No sé si algunos twitteros/as han encontrado mi blog o simplemente se trata
de un virus/spam. En cualquier caso, tengo un par de entradas más de las
acostumbradas sin que, nuevamente, pueda saber qué blogs han leído los
visitantes. No es que me altere el sueño. Se trata de pura y simple curiosidad.
Al autor le intriga saber cuál es el artículo que más llama la atención de los
lectores en una época en la que lo único que se lee son los titulares y en
diagonal, de modo y manera que es muy probable que al final el lector entienda
lo contrario de lo que el autor ha escrito o que se limite a afirmar sus
propios pensamientos, caso de que le pregunten por el contenido de lo leído. ¿Para
qué entonces escribir? Para pensar ¿Para
qué publicar? Supongo que ahorrarles a los hackeadores un poco de trabajo nunca
viene mal. ¿Para qué pensar? Esa, esa es la gran pregunta. ¿Sirve de algo
pensar? ¿Cambia el mundo? Tengo la impresión de que una gran parte del mundo ha
decidido no pensar para no sentir; para de este modo tener la libertad de dedicarse
únicamente a sentir, sin la pesada carga del pensar, del razonar. Eso es lo que
yo misma me dije hace muchos años. “Es mejor no pensar”, fue lo último que
pensé. En aquel momento yo además de joven era sumamente inmadura y me
encontraba en una situación emocional especialmente crítica. La solución que
adopté fue la de actuar sin pensar, convertir
mi existencia en un puro movimiento sin ningún tipo de reflexión.
Huelga decir que el experimento, por llamarlo de alguna manera, resultó ser
un auténtico desastre. El “no pensar” no solamente convirtió la actuación en
inútil por carecer de finalidad, sentido y espíritu; también me debilitó total
y absolutamente como persona. No sé lo que hubiera sido de mi de no haber
encontrado a Carlota, a Jorge y a Carlos. Ellos, tan críticos con el resto de
sus congéneros, cada cual a su modo y manera, y tan obsesionados con sus
obsesiones, cada cual según su carácter, me proporcionaron una nueva visión de
los hechos reales. En efecto, tal vez el pensar en individual le sea
indiferente al mundo, tal vez no lo cambie y es muy posible que ni siquiera lo
mejore, pero desde luego es lo único que convierte a un ser humano en ser en el
mundo al modo de un detective que busca incansable que las piezas encajen
cuando ya todos creen que las piezas han encajado. El hombre que piensa no
descansa hasta ser feliz con los resultados obtenidos, hasta haber comprobado
que su intuición no le ha traicionado o, al contrario, que sí lo ha hecho. El
hombre que piensa es en parte detective, en parte científico, en parte místico.
Le prometí a Carlota que publicaría pero hasta cierto punto accedí a sus deseos
porque escribo y escribo porque pienso.
¿Cambiar el mundo? Eso es cosa del mundo.
Mis pensamientos me llevan a escribir y el escribir a publicar en el océano
de blogs actual. Sin embargo, hay personas que prefieren pensar y actuar y otras
cuyo máximo deseo es pensar y conseguir que sean otros los que establezcan las
ideas que ellos han pensando, en el mundo real. Los primeros se llaman
visionarios, hombres de acción, transformadores del mundo (para bien o para
mal, nunca se sabe). A los segundos se les denomina “ideólogos”.
Los primeros suelen dedicar sus esfuerzos o a las actividades técnico-científicas,
o a las actividades artísticas, o a las actividades cívico-políticas. El
segundo tipo, los ideólogos, o bien son consejeros, o arengan a las masas desde
las tribunas universitarias, religiosas, televisivas, o bien escriben y
expanden sus redes de promulgación de las ideas hasta que llegan a ser
opiniones generalizadas entre la población.
Pero ambos tienen un elemento en común. Ambos grupos dicen: “¡No pienses!. ¡Compra
mi producto!”
El problema: que ese producto sólo puede ser adquirido, en efecto, cuando
no se piensa. Porque en el momento en que uno se sienta a pensar muy
probablemente se pregunte para qué diantres necesita él un handy con tantas
aplicaciones, una televisión con tantos canales con programas de parecido diseño
y contenido, unas gafas-handy-ordenador-videojuegos, un ordenador que compone
música sin que ni siquiera sea necesario saber música para componer. A mí, a
qué negarlo, lo que realmente me vendría bien sería la invención de una casa
autolimpiable con sólo apretar un botón, de una lavadora de la cual saliera la
ropa seca y planchada, con simplemente apretar otro botón y así sucesivamente.
Seguramente otros lo que desean es aprender una biblioteca entera con sólo
apretar un botón previamente incorporado en su brazo, izquierdo o derecho lo
decide el gusto de cada cual, y por eso, seguramente, hay muchos que no
tendrían ningún escrúpulo en convertirse en bio-robots, o algo por el estilo.
