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Tuesday, November 24, 2015

La crisis económica o el olvido del Ser

El mundo empieza a ser interesante, comenta el espectador antes de pegarle un mordisco a su tostada. Interesante por absurdo, me explica. ¿Qué otra cosa si no se podía esperar del juego de “cumplir la profecía?” ¿Lo conocía usted?. Fíjese, Chesterton en su Napoleón de Notting Hill, aseguraba que una de las aficiones favoritas del  pueblo llano desde tiempos inmemoriables ha consistido en incumplir las predicciones de los grandes profetas. Pues bien, ahora el juego se basa  en todo lo contrario: el pueblo llano inventa profecías y hace todo lo posible para que éstas se cumplan. ¿No lo considera usted una diversión excitante? A un amigo mío que se fue a hacer un crucero de lujo por el Caribe, sus familiares, amigos y vecinos, le predijeron que le costaría mucho volver y retomar su anterior vida. Mi amigo tomó la advertencia a broma. ¿Por qué iba a ser difícl regresar?, pensó mi amigo. Al fin y al cabo sólo eran un par de semanas y un merecido descanso nunca viene mal. El espectador ríe. En efecto, -continúa-  a su regreso y a pesar de haberse gastado una verdadera fortuna en conferencias, todos le incriminaron su falta de consideración; a pesar de haber tenido que comprar una maleta para transportar los regalos que les había comprado, fue amonestado por su prodigalidad y por dársela de rico. Ante su sopresa descubrió que era un mal hermano, un mal hijo, un mal vecino, un mal trabajador, un inútil que no hacía nada bien.  Intentó dialogar, se humilló, entonó el mea culpa y el canto del ira aeterna. Todo en vano. Terminó en una “casa de reposo”. “Se veía venir”, dijo entonces aquélla respetable sociedad con un mal disimulado falso tono de apesandumbramiento que de habérselo reprochado todos ellos hubieran jurado y perjurado que su sentimiento era absoluta y totalmente sincero. “Se veía venir. Ya se lo pronosticamos: Volver le iba a resultar muy duro.” Pues bien, prosigue el espectador, ése es el juego que unos cuantos estan jugando ahora y debo reconocer que con éxito. Auguran la guerra y habrá guerra. Afirman que Europa será o de Unos o de Otros pero no Europa. Será de Unos o de Otros pero Europa va a dejar de ser Europa. Y puesto que la locomotar de Europa es Alemania y ni siquiera unos cuantos vagones en mal estado logran frenarla, de lo que se trata ahora es desequilibrar al país germano. Imagíne usted, una nación que despide sin miramientos a unos cuantos ministros por falta de precisión en las citas de unos doctorados que no va a leer nadie, muy posiblemente ni la comisión de profesores que en su día se encargó de corregirlos, y de repente ha de enfrentarse a la corrupción de las empresas automovilísticas, de la federación de fútbol, de los bancos... Y todo a la vez. Demasiadas coincidencias, ¿no le parece? Aseguran que vendrá una dictadura mundial. Vendrá una dictadura mundial. Proclaman que van a morir unos cuantos millones de hombres. Morirán unos cuantos millones de hombres. Este juego no me gusta, pero está de moda. El espectador suspira y sorbe el café humeante.

