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Thursday, November 19, 2015

El mundo entero ha unido sus fuerzas para luchar contra el terrorismo

“El mundo entero ha unido sus fuerzas para luchar contra el terrorismo.” Salvo los terroristas mismos, dudo mucho que haya alguien que se muestre en desacuerdo con tal afirmación. Y pese a todo,dicha premisa no deja de presentar enormes dificultades a la hora de analizar su contenido.

Ciertamente el concepto “mundo” no presenta graves complicaciones. ¿Quién es el “mundo”? El “mundo” en este momento son los Estados Unidos de América, Rusia, Europa, India creo que no se ha pronunciado, pero curiosamente China anunciaba ayer su participación en el asunto, igual que lo hacían los Estados africanos a pesar de que ya han manifestado su preocupación por no disponer de material militar adecuado. Algún periódico ha culpado de ello a Europa. Europa, claro. No la terrible organización de esos Estados africanos... Pero ese es otro tema. Lo importante es que ese “mundo”, reúne a los países más importantes del Planeta aunque los países más importantes del planeta suelen dar más de un susto al espectador justamente por sus profundos desacuerdos.
Al margen del asunto queda América Latina, lo cual, francamente, es digno de agradecer. Lo sería más si hubiera algún acuerdo que facilitara una posible futura entrada de los refugiados europeos en cualquiera de las naciones que la constituyen, antes de que esas mismas naciones sean ocupadas por los  terroristas que no tardarán, supongo, en acudir en busca de refugio.

En cualquier caso, el mundo – y ello integra a todos los continentes del globo terráqueo – ha decidido unir sus fuerzas.

El segundo término “unir” presenta las primeras complicaciones. ¿Qué significa “unir”? ¿Van a constituir algún tipo de organismo mundial y central encargado sólo y exclusivamente del tema, paralelo a la OTAN, puesto que la OTAN no integra a “todo el mundo”? ¿Se utilizará a la ONU y a los cascos azules de la ONU como medio de comunicación, deliberación y acción? ¿Recobrará la ONU su maltrecho papel como mediador en las maltrechas relaciones mundiales? ¿Es la lucha contra el terrorismo tan importante y relevante que los países están dispuestos a olvidar sus reivindicaciones nacionalistas, las sanciones y contrasanciones económicas, las disparidades religiosas y políticas, los deseos expansionistas, las inquietudes militaristas, las ambiciones comerciales y financiera, las bravuconadas en alta mar entre China y los Estados Unidos o en el aire entre Rusia y la Unión Europea, o se va a tratar de unión contra los terroristas y desunión en todo lo demás?

Incluso escribir “unión en la lucha contra los terroristas” resulta sumamente complicado. Con o sin IS, la zona en la que el IS se ha expandido es un polvorín. La situación económica es ruinosa, la política es miserable y la territorial no lo es menos. Al decir de los expertos, la zona es un auténtico caos. Todos contra todos sin ni siquiera saber si los rebeldes sirios ayudan al IS, si los kurdos luchan contra el IS para desestabilizar Turquía o porque están verdaderamente en contra del IS.

Solucionar el estado de cosas al tiempo que se combate al IS es igualmente difícil. Aunque todo el mundo se pronuncie a favor de unir sus fuerzas contra el terrorismo, no todos están de acuerdo en unirla de la misma manera. Unos pretenden mantener a Assad como mal menor y otros consideran que eso es pasar por alto la muerte de millones que han sacrificado sus vidas, justamente para derrocar al tirano. Unos quieren gobiernos democráticos y otros afirman que con que sean gobiernos estables, sean éstos del tipo que sean, ya es suficiente. Unos quieren cambiar las perspectivas de la mujeres y de la sociedad y otros consideran que eso les corresponde hacerlo a los propios Estados y no al resto del mundo. Unos se escandalizan por los métodos salvajes del IS y los otros les reprochan que por qué no se escandalizan por las condenas a latigazos, los castigos corporales y las ejecuciones de Arabia Saudí e incluso del científica e intelectualmente desarrollado Irán. Hace unos días Turquía avisaba a Rusia de que Rusia se estaba excediendo en sus actuaciones... La unión de los unidos es inestable.

