He empezado a leer Der Spiegel. Hubiera querido leer un par de periódicos
más pero con lo que allí he leído ya es suficiente. Miedo. Miedo es lo que
inunda el ambiente socio-digital. Miedo. Ayer lo intuí. Cuando las voces de los
bloggeros escribían una y otra vez que no hay que tener miedo, es que ya
estaban viendo resbalar las primeras gotas de sudor causadas por el terror. Pero
ayer estaba demasiado cansada como para escribir otro artículo y hoy, cuando el
ataque de espanto ha estallado, no sé si sirve de algo el hacerlo. Una amiga me
ha contado que ayer en París una pequeña manifestación se congregó para
repetir, cual de si una letanía se tratara, “no tenemos miedo”. Debía ser un
grupo de autoayuda o algo por el estilo porque lo cierto es que cuando oyeron
la detonación de un par de petardos, perdieron el dominio de sí mismos,
empezaron a gritar como locos y hubo que llamar a los bomberos porque alguno de
ellos, en su histeria, provocó un pequeño incendio al saltar sobre las velas
expuestas en señal de duelo. Verdad o rumor, en estos momentos ya ni se sabe.
Las historias que circulan son de lo más rocambolesco: los colegios corren peligro,
el Kudamm en Berlín ha sido cerrado, se han dado falsas alarmas de bombas para
que cuando sea la verdadera la policía no se de prisa en llegar... Si mi amiga
me hubiera dicho que se habían suspendido las excursiones escolares en Francia, no la
habría creído jamás. Lo habría considerado otro chisme de los muchos que
pululan por ahí. Pero lo dice Der Spiegel y no queda más remedio que creerlo.
No hace falta que los políticos cierren ninguna frontera, no hace falta que
publiquen ninguna ley que limite la libertad de circulación en Europa. Los
ciudadanos, ellos solitos, corren a encerrarse ellos mismos.
¡Me recuerda a aquéllas películas del Oeste en el que todos corrían a
atrincherarse en sus casas cuando veían a la banda de los malvados llegar al
pueblo aunque lo único que hiciera fuera entrar a beber un whisky en el Saloon
del pueblo, o cuando el vaquero bueno se batía a duelo con el vaquero malo!
No. Esta actitud no es
normal. Pregúntenle a los españoles. En
sus tiempos, ETA no tuvo ninguna piedad por las personas normales de un país
llamado España y a los españoles no les quedó más remedio que aprender a seguir
viviendo con la espada de Damocles de las bombas de los terroristas colgando
sobre sus cabezas. Hubo un momento en que algunos periodistas preferían obviar
el tema porque no tenían ganas de ir a parar a la lista de los amenazados
mientras otros se lanzaban al ataque mediático contra ETA, porque consideraban
que estar amenazados era un reconocimiento a su labor profesional.
Los gobiernos, fueran de la tendencia política que fueran, siempre tuvieron
que encontrar el difícil equilibrio entre la dureza de la información y la
serenidad necesaria para construir la democracia recién nacida en medio de
constantes críticas. Unos que los amonestaban por inefectivos y otros que los
increpaban por débiles. En aquéllos tiempos ni siquiera conseguir que Francia
aprobara la extradición de los terroristas capturados en su territorio
resultaba fácil...
Diálogo, se intentaba,
mientras explotaban los coches bombas. Calma a la población, se decía, mientras
las sirenas de las ambulancias sonaban en la mañana. La economía vasca se
resintió. Muchos industriales abandonaron la región; otros se avinieron a pagar
los impuestos revolucionarios exigidos. En aquéllos días los turistas que se
atrevían a ir hasta allí eran escasos y los vascos que viajaban por el resto de
la Península tenían que asistir con consternación o jactancia – dependiendo del
carácter y de la ideología de cada uno – a la desconfianza que su presencia
provocaba. Y encima, cuando salías de España uno se tropezaba de sopetón con
las simpatías que más de un europeo mostraba por los vascos, que defendían su
identidad. Entonces pensé que todavía no se habían enterado de que Franco había
muerto y de que había aparecido una España de las Autonomías.
