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Friday, November 11, 2016

Brevemente, hasta donde puedo ser breve

Ustedes lo saben. No me gusta hablar constantemente del mismo tema. Me aburre. Y ustedes conocen también el miedo que tengo a que mi aburrimiento pueda convertirse en crónico; pero hay momentos y situaciones en las que el carácter gascón, - el mío -, olvida todos mis consejos y mis advertencias y sin pensar qué es lo razonable y qué no lo es, se lanza nuevamente al ruedo; un ruedo, todo hay que decirlo, donde él no es el torero sino el toro que echa fuego por las narices. Qué le vamos a hacer. Como el torero dijo: “Hay gente pa to”. Seguramente incluso para ser toro.

En cualquier caso se hace imprescindible remarcar que a pesar de lo que muchos de ustedes puedan pensar yo nunca me he posicionado en contra de eso que Fuenteovejuna da en llamar “hipocresía” y que yo, en cambio, siempre he denominado “buenos modales” y “cortesía". Cómo y qué hablen mis conocidos de mí en privado me resulta indiferente. Lo que no soporto es esa nueva moda de “decir las verdades a la cara”, sobre todo cuando “la cara” es la mía; ”las verdades”, las suyas; y el contenido que esas verdades encierran no son verdades objetivas sino las verdades subjetivas de esos conocidos -“sus” -verdades, verdades que afectan a “mi” persona y en las cuales no estoy en absoluto interesada. No. Yo prefiero esas personas que sonrien, dicen lo precioso que es el vestido que llevo o no dicen nada en absoluto, hablan del tiempo, un par de sonrisas por aquí, un par de sonrisas por allá, y luego desaparecen tan discreta y sonrientemente como han venido. Qué maravilla ¿no creen? Nada que ver con ese otro que se acerca igual de sonriente que el que se acaba de marchar sólo para sonrientemente revelarte que en el otro ángulo del salón hay una invitada con el mismo vestido que tú luces en ese instante,  aunque a la otra le sienta mejor porque ese vestido ha sido especialmente diseñado para las rubias y tú no eres rubia e insensateces por el estilo. Y yo, claro, busco desesperadamente a la invitada más hipócrita de la reunión para que hipócritamente me consuele. Porque hipócrita o no, en aquel instante lo único que una, que soy yo, quiere oir son palabras cálidas.

Que ustedes comprendan cuánto aprecio a la hipocresía es importante a fin de que ustedes comprendan igualmente que mi indignación por las reacciones a la victoria de Trump no nace del desdén hacia  la hipocresía, - que ya digo que no tengo -, sino con el desprecio por el cinismo. En realidad más que desprecio es dolor de estómago; dolor de estómago que se transforma en rabia, rabia que se transforma en fuego y fuego que se echa por las narices y que, como ya he explicado al principio, me convierte en el toro del ruedo.

A mí, personalmente, me resultan indiferentes tanto Trump como Hillary. Supongo que también esto se hace necesario ser confesado para que nadie crea que defiendo al uno o a la otra. No he seguido en absoluto la campaña electoral americana; de hecho tan apenas he leído los titulares. ¿Para qué? Las posibilidades de maniobra en un país gigantesco son limitadas; en cambio sus estructuras organizadas para mantenerse en pie en caso de apocalipsis están hechas de acero inoxidable y a prueba de terremotos. Teniendo en cuenta que en los Estados Unidos no piensan más que en eso: en el Apocalipsis, desde que se levantan por la mañana – y se levantan todas las mañanas-, pueden imaginarse ustedes qué fuerza de voluntad y tesón se requieren para aun pensando en que el Apocalipsis es inminente seguir esforzándose (y levantándose). Así que, francamente, gane el candidato que gane, pienso en cada una de las elecciones que se han celebrado, la nación americana sobrevivirá a cualquier Presidente que se precie. 
Compréndanme: un país que echó a un Presidente –Nixon- por escuchas ilegales pero mantuvo a un Presidente –Clinton- pese a sus escándalos sexuales, es un país a prueba de huracanes.

En definitiva: no siento ninguna aversión contra la hipocresía y los resultados de las elecciones americanas me eran completamente indiferentes hasta que no he empezado a leer los titulares de los últimos días.
Lo que en cambio no soporto, a lo que no me acostumbraré nunca, -lo reconozco- es al cinismo. No puedo. Es superior a mis fuerzas. Lo siento.

