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Wednesday, June 15, 2016

No podía ser otro

Jorge me llama a horas intempestivas y directamente me pregunta cuál es el último libro que he leído. No es que Jorge tenga los mismos gustos literarios que yo, pero de vez en cuando nos consultamos – sólo para terminar verificando (nuevamente) que nuestros intereses siguen siendo distintos y bien distintos. No obstante en esta ocasión, una cierta prudencia me insta al silencio. Lo cierto es que todavía lo estoy digiriendo, - el libro, digo, - suponiendo que una obra así pueda ser digerida por alguien como yo, a quien los temas esotéricos tantos dolores de cabeza  le provocan porque traducirlos al lenguaje racional lleva su tiempo. Pero Jorge, el tranquilo Jorge, insiste tranquilamente tan insistente y tan tranquilamente que mi inicial prudencia se debilita y deja paso libre a mi naturaleza de mosquetero gascón. Así que sin más dilación le suelto a bocajarro: “Rusia: el misterio de Eurasia” de Duguin.
Silencio al otro lado de la línea. No es que Jorge esté escandalizado. Es que, sencillamente, no sabe ni quién es Duguin ni de qué trata su libro.

¿Qué decirle de esta obra? Independientemente de que los datos que ofrece sean objetivos o no,  - a decir verdad, mi desconocimiento acerca de los temas que allí se tratan me impide pronunciarme al respecto - independientemente digo, de que lo que allí se dice concuerde o no con la realidad histórica, lo cierto es que el libro asusta a cualquier lector racional. Y ello porque en cualquiera de los dos casos la conclusión final es la misma: Rusia sueña con ser el centro del Nuevo Mundo y ese Nuevo Mundo no sólo incluye a Rusia sino también a Turquia, entre otros.

Jorge no quiere ni oir hablar del tema. Ni ha leído ni leerá la obra, así que después de enterarse de las últimas noticias acerca de Carlota, cuelga porque está cansado y se quiere ir a dormir. Tiene suerte: al menos no sufrirá de dolores de cabeza. Los que yo padezco intentando descifrar las intenciones del autor.

Mis pensamientos, en cambio, siguen inmersos en este libro. Conforme iba leyendo su obra mi cabeza giraba y giraba dando vueltas y más vueltas y al día de hoy, como digo, todavía no he conseguido racionalizarlo. Básicamente podría afirmarse que se trata de una llamada a una Santa Alianza de todos juntos contra el Oeste, representante de la muerte. Se trata de la lucha entre los descendientes de Hiperborea y los descendientes de la Nueva Atlántida, que justo porque son de la nueva Atlántida no son más que muertos en vida y por eso toda su cultura huele a putrefacto. Según Duguin la identificación que algunos trazan entre Hiperborea y la Atlántida no sólo es errónea sino que es la causa de graves y terribles catástrofes. Así que después de haber leído esto uno  duda de si las últimas batallas campales entre hooligans rusos y hooligans ingleses son simplemente peleas callejeras de fanáticos borrachos o expresan más bien la confrontación entre el mundo hiperboreo y el atlante y el enfrentamiento entre el mundo de la religión cristiana (rusos) y el mundo de la religión natural (ingleses). Y sí, ya sé, Duguin cita también a los mitos y leyendas de los dioses del Norte pero la verdad es que al lector le invade la sospecha de que lo que el autor pretende en última instancia  es cristianizarlos a todos ellos, mientras que el gran intento de los esotéricos ingleses de los tiempos modernosconsiste justamente, en despojarlos de cualquier connotación cristiana y devolverlos a sus primeros orígenes, cuando las hadas eran hadas y las ninfas, ninfas y los druidas los intermediarios últimos entre el mundo natural y el mundo humano. No crean que es cosa de unos pocos locos. Heine dedicó buena parte de su tiempo a dichos temas y no por simple deseo de pasar el rato, sino llevado de un profundo interés y hasta de una cierta indignación debida al olvido en el que habían caído..

Pero la obra contiene otro rasgo sumamente interesante. "Rusia, el misterio de Euroasia", es, sobre todo conforme nos vamos acercando al final, un canto de amor a Turquía y a su glorioso pasado en común con Rusia, del que se recuerda que muchos nobles rusos tenían orígenes turcos. Ese halago a Turquía, ese reconocer el origen turco de muchos nobles rusos ¿significa el hermanamiento Ruso-Turco? Ese amor a lo musulman, que ha sido capaz de oponerse a la decadencia occidental que, según el autor, sufre el catolicismo y el protestantismo ¿significa un puente de comunicación entre la Iglesia Ortodoxa y la musulmana?"

