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Thursday, October 29, 2015

Conversaciones diurnas

El tímido sol del otoño tardío se cuela por la ventana. Carlos ha respondido finalmente a uno de los muchos mensajes que le he estado dejando estos días en el contestador. De todos nosotros, Carlos es el único que se mantiene imperturbable ante los acontecimientos. No. Él no comparte mis críticas a Verónica. “¿Qué ideales teníamos nosotros?”, pregunta desafiante. “Un trabajo, una casa, un coche, unas vacaciones y quizás, sólo quizás, un matrimonio con niños. Esos eran nuestros ideales. Ninguno se planteaba seriamente transformar la sociedad, sencillamente porque no veíamos la necesidad de hacerlo. Una clase media que puede acceder a lujos parecidos a los de los grandes señores es siempre una clase media contenta y satisfecha de sus logros. A lo más que aspirábamos era a cambiar los muebles de la habitación de sitio, siempre y cuando no molestara a nuestros padres: ésos que nos habían educado en la pedagogía antiautoritaria, la pedagogía de la tolerancia y de la libertad que fue también, hora es de que lo reconozcamos, la pedagogía de la indiferencia. Ellos estaban convencidos de que los niños crecían de forma natural y que sólo había que ocuparse de darles de comer y enviarlos al colegio para que todo funcionara sin mayores complicaciones. Imagínate cuando de repente tuvieron que enfrentarse al problema de la heroína, del hachís, del botellón y de la falta de trabajo de sus alevines. No se repusieron nunca. Prefirieron refugiarse en un sentimentalismo inútil, en un hedonismo vacío, en una eterna juventud que les siguiera proporcionando el poder de ser padres pero no la autoridad moral de ser abuelos. Quizás ese fuera el motivo de que nuestra generación, Isabel, haya sido una generación de eternos adolescentes, de mujeres y hombres que con cuarenta todavía seguían hablando de “mi chico” o “mi chica” para referirse a su novio, un término que había quedado anticuado por serio y formal. La nuestra fue una generación que se reía de aquéllos que decidían casarse y establecerse “a lo burgués" y determinamos que matrimonio ya no debía considerarse como la piedra en la que descansaba la fundación de una nueva familia sino que había de ser sinónimo de convivir y salir en pareja a divertirse. Con el tiempo, ni eso. Con el tiempo significó compartir gastos y que cada cual hiciera su vida. Que cada cual haga su vida cuando hay hijos de por medio es difícil. De ahí que muchos ni pensaran en tenerlos y a otros no les quedase más remedio que acudir al divorcio para poder recuperar su libertad. Es ahora, llegados a la mitad de nuestra existencia cuando nos hemos visto obligados a tomar las riendas de un mundo que amenaza insistentemente con hundirse en las tinieblas de la barbarie.
Créeme, Isabel, esos a los que tú llamas “sensatos y efectivos” tendrán que luchar, literalmente luchar, con todas sus fuerzas para que este mundo se mantenga a flote. ¿Fascismo dices? El fascismo no es el peor de los peligros. ¡La barbarie lo es! La mitad del Planeta no puede leer y la otra mitad, que sí puede, no tiene ningún interés en hacerlo. Los nuevos líderes de la neo izquierda hablan como los curas de antaño y pronuncian discursos confeccionados a base de palabras huecas y vacías. Dicen una cosa y hacen otra. Y ni siquiera están seguros de lo que dicen, así que hoy dicen una cosa y mañana otra completamente distinta amparados en algo llamado realismo político que únicamente significa que al político los principios no le atan. Al político le atan las circunstancias y puesto que éstas cambian con inusitada rapidez, él, rápidamente puede y debe cambiar sus principios, sus ideas, sus hechos, sus actos. Y este comportamiento que justifica el político lo justifica también el hombre masa Fuenteovejuna e incluso el intelectual. Un mundo postmoderno y nihilista a la baja. Al parecer la muerte de Dios no nos condena a ser nuestros propios guardiantes: nos determina a matar a la moral. ¿Fascismo, dices? ¿Qué fascismo? ¿El regreso a la Iglesia? ¿Qué Iglesia? ¿Una Iglesia que reclama para sí el honor de haber sido, antes que Marx, la que estableciera los principios sociales? ¿Una Iglesia que habla así en catedrales de mármol y oro? ¿Te acuerdas de lo que dijo Carlota cuando entramos en aquélla iglesia barroca? - “Después de esto, la Iglesia no puede decir que lo material no es importante”. Carlota, siempre perfecta, comprimió en una frase cientos y miles de tratados.
¿Fascismo global, dices? ¿Qué pasará cuando se desplomen la Banca árabe, las inversiones chinas, las finanzas americanas? Vamos, Isabel, lo sabes tú como lo sé yo: todos ellos tienen los pies de barro. Es cuestión de tiempo que se terminen desmoronando y entonces ¿qué? ¿Has leído hoy “Der Spiegel”? Parece una broma. Primer titular: en los últimos veinticuatro años nunca el número de desempleados en Alemania fue tan bajo como ahora. Dos titulares después: el Deutsche Bank ha despedido a nueve mil trabajadores. ¡Nueve mil! En los periódicos españoles la cifra llega a los quince mil, casi el doble. 
¿Fascismo individualista, dices? Como elucubración no está mal, pero una de dos: o te refieres al fascismo que uno ejercerce sobre sí mismo y eso se llama “puritanismo” “ascetismo” o como mejor prefieres, o te refieres al fascismo individual que un individuo ejerce sobre otros en cuyo caso estamos ante un aprendiz de dictador o en una sociedad a lo Hobbes. Si es a esto último a lo que te refieres, te doy toda la razón: ahí estamos. 
¿Fascismo, dices? ¿Qué fascismo? Muchos temen el fascismo musulmán dentro de Europa. Otros el fascismo neo nazi. Otros el fascismo económico de las clases de Poder. El fascismo, de repente, tiene apellidos y los fascistas, clanes.
Mi consejo: deja de buscar nombres a lo que viene. Lo que se aproxima es guerra, destrucción, muerte y miseria. Lo que se aproxima es la barbarie. La barbarie, Isabel. La pura y simple barbarie. Hace tiempo que te lo aconsejé: que no leyeras los periódicos. Ni siquiera ellos están realmente enterados de la verdadera situación hasta que esta explota ante sus propios ojos. Muchos se ven obligados a callar por el deber de silencio y otros para no perder sus trabajos. Los periódicos que se llaman a sí mismos “independientes” y “anti mainstream”, son tan tendenciosos como los otros. Lo último que escuché decir a uno de ellos es que era necesario reintroducir el oro. ¡Reintroducir el oro! Es lo más absurdo que he escuchado jamás en mi vida. Siglos, milenios utilizando el oro y la sociedad evolucionó a duras penas. Hubo que introducir la plata, el cobre y hasta el latón; Voltaire envidiaba a los ingleses, que habían introducido el papel moneda. Y ahora, en el siglo XXI, unos cuantos, por el simple placer de desestabilizar una economía ya de por sí moribunda, pretenden reintroducir el oro. Si lo consiguen la barbarie se asentará hasta el día del juicio final. Será una barbarie política, intelectual, social y económica, porque el fascismo, sea cual sea su apellido, es siempre sinónimo de barbarie.¿Puedes imaginarte de las proporciones de las que te estoy hablando? Y cuando reina la barbarie, la raza –en efecto-no será el único problema. Lograr la mera supervivencia ya será bastante porque cualquier nimiedad puede ser un argumento para morir. Pero además, hay algo de lo que todavía no has hablado. Algo que no has vuelto a nombrar.”

“Y eso es...”, me atrevo a interrumpir.

“El ébola, Isabel, el Ébola. Sabes lo mucho que me ha preocupado esta enfermedad desde el principio de los tiempos. No es una enfermedad normal. Los virus mutan. Son prácticamente indestructibles. Las grandes discusiones que existen acerca de las vacunas vienen originadas por las vacunas contra las enfermedades virales. Ésas son las vacunas complicadas justamente por la fortaleza del enemigo a batir. Las empresas han presionado tanto a los científicos que éstos han terminado por convertirse en charlatanes. Se veía venir. Nietzsche lo vió. Lo vió y clamó en el desierto. Ahora tenemos el problema encima. Una vacuna eficiente contra un virus como el Ébola no es asunto fácil. Combatir una epidemia como la del último año en África, con sus características, es una proeza comparable a la de llegar a la Luna. Cuando escuché que la pesadilla había acabado, casi no me lo podía creer. Hubiera levantado un monumento a todos aquéllos médicos, enfermeras, misioneros y voluntarios que colaboraron en hacer posible el milagro. Pero ahora, mal que nos pese, la verdad sale a la luz. Poco a poco, de puntillas, intentando no ser vista, pero sale. Los que se han recuperado siguen teniendo el virus dentro de sí, los dolores que sufren son insoportables; que a continuación alguien hable de depresión suena casi cínico ¡Son los dolores, los terribles dolores, los que sumen al alma en la noche! Y lo último: casos aislados en Europa de los que no se ha vuelto a hablar. Nada de cámaras, nada de largos artículos. Un par de líneas, a lo sumo para justificar que se ha dado la noticia. No hay tiempo para el pánico. No hay tiempo ni ganas. 
Me gustaría equivocarme en todo lo que te he dicho, Isabel. Una cosa es cierta: nuestra generación no será capaz de luchar contra la corriente. Reza para que sean las Verónicas de este mundo quienes lo consigan.

Carlos ha colgado. Tenía que volver al trabajo. No sé cuándo volveremos a hablar. Su tendencia a la introversión se ha agudizado en los últimos tiempos en movimiento paralelo al cansancio de Carlota. Sólo Jorge, el tranquilo Jorge, Jorge el jurista, parece mirar a la lejanía y ver un punto de luz que se irá agrandando, afirma,  conforme nos acerquemos. Jorge ve el mundo global, plural y en marcha hacia adelante. “Deformación profesional", aclara riéndose cuando le llamo y le refiero mi conversación con Carlos, su mejor amigo. "Carlos es médico. Sus únicos interlocutores son hombres y mujeres enfermos que le cuentan no sólo sus pesares médicos sino también los anímicos. Como individuo, Carlos no puede hacer nada excepto preocuparse por ellos, establecer el diagnóstico verdadero y recetarles las medicinas que correspondan, a la espera de que sanen sin provocarles demasiados efectos secundarios. En cambio yo me enfrento diariamente a la miseria moral de este mundo. De mí depende que unos cuantos envidiosos y ambiciosos tengan éxito en sus pretensiones. A veces siento un placer inmenso al perder procesos por defecto de forma, pero en general es un lujo que no me puedo permitir: mis ingresos me llaman, ya sabes. En la jurisprudencia la fuerza individual, el conocimiento individual, lo es todo. El mejor abogado es el que mejor conoce el sistema, el que mejor lo domina y el que sabe sacar partido incluso de los errores. Puedes imaginarte, Isabel, que el derrotismo nunca puede estar presente en mi biblioteca privada. Yo confío en mí, como individuo y como jurista. ¿Qué el sistema tiene fallos? Claro, como todo en esta vida. Así que me encargo de saber dónde están para poder superarlos  e incluso, si es necesario, utilizarlos en mi favor. El médico es un hombre que lucha contra la enfermedad y la muerte. El jurista es un hombre que juega con la necedad para beneficiarse de ella, da igual dónde la necedad esté. Descansa, Isabel. El mundo sobrevivirá contigo o sin tí, con tus artículos o sin ellos. Sin mí, en cambio, el mundo será más complicado y desordenado. Una mente jurídica tan brillante como la mía es insustituible."