Al día de hoy estoy convencida de que una parte de los europeos seguía y sigue
anclada en el movimiento nacionalista romántico del siglo XIX.
Sea como fuere, ahora que
la pesadilla ha terminado muchos dudan de que todo eso sucediera alguna vez e
incluso hay alguno que cree firmemente que se trató de un mal sueño o que
tampoco fue para tanto. A algunos les empieza incluso a cansar oir el lamento nunca
bien escuchado de las víctimas. En su momento, porque para sus asustados conciudadanos
mostrar el dolor ya representaba un gran acto de valentía, igual que acudir a
las manifestaciones en contra de ETA, igual que formar parte de las plataformas
ciudadanas a favor de los asesinados. Ahora, porque todo aquéllo sucedió y hay
que pasar página...
Ya lo he dicho alguna vez: Vascongadas-País Vasco-Euskadi no es un
territorio especialmente grande y allí se conocen todos: víctimas y verdugos.
No hay más remedio que seguir adelante: con su culpa, unos; con su dolor, los
otros.
Eso fue ETA.
No fue fácil, no. El miedo de la población es un arma más eficaz que las
bombas para someterla. Un par de bombas en París y los ciudadanos tiemblan y no
se atreven a pasear por las calles más concurridas de la ciudad; las
excursiones escolares a Francia se suspenden; los ciudadanos se atrincheran. Una
amiga con la que pensaba encontrarme para ir a comer a un restaurante de los que se
encuentran en el centro de la ciudad me ha llamado para cancelar la cita.
Después de muchos tiras y aflojas la cita se mantiene gracias a que hemos
encontrado otro lugar, en un sitio apartado y alejado del mundanal ruido. Estaba
convencida de que mi amiga era una histérica antes de leer Der Spiegel. Ahora
sé que la histeria es colectiva. Y esa histeria colectiva es peligrosa.
Sumamente peligrosa por histeria y por colectiva. Hoy tiembla y se esconde. Mañana
la masa apalea a todo aquél que le parece sospechoso sea o no sea terrorista.
El miedo al terrorismo es comprensible, pero es un error. En primer lugar,
porque estamos vivos hasta que estamos muertos.El miedo no nos libra de la
muerte. Esa fiebre hedonista por
mantenerse más tiempo con vida para conservar una existencia inútil me parece
absurdo. Esa obsesión por la eterna juventud, una neurosis narcisista. En segundo
lugar, porque el miedo al terrorismo es un miedo a algo tan indefinido e
indeterminable como pueda ser el miedo a un accidente de tren: puede pasar pero
uno confía en que no pase. En este sentido el miedo al terrorismo no tiene nada
que ver con el miedo que se trasluce en la novela: “Jeder stirbt für sich
allein” (“Solo en Berlín”) (1947), de
Fallada. Cuando la leí tuve que dejar de leerla. Por miedo. A mí, que de lo
común duermo como un angelito, me resultó imposible conciliar el sueño por las noches. Pero en esa situación
el miedo, el terror, era lo normal. Cada ciudadano era un enemigo en potencia.
No se podía confiar en nada y en nadie. El miedo no expresaba más que la
actitud ante una situación realmente peligrosa y realmente insegura. No se
podía confiar en nadie, en absolutamente nadie porque todos eran enemigos.
Creo que en materia de terrorismo los europeos deberían ir a preguntar a
los españoles. También deberían preguntarles por la guerra sucia que en su día
el gobierno intentó contra el terrorismo (GAL). Hartos ya de que la acción
policial no consiguiera acabar con la organización terrorista, se decidió
olvidar las normas del Estado de Derecho. Fue un error en un doble sentido. En
primer lugar, porque una nación que durante cuarenta años ha vivido en una
dictadura no puede echar por la borda las libertades y seguridades de que gozan
los ciudadanos en un régimen democrático recién iniciado. En segundo lugar,
porque los terroristas son fantasmas y la policía tiene que apoyarse en
confidentes o en meros indicios. Los confidentes son, se acepte o no, dobles
agentes que han de obtener la confianza de los dos bandos para poder ir de un
lado a otro sin perecer en el intento y los indicios, como todos sabemos, no
siempre son lo que parecen. Los resultados fueron catastrofales. Tras algún que
otro éxito, el GAL asesinó a un par de individuos que nada tenían que ver con
ETA. Pueden ustedes imaginarse el follón.