Pg 27) Así que los euroasiáticos, a diferencia del ala patriótica rusa anterior a la I Guerra Mundial, no eran tanto "paneslavistas" o "bizantinistas"como panturcos. No se trata de ninguna paradoja, ya que gran parte de la nobleza rusa y, en particular, muchos ideólogos eslavófilos del s.XIX provenían de diversos pueblos turcos que estaban bien representados en la élite gobernante de Rusia. Para muchos euroasiáticos, Rusia-Turán suponía un concepto metapolítico, cuyo valor estribaba en su misión geopolítica. No es de extranar que algunos euroasiáticos europeos, a diferencia de los que vivían en Harbín,se unieran al nacionalsocialismo que defendía casi idénticas ideas geopolíticas (aunque de signo contrario muchas veces)

Y el libro es también una llamada no tanto a China como al tibetanismo, taoismo y confucianismo que, según el autor, ayudarán a enriquecer al cristianismo ortodoxo que Duguin considera menos contaminado por el capitalismo y el caduco modo de vida americano.

Pg.41-43) Los euroasiáticos y sus predecesores (...) pensaron también en estrechar las relaciones con Mongolia y China, con lo cual se trataba de "cerrar el circuito" con la ayuda de la región opuesta a Europa. Semejantes planes geopolíticos más que estar encaminados a la fundación de una nueva alianza, pretendían descubrir metafísicamente el Oriente, devolver a Rusia las antiguas ensenanzas del hinduismo, taoismo, confucianismo, budismo, lo que a su vez cambiaría la conciencia rusa dando un salto de un contexto ateo, utilitario, estrechamente racionalista, y desde luego desde hacía un tiempo estancado, heredado del ambiente cultural europeo, hacia el mundo vivo e integro de la tradición total de Oriente, fecundando Rusia con la energía del Tibet y de los Himalayas. Pero eso de ninguna manera suponía la descristianización de Rusia. Todo lo contrario, volver la espalda a Occidente, cuyo cristianismo hace ya tiempo que se convirtió en una religiosidad puramente externa y moralizante y volverse de cara hacia la tradición real de Oriente (sobre todo del Extremo Oriente) llevaría de manera natural al renacimiento del verdadero Espíritu Cristiano de Rusia, al regreso de aquella tradición que antano determinaba y orientaba todas las esferas de la vida natural. Al dialogar con las tradiciones de Oriente, la Iglesia Ortodoxa tendría que volver a las fuentes metafísicas de la fe, adentrarse en el estudio de los dogmas y principios religiosos y, por consiguiente, resucitar y restaurar aquel núcleo intelectual e iniciático de la Tradición que fue premeditadamente desacreditada por las fuerzas antitradicionales desde dentro de la propia Iglesia. (...) La proyección de Rusia hacia Oriente suponía también una atención especial a la India (ocupada sobremanera por los nuevos "atlantes" de Gran Bretana, empenados en destruir metódicamente su estructura espiritual) y, sobre todo, hacia los países y pueblos islámicos. (...) en el caso de los países islámicos (a excepción de Irán poblado en gran medida por los arios) el elemento étnico turco podría servir de intermediario, siendo además ese elemento étnico el papel caldo de cultivo del turanismo.
(...) La unión de Rusia con Oriente y el renacimiento del Turán espiritual creaban las premisas necesarias para crear una fuerte oposición al "atlatismo" a nivel planetario, ya que en los últimos siglos de su historia el "atlantismo" se ha convertido definitivamente en sinónimo de civilización materialista y antiespiritual, de pura cantidad, de utilitarismo, de injusticia social. Dicha posibilidad fue confirmada (por desgracia!) por la parodia del pseudoeuroasianismo, del imperio stalinista (...)

Mi pregunta: ¿Conocen la Iglesia Católica y la Iglesia Protestante estas ideas y han calibrado correctamente la influencia que ejercen en la sociedad o, al menos, en determinados círculos y capas de la sociedad? ¿Saben que ambas religiones son consideradas como simple religiosidad externa y que por tanto, para purificarse no les queda más remedio que volver a sus orígenes, esto es: a una Iglesia Ortodoxa a sí mismo resucitada y restaurada de la miseria a la que las fuerzas antitradicionales la habían abocado? ¿Conocen los protestantes del Afd alemán lo que Duguin dice de los protestantes?
Ese intento de diálogo y reconciliación de la Iglesia Católica con las otras religiones, especialmente la Ortodoxa ¿obedece a un intento de "subirse a algún carro" o es una decisión libre e independiente? ¿Ha leído la Iglesia Católica la analogía que traza Duguin entre el catolicismo y el sunismo, por un lado y la ortodoxia y el chiismo, por otra?

