Yo sé que en estos instantes debería mostrarme sumamente apenada porque mis
amigos y yo nos hemos separado nuevamente. Debería entonar una oda a ese tipo de amistad
que es capaz de subsistir pese a la distancia y todas esas cosas. Ayer hubiera
sido el día adecuado para hacerlo. Pero ayer la tristeza me impidió escribir
una sola línea y hoy he de intentar explicarme el asombro que el mundo me produce.
En Der Spiegel leo que en Alemania los “anti” piensan incluso en formar una
verja humana para contener a los refugiados. ¡Ya estamos en los mundos de
Tolkien y compañía! ¡Hombre contra hombre! ¡Héroe contra Ork!
¡Ánimo muchachos! ¡Tierra y Libertad! ¡Adelante las huestes! ¡Que se unan
los clanes, que se organicen las hordas y todos adelante! ¿Progreso? ¿Derechos
humanos?: ¡No hagáis caso! ¡Conspiraciones de las élites oscuras para debilitaros!
¡Ánimo los guerreros cubiertos de sangre, victoria y fuerza! ¡A entrenar al campo! Los herreros ¡a la
forja! Las más bellas e invencibles espadas han de salir de vuestros
talleres...
¡Ánimo caballeros y damas guerreras!
¡A demostrad al mundo que sóis
dignos herederos de las hordas germanas que se introdujeron en el imperio
romano y lograron destruirlo!
Un momento...
¿Qué vosotros nunca habéis emigrado ni al imperio romano ni a ningún otro lugar? ¿Qué siempre habéis sido los que sóis? ¿Que los originaros habitantes de Sachsen no fueron aniquilados bajo el ejército de Carlo Magno? ¿Qué Europa no es un conglomerado de razas? ¿Qué nunca os habéis movido de vuestro jardín? ¿Qué nunca habéis atravesado media Europa para llegar a esa Europa que ahora llamáis despectivamente “la Europa del Sur” en busca de comida y ropa? ¿Que los vándalos, suevos y alanos no llegaron desde el norte? ¿Qué nunca habéis atravesado el Atlántico antes, durante y después de las grandes guerras que asolaron el continente para intentar libraros de morir como ratas? ¿Qué al principio de la década del 2000 nunca abandonásteis vuestros pueblos y ciudades para ir a otras tierras en busca de trabajo, porque en Alemania las empresas quebraban y los despidos se sucedían?
¡Oh! Lo siento. Debo estar equivocada.
Ya saben....
En los últimos tiempos la narrativa ha cambiado y una no está puesta en las
nuevas leyendas.
Tendré que aprenderlas.
Pero hasta entonces, ¡ánimo muchachos, pelead cómo peleáis en las tabernas
del pueblo los fines de semana! Armaros no de espadas, que ya sabemos todos que
no están a la altura de los nuevos tiempos y corred a las metralletas, tanques
y similares y matad a todo el que encontréis a vuestro paso.
¡Viva la civilización!
¿A quién le sorprende que Huxley y Przybyszewski y Bulgakox celebren
en sus tumbas la agudeza de su inteligencia, capaz de trazar un certero análisis
de la sociedad humana, al tiempo que lloran justamente por lo mismo: por la
agudeza de su inteligencia que tan certero análisis de la sociedad ha trazado?
Dios mío...
Y pensar que durante años se nos ha intentado convencer que los medios de
comunicación habían hecho del mundo un mundo abierto y global, un mundo de
hombres libres e iguales... Se nos intentó convencer y nosotros quisimos
creerlo. Yo, nómada por nacimiento, destino y voluntad, quise creerlo. Un mundo
de caminantes y de aventureros, un mundo de libre pensadores, un mundo de
viajeros para construir un mundo en el que hay un lugar para todos y en el que
los grupos son abiertos y dinámicos dispuestos a levantar una sociedad en la que las necesidades materiales estuvieran cubiertas gracias a la ciencia y a la ley.
¿De qué me asombro? Hace ya tiempo que escribí que global era el mundo
sólo para el comercio, para las finanzas y para el turismo. Para los otros,
para los que iban en busca de trabajo, en busca de nuevos horizontes, el mundo
seguía siendo feudal, cuando no tribal.
El mundo siempre fue pequeño, afirma Carlos desde su soledad.
No seré yo quien a mi edad se lo discuta. Pero a ratos, como ahora, se empequeñece.
Carlos sigue trabajando.
Yo me voy a dar un paseo para animar al alma.
La bruja ciega
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