¿Puede alcanzar el éxito una actitud así o nos introduciremos en la sala de los espejos deformados y deformantes, en el terreno de los laberintos cuyas paredes se mueven una y otra vez configurando nuevos paisajes y nuevos caminos?

El tercer término es “sus fuerzas”. ¿Qué fuerzas son estas? ¿Las militares, las cibernéticas, las económicas? ¿Fuerzas humanas o simplemente materiales? ¿Fuerzas policiales o también fuerzas militares?  ¿Pueden unir sus fuerzas países europeos que en estos momentos están considerando la posibilidad de salir de la Unión Europea por aquéllo de que es mejor sólo que mal acompañado? ¿Qué fuerzas y hasta qué punto se utilizarán esas fuerzas?

El cuarto problema surge a la hora de analizar “lucha”. Hace dos días un país, Francia, hablaba de “guerra”. Ahora, desde los medios de comunicación se aconseja a Fuenteovejuna que deje de utilizarlo. Fuenteovejuna, claro, está asombrada. ¿Estamos o no estamos amenazados?, pregunta, ¿Hay simplemente un control policial, una lucha callejera, cibernética o guerra? ¿Es el control policial en el mundo, la lucha callejera en la calle y la guerra en Siria o cómo es? Fuenteovejuna escucha atónita a todos esos que por un lado les dicen que eviten el vocablo “guerra” mientras observa pasar delante de sus narices “los carros de combate” y con ello no me refiero a que haya tanques que patrullen las calles sino a todo el despliegue y control militar que se está pensando activar no sólo en Siria, también en Europa – y supongo que en el mundo entero, porque es el mundo entero el que combate al terrorismo. Según el Der Spiegel, por más que no todos estén de acuerdo, muchos políticos consideran tal medida, la de las fuerzas armadas en las calles europeas, como imprescindible; sobre todo, supongo, después de haber escuchado al Ministro alemán del Interior, señor De Maizière, afirmar que las informaciones que tiene –pero que no puede revelar, porque un Ministro del Interior no puede desvelar todo lo que sabe, dice el Ministro De Maizière- son altamente preocupantes. Es entonces cuando Fuenteovejuna grita: “Guerra o lucha poco importa: ¡a las bayonetas mis muchachos!” Y ése: "¡a las bayonetas mis muchachos!" es peligroso en un doble sentido: porque alude a la justicia por cuenta propia y porque recuerda al peligro del fascismo que sigue ondeando, y seguirá ondeando, porque muchos lo utilizarán como la única posibilidad para combatir el terrorismo.

Terror versus Terrorismo. Terrorismo versus Terror.

Los resultados no pueden ser más desastrosos, se mire cómo se mire.

Si algo necesita en estos momentos la sociedad es la sinceridad, la total y absoluta sinceridad de sus representantes, en vez de tener que decidir entre el mainstream o a las teorías de la conspiración.

Y no voy a detenerme a tratar la cuestión de los beneficios que cada uno de los participantes pueda estar pensando en obtener de dicha lucha porque la verdad es que en estos momentos hablar de “eso” por más que “eso” exista, me parece de un cinismo inadmisible en el que no estoy dispuesta a caer, mucho menos sabiendo que “eso” caerá antes o después sobre (o bajo) la mesa de conversaciones y negociaciones. Desconfianza histórica, se le llama a este “mal pensamiento”.