El miedo al terrorismo es un error porque paraliza y la parálisis no ayuda a resolver la
situación. Enfrentarnos a él exige todo excepto miedo. A ETA, las
manifestaciones de los vascos en contra de ETA le contrariaba porque estaba
convencida de que la adhesión de la población a ella –salvo la de los “fachas
con los que había que acabar”- era absoluta. A ETA, las plataformas de los
ciudadanos vascos a favor de la paz le molestaban porque estaban convencidos de
que ella era la paz. A ETA el apoyo a
las víctimas la enojaba porque en su opinión esas víctimas no eran tales. En
definitiva, hubo que sumar a los esfuerzos de los gobiernos y al control
policial, la actitud vasca para conseguir que ETA dejara las armas encima de la
mesa, por lo menos, eso.
¿Cómo desarrolla la población la resistencia? Poco a poco y a duras penas,
todo hay que reconocerlo. Al principio el miedo paraliza y no deja pensar.
Después surge el desgarro interno: se conoce, se ha visto crecer al asesino; se
conoce, se ha visto crecer a la víctima. Tal vez lo mejor sea no meterse.
Después, después, después. Hasta que un valiente y dos y tres deciden unirse e
ir a una manifestación a la que primero acuden pocos, hasta que van acudiendo
más. Y se forman plataformas recibidas con escepticismo hasta que se consolidan.
Poco a poco. Muy poco a poco.
Vuelvo a repetir lo mismo que ayer dije: el terrorismo no sólo mata hombres,
también mata libertades. Temerle impide defender la vida de los ciudadano, la
supervivencia de la sociedad y el mantenimiento de las libertades. El
terrorismo, lamentablemente, no se acaba en un día, ni en una semana, ni en un
mes. Y el miedo sólo contribuye a reforzarlo.
Pero del mismo modo que afirmo que el miedo al terrorismo es un error,
también afirmo que el mido a la guerra, no lo es. La guerra mata y destruye todo
lo que encuentra a su paso. No temerla es una auténtica temeridad.
Europa se encuentra en una encrucijada que no sé si puede resolver ella
sola, sin ayuda de los musulmanes que en ella habita, igual que fueron los
propios vascos los que tuvieron que activar su rechazo y su resistencia.
¿El problema al que han de hacer frente los musulmanes?: la victimización
en la que han caído y en la que persisten en seguir anclados, hasta que esa victimización los conduzca de una u otra forma al abismo..
La bruja ciega.
NOTA: He estado utilizando el término "miedo". La mejor definición que conozco es la que Huxley ofrece en su obra "Ape und Essence", (1948) la trascribo por si a alguien le pudiera interesar.
"Love casts out fear; but conversely fear casts out love. And not only love. Fear casts out intelligence, casts out goodness, casts out all thought of beauty and truth. What remains is the dumb or studiedly jocular desperation of one who is aware of the obscene Presence in the corner of the room and knows that the door is locked, that there aren´t any windows. And now the thing bears down on him. he feels a hand on his sleeve, smells a stinking breath, as the executioner´s assistant leans almost amorously towards him. (...) There is no longer a man among his fellow-men, no longer a rational being speaking articulately to other rational beings; there is only a lacerated animal, screaming and struggling in the trap. For in the end fear casts out even a man´s humanity. And fear, my good friend, fear is the very basis and foundation of modern life. Fear of the mouch touted technology which, while it raises our standard of living, increases the probability of our violently dying. Fear of the science which takes away with one hand even more than what it so profusely gives with the other. Fear of the demonstrably ftal institutions for whic, inour suicidal loyalty, we are ready to kill and die. Fear of the Great Men, whom we have raised, by popular acclaim, to a power which they use, inevitably, to murder and enslave us. Fear of hte War we don´t want and yet do everything we can to bring about.
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