A veces, el espectador y yo nos reunimos a desayunar. Él brinda el café y su casa. Yo los bollitos, la mantequilla y la mermelada. Nuestros desayunos son austeros y breves, raramente se prolongan más allá de una hora. La sociabilidad no es precisamente el rasgo que nos caracteriza. Me despido. 
Afuera el  invierno ha llegado precipitadamente y sin avisar, igual que  las últimas noticias. Antes de volver a casa, deambulo por las calles frias. El espectador tiene razón. El mundo empieza a ser interesante, por absurdo. Mientras Seehofer anuncia su intención de acercarse a visitar a Putin, (seguramente para tomar juntos el té de las cinco), se alerta a los alemanes ahorradores de que han de responder por los bancos griegos. Eso, al menos, dice el FAZ. Si sólo fuera por los bancos griegos, me digo. Los ahorradores europeos van a tener que responder de los bancos, de la subida de intereses en América, de la bajada del Euro, de la renovación del armamento, de la deuda, del cambio energético y qué se yo de cuántas cosas más. Los ahorradores europeos van a tener que responder de todo. El único problema de los ahorradores europeos es que además de que sus ahorros son limitados, los ahorradores europeos no tienen a nadie que responda por ellos. Grave y terrible dilema, no cabe la menor duda. Pero por el momento la crisis económica queda relegada a un segundo plano, a la espera de que ello la suma en el olvido y el olvido la haga desaparecer. El olvido del Ser heideggeriano, que tantos problemas, dice Heidegger, que causa. Mientras, Bruselas cerrada a cal y canto, sigue buscando a un criminal del que ya no se sabe siquiera si es o no criminal. Por lo menos, eso revela su hermano en algún programa de televisión. Draghi, Weidmann y compañía han de reunirse en precarias condiciones a determinar si ponen o no ponen más dinero en circulación. Será que sí, será que sí. La crisis europea está arrinconada, olvidada y desaparecida. Fin a la austeridad. Europa necesita dinero pero no porque haya de responder por la deuda y por los bancos, griegos o no. Eso lo pensarán si acaso ustedes, que son unos malpensados. Europa necesita dinero para dedicarse a practicar las labores de defensa y humanitarias a las que se ha visto obligada de repente. Que las acciones de armamento sean en estos momentos sumamente rentables, no significa en absoluto que esté pensando en aumentar la ya de por sí gigantesca deuda. ¡Qué desconfiados! Pero aunque se aumentara ¿por qué van a tener miedo los europeos de su déficit si a los americanos el suyo les trae sin cuidado? Ah, me digo a mí misma, es que los americanos, admitámoslo, son otra cosa. Un pueblo que tiene terror de los refugiados pero no teme en absoluto al salmón genéticamente modificado, es un pueblo distinto del europeo, al menos del europeo del norte, al que no le espanta recibir unos cuantos miles de refugiados pero que sólo comerá el dichoso salmón si no le queda más remedio. Y aún entonces suspirará resignado: "todo sea por la supervivencia".

Sí. Los americanos son distintos. Un Donald Trump sólo puede existir allí. En Europa sus millones lo habrían declarado incapacitado para gobernar antes incluso de comenzar la carrera a la Presidencia. No por prepotente - la prepotencia en política es siempre una virtud -, sino por triunfador. El éxito del gobernante siempre ha sido la causa que en Europa ha impedido a los líderes llegar al poder o mantenerlo, depende del caso. Gobernar no es dirigir a un pueblo, dirían los europeos. Gobernar es proteger a un pueblo. Los europeos creen, aunque ni siquiera sepan que lo creen, aunque se trate de una creencia inconsciente, que un hombre que ha amasado sus millones a base de vencer a la competencia no puede ser nunca un buen gobernante y mucho menos un buen protector de pueblos. Un millonario puede protegerse a sí mismo y, a lo sumo, a sus millones, siempre y cuando, claro, los haya dejado a buen resguardo a la hora de contraer matrimonio. ¿Pero puede proteger a un pueblo?
La primera duda que Trump plantea al elector es que Trump no parece saber muy bien quiénes constituyen el pueblo americano. De todas, ésa, en mi opinión, es la cuestión más importante a resolver. Más aún que la de lanzarse o no a la guerra o la de recibir o no refugiados sirios. Francia, dice Holande, está en guerra. En guerra desde hace once días. Los Estados Unidos no acaban una cuando ya están en otra. No. Ése, el de la guerra o la paz, no es el gran tema. La gran pregunta a la que Trump no termina de contestar adecuadamente es la de quiénes, a su juicio, constituyen el Estado Americano. Los ilegales, no. Los emigrantes mejicanos, no. ¿Sólo esos? Dejémoslo en puntos suspensivos. 
El reto al que diariamente han de enfrentarse los grandes hombres  es a aceptar la debilidad propia y ajena y eso, al gran hombre, hecho a sí mismo, nunca le resulta fácil. Pregunten ustedes a las mujeres enamoradas de esos grandes hombres. O se hacen de hierro y construyen una vida paralela que únicamente se encuentra con su marido cuando casualmente coinciden en alguna recepción o se hunden en la más absoluta soledad si lo que esperan es reconocimiento o ayuda emocional de ellos. En el primer caso, el matrimonio no resulta fácil porque la infidelidad está servida en una relación en la que los grandes hombres exigen, como en toda actividad que emprenden, lealtad total y absoluta. En el segundo caso, la lealtad que reciben va acompañada de la inevitable frustración que sus esposas van depositando en sus corazones con cada uno de los desplantes que de ellos reciben, desplantes, todo hay que decirlo, de los que ellos los grandes hombres, ocupados como están en sus grandes asuntos, en absoluto son conscientes de haber provocado y que, caso de que su desesperada esposa se decida a abrir su corazón y a enumerarselos, serán considerados por ellos, como chiquilladas, reproches o acusaciones infundadas y carentes de contenido.
El elector europeo no tiene muchas ganas de ser ni la esposa de hierro que compagina su propio éxito con el amante de turno, ni la esposa frustrada que espera paciente y tristemente a que llegue el  que un día fue el amor de su vida y hoy es sólo un gran hombre preocupado por los menesteres lucrativos o “por el aquí te pillo, aquí te mato” para descargar estrés sea con su esposa o con la primera que en ese instante se presente.
No. Los europeos sienten un rechazo histórico hacia los grandes hombres que no contentos con ser grandes hombres pretenden ser, también, grandes gobernantes. Trump no tendría en Europa ninguna posibilidad de llegar a ser Presidente.