A veces, el tranquilo Jorge es capaz de golpear el alma fuerte, tranquila y certeramente.

La bruja ciega


Wednesday, October 28, 2015

Conjunción de planetas y Halloween. Los problemas crecen. Las soluciones, no.

Un indeterminado malestar, que también podría calificarse como cansancio espiritual o melancolía otoñal, invade mi alma desde hace algún tiempo. Ayer por la noche elevé mi mirada al cielo con la secreta esperanza de encontrar alguna respuesta en las estrellas pero en el firmamento de las ciudades modernas ya no quedan estrellas. Hoy he llamado a Carlota y ha sido su hija Verónica quien me ha cogido el teléfono. “Mamá duerme”, me ha susurrado.
Carlota duerme. Y yo ya sé por experiencia lo que significa ese “Carlota duerme”. Creo que ya lo he escrito alguna vez: Carlota es un hada y yo una bruja;  Carlota es una auténtica dama y yo el mulo dislocado en la plaza del mercado. A ella los placeres materiales no la conmueven; en cambio, a mi existencia le resultan más que suficientes. Carlota es el espíritu y yo la energía. Cuando la energía no fluye correctamente, se producen cortocircuitos.  Cuando el espíritu está fatigado, duerme. Y cuando el espíritu duerme, el mundo queda en silencio. Carlota se convierte en Persèfone y yo en su Demèter. Nada que hacer. Sólo cabe esperar, esperar con la angustia y el terror que siempre me invade al pensar que quizás esta vez Carlota decida no despertar, que tal vez prefiera permanecer en el mundo dionisiaco y no  regresar a la plataforma apolínea en la que permanecemos el resto de los mortales. Carlota duerme y yo padezco cortocircuitos. Una conjunción de estas características no puede significar nada halagüeño. 
Y el mayor problema de todos: no recuerdo que haya pasado anteriormente...

Pero no sé de qué me preocupo. Al fin y al cabo esta es la semana de las conjunciones arriesgadas. Sarcozy va a rendir pleitesía al cada vez más poderoso Putin y Merkel se dirige a visitar el país de la armonía de los contrarios: la comunista China cuyas estructuras económicas liberales padecían hace unas semanas de una grave infección renal pero que se ha recuperado en un tiempo alarmantemente rápido, hasta el punto de hacer negocios billonarios con Inglaterra en Inglaterra. Alemania no es Inglaterra. Por eso aunque sea la montaña la que vaya a Inglaterra es Alemania la que tiene que ir a la montaña.

Inglaterra tiene la mercancía financiera, Alemania la inteligentzia del continente europeo y China el dinero para invertir, el capital humano para producir barato y las fuerzas militares para invadir o al menos pasearse por territorios allende de los suyos.
Un, dos, tres ¿quién es más poderoso de los tres?

Un mundo extraño éste. Los líderes hablan, puede que incluso nombren en público los temas que abordarán durante el diálogo; el contenido del mismo, en cambio, es siempre confidencial o no lo bastante preciso para poder desvelar los resultados por la sencilla razón de que no hay resultados, o las partes no han llegado a un acuerdo – sin que sepamos a ciencia cierta cuál era el acuerdo al que se pretendía llegar - y será necesario convocar futuras reuniones, dicen, que por futuras serán, claro, triviales para el resto de los mortales. Cuando esas futuras reuniones se celebren el espectador y el hombre-masa Fuenteovejuna estarán ocupados en otros temas y no tendrán tiempo para ocuparse de nimiedades que se tratan a puertas cerradas. 

¿Quién tiene tiempo para ocuparse de las conversaciones de los políticos con otros políticos cuando la policía turca asalta las sedes de las redacciones disidentes turcas poco antes de las elecciones? ¿Quién tiene tiempo para interesarse por los interminables y nunca revelados diálogos entre los líderes políticos cuando uno se entera de las relaciones extramatrimoniales entre las finanzas rusas y el Deutsche Bank, y de los problemas que acucian al alemán VW y al ruso Gazprom? ¿A quién le importa los apretones de manos de dos encorbatados cuando el movimiento de la Pegida cuenta cada semana con más participantes y más simpatizantes aunque estos se queden en casa por falta de tiempo? ¿Cómo puede compararse la visita de un distentido Sarcozy a un amable Putin con los escándalos de la Fifa y del deporte en general que todos sospechaban, muchos conocían y de los que nadie se atrevía a hablar?

La gran pregunta, pregunta retórica, claro ¿la salida a la luz de los sucios negocios de los grandes consorcios empresariales, deportivos y bancarios es una casualidad o una hecatombe premeditada? ¿Se trata de una revisión de los usos mercantiles, al modo en que las amas de casa hacen limpieza general de su vivienda una vez al año, o se trata, más bien, de un ajuste de cuentas interno provocado por los insuficientes beneficios a repartir que, teniendo en cuenta la gravedad de la crisis, ya no alcanzan para todos?

Cataluña, inmersa en el escándalo de corrupción del siglo mientras se ocupa de llevar adelante el proceso separatista, segura de que dicho escándalo de corrupción obedece a estratagemas político-jurídicas del gobierno central,  recibe la invitación del vicepresidente francés de origen catalán para que el Barcelona juegue en la liga francesa. Eslovenia (creo que es Eslovenia) sopesa la posibilidad de pedir ayuda a los Estados Unidos en la cuestión de los refugiados al tiempo que alerta de una fractura en la unidad Europea. “¿Ahora se enteran de la desunión en Europa?”, pregunta el espectador somnoliente cuando escucha la noticia sentado en su sillón favorito. El moderador continúa su informe: “Los griegos no consiguen llevar adelante todas las reformas”. “¿Cabía esperar algo distinto?”, musita el espectador mientras se sumerge definitivamente en los brazos de Orfeo. Mientras el espectador ronca, los americanos se han decidido finalmente a enviar grupos de infantería a Siria. Esperemos que los rusos no los confundan con los enemigos a batir. El espectador aún no ha conseguido enterarse de si los americanos, los rusos, los turcos e incluso los saudíes son amigos o enemigos en este asunto. Se reunieron hace un par de semanas, sí. Ellos sabrán qué fue lo que dijeron. El espectador, desde luego, lo ignora. ¿Es cierto que también ha llegado un barco chino a visitar a sus amigos los rusos y preguntar de paso cómo les va en la región? Mi amigo Jorge culpa de todo el panorama a los rusos: los rusos tienen la culpa de desestabilizar Europa, los rusos tienen la culpa de que en la última semana se haya incrementado el número de refugiados. Otros, culpan a los Estados Unidos de lo mismo. El juego del momento parece ser el ping-pong, juego -por cierto- en el que los chinos siempre han despuntado.

Dires y diretes, lo que desde luego sí es cierto, es que las alianzas militares del momento son inestables y virtuales. Lo que en estos instantes sucede en Siria puede compararse con las preguntas que plantea el tema de la Luna: ¿Realmente ha pisado el hombre la Luna?  ¿está o no está habitada la Luna por selenitas? ¿Es la Luna un satélite natural o es una nave artificial, creada e incluso transportada por fuerzas alienígenas y misteriosas?

No lo sabremos hasta que nosotros mismos no vayamos a la Luna a comprobarlo. Pero ¿quién es el listo que se atreve y quién el guapo que además de atreverse puede realmente llegar hasta allí, observar la situación tranquila y serenamente y regresar a dar cuenta libremente de sus observaciones?

¡Aventureros del mundo, curiosos del planeta, teólogos de las teorías de la conspiración, desconfiados de la Tierra, espectadores deseosos de ser actores: Id y ved!

¡Id y ved vosotros!

Nosotros nos quedamos aquí comiendo perdices y siendo felices.

Al menos mientras podamos.

Los refugiados son muchos pero nosotros, les dice la señora Merkel a sus compatriotas bávaros, somos ochenta millones. La señora Merkel intenta tranquilizar a sus ciudadanos. No sé si lo ha conseguido.

Lo que sí, en cambio, me ha parecido ver mientras la señora Merkel hablaba de cifras de hombres es la extraña sonrisa que ha asomado en los rostros de los maltusianos, ésos a los que apenas se les nombra justamente porque de todos los grupos ocultos, ellos son los más peligrosos.

Unos días después, que son también, unos pocos días antes de Halloween, leemos una noticia aterradora, quizás para “crear” atmósfera: la carne y el embutido provocan cáncer.
Historias terroríficas para ambientar, como digo, la fiesta de Halloween que yo nunca he comprendido, no comprendo y me niego a comprender. Es una cuestión de principios. El 31 de Octubre es el día de la Reformación: el día en que Lutero, en el año 1517, se atrevió a clavar en una de las iglesias de Wittenberg sus 95 Tesis en contra de las indulgencias. Dejar en este día salir a los monstruos y a los fantasmas del averno me parece cosa de poco gusto y menos gracia. En cualquier caso, las nuevas conclusiones científico-políticas-económicas acerca de la carne no impresiona al recién despertado espectador, que ya ha tenido ocasión de constatar que los alimentos, sean éstos de la naturaleza que sean: vegetal, animal o industrial, contienen sustancias tóxicas y venenosas. A ver, contesten, pregunta en tono socarrón “¿de qué murió Steve Jobs? De cáncer. El hombre que sólo se alimentaba de frutas y unas pocas verduras murió de cáncer.” Y antes de recibir respuesta alguna, sin tan siquiera esperarla, el espectador vuelve a sumirse en el sueño. El espectador tiene razón por más que muchos se empeñen en olvidar y hacer olvidar “matrimonio y mortaja del cielo bajan”. Unos acuden a las agencias matrimoniales y otros a las dietas más sanas inimaginables. Pero el cielo, con estrellas o sin estrellas, sigue siendo el cielo con ese, además, característico sentido del humor suyo que tanto molesta a los representantes del Orden Universal, hasta el punto de prohibir que se hable del mismo y castigar a aquél que se atreva a mencionarlo.

