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Tuesday, November 3, 2015

Impropiedades

Hay quienes exigen que se alce un muro de seis mil kilómetros que impida pasar a los que huyen de la violencia y la guerra, olvidando con ello el horror que muchos de sus abuelos sufrieron y padecieron durante las grandes guerras europeas, que llegaron a ser mundiales. Hay otros que claman por los civiles sirios, afganos, iraquíes que mueren en la guerra que los Estados Unidos y Rusia han emprendido contra el IS, olvidando que se trata de una guerra en la que cualquier civil puede encubrir un soldado, un rebelde o un terrorista y olvidando igualmente a los muchos civiles europeos que han muerto en la propia Europa y que pueden morir sin ni siquiera tener constancia de que están en guerra. No creo que sea el momento más adecuado para recriminar a los rusos que han matado en una guerra a diez civiles cuando ellos acaban de sufrir la pérdida de casi trescientos ciudadanos que no estaban en guerra, que simplemente querían regresar a sus casas. 
No. No creo que sea el momento de jugar a los derechos humanos en un lugar en el que no dejan de caer bombas desde hace años. La guerra es la guerra: muerte, violencia, miseria, bestialidad, inhumanidad, caiga quien caiga.
¿Cuántos civiles no han muerto y morirán en las guerras de este mundo? 
Pero otra cosa, otra cosa muy distinta es que se bombardee de una u otra forma a un avión civil en el que sólo viajan civiles. En un avion en el que no va escondido ningún enemigo armado, sólo y únicamente pasajeros deseosos de regresar a sus hogares. 

No. No es el momento de que los periodistas hablen de civiles muertos en un espacio en el que la muerte es la reina absoluta del lugar. No es el tiempo de recordar a los rusos que atiendan a los derechos humanos cuando ellos sospechan que alguien ha acribillado sin aviso previo a casi trescientos de sus súbditos. Dejemos las buenas palabras vacías de contenido y carentes de significado para otros momentos. Aunque el accidente de avión se haya debido a un fallo técnico la reivindicación por parte del IS deja al descubierto sus deseos más profundos. Lloremos a los muertos rusos. A las esperanzas destrozadas. Lloremos a los muertos rusos, que son también nuestros muertos. Y lo son porque en este instante, lo niegue quien lo niegue, todos estamos luchando en el mismo bando: rusos , americanos y europeos. ¿Los turcos? ¡Ah! Los turcos. A los turcos la dualidad, la ambigüedad, les va a matar sin que haga falta que nadie de afuera venga a hacerlo. O se ponen de acuerdo en lo que al equilibrio entre religión y laicismo, entre tradición y modernidad, se refiere, o el conflicto estallará de un modo u otro. A la crisis económica del Occidente que parezca lo que parezca, también les ha afectado profundamente se une la crisis geopolítica de la región, en la que todos luchan contra todos y en ese “todos” se encuentran inmersos los kurdos, que ora son héroes ora son terroristas a combatir.

Mientras tanto Pablo Iglesias se dedica al juego postomodernista del “a” es “a”, el “a” es “no a” y todas esas cosas que tantos dolores de cabeza me producen. Pablo Iglesias abandona el Parlamento Europeo no sin antes abroncar a los allí presentes su ignominoso comportamiento. Pablo Iglesias se va, dice Pablo Iglesias, para impedir que al Parlamento lleguen personas como las que en ese momento se encuentran sentadas en sus sillones. Del discurso de Pablo Iglesias se deduce que se va para salvar a Europa de los rufianos que tiene delante, cuando lo que en realidad está haciendo Pablo Iglesias al irse es traicionar a todos aquéllos que en su día le eligieron. Pablo Iglesias deja su puesto en el Parlamento Europeo para correr en pos de una victoria electoral en su propio país; victoria electoral que se le resiste más de lo que él pensaba que podía resistírsele. Se va del Parlamento Europeo no sin antes reprochar a alguien que cite a Dante en vez de hacer política auténtica. 
¿Pero a quién se le ocurre reprochar semejante cosa? Lo normal, lo sensato, lo que corresponde a alguien que se jacta públicamente de haber obtenido catorce matrículas de honor durante los estudios universitarios era haber dicho “Quién tiene la cultura suficiente para poder citar a Dante, debería tener también la altura política necesaria para llevar los ideales políticos a la cumbre y sacar a la sociedad del infierno en el que en estos momentos se encuentra”, o algo así. Pero lo último, lo último que en mi opinión se le puede ocurrir a un brillante estudiante, es exigir a alguien que cite menos a Dante y haga mejor política, como si citar a Danta y hacer política se tratara de dos cosas distintas, por no decir opuestas. Pero no contento con eso, de regreso a España, Pablo Iglesias iguala la violencia de la serie de televisión “Juego de tronos” con el cuento infantil “Hans y Gretel”. Los oyentes, igual que el periodista que le entrevista, abrimos la boca de estupefacción y él, que seguramente cree que nuestra estupefacción se debe a la admiración que sentimos ante su gran inteligencia y sus grandes dotes retóricas, contempla radiante de satisfacción a su atónito interlocutor.

                 Después de la última intervención de Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo, el señor Martin Schulz –su Presidente- no pudo evitar emitir una especie de suspiro de agotamiento que dudaba entre querer significar un “sin comentario” o un “saquénme de aquí”

                Sé bien qué tipo de suspiro era el suspiro del señor Schulz porque fue exactamente el mismo que involuntariamente se me escapó al oir a un Pablo Iglesias que tan alegremente se atreve a igualar la violencia de su serie favorita “Juego de tronos” con el cuento infantil “Hänsel und Gretel”. Y a esto claro, le llamarán retórica e inteligencia verbal.

¡Vivir para oir!

La bruja ciega


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