme a menesteres más prolijos, como experimentar la receta de una nueva sopa. Pero los holandeses, tradicionalmente serenos, tranquilos, trabajadores y realistas incluso cuando los cercan las catástrofes más terribles, se declaran  sumidos en crisis y no en una crisis cualquiera sino en una crisis existencial. Si se hubiera tratado de una crisis existencial de los franceses, la cuestión no hubiera pasado a mayores. Los franceses viven sumidos en una permanente crisis desde que nacen porque ese es su hábitat, porque cuando nacen tienden a caerse en la crisis igual que se cayó Obelix en el caldero de la poción mágica y por eso ya no hace falta que beban más crisis, porque con la primera –la crisis post-natal- les sobra y les basta y además ni siquiera podrían vivir sin ella, la crisis, del mismo modo que Obelix no podría ser Obelix si no se hubiera caído en ese puchero mágico. Pero tratándose de la crisis existencial de los holandeses la cosa es seria. Los holandeses son trabajadores, pacientes, esforzados, valientes, aventureros, austeros... En fin, una crisis de un pueblo así, un pueblo admirado incluso por el irreverente Voltaire, es una crisis a tener en cuenta. Máxime cuando gentes tan laboriosas piden un lugar en el que poder apoyar la cabeza y descansar de una vida tan dura. “I´m going nowhere and I´m going fast. I should find a place to go and rest. A place to lay my head tonight.” Los holandeses se conforman con poco y no quieren abusar de la hospitalidad. Una noche, basta. “Every morning is another start” y este comienzo no tiene nada de romántico. “Every morning hits so hard guess I´m running scared, I´m running on empty. Mister, can you help me? Cause it seems I´ve been led astray. I keep searching for an answer, for a way. Do you think I´ll ever learn?  I used to be without concern. Now all I ever do don´t seem to free me”, preguntan con la serenidad realista que les caracteriza desde los tiempos más inmemoriables.
Y lo peor: no se sabe si ese “Mister” se refiere al oyente, a Lutero o, “simplemente”, a Dios.
Ante semejante brete, sus amigos  - franceses, los húngaros, los ingleses, los noruegos, los españoles y hasta los bielorrusos y los malteses – se apresuran en correr a ayudarles. El problema es que lo que en un primer momento pretende ser un apoyo  termina convirtiéndose en un grupo de terapia. En efecto: por primera vez los países europeos toman conciencia de su debilidad y de su propia crisis existencia. . Los serbios, por su parte, más que auxiliar aprovechan la ocasión para despedirse formalmente de la Unión Europa con un discurso que suena “ni contigo ni sin tí”. El problema es que fuera de la Unión las cosas no parecen andar mucho mejor. Los suizos declaran que su muerte está próxima y su alma en paz consigo misma. Los israelíes se aferran al sueño místico y los del Moldavia los despiertan sin miramientos
En cualquier caso es para estar preocupados. Admitámoslo:Que los holandeses, justamente los holandeses, confiesen su crisis existencial y los suizos no sólo revelen que su muerte está próxima sino que lo acepten con la serenidad del que sabiéndose condenado a muerte su remedio ha puesto su alma en orden, porque sus negocios lo han estado desde siempre, es algo que inquieta y mucho. 
De ser cierta la tormenta que la música afirma que se avecina en los próximos tiempos, los paraguas no serán suficientes para protegernos del chaparrón que va a caer. Ni los paraguas ni los impermeables ni...