Sea como fuere, la cuestión no es la de si la carne provoca o no cáncer. Admitámoslo.

El problema es el agua. Cuantos más animales, más agua. No hay más remedio que reducir el consumo de carne para reducir el número de animales, sin que el consorcio de ganaderos se siente atacado en sus intereses. Es preferible que sea la ley de la oferta y la demanda la que regule la situación, en vez de que sean las leyes estatales las que se vean obligadas a hacerlo. Y es que los gobiernos no saben cómo hacer frente a dos problemas en los que “a” es “a” pero se intentan buscar soluciones diferentes para que al problema “a” que es “a” se resuelva por un lado “no a” y por el otro, “sí a”. 

Entendámonos “la falta de agua” es “carencia de agua”. Pero “utilizar el agua de que se dispone para esto” no es lo mismo que “utilizar el agua de que se dispone para eso”.

Por un lado hay que reducir el número de animales. ¿Será por eso que los cazadores americanos han matado cerca de trescientos osos dos días después de haberse abierto la veda, por lo cual ha habido nuevamente que cerrarla antes de lo previsto?

Por otro, China, el país de la armonía de los contrarios, ha decidido apoyar el fracking, sistema que precisa de gran cantidad de agua, en el "país del bien y del mal y de los Apocalipsis". ¿Por qué precisamente los chinos, que últimamente sospecho no deben dar a basto para ocuparse de tantos interesados en sus inversiones, han decidido ocuparse del fracking americano?

La conclusión a este conflicto no podría ser más paradójica: Los cubos empiezan a resultar insuficientes para hacer frente a las innumerables vías de agua que presenta el Titanic-Mundo.

El espíritu duerme.

Yo sufro de cortocircuitos.

La bruja ciega.


Wednesday, October 14, 2015

Una nota personal

Hubo un tiempo en que la dirección de mi blog era “desde el asombro”. No sé por qué la cambié. Tal vez porque el asombro terminó por convertirse en perplejidad y la perplejidad en silencio. Tal vez porque al leer el comentario que un lector anónimo había hecho con respecto a uno de mis artículos y que demostraba claramente que no había entendido ni una sola palabra, ni una sola idea de las que yo había intentado plasmar, temí que el asombro se convirtiera en espanto. Que quién me había escrito, que el único que ante mis ideas se había dignado a dejar sus reflexiones, fuera ni más ni menos que mi sempiterno enemigo: el hombre-masa-fuenteovejuna, comprender que un individuo cuyas palabras eran el fiel reflejo de lo que otros muchos pensaban e ignoraban,  hombres que seguramente no saben quién es Claudel, conocen de oídas a Levinás y no han leído jamás a Maquiavelo; que, en definitiva, solamente él se hubiera atrevido a dejar su impronta fue, creo yo, el inicio de una crisis que todavía no he logrado superar.

Porque lo cierto es que no dejo de preguntarme quién o quiénes pueden estar interesados en leerme. Aquéllo sobre lo que escribo se encuentra publicado en los periódicos. Los foros de lectores de la prensa alemana, suelen ser sumamente certeros. Que mis comentarios puedan interesar a alguien cuando, por lo general, no interesan ni siquiera a mis mejores amigos por largos y densos, lo cual es una forma amable de decir “aburridos”, me resulta cuando menos, sumamente, extraño. 
Pero que además me lean sin entenderme, me aterroriza.

Decidí cerrar aquél blog, sí. Cambiar incluso su nombre y en su lugar abrir éste: “La estrella de la bruja ciega”, a la espera de que el título asuste a unos cuantos. 
Admitámoslo: para el hombre-masa-fuenteovejuna, la bruja es una perversa mujer que anda en tratos con el diablo y que merece ser quemada en la hoguera o, al menos, obligada a desaparecer de la sociedad. En cambio, desde mi punto de vista, la bruja es una persona que ha tenido la mala suerte de nacer en una sociedad patriarco-matriarcal jerarquizada y estancada en palabras hechas, tradiciones obsoletas cuyo fundamento nadie recuerda y que no serviría de nada aunque alguien lo recordara porque lo importante en tales sociedades es determinar quién puede mandar y quién debe obedecer. La bruja es una mujer que se opone a tales estructuras porque es una libre pensadora y acepta cualquier consecuencia –incluso el desprecio social - con tal de seguir pensando libremente. La bruja envejece y pierde la vista pero no así la estrella que la guía y que siempre la ha guíado: la libertad de pensamiento y de corazón. Y continuará pensando libremente aunque no siempre pueda libremente decir lo que piensa...

He decidido, por tanto, dejar el asombro a un lado, por silencioso e inútil y en vez de eso ir a concentrarme en mi deporte favorito consistente en elucubrar. Elucubrar nos permite reflexionar sin la pretensión de llegar a ninguna conclusión final, lo cual, habrán de admitirlo, denota un gran sentido común de mi parte, sobre todo teniendo en cuenta que en los tiempos que corren la opinión personal de cada mengano y de cada zutano ha sido elevada al rango de “ley”. Elucubrar exige, además, poseeer la suficiente libertad de espíritu que el subir a las alturas precisa amén de la necesaria ligereza para que evitar que el descenso se convierta en una dramática caída en picado.

Y pese a todo, fuerza es confesarlo, no he logrado desprenderme del asombro que me producen determinadas personas, determinados comentarios, determinadas instituciones.
El arzobispo de Valencia, el arzobispo Cañizares, se pregunta públicamente en un foro público si los refugiados-emigrantes que llegan a España son “trigo limpio”. 
El arzobispo Cañizares ignora todavía a su edad, y pese a su profesión y cargo, que el trigo limpio es cosa bien extraña no sólo en nuestros tiempos, no sólo entre los recién llegados, sino en cualquier época y lugar que se precie desde que el hombre es hombre. 
El trigo limpio, excelentísimo y reverendísimo señor Cañizares, escasea incluso entre los hombres de Iglesia ¡Cuánto pues no habrá de faltar entre los que han de buscar su salvación o su pan a pie!

El señor Cañizares pregunta si los refugiados-emigrantes son “trigo limpio” y a continuación invita al oyente, le obliga casi, a la lucidez.

¡Pues claro que no son trigo limpio, señor Cañizares! ¡Suerte tendremos que sean sólo hombres en busca de su supervivencia y no en busca de nuestra muerte! ¿Pero de qué se preocupa usted?  ¿no dice la Iglesia que hay que dar cobijo al necesitado y posada al caminante? ¿En qué quedamos? ¿Se la damos o no se la damos? ¿O antes de darles entrada hemos de constatar y verificar si son trigo limpio? ¿Es que acaso era María Magdalena trigo limpio? ¡Séamos lúcidos! ¡Sí! Séamos lúcidos con una Iglesia Católica que tan pronto habla de Amor y Perdón Universal como de “trigo limpio”, que tan pronto dice que hay que dar sin mirar a quién se da, como exige que sólo el “trigo limpio” sea beneficiario de su caridad. ¡Sea usted también lúcido señor Cañizares! ¡Atrévase a declarar que lo que a usted le preocupa en realidad es saber si los refugiados-emigrantes son o no son terroristas y  deje de utilizar eufemismos que confunden y complican aún más el asunto! ¡Atrévase a preguntar si son o no son asesinos! ¡Sea lúcido y atrévase a tirar la piedra sin esconder la mano!

Dígame ¿Quién sabe lo que son esos hombres, qué pretenden y hasta dónde pueden llegar si posiblemente ni ellos mismos lo saben, si ni yo misma puedo saber hasta dónde yo podría llegar y hasta estoy contenta de que algún ángel celestial me haya impedido cometer alguna que otra insensatez!

¡Atrévase, señor Cañizares y exprese lúcida y correctamente sus lúcidos miedos! ¿Cuál es el motivo de sus temores? ¿Qué sean musulmanes? ¿Qué sean terroristas? ¿Qué tengan muchos hijos? ¿Qué quiten el poco trabajo que hay? Y de todos estos miedos, de todos estos miedos, el único que creo que debe preocupar a la Iglesia Católica es el de si los refugiados-emigrantes son musulmanes o no. Porque el tema referente a que puedan ocupar puestos laborales cuando existen tan pocos, habrá de ser cuestión del Ministerio de Trabajo y la preocupación por el hecho de que sean o no sean terroristas, (asunto que, por cierto, no preocupaba en absoluto a más de un párroco vasco cuando se trataba de dar cobijo a terroristas vascos en las iglesias porque, según tales ministros de la Iglesia, a lo que ellos debían atender en función de su hábito no era a la condición de asesinos de dichos individuos sino a que se trataba de hombres que habían buscado refugio en sus iglesias), esa preocupación, digo, incumbe al Ministerio del Interior ¡pero no a la Iglesia Católica!

Así pues, lo que preocupa – o debería preocupar a la Iglesia Católica en su lucidez - es que al irreverente y laico continente europeo estén llegando miles de fieles musulmanes dispuestos a practicar su fe y esto incluye el proselitismo en todas sus formas y variaciones. 

La nueva situación es: Religión Universal versus Religión Universal. Verdad contra Verdad. Pero mientras una de las Religiones Universales viene con la espada al cinto, la otra hasta la pluma tiene seca. La una está dispuesta a morir por su verdad, y la otra, ni siquiera sé si está dispuesta a vivir por ella.

Seamos lúcidos, decía la Iglesia Católica hasta hace poco y eso significaba: Diálogo, hermano, diálogo.

Seamos lúcidos significa ahora, algo completamente distinto: Desconfíemos, hermano, desconfíemos.

¡Esta Iglesia Católica que pide siempre y exige siempre a sus feligreses cuando ella misma no tiene ni buenos teólogos, ni tan siquiera hombres lúcidos, me va a matar a disgustos! 
¡Esta Iglesia Católica arrogante y soberbia que sigue clamando humildad, caridad, fe, esperanza y no sé cuántas cosas más para a continuación hablar de “trigo limpio” y de “lucidez”, donde “trigo limpio” y “lucidez” han de significar justo lo que Ella ha determinado que signifiquen, cuando Ella quiere, cómo Ella quiere y dónde Ella quiere, me exaspera cada día más!
Alumnos, desde luego, no le faltan. Los mejores, los más capacitados: los alevines de la neo izquierda.

