Escribo. No tengo nada que decir. Hoy es uno de esos días en los que uno ha
de escribir imperiosamente para poder abstraerse, separarse, distanciarse de su
propia vida. Intento desesperadamente buscar un tema pero salvo mi propia vida,
que es justamente lo último que en este
momento deseo pensar, no encuentro ningún tema. Me niego a ser como esos
escritores modernos que escriben una y otra vez sobre su propia existencia,
única y exclusivamente sobre ella. Curiosamente al resto de la humanidad les
interesa lo que esos enamorados de sí mismos escriben y los encumbran a la fama, a la gloria. Los lectores convierten
en escritores de moda del momento, a esos escritores que escriben mirándose
al ombligo y que si levantan la vista al sol es únicamente para describir las diferentes sombras y luces que origina el rayo del astro rey al proyectarse luminoso sobre el centro del centro de su cuerpo.
Escribir sobre uno mismo. Descubrir que el mundo está lleno de gente que habla
con gente y a escondidas busca desesperadamente amigos en internet,
registrándose aquí y allá en espera de un milagro. No sé qué tipo de milagro,
la verdad. ¿Puede un desintegrado de la sociedad encontrar amigos en algunos de
los servicios de internet que lo ofertan? ¿Puede uno de esos obsesos del
ajedrez o del vuelo de las moscas encontrar amigos allí, ellos que raramente
encuentran amigos en ningún sitio? Yo les aconsejaría mejor que fueran a un
club de ajedrez y a una facultad de biología. Si allí no encuentran lo que buscan,
en otros sitios aún menos. “No seas fatalista”, me dice una voz interior. No.
No es fatalismo. Es sensatez. La gente busca amigos y se describe con adjetivos
tales como “sincero”, “positivo”, “buen conversador”, “buen oyente”, “deportista”,
“lector”, “amante de la poesía, el arte y los espectáculos culturales” y una
que soy yo se pregunta asombrada: Si todos ellos son tan positivos, tan
normales, tan sociables, ¿qué diantres hacen buscando amigos en el internet? ¿Es
que acaso están rodeados de energúmenos que no leen, no tienen ningún interés
por el deporte ni por la lectura y son absoluta y totalmente incapaces de mantener
una conversación? Si todos ellos son tan amenos y tan simpáticos y tan
interesados por las artes ¿cómo es posible que anden buscando amigos por los
vericuetos siempre tortuosos de internet? ¿Es que ahora resulta que las
personas agradables y normales se encuentran en internet y las insociables e
insoportables son las que encontramos cada mañana en el trabajo, en el patio de
vecinos, en la asociación de espectáculos culturales, en el teatro? Las
personas que encontramos en el ascensor no nos parece digna de ser saludada ¿y
contamos nuestra vida al perfil de una foto encontrada al azar en una página
web destinada a ganar dinero? Lo confieso. Hay días en que la soledad se vuelve
una tortura. Días en los que me acuerdo de las insolencias de Jorge, los
silencios prolongados de Carlos, el sueño de Carlota que cada día me pesa
más... En esos días me siento tentada de buscar nuevos amigos, nuevas personas
con las que establecer algún tipo de diálogo. El problema: todos ellos son
normales, sin grandes problemas ni grandes preocupaciones. Con gente así en los
foros uno no puede llegar diciendo: “Hola, estoy leyendo el libro acerca de la
guerra civil de Inglaterra que es, además un libro sumamente anticlerical”.
Porque lo cierto es que en tales foros, los participantes dicen que leen pero
no dicen qué leen. También dicen que les gusta la naturaleza pero no qué tipo
de naturaleza. No es lo mismo que te guste ir por el campo y contemplar las
flores que el paisaje ofrece, que ir al campo y estudiar el crecimiento de una
planta porque a pesar de que es una especie que en realidad no pertenece a la
flora del terreno, ha sido puesta allí para estudiar el cambio climático. Es un
ejemplo. Cuando dicen que les gusta el deporte uno tampoco sabe si lo que les
interesa es practicarlo o sentarse a ver jugar a su equipo favorito e incluso
aunque lo practiquen, tampoco saben a qué nivel lo practican. Vistas así las
cosas yo podría describirme a mí misma como gran deportista porque suelo
caminar un par de horas al día, podría incluso darle un nombre inglés que
siempre queda bien: “walking”, pero desde luego no sé qué pensaría uno de esos
que suelen entrenarse diariamente para correr el maratón. Y luego están esos
que claramente dicen que quieren chicas y esas que claramente dicen que quieren
un marido. Los primeros me dejan siempre sin habla. Quieren chicas, chicas para
divertirse. ¿Para divertirse cómo? Las palabras me faltan porque los pensamientos
al respecto me sobran. Y luego están las chicas, esas que a los veinticinco años
están desesperadas porque no han encontrado a su media naranja, o esas que a
mediados de los cincuenta están hartas de amigas y quieren de una vez por todas
conocer a alguien que finalmente les encaje. O sea, las personas normales no
sólo buscan personas normales sino amantes normales. Y yo me pregunto, sólo me
pregunto ¿cómo es posible que las personas normales no se encuentren a sí
mismas en los lugares normales? En los colegios, en los fitnesstudio, en las
conferencias, en las piscinas, en las fiestas, en las reuniones sociales.... ¿cómo
es posible que tengan que acudir a un mundo virtual, a un mundo de ficciones
como es el de internete para encontrar amigos? Y lo más curioso es que los
buscan incluso en su propia localidad de residencia, en su propio pueblo... ¿cómo
es posible que personas que son deportistas, amante de la lectura y de los
animales, no se encuentren aunque sea a la hora de pasear al perro? ¿cómo es
posible que conversar por internet resulte más fácil y cómodo que conversar
frente a frente? Es como si las personas de talla normal fueran a internet a
comprar prendas de talla normal porque en las tiendas normales no encuentran
nada a su medida. ¿No lo encontrarían raro? Claro que por otra parte es cierto
que las ventas por catálogo aumentan, lo cual no deja de asombrarme, lo admito.
