En Alemania los periódicos se preguntan en qué modo y medida los refugiados
que están llegando al país van a cambiar los hábitos de vida acostumbrados.
Plantear dicha cuestión les parece a muchos no sólo interesante en tanto en cuanto que
elucubración pública sino de suma importancia.
A mí, francamente, no. Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial y se inició la reconstrucción, no han cesado de llegar a Alemania diversos grupos de emigrantes y refugiados constituidos por mano de obra barata, por obreros especializados y por intelectuales sedientos de conocimiento. Los italianos, griegos y españoles fueron posiblemente los primeros en llegar; a éstos se sumaron los turcos y más adelante, allá por finales de los ochenta, los kurdos, los iraquíes, los yugoslavos, los rusos y a últimos de la década de los noventa, los polacos y los búlgaros a los que se han agregado la nueva generación de españoles, italianos y griegos académicos que no encuentran una perspectiva laboral en su país de origen.
A mí, francamente, no. Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial y se inició la reconstrucción, no han cesado de llegar a Alemania diversos grupos de emigrantes y refugiados constituidos por mano de obra barata, por obreros especializados y por intelectuales sedientos de conocimiento. Los italianos, griegos y españoles fueron posiblemente los primeros en llegar; a éstos se sumaron los turcos y más adelante, allá por finales de los ochenta, los kurdos, los iraquíes, los yugoslavos, los rusos y a últimos de la década de los noventa, los polacos y los búlgaros a los que se han agregado la nueva generación de españoles, italianos y griegos académicos que no encuentran una perspectiva laboral en su país de origen.
Que Alemania, una nación en la que a diario se desarrolla la existencia de
85 millones de personas y a la que acoge desde los años 60 a personas procedentes de otras regiones del globo, se pregunte hasta qué punto un millón de nuevos refugiados va a alterar sus costumbres, me parece,
cuando menos, sorprendente.
Otra a mi juicio tendría que ser la cuestión a debatir: la de cómo va a afectar a las vidas de dichos refugiados su incorporación al continente europeo; un continente en el que la capacidad de acción de la sociedad se mantiene dentro de un sistema hegeliano-industrial que se hace más rígido a medida que sus cimientos se tambalean con más fuerza. Cómo van a poderse integrar los recién llegados y en qué medida van a tener que cambiar las que hasta ahora han sido sus estructuras psico-sociales.
Refugiados: ni de aquí ni de allá, perdidos en un mundo y sumidos en la aventura de encontrar un lugar en el que poder construir una existencia, aunque ello no vaya mucho más allá de encontrar una morada, comida y vestido, justo cuando el mundo parece estar desmoronándose a su alrededor.
Otra a mi juicio tendría que ser la cuestión a debatir: la de cómo va a afectar a las vidas de dichos refugiados su incorporación al continente europeo; un continente en el que la capacidad de acción de la sociedad se mantiene dentro de un sistema hegeliano-industrial que se hace más rígido a medida que sus cimientos se tambalean con más fuerza. Cómo van a poderse integrar los recién llegados y en qué medida van a tener que cambiar las que hasta ahora han sido sus estructuras psico-sociales.
Refugiados: ni de aquí ni de allá, perdidos en un mundo y sumidos en la aventura de encontrar un lugar en el que poder construir una existencia, aunque ello no vaya mucho más allá de encontrar una morada, comida y vestido, justo cuando el mundo parece estar desmoronándose a su alrededor.
Me molesta que el tema sea banalizado por los periodistas-escritores
que se aprovechan de la inseguridad y de los miedos de los ciudadanos y
publican libros que generarán enormes beneficios de venta al vender a esos
ciudadanos medrosos nuevos alimentos con los que éstos engordarán sus temores y aquéllos sus cuentas bancarias. Rentables ediciones que pasarán a
la historia como meros panfletos pseudo-ideológicos.
En América, Fuenteovejuna entretiene las frías noches del invierno y las calientes del verano con historias de extraterrestres, meteoritos y apocalipsis religiosos.
En Europa, las noches son amenizadas con historias para no dormir acerca de refugiados totalitarios y hombres guerreros ocultos que conquistarán y aniquilarán el continente en un par de meses.
