No me gustan las profecías; nunca me han gustado. Vanidad de vanidades, me
molesta profundamente que me digan qué es lo que va a suceder antes de que haya
sucedido. Yo soy una de esas que está firmemente convencida de que nada se ha
perdido hasta que el asunto no se ha terminado. Da igual de qué se trate el asunto: de un partido
de fútbol, del resultado de unas negociaciones, de un exámen o de una batalla.
Hasta que el proceso no ha finalizado está todo abierto.
Una excepción: tirar la toalla, rendirse o simplemente caer
rendido. Pero como digo, ni siquiera esto es susceptible de ser profetizado
porque responde a una decisión y a un momento individual.
Tampoco siento gran simpatía por las predicciones. Las relativas al clima
suelen revelarse falsas o no siempre ciertas; así que en general no pasan de ser vagos enunciados: “dia soleado con nubes y riesgo de
alguna precipitación.” ¿Cómo ha de ser entendido esto? ¿Cuál es el porcentaje
de riesgo? Algunas predicciones son del tipo: "30% de precipitación" y existen
incluso las que se atreven a declarar un "80% de posibilidad de lluvia a las cuatro de la tarde". Alguna vez me he dedicado a comprobar la fiabilidad
de estos datos. Y sí, es cierto: en ocasiones un par de gotas nos salpican la
chaqueta, otras es un aguacero lo que nos aguarda al salir por la puerta y no
faltan tampoco los días en que hay que echar mano del 20% para explicar la
intensidad con la que el sol nos recibe en ese instante.
Contrariamente siento una terrible predilección, casi debilidad, por las
elucubraciones. Ustedes ya lo saben: reflexiones superficiales que intentan
traspasar el presente y acercarse al futuro sin ánimo de decretarlo ni
determinarlo, sino sencillamente impresas con la misma ilusión que se
experimenta cuando uno en las noches del invierno se sienta junto a la chimenea y juega a pensar en cómo
será el mundo del futuro.
La elucubración tiene como ya digo una parte de
reflexión y una parte de superficialidad. Y en esta paradoja descansa justamente
la simpatía que le tengo: la elucubración es la seriedad que se sueña y que se sabe soñada. Algo
parecido a lo que Kant debió sentir al escribir su gracioso y simpático librito
“Sobre lo bello y lo sublime”.
Sin embargo hoy en día hay pocos hombres que posean el sentido del humor que caracterizaba a Kant, seguramente porque también hay pocos que se dediquen a reflexionar tanto
como él. Y por eso justamente los gurús van y vienen; expresan sus profecías y predicciones con toda la
seriedad arrogante de la que son capaces, cobran
un sueldo por sus profundas y sesudas consideraciones y acto seguido se retiran
nuevamente a sus aposentos a pensar. Lamentablemente sus aposentos están
íntimamente conectados con todas las redes sociales de este mundo y el
siguiente; así que piensan mientras hablan-escriben-chatean- a ritmo-de-frase-de-un-minuto. Lo cual, no me digan ustedes, es de admirar. No es fácil. De hecho es algo que a mí, por ejemplo, me
resulta imposible conseguir. Alguna vez he intentado uno de esos duelos dialécticos vía "sms" (lo de whatsapp
para mí es ciencia ficción). Pierdo siempre, lo admito. Mi móvil es uno de esos en los que hay que pretar tres veces para llegar a la “c”, así que antes de que haya podido escribir
ya he recibido tres tiros en el estómago. Comprenderán pues que no me queda más remedio que practicar el pacifismo
mediático. Lo mío es argumentación,
silencio, reflexión, argumentación, meditación, reflexión, silencio,
consideración, nueva argumentación. Y si puede ser por escrito, -largos
escritos, me refiero- mucho mejor. Por todo esto, digo, admiro a esos que se
dedican a pensar, a escribir libros, a hablar con media humanidad, a estar
conectados a la otra media y siguen conservando su centro espiritual hasta el punto de poder predecir con total serenidad y convicción. Para una bruja
ciega como yo, que únicamente es capaz de divagar y elucubrar, esto representa todo un
arte.
