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Friday, November 20, 2015

Miedo y victimismo. Parte I: Miedo.

He empezado a leer Der Spiegel. Hubiera querido leer un par de periódicos más pero con lo que allí he leído ya es suficiente. Miedo. Miedo es lo que inunda el ambiente socio-digital. Miedo. Ayer lo intuí. Cuando las voces de los bloggeros escribían una y otra vez que no hay que tener miedo, es que ya estaban viendo resbalar las primeras gotas de sudor causadas por el terror. Pero ayer estaba demasiado cansada como para escribir otro artículo y hoy, cuando el ataque de espanto ha estallado, no sé si sirve de algo el hacerlo. Una amiga me ha contado que ayer en París una pequeña manifestación se congregó para repetir, cual de si una letanía se tratara, “no tenemos miedo”. Debía ser un grupo de autoayuda o algo por el estilo porque lo cierto es que cuando oyeron la detonación de un par de petardos, perdieron el dominio de sí mismos, empezaron a gritar como locos y hubo que llamar a los bomberos porque alguno de ellos, en su histeria, provocó un pequeño incendio al saltar sobre las velas expuestas en señal de duelo. Verdad o rumor, en estos momentos ya ni se sabe. Las historias que circulan son de lo más rocambolesco: los colegios corren peligro, el Kudamm en Berlín ha sido cerrado, se han dado falsas alarmas de bombas para que cuando sea la verdadera la policía no se de prisa en llegar... Si mi amiga me hubiera dicho que se habían suspendido las excursiones escolares en Francia, no la habría creído jamás. Lo habría considerado otro chisme de los muchos que pululan por ahí. Pero lo dice Der Spiegel y no queda más remedio que creerlo. No hace falta que los políticos cierren ninguna frontera, no hace falta que publiquen ninguna ley que limite la libertad de circulación en Europa. Los ciudadanos, ellos solitos, corren a encerrarse ellos mismos.

¡Me recuerda a aquéllas películas del Oeste en el que todos corrían a atrincherarse en sus casas cuando veían a la banda de los malvados llegar al pueblo aunque lo único que hiciera fuera entrar a beber un whisky en el Saloon del pueblo, o cuando el vaquero bueno se batía a duelo con el vaquero malo!

No. Esta actitud no es normal. Pregúntenle a  los españoles. En sus tiempos, ETA no tuvo ninguna piedad por las personas normales de un país llamado España y a los españoles no les quedó más remedio que aprender a seguir viviendo con la espada de Damocles de las bombas de los terroristas colgando sobre sus cabezas. Hubo un momento en que algunos periodistas preferían obviar el tema porque no tenían ganas de ir a parar a la lista de los amenazados mientras otros se lanzaban al ataque mediático contra ETA, porque consideraban que estar amenazados era un reconocimiento a su labor profesional.

Los gobiernos, fueran de la tendencia política que fueran, siempre tuvieron que encontrar el difícil equilibrio entre la dureza de la información y la serenidad necesaria para construir la democracia recién nacida en medio de constantes críticas. Unos que los amonestaban por inefectivos y otros que los increpaban por débiles. En aquéllos tiempos ni siquiera conseguir que Francia aprobara la extradición de los terroristas capturados en su territorio resultaba fácil...
Diálogo, se intentaba, mientras explotaban los coches bombas. Calma a la población, se decía, mientras las sirenas de las ambulancias sonaban en la mañana. La economía vasca se resintió. Muchos industriales abandonaron la región; otros se avinieron a pagar los impuestos revolucionarios exigidos. En aquéllos días los turistas que se atrevían a ir hasta allí eran escasos y los vascos que viajaban por el resto de la Península tenían que asistir con consternación o jactancia – dependiendo del carácter y de la ideología de cada uno – a la desconfianza que su presencia provocaba. Y encima, cuando salías de España uno se tropezaba de sopetón con las simpatías que más de un europeo mostraba por los vascos, que defendían su identidad. Entonces pensé que todavía no se habían enterado de que Franco había muerto y de que había aparecido una España de las Autonomías.
Al día de hoy estoy convencida de que una parte de los europeos seguía y sigue anclada en el movimiento nacionalista romántico del siglo XIX.

