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Wednesday, November 18, 2015

¿Fin a la crisis de los refugiados? ¿Fin a la austeridad?

El espectador ha apagado la televisión y permanece a oscuras sentado en su sillón favorito. De un tiempo a esta parte se siente algo desanimado. Quizás se trate de una depresión, suspira preocupado. Ultimamente ni siquiera sus programas favoritos consiguen sacarlo del ensimismamiento en el que ha caído. Se siente cansado, sin fuerzas y sin motivación. Incluso bajar a tirar la basura le supone un terrible esfuerzo. Ayer estuvo considerando la posibilidad de comprarse un perro. Dicen que eso ayuda, piensa. Lástima que su manutención resulte tan cara: impuestos, veterinario, alimentación... Demasiados gastos para alguien que, como él, tiene que hacer cábalas para llegar a fin de mes. El espectador cierra los ojos. Sus problemas en comparación con los que sufre el resto de la Humanidad no deberían causarle tantos quebraderos de cabeza y mucho menos emocionales. Sin embargo, en tanto en cuanto que son sus problemas, tampoco está dispuesto a dejarlos marchar sin más. El espectador está gravemente preocupado por su estado de ánimo. Se levanta y se acerca a mirar por la ventana. Una débil llovizna empapa la calle. Los viandantes caminan de un lado a otro cubiertos por una tarde sombría y brumosa. El espectador permanece de pie. Terrorismo musulmán, fascistas, robots que realizarán el trabajo de quince millones de personas y eso sólo en Gran Bretaña... El espectador sonríe aún sin quererlo. Cuando los periódicos publicaron la noticia de las consecuencias que originarían los progresos en robótica hubo algunos lectores que la celebraron por aquéllo de que se destruirían unos puestos de trabajo pero se crearían otros y hubo incluso quienes se mostraron satisfechos ante la posibilidad de disponer de más tiempo que dedicar a la actividad intelectual.¡A la actividad intelectual, dicen, cuando los programas de más audiencia son precisamente los menos intelectuales! Eso es lo que se llama ser un verdadero optimista. Claro, piensa el espectador, los únicos que pueden comentar una noticia de ese tipo son los que pueden permitirse el lujo de leer los periódicos porque no tienen ningún miedo a perder su puesto de trabajo; y los que todavía no lo tienen ¿qué van a temer del futuro que no teman ya del presente? Dedican su tiempo a tareas sumamente intelectuales,  como esa de leer los periódicos y comentarlos.
Además, reflexiona el espectador, eso todavía no ha pasado y cuando pase, sucederá en Gran Bretaña.

El espectador piensa en Europa para olvidar sus problemas anímicos. El espectador no sabe cómo terminará Europa. Que Estados Unidos y Europa acepten la colaboración, ayuda, o como se quiera llamar de un país como Rusia, que sufre las sanciones económicas de Estados Unidos y Europa al tiempo que se esfuerza por convertirse en una potencia militar mundial, no deja de entrañar grandes riesgos. Un socio conocido por el férreo control que mantiene en los países de alrededor y por  sus bravuconadas en Estados que pretendían ser independientes como Georgia y Ucrania, amén de no haber ocultado nunca sus pretensiones expansionistas es un socio...complicado, por llamarlo de alguna forma. Rusia-Putin tiende amablemente la mano a la siempre chauvinista Francia que en estos momentos está verdaderamente indignada, y con razón, y Francia parece, pese al chauvinismo que le caracteriza, haber aceptado la invitación. Puente Moscú-París. Debajo queda la gris Alemania, que en estos momentos concentra su lucha en la integración de refugiados, emigrantes y extranjeros varios, sin olvidar la crisis económica y la renovación energética. Teniendo en cuenta que Francia-Marie LePen no ve con buenos ojos a su poderosa vecina germana y que Rusia ya ha expresado su interés en ampliar su influencia hasta los límites del Rhin, interés siempre expresado ad contra: o sea, en vez de dar la impresión del deseo de anexión, Rusia pidió amablemente a Alemania, por el bien de Alemania, que uniera sus esfuerzos e intereses al de Rusia alegando las relaciones históricas y la cercanía territorial, ofrecimiento que, Alemania, conocedora de la profundidad de la amabilidad rusa, declinó a la alemana, o sea, a lo directo, con un rotundo NO que resonó en toda la sala política mundial y que justamente por su contundencia sorprendió incluso a los que estaban de acuerdo con la respuesta negativa, teniendo en cuenta todo esto –repite el espectador- Alemania debería ser sumamente cauta y sumamente compacta en lo político y en lo social. Y si el puente Moscú-París es frágil, imagínense ustedes lo que sería un puente Estambul-Berlin! Estas alianzas modernas..., suspira el espectador-  Alianzas que hoy escriben en twitter y en Facebook "Best Friends" y a los dos días han de convocar urgentemente a los servicios diplomáticos para superar una terrible crisis en sus relaciones.Y todo ello en un mundo global, digitalizado y abierto a las actividades comerciales las veinticuatro horas del día. Enemigos que se venden armas y se compran tomates y pimientos porque "lo cortés no quita lo valiente".

