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Thursday, October 29, 2015

Conversaciones diurnas

El tímido sol del otoño tardío se cuela por la ventana. Carlos ha respondido finalmente a uno de los muchos mensajes que le he estado dejando estos días en el contestador. De todos nosotros, Carlos es el único que se mantiene imperturbable ante los acontecimientos. No. Él no comparte mis críticas a Verónica. “¿Qué ideales teníamos nosotros?”, pregunta desafiante. “Un trabajo, una casa, un coche, unas vacaciones y quizás, sólo quizás, un matrimonio con niños. Esos eran nuestros ideales. Ninguno se planteaba seriamente transformar la sociedad, sencillamente porque no veíamos la necesidad de hacerlo. Una clase media que puede acceder a lujos parecidos a los de los grandes señores es siempre una clase media contenta y satisfecha de sus logros. A lo más que aspirábamos era a cambiar los muebles de la habitación de sitio, siempre y cuando no molestara a nuestros padres: ésos que nos habían educado en la pedagogía antiautoritaria, la pedagogía de la tolerancia y de la libertad que fue también, hora es de que lo reconozcamos, la pedagogía de la indiferencia. Ellos estaban convencidos de que los niños crecían de forma natural y que sólo había que ocuparse de darles de comer y enviarlos al colegio para que todo funcionara sin mayores complicaciones. Imagínate cuando de repente tuvieron que enfrentarse al problema de la heroína, del hachís, del botellón y de la falta de trabajo de sus alevines. No se repusieron nunca. Prefirieron refugiarse en un sentimentalismo inútil, en un hedonismo vacío, en una eterna juventud que les siguiera proporcionando el poder de ser padres pero no la autoridad moral de ser abuelos. Quizás ese fuera el motivo de que nuestra generación, Isabel, haya sido una generación de eternos adolescentes, de mujeres y hombres que con cuarenta todavía seguían hablando de “mi chico” o “mi chica” para referirse a su novio, un término que había quedado anticuado por serio y formal. La nuestra fue una generación que se reía de aquéllos que decidían casarse y establecerse “a lo burgués" y determinamos que matrimonio ya no debía considerarse como la piedra en la que descansaba la fundación de una nueva familia sino que había de ser sinónimo de convivir y salir en pareja a divertirse. Con el tiempo, ni eso. Con el tiempo significó compartir gastos y que cada cual hiciera su vida. Que cada cual haga su vida cuando hay hijos de por medio es difícil. De ahí que muchos ni pensaran en tenerlos y a otros no les quedase más remedio que acudir al divorcio para poder recuperar su libertad. Es ahora, llegados a la mitad de nuestra existencia cuando nos hemos visto obligados a tomar las riendas de un mundo que amenaza insistentemente con hundirse en las tinieblas de la barbarie.
Créeme, Isabel, esos a los que tú llamas “sensatos y efectivos” tendrán que luchar, literalmente luchar, con todas sus fuerzas para que este mundo se mantenga a flote. ¿Fascismo dices? El fascismo no es el peor de los peligros. ¡La barbarie lo es! La mitad del Planeta no puede leer y la otra mitad, que sí puede, no tiene ningún interés en hacerlo. Los nuevos líderes de la neo izquierda hablan como los curas de antaño y pronuncian discursos confeccionados a base de palabras huecas y vacías. Dicen una cosa y hacen otra. Y ni siquiera están seguros de lo que dicen, así que hoy dicen una cosa y mañana otra completamente distinta amparados en algo llamado realismo político que únicamente significa que al político los principios no le atan. Al político le atan las circunstancias y puesto que éstas cambian con inusitada rapidez, él, rápidamente puede y debe cambiar sus principios, sus ideas, sus