Vuelvo a casa. La garganta me duele. De un tiempo a esta parte mi salud se ha resentido considerablemente. Creo que ya lo he dicho. Sufro de cortocircuitos y la garganta es mi generador. Es allí desde donde mi más tierna infancia han ido a concentrarse una y otra vez todas mis dolencias: sarampión, tosferina, varicela, tristeza, ira... Estas dos últimas me dejaron sin voz. Fue necesario operar y claro, no conseguí permanecer callada el tiempo suficiente. La cicatriz se abre y se cierra como si de una puerta automática se tratara. No puedo enojarme ni hacer grandes esfuerzos físicos. Pero me enojo y me fatigo a conciencia. Es mi particular cruzada contra ese terribla obsesión por mantenerse joven cueste lo que cueste que, francamente, no tiene sentido en las vidas vacías y carece de relevancia en las vidas plenas, que apenas disponen de tiempo para pensar en uno mismo. La utilización del bótox y la práctica de deporte rejuvenecen el cuerpo ¿pero y el alma? ¿Quién la rejuvenece? ¿La meditación? Será en activo, porque en pasivo sólo resulta eficaz cuando anteriormente se ha trabajado sin descanso. A los pasivos, la meditación en pasivo únicamente consigue abocarles a la neurosis. ¿El conocimiento? ¿Cuántos Faustos y mercaderes de la sapiencia no conocemos? ¿La Fe? Tal vez la Fe consiga rejuvenecer el alma. Siempre y cuando, claro, se trate de una Fe viva y activa, no corroída por la carcoma y el polvo. Una Fe radicalmente sincera y radicalmente creyente. Quizás la Fe lo consiga. Quizás la Fe. Una Fe dirigida a la vida y no a la muerte, aunque sea ingenua e infantil, como la de Chesterton, que necesita de la Fe para poder creer en milagros, para que las cosas mágicas y maravillosas sean posible, la Fe en mayúsculas, para poder construir una existencia en la seguridad que los firmes muros ortodoxos que esa Fe sincera, viva e ingenua, proporcionan, de modo que los niños, que somos nosotros, podamos continuar jugando sin miedo a caer en el abismo.