Los holandeses están en crisis y su crisis es, sobre todo existencial.  Francia, para tratar de levantarles el ánimo, les confiesa que ella anda siempre a la búsqueda del amor llevando bajo el brazo a la postmodernidad como guía: “J´ai cherché un sens à mon existence; j´y ai laissé mon inoccence; j´ai cherché l´amour et la reconnaissance; j´ai payé le prix du silence; je me blasse et je recommence”
Como vemos “yo” “yo” “yo”. ¿Y el tú? Qué es el tú para el francés? Ah, el tú, en Francia como en el discurso postmoderno es también sumamente importante: “Tu m´as comme donné l´envie de être moi. Tu as tué la peur...”. O sea, que o el tú sirve al mí-yo o... au-revoir (lo que traducido al español vulgar significaría “a freir espárragos”). No me extraña que a estas alturas de la vida Francia siga buscando... Pero los holandeses mueven la cabeza de un lado a otro o, lo que es peor, no la mueven en absoluto y permanecen impertérritos. A los holandeses la postmodernidad no les va. La postmodernidad es la playa de vacaciones del francés, los romanos-jabalíes de Obelix, la crisis perpetua en la que el francés de pro se ejercita diariamente en el noble deporte del surf y ellos –los holandeses- no tienen tiempo para jugar con el agua. Más bien han de esforzarse, cual descendientes de Sísifo, en detenerla.
Los húngaros, metidos a psicoterapeutas, quizás por su cercanía histórica con Austria, les explican a los holandeses que lo primero que hay que conseguir para salir de esa crisis existencial es ignorar las opiniones de los otros y  en muchas ocasiones el mayor enemigo a la hora de lograr este propósito es la propia mente de uno mismo: “When you need to run away from what other people say your enemy might be your own mind. For long you fell mistreated. In a world where the poems sound fake and the love is replaced by the fame, it´s only fear. Become a pioneer”
Que sean los húngaros los que se declaren los pioneros de Europa, justamente en estos momentos, precisamente ahora,  da mucho que pensar y más aún que elucubrar. ¿No creen ustedes?
Los ingleses siempre gentiles, consuelan a los holandeses y les aseguran que no están solos. Los ingleses no sólo  se lanzarán a salvarles, dicen los ingleses. Es que ellos –los ingleses- , dicen los ingleses, son la salvación. Como se observa, el chauvinismo francés únicamente es superado por el británico. “I´ll be the answer you´ve been waiting for. I´ll be the truth you´ve been looking for. You´re not alone. We´re in this together. All that you want is right here forever.” Para alguien que está pensando en el Brexit, esto desde luego es una declaración de amor a los holandeses en toda regla y con un poco de suerte incluso a Europa. ¿O tal vez hay que entenderla como un canto nostálgico por el imperio perdido y las intenciones explícitas de un “aquí mando yo” y no se hable más? Con las amabilidades nunca se sabe;
Noruega sabe cuál es su papel en Europa para todos aquellos que la necesiten:. se proclama barco rompehielos de Europa, de Holanda y de todo lo que haga falta“Baby, yes I heard your mayday. I´ll be your icebreaker”.  No sin antes, la ayuda si es ayuda real ha de ir acompañada de una lección, amonestarles por la ligereza e insenstez de su comportamiento: “What can I do to make you listen? Like a northern light you´re dancing over every border line.” (Esto, seguramente, es lo que le diría Dios a los holandeses.)
“Passing every sign between reality und fiction”. (Y esto lo que seguramente lo que les diría a los españoles).
Los suecos "se hacen el sueco" y dicen eso de que a ellos "que los registren." No les importaría esforzarse hasta el agotamiento si se sintieran culpables o los remordimientos les impidieran dormir.Pero la culpa, dicen los suecos, no es suya y por eso no van a hacerse responsables de errores ajenos que no les corresponde. Holanda y Europa tienen en ellos mismos la causa de la situación de miseria en la que se encuentran y ya son mayorcitos para saber que equivocarse tiene un precio. Por tanto en vez de lamentarse han de aceptar las consecuencias de sus mentiras y no venir llorando y actuando como si no hubiera pasado nada. “I´d crawl through the desert on my hands and knees, rehearsing my pretty please, climb the highest mountain, if I were sorry. If I were sorry I´d give you all the glory. If I were sorry it would be a different story. Now did you ever realize that your mistake has a prize, oh you threw it all away cuz you´re the devil in disguise? Now did you ever realize the consequences of your lies, and would you save the falling tear, or act as if there´s nothing there? No. Los suecos no asumen ninguna responsabilidad que no sea estrictamente la suya y con la crisis existencial ya sea de Holanda o de Europa ellos, desde luego, no tienen nada que ver,  dicen los suecos. Si tuvieran algo que ver entonces, nadie lo dude, lucharían hasta caer extenuados.
