Como la histeria colectiva, financiera y mediática de estas últimas semanas muestra, el Brexit
no ha sido simplemente un Referendum. Ha sido también, la expresión de la grave crisis
en la que está sumida nuestra sociedad. Ya lo anticipó Nietzsche cuando
alertaba del hombre que no se toma en serio a sí mismo y que termina
convirtiéndose en un cínico. A él, ya lo dije en alguno de mis comentarios de
mi blog “El libro de la semana”, le preocupaba el hombre cínico. A mí, en cambio, lo que realmente me inquieta es el surgimiento e instauración de la sociedad cínica.Lo dije hace
un par de años y hete aquí el resultado: electores que se arrepienten de su votación al día siguiente, aun antes de haber empezado a recorrer el camino.
Igual que esos hombres que en su país de origen preparan todos los utensilios
necesarios para escalar el Everest, celebran espléndidas fiestas de despedidas
con sus familiares y amigos y parten contentos y alegres en espera de la
aventura que les aguarda. Pero una vez llegados a la ladera de la gigantesca
montaña, la contemplan en silencio de abajo arriba y concluyen que ellos no se
imaginaban que ocho mil metros pudieran ser tantos y tan altos y allí mismo, asustados por la inmensidad del
macizo, se dan la media vuelta, sin ni tan siquiera poner un pie en la senda y
sin pensar en lo costoso de los preparativos y en la cantidad de personas que
han colaborado en la planificación y organización de la empresa.
Así es el hombre que no se toma en serio ni a sí mismo ni a sus decisiones
ni a sus sueños. El hombre que se llama a sí mismo “flexible” transformando de
este modo el significado de un vocablo que quería decir "dialogante y abierto a
nuevas ideas" en un eufemismo de “vacío y hueco”. ¿Cínico?, creo que en los
tiempos que corren incluso “cínico” sería positivo; al menos evidenciaría un
contenido intelectual y moral aunque moralmente no fuera el más adecuado.
Moriarty es un gran malvado, no cabe duda, pero tiene más fuerza humana, aunque
sea fuerza negativa, que un Eichmann que ni siquiera es consciente de lo que ha
hecho ni de por qué lo ha hecho.
La sociedad “flexible” de nuestros días, que poco a poco va dejando de ser
una sociedad cínica a lo Moriarty para convertirse en una sociedad eichmanniana
– esto es: malvada por estúpida- cree que el mundo global, globalizado por los
medios de comunicación, es la plaza del pueblo. Lamentablemente allí han dejado
de representarse buenas obras de teatro para reunirse los parroquianos a tirar
tomates a todos los condenados no por los tribunales sino por Fuenteovejuna,
hasta el punto de que en algunos asuntos los jueces se ven poco menos que
obligados a ratificar lo que ya ha sido previamente dictaminado por el tribunal popular que
los congregados en la plaza han constituido de forma espontánea e irracional, por simple divertimento, para matar el tiempo que les cansa.
Sí. Los hombres modernos, que han dejado de leer a los clásicos por
antiguos y obsoletos, dicen los hombres modernos, cuando la realidad es que su falta de vocabulario
les impide entender lo que esos clásicos explican y su falta de conocimiento les impide conectar telepáticamente con ellos porque las estructuras mentales
de los unos y de los otros son prácticamente distintas, casi antagónicas,
envuelven su estupidez bajo el manto de las emocionalidades, de la búsqueda de
culpables, del chantaje emocional y sobre todo bajo el manto de su santa
voluntad, bajo ese “que se haga lo que yo quiero porque yo lo quiero porque yo
lo.... “y aquí entra ya el eslogan de un anuncio de cosméticos sumamente conocido, porque los hombres modernos han sustituido el conocimiento de los
clásicos por el conocimiento de frases eslogan y por eso, la interrelación en
el mundo global del mundo globalizado por las redes sociales, se establece a
base de frases eslogan, frases anuncio, frases hechas, frases que en tres
palabras comprimen un libro, pero son tres palabras “flexibles”, de esas que
pueden ser utilizadas para casi todo porque no significan casi nada. El Todo en
el Uno y el Uno en el Todo. ¿Recuerdan? Hace tiempo que no hablo del tema. He
hablado tanto de ello...
El Brexit ha puesto de manifiesto ese vacío, esa indolencia, esa falta de
espíritu y de energía de la que adolecen las sociedades actuales, no solo la inglesa.