Y es que para que mi asombro no sea un asombro débil, uno de esos asombros pasajeros, sólo me faltaba leer las declaraciones del señor Pablo Iglesias, que tan pronto asegura que a él únicamente le interesan los porcentajes obtenidos en las elecciones porque lo que él quiere, ante todo, es ganar, como va y asegura que entre sus pretensiones no se encuentra en absoluto la de ganar, que no están preparados para gobernar y que a él, eso de ir al Parlamento le da mucha pereza. Seguramente por esta pereza que dice que le da el ir al Parlamento Nacional, llega tarde o no llega a la sesión del Parlamento Europeo en el que se debate sobre los refugiados. Debate, todo hay que decirlo, que también él ha pedido que se celebre.

¡No cabe duda que esta neo-izquierda es digna hija de su tiempo y de su sociedad! Una sociedad anclada en el cinismo del decir hoy una cosa y mañana otra, defendiendo, no obstante, la validez de sus posiciones y la honestidad de sus palabras que son hoy, aseguran seria y convincentemente, tan ciertas como ayer, aunque hoy digan una cosa, ayer la contraria y mañana sostengan otra completamente distinta a las dos anteriores. 
En nuestros días al cinismo se le denomina flexibilidad mental. 

Yo comprendo que una persona a lo largo de su vida pueda cambiar varias veces de posicionamientos, de ideas, de creencias y de todo lo que se le antoje. Yo comprendo que la flexibilidad es necesaria para la supervivencia. Pero entre la rigidez mental y la inseguridad generada por el hecho de que entre lo que hoy dice un hombre y lo que mañana dice ese mismo hombre no sea necesario que exista ninguna conexión, que sea incluso válido que haya una contradicción,  va un abismo. Que a ese individuo, debido a esa falta de conexión en sus palabras, otrora llamada coherencia, no pueda calificársele como mentiroso, ni siquiera como lioso, a mí –francamente- me asombra. Pero es mi asombro el que asombra a todos los que a diario cruzan un abismo que a mí, francamente, me sigue pareciendo insalvable.
Y lo cruzan, lo pueden cruzar sin peligro alguno, en virtud de ese terrible principio: "Pensar en positivo", según el cual "el poder de la mente -de mi mente- me permite crear mi propio mundo".
Es verdad: dicho principio ha existido siempre, igual que los  individuos que han intentado llevarlo a la práctica. La diferencia es que antiguamente a esos hombre se les llamaba "tiranos", "dictadores" y  "déspotas" mientras que hoy son considerados "espíritus libres e independientes".

Y lo peor, lo peor, es que esos aprendices de gobernante son tan “flexibles” que no les importa utilizar los argumentos, los modos y las maneras de su archienemiga: la Iglesia Católica.

¡Vivir para ver!

La bruja ciega


Tuesday, October 13, 2015

De Maizière y Désirée Nick

La siguiente frase podría muy bien resumir a los que día tras día se acercan a las fronteras europeas. 

“Ni son todos los que están ni están todos los que son”. 

¿Debe un continente acoger a los que huyen de la violencia, de la guerra, del horror? Sí. Debe. 
¿Tiene obligación un continente de acoger a todos los que llegan en busca de trabajo? No. No la tiene. La responsabilidad de un Estado consiste en cuidar de sus ciudadanos, de protegerlos frente a las catástrofes naturales, frente a las catástrofes político-sociales y frente a las catástrofes económicas, pero dicha responsabilidad no incluye la de resolver las dificultades normales a las que otros ciudadanos de otros países se enfrentan y que han de ser solucionadas por sus respectivos gobiernos y estructuras. 

Desde hace meses, la deuda europea crece sin parar a ritmos alarmantes. Se cierra una brecha y se abre otra. Incluso la hasta ahora denominada “locomotora alemana” ha de hacer frente a gastos que no había previsto en un principio y cuya proporción va en aumento sin que nada ni nadie pueda hacer gran cosa para solucionarlos. El desarrollo de las energías renovables exige esfuerzos en todos los estamentos de la sociedad. Los contribuyentes alemanes han de contribuir con ingentes sumas al cierre de las centrales atómicas y a la construcción de líneas subterráneas por las que discurran los nuevos tipos de energía alternativa y que en un primer momento, todo hay que decirlo, no habían sido previstas. Pero la sociedad ha protestado contra los postes de cables que habían de colocarse en sus jardines.  A los alemanes no les importa pagar, pero no están dispuestos a encontrarse en su terreno postes de cables; mucho menos cuando ni siquiera soportan que el balón de los hijos de su vecino se les cuele en su jardín cuando juegan al fútbol.

Los problemas de VW tampoco les van a dejar indiferentes. Si VW recorta la plantilla de trabajadores, el paro aumentará en un sector en el que empieza a ser preocupante. De los trabajadores de Opel que han perdido su empleo sólo uno de cada diez ha vuelto a encontrar uno nuevo. La crisis de los grandes almacenes tampoco es tema baladí y la situación de precariedad de muchas comunas es un tema que se agrava a medida que pasa el tiempo. Creo que lo dije en uno de mís artículos de “Idas y venidas”: que algunos Länder alemanes estén pensando en unificarse, ellos: tan amantes de su independencia y de sus señas de identidad,  es que las complicaciones han alcanzado tales proporciones que les resulta imposible solucionarlas por separado.

Hace poco escuché en una tertulia de la televisión alemana decir “que había que querer al prójimo como a uno mismo” y la incombustible Désirée Nick, que se encontraba presente, añadió con el ácido humor que la caracteriza: “Pero no más.”

Le pese a quién le pese este “pero no más”, es una de las frases más inteligentes jamás pronunciadas. No somos santos, no somos ángeles. Somos hombres trabajando en el intento de construir una vida que sirva a la sociedad en la que habitamos y en la que las generaciones futuras puedan participar.

“Hay que querer al prójimo como a uno mismo” invita a amarnos a nosotros mismos primero, para poder amar al otro después. Esos que dicen odiarse y no gustarse me parecen aprendices de psicópata. El que no se ama a sí mismo no puede amar a nadie. Lo mismo sucede con esos que pretenden amar al prójimo más que a sí mismos. Esa falta de cariño por la propia piel nunca resulta saludable. Aunque dichos individuos pongan al servicio del otro la negación que de sí mismos hacen, uno nunca puede estar seguro de lo que harán a continuación: si estarán dispuestos a morir estoicamente por el otro o serán como la bruja de Hansel y Gretel, que primero les muestra la casita de chocolate y luego el horno.

La generalmente sensata pero no siempre cómoda Désirée Nick afirma que hay que querer al prójimo como a uno mismo, pero no más que a uno mismo. De Maizière está convencido de la veracidad de dicho enunciado. El problema al que se ha estado enfrentando hasta ahora era cómo explicárselo a una sociedad deseosa de elegir entre los contrarios extremos “bueno”- “malo”, y a sus colegas políticos, siempre propensos a decantarse por conceptos políticos contrarios extremos: “factible”-“no factible.”

De Maizière propone implantar una solución intermedia: la zona tránsito. Quiere ayudar a los demás porque quiere al prójimo. Pero se opone a admitir que esa ayuda signifique su propia ruina. 
De Maiziére es generoso pero se niega a permitir que esa generosidad desborde el cubo de problemas que ya tiene y que cada día se llena un poco más-

Cuando la razón se impone nunca hay mucho que decir. Y la razón, esta vez, parece querer imponerse.

La zona de tránsito puede, tal vez, no ser humana. Pero mucho menos lo son la guerra y la violencia que ha traído a esos hombres hasta aquí. La zona de tránsito no será una solución de santos pero sì, en cambio, la mejor solución de hombres de buena voluntad que quieren ayudar sin perecer en el intento. Contribuirá a diluir los miedos de la sociedad de acogida, ayudará a concentrar los esfuerzos de auxilio y permitirá decidir rápida y eficazmente quién tiene el derecho de asilo y quién, no. Evitará tener que ceder al chantaje de otros países, o al menos, a ceder a todas y cada una de sus exigencias; permitirá controlar el dinero que se emplea para atender a los refugiados-emigrantes, en vez de dejarlo en manos de otros gobiernos o de otras asociaciones. En fin, las ventajas son muchas.

En cualquier caso, la zona de tránsito no es una invención ni de De Maizière ni de Alemania. Los Estados Unidos también la tuvieron. Concretamente en la isla Ellis. Aquéllos lectores que conozcan el alemán pueden leer el siguiente link:


Admitámoslo: No establecer una zona de tránsito implica abrir la puerta a la lucha eterna entre ángeles y demonios. Con ello se cierra, al mismo tiempo, la que posibilita a los hombres construir una sociedad humana.


La bruja ciega.

Wednesday, October 7, 2015

Cambio de hábitos

En Alemania los periódicos se preguntan en qué modo y medida los refugiados que están llegando al país van a cambiar los hábitos de vida acostumbrados. Plantear dicha cuestión les parece a muchos no sólo interesante en tanto en cuanto que elucubración pública sino de suma importancia. 

A mí, francamente, no. Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial y se inició la reconstrucción, no han cesado de llegar a Alemania diversos grupos de emigrantes y refugiados constituidos por mano de obra barata, por obreros especializados y por intelectuales sedientos de conocimiento. Los italianos, griegos y españoles fueron posiblemente los primeros en llegar; a éstos se sumaron los turcos y más adelante, allá por finales de los ochenta, los kurdos, los iraquíes, los yugoslavos, los rusos y a últimos de la década de los noventa, los polacos y los búlgaros a los que se han agregado la nueva generación de españoles, italianos y griegos académicos que no encuentran una perspectiva laboral en su país de origen.

Que Alemania, una nación en la que a diario se desarrolla la existencia de 85 millones de personas y a la que acoge desde los años 60 a personas procedentes de otras regiones del globo, se pregunte hasta qué punto un millón de nuevos refugiados va a alterar sus costumbres, me parece, cuando menos, sorprendente. 
Otra a mi juicio tendría que ser la cuestión a debatir: la de cómo va a afectar a las vidas de dichos refugiados su incorporación al continente europeo; un continente en el que la capacidad de acción de la sociedad se mantiene dentro de un sistema hegeliano-industrial que se hace más rígido a medida que sus cimientos se tambalean con más fuerza. Cómo van a poderse integrar los recién llegados y en qué medida van a tener que cambiar las que hasta ahora han sido sus estructuras psico-sociales.

