Tracking-ID UA-44975965-7

Sunday, February 26, 2017

Fallos en la lógica

A veces uno se cansa de escribir. Se cansa porque tiene la impresión de que diga lo que diga nada va a cambiar. Ni él mismo. Ese fue el tema que nos mantuvo ocupados ayer a Carlota, a Jorge y a mí: el de por qué se escribe. Carlota ama sus diarios tanto como Jorge sus escritos jurídicos; en la una es necesidad sentimental, en el otro es devoción cívica y espiritual a los asuntos importantes. En cuanto a mí...creo que hay dos tipos de personas que escriben de los asuntos mundanos, que es al fin y al cabo de lo que yo escribo: aquellos para los que componer una frase medianamente inteligible para la audiencia les resulta una tarea sumamente embarazosa porque sencillamente no se les ocurre nada que decir y no se les ocurre nada porque la presión que sienten al estar obligados a decir algo interesante y genial les bloquea no sólo el pensamiento sino incluso la dicción y no aciertan más que a proferir un “eh...”, “uh...” para desconcierto de sus oyentes. Ese tipo de escritores necesitan del silencio de la estancia y del transcurso del tiempo en soledad para expresar con claridad y nitidez sus ideas. Sin embargo hay otra clase completamente distinta de la anterior. Esa a la que yo pertenezco. Nosotros hablamos tanto como escribimos por la sencilla razón de que hablar y pensar constituyen la misma actividad: hablamos mientras pensamos, pensamos mientras hablamos. Pueden ustedes imaginar que encontrar personas dispuestas a atender nuestros argumentos desde el principio hasta el final, incluyendo paréntesis, ejemplos y diversificaciones varias, es prácticamente imposible; ello exige una paciencia notoria, amén de mucho tiempo libre. Así que no nos queda más remedio que escribir a la velocidad del pensamiento si queremos seguir “vivos”. Tal vez esta fue la razón por la que Carlota me obligó a prometerle que escribiría trescientos sesenta y cinco artículos: para impedir que yo muriese de un empacho de ideas sin tener que soportar ella mis interminables consideraciones...

A la primera clase de autores pertenece Houellebecq; a la segunda, Oscar Wilde.

Pero en realidad no es de esto de lo que yo quería hablar. En lo que he estado pensando desde ayer es en la cantidad de razonamientos y argumentos ilógicos que se publican sin considerarlas contradicciones; más bien todo lo contrario: considerándolas razonables y dignas de consideración.
Uno de ellas, por ejemplo, tiene que ver con la señora de sesenta y cuatro años a la que su familia, - es decir, sus hermanos y hermanas, - le quieren quitar – nuevamente- la custodia de sus hijas recién nacidas con la afirmación de que no está en condiciones de ser una buena madre. Y yo me pregunto, sólo me pregunto: no está en condiciones de ser una buena madre ¿pero estaba en situación de ser una buena hija y de ocuparse de su propia madre enferma y vieja? ¿No es más difícil ocuparse de una persona mayor que de un bebé, sobre todo teniendo en cuenta que la persona mayor pesa más, sus defecaciones huelen peor y cada vez tiene más achaques mientras que el bebé coge fuerza constantemente? Se ha pasado de repetir hasta la saciedad que los niños lo aguantan todo: divorcios de los padres, mudanzas, cambios de ciudad... a sentenciar que no soportan ni siquiera ir sucios cuando vienen del parque o cuando acaban de jugar con la tierra del jardín. Que le pregunten a Tom Sawyer si le importaba mucho o poco ir sucio. Pero claro esos eran otros tiempos... En fin, la señora –dicen los buenos hermanos de la señora- no está en situación de ocuparse de sus propios hijos pero curiosamente sí podía atender a su propia madre. ¿Alguien puede explicarme cómo es esto posible? Si está mal de la cabeza ahora, también lo estaría entonces. Vamos, digo yo.