Sea como fuere, ahora que la pesadilla ha terminado muchos dudan de que todo eso sucediera alguna vez e incluso hay alguno que cree firmemente que se trató de un mal sueño o que tampoco fue para tanto. A algunos les empieza incluso a cansar oir el lamento nunca bien escuchado de las víctimas. En su momento, porque para sus asustados conciudadanos mostrar el dolor ya representaba un gran acto de valentía, igual que acudir a las manifestaciones en contra de ETA, igual que formar parte de las plataformas ciudadanas a favor de los asesinados. Ahora, porque todo aquéllo sucedió y hay que pasar página...
Ya lo he dicho alguna vez: Vascongadas-País Vasco-Euskadi no es un territorio especialmente grande y allí se conocen todos: víctimas y verdugos. No hay más remedio que seguir adelante: con su culpa, unos; con su dolor, los otros.

Eso fue ETA.

No fue fácil, no. El miedo de la población es un arma más eficaz que las bombas para someterla. Un par de bombas en París y los ciudadanos tiemblan y no se atreven a pasear por las calles más concurridas de la ciudad; las excursiones escolares a Francia se suspenden; los ciudadanos se atrincheran. Una amiga con la que pensaba encontrarme para ir  a comer a un restaurante de los que se encuentran en el centro de la ciudad me ha llamado para cancelar la cita. Después de muchos tiras y aflojas la cita se mantiene gracias a que hemos encontrado otro lugar, en un sitio apartado y alejado del mundanal ruido. Estaba convencida de que mi amiga era una histérica antes de leer Der Spiegel. Ahora sé que la histeria es colectiva. Y esa histeria colectiva es peligrosa. Sumamente peligrosa por histeria y por colectiva. Hoy tiembla y se esconde. Mañana la masa apalea a todo aquél que le parece sospechoso sea o no sea terrorista.

El miedo al terrorismo es comprensible, pero es un error. En primer lugar, porque estamos vivos hasta que estamos muertos.El miedo no nos libra de la muerte.  Esa fiebre hedonista por mantenerse más tiempo con vida para conservar una existencia inútil me parece absurdo. Esa obsesión por la eterna juventud, una neurosis narcisista. En segundo lugar, porque el miedo al terrorismo es un miedo a algo tan indefinido e indeterminable como pueda ser el miedo a un accidente de tren: puede pasar pero uno confía en que no pase. En este sentido el miedo al terrorismo no tiene nada que ver con el miedo que se trasluce en la novela: “Jeder stirbt für sich allein” (“Solo en Berlín”)  (1947), de Fallada. Cuando la leí tuve que dejar de leerla. Por miedo. A mí, que de lo común duermo como un angelito, me resultó imposible conciliar el  sueño por las noches. Pero en esa situación el miedo, el terror, era lo normal. Cada ciudadano era un enemigo en potencia. No se podía confiar en nada y en nadie. El miedo no expresaba más que la actitud ante una situación realmente peligrosa y realmente insegura. No se podía confiar en nadie, en absolutamente nadie porque todos eran enemigos.

Creo que en materia de terrorismo los europeos deberían ir a preguntar a los españoles. También deberían preguntarles por la guerra sucia que en su día el gobierno intentó contra el terrorismo (GAL). Hartos ya de que la acción policial no consiguiera acabar con la organización terrorista, se decidió olvidar las normas del Estado de Derecho. Fue un error en un doble sentido. En primer lugar, porque una nación que durante cuarenta años ha vivido en una dictadura no puede echar por la borda las libertades y seguridades de que gozan los ciudadanos en un régimen democrático recién iniciado. En segundo lugar, porque los terroristas son fantasmas y la policía tiene que apoyarse en confidentes o en meros indicios. Los confidentes son, se acepte o no, dobles agentes que han de obtener la confianza de los dos bandos para poder ir de un lado a otro sin perecer en el intento y los indicios, como todos sabemos, no siempre son lo que parecen. Los resultados fueron catastrofales. Tras algún que otro éxito, el GAL asesinó a un par de individuos que nada tenían que ver con ETA. Pueden ustedes imaginarse el follón.

