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Monday, July 25, 2016

Un artículo más

Un artículo más, una muerte más, un asesinato más. Desde hace una semana la pregunta que el lector de periódicos se hace a la hora de adentrarse en las noticias es dónde y cuántos muertos. Curiosamente el motivo importa cada vez menos. Que el culpable sea un terrorista islamista, un racista o un loco es más una curiosidad que un elemento esencial. Y sin embargo, importa y mucho. Y ello porque no es lo mismo un Jack el destripador que un Conde de Montecristo que un Mr.Hyde y Mr Jeckill que un Moriarty. No es lo mismo el hombre que mata por un motivo privado, llevado de una convicción personal e intransferible, sea esta la que sea, que el hombre que mata en un ataque de locura, que el hombre que es un psicópata, que el hombre que mata por una causa que el considera ideal pero que el resto de los mortales llamamos fanatismo. No es lo mismo un Sansón gritando “muera yo y los filisteos porque lo digo yo, porque lo quiero yo”, que un Sansón gritando “muera yo y los filisteos porque escucho voces que me lo dicen”, que un Sansón gritando “muera yo y los filisteos porque lo quiere Dios”. Tal vez los resultados, las consecuencias, las muertes inútiles y absurdas sean las mismas pero los motivos no lo son y los motivos son en este instante los que hay que analizar con la sensatez de un hombre flemático y desapasionado.

Eso significa que, mal que me pese decirlo, las conclusiones a las que llegan muchos de los denominados “entendidos enla materia” hayan de ser declaradas falsas. Y eso por varias razones.
En primer lugar, la propia denominación “loco” admite muchas connotaciones, matizaciones, niveles y subniveles. Conozco ciudades de provincia en España en las que los mediocres desocupados e inactivos, esos que no saben hacer otra cosa que sembrar cizaña ya no se sabe si por ascender en la escala social a base del miedo-respeto que generan en sus coetáneos o si por el simple placer de divertirse, se dedican a llamar “pirao” a todo el que opina de forma distinta a ellos o es un obstáculo para conseguir sus propósitos. El “pirao” asiste de repente a un fenómeno - que no se puede explicar porque todo el asunto le ha cogido por sorpresa porque ni siquiera sabe ni es consciente de lo que ha podido decir o hacer para merecerse tal calificación y por tanto no se puede ni imaginar que alguien le haya calificado de esa manera- que consiste en que cuando llega a una reunión todos los asistentes ignoran sus apreciaciones o simplemente se ríen de él. El “pirao” se ha transformado de la noche a la mañana en un ser irrelevante, con el que es mejor no relacionarse no vaya a ser que  nosotros corramos “sin comerlo ni beberlo” su misma suerte.

En segundo lugar, suponiendo que ese “pirao” quiera “vengarse” no es lo mismo que decida enterarse primero quién inició el bulo para después tomar las medidas oportunas a lo “Conde de Montecristo” que que decida lanzarse sin más al cuello de su “asesino social”, que que decida asesinar a su asesino social y a toda la pandilla de amigotes, que que se decida a asesinar a toda la población que vive en su ciudad por el mero hecho de vivir en esa sociedad. Quiero decir, los métodos y el grado de violencia son sumamente importantes.

En tercer lugar, en casos de locos, piraos, fanáticos y demás, las relaciones sociales no juegan en absoluto el rol que se pretende que juegan. Y ello nuevamente por varios motivos. Un hombre solo puede estar tranquilamente solo consigo mismo, con independencia o no de que haya sufrido mobbing. Quiero decir, un hombre que sufre mobbing puede decidirse a quedarse en la soledad de su habitación y dedicarse a pintar cuadros incluso a sabiendas de que no va a vender ninguno, o dedicarse a escribir sus vivencias a pesar de que no va a encontrar ningún editor que se decida a publicar su obra. La mayoría de los artistas han sido y son incomprendidos, agredidos y vilipendiados por los egos frustrados y resentidos de sus colegas, sus triunfos se niegan o son reducidos a “la buena suerte”, sus fracasos quedan grabados y son repetidos a la menor ocasión. Sin embargo, ni la soledad a la que se aferran, ni el menosprecio agresivo que padecen por parte de sus congéneres los llevan a perpretar un asesinato en masa. Quiero decir: ni haber sufrido violencia ni haberse refugiado en la soledad son factores indicativos de que ese hombre es un asesino en potencia. Lo más que se puede decir de él es que es un asocial que, al igual que el gato quemado, del agua fria se espanta. Y por el mismo motivo, tampoco se puede determinar que un individuo que en una situación difícil muestre un carácter agradable y afable vaya a terminar explotándose a él y a todos los que en ese momento estén en su camino.

Quiero decir con esto: trazar un perfil psicológico de un asesino en masas es terriblemente difícil y a mí me parece que con esas manías de querer clasificarlo todo, de querer determinar y pre-determinar cualquier proceso futuro, además de transformar a la sociedad en una sociedad de inquisidores al modo de “si soy el inquisidor no puedo ser el hereje”, termina generando más miserias y conflictos de los que problemas soluciona.