La Fe de los americanos, en cambio, es una Fe apocalíptica al modo medieval, basada en el mundo pecaminoso, en el castigo eterno, en el poder de las Tinieblas que se ha hecho dueña del mundo y en la necesidad de sacrificio individual para vencerla. La Fe de los americanos, por más que se acompañe de música divertida, alegres reuniones de parroquia y mucho pastel de manzana, le resulta al europeo oscura y tenebrosa. Quizás ellos,los americanos, que viven a la luz del sol californiano y del dólar, necesiten de toldos que los libren del exceso de luz, pero para la enferma Europa – y la salud de Europa, justo es reconocerlo, se ha debilitado de un tiempo a esta parte de forma preocupante requiere de sueños que le hablen de paz, esperanza y amor; de nuevos caminos mágicos y excitantes que le hablen de praderas siempre verdes, de montañas cordiales, de sabios fantasmas, de simpáticos duendes... Europa no necesita ni historias apocalípticas ni extraños salvadores surgidos de la niebla. Europa no necesita ni de los Unos ni de los Otros. Europa, como yo, ha de recomponer su maltrecho generador. Fe y tiempo es lo que urge. Los grandes consejos de las empresas americanas fruncen el ceño y mueven la cabeza con escepticismo: Europa no va bien, dicen preocupados. ¡Menudo análisis! Apocalíptico, claro ¿qué pensaban? Después de Benito Cereno, Crónicas Marcianas y la Broma Infinita, lo único que les queda es el Apocalipsis. De los rusos, no se sabe, no contestan. Los rusos vienen, aparecen, dicen lo que quieren decir, y se vuelven a ir por donde han venido. La solemnidad de que hacen gala les reviste de un aura que nadie acierta a determinar si es verdadera o falsa. Los chinos se presentan siempre parapetados tras su muralla y de ahí no entra ni sale nadie que previamente no haya sido analizado con lupa. Estas amistades con amigos enigmáticos constituyen siempre un reto. Me recuerdan a las ofertas que recibía hace años de algunas editoriales: “Compre cinco libros desconocidos a cinco marcos alemanes. Déjese sorprender”. Me dejé sorprender, claro. En ocasiones recibir paquetes cuyo contenido real se ignora resulta sumamente emocionante. He de confesar que la experiencia no resultó tan gratificante como yo me había imaginado: ejemplares de autores tan desconocidos como mediocres, fue lo que obtuve. Una amiga se encargó de consolarme: Tampoco era tan terrible. dijo, Hasta cierto punto debía incluso estar contenta; al fin y al cabo no se había tratado de uno de los paquetes “bomba” del Pitufo bromista.

Mientras tanto, otro Consejo, el Consejo Central judío alemán, se pronuncia: es necesario poner límite a la entrada de los refugiados. Suspiro. Hubiera sido preferible que el Consejo Central judío alemán no se hubiera pronunciado a este respecto. No por judío, tampoco por alemán, sino por “Consejo Central”. En este asunto los representantes están de más. Son los individuos los que han de pronunciarse. Dentro de la comunidad judía hay miembros que se manifiestan total y absolutamente en contra de la recepción de refugiados. El antisemitismo está alcanzando cotas preocupantes y que las mujeres musulmanas luzcan el velo musulmán sin miedo, incluso con orgullo mientras que los hombres judíos han de ocultar su kipa, han de mantener sus sinagogas bajo vigilancia policial y han de reunirse como si de una sociedad de criminales se tratara, no es ni agradable, ni digno, ni admisible, como tampoco lo es el utilizar el conflicto palestino-israelí como argumento para justificar los ataques de los que constantemente son víctima.  Otros judíos, en cambio, se muestran total y absolutamente a favor. Los refugiados no son de per se sus enemigos naturales. Sufren como ellos han sufrido, son hombres sin tierra igual que ellos lo fueron en su día. Deben pues ser ayudados como ellos lo fueron. Musulmanes o no, poco importa, al fin y al cabo -constatan los componentes de este grupo- a lo largo de la Historia los judíos han sufrido más persecuciones y muertes de parte de los cristianos que de parte de los musulmanes, con los que, además, les unen ritos y tradiciones similares, como la circuncisión. Otros, suspiran resignados, convencidos de que pase lo que pase, ellos, los judíos, volverán a estar en el medio de todos los conflictos y que, por tanto, cuanto menos se hable y menos se diga, mejor. Al final, el Consejo Central de los judíos alemanes decide el término del medio: poner límites. Y no satisface más que a los indecisos y a todos los que en la sociedad alemana opinan de ese modo. En mi opinión, el problema de los refugiados no es un asunto político, no es un asunto religioso. Es un asunto social. Políticamente, la señora Merkel puede esforzarse por crear y coordinar los mecanismos de ayuda, el señor Seehofer puede advertir de los peligros ; las diversas instituciones religiosas pueden ayudar y colaborar en dicha ayuda y los terroristas musulmanes pueden dedicarse a hacer de las suyas para que una sociedad acostumbrada a que “a” es “a” y que lleva bastante tiempo sufriendo chocs mediáticos un día sí y otro también,  convierta a los refugiados, a todos los refugiados, en terroristas. Al final, el problema de los refugiados es pura y simplemente una cuestión social. La sociedad europea ha decidido hacer oídos sordos, que es una forma bastante elegante y cómoda de rechazar cualquier tipo de responsabilidad. La sociedad alemana y sueca se encuentra al límite de sus posibilidades. Hoy como ayer, las vallas no son una solución y posiblemente la zona de tránsito –se llame como se llame- tampoco. Posiblemente, y mal que nos pese, la zona de tránsito termine convirtiéndose en un campo de internamiento. Para los que huyen de la violencia, no es lo mejor pero tampoco lo peor. Cuando uno ha visto cadáveres, sangre y destrucción desde hace tanto tiempo que ya no recuerda cuando fue la última vez que se sentó a contemplar sin miedo un atardecer, la calma, la simple calma ya es mucho. Ellos, los refugiados, sí que necesitan de meditación en pasiva y bien pasiva. Paz, tranquilidad y un plato de sopa. Y por favor, si no es mucho pedir, cuartos de baño en cantidades adecuadas. No saben ustedes lo que eso ayuda a la hora de evitar enfrentamientos inútiles entre personas que durante años han aprendido de sus amigos y enemigos a solucionar los problemas a base de golpes y metralletas.