hechos, sus actos. Y este comportamiento que justifica el político lo justifica también el hombre masa Fuenteovejuna e incluso el intelectual. Un mundo postmoderno y nihilista a la baja. Al parecer la muerte de Dios no nos condena a ser nuestros propios guardiantes: nos determina a matar a la moral. ¿Fascismo, dices? ¿Qué fascismo? ¿El regreso a la Iglesia? ¿Qué Iglesia? ¿Una Iglesia que reclama para sí el honor de haber sido, antes que Marx, la que estableciera los principios sociales? ¿Una Iglesia que habla así en catedrales de mármol y oro? ¿Te acuerdas de lo que dijo Carlota cuando entramos en aquélla iglesia barroca? - “Después de esto, la Iglesia no puede decir que lo material no es importante”. Carlota, siempre perfecta, comprimió en una frase cientos y miles de tratados.
¿Fascismo global, dices? ¿Qué pasará cuando se desplomen la Banca árabe, las inversiones chinas, las finanzas americanas? Vamos, Isabel, lo sabes tú como lo sé yo: todos ellos tienen los pies de barro. Es cuestión de tiempo que se terminen desmoronando y entonces ¿qué? ¿Has leído hoy “Der Spiegel”? Parece una broma. Primer titular: en los últimos veinticuatro años nunca el número de desempleados en Alemania fue tan bajo como ahora. Dos titulares después: el Deutsche Bank ha despedido a nueve mil trabajadores. ¡Nueve mil! En los periódicos españoles la cifra llega a los quince mil, casi el doble. 
¿Fascismo individualista, dices? Como elucubración no está mal, pero una de dos: o te refieres al fascismo que uno ejercerce sobre sí mismo y eso se llama “puritanismo” “ascetismo” o como mejor prefieres, o te refieres al fascismo individual que un individuo ejerce sobre otros en cuyo caso estamos ante un aprendiz de dictador o en una sociedad a lo Hobbes. Si es a esto último a lo que te refieres, te doy toda la razón: ahí estamos. 
¿Fascismo, dices? ¿Qué fascismo? Muchos temen el fascismo musulmán dentro de Europa. Otros el fascismo neo nazi. Otros el fascismo económico de las clases de Poder. El fascismo, de repente, tiene apellidos y los fascistas, clanes.
Mi consejo: deja de buscar nombres a lo que viene. Lo que se aproxima es guerra, destrucción, muerte y miseria. Lo que se aproxima es la barbarie. La barbarie, Isabel. La pura y simple barbarie. Hace tiempo que te lo aconsejé: que no leyeras los periódicos. Ni siquiera ellos están realmente enterados de la verdadera situación hasta que esta explota ante sus propios ojos. Muchos se ven obligados a callar por el deber de silencio y otros para no perder sus trabajos. Los periódicos que se llaman a sí mismos “independientes” y “anti mainstream”, son tan tendenciosos como los otros. Lo último que escuché decir a uno de ellos es que era necesario reintroducir el oro. ¡Reintroducir el oro! Es lo más absurdo que he escuchado jamás en mi vida. Siglos, milenios utilizando el oro y la sociedad evolucionó a duras penas. Hubo que introducir la plata, el cobre y hasta el latón; Voltaire envidiaba a los ingleses, que habían introducido el papel moneda. Y ahora, en el siglo XXI, unos cuantos, por el simple placer de desestabilizar una economía ya de por sí moribunda, pretenden reintroducir el oro. Si lo consiguen la barbarie se asentará hasta el día del juicio final. Será una barbarie política, intelectual, social y económica, porque el fascismo, sea cual sea su apellido, es siempre sinónimo de barbarie.¿Puedes imaginarte de las proporciones de las que te estoy hablando? Y cuando reina la barbarie, la raza –en efecto-no será el único problema. Lograr la mera supervivencia ya será bastante porque cualquier nimiedad puede ser un argumento para morir. Pero además, hay algo de lo que todavía no has hablado. Algo que no has vuelto a nombrar.”