Este es el primer asunto que me interesaba dejar claro: es prácticamente imposible determinar quién puede ser un asesino de masas a partir de su biografía o de su conducta. Ni la biografía ni su conducta son elementos que puedan profetizar qué va a ser, porque si nos basamos prioritariamente en esto pueden ustedes imaginarse cuántos maltratados por la vida y por sus semejantes existen en este mundo, cuántos solitarios misántropos, cuántos soñadores de los que no se levantan de la cama en todo el día...

El segundo, ya lo he apuntado, el motivo es importante, fundamental. No es lo mismo, lo repito, un Conde de Montecristo que planea vengarse friamente de cada uno de aquellos que le destrozaron su vida, que un Mr. Hyde y Mr. Jekyll que actúa estando drogado y que por tanto ni siquiera es consciente, o lo es muy someramente, de haber hecho lo que hizo, que un Jack el destripador, asesino en serie donde los haya. Sin embargo, y como vemos, ninguno de estos tres casos, casos extremos los tres, se produce un atentado masivo. Lo curioso pues es ¿Por qué ha de ser masivo?

En el caso de los que matan por una Causa, “la Causa”, da igual como ustedes quieran llamarles: fanáticos, racistas, rebeldes, es comprensible que quieran que sus reivindicaciones y sus acciones alcancen una gran repercusión y sembrar el miedo, el terror, la angustia, no cabe duda de que es un método sumamente eficaz.

Sin embargo en lo que respecta al tema de los “locos” el asunto adquiere tintes distintos. Es difícil entender que un depresivo cuyo mayor reto consiste en levantarse de la cama para ir a trabajar, o interesarse por algo, decida suicidarse – y no sé si se han parado a pensar lo complicado que ya es de por sí suicidarse, la energía y la convicción que se requieren para quitarse la vida – y no sólo a él sino a unos cuantos más a los que ni siquiera conoce, con los que no guarda ninguna relación. Es difícil entender que un esquizofrénico, un paranoico, un bipolar, en fin, cualquier persona aquejada de un problema psicológico pueda planear un asesinato en masa, enfrentarse a un grupo de desconocidos y empezar a disparar a diestro y siniestro. Lo normal es que si tienen un “brote” peligre la vida del que tienen al lado o enfrente, pero más no. Pero es que si además se trata de enfermos declarados enfermos y tratados como enfermos, la medicación que recibe los hace incapaces de ni tan siquiera coger el coche para ir a la esquina. La medicación que suelen tomar produce, en argot popular, “un atontamiento” que les impide realizar la mayoría de las labores cotidianas.


O sea, que un asesino perturbado suele ser o en serie o en afecto pero en cualquier caso, un asesino que asesina individualmente y no en masa.
Llegado este punto, algunos afirman que esta “moda” del asesinato en masa es generada por un sentimiento narcisista del asesino, que quiere salir en la prensa. Esto es: tener sus cinco minutos de gloria. Mi pregunta aquí es la siguiente: Si la mayoría de ellos se suicidan allí mismo o son abatidos por las fuerzas policiales ¿puede decirme alguien cómo pueden albergar el deseo narcisista de los cinco minutos de gloria? Hay algo que no cuadra.

Mi opinión: hay demasiados “locos” sueltos; demasiados “locos” de muy poca, poquísima edad. 

Mi opinión: no es la locura sino la desesperación la que les lleva a cometer los actos que cometen. 

Y sí, tal vez la desesperación sea una forma de locura pero es una forma de locura en la que la sociedad y no sólo el cerebro enfermo del desesperado participa. La desesperación, y yo creo que convendría empezar a leer a Kierkegaard, es una enfermedad mucho más profunda de lo que se piensa y mucho más terrorífica porque no sólo impide que el sujeto entienda qué es lo que le sucede a él sino que impide que entienda lo que pasa a su alrededor.

El loco organiza la realidad a su modo y manera y a su modo y manera puede construirse una realidad. El loco puede explicar y aclarar la realidad de un modo compacto, tan compacto que, en opinión de Chesterton ,cualquiera que se enfrente dialécticamente a él saldrá sin duda perdiendo.
Sin embargo, el desesperado, el hombre desesperado, es el hombre al que no le es posible entender la realidad en la que vive pero se ve igualmente impedido de construir una realidad, ya sea esta realidad real o no. La desesperación se va a ir extendiendo a medida de que las relaciones sean cada vez más complejas, más enmascaradas, más sin sentido.

Medio mundo de los asesinatos en masa está en manos de los terroristas.

El otro medio, hora es ya de que lo aceptemos, no está en manos de los perturbados mentales, ni en manos de los depresivos, ni en manos de los neuróticos, bipolares y qué se yo.

No.

El otro medio, está en manos de los desesperados.

Lean a Kierkegaard.

Pero no se hagan muchas ilusiones. Aclarar el tema no va a resolverlo. La desesperación se va a extender como se extienden los virus. Las redes sociales, el exceso de información que resulta imposible procesar a cualquier cerebro normal, las palabras sin sentido a las que es el tono con el que se pronuncian el que les da el significado que por sí mismas no tienen, la falta de Fe, de ideales, de reposo anímico, todo ello aleja a los jóvenes de sí mismos en una época en la que deberían concentrarse en su propio desarrollo y en su propia búsqueda a semejanza del caballero Parsifal.

La bruja ciega.
 Lo que no entiendo: Por qué soy yo la que tiene que detenerse a explicar esto. 


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