Pero la sociedad europea no se ha dado por enterada y cree que el asunto se resuelve con unas cuantas bombas más. A ver si de una vez por todas se arregla el asunto allí y éstos convidados de piedra se nos van. Los políticos polacos han pensado que lo mejor sería enviar una infantería constituida a base de refugiados que pelearan contra el IS y más de un renomado periodista respalda firmemente esta propuesta, por justa y necesaria. Amén.

No seré yo, desde luego, quién lo haga. ¿Qué hubiera pasado, me pregunto, si a alguien se le hubiera ocurrido en su momento obligar a los empresarios vacos que abandonaban Vascongadas-País Vasco-Euskadi por miedo a  ETA a que formaran parte de grupos especiales de lucha contra el terrorismo? Se olvida que los refugiados han venido a Europa en busca de cobijo ¿Cómo, pues, pensar en enviar a luchar a hombres que están a las puertas de Europa justamente para huir de la guerra, de la violencia y de la destrucción?. De ahí su nombre,  ¿recuerdan?: "refugiados". Es cierto, no lo dudo. Entre esos refugiados puede haber terroristas, asesinos inflitrados. Centremos nuestros esfuerzos en localizarlos y detenerlos. "a" no es "a". Hora es ya de que empezemos a admitirlo. Caso de que la propuesta prevalezca ¿Contra quién lucharán esos refugiados-exrefugiados?,  ¿contra Assad?, ¿contra los rebeldes?, ¿sólo contra el IS?, ¿contra los amigos del IS?,  ¿ningún rencor contra el Occidente que les devuelve al lugar de donde partieron  a hacer justamente lo que no querían hacer: matar o morir? ¿qué se hace en ese tiempo con sus mujeres e hijos?  ¿se les deja en la zona tránsito?,  ¿se les permite la entrada y la residencia? Ah, claro, ustedes perdonen. Había olvidado, ese olvido..., que los refugiados son únicamente hombres de treinta anos que se pasean solos por el mundo a la búsqueda de aventuras o de trabajo... Pero no quedan ahí las perogrulladas. De repente se empieza a leer en los periódicos europeos que al IS le encantaría enfrentarse a una infantería occidental.  ¿Le encantaría? Será porque sabe que el ejército occidental ha de prepararse para lo que está pensado cualquier ejército: victoria o muerte, donde la victoria sólo es posible a base de atrocidades y no a base de reglas porque eso, lo queramos o no, nos guste o no, es la guerra y los mal llamados crímenes de guerra, porque en la guerra, por definición, sólo hay crímenes, quedan reservados para el perdedor, nunca para el ganador. Por eso hay tantos que la tememos con toda la absolutez y radicalidad de la que la cobardía, prudencia o sensatez, como ustedes prefieran, es capaz. Pero es que en este caso hay algo peor. Se dice al lector occidental que al IS está deseando que Occidente enviara una infantería y que por ese motivo no va a mandar una infantería, para no darle el gusto de darle lo que quiere. Pero al mismo tiempo se está barajando la cuestión de enviar una infantería formada por refugiados que  conocen el terreno y se olvida que son refugiados justamente porque conocen el terreno y no están dispuestos a entonar ese sangriento y monstruoso "victoria o muerte", sobre todo porque en ese terreno ya no se sabe por qué causa se mata y por qué causa se muere y de todo, esto es lo peor, A esos hombres, digo, se les pretende enviar a luchar?  ¿Qué pretenden los que así piensan?  ¿Formar un ejército de desertores o formar un ejército de mártires? La sociedad está confusa. Los periódicos, también. Los políticos, igualmente. Al fin y al cabo, periodistas y políticos forman y conforman esa sociedad.