Las actuales profecías y predicciones sitúan su interés (y clarividencia) en afirmar la victoria de
Marine LePen. Los motivos para establecer dicha profecía se apoyan en tres
razonamientos (o visiones)
El primero, que la derecha –después del terremoto Fillon- está
derrotada y la izquierda a la deriva y con riesgo de naufragar.
El segundo, que
puesto que se ha producido el Brexit, que nadie esperaba y Trump se ha alzado con la presidencia estadounidense,
cosa inaudita, los profetas no se van a dejar engañar fácilmente esta vez y consiguientemente han augurado que será el populismo francés el que se alzará con la victoria.
El tercero, de corte sentimentalista, alude a la emoción que se
desprende del video clip que ha rodado LePen.
Bien.
Pues no.
Se equivocan.
No va a ganar Marine LePen.
En primer lugar, la derecha que iba a votar a Fillon jamás votaría a Marine
LePen. Si Fillon encarnaba el candidato ideal ello se debía justamente a que la derecha
francesa siente una gran precaución contra Marine LePen. Entiéndanlo: la
derecha francesa es una derecha milenaria. No es una derecha basada en el
antisemitismo o en el antiislamismo o en el racismo. No. La derecha francesa se
basa en la Razón de Estado Francesa y unas veces apoya al Vaticano y otras
actúa en su contra; unas veces declara emperador a Napoleón y otras no muestra
ningún interés por liberarlo. La derecha francesa ama a Francia. Una Francia tradicional, tradicionalista y noble. (Noble más incluso que monárquica). -Pero la derecha francesa no es una derecha populista al estilo de lo que hoy se considera "populista", entre otras cosas porque la
derecha francesa ha recibido a lo largo de la historia un par de vacunas contra el populismo. La
primera, la revolución francesa. Una revolución apoyada por muchos nobles y
burgueses descontentos y de la que terminaron siendo ellos mismos sus víctimas
durante la época del terror; la segunda, durante la época de la ocupación
alemana y –no lo olvidemos- colaboración francesa. La derecha francesa todavía
siente remordimientos por haber permitido que fuera la resistencia francesa –formada principalmente por la izquierda europea- la que se enfrentara al poder invasor. Por otra
parte, la derecha francesa es sumamente católica. Ya lo dije en su día: los
templos franceses revisten una espiritualidad de la que uno no tiene conciencia
hasta que no ha entrado allí. Es entonces, y solo entonces, cuando uno puede
comprender la obra de Foucault. Marine LePen cae bien, no lo dudo, nadie lo duda, pero las premisas y bases de su partido no gustan a una derecha tradicional católica y tradicionalista noble.
En cuanto a que la
izquierda política está derrotada, eso es algo de lo que no me cabe duda. Pero
derrotada no significa muerta y en este sentido no estaría de más el recordar
la importancia de la izquierda social en Francia, el vigor que mantiene dentro
de su pensamiento y de sus estructuras.
La derecha puede ser tradicional y tradicionalista en las formas y la izquierda derrotada, pero en tanto en cuanto que ambas están total y absolutamente convencidas de la Razón de Estado, coinciden plenamente al otorgar al Estado francés una importancia fundamental.
Y en tanto que ese Estado francés es total, ha de serlo en toda Europa.
La derecha puede ser tradicional y tradicionalista en las formas y la izquierda derrotada, pero en tanto en cuanto que ambas están total y absolutamente convencidas de la Razón de Estado, coinciden plenamente al otorgar al Estado francés una importancia fundamental.
Y en tanto que ese Estado francés es total, ha de serlo en toda Europa.