Refugiados: ni de aquí ni de allá, perdidos en un mundo y sumidos en la aventura de encontrar un lugar en el que poder construir una existencia, aunque ello no vaya mucho más allá de encontrar una morada, comida y vestido, justo cuando el mundo parece estar desmoronándose a su alrededor. 

Me molesta que el tema sea banalizado por los periodistas-escritores que se aprovechan de la inseguridad y de los miedos de los ciudadanos y publican libros que generarán enormes beneficios de venta al vender a esos ciudadanos medrosos nuevos alimentos con los que éstos engordarán sus temores y aquéllos sus cuentas bancarias. Rentables ediciones que pasarán a la historia como meros panfletos pseudo-ideológicos. 

En América, Fuenteovejuna entretiene las frías noches del invierno y las calientes del verano con historias de extraterrestres, meteoritos y apocalipsis religiosos. 
En Europa, las noches son amenizadas con historias para no dormir acerca de refugiados totalitarios y hombres guerreros ocultos que conquistarán y aniquilarán el continente en un par de meses. 

Los americanos gritan ahora lo que los europeos gritaban hace mil años: "¡Pecadores!, ¡arrepentíos!, ¡el fin del mundo está muy cerca!"

Entretanto, los europeos después de haberse repuesto por la pérdida de Dios suspiran ahora por sus modos de vida perdidos.

Yo, en cambio, lloro por la falta de amor, cariño y respeto que los europeos han demostrado por todas y cada una de las leyes por las que otrora lucharon. Yo lloro por la desaparición de los francmasones, que murieron en el instante en que se dejaron seducir por esa terrible noción del Todo en el Uno y el Uno en el Todo; mi alma llora porque a la necesaria muerte de las viejas tradiciones no le ha seguido el nacimiento de una nueva sociedad imbuida de la fuerza moral. Que aquéllas viejas tradiciones desaparecieran era cosa imprescindible, igual que lo es nuestra propia muerte una vez alcanzado el umbral de la vejez, porque el mundo  precisa de la renovación de la vida, de savia nueva y fuerte. Pero ha sucedido que la nueva sociedad se ha dejado seducir por la cultura del ocio, que en la mayor parte de los casos, no es sino la cultura de la holgazanería; la nueva sociedad se ha dejado seducir por la cultura de la decadencia igual que se dejan hechizar muchacho de veinte años por esos sempiternos jóvenes, que parecen rebosar energía aunque en realidad se trata únicamente de viejos llenos de achaques, que el botox, los adelantos médicos y su propias dotes para la simulación, logran ocultar el mayor tiempo posible a fin de demostrar a los jóvenes que ser un viejo ocioso y aventurero es lo mejor que puede hacerse en este mundo y que eso de trabajar es cosa de esclavos, mulos y tontos y que ser joven y fuerte es una auténtica lata porque tienes que encontrar un modo de ganarte la vida, luchar por criar a los hijos, procurarles una buena formación. 

Sí, en este momento, conozco a muchos jóvenes que sueñan con llegar a la edad de la jubilación para empezar a vivir cómo viven ahora sus progenitores. 

Lástima que el sistema de pensiones corra el peligro de haber desaparecido para aquel entonces.

Pero hasta que eso ocurra, es preferible engañarse y afirmar que no son las circunstancias las que  han cambiado y cambian; que no es el transcurso natural de la vida el que introduce modificaciones; que no son los rápidos, casi vertiginosos adelantos de la ciencia y de la técnica, los que han transformado a la sociedad; que lo que dinamita los cimientos de la sociedad no es la carencia de valores que puedan sustituir a la muerte de Dios y que permitan, individualmente en un mundo plural, construir un mundo verdadero y honesto. 

No. Es mejor negar la evidencia. Negar que son los propios ciudadanos los que cambian su sociedad.

 A veces porque la putrefacción de antiguas costumbres y valores corrompidas genera olores insoportables y se hace necesario no sólo deshacerse de ellos sino incluso abrir las ventanas e invitar a que la brisa fresca del exterior libere la estancia de la pestilencia con que ha quedado impregnada. 
En ocasiones porque los antiguos modelos de vida se han quedado obsoletos y resultan adornos tan inservibles como pesados a la vista. Y en general porque las nuevas circunstancias generan y hasta imponen  la adaptación de nuevos comportamientos. 

Aceptemos que las sociedades se transforman desde su interior, no influidas únicamente por lo externo; si acaso,  en interrelación con él.
Aceptemos que esta transformación no es siempre para peor, ni siempre para mejor. En cualquier cesto de manzanas las hay que brillan radiantes y otras que antes de ser recolectadas ya presentaban señales de descomposición.
Aceptemos que somos nosotros los que tomamos nuestras decisiones. Unas veces certeramente, otras no tanto y de vez en cuando de forma totalmente equivocada. Somos nosotros los que con nuestras elecciones nos modificamos a nosotros mismos y también a nuestra sociedad.

Es la juventud oriunda del país, que decide no casarse sino convivir la que modifica la sociedad; son las mujeres del continente, que han exigido el derecho a voto, el derecho al trabajo y el derecho a tener un hijo sin padre, quienes reestructuran los esquemas sociales; son los hombres, que renuncian a la carrera profesional para quedarse en casa cuidando a sus hijos, quienes introducen cambios en los roles familiares tradicionales; son los trabajadores, que eligen realizar su cometido laboral desde su hogar en lugar de acudir a la oficina de la empresa quienes fuerzan a replantear las relaciones profesionales; son todos los que juntos y unidos se oponen al armamento, a la energía nuclear y luchan por un mundo sin ruidos y sin pesticidas quienes obligan a los políticos a variar sus programas electorales. Son ellos los que han cambiado, transformado y hasta mutado a la sociedad; ellos quienes con su esfuerzo e incluso sus dudas y hasta sus contradicciones e internos desgarramientos quienes han acabado con tradiciones obsoletas y desfasadas que no servían para nada y han introducido los cambios necesarios que el tiempo demandaba.

A algunos les resulta imposible admitir que la sociedad, las tradiciones las mantienen o las derrumban los propios ciudadanos. Antes que echar la culpa al polvo, a las polillas, al paso del tiempo que ha obligado a tapizar nuevamente el sillón, prefieren jurar y perjurar que son los recién llegados los que han estropeado ese maravilloso sillón que, milagro de milagros, se había conservado impoluto hasta que ellos llegaron. Es preferible afirmar sin más que a la sociedad la cambian, la transforman (en donde "transformación" y "cambio" significan "corrupción), los refugiados. Hoy son los refugiados, ayer fueron los herejes.

Y el discurso se repite y se prolonga hasta que el auditorio comienza a pensar que tal vez sea posible. El unitono, el unísono, hipnotiza.
(Om...Om... Om.. Punto, punto, com...) (Perdonen el chiste, no he podido evitarlo. Ya conocen ustedes mi sentido del humor)

Los refugiados, dicen estos neo-profetas de la postmodernidad, neo-profetas que hablan como ilustrados pero defienden la identidad de los oscuros tradicionalistas y he aquí el lío, (he aquí que la posverdad y el término "fake news" dejan de tener sentido porque un lío no es ni verdad ni mentira sino verdad y mentira y por tanto nada y todo y por tanto una realidad virtual, o sea, una contradicción en sí misma). obligarán a las mujeres a regresar a los fogones, las convertirán en putas o santas pero siempre sumisas y esclavas, los hombres volverán a los cuarteles y al pelo en el pecho, y la energía nuclear será incentivada mientras que los investigadores y los eruditos volverán a ocupar la posición que tradicionalmente les corresponde; esto es: las mazmorras o peor aún: la hoguera. Y todo ello claro, sostenido por una determinada religión.¡Los refugiados culpables de la decadencia de la Ilustración en Europa!

Y es la ira la que me hace alzarme en pie y  preguntar a todos estos guardianes de las virtudes de Occidente: ¿Tan débiles somos que no podemos defender nuestros modos de vida? ¿modos de vida que hemos elegido nosotros mismos y por los que lucharon largo tiempo las generaciones que nos preceden? ¿Tan necios somos que asumimos sin más los comportamientos de los que llegan? 

¿No será más bien que hay muchas corrientes dentro de nuestras fronteras, corrientes europeas y bien europeas, puritanas, tradicionalistas a ultranza, Santiago y cierra Espana, Carlo Magno y cierra Europa, que están ellas mismas a favor de ese tipo de vida: mujeres a la cocina, hombres al trabajo, pero que no se atreven a decirlo en voz alta y prefieren que sean otros los que tomen la iniciativa?

 ¿No será que hay muchos interesados por una y otra parte, amén de la del medio, que están deseando echar leña al fuego y empezar una guerra por una cultura laica que ellos ni desean ni respetan y una religión cristiana que ni siquiera profesan porque lo único que desean es ejercer el Poder, su Poder y para ello utilizan y mezclan los argumentos laicos con los cristianos, el temor por la libertad de la sociedad y al mismo tiempo el deseo de que el Orden se re-implante?¿Qué Orden?¿El Eterno e Inmutable?

¿Tan débiles son nuestras creencias que hemos perdido la fe en nuestros principios, en nuestras leyes, en nuestras convicciones y tememos que diecinueve millones de musulmanes, que es el número de musulmanes que habitan en una Unión Europea en la que conviven unos quinientos millones de personas, hagan desaparecer los hábitos de vida y los principios fundamentales que rigen a Occidente? 

Francamente, no entiendo nada. Absolutamente nada.

El número de musulmanes asciende pero en una proporción mucho menor del descenso que experimenta el número de cristianos que practican su religión. 

Lo digo y lo repito: no una religión, no un millón de refugiados, serán los que cambien el panorama europeo. Serán los propios europeos los que con su propia estupidez lo harán y aprovecharán la llegada de los otros para culparles de todas sus desgracias. 

¿A quién se debe el descenso en el nivel cultural? ¿A quién hay que atribuir la generalizada falta de interés por las humanidades porque “no sirven para nada”? ¿Quién es el responsable de la cultura hedonista-narcisista-consumista-autocomplaciente en la que vivimos sumidos? ¿Quién es el culpable de esa obsesión por los video juegos, que ha determinado que dicho mercado se haya convertido en uno de los más importantes y poderosos? ¿A quién debemos atribuir la crisis económica que padecemos y que ha sido causada por una avaricia a escala planetaria con una virulencia pocas veces antes conocida?

¿De verdad que todos nuestros pecados y todas nuestras desgracias, de verdad que todas nuestras miserias se deben a esos diecinueve millones de musulmanes y a ese millón de refugiados?