Y hete aquí que el cinismo es justo, lo único que no ha perdido nuestra vieja y rancia Europa. Europa, al igual que los viejecitos de Herman Broch en su obra “Los inocentes”, mantienen las formas cuando ya han perdido el fondo.

Y así la vieja Europa, la Europa destrozada por los fascismos y antes que por los fascismos por los autoritarismos tanto de la nobleza como del clero, no siente ningún escrúpulo por levantarse –sin ni siquiera haberse acostado- gritando a plena voz: “El populismo ha ganado en América”, como si ella, esa Europa corroída por las dictaduras, estuviera en posesión de la verdad; o sea, de la Democracia.

Ese fue mi tema de ayer y pensé que podría pasar a ocuparme de otros temas.

Sin embargo hete aquí que hoy los periódicos insisten en llamar a América “populista” ,intentando demostrar por todos los medios, - a base de aportar lo que ellos consideran "pruebas irrefutables" -que los hechos corroboran sus afirmaciones.

- Lo primero que leo es el número de emigrantes indocumentados que van a tener que dejar el país. Los testimonios son innumerables. Uno de ellos dice “si me tengo que ir, se acaba para mí el sueño americano”. Todos tienen miedo del muro.

- Lo segundo que acabo de leer es que las negociaciones entre Estados Unidos y Europa en lo concerniente al TTIP van a quedar congeladas y en suspenso debido a la victoria de Trump

- Lo tercero, que los musulmanes tienen miedo de vivir en los Estados Unidos.

Empecemos por lo primero.

Mi sincera opinión es que el mundo es de los que están en el mundo. Si por mi fuera mañana mismo haría desaparecer los pasaportes, los documentos nacionales de identidad, las visas, los visados y todos los papeles que fueran exigidos para moverse libremente por el mundanal mundo. Pero, lamentablemente y como dice la canción: “El mundo es así. No lo he inventado yo”. Los emigrantes indocumentados suponen muchos problemas para un país; entre otros, el de representar una competencia desleal para los trabajadores registrados que han de pagar sus impuestos y que deben cobrar por ley un salario mínimo. De hecho cuando un país necesita mano de obra, nacionaliza a los indocumentados rápidamente y cuando no la necesita, conseguir la nacionalización se convierte en un proceso arduo y difícil, lleno de obstáculos. A esto hay que añadir que un aumento de población indocumentada implica un crecimiento de la pobreza, de la corrupción y de la delincuencia debido a las mafias del tráfico de personas, entre otros.
En vez de comprender la seriedad del problema y de considerar las posibles soluciones al mismo, muchos prefieren echarse las manos a la cabeza y fingir una gran consternación cuando descubren que más de un emigrante documentado y establecido no quiere que entren en el país emigrantes indocumentados y no establecidos.

Unida a esta cuestión está la historia interminable del muro. Bien. Habría que preguntarse si el muro entre Estados Unidos y Méjico va a ser un Muro de Berlín o  una Muralla China; porque “a” no es “a”. En cualquier caso, sea lo que sea, resulta necesario hacer dos consideraciones al respecto. 
La primera es que la frontera entre los Estados Unidos y Méjico es, al día de hoy, una de las más vigiladas del Planeta, con lo cual por mucho Muro que se construya será más simbólico que otra cosa. En segundo lugar, en Europa contamos también con tales “Muros”, a los que por supuesto no se les llama “Muros” sino “Vallas” y desde luego, la Valla de Ceuta, por poner un ejemplo, es una gran Valla. Pero claro, es una “Valla”, no es un “Muro”. 
Curiosamente se afirma que “a” es “a”, en los casos en que “a” no es “a” y se asegura que “a” no es “b” cuando lo cierto es que en ocasiones “a” es verdaderamente igual que “b”.
Pero hay algo todavía más asombroso. Resulta que una Europa que está desde hace un par de años lidiando con lo que se ha dado en llamar “la crisis de los refugiados”, una Europa en la que se ha tenido que amenazar a los Estados miembros para que acojan refugiados o paguen una multa porque la negativa de los diferentes países a aceptar más habitantes dentro de sus fronteras era casi unánime, una Europa que culpaba a la señora Merkel por haber “invitado” a los refugiados a venir a Europa-Alemania y que por tanto la obligaba a hacerse cargo del problema a ella solita, se siente ahora con la fuerza moral, con la superioridad ética, para exigir a los Estados Unidos que acepten a los emigrantes indocumentados. 
O sea: Una Europa que no siente ningunas ganas de acoger a gentes que huyen de la guerra, de la muerte, de las bombas, del odio, se ve con autoridad suficiente como para decirle a América que acoja a personas que se marchan de su país para mejorar su calidad de vida. Compréndanme. Nada en contra de que las personas emigren en busca de oportunidades. Lo que me enerva es que una Europa reacia a recibir a refugiados de guerra quiera obligar a un país a acoger a emigrantes económicos sin documentación, o lo que es lo mismo: ilegales. Esto es lo que yo, realmente, llamo cinismo y populismo.