España, por su parte, no niega que los peligros existan pero lo importante es que ella todavía sigue viva. (Esto, no hay duda, ha de ser considerado, en efecto, casi como un milagro, habida cuenta de los esfuerzos que diariamente hace por dejar de estarlo) Si ella –España- está todavía viva, no hay duda de que los otros conseguirán subir hasta el fin. (A todas luces un punto de vista sumamente acertado, que no hay que dejar pasar de lado) Sin embargo, justo es advertirlo, el Mister español, al contrario del Mister holandés, no es uno sino dos (tal vez por aquéllo que ya decía Machado: “españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón” o tal vez por aquéllo de Mr Jekyll und Mr.Dr.Hyde) y se llaman Mr. Fighter y Mr. Danger. Mr. Fighter look there we go again. Go-getters don´t forsake. They never wallow in their fate.” (Es curioso que esto justamente lo cante la representante de un país en el que ante un problema suele decirse: “ y que salga el sol por Antequera”). Pero ahí no se detiene su intento de reconfortar a los holandeses:  “We´re never gonna know what lies ahead.” (Lo que en palabras de Wittgenstein significaría “De lo que no se puede hablar mejor no hablar” y en términos militares: “No preguntes: hazlo.”) Y sigue dando fuerzas: “We only got today to learn from our yesterday.” (Y esta frase significa por un lado la memoria histórica y por otra, que no sé cómo nos las apañamos los españoles que siempre empezamos a aprender el último día. Pero somos tan inteligentes que después vamos y aprobamos. Raspando, pero aprobamos. Ni te digo, si fuéramos constantes y nos matáramos de estudiar todos los días. Pero  suficiente, oye, para ir tirando. Al fin y al cabo a vivir que son tres días. Aprende amigo holandés a vivir) Pero para que nadie crea que mantenerse vivo es fácil, ahí queda la confesión de los espejos rotos: “I feel alive my whole life. I´m still alive from broken mirrors” ( los más terribles: la pérdida de Cuba y la Guerra Civil) “I wanna fight.” (España, creo, es uno de los pocos países del certamen de Eurovision 2016 que habla de lucha, al menos, tan abiertamente). “Come on and raise your battle cry. You are the one who never dies.” (Quién yo? Yo soy una pobre bruja mortal y bien mortal donde las haya…) “You´re followings your dreams” (¿sueños? ¿De qué? ¿De lucha? Conmigo desde luego no contéis) “Mr. Danger, no need to be afraid. I got my light between my breaks.” (Esto indica ¿deserción o falta de concentración? Ya ni se sabe. El holandés empieza a no comprender por más que entienda las palabras) El español saca su espíritu quijotesco:  “I fought them face to face.” (En estos tiempos luchar frente a frente es un anacronismo, aunque tal vez sea cosa de la deuda y la austeridad. Hay que modernizar el ejército. Esto no es un problema español sino europeo.  Por otra parte como elucubremos acerca de quién son estos “them” contra los que se lucha “face to face” no acabamos nunca y si acabamos no será en campos armoniosos, lo presiento.) “We go through our mistakes” (Esto es, de todo, lo único que tal vez podrían entender medianamente los holandeses. ¿Pero les sería de utilidad a un alma como la suya? No lo creo. Que uno esté vivo para dedicarse a luchar, no es precisamente lo suyo. Por muy piratas que sean los holandeses si están vivos no es para luchar sino para ser, progresar y seguir siendo. La lucha para sentirse vivos, que es distinto del serlo realmente, o la lucha por la lucha, no les termina de convencer.) Una cosa es cierta: si España gana este certamen de Eurovisión, no hará falta ser un genio para pronosticar cuál es el rumbo que, aunque sea de forma inconsciente, tiene Europa en mente.
Tampoco creo que el caballero bielorruso, que se presta voluntario para enseñarles a volar, ayude a los holandeses a superar su malestar existencial: “I will help you learn how to fly. Do you remember when you were younger? You didn´t worry for a day. Now all the questions and no direction. They make our reasons insane. It´s time you released yourself. Before you can let go. I will help you learn how to fly.” (Que sea un bielorruso, precisamente un bielorruso, el que se ofrezca a dar cursos de vuelo no deja de tener un punto de ironía, sobre todo teniendo en cuenta lo sujetos y bien sujetos que ellos mismos están. ¿No creen? Eso sí, a mí me gustaría que hubiera explicado quiénes son esos ellos “they” que convierten en locura nuestros argumentos. Me hubiera dejado más tranquila.)
 Malta, modesta donde las haya, admite que aunque se ha pasado la vida intentando salir adelante e intentado gustar a los demás, no es perfecta pero se conforma con ser ok y sentir que puede caminar sobre el agua. (¡Y a esto le llaman humildemente “o.k”!) : “I been fading into grey trying to be someone, trying to please someone. Always trying to break the fall. Feel like I can walk on water.”
Serbia, por su parte, no quiere ni vuelos de altura ni caminos de agua. Serbia ha tomado ya su propia decisión y  se despide de los holandeses y de Europa con un “Goodbye”. “I wish I could stop it, wish I could fight it, but there´s nothing I can do. I thought that we were meant for each other. Oh how I wish I knew you better. I played a fool so many times, can´t even count it” (No hace falta que Serbia lo reconozca. Lo sabemos todos, Serbia. Te comprendemos. Has enviado tu solicitud para ser admitida en la Unión Europea pero no estás segura de tu acción. Y sí pero no pero tal vez. Hm...) “Every time I say Goodbye, you try to hold me by your side gotta fight my way out of your hands, find the shelter from the pain. Every time you say your lies I hide away and close my eyes”  Serbia se considera engañada y decepcionada y no está dispuesta a muchas concesiones. “I put my hands up but I won´t surrender don´t need what doesn´t serve me anymore.”