El quinto problema es el concepto “terrorista”. El mundo entero ha padecido terrorismo local y localizado. Control policia, lucha o guerra, lo cierto es que en los Estados de Derecho combatir al terrorismo resulta extraordinariamente complejo. Unos desean mantener la paz social y otros, no y los que desean mantener la paz social son mayoría mientra que los que no tienen ningún interés en su existencia, son minoría. Pero el primer problema, el grave problema, es que los terroristas pertenecen a un grupo social que mata por la consecución de unos objetivos, legítimos o no. Cuando digo legítimos me refiero a “políticamente defendibles”. Los Parlamentos democráticos incluyen partidos con objetivos separatistas, lo cual significa que dichos Parlamentos consideran legítimo el que se defienda ese proyecto. Otra cosa muy distinta, supongo, es que se consienta que esos objetivos se realicen. (Pero éste es ya otro tema) Sin embargo, puesto que ningún terrorista lleva la insignia de “terrorista” pegada a su chaqueta, determinar quién es y quién no es un terrorista es una tarea ardua y dada a equívocaciones, malinterpretaciones y falsas alarmas. Imaginemos una reunión de irlandeses en una taberna irlandesa en los tiempos del IRA. ¿Son todos esos irlandeses terroristas del IRA? Imaginemos una reunión de vascos en una taberna vasca conocida por su simpatía al terrorismo de ETA en los tiempos de ETA ¿Son los vascos que hay allí terroristas? ¿Son los meros simpatizantes terroristas?
Imaginemos que en una de esas dos reuniones se encuentran presentes, en efecto, un par de terroristas porque esos terroristas además de ser terroristas son personas de carne y hueso que tienen su grupo de amigos, que no tienen ni idea de sus actividades. Imaginemos que uno de esos terroristas le pide a un amigo que lo aloje en su casa esa noche ¿convierte eso al amigo en colaborador del terrorismo? ¿Cómo probar que ese amigo no tenía ni idea de las actividades del otro?

 Los terroristas, ya lo dije ayer, son como fantasmas, como alienígenas: llegan cuando uno menos lo espera y se van igual que vinieron. Lo que permanece es el miedo, la inquietud, el recelo, las suposiciones, los dires y diretes, la quema de brujas.
El problema del terrorismo es que no sólo deja cadáveres en las calles, deja muerta la sociedad porque destruye la confianza entre sus conciudadanos, porque todos desconfían de todos, porque nadie se siente seguro ni en ningún sitio ni con nadie, porque las palabras que tienden ya de por sí a ser malinterpretadas toman nuevas pinceladas y matices debido al brillo de la sospecha con la que son percibidas. Yo recuerdo lo cansada, extenuada, que quedó España en la época de las actuaciones de ETA. Los vascos, dicen los vascos, sufrieron por partida doble. Por ser vascos y convivir y tener que convivir, en un territorio pequeño como es Vascongadas-País Vasco-Euskadi, con los de ETA. Ellos sufrieron, no lo dudo. Pero el resto de los españoles ya no sabían ni qué hacer ni qué pensar cuando en Sevilla unos terroristas mataron con un tiro en la nuca a un matrimonio del Partido Popular que tomaba tranquilamente unas tapas en un bar, dejando huérfanos a cuatro niños en su más tierna infancia. España salió harta y ese hartazgo llevó a que en un momento dado se acabaran tomando medidas que fueron de todo menos democráticas y efectivas.
Sí. España no lo tuvo fácil. Cualquiera podía ser un terrorista, cualquier bolsa podía contener una bomba y era mejor perdonar y construir la vida que se tenía por delante que quedar anclado en el odio. Sólo que a veces, suspiran algunas víctimas a hurtadillas, el odio es lo único que las mantiene con vida. (Pero ése es otro tema)

