Un artículo más, una muerte más, un asesinato más. Desde hace una semana la
pregunta que el lector de periódicos se hace a la hora de adentrarse en las
noticias es dónde y cuántos muertos. Curiosamente el motivo importa cada vez
menos. Que el culpable sea un terrorista islamista, un racista o un loco es más
una curiosidad que un elemento esencial. Y sin embargo, importa y mucho. Y ello
porque no es lo mismo un Jack el destripador que un Conde de Montecristo que un
Mr.Hyde y Mr Jeckill que un Moriarty. No es lo mismo el hombre que mata por un
motivo privado, llevado de una convicción personal e intransferible, sea esta
la que sea, que el hombre que mata en un ataque de locura, que el hombre que es
un psicópata, que el hombre que mata por una causa que el considera ideal pero
que el resto de los mortales llamamos fanatismo. No es lo mismo un Sansón
gritando “muera yo y los filisteos porque lo digo yo, porque lo quiero yo”, que
un Sansón gritando “muera yo y los filisteos porque escucho voces que me lo
dicen”, que un Sansón gritando “muera yo y los filisteos porque lo quiere Dios”.
Tal vez los resultados, las consecuencias, las muertes inútiles y absurdas sean
las mismas pero los motivos no lo son y los motivos son en este instante los
que hay que analizar con la sensatez de un hombre flemático y desapasionado.
Eso significa que, mal que me pese decirlo, las conclusiones a las que
llegan muchos de los denominados “entendidos enla materia” hayan de ser
declaradas falsas. Y eso por varias razones.
En primer lugar, la propia denominación “loco” admite muchas connotaciones,
matizaciones, niveles y subniveles. Conozco ciudades de provincia en España en
las que los mediocres desocupados e inactivos, esos que no saben hacer otra
cosa que sembrar cizaña ya no se sabe si por ascender en la escala social a
base del miedo-respeto que generan en sus coetáneos o si por el simple placer de
divertirse, se dedican a llamar “pirao” a todo el que opina de forma distinta a
ellos o es un obstáculo para conseguir sus propósitos. El “pirao” asiste de
repente a un fenómeno - que no se puede explicar porque todo el asunto le ha
cogido por sorpresa porque ni siquiera sabe ni es consciente de lo que ha
podido decir o hacer para merecerse tal calificación y por tanto no se puede ni
imaginar que alguien le haya calificado de esa manera- que consiste en que
cuando llega a una reunión todos los asistentes ignoran sus apreciaciones o
simplemente se ríen de él. El “pirao” se ha transformado de la noche a la mañana
en un ser irrelevante, con el que es mejor no relacionarse no vaya a ser que nosotros corramos “sin comerlo ni beberlo” su
misma suerte.
En segundo lugar, suponiendo que ese “pirao” quiera “vengarse” no es lo
mismo que decida enterarse primero quién inició el bulo para después tomar las
medidas oportunas a lo “Conde de Montecristo” que que decida lanzarse sin más
al cuello de su “asesino social”, que que decida asesinar a su asesino social y
a toda la pandilla de amigotes, que que se decida a asesinar a toda la
población que vive en su ciudad por el mero hecho de vivir en esa sociedad.
Quiero decir, los métodos y el grado de violencia son sumamente importantes.
En tercer lugar, en casos de locos, piraos, fanáticos y demás, las
relaciones sociales no juegan en absoluto el rol que se pretende que juegan. Y
ello nuevamente por varios motivos. Un hombre solo puede estar tranquilamente
solo consigo mismo, con independencia o no de que haya sufrido mobbing. Quiero
decir, un hombre que sufre mobbing puede decidirse a quedarse en la soledad de
su habitación y dedicarse a pintar cuadros incluso a sabiendas de que no va a
vender ninguno, o dedicarse a escribir sus vivencias a pesar de que no va a
encontrar ningún editor que se decida a publicar su obra. La mayoría de los
artistas han sido y son incomprendidos, agredidos y vilipendiados por los egos
frustrados y resentidos de sus colegas, sus triunfos se niegan o son reducidos
a “la buena suerte”, sus fracasos quedan grabados y son repetidos a la menor
ocasión. Sin embargo, ni la soledad a la que se aferran, ni el menosprecio
agresivo que padecen por parte de sus congéneres los llevan a perpretar un
asesinato en masa. Quiero decir: ni haber sufrido violencia ni haberse
refugiado en la soledad son factores indicativos de que ese hombre es un
asesino en potencia. Lo más que se puede decir de él es que es un asocial que,
al igual que el gato quemado, del agua fria se espanta. Y por el mismo motivo,
tampoco se puede determinar que un individuo que en una situación difícil
muestre un carácter agradable y afable vaya a terminar explotándose a él y a
todos los que en ese momento estén en su camino.
Quiero decir con esto: trazar un perfil psicológico de un asesino en masas
es terriblemente difícil y a mí me parece que con esas manías de querer
clasificarlo todo, de querer determinar y pre-determinar cualquier proceso
futuro, además de transformar a la sociedad en una sociedad de inquisidores al
modo de “si soy el inquisidor no puedo ser el hereje”, termina generando más
miserias y conflictos de los que problemas soluciona.