El segundo tema es que las negociaciones del TTIP van a ser congeladas debido al triunfo de Trump. O lo que es lo  mismo: el TTIP no va a ser firmado por el momento, dicen, debido a que Trump ha ganado las elecciones.

¡Hay cosas que claman al cielo!

Llevo años escuchando todo tipo de teorías contra el TTIP; he asistido a numerosas conferencias, conversaciones y discusiones acerca de por qué el TTIP era nefasto para Europa y hasta los programas humorísticos con pretensiones intelectuales se han manifestado en contra del TTIP. En aquel tiempo ni siquiera se hablaba de Trump. Incluso el famoso CETA con Canadá ha estado a punto de no firmarse y finalmente se ha acordado pero de forma discreta y silenciada por otros temas más de actualidad.
Y ahora resulta que la causa de que no se suscriba el TTIP se debe a Trump...
¿Cómo calificarían ustedes esta afirmación?

El tercer tema es el de que los musulmanes tienen miedo en los Estados Unidos.

Yo diría que el miedo, si lo hay, es mutuo. Tengan ustedes en cuenta el lío que, según explican los videos de internet, han formado los Estados Unidos en la zona; las guerras en las que los americanos han participado, las revueltas en las que han colaborado, los cambios de gobierno que los americanos han propiciado;  oigan lo que de sus líderes se cuenta; observen las propuestas que se hace en contra del mundo Occidental en general y de los Estados Unidos en particular... 
Si a eso le sumamos los muertos de las Torres Gemelas y de un par de atentados y lo adicionamos a la tradicional separación de poderes que rige en los Estados Unidos así como a la obsesión apocalíptica de los americanos, comprenderemos que el miedo a los musulmanes es un miedo real y bien real. Hasta cierto punto, es el mismo miedo que los europeos sienten cuando se oponen a recibir a los refugiados. Su oposición no se debe tanto a que esos hombres sean refugiados como al hecho de que no se sepa cuántos de esos refugiados puedan ser terroristas. 
Lo dije en su día y lo reitero hoy. El problema es que no todos los musulmanes son terroristas, pero lamentablemente los mayores ataques terroristas de los últimos tiempos han sido perpetrados por musulmanes y además en apoyo de su religión. Es difícil que el hombre común pueda saber cuándo está ante un musulmán fiel a su religión y cuándo ante un musulmán fanático. Y eso, digan lo que digan, causa miedo, suspicacia, desconfianza, o como ustedes quieran llamarlo.

Mi pregunta, sin embargo, sigue siendo la misma: ¿Estas noticias y comentarios insensatos parten de algún oscuro poder que pretende desestabilizar a los Estados Unidos o son simplemente la píldora con la que el Cuarto Poder intenta mitigar el aburrimiento crónico que sufren los lectores?

Sea lo que sea deberíamos ser cuidadosos a la hora de leer tales noticias.

Sigo pensando que no conducen a ningún resultado sensato.

Desde luego a ninguno certero.

En Aragón suele, o solía decirse: “Ningún jiboso se ve su jiba”

Eso, creo yo, es lo que está pasando en estos momentos.

La bruja ciega.

Una cosa es cierta: si de verdad quieren luchar contra el Populismo, contra el verdadero y peligroso Populismo, la forma en la que lo están haciendo no es la más inteligente. De hecho y para ser sinceros no sé si están invocando a los demonios del abismo o jugando con un boomerang. Y lo que igualmente desconozco es si son conscientes de que están invocando a los demonios del abismo y si se han dado cuenta de que lo que tan alegremente están lanzando al aire es un boomerang que hay que saber recoger adecuadamente si no queremos que nos golpee en la cabeza.

Busquen a Moriarty.

Pero hasta que lo encuentren, busquemos entre todos la sensatez.

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