Lo reconozco: a veces la solidaridad no es ni positiva ni conveniente.

A veces la supervivencia exige un egoísmo atroz.

Por eso mismo creo que deberíamos ser sensatos y antes que preocuparnos por la paja en el ojo ajeno deberíamos empezar a angustiarnos por la viga en el nuestro.

Es hora de reflexionar por nuestros principios, por su validez y por nuestras convicciones.

Es hora de cruzar la línea de sombra.

Y ello, no cabe duda, requiere de toda nuestra fe individual, activa y viva.

De todo nuestro juicio crítico basado en el conocimiento y no en la simple opinión elevada al podio de la victoria con la excusa de que "ésa es mi opinión. Y mi opinión es ley"

De todo nuestro sentido común basado en el saber librepensante y sincero y no en los prejuicios o en argumentos pseudo-racionales que enturbian la realidad porque únicamente pretenden elevar al rango de axioma a sus apreciaciones individuales y arbitrarias.

De toda nuestra fe y de toda nuestra fuerza.

Sea la que sea dicha fe y repose donde repose esa fuerza.

La bruja ciega.


Tuesday, October 6, 2015

Refugiados, emigrantes, musulmanes, árabes..El enfado del espectador

Al espectador le da vueltas la cabeza. Él quiere ayudar pero no está dispuesto a prestar su hogar para acoger a los recién llegados. Donar no entra en sus posibilidades. Él no quiere echar a nadie pero tampoco desea ser molestado por costumbres, ruidos y olores distintos a los que normalmente le rodean. Ahora llegan esos extraños y el espectador no sabe muy bien qué pensar. Unos periódicos sostienen que son grupos de refugiados que acuden en busca de un lugar en el que reponerse de tanta violencia y tanta muerte. Otros afirman que se trata sobre todo de hombres que vienen a esa Alemania que no ha parado de decir que necesitan fuerzas de trabajo para buscar uno que se acomode a sus posibilidades y conocimientos, la mayor parte de la veces, todo hay que decirlo, escasos. Algunos están convencidos de que las fuerzas imperialistas musulmanas invaden la laica Europa bajo el velo de la etiqueta de refugiado y emigrante.

Ante cuestiones distintas, el espectador no entiende en absoluto cómo los periódicos, la sociedad y los políticos no terminan por analizar y solucionar por separado todos estos problemas.

Los refugiados de guerra, los refugiados en busca de la paz, están protegidos por el derecho de asilo y a él hay que atenerse.

Los emigrantes en busca de trabajo se rigen por las disposiciones que regulan las relaciones laborales y por tanto, a ellas han de acogerse.

En lo que respecta a la religión, piensa el espectador, el respeto a la religión ha de estar supeditado al respeto a las leyes de Occidente. Los países europeos, al contrario que países del Oriente como Arabia Saudí, no son países en los que la política y la religión estén unidas, sino justamente países que han luchado y han dado su sangre para que religión y política estuvieran en compartimentos separados y bien separados. A nadie se le niega el derecho a creer y a practicar su religión, siempre y cuando dichas creencias y dichas prácticas no vayan en contra de las leyes. Puede ser que en Arabia Saudí sea legítimo el cumplimiento de la ley de la Sharia pero dicha ley se opone frontalmente a los principios en los que se funda la sociedad europea y por tanto en Europa tal ley resulta inadmisible.
No. No podemos enfrentarnos a los hombres porque tengan una religión pero sí porque pretendan imponer sus formas de vida y de creencia a sociedades que han luchado durante generaciones para que su propia religión no les asfixiara.

No, piensa el espectador convencido,  no podemos enfrentarnos a los hombres a causa de su religión pero sí a causa de su imperialismo. Su fanatismo resulta indiferente al espectador siempre y cuando no salga de los cuatro muros de la casa del fanático. 
El fanatismo cuando alcanza la calle, piensa el espectador, asfixia la atmósfera; la hace irrespirable, poco importa que sea un fanatismo religioso, ideológico o clasista.

¿Qué es lo que fracasa?

No es la problemática en sí la que crea tantas dificultades, se dice el espectador. Es la hipocresía y la indecisión europeas las que mantienen y fomentan los líos.

Un sujeto afirma “tolerancia” y ello ha de significar “tolerancia para admitir sin más lo que dice el otro, diga lo que diga, sin detenerse a pensar que a veces la tolerancia resulta un caballo de Troya. Imaginemos que una religión satánica intentara imponer sus principios apoyándose en la tolerancia que la sociedad debe a sus creencias. La sociedad se opondría claro. Ello significa que la tolerancia tiene como límite no sólo el lugar donde empieza la intolerancia, como aseguraba Voltaire. También tiene otro límite: el de lo razonable. Y lo razonable viene marcado, al día de hoy, por normas establecidas democráticamente. Esto es; con el consenso social.

Pero la sociedad europea es hipócrita e indecisa, rasgos ambos que delatan su inseguridad y su debilidad. Acepta todo, defiende todo pero no se acepta a sí misma, a sus leyes, a sus acuerdos sociales. Por un lado clama contra los musulmanes y por otro introduce la banca árabe. 
¡Hay cosas que claman al cielo!

No. No es culpa de los refugiados, que necesitan un lugar en el descansar, piensa el espectador. No es culpa de los emigrantes que vienen engañados por falsas promesas y vanos sueños, no es culpa de los musulmanes a los que se le ha prometido la tolerancia total y absoluta. Es culpa de los europeos que no han amado sus leyes lo suficientemente para decir no al velo, no a la oración en el colegio, no a la ley de la sharia, no a la ley patriarcal, no al sentimentalismo que presta ayuda al hijo inútil y a la vecina mentirosa mientras abandona a la buena hija, a la hija sincera y trabajadora, porque la madre tiene miedo de que la hija la supere en conocimiento y moral, porque la admiración se ha convertido en envidia y la envidia en odio y consiguientemente la hija ha de ser condenada al ostracismo o a la muerte. 

Es culpa de una Europa que ha olvidado que para hacer un pastel conviene separar los huevos de la clara e introducir los distintos ingredientes poco a poco, a fin de que la masa resulte esponjosa.

Es culpa de una Europa que se empeña en seguir anclada en la idea del Todo en el Uno y el Uno en el Todo.

El espectador, enfadado,  se va a hacer un pastel.

A ver si así se le endulza el alma.


La bruja ciega.

Elucubraciones de un espectador solitario

El espectador mira al cielo. Es un cielo de otoño: nublado y fresco. Los geranios rojos muestran el último esplendor antes de que el invierno los condene al sueño. El espectador no sabe muy bien qué hacer para conseguir que la hibernación sea temporal y no eterna. El año pasado, siguiendo el consejo de uno de los vecinos, los llevó al sótano. De sus espléndidos geranios sólo uno logró sobrevivir sin jamás recuperar su inicial brillo. Este invierno, el espectador ha decidido que seguirá su instinto. Los cobijará dentro de casa con la esperanza de que sus nunca bien aisladas ventanas sirvan de algo más que para obligarle a llevar dos recios jerseys de lana y gastar ingentes sumas en calefacción.

El espectador medita sobre sus geranios, sobre el invierno, sobre la vida y sobre la supervivencia. Luego, agotado de tanta reflexión, se acomoda en su sillón favorito y enciende la televisión. Las noticias son confusas. Ayer, desde la simbólica verja humana que se formó en algún lugar de la frontera con la República Checa se dispararon una cuantas balas que han producido, claro, sus consecuencias. Resulta irónico, piensa el espectador, desde que en Occidente el fallecimiento de Dios ha sido declarado y certificado, las élites y Fuenteovejuna andan buscando como desesperados nuevos axiomas por los que vivir y... por los que morir. Y hete aquí que la oposición a los refugiados debe ser considerada lentamente como un nuevo factor de reunificación social, igual que lo son la oposición a la energía nuclear o el movimiento para detener el cambio climático. 
Vivir para ver, musita el espectador; para ver cómo los hijos de los que ayer destruían verjas hoy las restablecen. Algo parecido pasó con las tarimas de madera desde las que los maestros impartían antiguamente sus clases. Aquí no hubo necesidad de cambio generacional. El mismo individuo que en uno de los Institutos luchó a brazo partido para que desaparecieran, alegando que eran símbolo de la dictadura y del autoritarismo de viejos tiempos pasados, fue el mismo sujeto que exigió en el siguiente Instituto al que fue destinado el restablecimiento de las viejas palestras porque así todos los alumnos, incluso los de las últimas filas, podrían ver al profesor y atenderían mejor a las explicaciones. 

Sí. Vivir parar ver, repita el espectador. Para ver cómo de rápidos cambian los argumentos, las posiciones y las perspectivas... 

Y todo ello, sin necesidad de moverse del sillón, se dice satisfecho.

El espectador es incapaz de dilucidar si Rusia es buena, mala o regular. Y tampoco está seguro de que la OTAN esté absolutamente al corriente de la verdadera situación. Muchos espías, sí; pero también muchos contraespías. Muchas escuchas telefónicas, sí; pero en una realidad virtual las escuchas telefónicas terminan resultando de muy poca validez para un análisis fiable. Muchos confidentes, sí; pero los dobles y los falsos agentes causan verdaderos quebraderos a los grandes imperios. El último: el ataque de los Estados Unidos a un hospital. Nadie quiere creer que dicho ataque se haya debido a los falsos informes que el ejército americano ha recibido. Nadie excepto el espectador, que está convencido de que ésa, justamente, ha sido la causa. Y lo está porque ya ha leído algo acerca de los guerreros fantasma en su blog favorito y porque sabe que no es al primer país al que le sucede algo parecido.

¿El inicio de una tercera guerra mundial? Sería de necios negarlo. El mayor problema consiste en determinar quién contra quién. Las alianzas, tal y como le son mostradas al espectador, le resultan meros espejismos. Una Europa debilitada económica, social y moralmente no sabe, o no puede decidir, a qué aliados ayudar. Los Estados Unidos con sus escándalos de espionajes y con las sanciones a VW no resultan gratos compañeros de batalla. Los rusos van a lo que van: o sea a los suyo. Y los turcos juegan un doble juego que no gusta nada en absoluto a los rusos. Los rusos, - el espectador no sabe por qué los periódicos tardan siempre más tiempo en comprender la realidad real que la realidad virtual -, quieren acabar con los rebeldes y pacificar a Siria aunque ello exija mantener en el poder un dictador que será lo que sea pero que al día de hoy no parece ser un posible aliado del IS. 
Los rusos esperan, elucubra el somnoliento espectador en su sillón,  que una vez que la situación en Siria se haya apaciguado, - y el apaciguamiento ruso, el espectador lo intuye,  significa un apaciguamiento a las buenas o a las malas, en donde “a las  malas” es sinónimo de “a lo bestia” por aquéllo de “para bestia tú, más bestia yo”, - puedan pasar a destruir al IS. 