La sociedad, que se prepara para celebrar la navidad respira aliviada por las propuestas de limitar refugiados, de enviarlos a pelear, de considerarlos integrantes del IS y detenerlos o mejor aún: enviarlos de vuelta a su casa y muestra su incondicional apoyo al despliegue militar: “Aún debería haber más policías en las calles", reclaman algunos. "Sin dinero pero al menos con paz” murmullan entre dientes. ¿Cómo no van a respirar aliviados si los medios de comunicación en todas sus formas y posibilidades no cesan de repetir que estamos al borde de nuestras posibilidades en lo que a la acogida de refugiados se refiere, que es una puerta de entrada al terrorismo? Cualquier persona sensata agradece los argumentos que los otros le tienden para ayudarle a justificar sus decisiones. No. No se puede culpar a una sociedad europea, que se encuentra ahogada en sus propios problemas, porque se niegue a prestar ayuda a un necesitado que supera, no sé si sus posibilidades materiales, pero desde luego sí sus posibilidades espirituales.

Fe es lo que el alma necesita para mantenerse joven.

Fe, es justamente de lo que en estos momentos, a pesar de estar rellenados a base de bótox, de viagra y de biofood, carecemos. El cinismo sigue en posición de ventaja. Los hombres prudentes se retiran del mundanal ruido y se sumergen en sus cotidianas vidas hasta que esas sus cotidianas vidas se tambaleen y ellos no sepan muy bien cómo reaccionar y terminen reaccionando cómo sus vecinos, que como tampoco sabrán como reaccionar terminarán reaccionando cómo les digan que hay que reaccionar. Carlos, el misántropo, ha decido acudir a una reunión privada de científicos en, no podía ser otro lugar, Bruselas. Por más que parezca lo contrario, esto no significa que haya abandonado su misantropía. Es un reflejo de ella. Un reto a sus estúpidos congéneres. ¿Cómo se puede entender que por un lado los medios de comunicación prediquen desde sus púlpitos que no hay que tener miedo, mientras por otro las autoridades aconsejan que hay que mantenerse sobre aviso y no salir a la calle?, dice Jorge que le preguntó Carlos malhumorado la última vez que habló con él y Jorge intentó persuadirle de su empeño. A veces no entiendo a Carlos. En cambio, los hombres de mundo como Jorge, disfrutan de la situación. En un mundo caótico y necio, los juristas son los únicos que ponen un poco de orden, dice. Dice él. Yo, en cambio, tengo mis dudas. Sobre todo, cuando derecho y política van unidos. Al paso que vamos, le confié a Jorge hace un par de días, la política va a utilizar al derecho para zafarse de la unión con las finanzas y de todos los lazos – religioso, ideológico y financiero- este lazo, el jurídico, es el más complicado de deshacer de todos. “No sé a qué te refieres”, contestó. Y es verdad que no lo sabía. Pero éste es ya otro tema.

Hoy me he superado.

Tantas palabras para no decir nada.

Pero a fin de cuentas ¿quién dice hoy en día algo?

La crisis está olvidada, Grecia está olvidada, los refugiados no tardarán en ser olvidados. Ahora es otra crisis. la del terrorismo y otra profecía: la de la guerra.

Esperemos a que se quede en crisis y en profecía y no se convierta en pesadilla.

Estoy cansada y hace frío.

Creo que va siendo hora de volver a salir de casa.

La bruja ciega.



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