Pg 104-107) Teniendo en cuenta todo lo dicho, surge de un modo natural, la analogía entre el catolicismo y el sunnismo, por un lado, y la ortodoxia y el chiismo, por el otro. En primer lugar, a diferencia del Catolicismo, en la Iglesia Oriental es imposible detectar la existencia de organizaciones esotéricas específicas: órdenes herméticas, organizaciones de companeros constructores, hermandades gnósticas. Sin embargo, a pesar de la falta de esos indicios el trasfondo esotérico de la Ortodoxia es evidente y se manifiesta a través de la arquitectura sacral de las iglesias, de los iconos iniciáticos, de la teología apofática muy difundida y prácticamente suprimida por el catolicismo exotérico al introducir el dogma de filioque (...)
En segundo lugar la ortodoxia, (y, sobre todo, la Ortodoxia rusa) nunca se convirtió en una religión estrictamente social, manteniéndose por encima de ese nivel. A diferencia del Papa, el Patriarca Ortodoxo representaba ante todo el centro espiritual de la iglesia y nunca influia directamente sobre la vida político-social. Justamente el papel social desempenado por el Papa de Roma era objeto de las más duras críticas por parte de los ortodoxos contra el Catolicismo.(...) En cierto sentido podría decirse que en Rusia se plasmó el tipo gibelino del Emperador Sagrado, convertido en el centro de la vida estatal, en tanto que el "Gobernante Espiritual", el Patriarca, cumplía funciones estrictamente espirituales.
En tercer lugar, ese arquetipo gibelino del que hemos hablado se tradujo en una veneración sacralizada de los zares rusos (...)
En cuarto lugar, la situación geográfica de la Ortodoxia Rusa se situó naturalmente al lado de los Padres Orientales (...) Además sobre la Ortodoxia influyó decisivamente la iglesia nestoriana extendida por los territorios asiáticos y que poseía un claro carácter esotérico, iniciático. Guénon pensaba que los nestorianos eran (...) los Templarios de Agartha.
(...)
De manera que hemos de presuponer que la Iglesia Ortodoxa, lo mismo que el chiismo dentro del Islam, no puede dividirse estrictamente en los niveles exotérico y esotérico, al menos en lo que se refiere a su arquetipo, su composición organizativa sacral.

Independientemente de los dolores de cabeza que me atacan al leer tales párrafos porque la retórica tiende a distorsionar los hechos, la Iglesia Católica ¿es consciente del desprecio que despierta ante los filósofos ortodoxos? Y la Iglesia Ortodoxa  ¿conoce el destino que le aguarda porque es el destino que algunos le deparan? ¿Lo acepta total y absolutamente, o sólo a medias y cuáles son esas limitaciones que la Iglesia Ortodoxa impone a la misión que han trazado para ella? ¿Es cierta la influencia que según algunos ejercen tales teorías sobre el actual presidente ruso, Putin?

El cristianismo ortodoxo y el islám, asegura Duguin, al contrario que el catolicismo y el protestantismo, han sabido resistirse más a las perversas influencias del capitalismo atlante. Duguin insiste en el euroasianismo como expresión geopolítica y como filosofía de vida. Pero si bien por un lado, Duguin critica al capitalismo y al protestantismo por considerarlos una negación de la sacralidad, su oposición a los bolcheviques no es menos severa: en su opinión el homo soviéticus es un vampiro. Queda pues preguntarse cuál es el régimen económico de sus preferencias, porque el político ya lo sabemos: el que Duguin denomina la cuarta Teoría Política, superadora del capitalismo (primera), marxismo (segunda) y el fascismo y nacionalsocialismo (tercera)

Por otra parte si, como la mayoría de los comentaristas afirman, el libro y el autor  reflejan la ideología de la nueva extrema derecha, ¿cómo es posible esa aceptancia sin más del mundo musulmán? Más aún  ¿ cómo es posible ese deseo de integrarlos en Eurasia apelando no sólo a las raíces comunes del pasado sino también a los mismos objetivos del presente? Y sí, Duguin también habla de China, pero desde luego mucho más difusamente. El lector tiene la impresión de que a Duguin el budismo, el taoismo y el confucianismo le interesan más que la propia China y esto con el propósito de llevar a cabo lo que ya ha sido hecho con las religiones naturales: introducirlos en el cristianismo y de este modo reforzar los pilares de la Iglesia Ortodoxa.  Si tales comentaristas están en lo cierto y autor y libro son dos de los estandartes de esa Nueva extrema derecha ¿cómo hay que entender esa extrema derecha que por muy extrema y por muy derecha que sea, acepta razas y religiones de todos los lugares del mundo, con tal de que crean en la causa eurasiática? ¿Qué tipo de extrema derecha es esta y por cuántos es compartida? ¿Tiene algo que ver lo que en el libro se dice y que la mayoría de los analistas catalogan de “extrema derecha”, con los movimientos de extrema derecha de Europa, que son movimientos anti-islam, y con la extrema derecha de Estados Unidos? 