Todavía estoy esperando a que algún periódico se haga esta pregunta.

Hay más asuntos sin lógica. Detienen al yerno de una mujer asesinada. De repente y por obra de gracia y de los medios de comunicación, la mujer fuerte y dura dueña de una empresa, que quiere ceder todo el poder a su único hijo, se convierte en una dulce y tierna abuelita vilipendiada por los sms de sus nietos. ¿Quiere alguien decirme qué tiene que ver en este asunto la relación sentimental entre abuela y nietos? Esos nietos, se dice, habían crecido en el odio hacia su abuela. Y digo yo: no habría tanto odio cuando estaban todos juntos en whatsapp. Cosa que, francamente, a mí –y digan lo que digan los sacrosantos medios de comunicación – sí me parece digna de elogio porque es bien sabido que hoy en día los padres tienen grandes y enormes problemas a la hora de comunicarse con sus hijos. O bien tienen el móvil desconectado, o no tienen batería, o se lo han dejado olvidado Dios sabe dónde... y cuando llegan a casa entre el ordenador, la televisión y la videoconsola, el diálogo se limita a un par de frases sueltas. Con un panorama como éste que los nietos mantengan las relaciones que los sacrosantos medios exigen que se mantengan con los abuelos, me parece un milagro mayor que los de Lourdes y Fátima.

Pero es que aún hay más. El yerno, el presunto asesino de su suegra, en pleno funeral se dedica a criticarla. A decir que había perdido el juicio y qué se yo qué más. ¿Y esto es prueba evidente de que es un asesino? ¿Un indicio? Si acaso un indicio de la necedad del yerno, pero no de su naturaleza criminal. Vamos, vamos. Un hombre que mata a otro no se dedica a criticarlo en pleno entierro. Más bien al contrario: es el que más llora. Yo conozco a madres que en privado abofetean psicológicamente a sus hijas y en público no paran de repetir aquello de “mi niña, mi niña, cuánto te necesitamos todos”. Y díganme ¿cómo demuestra la hija el acoso del que está siendo víctima? A los primeros a los que recurre es a los familiares más próximos y estos o bien le contestan que algo habrá hecho mal, o le aconsejan caridad y comprensión o bien le dicen que ellos no conocen esa faceta de la acosadora, que son cosas que han pasado hace muchos tiempo o que el conocimiento está sobrevalorado. En cualquier caso, suerte tendrá si no le llegan con aquello de “son imaginaciones tuyas”. Quiero decir con esto que el verdadero criminal no sólo no acepta su culpa sino que mucho menos critica al muerto que acaba de asesinar.

Pero esta pregunta tampoco la veo expuesta en ningún lado.

El tercer tema carente de lógica es esa identificación de la espiritualidad con la comida. De repente ser vegano o ser vegetariano no tiene únicamente que ver con la salud corporal sino que es un modo de conexión metafísica con el universo. Y sí, ya sé que “mens sana in corpore sano”, pero en esa frase lo importante no es tanto el cuerpo sino la mente. La mente puede ser vigorosa cuando el cuerpo lo es; el cuidado del cuerpo está pues justificado en tanto que ello permite intensificar la fuerza de la mente. El problema hoy en día es que se está dando una relevancia exagerada al cuerpo, hasta el punto de que es imposible cultivar las facultades del alma. Las atenciones que se dedican al cuerpo –tanto en su dimensión exterior como orgánica- ocupan las veinticuatro horas del día, de modo y manera que apenas queda tiempo para cualquier asunto relacionado con la espiritualidad. Esta, hoy en día, se encuentra indefectiblemente unida al cuerpo de modo que podemos hablar de una espiritualidad material. La espiritualidad se centra en la comida y en el yoga. La meditación, vuelvo a repetir, para unos es sinónimo de descanso, para otros elucubración, y para otros maquinación. La reflexión es reflexión sobre la situación del individuo en relación a los aspectos mundanos que le rodean, no respecto a Dios, el Universo y él; sobre todo porque cuando en alguna ocasión lo intenta, observa con espanto que no sabe de Dios más que las tres ideas infantiles que aprendió de niño y en lo que al Universo se refiere, ha aprendido más por los videos pseudo-científicos de youtube que por él mismo. En vez de leer a Pico della Mirandola, Ficino y Giordano Bruno, por poner un ejemplo, se dedican a visionar teorías rocambolescas y esperpénticas acomodadas a los gustos de la nueva incultura que cree poder hablar de todo sin saber de nada o peor aun: esos que sabiendo lo mucho que saben, se dedican a hablar de tonterías para sanear sus cuentas bancarias.