“Y eso es...”, me atrevo a interrumpir.

“El ébola, Isabel, el Ébola. Sabes lo mucho que me ha preocupado esta enfermedad desde el principio de los tiempos. No es una enfermedad normal. Los virus mutan. Son prácticamente indestructibles. Las grandes discusiones que existen acerca de las vacunas vienen originadas por las vacunas contra las enfermedades virales. Ésas son las vacunas complicadas justamente por la fortaleza del enemigo a batir. Las empresas han presionado tanto a los científicos que éstos han terminado por convertirse en charlatanes. Se veía venir. Nietzsche lo vió. Lo vió y clamó en el desierto. Ahora tenemos el problema encima. Una vacuna eficiente contra un virus como el Ébola no es asunto fácil. Combatir una epidemia como la del último año en África, con sus características, es una proeza comparable a la de llegar a la Luna. Cuando escuché que la pesadilla había acabado, casi no me lo podía creer. Hubiera levantado un monumento a todos aquéllos médicos, enfermeras, misioneros y voluntarios que colaboraron en hacer posible el milagro. Pero ahora, mal que nos pese, la verdad sale a la luz. Poco a poco, de puntillas, intentando no ser vista, pero sale. Los que se han recuperado siguen teniendo el virus dentro de sí, los dolores que sufren son insoportables; que a continuación alguien hable de depresión suena casi cínico ¡Son los dolores, los terribles dolores, los que sumen al alma en la noche! Y lo último: casos aislados en Europa de los que no se ha vuelto a hablar. Nada de cámaras, nada de largos artículos. Un par de líneas, a lo sumo para justificar que se ha dado la noticia. No hay tiempo para el pánico. No hay tiempo ni ganas. 
Me gustaría equivocarme en todo lo que te he dicho, Isabel. Una cosa es cierta: nuestra generación no será capaz de luchar contra la corriente. Reza para que sean las Verónicas de este mundo quienes lo consigan.

Carlos ha colgado. Tenía que volver al trabajo. No sé cuándo volveremos a hablar. Su tendencia a la introversión se ha agudizado en los últimos tiempos en movimiento paralelo al cansancio de Carlota. Sólo Jorge, el tranquilo Jorge, Jorge el jurista, parece mirar a la lejanía y ver un punto de luz que se irá agrandando, afirma,  conforme nos acerquemos. Jorge ve el mundo global, plural y en marcha hacia adelante. “Deformación profesional", aclara riéndose cuando le llamo y le refiero mi conversación con Carlos, su mejor amigo. "Carlos es médico. Sus únicos interlocutores son hombres y mujeres enfermos que le cuentan no sólo sus pesares médicos sino también los anímicos. Como individuo, Carlos no puede hacer nada excepto preocuparse por ellos, establecer el diagnóstico verdadero y recetarles las medicinas que correspondan, a la espera de que sanen sin provocarles demasiados efectos secundarios. En cambio yo me enfrento diariamente a la miseria moral de este mundo. De mí depende que unos cuantos envidiosos y ambiciosos tengan éxito en sus pretensiones. A veces siento un placer inmenso al perder procesos por defecto de forma, pero en general es un lujo que no me puedo permitir: mis ingresos me llaman, ya sabes. En la jurisprudencia la fuerza individual, el conocimiento individual, lo es todo. El mejor abogado es el que mejor conoce el sistema, el que mejor lo domina y el que sabe sacar partido incluso de los errores. Puedes imaginarte, Isabel, que el derrotismo nunca puede estar presente en mi biblioteca privada. Yo confío en mí, como individuo y como jurista. ¿Qué el sistema tiene fallos? Claro, como todo en esta vida. Así que me encargo de saber dónde están para poder superarlos  e incluso, si es necesario, utilizarlos en mi favor. El médico es un hombre que lucha contra la enfermedad y la muerte. El jurista es un hombre que juega con la necedad para beneficiarse de ella, da igual dónde la necedad esté. Descansa, Isabel. El mundo sobrevivirá contigo o sin tí, con tus artículos o sin ellos. Sin mí, en cambio, el mundo será más complicado y desordenado. Una mente jurídica tan brillante como la mía es insustituible."

A veces, el tranquilo Jorge es capaz de golpear el alma fuerte, tranquila y certeramente.

La bruja ciega


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