¿Cómo es posible que alguien pueda adquirir así sin más una camiseta que nunca
se ha probado? ¿Cómo puede estar segura de que le va a sentar bien? “Si no te
gusta, vas y la devuelves”, me dijo Verónica, la hija de Carlota una vez que se
lo comenté. “¿Lo devuelves? ¿Paquete va, paquete viene?” Fue entonces cuando
comprendí. La gente normal busca gente normal en internet igual que busca en
internet camisetas de talla normal la gente de talla normal: para encontrar
camisetas distintas de las que todos encuentran. Si lo que encuentras no te
interesa, vas y lo devuelves. O sea, lo bloqueas. Asunto arreglado. Al compañero
de trabajo, a los amigos de la reunión, a esos difícilmente puedes bloquearlos
y además todos saben que son tus amigos. De lo que se trata es seguramente de
demostrarles que puede encontrar algo más que ellos, y que ese “algo” es
incluso mejor, que ellos no son tan importantes, que hay otros lugares en los
que establecer reuniones sociales. No. No se trata de que la gente normal
busque amigos normales en internet porque afuera aúlla el viento y los
psicópatas les cercan. Lo que la gente normal desea es autoafirmarse frente a
sus amigos normales de toda la vida. Lo que buscan es que alguien les reafirme
en su presentimiento de que su ombligo es el ombligo más bello de todos los
ombligos.
Y así la gente normal encuentra amigos normales dentro y fuera de internet,
discutiendo con toda normalidad acerca de sus respectivos ombligos. Y por esa
razón los escritores ocupados tan obsesivamente en sus propias existencias
reciben el reconocimiento y la fama que le son negados a los pocos con valentía
suficiente para salir de sí mismos y
dedicar su tiempo a escribir una novela que intente resumir la situación actual
sin caer sólo en tragedias de incestos, violencia, droga y miseria moral e
intelectual. Los escritores ocupados obsesivamente en sus propias existencias
reciben el reconocimiento y la fama no por lo que escriben sino porque reflejan
fiel y literalmente las preocupaciones de sus lectores; esto es: el propio
ombligo. Esos escritores compulsivamente interesados por ellos mismos son el
reflejo de una sociedad compuesta por lectores compulsivamente interesados por
ellos mismos. Esos escritores son el testimonio de una época y la justificación
que encuentran muchos para poder dedicarse a su ombligo sin tener que sentir
ninguna preocupación por ello. De repente mirarse al ombligo es arte, y además
arte reconocido. Las personas normales tienen amigos normales y cada uno de
ellos encuentra su propio ombligo fascinante y van a buscar a otras personas
normales a internet para justamente seguir hablando de su ombligo con personas
normales con el convencimiento de que su ombligo les va a deleitar tanto como a
ella, por más que a sus amigos normales con los que se reúne cada martes a
tomar una cerveza no les interese lo más mínimo, concentrados como andan en su
propio ombligo. Lo curioso es que absortos en su propio ombligo no se dedican a
construir sus propias vidas, y quedan estancados en ellos mismos, como estatuas
de sal, sin ni siquiera hayan vuelto la vista para mirar atrás...
En cambio los que hoy como ayer lo siguen teniendo difícil son los hombres
y mujeres socialmente complicados. Esos hombres y mujeres con “tallas
especiales”. Esos, definitivamente, o lo encuentran en las tiendas especialmente
creadas para ellos en las que se puedan probar y desprobar las prendas, porque
talla especial no es lo mismo que talla especial, porque en muchos casos talla
especial significa talla individualmente individual y para eso es preciso pasar
un buen tiempo en el probador, o no les queda más remedio que aplicarse a la
tarea de recibir, abrir y devolver paquetes con las prendas que no les ha
servido.
En cualquier caso, si alguno de mis lectores está pensando en abrir un
nuevo negocio por internet, no estaría de más que probaran con una oficina de
tallas especiales para gente no normal que busca amigos no normales en
internet.
El problema: que los normales la inundarían a base de considerar que su
ombligo es especial...
En fin...
Debe ser por eso por lo que seguramente cada vez más tiendas de moda
ofrecen “one size”...
La bruja ciega.
No comments:
Post a Comment