En América, Fuenteovejuna entretiene las frías noches del invierno y las calientes del verano con historias de extraterrestres, meteoritos y apocalipsis religiosos.
En Europa, las noches son amenizadas con historias para no dormir acerca de refugiados totalitarios y hombres guerreros ocultos que conquistarán y aniquilarán el continente en un par de meses.
Los americanos gritan ahora lo que los europeos gritaban hace mil años: "¡Pecadores!, ¡arrepentíos!, ¡el fin del mundo está muy cerca!"
Entretanto, los europeos después de haberse repuesto por la pérdida de Dios suspiran ahora por sus modos de vida perdidos.
Entretanto, los europeos después de haberse repuesto por la pérdida de Dios suspiran ahora por sus modos de vida perdidos.
Yo, en cambio, lloro por la falta de amor, cariño y respeto que los europeos han demostrado por todas y cada una de las leyes por las que otrora lucharon. Yo lloro por la desaparición de los
francmasones, que murieron en el instante en que se dejaron seducir por esa
terrible noción del Todo en el Uno y el Uno en el Todo; mi alma llora porque a la necesaria muerte de las viejas tradiciones no le ha seguido el nacimiento de una nueva sociedad imbuida de la fuerza moral. Que aquéllas viejas tradiciones desaparecieran era cosa imprescindible, igual que lo es nuestra
propia muerte una vez alcanzado el umbral de la vejez, porque el mundo precisa de la renovación de la vida, de savia
nueva y fuerte. Pero ha sucedido que la nueva sociedad se ha dejado seducir por la cultura del ocio, que en la mayor parte de los casos, no es sino la cultura de la holgazanería; la nueva sociedad se ha dejado seducir por la cultura de la decadencia igual que se dejan hechizar muchacho de veinte años por esos sempiternos jóvenes, que parecen rebosar energía aunque en realidad se trata únicamente de viejos llenos de achaques, que el botox, los adelantos médicos y su propias dotes para la simulación, logran ocultar el mayor
tiempo posible a fin de demostrar a los jóvenes que ser un viejo ocioso y
aventurero es lo mejor que puede hacerse en este mundo y que eso de trabajar es
cosa de esclavos, mulos y tontos y que ser joven y fuerte es una auténtica lata
porque tienes que encontrar un modo de ganarte la vida, luchar por criar a los
hijos, procurarles una buena formación.
Sí, en este momento, conozco a muchos jóvenes que sueñan con llegar a la edad de la jubilación para empezar a vivir cómo viven ahora sus progenitores.
Lástima que el sistema de pensiones corra el peligro de haber desaparecido para aquel entonces.
Sí, en este momento, conozco a muchos jóvenes que sueñan con llegar a la edad de la jubilación para empezar a vivir cómo viven ahora sus progenitores.
Lástima que el sistema de pensiones corra el peligro de haber desaparecido para aquel entonces.
Pero hasta que eso ocurra, es preferible engañarse y afirmar que no son las circunstancias las que han cambiado y cambian; que no es el transcurso
natural de la vida el que introduce modificaciones; que no son los rápidos, casi
vertiginosos adelantos de la ciencia y de la técnica, los que han transformado a la
sociedad; que lo que dinamita los cimientos de la sociedad no es la carencia de valores que puedan sustituir a la muerte de Dios y que permitan, individualmente en un mundo plural, construir un mundo verdadero y
honesto.
No. Es mejor negar la evidencia. Negar que son los propios ciudadanos los que cambian su sociedad.
A veces porque la putrefacción de antiguas costumbres y valores corrompidas genera olores insoportables y se hace necesario no sólo deshacerse de ellos sino incluso abrir las ventanas e invitar a que la brisa fresca del exterior libere la estancia de la pestilencia con que ha quedado impregnada.
En ocasiones porque los antiguos modelos de vida se han quedado obsoletos y resultan adornos tan inservibles como pesados a la vista. Y en general porque las nuevas circunstancias generan y hasta imponen la adaptación de nuevos comportamientos.
Aceptemos que las sociedades se transforman desde su interior, no influidas únicamente por lo externo; si acaso, en interrelación con él.
Aceptemos que esta transformación no es siempre para peor, ni siempre para mejor. En cualquier cesto de manzanas las hay que brillan radiantes y otras que antes de ser recolectadas ya presentaban señales de descomposición.