Este es el primer asunto que me interesaba dejar claro: es prácticamente
imposible determinar quién puede ser un asesino de masas a partir de su
biografía o de su conducta. Ni la biografía ni su conducta son elementos que
puedan profetizar qué va a ser, porque si nos basamos prioritariamente en esto
pueden ustedes imaginarse cuántos maltratados por la vida y por sus semejantes
existen en este mundo, cuántos solitarios misántropos, cuántos soñadores de los
que no se levantan de la cama en todo el día...
El segundo, ya lo he apuntado, el motivo es importante, fundamental. No es
lo mismo, lo repito, un Conde de Montecristo que planea vengarse friamente de
cada uno de aquellos que le destrozaron su vida, que un Mr. Hyde y Mr. Jekyll
que actúa estando drogado y que por tanto ni siquiera es consciente, o lo es
muy someramente, de haber hecho lo que hizo, que un Jack el destripador,
asesino en serie donde los haya. Sin embargo, y como vemos, ninguno de estos tres
casos, casos extremos los tres, se produce un atentado masivo. Lo curioso pues
es ¿Por qué ha de ser masivo?
En el caso de los que matan por una Causa, “la Causa”, da igual como
ustedes quieran llamarles: fanáticos, racistas, rebeldes, es comprensible que
quieran que sus reivindicaciones y sus acciones alcancen una gran repercusión y
sembrar el miedo, el terror, la angustia, no cabe duda de que es un método
sumamente eficaz.
Sin embargo en lo que respecta al tema de los “locos” el asunto adquiere
tintes distintos. Es difícil entender que un depresivo cuyo mayor reto consiste
en levantarse de la cama para ir a trabajar, o interesarse por algo, decida
suicidarse – y no sé si se han parado a pensar lo complicado que ya es de por
sí suicidarse, la energía y la convicción que se requieren para quitarse la
vida – y no sólo a él sino a unos cuantos más a los que ni siquiera conoce, con
los que no guarda ninguna relación. Es difícil entender que un esquizofrénico,
un paranoico, un bipolar, en fin, cualquier persona aquejada de un problema
psicológico pueda planear un asesinato en masa, enfrentarse a un grupo de
desconocidos y empezar a disparar a diestro y siniestro. Lo normal es que si
tienen un “brote” peligre la vida del que tienen al lado o enfrente, pero más
no. Pero es que si además se trata de enfermos declarados enfermos y tratados
como enfermos, la medicación que recibe los hace incapaces de ni tan siquiera
coger el coche para ir a la esquina. La medicación que suelen tomar produce, en
argot popular, “un atontamiento” que les impide realizar la mayoría de las
labores cotidianas.
O sea, que un asesino perturbado suele ser o en serie o en afecto pero en
cualquier caso, un asesino que asesina individualmente y no en masa.
Llegado este punto, algunos afirman que esta “moda” del asesinato en masa
es generada por un sentimiento narcisista del asesino, que quiere salir en la
prensa. Esto es: tener sus cinco minutos de gloria. Mi pregunta aquí es la
siguiente: Si la mayoría de ellos se suicidan allí mismo o son abatidos por las
fuerzas policiales ¿puede decirme alguien cómo pueden albergar el deseo
narcisista de los cinco minutos de gloria? Hay algo que no cuadra.
Mi opinión: hay demasiados “locos” sueltos; demasiados “locos” de muy poca,
poquísima edad.
Mi opinión: no es la locura sino la desesperación la que les
lleva a cometer los actos que cometen.
Y sí, tal vez la desesperación sea una
forma de locura pero es una forma de locura en la que la sociedad y no sólo el
cerebro enfermo del desesperado participa. La desesperación, y yo creo que
convendría empezar a leer a Kierkegaard, es una enfermedad mucho más profunda
de lo que se piensa y mucho más terrorífica porque no sólo impide que el sujeto
entienda qué es lo que le sucede a él sino que impide que entienda lo que pasa
a su alrededor.
El loco organiza la realidad a su modo y manera y a su modo y manera puede
construirse una realidad. El loco puede explicar y aclarar la realidad de un
modo compacto, tan compacto que, en opinión de Chesterton ,cualquiera que se
enfrente dialécticamente a él saldrá sin duda perdiendo.
Sin embargo, el desesperado, el hombre desesperado, es el hombre al que no
le es posible entender la realidad en la que vive pero se ve igualmente
impedido de construir una realidad, ya sea esta realidad real o no. La
desesperación se va a ir extendiendo a medida de que las relaciones sean cada
vez más complejas, más enmascaradas, más sin sentido.
Medio mundo de los asesinatos en masa está en manos de los terroristas.
El otro medio, hora es ya de que lo aceptemos, no está en manos de los
perturbados mentales, ni en manos de los depresivos, ni en manos de los
neuróticos, bipolares y qué se yo.
No.
El otro medio, está en manos de los desesperados.
Lean a Kierkegaard.
Pero no se hagan muchas ilusiones. Aclarar el tema no va a resolverlo. La
desesperación se va a extender como se extienden los virus. Las redes sociales,
el exceso de información que resulta imposible procesar a cualquier cerebro
normal, las palabras sin sentido a las que es el tono con el que se pronuncian
el que les da el significado que por sí mismas no tienen, la falta de Fe, de
ideales, de reposo anímico, todo ello aleja a los jóvenes de sí mismos en una época
en la que deberían concentrarse en su propio desarrollo y en su propia búsqueda
a semejanza del caballero Parsifal.
La bruja ciega.
Lo que no entiendo: Por qué soy yo la que tiene que detenerse a explicar esto.
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