Que el fin, su fin, se aproxima inexorablemente es algo que Suiza sabe con la misma precisión con la que maneja los negocios financieros y construye relojes y la misma habilidad con la que come el queso con fondue sin ensuciarse. Y por eso que lo sabe, lo sabe con una de esas ideas claras y distintas de las que hablaba Descartes, no duda en titular su canción a modo de epitafio: “The last of our kind” Los suizos cantan melancólicos “here we are with the end of the movie. I´ve never felt more alive. It´s time to rise” ( O sea, los suizos sienten la mejoría que sienten todos los agonizantes antes de elevar su espíritu a las alturas) “We´re the last of our kind” Los suizos son el último hombre del que hablaba Nietzsche. ¿Quién es el último hombre? El último que se atreve a blandir la espada de la Libertad Absoluta sin perecer en el intento. Suiza muere sabiendo que muere y sabiendo quién es. Suiza muere en posesión de todas sus facultades. It´s a whole new World ¿Qué pensaban? Los suizos creen y mientras crean seguirán vivos aunque sea de una forma completamente distinta. Mueren. Son los últimos hombres. El mundo que les espera es completamente nuevo y distinto al conocido pero no serán ellos quienes lo teman. Los suizos no tienen miedo. Al menos no de sus propios fantasmas. “We´re facing the fire. Not afraid of our own ghosts. “We´re all that we know and we´re out of our minds. Not afraid to be brave though we´re the last of our kind.” El suizo acepta resignado el fin, su fin y posiblemente el del holandés y el de Europa, igual que acepta el fin del día el reloj que marca las doce de la medianoche. “This is Paradise. Turn off the search light. We´re where we belong. Standing tall at the end of the story watching world collide. It´s time to rise.” La pregunta del millón es si esto, que su hermano gemelo Holanda, nacido al mismo tiempo que Suiza, con la misma religión, se avendrá o no a morir de pie y serenamente. A mi entender la resignación suiza es poco probable que sea compartida por Holanda. Suiza tiene su Banca pero Holanda tiene un mar. Un mar que es su pesadilla tanto como su defensa. Suiza tiene su Guillermo Tell pero Holanda tiene su holandés errante y un pasado, mal que le pese, español. Hmm. No creo que los holandeses se despidan de este mundo tan estoica y flemáticamente como los suizos. La diferencia la marcan los fantasmas, seguramente. Suiza no tiene muchos y por eso puede estar en paz con ellos. Holanda tiene unos cuantos más y por eso conciliarse con ellos resulta mucho más complicado. Eso determina, claro, una muerte menos placentera. Los holandeses morirán de pie pero no tranquilamente.
Los austriacos, con Hungría a un lado y Suiza al otro, se marchan –dicho en vulgar español- por peteneras y en vez de cantar en inglés, cantan en francés. No sé si porque a Freud le sigue inevitablemente la postmodernidad francesa o porque los vecinos de mis vecinos son mis amigos, o porque la desesperación no les deja dormir. Si Thomas Bernard levantara la cabeza... diría que sus compatriotas no han cambiado. Los austriacos harán lo que los franceses hagan y les proponen a los postmodernos franceses, en perpetua crisis sumidos, fugarse juntos.“Et quand tu chantes, oui moi je chante aussi. Et quand tu t´élances, j´te suis, et quand tu voles oui moi je vole aussi. Dans un pays loin d´ici. On chante, On chante.À la recherche du paradis” Cuando uno escucha esto, lo primero que piensa es que si los británicos añoran sus tiempos imperiales, los austriacos no suspiran tanto por su imperio, que únicamente les provocaba migraña, sino sus operetas y los elegantes vestidos de las damas. Tal vez por eso canten en franés.
En cualquier caso, los israelíes, expertos supervivientes en tantos finales de finales, aconsejan dejarse de escapismos y nihilismos sin sentido porque al fin y al cabo estamos hechos de estrellas y vamos en busca de la promesa secreta. “Don´t escape no more cause we are all made of stars searching for that secret promise.”
Islandia advierte igualmente que los oye llegar. “Can you hear them calling? Oh they´re calling out tonight. Now the skies are burning. Oh they burn so bright. We shiver as we step into the cold, cold night. Then we´re running. I hear them calling me. I hear them whispering. They are singing nox we´re coming home.”
Al sueño místico israelí-islandés le despierta sin contemplaciones una Moldavia que asegura que aquí no hay mística que valga y les lanza un “falling stars” que devuelve a la realidad al más profundamente dormido de los durmientes. Los de Moldavia les cantan que: “we could be the greatest falling, the brightest falling stars. The sky is tumbling. It´s coming down, coming down. The wildest fire is burning out. It´ll have turned us to pieces.”
Ahí queda.