Aceptemos que somos nosotros los que tomamos nuestras decisiones. Unas veces certeramente, otras no tanto y de vez en cuando de forma totalmente equivocada. Somos nosotros los que con nuestras elecciones nos modificamos a nosotros mismos y también a nuestra sociedad.
Es la juventud oriunda del país, que decide no casarse sino convivir la que modifica la sociedad; son las mujeres del continente, que han exigido el derecho a voto, el derecho al trabajo y el derecho a tener un hijo sin padre, quienes reestructuran los esquemas sociales; son los hombres, que renuncian a la carrera profesional para quedarse en casa cuidando a sus hijos, quienes introducen cambios en los roles familiares tradicionales; son los trabajadores, que eligen realizar su cometido laboral desde su hogar en lugar de acudir a la oficina de la empresa quienes fuerzan a replantear las relaciones profesionales; son todos los que juntos y unidos se oponen al armamento, a la energía nuclear y luchan por un mundo sin ruidos y sin pesticidas quienes obligan a los políticos a variar sus programas electorales. Son ellos los que han cambiado, transformado y hasta mutado a la sociedad; ellos quienes con su esfuerzo e incluso sus dudas y hasta sus contradicciones e internos desgarramientos quienes han acabado con tradiciones obsoletas y desfasadas que no servían para nada y han introducido los cambios necesarios que el tiempo demandaba.
A veces porque la putrefacción de antiguas costumbres y valores corrompidas genera olores insoportables y se hace necesario no sólo deshacerse de ellos sino incluso abrir las ventanas e invitar a que la brisa fresca del exterior libere la estancia de la pestilencia con que ha quedado impregnada.
En ocasiones porque los antiguos modelos de vida se han quedado obsoletos y resultan adornos tan inservibles como pesados a la vista. Y en general porque las nuevas circunstancias generan y hasta imponen la adaptación de nuevos comportamientos.
Aceptemos que las sociedades se transforman desde su interior, no influidas únicamente por lo externo; si acaso, en interrelación con él.
Aceptemos que esta transformación no es siempre para peor, ni siempre para mejor. En cualquier cesto de manzanas las hay que brillan radiantes y otras que antes de ser recolectadas ya presentaban señales de descomposición.
Aceptemos que somos nosotros los que tomamos nuestras decisiones. Unas veces certeramente, otras no tanto y de vez en cuando de forma totalmente equivocada. Somos nosotros los que con nuestras elecciones nos modificamos a nosotros mismos y también a nuestra sociedad.
Es la juventud oriunda del país, que decide no casarse sino convivir la que modifica la sociedad; son las mujeres del continente, que han exigido el derecho a voto, el derecho al trabajo y el derecho a tener un hijo sin padre, quienes reestructuran los esquemas sociales; son los hombres, que renuncian a la carrera profesional para quedarse en casa cuidando a sus hijos, quienes introducen cambios en los roles familiares tradicionales; son los trabajadores, que eligen realizar su cometido laboral desde su hogar en lugar de acudir a la oficina de la empresa quienes fuerzan a replantear las relaciones profesionales; son todos los que juntos y unidos se oponen al armamento, a la energía nuclear y luchan por un mundo sin ruidos y sin pesticidas quienes obligan a los políticos a variar sus programas electorales. Son ellos los que han cambiado, transformado y hasta mutado a la sociedad; ellos quienes con su esfuerzo e incluso sus dudas y hasta sus contradicciones e internos desgarramientos quienes han acabado con tradiciones obsoletas y desfasadas que no servían para nada y han introducido los cambios necesarios que el tiempo demandaba.
A algunos les resulta imposible admitir que la sociedad, las tradiciones las mantienen o las derrumban los propios ciudadanos. Antes que echar la culpa al polvo, a las polillas, al paso del tiempo que ha obligado a tapizar nuevamente el sillón, prefieren jurar y perjurar que son los recién llegados los que han estropeado ese maravilloso sillón que, milagro de milagros, se había conservado impoluto hasta que ellos llegaron. Es preferible afirmar sin más que a la sociedad la cambian, la transforman (en donde "transformación" y "cambio" significan "corrupción), los refugiados. Hoy son los refugiados, ayer fueron los herejes.