Así que la derecha por
católica, la izquierda por internacional proletaria, y ambas por francesas,
están de acuerdo en el papel principal y absoluto que ha de jugar Francia en
Europa y ello sólo es posible desde
Europa y en Europa. Incluso en la
guerra de los treinta años, guerra en la que Francia podía haberse mantenido
neutral, el país galo no sólo se decidió a tomar parte activa sino que encima lo hizo a favor de lo que nadie en
su sano juicio hubiera creído: a favor de los protestantes. Si ni siquiera
entonces se apartó de los acontecimientos y las crisis europeas, participando
en ellas aunque sólo fuera para consolidar la hegemonía francesa, imagínense
ustedes ahora en los que “a río revuelto, ganancia de pescadores” y en los que
Francia puede convertirse en la locomotora de los denominados “países del Sur.”
Admitámoslo, a los franceses les pasa como a mí, que tienen que estar
constantemente haciendo frente a un terrible enemigo: el aburrimiento. Fuera de
Europa se aburrirían mortalmente; en cambio, dentro, saben, lo saben al modo cartesiano, que les esperan grandes y
emocionantes aventuras. En este sentido, poco o nada importan los problemas de la Derecha o de
la Izquierda. Los franceses van a seguir en Europa y seguramente llevados de la
mano de un nuevo Napoleón, llamado Macron.
El segundo argumento que esgrimen los profetas de la victoria de Marine
LePen se refiere a que puesto que se ha
impuesto el Brexit y Trump ha ganado en las elecciones americanas, sucesos ambos que nadie esperaba, es
seguro que Marine será la próxima presidenta francesa.
Esto tampoco es una razón de peso. No dejo de repetir
que “a” no es “a”, pero la mayoría se resiste a creerlo. La verdad es que justo porque ha tenido lugar el Brexit y justo porque se ha impuesto Trump,
Marine LePen no ganará. A pesar de que el francés es un hombre que se aburre y
por eso su alma mosquetera le lleva siempre en busca de nuevas emociones, no
cabe duda de que es un hombre igualmente sensato y sereno. Una cosa es correr
tras la aventura y otra, muy distinta, ser un temerario suicida. Lean El
Vizconde de Bragelonne y comprenderán lo que quiero decir: D´Artagnan está
frustrado por no haber pasado de ser el capitán de los mosqueteros y ganar tan poco; por su parte, Athos y Porthos
están sumamente satisfechos de sus respectivas posesiones. No digamos Aramis.
Quiero decir con ello, que el hombre francés, justo por ser un hombre culto y
cultivado, en donde cultivado hace referencia a la agricultura, sabe que el
riesgo y la protección han de considerarse conjuntamente para no perecer inútilmente.
En este instante los medios de comunicación, los
organismos, amén de la normal lentitud de la burocracia, han mostrado la
complejidad e incertidumbre del Brexit. Las noticias son confusas y contradictorias;
tan pronto se dice que todos los no británicos –aunque estén casados con británicos y vivan
y trabajen allí desde hace dos décadas- reciben “invitaciones” para que piensen
en preparar las maletas e ir marchándose, como se asegura que necesitan más extranjeros; tan pronto la libra cae como
suben las exportaciones de la isla.
En lo que a Trump respecta, las “mujeres, uníos” de este
mundo han protagonizado tantas manifestaciones y los medios han escrito tantos
ríos de tinta roja, negra, verde y amarilla contra él aun cuando ni siquiera había tomado
cargo como Presidente, que un país como Francia en el que la mujer francesa
desde los tiempos de Luis XIV, e incluso antes, ya gozaba de tanta libertad y
de tanta fuerza socio-política no va a permitir fácilmente que un populista –hombre o
mujer- se alce con la Presidencia únicamente porque Trump lo ha conseguido. Justo porque Trump lo ha conseguido, muchas mujeres francesas no
van a votar a Marine LePen, con independencia de que Marine LePen sea mujer y divorciada. Son los principios que representan los que molestan.
El tercer argumento alude al sentimentalismo. El
video de Marine LePen es tan emocional, que va a conseguir enternecer y
convencer a muchos electores.