Ha delatado el poder tiránico de las Fuenteovejunas, cada vez más estúpidas por
iletradas, cada vez más ciegas por narcisistas, cada vez menos reflexivas por
emocionales; ha revelado que los europeistas son jaurías dispuestas a lanzarse
contra el primero que ose abandonar la manada porque nos adentramos en un mundo
de clanes y hordas donde el que se marcha es el traidor y hay que cazarle y
desgarrarle en pedazos para que sirva de escarmiento a los otros, no vaya a ser que piensen en alzar el vuelo más de los que ya lo piensan y no sólo lo piensen sino que se decidan también a hacerlo; y es que las
alianzas militares y el pasado histórico en común y la cooperación cultural y todas esas grandes y grandilocuentes frases e ideas se
terminan en cuando uno decide dejar de ser socio de un club en el que las reglas
ya no le satisfacen o que, simplemente prefiere abandonar para tomar las
riendas de sí mismo porque las decisiones no son tomadas en cuenta más que cuando satisfacen a los que visible o no
visiblemente, forman lo que se llama “corrección política” que es un nuevo
eufemismo para denominar al “ Orden imperante” y que como todo Orden que se precie
se rige por “el que no está conmigo está contra mí” y por tanto esa “corrección
política” que determina ese “deber ser” y que no permite que nadie la contradiga,
impide la tolerancia y el diálogo y convierte en herejía, anatema o simple
chiste todo lo que no se avenga a ese “deber ser” que no es ni individual ni
crítico ni racional sino impersonal pero personalmente establecido por los que
han decidido cuál debe ser ese “deber ser” que configura esa “corrección
política” o sea, “el Orden imperante”.
Pero de repente, esa historia de que el mundo ha de ser políticamente
correcto, o lo que es lo mismo: a nuestro gusto; o lo que es lo mismo: a
nuestro antojo y que todo lo que no se amolde a ello ha de ser cambiado,
modificado, apartado, anulado, inutilizado, vejado, burlado, etc... no tarda en
tener sus efectos secundarios. De repente, esa “flexibilidad” que dejó de
significar "apertura de mente", para significar “cínismo” pero que ya ni siquiera implica “cinismo” sino “estupidez
iletrada e irreflexiva”, se expande a otros aspectos de la convivencia humana.
Y así, hoy en el FAZ de 28.06.2016 Christian Hein, da la siguiente noticia: “Angst
vor dem Schiedsspruch”. In Den Haag
entscheiden Richter über das Vorpreschen Chinas in Südchinesischen Meer. Peking
will sich dem Schiedsspruch nicht beugen. Wie aber wird Amerika darauf
beantworten?“ Y sigue „Alle warten nun auf den Schiedsspruch in der Hoffnung,
dass er der verworrene Lage klärt. Peking aber hat angekündigt, ihn nicht zu akzeptieren.“ Lo que quiere decir
que el conflicto del Mar del Sur de China que se pretende resolver
jurídicamente acudiendo a un tribunal internacional, no va a poder ser
solucionado de este modo porque China ya ha declarado que no aceptará la
sentencia de ese Tribunal Internacional.
Pero no acaban aquí los ejemplos. Erdogán decide impedir la entrada a un
cargo político alemán porque Alemania ha declarado que los turcos llevaron a
cabo un genocidio contra el pueblo armenio. Y claro, al parecer tal
manifestación es una “incorrección política” sumamente grave, sobre todo si
tenemos en cuenta la ayuda (pagada cuantiosamente) que Turquía presta a Europa
en la cuestión de los refugiados.
Podríamos seguir.
Los electores no aceptan el resultado de la elección.
Los europeos, por diversión, por aburrimiento, por ánimo de follón, por ya
ni se sabe qué, avivan el fuego del caos
y de la confusión y van al pueblo a azuzar al ring de boxeo al que han subido
escoceses e ingleses. “!Que se peeguen,
que se peeguen...!” – gritan alegres los espectadores- “¡Venga, vamos, ¿a qué
esperáis? No hemos pagado entrada porque el espectáculo global en un mundo
globalizado es gratis pero no estamos acostumbrados a dejar nuestra atención
mucho tiempo en ningún sitio, así que venga chicos, zurraos fuerte y alegradnos
esta existencia nuestra, tan insustancial.”
Esperando están, claro, los del norte de Irlanda.
Los electores no aceptan el resultado de la elección.
Los países no aceptan las resoluciones de los tribunales internacionales.
Llegará el día en que ni los acusados acepten la sentencia del juez.
El Brexit es mucho más que el Brexit.
El Brexit es el síntoma de la enfermedad que padece nuestro mundo actual.
¿Malos tiempos para la lírica?
Malos tiempos para la razón.
Desde los avernos las emociones irreflexivas y narcisistas suben en
desbandada a la superficie.
¿De verdad alguien sigue creyendo que hay élites que en la oscuridad
maquinan una dictadura mundial?
No hacen falta élites subversivas.
Basta con nuestra estupidez.
La bruja ciega.
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