En cuanto a los ideólogos, huelga decir que todos ellos han de ser unos
individuos sumamente carismáticos si quieren conseguir vender unas ideas, que
son las suyas, a los otros, para los cuales esas ideas son ajenas, a fin de cambiar
el mundo tanto propio como el del vecino, y establecerlo según su modelo, que
no es el modelo del otro pero que con un poco de suerte, de manipulación
psicológica y de estrategia comercial, llega a ser el modelo del otro y del
vecino del otro.
Se impone el pensar. Pero en vez de pensar y de reflexionar, es preferible
maquinar. El pensar y el reflexionar exigen una base, unas piezas y una
dirección cuyo final uno nunca puede predecir de antemano porque en ese caso
serían prejuicios y eso ya no sería un pensar sino un sentenciar sin haber
escuchado ni a los testigos, ni al reo, ni a la defensa, ni tan siquiera al
fiscal. Si el pensar no es un prejuicio tampoco es una maquinación. La
maquinación, al contrario que el prejuicio no es una sentencia arbitraria, es
la intención premeditada de conseguir un determinado fin. La maquinación no es
libre sino que está sujeta a la consecución del objetivo y por eso, los medios
que hayan de ser empleados para lograrlo importan poco o nada.
Pero como para comprar lo mejor es no pensar, ambos grupos activan el “no
pensar”. Ambos grupos se hacen de oro atacándose los unos a los otros. Al fin y
al cabo como los clientes no piensan, terminan comprando, a los uno, la técnica
y a los otros, la ideología. Si además los productos llegan envueltos en un
paquete místico-histórico-esotérico, ya ni les cuento.
Ustedes, claro, ya saben a qué y quiénes me refieron. Para qué, pues,
nombrar a nadie...
Yo, mientras tanto, pienso en Carlota, en su espíritu dormido y en la
operación que le espera el Viernes. Quién sabe, quizás entonces, al vencer la
ciencia al terrible basilisco que la consume, logre despertar.
Y pienso en Rusia, una Rusia que no se sabe si juega con o contra Turquía.
Porque a veces ni los amigos son tan amigos ni los enemigos tan enemigos como
parece, sobre todo cuando lo que se busca es hacer aliados de aquí, de allá,
del norte y del sur.
Y pienso, a qué negarlo, en el caballo de Troya y me pregunto, en estos
tiempos de la Nueva Izquierda, de la Nueva Derecha, de la Nueva Historia, de la
Nueva Era, dónde se encuentra la Nueva Troya.
Será cuestión de pensarlo detenidamente...
La bruja ciega.
A todos los familiares de los asesinados en Orlando, mi más sincero pesar.
A todas los heridos, mis deseos de que se restablezcan lo antes posible.
A aquellos que tratan de explicar un acto terrorista con un desequilibrio
psicológico, les pediría que reflexionaran acerca de sus palabras. Ni todos los
musulmanes son terroristas, ni todos los locos son asesinos. Identificar
terrorismo con desequilibrio psíquico es tan peligroso como identificar
terrorismo con religión musulmana. Ni los musulmanes, ni los desequilibrados se
lo merecen. Si empezamos a declarar que cada asesinato cometido ha nacido de la
locura, de una locura lo suficientemente loca y malsana como para planear
cuidadosamente los asesinatos, habremos de aceptar que en las cárceles
únicamente pueden ser encerrados aquellos que hayan matado a alguien a
consecuencia de un accidente o de un descuido. En efecto: si al que roba se le
considera cleptómano y al que asesina, psicópata, está claro que las cárceles
no son en absoluto apropiadas y que un sanatorio mental sería lo más
recomendable.
Las cárceles son únicamente adecuadas si se considera que el que roba, roba
para incrementar ilegalmente sus posesiones, y el que mata, para imponer las
ideas, compradas o propias, y que le parecen que han de ser no sólo tendencia
sino ley universal.
En cuanto a la homosexualidad, soy consciente de que nunca he hablado del
tema. ¿Para qué? Después de la película “Bruno”, de Cohen, no hay mucho que
decir al respecto. Homosexual u Heterosexual, poco importa. Lo único realmente
sagrado es el amor que une a dos personas. Todo lo demás es ... pónganle
ustedes el adjetivo que prefieran.
Y sí, qué le vamos a hacer, soy una romántica. Todavía, a mi edad, sigo
creyendo en el amor en su significado más amplio y absoluto. Por eso me molesta
el modo en el que se le vapulea, se le utiliza comercialmente, y se le
acribilla a base de “auto” (autodesarrollo) y de “selfies”.
Y por lo mismo que el que cree en Dios (Bien Supremo) cree en el Diablo (Mal
supremo), yo, que creo en el Amor (más profundo), creo, también, en la
existencia del Odio más profundo.
¿Dónde está el individuo?
Manteniéndose en constante equilibrio inestable entre ambos extremos. O lo que es lo mismo: tratando
de amar sin escindirse de la realidad al tiempo que odia mientras se esfuerza
por evitar caer en el abismo.
Querida, querídisima Carlota...
Mis pensamientos contigo. Mi corazón contemplando el tuyo.
Mantengo mi promesa. Sigo escribiendo...
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