Ahora más que nunca resulta imprescindible reflexionar serena y
calmadamente y encadenar las emociones al mástil, del mismo modo que
encadenaron a Ulises sus marineros para que pudiera oir el canto de las sirenas
sin condenar al barco al hundimiento. Es imprescindible, esencial, dejar
inmovilizadas a las emociones, por mucho que algunos digan que las emociones
conforman al hombre. No siempre. Y desde luego en absoluto son útiles el tipo
de emociones emocionales e irreflexivas que en estos instantes invaden los
rincones más recónditos del Planeta. Serán nuestras acciones las que demuestren
si de verdad nos encontramos en una era avanzada de la civilización humana o en
un retroceso hacia la barbarie. Ustedes ya conocen mis miedos. El lenguaje se
debilita. La fuerza de las palabras pierde potencia. La magia ya no necesita de
determinados conjuros ni de sonidos específicos. Es la manipulación mental, la
realidad virtual, la que ha tomado el timón de lo mágico, de lo extrasensorial
en su significado más amplio. Y ello, lejos de elevarnos al Olimpo, nos
precipita en el abismo. Se intenta desarrollar la telepatía ignorando que la
telepatía es un arma de doble filo. Si la telepatía revela pensamientos y
reflexiones es sumamente útil porque es como si se tratara de la presentación
de un cuadro sinóptico, de un diagrama, dibujado en la pizarra. El problema es
que para entenderlo es necesario que las dos mentes conozcan los símbolos, las
imágenes de ese cuadro, de ese diagrama. Pueden ustedes imaginar que la
telepatía de este tipo sólo es posible cuando las personas que se comunican de
este modo, dominan el mismo “lenguaje”, el mismo sistema de “signos”; en
resumidas cuentas: la misma estructura mental.
Pero hay otro tipo de telepatía, que es, además, la más extendida: la que
transmite emociones. Los gestos, la energía que se desprende del cuerpo del
otro, movimientos de los ojos, una simple palabra cuyo sentido está unido a una
situación, esto revela sin palabras lo que el interlocutor piensa. Este tipo de
telepatía desarrollada hasta un punto en el que ni los elementos externos se
hacen precisos, es realmente peligrosa porque las emociones difícilmente pueden
contenerse. Se necesita mucho tesón y mucha disciplina. En los espíritus
gascones es prácticamente imposible. Así pues, si la sociedad pierde las
palabras, la energía del discurso y desestima a la razón, al tiempo que este
tipo de telepatía sigue expandiéndose al ritmo en el que lo está haciendo, la
barbarie no tardará en instalarse en nuestras sociedades. No me digan que no
saben de qué estoy hablando. Lo saben. Es el caso de una persona que golpea a
otra sin motivo aparente y que al ser preguntado por su acción responde: “Tu
cara no me gusta”. El hombre que ha golpeado es incapaz de explicar la
comunicación telepática y emocional que en cuestión de segundos ha existido
entre los dos hombres y que ha pasado desapercibida al resto de los allí
presentes. Este tipo de telepatía es el más extendido porque es también el que
ha existido desde los tiempos más remotos. Se hacía preciso establecer lazos
invisibles entre los miembros de un mismo clan a la hora de ir a cazar. Este
tipo de telepatía es el que después se ha querido racionalizar traduciéndolo
como “naturaleza inherente del grupo”, “carácter común del grupo” e incluso se
ha intentado demostrar científicamente a través de los genes. En realidad, es
un simple sistema de comunicación no oral pero sí emocional y por tanto
peligroso por incontrolable. La chispa puede saltar espontáneamente en
cualquier momento.
La telepatía intelectual es mucho más difícil porque está unida al
conocimiento y el conocimiento está unido a las palabras y a la experiencia.
Uno puede comunicar adecuadamente experiencias a personas que conocen tales
experiencias. Un cazador muestra un conejo y con ello ya “ha narrado” al
interlocutor el suceso. Las palabras no hacen falta. Basta un simple “diagrama”
mental y ello porque el interlocutor conoce todo lo referente al conejo, a la
caza, etc. Pero si no lo supiera y el cazador del conejo quisiera transmitirle
telepáticamente la historia de la caza, el interlocutor ignorante “vería” a lo
más “una visión” que además terminaría interpretando inadecuadamente. Del mismo
modo la telepatía de fórmulas es posible entre matemáticos y físicos pero es prácticamente
imposible entre un matemático y un historiador ajeno al mundo de los números.
En tiempos en los que se está intentando desarrollar la telepatía y lograr enviar órdenes
a las computadores utilizando esta técnica es importante recordar que ello sólo
será posible cuando individuo y computadora “conozcan” los mismos mandatos.
Pero la sociedad actual, que conoce de la telepatía aunque no sea
consciente de ello, pierde el amor al conocimiento y al saber transmitido por
los clásicos y con ello pierde la posibilidad de comunicarse intelectualmente y
solo queda la telepatía emocional, la más peligrosa. La que sirve para la
conquista, para la defensa y para la supervivencia y ello entraña, nos guste o
no nos guste, la violencia y destrucción.
Es la que se utiliza para que las víctimas propiciatorias vayan voluntariamente
a la pira de los sacrificios. Es la que se utiliza para atemorizar al enemigo,
para crear “fantasmagorías” en su mente, para manipularlo mentalmente; para, en
suma, debilitarlo.
Ahora más que nunca, digo, debemos apresar a las emociones justo para que
este tipo de telepatía que es cada vez más fuerte, cada vez más destructiva, no
siga desarrollándose al preocupante ritmo en lo que lo está haciendo.
Posiblemente ustedes ya sabían todo esto. Posiblemente no saben de qué
estoy hablando o a qué me refiero. Aunque lo sepan, era importante recordarlo
antes de abordar la cuestión del día: el Brexit, Escocia y la Unión Europea. Es
un tema complicado del que me voy a ocupar acto seguido. En cuanto me tome un
par de cafés y pueda ordenar lo que en estos instantes aparece tan confuso.
Quizás hoy aparezca un segundo artículo. Lamentablemente ni yo misma lo sé.
Escribo a la velocidad del pensamiento pero ordenar las ideas a ese tiempo es
muy complicado y a veces es preferible detenerse.
La bruja ciega.
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