Así pues, concluye el espectador, la estrategia rusa es doble: por un lado intenta destruir a los rebeldes; por otra afianzar su preeminencia sobre un gobierno turco que no se sabe si va o si viene.
 A los rusos, eso de que la OTAN corra enfurecida a defender a un aliado tan enigmático como el turco le produce una risa parecida a la risa jocosa del diablo, que sabe más por viejo que por sabio. Con tantas hazañas indignas de caballeros pero propias de fuerzas decididas a imponerse en la zona e incluso a extenderse por el resto de los países del planeta gracias a la indecisión de sus respectivos dirigentes políticos que siguen sin decidir qué medidas tomar, los rusos atacarán en una segunda fase a los del IS y a éstos no les quedará otra alternativa que utilizar a todos sus guerreros, -fantasmas o no -, por la sencilla razón de que los rusos podrán tener muchos defectos pero el de la discriminación, desde luego, no: un enemigo es siempre un enemigo con independencia de su raza, religión, sexo y estado. “¿Queréis igualdad?” Pregunta el ruso sin odio ni rencor, sin ni siquiera mostrar enfado, más bien todo lo contrario. “Pues lo váis a tener”, dice. Y acto seguido dispara a todos sin ningún sentimiento de culpa moral porque la culpa en Rusia, - ya lo dijo Spengler, recuerda el espectador-,  es horizontal y sabe que la comparte con todos sus compatriotas; tampoco le invade el sentimiento de injusticia, al fin y al cabo no se puede negar que ha tratado a todos de igual manera.

El espectador apaga la tele preocupado. ¿Está enfermo? No sabe por qué pero desde hace unos días le resulta prácticamente imposible controlar el humor sarcástico que de un tiempo a esta parte padece. El espectador se mide la temperatura. No tiene fiebre. Deben ser las ondas electromagnéticas las que lo están afectando. Va a la cocina, se prepara un té y vuelve al sillón pero no enciende la televisión. El espectador entiende a los rusos. El espectador, en cambio, no entiende a la OTAN y tampoco  entiende a los turcos. Los rusos, sospecha el espectador, seguirán invadiendo el espacio aéreo turco. Los rusos desconfían de los turcos y de sus intenciones. A los rusos los dobles juegos no les resultan desconocidos y en el caso turco en concreto, el doble juego se huele desde hace años. Los rusos no entienden cómo Europa y la OTAN le han permitido a Turquía jugarlo durante tanto tiempo y desde luego entienden mucho menos aún cómo es posible que los europeos se hayan prestado a aceptar el chantaje con el tema de los refugiados: “O seguís mis normas u os mando más refugiados”, dicen los turcos. Y los europeos aceptan cualquier condición con tal de quitarse de en medio una papeleta como la de los refugiados, que les va a obligar incluso sus leyes y todavía peor: los principios que creían tan sagrados. Lo sagrado acaba allá donde las condiciones reales se imponen y las condiciones reales vienen determinadas siempre por la necesidad. A estas alturas, los rusos están que trinan por haber creído a esos debiluchos países del Oeste, cansados y viejos, más fuertes de lo que en realidad eran y son. A los rusos no les va a parar nadie. Puede ser que Putin, como dice algún comentarista del “Der Spiegel” tenga un sentido creativo de la realidad. Pero entre “creativo” y “virtual”, concluye el espectador, va un abismo. El espectador tiene un espíritu artístico, no puede negarlo. Es justamente este espíritu el que le inclina a creer que los rusos llevan demasiado tiempo esperando el momento propicio para que ahora un par de gritos enfurecidos provenientes de naciones incapaces de solucionar los problemas que llevan años intentando solucionar les vayan a parar. Rusia está harta de naciones que se dedican a ver y a analizar la paja en el ojo ajeno, mientras descuidan la viga en el suyo propio.

¿Y eso es lo que los periódicos todavía no comprenden?

El espectador no sale de su asombro. ¿Cómo es posible?

¿Cómo es posible también que únicamente sea él quien muestre su desconfianza ante el escándalo de VW? ¿Cómo es posible que únicamente él sienta y presienta que se trata de una conspiración, de una lucha de poderes y de fuerzas económicas? Una estafa de esas proporciones no puede quedar cubierta y desconocida durante tanto tiempo, piensa el desconcertado espectador. ¡Un país en el que las empresas deben incluso avisar a los compradores de microondas que no utilicen los microondas para secar a sus gatitos, a fin de evitar demandas (apoyadas en la intolerancia frente a la falta de información del vendedor y en la disculpa de la falta de sentido común, por no decir, estupidez, del comprador), lo cual ha causado estragos insospechados a las empresas por las fuertes cantidades que han de abonar a los perjudicados...! 
El ejemplo del microondas y los gatitos tal vez sea una exageración, recapacita el espectador, pero no se separa demasiado de la realidad.

El espectador contempla sus geranios. Tendrá que meterlos en casa antes de que llegue la primera helada; mientras tanto esperará, esperará hasta que el momento oportuno se presente.

Algo así, cree él, ha pasado con VW: que alguien ha estado esperando el momento oportuno para dejar estallar el escándalo. "¿No resulta gracioso que un meteorito le caiga a VW justo el día en que todos los videos pseudo-espirituales-alienígenas-astrológicos-astronómicos han augurado que un meteorito va a caer de lleno justo en el país en el que en ese preciso instante se encuentran reunidos los poderes del planeta político-religiosos concentrados?", se pregunta el espectador.

 El espectador no cree que el humor sea casual. El humor pertenece a los dioses. Los dioses no juegan a los dados pero se divierten viéndolos caer. Y sus risas trascienden el Olimpo. En el caso del VW, el espectador escucha las risas, cada vez más fuertes, más burlonas, de los dioses. “Aquí hay gato encerrado”, se dice el espectador tocándose la barbilla en un gesto que quiere indicar perspicacia pero que no es más que ignorancia. “¿Cómo es posible que un defecto, un error o una manipulación querida y consentida, haya tardado tanto tiempo en salir a la luz y cuando lo ha hecho ha sido en tales proporciones planetarias?” El espectador es un hombre sencillo. Sus fronteras empiezan y terminan en las cuatro paredes de su casa y cuando se abren no llegan más allá de unas cuantas calles amuebladas con edificios grises y silenciosos.

Un meteorito ha caído sí. Ha caído en VW el mismo día en que se estaba esperando su caída en el Planeta Tierra y no en el Planeta VW. Posiblemente sus efectos se expandan a la todo poderosa industria del automóvil alemán, a la todo poderosa industria alemana. 

¿A quién le beneficia semejante desastre? El espectador ha oído decir que al coche eléctrico. 

El espectador se ha informado. La mayor empresa de coches eléctricos es americana. ¿Significa esto algo? 
Meras especulaciones, se dice a sí mismo el espectador. 

Lo cierto es que el espectador tiene miedo de que su humor sarcástico termine por desbordarse más allá de los límites admitidos.

 “¡Qúe temporada llevo!”, farfulla resignado. “Debe ser el otoño,” suspira.


La bruja ciega

Monday, October 5, 2015

Daniel Estulin

Mi extrañeza ante el mundo  no es nueva, comenzó hace unos veinticinco años y al principio más que asombro fue desconcierto, turbación. Yo, sencillamente, no entendía nada, absolutamente nada de lo que estaba sucediendo a mi alrededor. La realidad había cambiado súbita y absolutamente de la noche a la mañana, porque el caso era que al acostarme todo seguía en orden. Había sido al levantarme cuando noté la transformación. Una de dos: o era yo la loca o era el mundo entero el que estaba loco. Saber que Einstein había pronunciado esta misma frase supuso un gran alivio porque me permitió considerar la posibilidad de mi cordura. Creo que fue Jorge el que al verme tan preocupada, tan realmente preocupada, me dijo que yo era una extraterrestre y que había tenido suerte de que los otros me hubieran permitido vivir tanto tiempo en mi planeta.

Desde entonces sigo sin entender el mundo, ni siquiera el que me rodea, el más próximo. No obstante, tampoco he dejado de intentar comprenderlo. Quién sabe, quizás algún día lo consiga. Lo que más me asombra son todos esos que ante la estupefacción que a veces me embarga, vienen y me dicen con una benevolencia que raya en la grosería: “Déjalo. No pienses. No merece la pena. Tómalo tal cual.”

¿Y todavía se requieren de élites negras y diabólicas para destruir el mundo?

Y ayer, ante la falta  de ganas de  trabajar y el imperioso afán de olvidar el dolor por la separación de mis amigos, no se me ocurrió otra cosa que ver unos cuantos vídeos de Daniel Estulin, del cual se dice que está nominado para el Premio Nobel de la Paz y para el premio Pulitzer por uno de sus últimos libros. 

Estulín, francamente, no consiguió liberarme de mi asombro.

Reconozco que su capacidad para el discurso es magistral. Estoy convencida de que sus investigaciones son sumamente fiables y de que ninguna de ellas es errónea. Muchos de sus análisis, sobre todo los que tienen que ver con el oscuro y sospechoso origen de las revoluciones y de los movimientos populares, son exactos, correctos y coherentes. Es sin embargo, al introducirse en otros temas, cuando a una, que soy yo, le invade una especie de desaliento al pensar, o tal vez sea simplemente desear, que los análisis de Estulín van más allá de los análisis que sus investigaciones le permiten.  

Dejemos la última de sus predicciones, según la cual la generación de nuestros nietos será la última generación de la raza humana tal y como hoy la conocemos. Apartemos por un momento a los Illuminati, al Club Bilderberg, al instituto Tavistock  y a todos esos elementos que en la sombra conspiran contra la humanidad a la que, según él, llaman "masa sucia".

Dos son las afirmaciones de Estulin que me asombran.

La primera es oirle decir que Aldous Huxley era un tonto utilizado por tales organizaciones. Acto seguido corta la frase y sin más explicación vuelve a sumergirse en su tema. Yo, en cambio, me sumo en las elucubraciones. 
Es posible que Aldous Huxley se equivocara en muchas de sus consideraciones acerca de la droga y del mundo del Todo, pero desde luego no en lo que respecta a la sociedad, a sus problemas y a la intuición de cómo éstas serían solucionadas. Dudo mucho que Aldous Huxley, nieto de uno de los más prestigiosos y admirados maltusianos de su época no estuviera al corriente de lo que se preparaba entre bambalinas. Otra cosa muy distinta es que participara en ellas. Al fin y al cabo ¿qué significa participar? De algún modo todos formamos parte del mundo y colaboramos a acrecentar la estupidez que suele caracterizarle. Ni siquiera los más inteligentes y los más santos se salvan de ello. A veces por un absurdo error en los cálculos, a veces por la insensatez de creer que “lo que debería ser” se ha hecho realidad (bien gracias a ellos, bien en ellos).