Mientras tanto Hollande ya ha anunciado que Francia está en guerra, lo cual quiere decir que Europa está en guerra. Francia llama a la guerra al resto de Europa y lo hace blandiendo la ley. Ha citado un par de artículos pero podría citar mucho más. ¿Será posible, se pregunta el espectador tristemente, que la unidad que no han conseguido otros problemas, como la crisis económica o la de los refugiados, lo ha consiga la crisis bélica? De lograr la adhesión tres serían los problemas a tratar.
El primero, el económico: Los países europeos mantienen su armamento en un estado lamentable, la mayoría de sus soldados, salvo excepciones, se han adiestrado más en la humanitaria tarea de solventar catástrofes naturales que en el sangriento arte de la guerra. Se necesita, pues, dinero y adiestramiento. Necesitar dinero significa incumplir los niveles de déficit marcados en los propios tratados de la Unión Europea. Adiestramiento obliga a cambiar los esquemas en los que millones de europeos han crecido y que hasta el momento se basaban en un pacifismo absoluto e incondicional. El segundo problema, es el estratégico: ¿Se puede librar una guerra contra terroristas? Los terroristas son como los extraterrestres: aparecen cuándo y dónde menos te lo esperas y desaparecen a la velocidad del rayo. Una guerra contra los terroristas determina, se admita o no, a intensificar los controles de la población con la aquiescencia, claro, de la propia población que considera el control como un mal menor. Se pierda o se gane la guerra contra el terror, las grandes derrotadas de toda esta historia han sido siempre las libertades civiles. ¿Qué sucederá?, se pregunta el espectador, ¿Se instituirá un Comité Central contra el Terror, una Santa Inquisición contra los terroristas? ¿Se apelará a la ayuda de la población? ¿Cualquiera podrá denunciar a su vecino? ¿Cualquier apresamiento será considerado una sentencia? El espectador mueve la cabeza sumamente preocupado. No sería la primera vez, reflexiona preocupado, que los Estados obsesionados por la defensa de sus ciudadanos terminen convirtiéndose en sus peores enemigos... 
El tercer problema es social: Si Europa está en guerra contra los terroristas musulmanes, que por terroristas son fantasmas y lo único que de ellos se sabe es que son musulmanes ¿se organizarán pogroms contra los musulmanes, contra los judíos que parezcan musulmanes o simplemente por ser judíos, así de paso "matan dos pájaros de un tiro", y ya puestos contra los extranjeros en general porque "nunca se sabe"? ¿Se inicia la “limpieza”?

Es extraño, piensa el espectador, mientras contempla los coches aparcados debajo de su ventana, que los contendientes en una disputa se muestren tan de acuerdo a la hora de levantarse del sillón para batirse en duelo. El espectador no sospecha, lo sabe, el relevante papel que han jugado, juegan y jugarán los agentes dobles, los dobles espías y todos esos que están aquí, allá e incluso en el más allá. Y el espectador sabe, también lo sabe, que esa parte del mundo llamada América Central y del Sur, de la que tan apenas se habla en Europa, tiene mucho que decir y mucho que callar.

El espectador regresa a su sillón y coloca una manta sobre sus piernas. Tiene frío. En los últimos tiempos ha envejecido muy rápidamente. No tiene ni una sola arruga en la cara, posiblemente porque las arrugas han preferido apiñarse en su alma, pero las canas cubren sus cabellos. El espectador cierra sus ojos. Sabe, sabe porque lo sabe, que cuando todo este follón termine (y todavía no ha empezado) los únicos que suspirarán satisfechos serán los maltusianos. Extraños tipos los maltusianos, piensa el espectador y su mero recuerdo le hace estremecer. Los maltusianos siempre le han inquietado. Son elegantes, no le cabe la menor duda; pero vampirescos: con nocturnidad y alevosía.

El número de búnkers que se construyen no cesa de aumentar, anunciaron hace poco. Al acordarse, el espectador suelta una carcajada. ¡Construcción de búnkers! ¡La mayoría no resiste más de una semana! ¿Y qué es una semana en un tiempo en el que la barbarie amenaza con durar años, lustros, siglos tal vez? El oxígeno es un elemento fundamental a tener en cuenta, igual que el agua disponible; eso sin olvidar la cuestión de las canalizaciones y el mantenimiento. Para que los búnkers resultaran efectivos sería necesario construir una ciudad completa bajo tierra que no se viera amenazada ni por movimientos sísmicos, ni por volcanes. Una especie de nueva Arca de Noé subterránea y autosuficiente. Habría que prever la existencia de una energía autónoma y renovable, la posibilidad de cultivar plantas y criar animales, además de desarrollar una existencia más o menos normal en todos los sentidos. Aunque se encontrara el lugar idóneo, construir una ciudad de tales características resultaría costoso en tiempo y dinero. Encontrar la gente adecuada supondría un nuevo reto. No todos resisten permanecer en un lugar limitado y cerrado. Mucho menos si la población del interior aumenta. Por si fuera poco mantener en secreto la construcción de una ciudad de tales características sería poco menos que imposible a no ser piensa el espectador que hubiera tantas obras y tanta gente que nadie supiera a ciencia cierta qué es lo que se está haciendo; ni siquiera los propios trabajadores. ¿Tal vez túneles subterráneos?

El espectador duerme y sueña con ciudades misteriosas y ocultas en el interior de la Tierra. Al paso que va, él, piensa, no tardará en tener la suya propia. Y una risita de petit-spirou asoma a su rostro, que hoy ha cobrado una dulzura inusitada.

¡Ah mi gentil espectador, no te vayas tan pronto, aún queda tanto por ver...!

El espectador duerme.

El espíritu, también.

Quizás sea el otoño...


La bruja ciega.


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