No me cabe duda de que eso pasaría en un país como
España en el que las emociones juegan un papel esencial en cualquier tema: el
político como el de spots publicitarios navideños como incluso en el asesinato
empresarial. Esto es algo que me asombra.
Permítanme que me salga del tema un momento.
Ayer leí un artículo sobre las diferencias entre
abuelos y padres a la hora de educar a los infantitos. El titular prometía.
Lamentablemente sólo era el titular. El contenido parecía un reclamo a que los
abuelos se hicieran cargo de los nietecitos en atención –no a los nietecitos-
sino a su salud: cuidar de los nietecitos, decía el artículo, iba a curar a los abuelitos de las depresiones y a protegerlos contra el alzheimer, al tiempo que les
recordaba que ellos no eran los únicos en ocuparse de las criaturitas porque otros muchos abuelitos también cuidaban a los hijos de sus hijos. El artículo llegaba a afirmar que algunos niños veian a sus abuelos más que a
sus propios padres: ¡incluso seis horas al día!
La respuesta de los abuelos-lectores-cuñados a la llamada entusiasta del artículo no se hizo esperar:
los padres de los infantitos eran unos hedonistas egoistas que sólo querían trabajar para ganar
dinero para comprarse el coche o el móbil último diseño.
Tuve que reirme un
buen rato, la verdad. Del verdadero problema: del hedonismo de los abuelos que prefieren tomarse el cafe con sus amigos, acudir al gimnasio a hacer deporte, viajar con el Inserso o en grupos organizados, de eso nada; de la ruptura generacional entre padres e hijos, tanto más entre abuelos y nietos, mutis por el foro; de
la diferencia de educación, del cisma entre abuelas que no trabajaron e hijas
que sí trabajan, que son abuelas que como mujer se consideran víctimas porque ellas no tuvieron la oportunidad de sus hijas al tiempo que tampoco comprenden el estrés de éstas porque lo único que ven es lo bien arregladas que salen camino del trabajo, de eso silencio; de los abuelos que tienen hijos solteros viviendo con ellos y que por tanto los nietos cuando los visitan no sólo
han de ser “educados” por los abuelos sino por esos tios y tias solteros que todavía viven en casa, para que éstos no se vengan abajo al compararse con los hermanos que han podido casarse y fundar una familia, a callar; y eso que esta última situación es quizás la que más problemas origina porque en este caso los abuelos no pueden ser abuelos porque no
han dejado de ser padres..., de eso, ni se habló ni se hablará.
También ayer leí lo que les habían escrito los
nietos vía Whatsapp a una abuela rica y poderosa, dueña o presidenta de una
gran empresa que días después fue asesinada –sin que los nietos supieran que
iba a ser asesinada- y que acababa de destituir del consejo a las madres de esos
jovencitos. Los chicos le habían escrito algo que a mí me pareció bastante
razonable: que querían mucho a su madre, y que entre su madre y ella, antes
estaba su madre y su dolor y por tanto, iban a cortar el contacto con ella.
El sesudo y escueto comentario que escuché fue: “está claro que no
querían a su abuela”.
Bueno, o que su abuela no quería bastante a sus
hijas, digo yo.
Aparte de que ignoro qué hacen abuelos, nietos, padres, tíos, maestros, todos juntos en Facebook, whatsapp y parecidos, máxime cuando existen fracturas generacionales, cuando los chicos apenas hablan en casa a la hora de la cena, cuando los adolescentes necesitan su privacidad, cuando existen distintos niveles de lenguaje y distintas expresiones y se ha demostrado que la posmodernidad en la comunicación nunca da buenos resultados - de modo que sería oportuno considerar que tal como están las cosas, la única comunicación en la posmodernidad, además de la mejor, es la incomunicación -, he de decir que la cuestión más importante, sin embargo, ni se planteó.