Y el discurso se repite y se prolonga hasta que el auditorio comienza a pensar que tal vez sea posible. El unitono, el unísono, hipnotiza.
(Om...Om... Om.. Punto, punto, com...) (Perdonen el chiste, no he podido evitarlo. Ya conocen ustedes mi sentido del humor)
Los refugiados, dicen estos neo-profetas de la postmodernidad, neo-profetas que hablan como ilustrados pero defienden la identidad de los oscuros tradicionalistas y he aquí el lío, (he aquí que la posverdad y el término "fake news" dejan de tener sentido porque un lío no es ni verdad ni mentira sino verdad y mentira y por tanto nada y todo y por tanto una realidad virtual, o sea, una contradicción en sí misma). obligarán a las mujeres a regresar a los fogones, las convertirán en putas o santas pero siempre sumisas y esclavas, los hombres volverán a los cuarteles y al pelo en el pecho, y la energía nuclear será incentivada mientras que los investigadores y los eruditos volverán a ocupar la posición que tradicionalmente les corresponde; esto es: las mazmorras o peor aún: la hoguera. Y todo ello claro, sostenido por una determinada religión. ¡Los refugiados culpables de la decadencia de la Ilustración en Europa!
(Om...Om... Om.. Punto, punto, com...) (Perdonen el chiste, no he podido evitarlo. Ya conocen ustedes mi sentido del humor)
Los refugiados, dicen estos neo-profetas de la postmodernidad, neo-profetas que hablan como ilustrados pero defienden la identidad de los oscuros tradicionalistas y he aquí el lío, (he aquí que la posverdad y el término "fake news" dejan de tener sentido porque un lío no es ni verdad ni mentira sino verdad y mentira y por tanto nada y todo y por tanto una realidad virtual, o sea, una contradicción en sí misma). obligarán a las mujeres a regresar a los fogones, las convertirán en putas o santas pero siempre sumisas y esclavas, los hombres volverán a los cuarteles y al pelo en el pecho, y la energía nuclear será incentivada mientras que los investigadores y los eruditos volverán a ocupar la posición que tradicionalmente les corresponde; esto es: las mazmorras o peor aún: la hoguera. Y todo ello claro, sostenido por una determinada religión.
Y es la ira la que me hace alzarme en pie y preguntar a todos estos guardianes de las virtudes de Occidente: ¿Tan débiles somos que no podemos defender nuestros modos de vida? ¿modos
de vida que hemos elegido nosotros mismos y por los que lucharon largo tiempo las generaciones que nos preceden? ¿Tan necios somos que asumimos sin más los comportamientos de los que
llegan?
¿No será más bien que hay muchas corrientes dentro de nuestras fronteras, corrientes europeas y bien europeas, puritanas, tradicionalistas a ultranza, Santiago y cierra Espana, Carlo Magno y cierra Europa, que están ellas mismas a favor de ese tipo de vida: mujeres a la cocina, hombres al trabajo, pero que no se atreven a decirlo en voz alta y prefieren que sean otros los que tomen la iniciativa?
¿No será que hay muchos interesados por una y otra parte, amén de la del medio, que están deseando echar leña al fuego y empezar una guerra por una cultura laica que ellos ni desean ni respetan y una religión cristiana que ni siquiera profesan porque lo único que desean es ejercer el Poder, su Poder y para ello utilizan y mezclan los argumentos laicos con los cristianos, el temor por la libertad de la sociedad y al mismo tiempo el deseo de que el Orden se re-implante?¿Qué Orden?¿El Eterno e Inmutable?
¿No será más bien que hay muchas corrientes dentro de nuestras fronteras, corrientes europeas y bien europeas, puritanas, tradicionalistas a ultranza, Santiago y cierra Espana, Carlo Magno y cierra Europa, que están ellas mismas a favor de ese tipo de vida: mujeres a la cocina, hombres al trabajo, pero que no se atreven a decirlo en voz alta y prefieren que sean otros los que tomen la iniciativa?
¿No será que hay muchos interesados por una y otra parte, amén de la del medio, que están deseando echar leña al fuego y empezar una guerra por una cultura laica que ellos ni desean ni respetan y una religión cristiana que ni siquiera profesan porque lo único que desean es ejercer el Poder, su Poder y para ello utilizan y mezclan los argumentos laicos con los cristianos, el temor por la libertad de la sociedad y al mismo tiempo el deseo de que el Orden se re-implante?¿Qué Orden?¿El Eterno e Inmutable?