Aldous Huxley estaba convencido de que un sistema industrial esclavizaba al hombre. Al mismo tiempo era consciente de que dicho sistema le permitía alcanzar unas mejores condiciones de vida. Así que alentaba al individuo a aceptar ser un idiota durante las ocho horas de su trabajo y a dedicarse a la tarea de desarrollarse como ser humano las otro ocho horas del día. 
Lamentablemente sus congéneres han preferido dedicar el  tiempo de ocio del que disponen a todas aquéllas actividades que no exijan ningún esfuerzo ni físico ni mental. Lo que todos ellos anhelan es ir a comer a restaurantes, pasar las vacaciones en hoteles de lujo de los cuales no hace falta salir porque ofrecen todo lo que cualquier persona desea: masajes, saunas, comida saludable, paseos románticos, excursiones inolvidables... Nada de lecturas que sobrepasen “Harry Potter”,  “Juego de Tronos” y similares; nada de música clásica; nada de conversaciones que intenten profundizar sobre un tema. Hay que ir al punto y además rápido y veloz.

Aldous Huxley creía firmemente que un individuo podía cambiar el mundo e incluso la historia. Se equivocó nuevamente. En una realidad espiritualmente hegeliana y materialmente industrial, el individuo se encuentra indefenso. El individuo, hoy como ayer, necesita de amigos, ésto es, de aliados con los que incrementar su fuerza para conseguir sus objetivos y de enemigos contra los que actuar de forma que ello evite que sea él mismo quién se convierta en víctima.

En cualquier caso Aldous Huxley, al igual que muchos otros intelectuales de su época, comprendió que una sociedad que basa su desarrollo y su progreso en la destrucción de los recursos naturales, es una sociedad que está condenada a perecer aunque no sea de modo inmediato. Huxley estaba seguro de que antes la humanidad atravesaría la dictadura global de un sistema socialista-comunista porque ellos prometían una repartición equitativa de unos recursos naturales que cada vez escaseaban más.

Muy probablemente Huxley también se equivocó en esto. Lo más seguro es que no los comunistas sino los fascistas sean los que finalmente terminen imponiéndose. Pero esto que nosotros consideramos un error, desde su punto de vista no lo es tal. Comunismo y fascismo, son a los ojos de Huxley, conceptos parecidos: dictaduras populistas que utilizan cualquier método para privar al hombre de su libertad y de su reflexión.

El otro punto en los análisis de Estulin que me asombran es que afirme que las élites prefieren un colapso económico a gran escala, como medida eficaz para detener el aumento y propiciar la disminución de la población antes que la guerra. La guerra, explica Estulin, es cara y además no logra solucionar el problema. A pesar de que en la última guerra murieron 120 millones de personas, la demografía mundial, ha experimentado un imparable aumento de la población humana. Según Estulin, las élites pretenden mantener a la sociedad en la pobreza porque éste es un método absolutamente eficaz para conseguir detener la natalidad.

A mi juicio, sin embargo, la afirmación según la cual conseguir reducir la población utilizando la guerra como medio resulta más cara y menos eficaz que dinamitar la economía mundial, es sumamente problemática. Y ello por dos motivos.

En primer lugar ¿Por qué los países más pobres del planeta son también los que experimentan un mayor aumento de natalidad? ¿Por qué los estudios revelan que es el progreso y el confort material los que justamente reducen la natalidad? ¿Por qué es en la rica Europa donde menos niños precisamente nacen? ¿Por qué a partir de la segunda generación los llegados a Europa desde los prolíficos países del Oriente abandonan el deseo de tener muchos hijos, entre otras cosas porque las mujeres han podido incorporarse al mundo del trabajo? ¿Por qué el problema de las madres adolescentes en Europa se da, sobre todo, en las clases socialmente inferiores, en ésas en las que el nivel de educación alcanza cotas realmente bajas?

Si la guerra resulta tan costosa ¿por qué todos los países se están lanzando a la compra y renovación de su armamento? Si la guerra no es un buen método para controlar a la población con el miedo, la pobreza, la miseria y el odio ¿por qué hay tantas guerras? ¿Es que la guerra es lo único que se escapa al control de las élites negras y oscuras? 

Un mundo que vive en constante conflicto bélico y Estulín va y dice que a la élite la guerra no le resulta un modo de destrucción eficaz porque es muy caro para acto seguido afirmar que el problema de la élite no es el dinero sino los recursos. 
Es posible entonces interpretar que  la guerra consume los recursos y por tanto no es conveniente que exista la guerra. ¿Alguien puede entonces explicarme por qué hay tantas guerras si los controladores del Planeta Tierra, desde hace generaciones, según se dice,  no desean que existan las guerras porque no les producen beneficios económicos, puesto que ya no los necesitan, no disminuyen la población a los niveles que ellos desearían y además contribuyen a degradar los ya de por sí insuficientes recursos materiales?

¿Es que las élites controladoras no pueden controlar los instintos asesinos del hombre? ¿Es que lo único que pueden es controlar su estupidez? ¿Entonces para qué tanto lavado de cerebro? Si no puede parar algo que no es eficaz para sus objetivos, algo que es incluso contrapuesto a sus verdaderos intereses, ¿para qué, entonces, ese empeño en la manipulación de la sociedad?

La afirmación que sostiene que las élites prefieren el empobrecimiento de la sociedad a las guerras puesto que la pobreza resulta un modo de control de la demografía más eficaz que los conflictos bélicos es problemática, además, por un segundo motivo.

Aceptar dicha afirmación como válida nos obliga a admitir la consecuencia que de ella se deriva. Esto es: que al dinamitar la economía mundial, las élites más poderosas y oscuras del Planeta Tierra están también dinamitando su propia economía. No me negarán que esto sí que es una contradicción en todos sus términos: Si hay algo que moleste más a un millonario eso es perder un centavo.  Sencillamente le horroriza. "Hoy pierdo un centavo y manana millones", gimotea.

Prefiere regalarlo antes que perderlo. ¿De verdad es creíble el argumento de que las élites quieren destruir las estructuras económicas, sus estructuras, a fin de conseguir disminuir la población?
La pobreza introduce el fascismo, sí. Pero seamos sinceros, la corrupción afecta al fascismo tanto como a la democracia; y en lo que a la población respecta, lo cierto es que puede ser imbécil o inteligente tanto si vive en el fascismo como en la democracia.

La libertad se acaba en el momento en que un hombre ha de trabajar a destajo para ganarse la vida y eso es posible en ambos regímenes.

La única diferencia es que en la democracia un individuo puede hablar mal de los políticos y del sistema y en el fascismo, ello le conduce al paredón.

Permítanme que dude de que ésta menudencia pueda llegar a afectar a las élites poderosas y adineradas. Una población que vive en una democracia y permanece delante de la televisión, del ordenador, y en la discoteca o en el bar, cada vez que tiene tiempo, asistiendo a los grandes espectáculos de masas está igual de esclavizada que el ciudadano que no puede expresar libremente sus pensamientos porque están prohibidos.

 En un caso, en el del régimen democrático, el individuo puede pensar pero no lo hace porque está disfrutando del tiempo libre, y caso de que se decida a pensar es mejor que no exprese sus reflexiones en voz alta porque los otros no le harán caso, ocupados como están en disfrutar de su ocio y además incluso corre el peligro de que le consideren un plasta; con lo cual el ciudadano que ha pensado se siente sólo y regresa al mundo virtual en el que habita el resto para no volver a pensar.

En el régimen fascista, en cambio, el ciudadano piensa, entre otras cosas porque la duración de su tiempo libre, como todo lo que se refiere a la organización de su vida, está restringido y regulado y de este modo, aunque parezca una contradicción en sus términos, dispone de más tiempo para pensar;  sin embargo es mejor que guarde sus reflexiones para sí mismo, excepto en el caso de que sienta un profundo cansancio por la existencia, su existencia,  y si, pese a todo, se decide a comunicar abiertamente sus pensamientos o coincide con la directriz del partido y en ese caso le conceden el título de "gran intelectual" o no coincide con lo cual ha de aceptar las consecuencias de su insensato acto."Que conste que se lo dijimos", piensan sus allegados en silencido. Lo más probable es que se acostumbre a no pensar.

Como ustedes pueden observar, grandes diferencias, francamente, no hay. Quizás que las fiestas de Fuenteovejuna en democracia son más ruidosas que en el fascismo pero incluso en este punto habría mucho que discutir.

En cualquier caso sigo preguntándome cómo podría afectar al gobierno de los élites la implatación de uno u otro régimen.

Sarcasmos aparte hay un tercer problema: ¿es que la pobreza no obliga a acabar con cualquier recurso natural que se precie? ¿Es que la pobreza no obliga a talar árboles para vender la madera, quemar bosques para plantar patatas, y arrancar incluso las tuberías de los cuartos de baño para obtener un poco de pan? ¿Es que no hemos visto en que estado de desolación viven los campamentos de nómadas, que sólo dejan basura a su paso y que a veces incluso han de trasladarse porque las ratas no les dejan vivir? ¿Desde cuándo la pobreza es noble? Acaso la pobreza del sabio pero incluso ése ha de disponer de un pequeño cobijo y de una frugal comida si no quiere perecer o convertirse en hombre-lobo. Hay algo más: incluso en el caso de que los recursos naturales escaseen, las élites poderosas dispondrán del necesario dinero para pagarlos y de suficientes guardas de seguridad para defenderlos ¿Un ejemplo? En la capital de la India, en Nueva Delhi, el agua es un bien del que muchas personas carecen debido, entre otras cosas, a que los pozos acuíferos están agotados. Pues bien, camiones repletos de agua recorren la ciudad para llenar las cisternas de las viviendas de los adinerados ¿Puede alguien creer que los ricos del Planeta no harían algo parecido?

No. No entiendo a Estulin. Me faltan datos y conocimientos suficientes para poner en duda sus investigaciones. Pero sí puedo preguntarme por la validez de algunas de las deducciones que a partir de dichas investigaciones establece y el resultado ha sido este artículo.


La bruja ciega