Al menos yo no la oí: La de a qué se debió el hecho de que la abuela dejase todo el peso a su único hijo
varón y en cambio separase del consejo de administración a sus hijas. Porque no
es que esas hijas no estuvieran dentro del Consejo. Estaban y la madre las destituyó
para nombrar única cabeza a su hijo. ¿Por qué? ¿Era él el más capacitado? ¿Si
lo era por qué no las había apartado antes del poder? ¿Era una venganza entre
mujeres? ¿Se debía al machismo encubierto que muchas mujeres ejercitan contra sus propias hijas? ¿Por qué? A mí esta pregunta me interesa más que saber si un nieto le
dice a su abuela que va a cortar con ella porque le ha hecho daño a su madre.
Hombre, es lo normal, digo yo. ¿O es que ha de jugar a eso de “mataos entre
vosotras que yo me llevo bien con todas”? Si era posible llevarse bien con
todos ¿por qué la abuela no se reunió con sus hijos y arregló la situación
civilizadamente y dejó todo a todos?
Quiero decir: una abuela separa a tres de sus hijas del gobierno de la empresa y deja todo a un hijo porque seguramente piensa que sus hijas son “tontas”, si no “tontas y malas” ¿y la sociedad espera que los nietos sigan hablando con toda normalidad a la abuela?
Quiero decir: una abuela separa a tres de sus hijas del gobierno de la empresa y deja todo a un hijo porque seguramente piensa que sus hijas son “tontas”, si no “tontas y malas” ¿y la sociedad espera que los nietos sigan hablando con toda normalidad a la abuela?
Y encima, por si fuera poco, alguien asesina a la
abuela y el sospechoso es el yerno. Sospechoso sin pruebas. Sospechoso.
Sospechoso que sea declarado sospechoso-culpable tan pronto y sin pruebas
porque lo primero que pensamos todos, lo primero que se nos viene a la cabeza aunque sea involuntariamente, es el caso de Rafael Escobedo, y ese
paralelismo nos resulta cuando menos preocupante.
Pero de esto tampoco se ocupa nadie.
Pero de esto tampoco se ocupa nadie.
En vez de eso los medios de comunicación prefieren centrarse y concentrarse en el
sentimentalismo, que vende más y consigue más audiencia, con el peligro de que termine convirtiéndose en ese peligroso sentimentalismo sentimentaloide que todos hemos sufrido alguna vez
consistente en “te mato, pero puedes estarme agradecido porque te mato por tu
bien”.
A mí me parece terrible, realmente terrible, mostrar públicamente los whatsapps y las conversaciones de los nietos en un caso de asesinato,
cuando ni siquiera han sido imputados. No tengo palabras para describir los sentimientos que ello me produce y si
las tuviera, no les gustaría escucharlas.
Hecho este paréntesis, volvamos pues al caso del
sentimentalismo del video de Marine LePen.
Repito: es cierto que los franceses aman su patria
profunda e intensamente. No me extraña. Incluso los que no somos franceses la
amamos. La belleza de sus paisajes, la inmensa serenidad de sus caminos y
bosques, sus quesos, sus dulces, sus habitantes... Decía Victor Hugo que la Mesopotamia era
la Humanidad. Si la Mesopotamia es la Humanidad, Francia es la Cultura hecha
Humanidad. Por eso Francia ama el teatro como lo ama; porque el Teatro es
diálogo entre hombres; el diálogo es la exposición de un drama que ha de ser
resuelto a poder ser sin caer en la tragedia; antes mejor en la comedia. Y es
justamente su amor al teatro, que no al sentimentalismo barato, el que va a
impedir a Francia votar a Marine LePen. A Francia le gusta la escena, los aplausos del
público, la comunicación, la palabra... Y ahora que el Brexit es un hecho,
puede incluso que el lenguaje francés se atreva a recobrar la fuerza y el esplendor del que un día gozó.
No. Francia no saldrá de Europa. Francia no puede vivir sin Europa porque
Francia es Europa y ambos destinos
corren parejos.
La bruja ciega.
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