Después de eso: ¿qué más se puede decir?

Oh, dice Rusia tranquila. Se puede decir mucho más.

Y en efecto. Rusia, se levanta y se dirige a los holandeses con esa dulce, sugestiva, casi hipnotizadora voz, eslava para decirles, quizás lo único que los holandeses, los europeos, todos, quieren oir: que les ayudará no para que Europa le aporte las ganas de vivir, como aseguran los franceses; tampoco para que les lleve a un país lejano en el que cantar y cantar, como quieren los austriacos; ni para luchar, como proponen los españoles, ni para aferrarse a sueños místico como exponen los israelíes y los islandeses y tampoco porque Rusia, al modo noruego se crea un barco rompehielos. No. Rusia va a ayudar a los holandeses, a Europa porque:
“You are the only one”

“We can never let the word Be unspoken
We will never let our loving go come undone
Every thing we had is staying unbroken.
You will always be the only one.
You are the only one.
Wont ever give up cause you´re
Still somewhere out there
Nothin´or no-one´s gonna keep us apart
Breaking it down but I´m still getting
Nowhere
Wont stop. Hold on.
Thunder ´n´lighning  it´s getting ´excitin´
Lights up the skyline to show where u are
Mi love is rising the story´s unwindin´
Together we´ll make it ´n´ reach for the stars.
You´re the only one you´re my only one
You´re my life every breath that I take
Unforgettable so unbelievable.
You´re the only one my only one.”

Añadan a esta letra la música épica de la canción y quizás comprendan por qué resulta tan difícil oponerse a las pretensiones amorosas rusas. Es que ese “tú eres la única, mí única” ¡despierta a un muerto! Máxime después de haber oído todo lo oído. Rusia está dispuesta a luchar por Europa y por ende por Holanda sencillamente porque Europa es única, su única. Suena machista y muy seguramente los racionales como Jorge están convencidos que  esas son las palabras que pronuncia drácula antes de lanzarse sobre su víctima para exprimirle hasta la última gota de sangre. Totalmente de acuerdo con Jorge se muestran Ucrania que se decide a cantar la mitad de la canción en inglés, para que todos los entiendan, y la otra mitad en turco, para que sólo les entiendan los buenos entendedores. “When strangers are coming... They come to your house, they kill you all and say, we´re not guilty, not guilty. Where is your mind? Humanity cries. You think you are gods. But everybody dies. Don´t swallow my soul, our soulsLos turcos cantan en turco y no les entiende nadie más que ellos y los que hablan su idioma. 