El segundo problema a considerar es el apoyo social que reciben los terroristas. Los irlandeses fueron confundidos en su día con los terroristas del IRA. Es cierto que algunos de esos irlandeses les mostraron sus afectos y otros sólo les miraron con simpatía y admiración y es cierto también que otros muchos irlandeses sólo pretendían vivir en paz a pesar de que vivieran y convivieran codo con codo con esos hombres y mujeres de los que, a veces sabían, otras sospechaban, y las más, intuían que se trataba de terroristas. Si los denunciaban ¿denunciaban a un compatriota, a un amigo o a un asesino? ¿Era ese terrorista un hombre que luchaba por la independencia de su país o un asesino normal? Al clima de desconfianza social se une el del desgarramiento personal. Y lo mismo sucede si nos referimos a los terroristas de ETA, a los terroristas palestinos, o a cualquier otro grupo que reivindique unos derechos territoriales. Con esto no estoy, en absoluto, defendiendo a los terroristas. Estoy afirmando simplemente que según los objetivos que persigan los terroristas tendrán más o menos apoyo social, aunque este apoyo sea únicamente pasivo y cuanto mayor sea el apoyo social, aunque sea, como ya digo, meramente pasivo, más difícil resultará hacerle frente. En el caso de los terroristas de la RAF, por ejemplo, el apoyo social que recibieron fue enormemente minoritario entre otras cosas porque sus objetivos además de difusos, servían a una muy limitada y restringida corriente política. De ahí, por tanto, que su extinción no supusiera tantos problemas a Alemania como el IRA a Gran Bretaña o la ETA a España. En el caso del IRA, de ETA y de los palestinos, lo que han intentado los gobiernos democráticos ha sido introducir a dichos grupos en el discurso político y facilitar su reinserción, de forma que persigan sus reivindicaciones de forma democrática y pacifica, incluso en el ejercicio del Poder. De lo que se trata es de integrar sus aspiraciones y exigencias en el esquema político para que en vez de destrozar la sociedad a la que pertenecen, ayuden y colaboren en su construcción.

¿Qué clase de terrorismo es el del IS? ¿Territorial? ¿Religioso? ¿Político? Probablemente Político-Territorial-Religioso. Y son esos tres factores los que le convierten en tan altamente peligroso. Si las fuerzas armadas que participan, como por ejemplo las rebeldes, no se sabe muy bien si sólo luchan contra Assad o también colaboran con el IS, imagínense ustedes la población civil, que a lo único a lo que aspira es a sobrevivir en un mundo en el que sólo caben los locos y los muertos. 
¿Es la población civil víctima, simpatizante o colaboradora? ¿Y de quién? Ese terrorismo contra el que todo el mundo pretende unir sus fuerzas en una premisa en la que el término “unir” resulta problemático como ya hemos señalado y en el que las “fuerzas” todavía han de ser definidas, no va a ser fácil de combatir y los medios que se van a utilizar para intentar conseguirlo no van a dejar indiferentes a nadie: unos se quejarán del exceso de control y otros del aumento de la inseguridad.

Y no va a ser fácil, además, porque las actuaciones del IS no se reducen a un determinado país o a una determinada zona, como sucedía en el caso del IRA, de la ETA y de los terroristas palestinos, sus aspiraciones no se reducen a lograr la independencia de un territorio concreto. Lo que persigue el IS, o al menos esa es la impresión que resulta de sus actuaciones, es la formación de un Estado Supranacional Islámico Fundamentalista.

Ello convierte la victoria de los aliados en una ardua misión por Supranacional y por Islámico-Fundamentalista. Si además ese Estado Supranacional e Islámico fundamentalista se decide a defender alguna corriente política determinada, la madeja se liará todavía más.

En una situación así, los musulmanes, por más que la sociedad sensata se esfuerce en distinguir entre unos y otros, corren el riesgo de sufrir las embestidas emocionales de una gran parte de la sociedad, que arrojará sus iras y su dolor contra el primero que encuentre. No es justo y no lo defiendo pero sucederá, y todos sabemos que sucederá porque ya está sucediendo, que los musulmanes van a padecer la desconfianza de la sociedad no musulmana amén del aislamiento en el que de modo más o menos encubierto van a tener que hacer frente.

Esto, lo sabemos también todos, lejos de solucionar el problema, lo agravará primero porque la desconfianza no se limita a la desconfianza de la sociedad no musulmana a la sociedad musulmana, sino a la desconfianza tanto en el interior de la sociedad no-musulmana entre sus propios componentes y en el interior de la sociedad musulmana entre los suyos porque ni la una ni la otra puede estar realmente libre de simpatizantes y colaboradores; y en segundo, porque más de un desesperado puede sentirse obligado a tomar vías que de otra manera no hubiera tomado.