En fin...

Ayer conversé tanto con mis amigos, que hoy no me quedan muchos asuntos sobre los que pensar-hablar.

Es Domingo y está nublado.

Un perfecto día para caminar un par de horas.

Seguramente ustedes esperaban algo del caso Noos, de las tarjetas Black y todos esos asuntos.

Ni lo sueñen.

En primer lugar no soy jurista; en segundo lugar no conozco los hechos ni he leido el sumario; en tercer lugar comprendo perfectamente que la infanta Cristina no tuviera ni idea de los asuntos empresariales a pesar de que firmara dónde le dijeran que firmara. Lo comprendo porque conozco el caso de Carlota y de su marido. En cuarto lugar, no dudo que uno utilizara de su nombre y apellido pero tampoco dudo de que el mundo empresarial, sea el de los negocios o el de la moda, es una red de relaciones. Y en quinto lugar, a la vista de cómo está el panorama en la sociedad española me parece injusto que Fuenteovejuna arremeta contra unos en vez de entonar el mea culpa por su eterna letanía “si no lo haces tú, otro lo hará”. Fuenteovejuna somos todos a las duras y a las maduras, pero no para las maduras sí y para las duras, no.

Y por último, estoy cansada, literalmente cansada, de que en España se haya abolido a Dios como supremo Guía y Juez para darle el supremo mando a la Justicia de los Tribunales. Hace un par de días leí como un articulista se preguntaba cómo era posible que nadie hubiera acudido a los tribunales penales por el modo en que se calificaba a los niños pequeños cuando los adultos se dirigían a ellos: monstruos, enanos, renacuajos... y se preguntaba cuánto tiempo se tardaría en hacerlo. El articulista pretendía ser gracioso. A mí el corazón me dio un vuelco. ¿A la justicia hay que acudir? ¿También en este caso? ¿No sería mucho más sensato que la sociedad comprendiera que tales calificativos atentan contra la integridad de la persona, que no son “cosas que se dicen”, como muchos justifican el tema, que no son “bromas”, como aseguran otros, sino que son realmente insultos? ¿No sería mucho más adecuado que fuera la propia sociedad la que tomara conciencia de la importancia que tiene educar a los niños en las formas y en el respeto, en vez de en la violencia aunque sea oral? Pero el problema es que las formas y el respeto en España son vistas como muestras de la dinámica: poder-sumisión. Los adultos no tienen obligación de ser respetuosos ni con los infantes ni con los adultos inferiores a ellos –o que ellos consideran inferiores a ellos. Los infantitos y los inferiores han de mostrar sumisión y respeto a los adultos y a los superiores.

Hace poco también leí que un juez se preguntaba cómo era posible educar a un niño sin un cachete. Por esa regla de tres, me dije, habría que preguntar entonces cómo es posible educar a una madre sin darle un cachete. Soy consciente de que esta pregunta causará grandes escándalos y revueltas. Pero díganme ¿a dónde creen ustedes si no que conducen argumentos y razonamientos como el del juez llevados hasta sus últimas consecuencias lógicas?

Me voy a pasear.

Un día nublado es para una bruja ciega un precioso día de sol.

Ah... Estas contradicciones de la lógica.


La bruja ciega. 

No comments:

Post a Comment