Jorge no se fía de los rusos, los ucranianos les acusan sin grandes ruidos, sin grandes gritos, a las brujas como yo, que nunca hemos recibido una carta de amor y que aún en el caso de haberla recibido hubiéramos desconfiado de las pretensiones de la misma, tales declaraciones de amor nos resultan sumamente divertidas y los suizos ni se inmutan. Siguen a su ritmo en dirección a la tumba. Pero a esa mujer bella, entrada en años, que es Europa y que recuerda con añoranza los viejos tiempos en que ella era la reina de la fiesta y en la que todos caían rendidos a sus pies suplicando una simple sonrisa, mientras que ahora las deudas y las arrugas no la dejan salir de casa, que venga a cortejarla Rusia, su sempiterno enamorado, ése al que nunca ha amado pero que nunca la ha abandonado, la emociona sin remedio...

Ya pueden prevenir a Europa de todos los males que le causará un amante tantas veces despechado, el peligro en estos momentos es que Europa necesita que alguien le diga y le repita “que es la única” y ninguno de los países que la componen es capaz de decirlo porque todos andan mirando y analizando sus propios problemas y trazando sus propios planes. Habrá que preguntar a la locomotora de Europa y mayor “rival” de Rusia: Alemania.

Alemania está cansada y harta de tantos vagones que frenan, descarrilan o se quejan del cansancio. Alemania, y eso es de todo lo más terrorífico, considera la historia de amor muerta y la pregunta que hace de si de verdad ha de terminar así la relación es más retórica que otra cosa. No es que la ruptura le alegre. Al contrario, la entristece y durante un momento en la canción parece que el idealismo que siempre la ha caracterizado va a conseguir vencer su resignación ante el inevitable fin pero termina imponiéndose su carácter práctico. Que nombre al dragón no es asunto baladí. No olvidemos que anque Sigfrido mata al dragón es él mismo traicionado por los enanos y muere. ¿Se podría reescribir la historia? Pregunta Alemania sabiendo que eso es imposible a no ser que reescribir signifique inventar. Y ella, sincera donde las haya, prefiere ignorar y silenciar a inventar hechos que no son. Prefiere no ver a falsear los hechos. El surrealismo no es cosa que guste a los germanos. Por experiencia propia sabe lo peligroso que son los sueños descabellados: terminan convirtiéndose en pesadillas. Alemania da por terminada y concluida su relación con Europa. Y aquí, como anunciaban los suizos, comienza un nuevo mundo.

“The story of us
Is it already told?
Let´s tear the book apart
Start to rewrite it all
We´re already gone
But still in this together
Like a dragon to its gold
We´re still holding on
Our life won´t wait for us to live
We don´t need a lifetime to figure out what we miss
The love we get is the love we give.
A money chest full of love but we hid the key
This is the ghost of you.
Haunting the ghost of me.
Lonely in a crowded room together
Tell me who´s scared now?
We´re playing house in these walls forever.
Can´t we get an alternate ending?
Somehow we will change
Everything that we touch
But we held on too tight
And change it too much
We sweep up this love.
Put the pieces back together
And if we find them all
Can we bring this to life?”

¿Comprenden el problema?

¿Comprenden por qué es tan difícil resistirse a la seducción rusa?

Eurovisión 2016 está la declaración cantada de la ruptura, el desamor, de Europa y lo está haciendo igual que el nuevo amante que llega: en inglés.

La bruja ciega.
Estoy realmente cansada. He empezado a escribir a las ocho y media de la mañana y son cerca de las cinco y media de la tarde. Para ser sinceros yo no tenía ninguna intención de concentrarme en el análisis de las canciones de Eurovisión, pero la misma fuerza psíquica que está matando a Elba es la que la obliga a conducirnos a los que nos relacionamos con ella por caminos insospechados y nunca antes pensados. Soy consciente de que el análisis de este artículo es poco profundo pero es que más que un análisis racional esto ha sido el resultado de un puñetazo de intuiciones. Ni siquiera sé si llegaré a corregir este artículo.No he corregido el texto. Lo he vuelto a introducir. Espero, por lo menos, que se diviertan al leerlo.