No va a ser fácil. No. Los gobiernos hablan de control policial, de dispositivos de seguridad, de compra de armamento, de ataques aéreos en Siria y alrededores. Pero pocos, muy pocos, se refieren a la lucha, la gran y terrible lucha, que va a tener que llevar a cabo una sociedad europea empobrecida por la crisis y cansada de su propio hedonismo-narcisista, una sociedad europea a la que se le pide que separe a los musulmanes que tiene delante de los terroristas que se esconden detrás; a la que se le alienta a invitar a su vecino musulmán a tomar una cerveza o a aceptar la invitación de la vecina musulmana a tomar un café, mientras las bombas de los terroristas fundamentalistas islámicos resuenan en la calle y se entierra a los muertos.

No hablemos de guerra, no. Hablemos de desconfianza social, de verjas y vallas en las fronteras de Europa y dentro de las ciudades de Europa. Da igual cómo llamemos a la situación. Lo cierto es que Europa va a tener que hacer grandes esfuerzos por –utilizando las palabras del Arzobispo Cañizares- separar el trigo de la paja. Y que conste que yo, al contrario que él, no digo “buen trigo” porque aquí ninguno somos “buen trigo” y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Los grandes perdedores:

Los musulmanes, que querían practicar su religión tranquila y pacíficamente.

Los refugiados en busca de un lugar en el que poder construir su existencia y que han dejado de ocupar las portadas de los periódicos por más que continúen las preocupaciones de las instituciones encargadas de su estancia en el país, con independencia de que su solicitud de permanencia sea cada vez más difícilmente admitida porque en ese tema, la Unión Europea no ha alcanzado ningún acuerdo significativo y la generosidad de un par de países, por muy generosos que esos países sean, va inevitablemente unida a sus recursos materiales. Ahora, se diga lo que se diga, pocas serán las voces que se alcen ya en contra de la construcción y vigilancia de seis mil kilómetros de vallas. 

Los hombres y mujeres que un día creyeron en la posibilidad de construir una sociedad basada en el respeto a la pluralidad de creencias, a los Derechos Humanos y al diálogo entre las distintas posiciones.

La sociedad Europea.

Y menos mal que estamos en otoño y puedo echar la culpa al tiempo. No es fácil, no, asistir al cierre de fronteras; a la caída del cosmopolitismo; al abandono de la pluralidad y de la tolerancia. No es fácil, no. Quizás después de todo, se tratara de un simple y bello sueño de primavera. El espectador duerme en su sillón. En el ambiente se respira la calma chicha que reina antes de la tormenta. Ayer cuando una amiga española y yo salimos con nuestros cafés a sentarnos en una de las mesas de la terraza, un hombretón de grandes botas y largas barbas se levantó de la mesa de al lado y sin perder tiempo fue a sentarse adentro: sin proferir una palabra de más y sin hacer un mal gesto. Mi amiga y yo no supimos si su reacción se debía al frio o al rechazo que le había provocado nuestra presencia y sobre todo nuestro idioma extranjero. A su salida le observé el rostro: era el de un hombre de unos treinta años, uno de esos alemanes que son incapaces de ocultar el profundo amor que sienten por sus tradiciones que son suyas y de nadie más, por su pastel de queso y por sus salchichas, uno de esos alemanes al que le duele enormemente todo lo que le obligue a cambiar de forma de ser y, sobre todo, de forma de estar y que lo único que quiere es poder disfrutar de su camino tranquila y pacíficamente en soledad. Era un hombre que no necesitaba de más compañía que los árboles del bosque y que, seguramente por cuestiones de trabajo, se veía obligado a venir a la caótica Berlín.

Y yo, que no pertenezco a ningún mundo, que ya no sé si quiero pertenecer, o si podría pertenecer siquiera a alguno, comprendí su amor y comprendí su deseo. Y sentí una gran ternura por ese gigante arisco. Va a resultarle harto difícil el caminar en soledad y en libertad los caminos del bosque que su alma anhela. Suerte tendrá si no cae en los caminos oscuros iluminados por fantasmagóricas antorchas.

De todos los perdedores, este hombre es el que más me duele.

La bruja ciega.





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