El miedo al terrorismo es un error porque paraliza y la parálisis no ayuda a resolver la situación. Enfrentarnos a él exige todo excepto miedo. A ETA, las manifestaciones de los vascos en contra de ETA le contrariaba porque estaba convencida de que la adhesión de la población a ella –salvo la de los “fachas con los que había que acabar”- era absoluta. A ETA, las plataformas de los ciudadanos vascos a favor de la paz le molestaban porque estaban convencidos de que ella era la paz. A ETA el apoyo a las víctimas la enojaba porque en su opinión esas víctimas no eran tales. En definitiva, hubo que sumar a los esfuerzos de los gobiernos y al control policial, la actitud vasca para conseguir que ETA dejara las armas encima de la mesa, por lo menos, eso.

¿Cómo desarrolla la población la resistencia? Poco a poco y a duras penas, todo hay que reconocerlo. Al principio el miedo paraliza y no deja pensar. Después surge el desgarro interno: se conoce, se ha visto crecer al asesino; se conoce, se ha visto crecer a la víctima. Tal vez lo mejor sea no meterse. Después, después, después. Hasta que un valiente y dos y tres deciden unirse e ir a una manifestación a la que primero acuden pocos, hasta que van acudiendo más. Y se forman plataformas recibidas con escepticismo hasta que se consolidan. Poco a poco. Muy poco a poco.

Vuelvo a repetir lo mismo que ayer dije: el terrorismo no sólo mata hombres, también mata libertades. Temerle impide defender la vida de los ciudadano, la supervivencia de la sociedad y el mantenimiento de las libertades. El terrorismo, lamentablemente, no se acaba en un día, ni en una semana, ni en un mes. Y el miedo sólo contribuye a reforzarlo.

Pero del mismo modo que afirmo que el miedo al terrorismo es un error, también afirmo que el mido a la guerra, no lo es. La guerra mata y destruye todo lo que encuentra a su paso. No temerla es una auténtica temeridad.

Europa se encuentra en una encrucijada que no sé si puede resolver ella sola, sin ayuda de los musulmanes que en ella habita, igual que fueron los propios vascos los que tuvieron que activar su rechazo y su resistencia.

¿El problema al que han de hacer frente los musulmanes?: la victimización en la que han caído y en la que persisten en seguir anclados, hasta que esa victimización los conduzca de una u otra forma al abismo..

La bruja ciega.

 NOTA: He estado utilizando el término "miedo". La mejor definición que conozco es la que Huxley ofrece en su obra "Ape und Essence", (1948) la trascribo por si a alguien le pudiera interesar.

"Love casts out fear; but conversely fear casts out love. And not only love. Fear casts out intelligence, casts out goodness, casts out all thought of beauty and truth. What remains is the dumb or studiedly jocular desperation of one who is aware of the obscene Presence in the corner of the room and knows that the door is locked, that there aren´t any windows. And now the thing bears down on him. he feels a hand on his sleeve, smells a stinking breath, as the executioner´s assistant leans almost amorously towards him. (...) There is no longer a man among his fellow-men, no longer a rational being speaking articulately to other rational beings; there is only a lacerated animal, screaming and struggling in the trap. For in the end fear casts out even a man´s humanity. And fear, my good friend, fear is the very basis and foundation of modern life. Fear of the mouch touted technology which, while it raises our standard of living, increases the probability of our violently dying. Fear of the science which takes away with one hand even more than what it so profusely gives with the other. Fear of the demonstrably ftal institutions for whic, inour suicidal loyalty, we are ready to kill and die. Fear of the Great Men, whom we have raised, by popular acclaim, to a power which they use, inevitably, to murder and enslave us. Fear of hte War we don´t want and yet do everything we can to bring about.



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