Yo también me voy a dormir.

¿Alguien puede aconsejarme qué hacer con lo que no se puede digerir?

A qué negarlo: el mundo me parece cada vez más incomprensible.

La pregunta esencial que se desprende después de la lectura de la obra y que urge contestar sin demora es la de si el conflicto que acecha a nuestros tiempos es el conflicto entre la religión musulmana y la religión cristiana o el enfrentamiento entre Oriente y Occidente.
No queda más remedio que dilucidar esta cuestion lo antes posible porque si algo muestra la obra de Duguin claramente es que ambos conflictos son de diferente índole por más que tengan puntos de intersección. La oposición Oriente-Occidente es sobre todo de carácter geopolítico-místico y contiene a la religión Ortodoxa tanto como a la musulmana y a la extremo-oriental, aunque su intención última sea la de reforzar los principios metafísicos cristianos de la religión ortodoxa. Por el contrario, la discrepancia Islam-Cristianismo, que Duguin -justo es aclararlo- no establece en ningún momento a lo largo de la obra, es la que, en cambio, sí parece ejercer una gran influencia en los movimientos europeos occidentales de extrema derecha y lo que pone en cuestión, es simplemente de carácter religioso. El punto de intersección, que es también la solución y desaparición de  ambos tipos de conflicto, se encuentra en la tradición cultural religiosa representada, a decir de Duguin, por Rusia-Turán. Una Rusia -Turán en la cual queda expresamente negada, preciso es recordarlo, la tradición místico-esotérica egipcia, por denominarla de algún modo.

Espero que este artículo sirva de reflexión a aquellos que creen que apoyando a Turquía debilitan a Rusia tanto como a aquellos que están convencidos de que su apoyo a Rusia debilitará a Turquía y al resurgimiento de la importancia de los principios musulmanes en la vida política de un país dominado, hasta no hace mucho, por el laicismo. Como se desprende del libro de Duguin, el pasado común cultural, histórico y místico, así como los objetivos compartidos del presente tienden a unir más que a desunir. No estaría, pues, de más que Occidente dejara a un lado esa nueva moda de no pensar, evitara pensar llevada por prejuicios y se olvidara de maquinar, y en vez de todo eso concentrara sus últimas energías (por más que la energía sufra de cortocircuitos) y las uniera al espíritu (por más que el espíritu duerma mientras un basilisco lo devora en su interior) para dedicarse a pensar radical, libre y serenamente.

Creo que al único que entiendo cada vez mejor es a Hobbes.

Un gran tipo, ese Hobbes. Le dió el Poder Absoluto al Rey porque mejor darle el Poder al Rey, que dividirlo entre el Rey y el Papa. Conceder el Poder al Rey resultaba a efectos pragmáticos, mucho más cómodo. La preocupación más importante para Hobbes no era la de ser o no ser esclavo - porque Hobbes, defensor a ultranza de la Omnipotencia divina y, justamente por esto, gran limitador de la libertad de la voluntad humana, era consciente de lo que siglos más tarde cantó el grupo Jarcha: de que "no hay libertad sin cadenas" y cada cual se apaña con su suerte como Dios quiere y le da a entender. Así pues, la cuestión principal que ocupaba a Hobbes era la necesidad de otorgar el Poder a un sólo Gobernante, porque a efectos pragmáticos para el vasallo esto resultaba más cómodo que servir a dos señores –cada cual con sus caprichos y sus manías, amén de sus mutuas rivalidades. Y entre servir al Rey, que se debe a su Pueblo, Pueblo del que los lacayos forman tanta parte como los nobles, o servir al Papa, que se debe a Dios y al clero y sólo después, mucho después, al pueblo –por ende pecador y universal, Hobbes decidió que servir al Rey era mucho más seguro, en lo que al cumplimiento de las leyes se refiere y por tanto, también en lo que respecta al tema del castigo y de la pena además de resultar - y esto es siempre digno de consideración- mucho más barato. Cada señor exige dinero de los ciudadanos. Cuanto menos señores, menos impuestos. 

Sí. A qué negarlo: la filosofía de Hobbes tiene poco de ideológica y mucho de solución.

No es de extrañar que reunirme con él a tomar una taza de café me sea siempre tan agradable. Lo dicho: con personas así, una acaba entendiéndose.

Hasta que el ruido de los tambores nos impida seguir hablando.

La bruja ciega.

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