¿Tan débiles son nuestras creencias que hemos perdido la fe en nuestros
principios, en nuestras leyes, en nuestras convicciones y tememos que diecinueve
millones de musulmanes, que es el número de musulmanes que habitan en una Unión Europea en la que conviven unos quinientos millones de personas, hagan desaparecer los hábitos de vida y los principios fundamentales que rigen a Occidente?
Francamente, no entiendo nada. Absolutamente nada.
Francamente, no entiendo nada. Absolutamente nada.
El número de musulmanes asciende pero en una proporción mucho menor del descenso que experimenta el número de cristianos que practican su religión.
Lo digo y lo repito: no una religión, no un millón de refugiados, serán los que cambien el panorama europeo. Serán los propios europeos los que con su propia estupidez lo harán y aprovecharán la llegada de los otros para culparles de todas sus desgracias.
¿A quién se debe el descenso en el nivel cultural? ¿A quién hay que atribuir la generalizada falta de interés por las humanidades porque “no sirven para nada”? ¿Quién es el responsable de la cultura hedonista-narcisista-consumista-autocomplaciente en la que vivimos sumidos? ¿Quién es el culpable de esa obsesión por los video juegos, que ha determinado que dicho mercado se haya convertido en uno de los más importantes y poderosos? ¿A quién debemos atribuir la crisis económica que padecemos y que ha sido causada por una avaricia a escala planetaria con una virulencia pocas veces antes conocida?
Lo digo y lo repito: no una religión, no un millón de refugiados, serán los que cambien el panorama europeo. Serán los propios europeos los que con su propia estupidez lo harán y aprovecharán la llegada de los otros para culparles de todas sus desgracias.
¿A quién se debe el descenso en el nivel cultural? ¿A quién hay que atribuir la generalizada falta de interés por las humanidades porque “no sirven para nada”? ¿Quién es el responsable de la cultura hedonista-narcisista-consumista-autocomplaciente en la que vivimos sumidos? ¿Quién es el culpable de esa obsesión por los video juegos, que ha determinado que dicho mercado se haya convertido en uno de los más importantes y poderosos? ¿A quién debemos atribuir la crisis económica que padecemos y que ha sido causada por una avaricia a escala planetaria con una virulencia pocas veces antes conocida?
¿De verdad que todos nuestros pecados y todas nuestras desgracias, de
verdad que todas nuestras miserias se deben a esos diecinueve millones de
musulmanes y a ese millón de refugiados?
Lo reconozco: a veces la solidaridad no es ni positiva ni conveniente.
A veces la supervivencia exige un egoísmo atroz.
Por eso mismo creo que deberíamos ser sensatos y antes que preocuparnos por
la paja en el ojo ajeno deberíamos empezar a angustiarnos por la viga en el
nuestro.
Es hora de reflexionar por nuestros principios, por su validez y por
nuestras convicciones.
Es hora de cruzar la línea de sombra.
Y ello, no cabe duda, requiere de toda nuestra fe individual, activa y viva.
De todo nuestro juicio crítico basado en el conocimiento y no en la simple opinión elevada al podio de la victoria con la excusa de que "ésa es mi opinión. Y mi opinión es ley"
De todo nuestro sentido común basado en el saber librepensante y sincero y no en los prejuicios o en argumentos pseudo-racionales que enturbian la realidad porque únicamente pretenden elevar al rango de axioma a sus apreciaciones individuales y arbitrarias.
De todo nuestro juicio crítico basado en el conocimiento y no en la simple opinión elevada al podio de la victoria con la excusa de que "ésa es mi opinión. Y mi opinión es ley"
De todo nuestro sentido común basado en el saber librepensante y sincero y no en los prejuicios o en argumentos pseudo-racionales que enturbian la realidad porque únicamente pretenden elevar al rango de axioma a sus apreciaciones individuales y arbitrarias.
De toda nuestra fe y de toda nuestra fuerza.
Sea la que sea dicha fe y repose donde repose esa fuerza.
La bruja ciega.
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